domingo, 1 de diciembre de 2024

 

                                  LA CULTURA EN EL REINO DE LOS TITANES

                                                                          30/11/2024

 

 

Palabras clave: Mito, el tiempo mecánico y abstracto, los titanes, los dioses, las musas, la técnica.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Sabemos que la Antigüedad tuvo hasta el final un trato familiar con los personajes míticos; el acercamiento a éstos era mayor y tenía más carácter de presencia que el acercamiento a nuestros santos. La fuerza con que impresionaban a la muchedumbre los textos de la tragedia, que a nosotros nos resultan de difícil lectura, permite inferir que allí el lenguaje causaba un efecto directo y que ese efecto no presuponía la comprensión, sino que la creaba. El mito ha estado dando vida a la poesía y al teatro hasta nuestros días. Acompaña como un sueño a la historia; y, “como el rocío”, es en lo más profundo de la noche cuando cae sobre la hierba.1 Es de suponer que los personajes míticos no han abandonado nuestras vidas, sino que siguen allí en nuestra casa en “todos los tiempos y en todos los lugares”.

 En épocas de transito como la nuestra podemos darnos cuenta que el simbolismo del mito se esconde detrás de los fenómenos históricos; por eso el mito es más fuerte que la historia; ésta lo repite en variantes.2 Durante la conquista de América Latina, los españoles construían iglesias sobre los escombros de las Malocas o los lugares de veneración e invocación de los dioses indígenas precolombinos, y podemos darnos cuenta que el mito trasparece casi siempre en los cultos y rituales cristianos. El Santuario de la Lajas en Nariño-Colombia lo testifica. De ahí que en épocas de transito los hechos históricos son más débiles que la simbología mítica. Tejemos la historia sobre los estratos fósiles que hemos dejado tras de sí; por eso es importante la rememoración, el recuerdo y la memoria para que el mito se ponga el vestido de lo actual. Los lenguajes digitales, la imagen pictórica, las máquinas o la velocidad, son sólo fenómenos secundarios. Así que, “la estructura y el significado que está por debajo de su experiencia social en su movimiento histórico”, perduran en el mito. Son débiles reflejos del espíritu que han estado siempre ahí, prestos a la invocación o a la veneración.

 En la mitología de Grecia antigua, Gea, la Naturaleza y madre de Urano que representa al cielo, son los padres de los titanes. Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósis, Febe, Tesis, Cronos, son los titanes. Pero también se habla que Quirón, Prometeo o Hefestos, aunque son dioses del Olimpo, se les consideran titanes. Los titanes guiados por Cronos destronaron y mutilaron a Urano. Entonces, Cronos reinó sobre la tierra y sobre los dioses; y devoraba a sus hijos para que no lo destronaran. Así que, la mitología titánica refleja en la actualidad, un débil espíritu primordial.

 Los titanes son los señores del tiempo; se muestran directamente en el cosmos, mientras los cultos llegan y perecen. A los titanes les basta la peregrinación cósmica, el eterno retorno.3 Es más, padecen y mueren en el tiempo como los humanos. Lo divino sopla desde lejos –no desde lo eterno, sino desde lo intemporal-, germina y florece. Eso correspondería a la concepción de Spengler, según la cual las culturas son traídas como semillas y echan raíces en un determinado sitio para alcanzar así un despliegue más elevado, sobre todo en el arte.4 Esto sucedió en la historia del espíritu occidental, al menguar la luz de los dioses griegos, se sustituyó por los mitos, cultos y rituales del Dios Uno y, posteriormente por los del Hijo del Hombre. Asimismo, hasta nuestros días han alcanzado un despliegue más elevado, no sólo sobre los otros dioses, sino también en la cultura, sobre todo en el arte, la música, la literatura, la arquitectura, la poesía, el teatro, el cine, etc.

En la época actual no se prevé el advenimiento de los titanes, porque están aquende el muro del tiempo, “aquí-ahora”. Los titanes son semejantes a los dioses, pero no idénticos. También aquí, como luego en Nietzsche, se busca refugio en Dioniso.5 Asimismo, el creyente lo busca en el calor del espíritu del Dios Uno o, en su Hijo Jesucristo. Se intuye que el siglo XXI, tal como Nietzsche lo pronosticó será el tiempo de la espiritualización. Ya se observan en el mundo manos tendidas hacia los cielos estrellados implorando el advenimiento de los dioses. Porque el materialismo, la codicia, la rapiña, el relativismo moral, el odio, la voluntad de poder, la violencia, las guerras continentales o nacionales, hacen del hombre un ser desgraciado. En la civilización actual la gracia y el espíritu sólo pueden retirarse a un rincón. Como dijo Wittgenstein: no por ello son algo así como atávicos y superfluos, sino que se ciernen sobre las cenizas de la cultura como testigos eternos […] casi como vengadores de la divinidad.6

Se rememora en la historia de la cultura occidental que, en una fecha oscura del siglo XII, se da el uso del reloj de ruedas en los monasterios góticos. Estos forman la antesala del gabinete de Fausto como lugares de tentaciones solitarias, pero también de éxtasis comunes, en los que es lícito sospechar que hubo un extraordinario aflujo de fuerzas.7 A saber, los relojes elementales que miden el tiempo con luz, agua, arena y fuego, se diferencian del reloj de ruedas que en él esa medición compete a una máquina que vuelve abstracto el tiempo. El tiempo ganado de ese modo es independiente del cosmos y sus movimientos […] Con la medición mecánica del tiempo empieza un nuevo desafío a la fuerza, a la inteligencia y a la moral del ser humano. No sin razón declaró Nietzsche, en contraposición a Kant, que el tiempo es absoluto.8  

Este tiempo es producto de la destilación y responde a las exigencias de uno incubado. El tiempo cíclico o cosmogónico que responde a los requerimientos del mito y de los dioses se sustituye poco a poco por el abstracto. No obstante, el del reloj de ruedas instaura un tiempo universal que era el que llamaba al trabajo y a la oración. De esta parte aquende el muro del tiempo, se da una inflexión en la historia universal. Se da el saltito del Titán y del mundo del titanismo mítico al pre-moderno. Es con el tiempo de la radiación de comienzo del siglo XX, donde se hace imprescindible un nuevo surtido de cronómetros. Además, el nuevo sentido del tiempo responde a las necesidades teóricas y prácticas de los titanes y del mundo del titanismo moderno –de los técnicos y del mundo técnico. Esa nueva especie de tiempo desde finales del siglo XVIII hasta “aquí-ahora”, responde no sólo a la experimentación y los instrumentos técnicos, también a centros de gravedad y hombres poderosos donde se concentra y gasta la energía.9

Esos hombres poderosos son conscientes del “elevado nivel de conocimiento, anónimo y desconsiderado” que poseen, y, que “vencerán las resistencias políticas y sociales allí donde tropiecen con ellas”. No sólo se instaura un tiempo diferente, sino una atmósfera espiritual distinta. Aquí se demuestra una vez más el predominio de las máquinas, los tecnócratas, la velocidad, sobre las esperanzas y necesidades del hombre. Ese hombre de inteligencia precisa y calculadora de la época moderna, prevalece sobre la memoria del tiempo oportuno, la imaginación y la alegoría, la comunicación boca a oído y las imágenes lingüísticas. Entonces, miramos con ojos desencantados y anonadados los escombros que la cultura deja tras de sí.

