Antonio
Mercado Flórez
Quien iba a imaginar hace veinte años que los
principios de la Ilustración (la libertad, la igualdad, la fraternidad, la
autonomía de la voluntad), y la democracia liberal, iban a estar cuestionados
nuevamente. Sabemos que la época moderna surge con las ciencias naturales del
siglo XVII, y llega a su máxima expresión política con las revoluciones del
siglo XVIII y despliega sus aristas hasta después de la Revolución Industrial;
y se distingue del mundo del siglo XX, porque llegó a la existencia a través de
la cadena de catástrofe ocasionadas por la Primera Guerra Mundial. 1
En el siglo XX se produce la <<ruptura
de nuestra historia>>, que
nace de un caos de incertidumbres masivas en la escena política y de opiniones
masivas en la esfera espiritual, que los movimientos totalitarios, merced al
terror y la ideología, hicieron cristalizar en una nueva forma de gobierno y
dominación […] La dominación totalitaria […] rompió la continuidad de la
historia de Occidente. La ruptura de nuestra tradición es hoy un hecho
consumado. 2
Como expreso en mi libro <<Sobre el dolor, el miedo y la muerte>>,
que los rasgos que tejen a Europa en la actualidad son semejantes en algunos
aspectos, a los que precedieron a la Segunda Guerra Mundial: <<Un
conjunto de potencialidades mentales y físicas, de nuevos elementos híbridos
con sus variantes, demasiados numerosos como para poder medirlos>>, se
entrelazan a la cultura occidental: emigración que huye de la violencia, el
hambre y la falta de oportunidades, la falta de libertad y la guerra. También
el desplazamiento de europeos empobrecidos en el interior de su territorio. Con
políticas neoliberales de recortes y austeridad, que destruyen el Estado de
Bienestar y benefician a los monopolios, los mercados financieros desregulados,
la precariedad del trabajo, la privatización de los bienes públicos, la
educación y la salud etc.
Asimismo, el descontento social ante las
desigualdades extremas, el débil crecimiento económico, el estancamiento de
algunos Estados; también los conflictos políticos internacionales que se
expresan en el juego de la geopolítica, el proteccionismo y las guerras en la
esfera del comercio. Este estado de cosas, contribuye a fomentar un pesimismo y
una desidia en la vida privada y pública de las personas. Se tiene la sensación
que hemos llegado al fin de un siclo histórico y que la humanidad entra a un
túnel oscuro donde prevalece la inseguridad, el miedo, la desolación, con el
futuro que se avecina. Ahora bien, es necesario comprender y articular estos
aspectos socio-económicos, históricos, políticos, étnico-religiosos con el
espíritu de la cultura occidental. Y, además, percibir, analizar y reflexionar,
estas variables en su Cultura.
Estamos asistiendo en las sociedades occidentales,
a una crisis de la democracia representativa liberal. Provocada por la
globalización, las burbujas financieras que traen como consecuencia el aumento
de la desigualdad, la pobreza, el desempleo, la exclusión social, el hambre, en
los países avanzados. Que han posibilitado el auge de los movimientos
nacional-populistas indignados con el Sistema, con soluciones simples para
problemas complejos. Además, cómo las innovaciones tecnológicas y sociales
destruyen el orden emanado después de la Segunda Guerra Mundial. Que se conoce
como la Unión Europea, en el que prevalecen los principios de la Ilustración y
la democracia representativa.
En una entrevista reciente el autor del libro
<<Ciberleviatán, el colapso de la
democracia liberal frente a la revolución digital>>, José María
Lasalle decía: La revolución digital está siendo una revolución ontológica, que
afecta a la esencia de lo humano, cambia nuestra subjetividad, provoca por
primera vez en la Historia que el cuerpo se retire de la percepción directa de
la realidad. Es también una revolución política, que está triturando los
ideales de la Revolución Francesa y la construcción de la idea de ciudadanía
por la mayoría de edad, y propone una libertad asistida que sustituye la ley
por los algoritmos. Y supone otro cambio radical: sustituye a la Revolución
Industrial: el modelo de desarrollo económico basado en el capital y el trabajo
está arrojando al trabajo y sustituyéndolo por IA y la robótica. La mayor
revolución de la historia se está produciendo ahora. Y está empezando por
nosotros mismos.
