jueves, 11 de julio de 2019

La cultura occidental frente a la revolución digital







                                                                           II




Antonio Mercado Flórez.



Ernst Jünger en el texto El Trabajador dice que el siglo XXI, es, el siglo de las luchas titánicas: enfrentamiento entre dioses. Se está formando la <<Figura>> de un nuevo tipo de hombre. Visto bajo el principio de las ideas y las formas platónicas, se percibe una visión de la substancia titánica. Una lucha infinita e intemporal. En estos momentos el tiempo está en floración. El enfrentamiento entre tiempos e intemporalidades crea un nuevo tipo de hombre. Un cambio en la substancia espiritual y material del hombre. Será un hombre más especializado en algunas funciones de la vida, pero más espiritual. Porque el contacto con lo intemporal posibilita que la espiritualidad esté contenida en la luz.

El enfrentamiento titánico entre dioses y hombres, se reflejará en el Universo. Las huestes celestiales y las titánicas lucharán por el dominio de la Tierra. En este espacio la substancia de la historia no tiene razón de ser; y si el hombre permanece sobre la tierra se interesará por la técnica, la ciencia, la filosofía, las artes, la música, por Dios o el Demonio, y en ese momento, la lucha ocupa un sentido trascendental, metafísico, porque afecta la naturaleza del ser y de la existencia. La lucha política, religiosa, económica o militar, entre los hombres será un débil reflejo de la cósmica. Ya que lo fundamental permanece y el hombre de la civilización, el hombre del movimiento y de los fenómenos históricos ha de tomar sus criterios de su esencia inmóvil y sobre temporal, la cual se pone de manifiesto y se modifica en la historia. Aquí en estos lugares de fontanal se alimentan los espíritus fuertes. En el siglo XXI se augura, y no sólo por parte de los astrólogos, que habrá en él una espiritualización formidable.

Como no podía ser menos en el comienzo de un milenio, la atmósfera que reina en el mundo es contradictoria e inextricable – en unos sitios es prometeica, con grandes fuegos y manos tendidas hacia las estrellas, en otro es apocalíptica, con sentimientos de culpa que remuerden la consciencia. El planeta está adquiriendo un aura nueva, una epidermis más sensible. Los titanes actúan y padecen en el tiempo y con el tiempo. Asimismo, lo acortan y lo alargan. El movimiento se hace cada vez más preciso y a la vez gira sin fin; los ruidos se convierten en una tortura y a la vez en una amenaza. Las noches están pidiendo un Bosco. Quien entra en esta posada queda afectado por todo lo que en ella ocurre. A eso corresponde la esperanza de que alguna vez quedemos liberados de la posada de este mundo, de que estemos en ella sólo en calidad de huéspedes –dijo Jünger. Por tanto, la voluntad de poder del Ciberleviatán tiene sed de dominio y de sangre. Ha traído una dimensión nueva a nuestra vida. La conversión del hombre en número o en objeto, la velocidad, el automatismo y los espejismos de la ciencia y la técnica.

Cuando los algoritmos biométricos y el machine learning, sean capaces de interpretar las emociones, los sentimientos, traerán como correlato la sustitución de la libertad, de la autonomía de la voluntad. Seremos parte de un determinismo cognitivo donde el pensamiento obedecerá a los algoritmos matemáticos. En el orden del mundo vemos como los algoritmos son el instrumento a través del cual, las corporaciones y la tecnocracia manejan los bienes transables en el mercado de valores - (energéticos, metales, alimentos e insumos), -con datos. En este orden, la numerifición del mundo está permitiendo una nueva naturaleza del capitalismo global; está generando una riqueza sin propiedad; ya que los datos no poseen propiedad. Por tanto, es necesario en esta esfera de la vida saber dónde reside lo mío y lo tuyo y, delimitar el espacio público de los datos. Ahora bien, quien controla la información o los datos, hace parte del ejercicio del poder. Así, las empresas tecnológicas se desarrollan exponencialmente.

Además, lo que unas décadas era una fantasía, ahora se ha convertido en la realidad del presente. Donde los riesgos distopicos están ahí y convivimos con ellos diariamente. O, en otros términos, las utopías de la revolución tecnológica se están concretando en el mundo de la digitalización. Así que, la tecnocracia que domina el mundo tiene una idea nietzscheana del hombre que se expresa en el transhumanismo o el poshumanismo. Una idea global y tecnológica que diluye los límites, los contornos que diferencian al uno del otro, a una cultura de otra y, esto es sumamente grave, porque hace volar por los aires como una costra seca, la coherencia de nuestra cultura y civilización. Aquello que da razón de ser a la esencia de lo humano en una cultura determinada.