Los titanes de la época de Acuarios, se cubren con el vestido de la ciencia, la técnica y el poder. Con su tendencia al colosismo, la universalización del lenguaje y las imágenes a través de las redes digitales, se abre no sólo una nueva etapa para la humanidad, sino que los titanes se reencarnan en los descendientes de Prometeo. Además, tanto geográfica como históricamente está lleno de sentido concebir como “Occidente” el mundo de la Antigüedad y el mundo fáustico; pero es también algo numinoso.10 La resonancia de las imágenes del mito y la distancia respecto a la antigua interpretación viene a ser una nueva cercanía a aquello que es el mito mismo, en el cual ese sentido nuevo se ofrece, inagotable, a nuevas búsquedas. El mito griego [como dice Andre Gide] es como la jarra de Filemón: “ninguna sed la vacía cuando uno está bebiendo en compañía de Júpiter”.11

Así pues, el regreso de los descendientes de Prometeo es un acontecimiento entre otros. Prometeo es el que lleva a los dioses los mensajes de los titanes; compite con los dioses, pero no llega a donde estos se hallan. Lo que los dioses crean con “¡hágase!”, por ejemplo, el hombre, eso le cuesta a Prometeo un duro trabajo. Prometeo modela al ser humano, pero no lo crea.

Cabría arreglárselas en todo caso con los titanes. Los antiguos consideraban que la Edad de Crono fue, a pesar de todos sus errores, la Edad de Oro. Los seres humanos no envejecían y, una vez que se habían dormido para siempre, sobrevivían espiritualmente.12 En la actualidad los descendientes de Prometeo desean apropiarse de la vida de los seres humanos, y en el campo de la biología, se llevan a cabo investigaciones que son sólo débiles copias de la Creación divina. Como dijo Jünger: “El modelo es más fuerte que la copia. El mito es más fuerte que la historia. Ésta lo repite en variantes. En la decadencia también las propias copias se vuelven más flojas”. Esto no sólo repercute en el tiempo, sino también en el espíritu de la época y crea un malestar en la vida del ser humano.

Los descendientes de Prometeo han sobrepasado la energía plutónica que dominaba en el siglo XX. Ahora el escenario lo ocupan otros actores –átomos, bits de información que con su cinturón de hondas rodea la Tierra. Las redes de información son tan tenaces, que no sólo la Cultura del sentido se está reemplazando por la Cultura del artificio. Sino que respecto a la persona individual el lenguaje artificial se sobrepone al natural, y los deseos, la sexualidad, el amor, la amistad, el trabajo, el hogar, la locomoción, los conocimientos, las experiencias, los saberes, etc., responden a la civilización de la automatización, digital y analógica. Sabemos que la carga que hay en la atmósfera es de naturaleza plutónica y digital. Como dice Jünger: cabría arreglárselas en todo caso con los titanes. Pero sabemos que los titanes arrasan con todo atisbo de sentimentalidad y de espiritualización; por eso es necesario el advenimiento de los dioses, porque son los que pueden hacerles frente a los titanes.

En una época como la nuestra de espejismos visuales y auditivos, el arte se convierte en una especie de conjuro, ya que ayuda al ser humano a salir del laberinto de una vida zafia y mísera. Por así decir, lo eleva a las fuerzas espirituales y artísticas que moran en todos y cada uno de nosotros, y nos acerca al origen del Árbol de la Vida. Eso en la antigüedad los dioses lo donaban como presente divino a los héroes, y sin ello la vida era considerada grosera y desdichada. En la vida aquende el muro del tiempo, el Don es un regalo de los dioses a hombres excepcionales –por ejemplo, un Leonardo, un Durero, un Miguel Ángel, un Bosco, un Picasso, un Braque, un Kandinsky, un Van Gogh, etc. Hombres de visión anticipada que contradicen las costumbres y los usos. Allí se recibe una imagen que no ha sido fabricada en el taller de uno mismo. Estos grandes hombres se mueven junto a los límites del tiempo y los sobrepasan […] El tiempo tomado por anticipado en la embriaguez es un robo que se hace a los dioses. He aquí un indicio ex negativo: en las épocas ateístas aumentará el consumo de drogas. Se establece contacto con el Árbol de la Vida.13

En la época actual los demonios y los ángeles caídos han tomado diversas máscaras; y el hecho de que los demonios causen ciertamente dolor y sean vencidos, es una parábola que en sí carecen de poder. Quedan desenmascarados como fantasmas. Y los demonios más que dar miedo, suscitan curiosidad. Se convierten en fantasmas hogareños y son un ornato de la chimenea de la casa.14 Desde luego para estos hombres excepcionales no cabe negar que las artes alzan los fenómenos a un nivel más elevado de percepción –la que con más fuerza logra eso es la música […] Lo que el arte tiene son horizontes, no un horizonte. En eso se asemeja al Universo, es universal.15 Lo que el artista quiere captar no sólo es lo Bello, sino el numen que ánima a las cosas como éter. Entonces nos damos cuenta que el lenguaje del artista está en su obra. Si ese lenguaje está bien logrado, hablará a los hombres, los interpelará en algún lugar y en algún tiempo.16

En la época actual el lenguaje del arte nos dota de unos instrumentos de análisis y de crítica que posibilitan que le hagamos frente al terror, al miedo, al dolor, al sufrimiento, a la desesperanza; y son tan fuertes sus imágenes que son como la luz para los ciegos. Simbólicamente hablando posibilita que se desprendan las escamas de los ojos, y así podamos mirar cara a cara y ver que oculta el forro de los fenómenos. Como dijo Jünger: una ofrenda hecha a Apolo, aunque sea modesta, aunque no esté bien lograda, merece la atención del dios, también en ella hay un mérito, se asemeja al óbolo de la viuda pobre de que habla el evangelio.