El nacional-populismo, es atávico, primitivo,
porque desea regresar a las fuentes de la religión, la lengua y la cultura: y,
de otra parte, se vale de una simbología política y ritual, que exalta la
nación, la raza, la lengua, la tradición, y tiende inexorablemente a repudiar
lo diferente, lo diverso, aquello que <<ruptura>> la homogenización. Niegan el universalismo de la
Ilustración en beneficio de la nación, la lengua y sus mitos propios. Viven en
una esfera política y espiritual, que alienta la xenofobia, el racismo, la
discriminación, el rechazo a la pluralidad y crean chivos expiatorios para justificar
el neofascismo. Porque los extremistas lo que desean es romper la cohesión
social, la convivencia y el respeto al otro. O, en otros términos, buscan
destruir la democracia representativa, la libertad, la igualdad, en beneficio
de una <<selecta minoría>>
que concentra y gasta la energía. Una de sus categorías consiste en buscar los
extremos para polarizar a la sociedad y crear la desinformación y el caos en la
esfera social y política. Porque responden a la ideología y los principios
nacional-populistas, cual viento fétido y frío como la muerte recorre a Europa
y todos los países del mundo.
Sabemos que la globalización liberal que se puso
en marcha a finales del siglo pasado, entró en una época de crisis y de
implosión. Por eso, es necesario un nuevo Modelo de Desarrollo que responda con
políticas reales y concretas, a las verdaderas necesidades morales,
espirituales y materiales, de las sociedades globales. También fortalecer la
democracia liberal representativa que apueste por políticas sociales y
económicas, que contribuyan a reducir la brecha que deja tras de sí la
globalización económica de las élites del mundo. Políticas de integración,
solidaridad, tolerancia, respeto y dignidad, en la esfera pública y social, con
las minorías y los más necesitados de la sociedad.
De ahí que, el ideario nacional-populista carezca
de programas y se valga de los instrumentos y los medios de la <<cultura del artificio y digital>>,
para descalificar, calumniar, excluir, y recurrir a un lenguaje demagogo
llamando a la unidad de la nación, denunciando la decadencia de los partidos
tradicionales y a la recuperación de los valores, las tradiciones y creencias,
que posibiliten la grandeza perdida de la nación. El principio de la retórica
demagoga del nacional populismo neo-fascista, se centra contra los fundamentos
de la Ilustración y la democracia representativa, el rechazo a la igualdad, la
tolerancia y a la diversidad de la ciudadanía.
Así, los fundamentos de la Ilustración y la
democracia representativa luchan en dos frentes: la revolución digital que es a
la vez una revolución político-social, económica-cultural, desea convertir a
los ciudadanos en números u objetos, para que respondan a la secuencia de los
algoritmos. Donde la visión de la élite tecnocrática de la <<cultura del artificio y digital>>, se concatena con la
de Nietzsche y Spengler sobre la voluntad de poder. Donde se exalta la
superioridad de las fuerzas activas sobre las reactivas, como un rango
inmutable e innato de la jerarquía: el problema de la jerarquía es el mismo que
el de los espíritus libres. Esto es: ser un animal depredador, un ser de
rapiña, que domina y somete al otro, que coacciona y mata. Spengler considera
que la técnica (la <<cultura del
artificio y digital>>), es la táctica de la vida entera. Es la forma
intima de manejarse en la lucha. Así, la técnica es la forma de afirmase luchando, venciendo y aniquilando.
Se trata como pensó Ernst Jünger, que la
maleabilidad del valor técnico en cuanto fuerza despersonalizada no brote la
posibilidad abominable de que la mediocridad <<vaya asociada a un poder
funcional enorme>>. Donde las élites gobernantes y su civilización se
sobrepongan al realismo histórico de la humanidad, empleando a la técnica como
una fuente de penurias, de sinsentido y de nihilismo planetario. Jünger es un
escritor que sigue en algunos aspectos el pensamiento de Nietzsche y Spengler,
y encarna un nuevo tipo humano, que propone la superación del individualismo
burgués y del hedonismo. Esta superación sólo puede ser entendida en una vía
nietzscheana: a la universalización del nihilismo corresponde una
universalización de la técnica.3 La técnica no sólo desgarra las
lenguas naturales, sino que se convirtió en lenguaje universal. Esa es una de
las razones que la técnica reemplace al
logos y al mito en la modernidad.