Lasalle plantea que el modelo del capitalismo global -basado en las tecnologías de la información, la digitalización, el algoritmo-, posibilita un capitalismo cognitivo que despoja al poder político de las tomas de decisiones y neutraliza la democracia liberal parlamentaria. Así pues, posibilita la concentración de la riqueza mundial. En consecuencia, el capitalismo global donde prevalece la cognición y la digitalización, fomenta la concentración del poder y la riqueza en una selecta minoría.

Las cuestiones que la humanidad expone a la naturaleza o, a la vida, están condicionadas por el estadio de su producción. Es el ámbito en el que fracasa el conocimiento científico y la <<cultura del artificio y digital>>. En el desarrollo de la técnica hemos percibido los progresos de las ciencias naturales, biológicas o digitales, pero no los retrocesos de la sociedad. Dice Walter Benjamín al respecto: las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra y de su preparación publicitaria. En consecuencia, en el proceso de desarrollo científico, el ser humano no es consciente de las energías destructoras de la técnica.
Además, lo que configura la época actual es, un tipo de determinismo tecnológico que se presenta a los seres humanos como autónomo y libre. Así, el desarrollo del capitalismo técnoglobal avanza sin control de las apetencias humanas. Los que ejercen el Gran Poder olvidan que existe un resto alquímico en el hombre, que el desarrollo es incapaz de disolver. En los Estados Unidos y en China se está dando un proceso de control social a través de las tecnologías y la Inteligencia Artificial, una forma disciplinización y reglamentación de las sociedades.

Además, el desarrollo tecnológico tiende inexorablemente a un punto disruptivo con lo que <<somos>> o <<hemos sido>>. La experiencia y la memoria histórica son vaciadas de sus contenidos y sólo perdura en el mundo digital, la <<cultura del artificio>>. Y, esto es sumamente grave para la coherencia del Yo concreto, la subjetividad y la condición humana. Porque lo que prevalece en la civilización del artificio es, el dinero, el poder, la esfera de lo útil –lo que se produce o consume-, pero no la utilidad de lo inútil: la literatura, la poesía, la filosofía, las artes, la música, las disciplinas que posibilitan alcanzar la categoría de persona. Y, precisar el interior de todos y cada uno de nosotros.

Ahora, el mundo digitalizado entronca la revolución ontológica y epistemológica con el desarrollo de la técnica. La naturaleza del ser-en-la tierra y su forma-de-ser, se trastoca y afecta la esencia del ser-de-lo humano; esto es, el tejido del Yo concreto y la subjetividad. Por tanto, la percepción de la realidad, de la historia, la experiencia, la ética, la moral y la cultura, se sustituye por la base de datos y los algoritmos. La esfera política disuelve en las redes globales, la identidad, la pluralidad de la ciudadanía, el discurso –tal como lo percibe Hannah Arendt: Dónde quiera que esté en peligro el discurso, la cuestión se politiza, ya que es precisamente el discurso lo que hace al hombre un ser único.

Si ajustamos el discurso a las necesidades del pensamiento científico, el discurso dejaría de tener significado, ya que las ciencias de hoy utilizan un lenguaje de símbolos matemáticos que, si bien, al principio eran expresiones abreviadas del discurso hablado, ahora contiene otras expresiones imposibles de traducir a discurso. Así pues, los científicos se mueven en un mundo donde el discurso a perdido su poder […] Tal vez haya verdades más allá del discurso, y sean de gran importancia para el hombre en singular, es decir, para el hombre en cuanto no sea un ser político, pero los hombres en plural, o sea, los que viven, se mueven y actúan en este mundo, sólo experimentan el significado debido a que se hablan, y se sienten unos a otros a sí mismos.

Vivimos en el mundo de la automatización, que libera al hombre del trabajo y la servidumbre de la necesidad; el progreso científico y el desarrollo técnico sólo han sacado partido de la liberación del trabajo, que otras épocas ya han experimentado. El deseo de liberación de la “fatiga y molestias”, no es moderna sino tan antigua como la historia registrada. La realización del deseo puede ser contraproducente; se trata de una sociedad de trabajadores que está a punto de ser liberada de las trabas del trabajo, y dicha sociedad desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas por cuyas causas merecería ganarse la libertad. Esas causas en la actualidad son: el maquinismo, la robótica, la Inteligencia Artificial, los lenguajes digitales, los algoritmos, etc. Nos enfrentamos a una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir, sin la única actividad que les queda.