De ahí, asimismo, Prometeo es un filántropo, un amigo de los humanos, y se preocupa de su bienestar terrenal. Como dijo Esquilo: “De Prometeo le vienen todas las artes a los mortales”. Tanto Zeus como Jehová se cuidan de que no le vaya demasiado bien al ser humano -de que alargue la mano hacia el Árbol de la Vida, una vez que ya ha sido participe del conocimiento. En este sentido la apropiación de la manzana en el Jardín del Edén y el robo del fuego del Olimpo son hechos que están emparentados.17 De las artes que Prometeo da a los hombres como un presente divino, está el fuego y también la invención del número […] De los descendientes de Prometeo puede aguardarse el conocimiento de “lo que la tierra quiere”. Casi no parece que de ello forme parte el arte en sentido apolíneo, es decir: la exaltación de la belleza terrenal en razón de ella misma.18

Como dice Rafael Argullol: No hay ningún paraíso perdido en las brumas del pasado. Casi todas las mitologías y religiones lo tienen. También la helénica, cuando Prometeo era, en manos de Hesíodo, un ladrón que debía ser castigado por su robo del fuego celeste. Que la Edad de Oro, al igual que en la cronología bíblica, se perdiera por causa de una mujer, Pandora sólo demuestra que Hesíodo, excelente cronista y clasificador pero tosco poeta, era incapaz de escapar al tradicional prejuicio plebeyo que atribuye la penuria del hombre a la presencia femenina. Esquilo que, acostumbrado a la guerra, sabía que el corazón humano nunca había sobrevivido sin ésta, no podía compartir una justificación tan elemental y, al cabo, tan cobarde.

Prosigue Argullol: Ha sido castigado por Zeus por favorecer a los hombres, pero es capaz de ironizar sobre ello porque comprende que, en última instancia, tanto éstos como aquél forman parte de la misma cadena. Dioses y hombres, como el mismo en su escarpado risco, están encadenados a la violencia, a las efímeras ilusiones de triunfo, a la derrota inevitable. Esta es la causa de que Prometeo, a pesar de las condiciones de su cautiverio, pueda mantener hasta el final la cabeza alta de su rebelión.

Ahora, en la época de Acuario al inventor no podemos hacerlo responsable del mal uso que el hombre haga de las máquinas, los lenguajes digitales o, la Inteligencia Artificial Generativa. Se observa que los grandes caudillos y los estadistas, se ubican en la superficie del tiempo y sólo actúan teniendo en cuenta los espejismos de la ciencia y la técnica, la política y la economía. Si percibieran lo que esconde el forro de los fenómenos, estarían obligados a hacer un giro copernicano y sacar al mundo de sus goznes. Pero no están a la altura del poder que fluye a ellos; porque son pobres de espíritu. Prometeo, que robó el fuego, donó a los seres humanos algo con lo que estos pueden iluminar el mundo, pero también destruirlo. Toda chispa espiritual, toda visión original, es un trasunto de eso.19 Los grandes sueños de los que ha venido ocupándose la humanidad, es un trasunto de eso.

El espíritu del hombre es sólo un débil reflejo del espíritu de los dioses. Sólo un reflejo imperfecto de la visión original. Esa, cuando la lengua de los dioses era la lengua de las cosas y de la vida. El sisma comienza cuando el hombre descubre que, en mitad del Jardín del Edén, no está el Árbol del Bien y del Mal –dice Benjamín-, sino el de la interrogación. En ese instante, el hombre desafía a los dioses y es responsable del manejo de su libertad. Desde ahora en adelante se instaura un mundo y un tiempo diferente; entonces el hombre afronta el enigma de la vida y de la muerte.

A la época de Acuario le corresponde el mito de Hermes. En la temprana Grecia antigua fue el dios fálico de las fronteras y los cruces de caminos. Su nombre designaba un montón de piedra que delimitaban los caminos, fronteras y propiedades. Simbolizaba el espíritu de cruce: se manifestaba en cualquier tipo de intercambio, transferencia, transgresión, transición, transito o travesía. Está presente en las actividades de un cierto tipo de cruce con un cierto sentido. Esto hace referencia a su relación con los intercambios, las palabras y la información implicada en el comercio. Para el griego Antiguo el comercio es el origen de las riquezas y las ganancias.

En la época actual a Hermes le corresponde la cultura de los valores del mercado, el dinero bancario y las comunicaciones globales. También las transacciones financieras, los valores en bolsa, el comercio en las redes globales. Entonces se confirma que el mito se transfigura en la historia. Esta lo repite en variantes –al decir de Jünger. No existe un momento en la actualidad que no haga referencia en la civilización occidental, al sentido del mito. Por eso la interpretación de lo actual, viene a ser una nueva cercanía a aquello que es el mito mismo. El mito se pone la máscara de lo actual. Como dijo Karl Kraus: “Cuanto más cerca se mira la palabra, más lejos ve”. El mito se viste con el traje de la época, y sólo se capta en la alegoría, la religión, el arte o, las imágenes lingüísticas. Categorías que posibilitan interpretar la época actual desde el espíritu del pasado.

Después de lo acaecido durante la Primera y la Segunda Guerra mundial, se constató que el mundo se había salido de sus goznes. La capacidad de apropiarse de la ciencia y la técnica modernas –dice Wilhelm Fucks en su libro “Poderes del mañana”-, así como la de realizar trabajos creativos, es independiente de la raza, la religión, los sistemas económicos y sociales. Y expresa Jünger: Finalmente, a medida que va creciendo la espiritualización comienza asimismo la técnica a acercarse a la magia, por cuanto la exhibición de una fórmula se trasmuta directamente en poder, semejante en eso a un conjuro mágico o a un dibujo en el cajón de arena.20 Por tanto, la época de Acuario trata de percibir el poder de los titanes y del titanismo elevado a una potencia superior. Eso eximiría en gran medida las acciones bélicas, tipo Hiroshima. Ahora la carrera armamentística y el poder de los titanes y del titanismo, se está trasladando al espacio y los astros siderales. Esto tiene que ver con el logos situado en su parte material: los lenguajes digitales, la imagen en movimiento y la Inteligencia Artificial Generativa, ya están desojando la magia de los astros siderales.

