LA CULTURA EN EL REINO DE LOS TITANES
30/11/2024
Palabras
clave: Mito, el tiempo mecánico y
abstracto, los titanes, los dioses, las musas, la técnica.
Antonio Mercado Flórez. Filósofo y
Pensador.
Sabemos que la Antigüedad tuvo hasta el
final un trato familiar con los personajes míticos; el acercamiento a éstos era
mayor y tenía más carácter de presencia que el acercamiento a nuestros santos.
La fuerza con que impresionaban a la muchedumbre los textos de la tragedia, que
a nosotros nos resultan de difícil lectura, permite inferir que allí el
lenguaje causaba un efecto directo y que ese efecto no presuponía la
comprensión, sino que la creaba. El mito ha estado dando vida a la poesía y al teatro hasta nuestros días. Acompaña
como un sueño a la historia; y, “como el rocío”, es en lo más profundo de la
noche cuando cae sobre la hierba.1 Es de suponer que los personajes
míticos no han abandonado nuestras vidas, sino que siguen allí en nuestra casa
en “todos los tiempos y en todos los lugares”.
En épocas de transito como la nuestra
podemos darnos cuenta que el simbolismo del mito se esconde detrás de los
fenómenos históricos; por eso el mito es más fuerte que la historia; ésta lo
repite en variantes.2 Durante la conquista de América Latina, los
españoles construían iglesias sobre los escombros de las Malocas o los lugares de veneración e invocación de los dioses
indígenas precolombinos, y podemos darnos cuenta que el mito trasparece casi
siempre en los cultos y rituales cristianos. El Santuario de la Lajas en
Nariño-Colombia lo testifica. De ahí que en épocas de transito los hechos
históricos son más débiles que la simbología mítica. Tejemos la historia sobre
los estratos fósiles que hemos dejado tras de sí; por eso es importante la
rememoración, el recuerdo y la memoria para que el mito se ponga el vestido de
lo actual. Los lenguajes digitales, la imagen pictórica, las máquinas o la
velocidad, son sólo fenómenos secundarios. Así que, “la estructura y el
significado que está por debajo de su experiencia social en su movimiento
histórico”, perduran en el mito. Son débiles reflejos del espíritu que han
estado siempre ahí, prestos a la invocación o a la veneración.
En la mitología de Grecia antigua, Gea,
la Naturaleza y madre de Urano que representa al cielo, son los padres de los
titanes. Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósis, Febe,
Tesis, Cronos, son los titanes. Pero también se habla que Quirón, Prometeo o
Hefestos, aunque son dioses del Olimpo, se les consideran titanes. Los titanes
guiados por Cronos destronaron y mutilaron a Urano. Entonces, Cronos reinó
sobre la tierra y sobre los dioses; y devoraba a sus hijos para que no lo
destronaran. Así que, la mitología titánica refleja en la actualidad, un débil
espíritu primordial.
Los titanes son los señores del tiempo;
se muestran directamente en el cosmos, mientras los cultos llegan y perecen. A
los titanes les basta la peregrinación cósmica, el eterno retorno.3 Es más, padecen y mueren
en el tiempo como los humanos. Lo divino sopla desde lejos –no desde lo eterno,
sino desde lo intemporal-, germina y florece. Eso correspondería a la
concepción de Spengler, según la cual las culturas son traídas como semillas y
echan raíces en un determinado sitio para alcanzar así un despliegue más
elevado, sobre todo en el arte.4 Esto sucedió en la historia del
espíritu occidental, al menguar la luz de los dioses griegos, se sustituyó por
los mitos, cultos y rituales del Dios Uno y, posteriormente por los del Hijo
del Hombre. Asimismo, hasta nuestros días han alcanzado un despliegue más
elevado, no sólo sobre los otros dioses, sino también en la cultura, sobre todo
en el arte, la música, la literatura, la arquitectura, la poesía, el teatro, el
cine, etc.
En la época actual no se prevé el
advenimiento de los titanes, porque están aquende el muro del tiempo,
“aquí-ahora”. Los titanes son semejantes a los dioses, pero no idénticos.