La cultura del artificio, la digitalización algorítmica, están configurando unas categorías políticas, morales, éticas, sociales, económicas, que responden a los intereses de las corporaciones, el capital financiero internacional, el Gran Poder y no a las necesidades más apremiantes del ser humano. Además, al perder el hombre el contacto con el otro, la sentimentalidad y el espíritu, se reemplaza por el mundo de la instrumentalización y las funciones. Y los sentimientos como el dolor, la crueldad, el sufrimiento o la muerte, se materializan. En un mundo como éste las maquinas se constituyen en los instrumentos adecuados para solucionar los problemas sociales. Cada vez más, las matemáticas y la estadística sustituyen al hombre de carne y hueso en la libre voluntad, la elección y las tomas de decisiones. En la esfera política observamos como la aclamación reemplaza a la libre elección. Por eso, se observa en la práctica política una crisis de la democracia parlamentaria liberal.

La Salle cree que la esclavitud de la antigüedad se está sustituyendo por la esclavitud de las máquinas y los robots. Así que, los esclavos del siglo XXI serán los robots. Se trata, de otra parte, de darle un sentido humanístico a las máquinas; sino los trabajos manuales se sustituirán por robots. Los trabajos técnicos remplazarán a las disciplinas liberales y esto creará una crisis humanitaria que va desde la supervivencia a la disolución de las clases sociales y la personalidad. Somos parte de una época de desconcierto y zozobra por lo desconocido, y, a la vez, de esperanza en lo venidero. En cada época, el pasado es la tendencia que el cadáver deja tras de sí. Cada época sueña con la que viene y soñando se acerca a un nuevo despertar.

lunes, 8 de julio de 2019

La cultura occidental frente a la revolución digital.


            

                                                                                            I


Antonio Mercado Flórez


José María Lasalle acaba de publicar un texto que titula: Ciberleviatán, el colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital. Donde devela que los datos y algoritmos conforman un binomio de control y dominio de la técnica sobre los seres humanos. Este ejercicio del poder desemboca en la administración matematizada del mundo. El sujeto de la Ilustración y la democracia representativa, tal como los valores y la civilización de Occidente, están en jaque. La técnica reemplazó al mito en el Mundo Moderno, y su estilo carece magia. Estamos abocados a la disolución del Yo concreto, la coherencia de la personalidad por la matematización y la objetivación de la existencia. El mundo reificado hecho por el hombre, es, un mundo artificial que responde a las élites gobernantes - (Facebook, Twitter, VK, Snapchat, Messenger, Pinteres, etc.); y, los operadores más grandes de las telecomunicaciones: AT y T, NTT, T, Verinzón, Telefónica; en este orden, también las organizaciones y corporaciones transnacionales-, no a las verdaderas necesidades morales, espirituales y materiales de la sociedad global.     

Así pues, se avecina un reino político desprovisto de ciudadanía, sin derechos y libertades. Una época donde se extinguirá la democracia liberal y los principios de la Ilustración. Se instaurará una era mítica tal como la imaginó Hesíodo, de una raza de humanos sometidos al orden y a la seguridad. Una época donde el libre albedrío y la alteridad, la disensión y la crítica, serán vistos como rupturas con el statu quo, las reglas del juego político y el orden social establecido por las minorías selectas. Primará un mundo de fibra óptica y tecnología 5G, dominado por una visión poshumana. Que trasciende el concepto de hombre que hemos heredado de la cultura Grecolatina y Judeocristiana.

El mundo que evoluciona tras la tendencia que la técnica deja tras de sí, es, el de la revolución digital, la robótica y la velocidad. Un mundo que trae consigo una nueva experiencia de la realidad y de la vida. Una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre al tiempo que ese enorme desarrollo de la técnica […] Pero desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado rostro de nuevo […] ¿Para qué valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia? […] Sí, confesémoslo: la pobreza de nuestra experiencia no es sólo pobre en experiencias privadas, sino en las de la humanidad en general […] La pobreza de la experiencia: no hay que entenderla como si los hombres añorasen una experiencia nueva. No; añoran liberarse de las experiencias –dijo Walter Benjamín.