Lo que les importaba a los griegos del atomismo no era el poder de la materia, sino su esencia, estaban lejos de los experimentos físicos. Las diferentes especializaciones de las ciencias experimentales, son hijas de la Edad Moderna. La física moderna está llena de posibilidades y la más importante entre ellas, es que sigue la senda de la voluntad de poder. Entre la física y la voluntad de poder existe una especie de juego de espejos; por eso el “modelo” de la representación del átomo, que muestra una de sus posibilidades responde a las exigencias de la voluntad de poder. El hecho –dice Jünger- que esa posibilidad se torne eficaz en proporciones gigantescas es una confirmación de que también la concepción del átomo brote del mito del poder. Semejante concepción tiene un origen titánico y se hace realidad tanto en lo más grande como en lo más pequeño dentro de los límites del mundo visible: tanto en los viajes espaciales como en la física nuclear.21

Asimismo, los crepúsculos de los dioses van asociados a esas catástrofes naturales, que son descritas también en Hesíodo, las Eddas y en el Antiguo Testamento –asociadas, por ejemplo, a diluvios, lluvias de fuegos, inviernos muy prolongados, tinieblas, sequías, cosas todas ellas de las que no se recupera la Tierra hasta años más tarde. Pero la tierra reverdece, como lo pronostica también la Gran promesa (Génesis, 8, 22).22 Si para Nietzsche el espacio y la causalidad están sometidos a la representación, mientras que el tiempo es absoluto. Este modo de ver las cosas tiene su remate en la doctrina del eterno retorno. En ella triunfa el tiempo titánico.23 Esta manera de pensar se concatena al tiempo telúrico y cosmogónico que cada cierto tiempo retorna y desgaja las fuerzas elementales que hacen de la vida sobre la Tierra un desierto.

Así que, en el eterno retorno triunfa el tiempo titánico, detrás de esas representaciones se ocultan las emanaciones de los dioses. Para el griego Antiguo era la luz apolínea o, las fuerzas de lo sanguíneo y lo bárbaro; para el judaísmo o, el cristianismo, el Eterno tu Dios. Esas transformaciones en la arena de la historia aquende el muro del tiempo, lleva a lo sumo a parábolas nuevas. Parábolas que tienen que ver con la trascendencia y la atemporalidad. A la vista de las dimensiones nuevas los dioses son parábolas. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” -al decir del Apóstol Juan.

Por tanto, las grandes plagas que han azotado a la humanidad son temidas también hoy. Su retorno arrasaría todo lo que encuentran a su paso, ya que la tierra necesita espacio para reverdecer y establecerse sobre la Tierra. Las causas de los grandes cataclismos naturales o humanos, son típicas de cada época. Pero a la postre tienen un carácter arquimédico-babilónico -dice Jünger-. Son obra de los titanes y de su insaciable hambre de energía.24 Los personajes llevarían los mismos nombres, pero el vestido que portan se ajustaría a la época. El vestido de la época actual es el de la ciencia y la técnica. 

En la actualidad son su forma de ataque. Para la física cuántica el mundo en sí no existe, lo que existe está dentro de la “posibilidad” de las redes de lenguaje. O, dicho de otro modo, las cosas existen dentro del campo de las interacciones lingüísticas. Esta “posibilidad” del “modelo” en el mundo, es específicamente lingüística. Para ella el mundo adquiere realidad dentro de las coordenadas de los flujos de lenguajes. El mundo microscópico de partículas: átomos, moléculas, electrones, bit, no necesita de las propiedades de la materia para transportar una información. Porque ésta puede estar en uno o varios lugares a la vez. La tele transporte cuántico no sólo crea una nueva criptografía, también un nuevo tipo de seguridad en la información. Esta ciencia es la expresión más elevada de la representación del logos situado en su parte material. Aquí los titanes no consumen energía, sino átomos o bit de lenguaje.

En la época actual a la sombra del Fresno del Mundo los grandes titanes van haciéndose iguales. Son apoyados por descendientes de Prometeo y también por cleros anónimos. A ellos se agregan los ejércitos de los creyentes. Es algo que llega hasta las gasolineras.25 Con relación al dominio de los dioses de la antigua Grecia y al Dios Uno, de judíos y cristianos. Es sólo un dominio provisional, un dominio en el ínterin –pese a ello, tienen su hogar para siempre, pero no intemporalmente, junto al Fresno del Mundo. Allí son autóctonos, mientras que los Eternos acuden de lejos como huéspedes. Poco es lo que por el momento cabe aguardar de los dioses –de los titanes, en cambio, casi todo, o al menos muchísimas cosas. Pero sólo en el tiempo.26

En la actualidad dominan los titanes, pero es sólo un dominio provisional, en ínterin -para el griego Antiguo sería mientras advienen los dioses, para el judío o, el cristiano, mientras venga el Mesías o, el retorno de Jesucristo. Representado en el “Apocalipsis” por el Apóstol Juan como un mundo envuelto en llamas y cataclismos elementales. Sería el establecimiento de otro tiempo, de un orden nuevo, un tiempo diferente para el hombre y el mundo. Mientras para los judíos el retorno del Mesías es, el establecimiento de un tiempo nuevo de justicia, paz, amor y libertad.

Sabemos por este estado de cosas, que la técnica y la ciencia es una invención de los titanes, atacan la continuidad y hacen desaparecer todo encantamiento. No hay en ellas magia; con sus espejismos basta. “Allí donde hay distancia, todo se convierte en demonismo” -dijo el poete Friedrich George Jünger. La pérdida de encantamiento es consecuencia de la primacía de los titanes y los sistemas racionales de pensamiento. Algunos suponen que la razón subsanará la perdida de trascendencia; otros, como los filósofos mesiánicos, que después de lo sucedido en Auschwitz, la razón es incapaz de arreglar los portillos de la Historia. Es necesario recurrir a la memoria y al recuerdo, para así poder desvelar la Revelación y la Redención en la vida histórica de los pueblos. Esto posibilitará que el hombre contemporáneo, restaure no sólo los portillos de la Historia, sino también el misterio de la Naturaleza; el enigma de la existencia y de la muerte que desgarraron las máquinas y profanó la animalidad política del siglo XX.

Sabemos que los titanes revelan los cimientos simbólicos de nuestra época. La primacía de la imagen y los lenguajes digitales, configuran en el espíritu occidental un súbito pesimismo. Porque se han desligado del hombre y de su correspondencia simbólica. El mundo que nosotros seres humanos habitamos, “aquí-ahora”, no sólo es un ámbito desencantado, sino un espacio sin misterio sobre la vida y la muerte. La técnica profanó lo sagrado y mágico del milagro de la Creación y la Revelación. Eso que nos comunica con los orígenes de la vida, del mundo y con Dios. Por eso todo, absolutamente todo, lo quiere reducir a la velocidad, las máquinas, la cifra, la uniformidad, al automatismo, al tiempo cronológico-continuo, a las redes digitales. Como dijo Jünger: “Cada uno de los siglos tiene su propia forma de ataque”. Pienso que el siglo XXI su forma de ataque será la tecnología, los lenguajes digitales y analógicos y la Inteligencia Artificial Generativa. Es evidente que, la técnica desgarró la comunicación boca a oído, la comunión que asocia al hombre con la Tierra, al lenguaje y la pluralidad de las personas. Entonces la sensación que tiene el hombre actual es de desarraigo y orfandad.