También aquí, como luego en Nietzsche, se busca refugio en Dioniso.5 Asimismo, el creyente lo
busca en el calor del espíritu del Dios Uno o, en su Hijo Jesucristo. Se intuye
que el siglo XXI, tal como Nietzsche lo pronosticó será el tiempo de la
espiritualización. Ya se observan en el mundo manos tendidas hacia los cielos
estrellados implorando el advenimiento de los dioses. Porque el materialismo,
la codicia, la rapiña, el relativismo moral, el odio, la voluntad de poder, la
violencia, las guerras continentales o nacionales, hacen del hombre un ser
desgraciado. En la civilización actual la gracia y el espíritu sólo pueden
retirarse a un rincón. Como dijo Wittgenstein: no por ello son algo así como
atávicos y superfluos, sino que se ciernen sobre las cenizas de la cultura como
testigos eternos […] casi como vengadores de la divinidad.6
Se rememora en la historia de la
cultura occidental que, en una fecha oscura del siglo XII, se da el uso del
reloj de ruedas en los monasterios góticos. Estos forman la antesala del
gabinete de Fausto como lugares de tentaciones solitarias, pero también de
éxtasis comunes, en los que es lícito sospechar que hubo un extraordinario
aflujo de fuerzas.7 A saber, los relojes elementales que miden el
tiempo con luz, agua, arena y fuego, se diferencian del reloj de ruedas que en
él esa medición compete a una máquina que vuelve abstracto el tiempo. El tiempo
ganado de ese modo es independiente del cosmos y sus movimientos […] Con la
medición mecánica del tiempo empieza un nuevo desafío a la fuerza, a la
inteligencia y a la moral del ser humano. No sin razón declaró Nietzsche, en
contraposición a Kant, que el tiempo es absoluto.8
Este tiempo es producto de la
destilación y responde a las exigencias de uno incubado. El tiempo cíclico o
cosmogónico que responde a los requerimientos del mito y de los dioses se
sustituye poco a poco por el abstracto. No obstante, el del reloj de ruedas
instaura un tiempo universal que era el que llamaba al trabajo y a la oración.
De esta parte aquende el muro del tiempo, se da una inflexión en la historia
universal. Se da el saltito del Titán y
del mundo del titanismo mítico al pre-moderno. Es con el tiempo de la
radiación de comienzo del siglo XX, donde se hace imprescindible un nuevo
surtido de cronómetros. Además, el nuevo sentido del tiempo responde a las
necesidades teóricas y prácticas de los titanes y del mundo del titanismo
moderno –de los técnicos y del mundo técnico. Esa nueva especie de tiempo desde
finales del siglo XVIII hasta “aquí-ahora”, responde no sólo a la
experimentación y los instrumentos técnicos, también a centros de gravedad y
hombres poderosos donde se concentra y gasta la energía.9
Esos hombres poderosos son conscientes
del “elevado nivel de conocimiento, anónimo y desconsiderado” que poseen, y,
que “vencerán las resistencias políticas y sociales allí donde tropiecen con
ellas”. No sólo se instaura un tiempo diferente, sino una atmósfera espiritual
distinta. Aquí se demuestra una vez más el predominio de las máquinas, los
tecnócratas, la velocidad, sobre las esperanzas y necesidades del hombre. Ese
hombre de inteligencia precisa y calculadora de la época moderna, prevalece
sobre la memoria del tiempo oportuno, la imaginación y la alegoría, la
comunicación boca a oído y las imágenes lingüísticas. Entonces, miramos con
ojos desencantados y anonadados los escombros que la cultura deja tras de sí.
Los titanes de la época de Acuarios,
se cubren con el vestido de la ciencia, la técnica y el poder. Con su tendencia
al colosismo, la universalización del lenguaje y las imágenes a través de las
redes digitales, se abre no sólo una nueva etapa para la humanidad, sino que
los titanes se reencarnan en los descendientes de Prometeo. Además, tanto geográfica como históricamente está lleno
de sentido concebir como “Occidente” el mundo de la Antigüedad y el mundo
fáustico; pero es también algo numinoso.10 La resonancia de las
imágenes del mito y la distancia respecto a la antigua interpretación viene a
ser una nueva cercanía a aquello que es el mito mismo, en el cual ese sentido
nuevo se ofrece, inagotable, a nuevas búsquedas. El mito griego [como dice
Andre Gide] es como la jarra de Filemón: “ninguna sed la vacía cuando uno está
bebiendo en compañía de Júpiter”.11
Así pues, el regreso de los
descendientes de Prometeo es un acontecimiento entre otros. Prometeo es el que
lleva a los dioses los mensajes de los titanes; compite con los dioses, pero no
llega a donde estos se hallan. Lo que los dioses crean con “¡hágase!”, por
ejemplo, el hombre, eso le cuesta a Prometeo un duro trabajo. Prometeo modela
al ser humano, pero no lo crea.