En el siglo XIX el mundo fue sacado de sus goznes y encajado en la ciencia […] En el saber están a punto de producirse modificaciones que aún no cabe calibrar […] La tarea se vuelve anónima, también más peligrosa. Pronto empezará a hablar la materia misma, tras haber estado largo tiempo mascullando […] Las grandes inflexiones de la historia van precedidas de tiempos de transición; las dinastías, de interregnos. Los nuevos valores no están aún vigentes, los viejos ya no lo están –escribió Ernst Jünger. Esto produce en las personas una sensación de desamparo, confusión y caos.

Ahora, ¿Cuál es el papel de la historia, el pensamiento y el lenguaje, en un mundo técnodigitalizado? ¿Cuál es el lugar del hombre en la esfera pública y política, donde predomina la vigilancia, el miedo, el orden y la seguridad? ¿Se trata entonces de la interiorización de la técnica como parte sustancial de la idea de hombre? ¿Dejaría el ser humano el centro del mundo y lo ocuparía la robótica, la digitalización, los algoritmos, la automatización? ¿Qué consecuencias traen en la naturaleza del ser y del existir, el pensar y la experiencia? Son preguntas que están en la atmósfera que respiramos en la cotidianidad. Y, el ser humano trata de dar las respuestas adecuadas de acuerdo a sus necesidades vitales y espirituales.

José María Lasalle traza siguiendo las propuestas posmodernas de Jean-François Lyotard, algunas directrices el pensamiento posmoderno supera las variables que definen la Ilustración del siglo XVII y la Época Moderna. Lyotard plantea que la condición posmoderna es el final de las grandes narrativas, que han interpretado el mundo y la existencia dentro de un relato coherente de progreso y racionalidad. Para Lasalle la estructura y el funcionamiento intelectual de la Ilustración en la actualidad, es insostenible debido a los avances tecnológicos y los cambios posindustriales que priorizaron las telecomunicaciones de la sociedad de la información. La crisis de los relatos y de la Ilustración según Lyotard, dinamita el concepto de progreso, de razón y configura en la esfera política el fracaso de los gobiernos (su institucionalidad) y la legitimidad de las sociedades abiertas, por estar insertas en una crisis de identidad.

Según Lasalle el humanismo y la posición del hombre en el mundo, la cultura y la civilización occidental, son desplazados como ámbitos de interpretación por una visión científica donde prevalece la técnica y la voluntad de poder. Donde la revolución de la <<cultura del artificio y digital>> arrastra tras de sí, la visión posmoderna en que se configura un nuevo poder y los problemas humanos se solucionan con datos que manejan las maquinas. Para Lasalle los datos que genera Internet y los algoritmos que los selecciona, discrimina y organiza para nuestro consumo, componen un binomio de control y dominio. Así, los seres humanos adquieren una fisonomía donde prevalece la parálisis del pensamiento, la incapacidad de juzgar, de criticar y de decidir. Las maquinas gestionarán nuestras vidas como “objetos” a través de una base de datos.

Tiene razón Jünger cuando expresa: la carga que hay en la atmósfera es de naturaleza plutónica y eléctrica. El hecho de que se trasmitan imágenes y sonidos en el cinturón eléctrico que ahora rodea a la Tierra, es un detalle secundario y discrecional en comparación con el hecho de que el cuerpo sea traspasado por ondas que llegan hasta los átomos, incluidos los del cerebro. De ello tampoco quedan libres, claro está, ni los vegetales ni los animales ni los minerales. A pesar de todo ello, hay que tener presente que, los aparatos no pueden sustituir la presencia del ser humano.

Por la revolución en la <<cultura del artificio y digital>>, la humanidad vive un proceso de mutación identitara. Donde los hombres pierden el espesor y el contorno, porque mutan en pos-humanos programables algorítmicamente. Seres tecnológicos y amorales, al convertirse en objetos o números. Así, lo orgánico y psíquico del hombre se diluye en la Red. En esta esfera, el cinturón eléctrico que rodea la Tierra, disuelve las fronteras y la identidad. Los hombres se convierten en un enjambre masivo sin capacidad de crítica, de análisis, de pensar, de aventura o, de experiencias. De esa forma, se entrega inerte al consumo masivo de aplicaciones tecnológicas dentro de un flujo de información que crece exponencialmente.