El poeta Friedrich George Jünger nos recuerda que sí el hombre se vuelca sobre la técnica más se aleja de los dioses, verdaderos adversarios de los titanes. Es digno de admirar que en los frontispicios del milenio que acaba de empezar, se observan millones de seres humanos con las manos tendidas hacia los cielos estrellados, implorando el retorno de los dioses. Retorno que estará acompañado por cataclismo en las fuerzas elementales, lo primitivo o atávico, y por grandes lenguas de fuego que restaurarán el orden y abolirán el tiempo de los titanes. Así, Artemis guardiana del orden moral y social, se levantará de los escombros de su Templo y luchará al lado de los hombres en contra de los titanes. Entonces de las potencias destructoras de lo elemental y primitivo, emergerán las potencias del orden. Y la Tierra dejará de verse como un desierto o un mar, como un planeta más, una esfera entre las esferas, un puro objeto. De allí que, apoyándose en el mito de Ateneo, hijo de la Tierra y de Poseidón, F.G. Jünger afirma que no hay nada que nos haga tender hoy hacia un nuevo y verdadero amor a la Tierra.

Además, el carácter titánico de la técnica moderna podemos advertirlo en la moderna tendencia al colosismo (las macro-construcciones, los edificios incrustados en el corazón de las nubes, la destrucción de las selvas tropicales, las grandes presas de agua, y el predominio universal de las imágenes sobre la palabra). Esto arrastra tras de sí la sensación de que desaparece todo sentido colectivo de belleza, armonía y proporción. En esta época de yermos corazones recordemos al poeta ruso Joseph Brodsky, cuando dijo: “La estética es la madre de la ética”. Enseña que el sentimiento de Belleza, los fragmentos de amor, de simpatía hacia el mundo y la vida, contribuyen a precisar la condición humana. Antes de toda abstracción prevalece el sentimiento hacia las cosas y la vida; antes de todo juicio predominan los contenidos de la experiencia. Ya que en la época que vivimos falta proporcionalidad y cordura para apreciar los asuntos humanos.

Como dijo Wittgenstein, “ética y estética son una y la misma cosa”.27 Pertenecen al “ámbito de lo indecible”, en sentido wittgensteiniano, lo que abarca el arte, la ética y la religión. Por eso el hombre no puede ser un esclavo de sus propias creaciones; el poeta en cambio nos invita a venerar la vida, a los hombres y a los animales, lo telúrico y lo cósmico. Pero la mejor forma no es volver a un estado anterior a la técnica, sino por el contrario apoyarnos sobre lo que ha existido, “atravesar” la era de la técnica, recorrer su desarrollo hasta su final e ir más allá. Entonces la técnica revelará su lado festivo, simbólico y fáustico y se pondrá al servicio del hombre.

Se trata de preparar el advenimiento de los dioses, también instaurar el ritmo de la vida. Esto es, la vitalidad de la existencia manifestándose en lo particular. Establecerlos incluso sobre los escombros de la causalidad, las esferas dinerarias, la técnica y el progreso. Esto significa restablecer el mundo subjetivo, arreglar los portillos de la palabra para que la alegría de la vida supere la numerificación y la objetivación del ser humano. En estas esferas se entrelaza en un solo abrazo, el amor, la lengua y el espíritu. Es decir, el hombre como ser fronterizo tiende allende el tiempo, a la trascendencia. En estos ámbitos es otra la marcha que llevan los relojes.

En esta época de alto desarrollo tecnológico, de sociedades de masas y cultura de masas, se trata de saber hasta qué punto el hombre puede ser dueño de sí mismo. Por ejemplo, que la técnica esté subordinada a las fuerzas humanas. Se trata en última instancia de la siguiente cuestión: ¿Quién dominará el mundo? ¿Los hombres o las máquinas? Si el mundo del titanismo con sus máquinas lo destruye todo, las fuentes de agua viva, los mares, los paisajes, la Antártida, los ecosistemas o hace retroceder el universo natural ante las ciudades cada vez más repulsivas, peligrosas e inhabitables. En la actualidad prevalecen las funciones de la industria y las empresas transnacionales. En un mundo enloquecido por los espejismos de la ciencia y la técnica, la dicotomía entre ser y tener, saber y hacer, se hace cada día más palpable.

Pero el ámbito donde más se nota la degradación de la existencia, es en el lenguaje. Las palabras son vaciadas de sus contenidos para que proclamen las mentiras, el odio y las manipulaciones de los poderosos. En este sentido, la técnica se convirtió en un arma arrojadiza para cortar las amarras de la memoria verbal e histórica de los pueblos. Y huérfano de su pasado y atormentado por su futuro, el hombre se pone a disposición del “presente–ahora”, el tiempo lineal y abstracto. Eso que diluye toda coherencia del Yo concreto, el misterio de la vida y de la muerte. Es más, sin memoria y sin esperanza vivimos instalados en el presente; a decir verdad, todo se vuelve presente. Si esto se interioriza en la existencia del ser humano, sus espectros atormentarían la vida espiritual y mental del hombre, cortando las amarras con lo fundamental.

Si las máquinas, los lenguajes digitales, los cronómetros, los relojes, los autómatas, los aviones, las armas, los robots, las imágenes artificiales, son un constructo humano. Todo es expresión de la imaginación inferior y a quien le toca desmontar el enorme poder que poseen, es al hombre de carne y hueso. Saber, por ejemplo, que la persona individual abarca a todos y cada uno de nosotros; y que el hombre económico, el de las formas jurídicas, el que ejerce el poder, es sólo un débil reflejo de la persona individual. En este orden, es necesario disipar las nubes de humo de los espejismos técnicos, desandar lo andado y valerse de la esencia de la técnica. Así, podrá liberar las energías positivas que posee y ponerlas al servicio del hombre. Ésta es la causa de sacar al mundo de sus goznes y crear un tiempo diferente donde la energía, los bits, los átomos de lenguaje, las imágenes, y todo lo que representa la cultura de la digitalización, estén al servicio del hombre.