Cabría arreglárselas en todo caso con
los titanes. Los antiguos consideraban que la Edad de Crono fue, a pesar de
todos sus errores, la Edad de Oro. Los seres humanos no envejecían y, una vez
que se habían dormido para siempre, sobrevivían espiritualmente.12 En
la actualidad los descendientes de Prometeo desean apropiarse de la vida de los
seres humanos, y en el campo de la biología, se llevan a cabo investigaciones
que son sólo débiles copias de la Creación divina. Como dijo Jünger: “El modelo
es más fuerte que la copia. El mito es más fuerte que la historia. Ésta lo
repite en variantes. En la decadencia también las propias copias se vuelven más
flojas”. Esto no sólo repercute en el tiempo, sino también en el espíritu de la
época y crea un malestar en la vida del ser humano.
Los descendientes de Prometeo han
sobrepasado la energía plutónica que dominaba en el siglo XX. Ahora el escenario
lo ocupan otros actores –átomos, bits de información que con su cinturón de
hondas rodea la Tierra. Las redes de información son tan tenaces, que no sólo
la Cultura del sentido se está reemplazando por la Cultura del
artificio. Sino que respecto a la persona individual el lenguaje artificial
se sobrepone al natural, y los deseos, la sexualidad, el amor, la amistad, el
trabajo, el hogar, la locomoción, los conocimientos, las experiencias, los
saberes, etc., responden a la civilización de la automatización, digital y
analógica. Sabemos que la carga que hay en la atmósfera es de naturaleza
plutónica y digital. Como dice Jünger: cabría arreglárselas en todo caso con
los titanes. Pero sabemos que los titanes arrasan con todo atisbo de
sentimentalidad y de espiritualización; por eso es necesario el advenimiento de
los dioses, porque son los que pueden hacerles frente a los titanes.
En una época como la nuestra de
espejismos visuales y auditivos, el arte se convierte en una especie de
conjuro, ya que ayuda al ser humano a salir del laberinto de una vida zafia y
mísera. Por así decir, lo eleva a las fuerzas espirituales y artísticas que
moran en todos y cada uno de nosotros, y nos acerca al origen del Árbol de
la Vida. Eso en la antigüedad los dioses lo donaban como presente divino a
los héroes, y sin ello la vida era considerada grosera y desdichada. En la vida
aquende el muro del tiempo, el Don es un regalo de los dioses a hombres
excepcionales –por ejemplo, un Leonardo, un Durero, un Miguel Ángel, un Bosco,
un Picasso, un Braque, un Kandinsky, un Van Gogh, etc. Hombres de visión
anticipada que contradicen las costumbres y los usos. Allí se recibe una imagen
que no ha sido fabricada en el taller de uno mismo. Estos grandes hombres se
mueven junto a los límites del tiempo y los sobrepasan […] El tiempo tomado por
anticipado en la embriaguez es un robo que se hace a los dioses. He aquí un
indicio ex negativo: en las épocas
ateístas aumentará el consumo de drogas. Se establece contacto con el Árbol
de la Vida.13
En la época actual los demonios y los
ángeles caídos han tomado diversas máscaras; y el hecho de que los demonios
causen ciertamente dolor y sean vencidos, es una parábola que en sí carecen de
poder. Quedan desenmascarados como fantasmas. Y los demonios más que dar miedo,
suscitan curiosidad. Se convierten en fantasmas hogareños y son un ornato de la
chimenea de la casa.14 Desde luego para estos hombres excepcionales
no cabe negar que las artes alzan los fenómenos a un nivel más elevado de
percepción –la que con más fuerza logra eso es la música […] Lo que el arte
tiene son horizontes, no un horizonte. En eso se asemeja al Universo, es
universal.15 Lo que el artista quiere captar no sólo es lo Bello,
sino el numen que ánima a las cosas como éter. Entonces nos damos cuenta que el
lenguaje del artista está en su obra. Si ese lenguaje está bien logrado,
hablará a los hombres, los interpelará en algún lugar y en algún tiempo.16
En la época actual el lenguaje del arte
nos dota de unos instrumentos de análisis y de crítica que posibilitan que le
hagamos frente al terror, al miedo, al dolor, al sufrimiento, a la
desesperanza; y son tan fuertes sus imágenes que son como la luz para los
ciegos. Simbólicamente hablando posibilita que se desprendan las escamas de los
ojos, y así podamos mirar cara a cara y ver que oculta el forro de los
fenómenos. Como dijo Jünger: una ofrenda hecha a Apolo, aunque sea modesta,
aunque no esté bien lograda, merece la atención del dios, también en ella hay
un mérito, se asemeja al óbolo de la viuda pobre de que habla el evangelio.