Para Lasalle la técnica posibilita la configuración de una figura titánica que instaura una dictadura tecnológica. Un poder que descansa sobre la gestión digital. O, lo que es lo mismo, el rostro del Gran Poder se oculta detrás de la <<cultura del artificio y digital>>. De ahí que la gestión tecnológica ofrezca dos umbrales: la que ofrece orden dentro del caos y seguridad en medio de la catástrofe. Así pues, el protagonista político ya está con nosotros. No hemos tardado mucho en reconócelo y nombrarlo. Es el Gran Poder tecnológico. De ahí que los gigantes de la tecnología como son Estados Unidos y China, giren alrededor de la Inteligencia Artificial, la robótica, los algoritmos, los datos, etc.

Jünger devela el enorme valor que hoy se le otorga a la <<protección de datos>> es un testimonio de que las necesidades de seguridad han crecido mucho. Parece perdida de antemano la batalla de la persona singular contra el <<tratamiento de datos>>, si tenemos en cuenta que, además del Estado, de la sociedad, de la economía y, ante todo, de los medios de comunicación, hay también grupos que se ocupan de examinarnos a todos y cada uno de nosotros con rayos X, hasta en los menores detalles. Eso comporta que siempre <<haya algo>> contra uno […] La protección de datos podrá a lo sumo suavizarla algo, pero no podrá hacer nada contra la <<númerificacion>>. En cuestión de segundos se averigua quien es una persona individual. De ello depende que pueda atravesar o no una frontera.

El Gran Poder que ejercen las tecnológicas digitales, es, anónimo y desconsiderado, amoral, ya que acumula una cantidad de energías desproporcionadas, y además no necesita la fuerza ni la violencia, para imponer las reglas de juego, como tampoco unos relatos para legitimar su práctica social. Dice Lasalle al respecto: se vale del monopolio del ejercicio del poder basado en una estructura de sistemas algorítmicos que instaura una administración matematizada del mundo. Esto hace que la participación del individuo en la sociedad vaya convirtiéndose cada vez más en una participación estadística. Son climáticas las causas de tal <<númerificacion>> o <<conversión en cifras>>; es preciso buscarlas por debajo de la esfera política, buscarlas incluso por debajo del lenguaje –dijo Jünger.

Estamos inmersos por la revolución tecnológica en las comunicaciones y la digitalización como en un sistema totalitario. Como consecuencia del colapso de nuestra democracia liberal y el desbordamiento de nuestra subjetividad. Esto se constituye en una mutación antropológica que altera la identidad cognitiva y existencial de los seres humanos. Se está dando una mutación en el <<ser>> y el <<existir>> del hombre sobre la Tierra. O, en otros términos, una mutación epistemológica y ontológica del ser humano. Está provocando una revolución ontológica que afecta la naturaleza del ser humano, cambia nuestra subjetividad, el lenguaje natural por el artificial, crea relaciones humanas inconexas donde prevalecen las redes sociales, el dinero o el poder; y posibilita que el cuerpo se retire de la percepción de la realidad y de la vida. Ora, en términos políticos diluye los ideales de la Revolución Americana y Francesa y la idea de ciudadanía plural. Por una libertad vigilada que controla y coacciona al ser humano y que atenta contra el Estado de Derecho y sustituye la ley por los algoritmos.

Piensa Lasalle que para el siglo XXI, es, inevitable la aparición de un Ciberleviatán. Éste traerá malestar, incertidumbre y miedo, porque ruptura los relatos establecidos, el statu quo y volatiza los puntos de orientación y las bases materiales o teóricas, donde nos asentamos. Instaurará una dictadura sin violencia sin tortura, estableciendo un nuevo orden de vida. Así que, en la esfera política (del ciudadano, el Estado, las instituciones y la sociedad), no habrá ni debate ni conflicto, como producto de una necesidad requerida por la aclamación y no por la deliberación, la crítica y el juicio. Es una civilización tecnológica que responde a las apetencias de una selecta minoría que gasta y concentra la energía del mundo actual. En una civilización como ésta los únicos lamentos que se escuchan no son los de los afligidos y menesterosos, sino los de los poderosos.

viernes, 5 de julio de 2019

DEL NACIONAL-POPULISMO AL NEOFASCISMO EN LA ACTUALIDAD


       