En la actualidad es imprescindible que el espíritu vaya al encuentro de los dioses y desvele el sentido humano de la técnica. Con la retirada de los dioses, el reino del materialismo, el hedonismo, el utilitarismo, el mundo dineral y la voluntad de poder; simbolizan la maldad, el sufrimiento, el temor, el dolor y la muerte. Asimismo, el maquinismo y los lenguajes digitales se concatenan a la consciencia actual. Poderes titánicos que trascienden todas las esferas de la vida cotidiana. Pero es posible hacer un pare en el camino, y afianzar a la persona singular en su rango propio, rango que no podrá arrebatarle ningún siglo, tampoco el tremendo que ha llegado con sus amenazas.28

Entonces se revela que detrás de los fenómenos se esconde la esperanza de un mundo diferente. Tomar consciencia que para ir allende del titanismo y del colectivo técnico –tecnócratas, políticos, banqueros, elites financieras internacionales, gestores de las empresas trasnacionales, “selectas minorías”, etc. Hay que valerse de la intuición, las esferas del espíritu y los movimientos del pensar. Porque detrás del caos, la violencia, el azar y el destino, se esconde la estructura fundamental, el encuentro consigo mismo, el Absoluto: el Eterno tu Dios.

En “El nudo gordiano”, Jünger vuelve sobre la idea de antagonismo. Se pone en guardia frente a lo elemental presto a desencadenarse, a convertirse en poderes titánicos tan inmensos como informes. Poderes “salvajes” dispuestos a la destrucción total. Y, apuesta por un elemento luminoso, divino en sentido estricto, representado por la autoridad que instaura el “orden” en medio del “caos”, por el poder del espíritu.29 Apuesta por el frágil y diminuto ser humano, para que pueda acercarse y elevarse a lo esencial. Así, el misterio de la materia animada e inanimada podrá desvelar a los ojos de los hombres, el enigma que encierra. De esa forma podemos dar un giro a la técnica y reorientar su valor. Que el ser humano deje de ser esclavo, mero objeto de la técnica y se convierta en su dominador. Sólo con las potencias del espíritu y los movimientos del pensar –provengan del arte, la teología mística de la Revelación, la poesía, la filosofía, la literatura, el hombre podrá hacer frente a las potencias salvajes de la técnica. En otras palabras, a las potencias destructoras que encierra en sí y, a la ligazón entre el mundo técnico y la voluntad de poder.

Esto induce a pensar que, en el seno del desencadenamiento de las fuerzas elementales o primitivas, surge lo que salva, y lo que salva está siempre ahí, esperando nuestra evocación. Así, el advenimiento de los dioses posibilitará un nuevo “orden” de cosas, que girará alrededor de las fuerzas que moran en el interior del ser humano. Se valdrá de la técnica para reorientar las fuerzas destructivas de lo elemental en beneficio de los hombres. En esta alta civilización abstracta, ya se percibe en el ambiente un disgusto fundamental; un disgusto en relación con la técnica y su telos siniestro. En el fondo tiene que ver con la disolución del lenguaje natural o la conversión del hombre en objeto. Es decir, con relaciones de fuerza, de control y de dominio. Esta visión de las cosas da al discurso una dimensión geopolítica y multicultural, porque toca a la persona y a la vida histórica de los pueblos con sus generaciones. Se trata que, la concepción mecánica del tiempo –el tiempo abstraído y el número- no conviertan al hombre en un ser meramente funcional, automatizado por fuerzas que lo trascienden.

Ahora bien, ¿qué importa en la época actual? Conservar y potenciar lo que tiene valor, en especial la vida, la ética y la libertad. Aquello que vivifica las esferas del espíritu, la sensibilidad y la imaginación creadora de “forma”. Importa el origen, el fenómeno originario de la libertad, conservar las fuentes que nos relacionan con lo primitivo. El lugar donde las cosas se nos presentan como desnudas, llenas de novedad y misterio. Si la libertad toma forma en la arena de la historia, es sólo un débil reflejo del espíritu de la original. Como dijo Jünger: “La historia es la impronta que el hombre libre da al destino”. Hay que estar atentos con los que desean mancillarla –los demagogos, los tíranos, los tecnócratas, los populistas, los nacionalistas o el juego del poder–. Porque tratan de verter su contenido y cortar las amarras con lo fundamental. Es allí donde la labor de los poetas se torna indispensable. Sólo en la imaginación que otorga su fuerza básica a las acciones; el mundo de la técnica y la naturaleza del Ser podrán revitalizarse.

El poeta hace camino al andar, abre sendas, y con la antorcha de la palabra en la mano; el hombre tiene acceso a las Musas y a los Dioses. En los frontispicios del siglo XXI hemos llegado al borde como ser fronterizo, al “puro cero”; el umbral donde se vislumbran los destellos de un nuevo espíritu para la humanidad. Ese mundo nuevo puede advenir por conducto de los dioses y la veneración. También con las herramientas de la filosofía, la poesía, la literatura, el arte, la música y con el sentido histórico que otorgan los pueblos a sus generaciones. 

Ahora bien, preservar las posibilidades de la libertad, significa dignificar al hombre sobre las potencias ciegas de la voluntad de poder. Aun valiéndose de ésta, desarrollar por encima del mundo de los titanes uno que responda a las necesidades y esperanzas humanas. Sólo cuando utilizamos estas herramientas somos capaces de enfrentarnos al uso tangencial de la técnica y a las fuerzas oscuras del poder. Sólo así hacemos frente a la esencia del nihilismo que se revela ejerciendo una acción destructiva sobre el hombre. Es más, ¿cómo dominaremos el carácter destructivo de la técnica? Según Jünger cuando convergen los contrarios; según Heidegger cuando retornemos a la esencia de la metafísica pondremos término a la caída del olvido en el Ser. O, en otras palabras, cuando el ser humano se enfrente a la esencia pondrá término al carácter destructivo de la técnica. Entonces su esencia configurará el advenimiento de los dioses y el retorno del hombre al “centro” del mundo. Es de esperar que de los escombros de la época actual se configure un mundo a la altura del hombre. Un mundo diferente que responda a las necesidades psicológicas y morales del ser humano.

Empero, ¿cuál es la función de los titanes y del colectivo titánico -los técnicos y del colectivo técnico, los tecnócratas y los banqueros, los políticas y empresarios-, las elites económicas y culturales, en la época contemporánea? Apoderarse del mundo y de los hombres y, en su conducto, del ámbito del espíritu. Apropiarse de la vida humana y convertirla en objeto; crear un espacio en que, la hybris del progreso incentive el saqueo vital y la posesión inmediata de las cosas. Es disciplinar al ser humano en todos los órdenes de la existencia. Ésta mutación hay que observarla más allá de los fenómenos que se sitúan en la superficie; observarla incluso allende las murallas del tiempo, porque son telúricas y cósmicas. Esto permite cambiar la marcha de los relojes; hay que remontarse a los orígenes donde la técnica toma el rostro del mito y la niñez. Y de esa forma poder desvelar desde el “presente-ahora”, el sentido del lenguaje de los titanes. Darnos cuenta, por ejemplo, que en los pliegues de la móvil aureola de los instrumentos técnicos, se esconde el lenguaje de los titanes y del titanismo. Esa ciega voluntad que arrasa todo aquello que encuentra a su paso, porque necesita espacio para “ordenes” nuevos. Así, “ordenes” en este ámbito significa una novedad que no deja de ser una ordenación.