De ahí, asimismo, Prometeo es un
filántropo, un amigo de los humanos, y se preocupa de su bienestar terrenal.
Como dijo Esquilo: “De Prometeo le vienen todas las artes a los mortales”.
Tanto Zeus como Jehová se cuidan de que no le vaya demasiado bien al ser humano
-de que alargue la mano hacia el Árbol de la Vida, una vez que ya ha
sido participe del conocimiento. En este sentido la apropiación de la manzana
en el Jardín del Edén y el robo del fuego del Olimpo son hechos que están
emparentados.17 De las artes que Prometeo da a los hombres como un
presente divino, está el fuego y también la invención del número […] De los
descendientes de Prometeo puede aguardarse el conocimiento de “lo que la tierra
quiere”. Casi no parece que de ello forme parte el arte en sentido apolíneo, es
decir: la exaltación de la belleza terrenal en razón de ella misma.18
Como dice Rafael Argullol: No hay
ningún paraíso perdido en las brumas del pasado. Casi todas las mitologías y
religiones lo tienen. También la helénica, cuando Prometeo era, en manos de
Hesíodo, un ladrón que debía ser castigado por su robo del fuego celeste. Que
la Edad de Oro, al igual que en la cronología bíblica, se perdiera por causa de
una mujer, Pandora sólo demuestra que Hesíodo, excelente cronista y
clasificador pero tosco poeta, era incapaz de escapar al tradicional prejuicio
plebeyo que atribuye la penuria del hombre a la presencia femenina. Esquilo
que, acostumbrado a la guerra, sabía que el corazón humano nunca había
sobrevivido sin ésta, no podía compartir una justificación tan elemental y, al
cabo, tan cobarde.
Prosigue Argullol: Ha sido castigado
por Zeus por favorecer a los hombres, pero es capaz de ironizar sobre ello
porque comprende que, en última instancia, tanto éstos como aquél forman parte
de la misma cadena. Dioses y hombres, como el mismo en su escarpado risco,
están encadenados a la violencia, a las efímeras ilusiones de triunfo, a la
derrota inevitable. Esta es la causa de que Prometeo, a pesar de las
condiciones de su cautiverio, pueda mantener hasta el final la cabeza alta de
su rebelión.
Ahora, en la época de Acuario al inventor no podemos hacerlo
responsable del mal uso que el hombre haga de las máquinas, los lenguajes
digitales o, la Inteligencia Artificial Generativa. Se observa que los grandes
caudillos y los estadistas, se ubican en la superficie del tiempo y sólo actúan
teniendo en cuenta los espejismos de la ciencia y la técnica, la política y la
economía. Si percibieran lo que esconde el forro de los fenómenos, estarían
obligados a hacer un giro copernicano y sacar al mundo de sus goznes. Pero no
están a la altura del poder que fluye a ellos; porque son pobres de espíritu.
Prometeo, que robó el fuego, donó a los seres humanos algo con lo que estos
pueden iluminar el mundo, pero también destruirlo. Toda chispa espiritual, toda
visión original, es un trasunto de eso.19 Los grandes sueños de los
que ha venido ocupándose la humanidad, es un trasunto de eso.