Antonio Mercado Flórez



Quien iba a imaginar hace veinte años que los principios de la Ilustración (la libertad, la igualdad, la fraternidad, la autonomía de la voluntad), y la democracia liberal, iban a estar cuestionados nuevamente. Sabemos que la época moderna surge con las ciencias naturales del siglo XVII, y llega a su máxima expresión política con las revoluciones del siglo XVIII y despliega sus aristas hasta después de la Revolución Industrial; y se distingue del mundo del siglo XX, porque llegó a la existencia a través de la cadena de catástrofe ocasionadas por la Primera Guerra Mundial. 1 En el siglo XX se produce la <<ruptura de nuestra historia>>, que nace de un caos de incertidumbres masivas en la escena política y de opiniones masivas en la esfera espiritual, que los movimientos totalitarios, merced al terror y la ideología, hicieron cristalizar en una nueva forma de gobierno y dominación […] La dominación totalitaria […] rompió la continuidad de la historia de Occidente. La ruptura de nuestra tradición es hoy un hecho consumado. 2

Como expreso en mi libro <<Sobre el dolor, el miedo y la muerte>>, que los rasgos que tejen a Europa en la actualidad son semejantes en algunos aspectos, a los que precedieron a la Segunda Guerra Mundial: <<Un conjunto de potencialidades mentales y físicas, de nuevos elementos híbridos con sus variantes, demasiados numerosos como para poder medirlos>>, se entrelazan a la cultura occidental: emigración que huye de la violencia, el hambre y la falta de oportunidades, la falta de libertad y la guerra. También el desplazamiento de europeos empobrecidos en el interior de su territorio. Con políticas neoliberales de recortes y austeridad, que destruyen el Estado de Bienestar y benefician a los monopolios, los mercados financieros desregulados, la precariedad del trabajo, la privatización de los bienes públicos, la educación y la salud etc.

Asimismo, el descontento social ante las desigualdades extremas, el débil crecimiento económico, el estancamiento de algunos Estados; también los conflictos políticos internacionales que se expresan en el juego de la geopolítica, el proteccionismo y las guerras en la esfera del comercio. Este estado de cosas, contribuye a fomentar un pesimismo y una desidia en la vida privada y pública de las personas. Se tiene la sensación que hemos llegado al fin de un siclo histórico y que la humanidad entra a un túnel oscuro donde prevalece la inseguridad, el miedo, la desolación, con el futuro que se avecina. Ahora bien, es necesario comprender y articular estos aspectos socio-económicos, históricos, políticos, étnico-religiosos con el espíritu de la cultura occidental. Y, además, percibir, analizar y reflexionar, estas variables en su Cultura.

Estamos asistiendo en las sociedades occidentales, a una crisis de la democracia representativa liberal. Provocada por la globalización, las burbujas financieras que traen como consecuencia el aumento de la desigualdad, la pobreza, el desempleo, la exclusión social, el hambre, en los países avanzados. Que han posibilitado el auge de los movimientos nacional-populistas indignados con el Sistema, con soluciones simples para problemas complejos. Además, cómo las innovaciones tecnológicas y sociales destruyen el orden emanado después de la Segunda Guerra Mundial. Que se conoce como la Unión Europea, en el que prevalecen los principios de la Ilustración y la democracia representativa.

En una entrevista reciente el autor del libro <<Ciberleviatán, el colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital>>, José María Lasalle decía: La revolución digital está siendo una revolución ontológica, que afecta a la esencia de lo humano, cambia nuestra subjetividad, provoca por primera vez en la Historia que el cuerpo se retire de la percepción directa de la realidad. Es también una revolución política, que está triturando los ideales de la Revolución Francesa y la construcción de la idea de ciudadanía por la mayoría de edad, y propone una libertad asistida que sustituye la ley por los algoritmos. Y supone otro cambio radical: sustituye a la Revolución Industrial: el modelo de desarrollo económico basado en el capital y el trabajo está arrojando al trabajo y sustituyéndolo por IA y la robótica. La mayor revolución de la historia se está produciendo ahora. Y está empezando por nosotros mismos.