Somos parte de una civilización controlada y dirigida por el poder Total de los titanes. El incremento de la sensibilidad es evidente en el umbral de lo colectivo, del tópico y el lugar común. Por eso desean destruir el mundo del espíritu, porque saben que ahí se generan contactos con poderes sagrados o mágicos. En este sentido, el maquinismo y la automatización –sus movimientos cada vez más precisos y sus giros sin fin–, producen pérdidas en el reino animal, vegetal y mineral.30 De igual modo, el tiempo de los titanes es un tiempo de dolor, sufrimiento, miedo, trabajo y producción. Participar en él no sólo entraña peligro, sino que produce fascinación. Señales que hacen parte de las figuras del “aquí-ahora”, ya que la técnica ha alcanzado un grado de perfección tal, que la física y la biología se acercan a las fronteras de las esferas de lo trascendente. ¿Saben por qué? Porque están tocando las partes blandas del Ser y la existencia deja a la vera del camino, el misterio de la vida y la muerte. Si esto acontece la vida perdería el sentido profundo que la determina, y se convertiría en una tragedia fundamental

No olvidemos que, el mundo del Titán y del titanismo, se caracteriza por su espíritu destructivo; es la expresión mítica del carácter destructivo de la razón y de la sociedad. Por eso se contrapone a la belleza, al amor o al juego. Estas esferas de la existencia en general, representan el tiempo de la libertad, del misterio, del mito o de la veneración. Los titanes son hijos de su tiempo, padecen y sufren en el tiempo, en eso se asemejan a los seres humanos. Con la tenacidad con que se presentan el hombre se llena de perplejidad e inquietud; porque instauran su lenguaje y con él un espíritu diferente. La técnica se presenta como una lengua universalista. Ya que establece una medición no sólo planetaria, sino también cosmogónica del tiempo. Así el reloj del mundo modifica su marcha. La creación crea tiempo. Los dioses instauran tiempo; los titanes lo alargan o lo acortan, igual que hace Procustes en su fondo con los huéspedes.31

La hazaña de Schopenhauer: la contemplación del mundo titánico y la afirmación de ese mundo. Nietzsche lo observa de forma intuitiva; participa de él. De ahí que, el nuevo advenimiento siempre al asecho desde el derrocamiento de Crono, tiene dos premisas: los dioses han de retirarse y el reloj del mundo ha de modificar su marcha. Es preciso retrasarlo hasta la Edad de Oro que Hesíodo describe. Para Nietzsche el espacio y la causalidad están sometidos a la representación, mientras que el tiempo es absoluto. Este modo de ver las cosas tiene su remate en la doctrina del eterno retorno. En ella triunfa el tiempo titánico. La eternidad es infinita [...] la vida en el mundo divino, paradisiaco, es, en cambio, intemporal.32 El poder de los titanes ha llegado a su máxima expresión en la actualidad.

A cada momento la técnica -dice Thomas Mann en “Doktor Faustus”- exige ser tenida íntegramente en cuenta y recibir a sus exigencias la única respuesta posible. En la era de los titanes, los autómatas, la velocidad, del ruido de las máquinas, los ritmos en las comunicaciones artificiales, la bomba atómica, los viajes intergalácticos, los satélites espaciales, de la Inteligencia Artificial y del lenguaje ubicado en los dispositivos técnicos. Se está configurando un mundo diferente que responde al tiempo abstracto y la voluntad de poder. Entonces la técnica se convierte en el instrumento adecuado para desojar el Árbol de los planetas, donde aún se conserva la magia de los astros siderales.

Es tan fuerte el poder de los titanes que ha profanado la morada de los dioses. Causa estupor e inquietud sólo imaginar la potencia de las energías destructoras que poseen. Por eso se hace imprescindible el advenimiento de los dioses. Hay expectativas de eso, no sólo entre los afiliados a las sectas, sino también en la consciencia de las sociedades contemporáneas. Aquende el muro del tiempo, ya se escuchan las trompetas de un nuevo despertar. De este tipo de cosas el ser humano lo que desea es la libertad. De ahí podría surgir una nueva luz, un color diferente. Nada es más evidente que un nuevo despertar. De la luz que ilumina separa la llama que quema; así, la libertad se compra con la muerte.33

Recordemos que, en la época de los titanes, en ellos permanece intacto el ethos de Occidente –el carácter planificado del desarrollo y la idea de progreso-, aunque ese espacio voluminoso no levanta el entusiasmo como lo hizo a mediados del siglo XIX y en el transcurso del XX. Ya empiezan a verse las primeras grietas tanto en la idea de progreso y desarrollo, como en la economía -finanzas internacionales, dinero bancario y valores del mercado-, y en algunos valores que le dan a Occidente su identidad. Se trata entonces de cambiar el ritmo y la percepción de las cosas y de la vida; cambiar, por ejemplo, el reloj que mide el tiempo y empezar a mirar dentro de sí. Es evidente que los grandes hombres de la humanidad –un Lutero, un Shakespeare, un Blake, un Milton, un Thomas Moro, un Dante, etc. -, miraron dentro de sí.

Sabemos que en la época de los titanes está prohibido soñar; porque quien lo hace evoca las cosas rítmicas que son las que luchan contra el tiempo y la muerte. Como expresa Jünger: Quien sueña está rodeado, como por una nube, por una consciencia en la que nada puede penetrar. Tal limitación parece extraña en el seno de una atmósfera que se halla cargada de electromagnetismo y cuyas señales no sólo atacan el cuerpo, sino también lo traspasa en forma de ondas. Ha sido la técnica la que se ha acercado al mito más que la reflexión; ésta sólo ha logrado una descolorida copia de la tragedia. A lo dicho se agrega la experiencia de la persona singular. “Los sueños son espumas -llegadas de lo infinito”.34

En esta alta civilización del reinado de los titanes, se trata de remontar los orígenes del devenir de la cultura occidental. Desde el “presente–ahora” desvelar el mito de la técnica, su lado infantil, bello y humano. Que la técnica se quite la máscara de los espejismos y revele su gesto estético. Porque la técnica es una forma de la cultura. Esta revelación se manifestará con el advenimiento de los dioses y poniendo la técnica al servicio del hombre. Sugiere Benjamín que, el momento prehistórico del pasado sea condición y consecuencia de la técnica. Las imágenes dialécticas son para él las auténticas imágenes –no arcaicas–, y el lugar donde se las encuentra es en el lenguaje.35 En nuestra época se trata de despertar, y sólo se alcanza con la síntesis entre la consciencia onírica y la antítesis de la consciencia de vigilia.36 Máxima que posibilitará el “ahora de la cognoscibilidad”. ¡Despierto cuando conozco! ¡La llama de la vela resplandece en la oscuridad de la época que vivimos. 