Porque lo que llama la atención en las utopías de
nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y la técnica; y,
además, que son pesimistas. No hay en ellas magia con la técnica basta […] La
técnica ha evolucionado hasta el punto de transformarse en un lenguaje mundial;
ello hace que la participación de los individuos en la sociedad vaya
convirtiéndose cada vez más en una participación estadística.4 Con
la revolución de la <<cultura del
artificio y digital>>, el
mundo se transforma en un ágora en el que, de un día para otro, los llamados
medios anticipan la opinión. Los oyentes se cuentan por millones, hablan muchos
idiomas; de ahí que las imágenes no sean simples ilustraciones, sino lo
principal. Los efectos que ellas causan son más fuertes que los causados por
las palabras. El planeta ha adquirido un aura
nueva, una epidermis más sensible. Las ondas, en sí carentes de lenguaje, están
a disposición de cualesquiera texto e imágenes, que golpean con la virulencia
de la ola al romper.5
Jünger señala en el texto La emboscadura, que la técnica está dejando atrás su período
titánico, para ser reemplazada por una era de bienestar universal dominada por
el símbolo del burgués. A ello se agrega en la posmodernidad el surgimiento de
una sociedad individualista, narcisista y hedonista que rechaza sobre
todas las cosas la doctrina del gran dolor y de las fraguas de Vulcano en que
se asienta toda genuina grandeza y toda <<política universal de gran estilo>>.6 Nietzsche
y Spengler, las fuentes de las que bebe el nacional-populismo neo-fascista actual. Porque no creen en la cultura humanística, en la Ilustración y la
democracia representativa. Sino en la cultura de la violencia y del odio, de la
discriminación y el racismo, el dominio del fuerte sobre el débil. Porque creen
que este tipo de hombre dispone de grandes medios que contrastan con la
mediocridad; ese hombre que cree a pie juntillas en los periódicos, la
televisión y las redes sociales, pero desdeña mirar lo que está escrito en las
estrellas.7
En este orden, vemos en Europa, EE. UU. y
Latinoamérica, que emergen movimientos de nacionalistas de derecha que ganan
espacio, porque los partidos tradicionales no han sabido manejar las
consecuencias de la crisis financiera de finales del siglo pasado, la des-regularización de los mercados, el desempleo, la privatización de las
políticas neoliberales, el hambre, la falta de educación y salud públicas, que
la globalización deja tras de sí. Son movimientos autoritarios y violentos, que
alientan la islamofobia, el antisemitismo, el populismo, el conservadurismo,
el nacionalismo y el desprecio a la pluralidad de la ciudadanía.
Así, los problemas sociales se sustituyen por problemas religiosos,
identitarias y étnico-culturales. Y, la crítica y la oposición al Sistema,
devela que llega un momento en que los problemas como tales proporcionan
únicamente molestias. Por ahora, más bien que ser planteados, son liquidados en
estado embrionario: es una consecuencia de la aceleración y la intolerancia.
Están multiplicándose los sectores en que los problemas son resueltos por las
máquinas y la violencia.8
A saber, el espíritu de la cultura occidental está
amenazado, pero lo que ahora causa consternación es, que, en nombre de los
valores y principios que le dan la razón a su existencia, el
nacional-populismo, lo fracture en nombre del neofascismo, el antisemitismo y
la xenofobia. Sabemos que el logos se
ha situado en su nivel material y responde a las necesidades del Gran Poder y el pensamiento se
deteriora; de ahí que, mucho más frecuente que la espiritualización, que libera
del miedo, es el aumento de la sensibilidad, que lo hace crecer.9
Por eso, el catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una
posibilidad salga a escena es preciso que se la acepte.10 Y, esa
posibilidad nos advierte que se acercan tiempos aciagos. <<El más
incómodo de los huéspedes ya está a las puertas>>, escribió Nietzsche. No
es un monstruo mitológico, un Leviatán, cuya irrupción marcará inevitablemente
el fin de los tiempos. Porque no hemos tardado mucho en reconócelo y en
nombrarlo. Ahora sabemos dónde está situado. Su nombre es autoritarismo,
populismo, neofascismo, el imperio del lucro y del miedo, la trivialización de
la vida y de la muerte.
Bibliografía
1. 1. Arendt,
Hannah. Entre el pasado y el futuro. Ocho
ejercicios sobre la reflexión política. Ediciones Península, Barcelona
2016, pág. 47.
2. 2. Ib.
pág. 46.
3. 3.De
Benois, Alain. Ernst Jünger y El
Trabajador. Una trayectoria vital e intelectual entre los dioses y los titanes.
Ediciones Barbarroja, Madrid 1995. pág. 7 y 8.
4. 4.Jünger,
Ernst. La Tijera. Tusquets Editores,
S.A. Barcelona 1997. pág. 74.
5. 5.Ib.
pág. 75.
6. 6. DE
Benois. Ib. pág. 12.
7. 7. Ib.
pág. 12.
8. 8. Jünger.
Ib. pág. 184.
9. 9. Ib.
pág. 141.
10 Ib. pág. 173
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