El nacional-populismo, es atávico, primitivo, porque desea regresar a las fuentes de la religión, la lengua y la cultura: y, de otra parte, se vale de una simbología política y ritual, que exalta la nación, la raza, la lengua, la tradición, y tiende inexorablemente a repudiar lo diferente, lo diverso, aquello que <<ruptura>> la homogenización. Niegan el universalismo de la Ilustración en beneficio de la nación, la lengua y sus mitos propios. Viven en una esfera política y espiritual, que alienta la xenofobia, el racismo, la discriminación, el rechazo a la pluralidad y crean chivos expiatorios para justificar el neofascismo. Porque los extremistas lo que desean es romper la cohesión social, la convivencia y el respeto al otro. O, en otros términos, buscan destruir la democracia representativa, la libertad, la igualdad, en beneficio de una <<selecta minoría>> que concentra y gasta la energía. Una de sus categorías consiste en buscar los extremos para polarizar a la sociedad y crear la desinformación y el caos en la esfera social y política. Porque responden a la ideología y los principios nacional-populistas, cual viento fétido y frío como la muerte recorre a Europa y todos los países del mundo.

Sabemos que la globalización liberal que se puso en marcha a finales del siglo pasado, entró en una época de crisis y de implosión. Por eso, es necesario un nuevo Modelo de Desarrollo que responda con políticas reales y concretas, a las verdaderas necesidades morales, espirituales y materiales, de las sociedades globales. También fortalecer la democracia liberal representativa que apueste por políticas sociales y económicas, que contribuyan a reducir la brecha que deja tras de sí la globalización económica de las élites del mundo. Políticas de integración, solidaridad, tolerancia, respeto y dignidad, en la esfera pública y social, con las minorías y los más necesitados de la sociedad.

De ahí que, el ideario nacional-populista carezca de programas y se valga de los instrumentos y los medios de la <<cultura del artificio y digital>>, para descalificar, calumniar, excluir, y recurrir a un lenguaje demagogo llamando a la unidad de la nación, denunciando la decadencia de los partidos tradicionales y a la recuperación de los valores, las tradiciones y creencias, que posibiliten la grandeza perdida de la nación. El principio de la retórica demagoga del nacional populismo neo-fascista, se centra contra los fundamentos de la Ilustración y la democracia representativa, el rechazo a la igualdad, la tolerancia y a la diversidad de la ciudadanía.

Así, los fundamentos de la Ilustración y la democracia representativa luchan en dos frentes: la revolución digital que es a la vez una revolución político-social, económica-cultural, desea convertir a los ciudadanos en números u objetos, para que respondan a la secuencia de los algoritmos. Donde la visión de la élite tecnocrática de la <<cultura del artificio y digital>>, se concatena con la de Nietzsche y Spengler sobre la voluntad de poder. Donde se exalta la superioridad de las fuerzas activas sobre las reactivas, como un rango inmutable e innato de la jerarquía: el problema de la jerarquía es el mismo que el de los espíritus libres. Esto es: ser un animal depredador, un ser de rapiña, que domina y somete al otro, que coacciona y mata. Spengler considera que la técnica (la <<cultura del artificio y digital>>), es la táctica de la vida entera. Es la forma intima de manejarse en la lucha. Así, la técnica es la forma de afirmase luchando, venciendo y aniquilando.

Se trata como pensó Ernst Jünger, que la maleabilidad del valor técnico en cuanto fuerza despersonalizada no brote la posibilidad abominable de que la mediocridad <<vaya asociada a un poder funcional enorme>>. Donde las élites gobernantes y su civilización se sobrepongan al realismo histórico de la humanidad, empleando a la técnica como una fuente de penurias, de sinsentido y de nihilismo planetario. Jünger es un escritor que sigue en algunos aspectos el pensamiento de Nietzsche y Spengler, y encarna un nuevo tipo humano, que propone la superación del individualismo burgués y del hedonismo. Esta superación sólo puede ser entendida en una vía nietzscheana: a la universalización del nihilismo corresponde una universalización de la técnica.3 La técnica no sólo desgarra las lenguas naturales, sino que se convirtió en lenguaje universal. Esa es una de las razones que la técnica reemplace al logos y al mito en la modernidad.