Sin embargo, ¿cuál es el objeto de las reflexiones sobre la técnica, la ciencia y la tecnología del poder? Que las configuraciones de la historia desvelen la riqueza y la grandeza de la infancia de la técnica. Que el lado noble y servicial de la ciencia y la técnica se ponga al servicio de una sociedad más elevada. Así, nunca en la historia de la humanidad han de olvidarse los rudimentarios comienzos. Tomar consciencia que, en los pliegues del vestido de la época actual, se esconde lo primitivo. Tener presente que en pocos espacios de tiempo se configuró el mundo atómico, y ahora está tomando forma el de los autómatas y los lenguajes digitales. Es decir, el mundo de la Inteligencia Artificial Generativa. Un mundo que dará cuenta de la esfera biológica, mental y espiritual del ser humano. Así, la Cultura digital está dando paso a la Cultura de lo efímero y a los valores del artificio. Estamos a las puertas de una nueva civilización con “ordenes” de valores diferentes a los de nuestros antepasados. Esto no sólo modifica la marcha de los relojes, también del tiempo anímico. Ese lugar donde se entreteje el mito, la alegoría, la religión, la poesía y la analogía universal.

Si el logos se estableció en su nivel material; la primera configuración estuvo dada en la revolución de Gutenberg: la universalización de la palabra a través de la imprenta. Es uno de los grandes hitos de la historia de la cultura. Porque a través del libro posibilitó el acceso de un mayor número de personas en el mundo, al saber escrito y conllevó radicales transformaciones en la política, la religión y las artes. En la actualidad, con la revolución en las comunicaciones artificiales, la incidencia de los instrumentos técnicos en los medios y modos de información, se está originando la revolución en la información en los umbrales del siglo XXI. Los ordenadores con los lenguajes digitales y las imágenes, están sustituyendo a los documentos impresos como instrumentos para trasmitir y conservar los textos. Y esto está generando mutaciones en la naturaleza del ser y las sociedades. Porque estamos pasando del mundo de las relaciones de sentido a uno de relaciones abstractas jamás imaginado. Se están diluyendo, por ejemplo, las fronteras del Estados-Nación y se establece una cultura universalista que da paso a otras formas de gobernanza. Carlyle lo corrobora cuando dijo que los tres elementos de la civilización moderna eran: la pólvora, la imprenta y la religión protestante.

Se trata en última instancia que el desarrollo de los procesos y la técnica, no olviden la grandeza y riqueza de la infancia de donde provienen. En eso consiste entrelazar la cultura digital y la cultura de los valores heredados, la palabra y la escritura. Así, el hombre actual podrá estar a la altura del Zeitgeist, el Espíritu del Tiempo y responder a sus requerimientos.

Además, el Ágora está pasando de la comunicación interpersonal a la rápida, gráfica y simultánea. Sus causas no hay buscarlas en la superficie -en los cambios políticos o económicos de los últimos espacios de tiempo-, sino en el cuello de raíz del Árbol de la Vida. Sus lenguas de fuego son luminosas, embriagan sus efluvios al tiempo y al espacio; también a la época de la cultura y la cultura de la época, con sus mitos, ritos, símbolos y cultos propios. Sin embargo, ¿dónde está la voluntad indomable que rasgaba los oscuros velos de la ignorancia y, su luz se convertía en antorcha para las civilizaciones? No la vemos montada en su cabalgadura, absorbiendo los obstáculos y, en atrevido galope, saltando de un borde a otro los barrancos, ofreciendo con el cetro de la palabra en la mano una vida más placentera y humana.37

Quizá estemos en los umbrales de un tiempo sin historia, sin memoria verbal, sin movimientos del pensar, de duración indefinida. Talvez estemos en un tiempo de “escenas significativas” y “actores insignificantes”. Tiempo que se convirtió en elemento fundamental del malestar general. En el siglo que acaba de empezar le toca al hombre advertir, si se entrega al poder del titanismo; o desgarra el velo del decorado de teatro para conjurar los peligros que entrañan sus espejismos. De ahí que hay que recurrir al advenimiento de los Dioses y las Musas para darle un giro al reloj del tiempo. Y así, empezar a beber de las fuentes del espíritu, de la imaginación y de la creación, que tanta falta hace en estos tiempos de ayuno espiritual.

 

                                                            Bibliografía

1.      1. Jünger, Ernst. La Tijera. Barcelona: TusQuets Editores, 1977. pág. 219

  1. Ib. pág. 82
  2. Ib. pág. 218
  3. Ib. pág. 218
  4. Ib. pág. 172
  5. Wittgenstein, Ludwig. Movimientos del Pensar. Diarios. 1930 – 1932 / 1936/1937. pág. 41
  6. Jünger. Ib. pág. 174
  7. Ib. pág. 175
  8. Ib. pág. 198
  9. Ib. pág. 167
  10. Benjamín. Obras II, 1. Edipo o, el mito racional. pág. 410.
  11. Trías, Eugenio. Los límites del mundo. Barcelona: Ediciones Destino, S.A., 2000   Ib. pág. 241.
  12. Ib. págs. 47 y 40
  13. Ib. pág. 40
  14. Ib. págs. 88 y 18
  15. Ib. pág. 108
  16. Ib. pág. 222
  17. Ib. págs. 222 y 223
  18. Jünger. El libro del reloj de arena. Barcelona: TusQuets Editores, 1998. pág. 91
  19. Jünger. La Tijera. Ib. pág. 192
  20. Ib. pág. 194
  21. Ib. pág. 193
  22. Ib. pág. 200
  23. Ib. pág. 152
  24. Ib. pág. 201
  25. Ib. pág. 207
  26. “Wittgenstein. Tractatus. pág. 6421
  27. Jünger. La Tijera. pág. 205
  28. De Benoist, Alain. Una trayectoria vital e intelectual entre los dioses y los titanes. Madrid: Ediciones Barbarroja, 1995. pág. 74
  29. Jünger. La emboscadura. Barcelona: TusQuets Editores, 2002. pág. 64
  30. Jünger. La Tijera. pág. 142
  31. Ib. págs. 151 y 152
  32. Ib. pág. 117
  33. Ib. págs. 77 y 78
  34. Benjamín. Libro de los pasajes. pág. 464
  35. Ib. pág. 464
  36. Mann, Thomas. Doktor Faustus. Pocket Edhasa: enero de 1992. Barcelona. pág. 284.

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