Porque lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y la técnica; y, además, que son pesimistas. No hay en ellas magia con la técnica basta […] La técnica ha evolucionado hasta el punto de transformarse en un lenguaje mundial; ello hace que la participación de los individuos en la sociedad vaya convirtiéndose cada vez más en una participación estadística.4 Con la revolución de la <<cultura del artificio y digital>>, el mundo se transforma en un ágora en el que, de un día para otro, los llamados medios anticipan la opinión. Los oyentes se cuentan por millones, hablan muchos idiomas; de ahí que las imágenes no sean simples ilustraciones, sino lo principal. Los efectos que ellas causan son más fuertes que los causados por las palabras. El planeta ha adquirido un aura nueva, una epidermis más sensible. Las ondas, en sí carentes de lenguaje, están a disposición de cualesquiera texto e imágenes, que golpean con la virulencia de la ola al romper.5

Jünger señala en el texto La emboscadura, que la técnica está dejando atrás su período titánico, para ser reemplazada por una era de bienestar universal dominada por el símbolo del burgués. A ello se agrega en la posmodernidad el surgimiento de una sociedad individualista, narcisista y hedonista que rechaza sobre todas las cosas la doctrina del gran dolor y de las fraguas de Vulcano en que se asienta toda genuina grandeza y toda <<política universal de gran estilo>>.Nietzsche y Spengler, las fuentes de las que bebe el nacional-populismo neo-fascista actual. Porque no creen en la cultura humanística, en la Ilustración y la democracia representativa. Sino en la cultura de la violencia y del odio, de la discriminación y el racismo, el dominio del fuerte sobre el débil. Porque creen que este tipo de hombre dispone de grandes medios que contrastan con la mediocridad; ese hombre que cree a pie juntillas en los periódicos, la televisión y las redes sociales, pero desdeña mirar lo que está escrito en las estrellas.7

En este orden, vemos en Europa, EE. UU. y Latinoamérica, que emergen movimientos de nacionalistas de derecha que ganan espacio, porque los partidos tradicionales no han sabido manejar las consecuencias de la crisis financiera de finales del siglo pasado, la des-regularización de los mercados, el desempleo, la privatización de las políticas neoliberales, el hambre, la falta de educación y salud públicas, que la globalización deja tras de sí. Son movimientos autoritarios y violentos, que alientan la islamofobia, el antisemitismo, el populismo, el conservadurismo, el nacionalismo y el desprecio a la pluralidad de la ciudadanía. Así, los problemas sociales se sustituyen por problemas religiosos, identitarias y étnico-culturales. Y, la crítica y la oposición al Sistema, devela que llega un momento en que los problemas como tales proporcionan únicamente molestias. Por ahora, más bien que ser planteados, son liquidados en estado embrionario: es una consecuencia de la aceleración y la intolerancia. Están multiplicándose los sectores en que los problemas son resueltos por las máquinas y la violencia.8

A saber, el espíritu de la cultura occidental está amenazado, pero lo que ahora causa consternación es, que, en nombre de los valores y principios que le dan la razón a su existencia, el nacional-populismo, lo fracture en nombre del neofascismo, el antisemitismo y la xenofobia. Sabemos que el logos se ha situado en su nivel material y responde a las necesidades del Gran Poder y el pensamiento se deteriora; de ahí que, mucho más frecuente que la espiritualización, que libera del miedo, es el aumento de la sensibilidad, que lo hace crecer.9 Por eso, el catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una posibilidad salga a escena es preciso que se la acepte.10 Y, esa posibilidad nos advierte que se acercan tiempos aciagos. <<El más incómodo de los huéspedes ya está a las puertas>>, escribió Nietzsche. No es un monstruo mitológico, un Leviatán, cuya irrupción marcará inevitablemente el fin de los tiempos. Porque no hemos tardado mucho en reconócelo y en nombrarlo. Ahora sabemos dónde está situado. Su nombre es autoritarismo, populismo, neofascismo, el imperio del lucro y del miedo, la trivialización de la vida y de la muerte.

                                                          


                                                                        Bibliografía


1.      1. Arendt, Hannah. Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política.    Ediciones Península, Barcelona 2016, pág. 47.
2.    2. Ib. pág. 46.
3.     3.De Benois, Alain. Ernst Jünger y El Trabajador. Una trayectoria vital e intelectual entre los dioses y los titanes. Ediciones Barbarroja, Madrid 1995. pág. 7 y 8.
4.       4.Jünger, Ernst. La Tijera. Tusquets Editores, S.A. Barcelona 1997. pág. 74.
5.     5.Ib. pág. 75.
6.    6. DE Benois. Ib. pág. 12.
7.     7. Ib. pág. 12.
8.    8. Jünger. Ib. pág. 184.
9.     9. Ib. pág. 141.
10 Ib. pág. 173