El espíritu del hombre es sólo un débil
reflejo del espíritu de los dioses. Sólo un reflejo imperfecto de la visión
original. Esa, cuando la lengua de los dioses era la lengua de las cosas y de
la vida. El sisma comienza cuando el hombre descubre que, en mitad del Jardín
del Edén, no está el Árbol del Bien y
del Mal –dice Benjamín-, sino el de
la interrogación. En ese instante, el hombre desafía a los dioses y es
responsable del manejo de su libertad. Desde ahora en adelante se instaura un
mundo y un tiempo diferente; entonces el hombre afronta el enigma de la vida y
de la muerte.
A la época de Acuario le corresponde el mito de Hermes. En la temprana Grecia
antigua fue el dios fálico de las fronteras y los cruces de caminos. Su nombre
designaba un montón de piedra que delimitaban los caminos, fronteras y
propiedades. Simbolizaba el espíritu de cruce: se manifestaba en cualquier tipo
de intercambio, transferencia, transgresión, transición, transito o travesía.
Está presente en las actividades de un cierto tipo de cruce con un cierto
sentido. Esto hace referencia a su relación con los intercambios, las palabras
y la información implicada en el comercio. Para el griego Antiguo el comercio
es el origen de las riquezas y las ganancias.
En la época actual a Hermes le corresponde la
cultura de los valores del mercado, el dinero bancario y las comunicaciones
globales. También las transacciones financieras, los valores en bolsa, el
comercio en las redes globales. Entonces se confirma que el mito se transfigura
en la historia. Esta lo repite en variantes –al decir de Jünger. No existe un
momento en la actualidad que no haga referencia en la civilización occidental,
al sentido del mito. Por eso la interpretación de lo actual, viene a ser una
nueva cercanía a aquello que es el mito mismo. El mito se pone la máscara de lo
actual. Como dijo Karl Kraus: “Cuanto más cerca se mira la palabra, más lejos
ve”. El mito se viste con el traje de la época, y sólo se capta en la alegoría,
la religión, el arte o, las imágenes lingüísticas. Categorías que posibilitan interpretar
la época actual desde el espíritu del pasado.
Después de lo acaecido durante la
Primera y la Segunda Guerra mundial, se constató que el mundo se había salido
de sus goznes. La capacidad de apropiarse de la ciencia y la técnica modernas
–dice Wilhelm Fucks en su libro “Poderes
del mañana”-, así como la de realizar trabajos creativos, es independiente
de la raza, la religión, los sistemas económicos y sociales. Y expresa Jünger:
Finalmente, a medida que va creciendo la espiritualización comienza asimismo la
técnica a acercarse a la magia, por cuanto la exhibición de una fórmula se
trasmuta directamente en poder, semejante en eso a un conjuro mágico o a un
dibujo en el cajón de arena.20 Por tanto, la época de Acuario trata de percibir el poder de los
titanes y del titanismo elevado a una potencia superior. Eso eximiría en gran
medida las acciones bélicas, tipo Hiroshima. Ahora la carrera armamentística y
el poder de los titanes y del titanismo, se está trasladando al espacio y los
astros siderales. Esto tiene que ver con el logos
situado en su parte material: los lenguajes digitales, la imagen en movimiento
y la Inteligencia Artificial Generativa, ya están desojando la magia de los
astros siderales.
Lo que les importaba a los griegos del
atomismo no era el poder de la materia, sino su esencia, estaban lejos de los
experimentos físicos. Las diferentes especializaciones de las ciencias
experimentales, son hijas de la Edad Moderna. La física moderna está llena de
posibilidades y la más importante entre ellas, es que sigue la senda de la
voluntad de poder. Entre la física y la voluntad de poder existe una especie de
juego de espejos; por eso el “modelo” de la representación del átomo, que
muestra una de sus posibilidades responde a las exigencias de la voluntad de
poder. El hecho –dice Jünger- que esa posibilidad se torne eficaz en
proporciones gigantescas es una confirmación de que también la concepción del
átomo brote del mito del poder. Semejante concepción tiene un origen titánico y
se hace realidad tanto en lo más grande como en lo más pequeño dentro de los
límites del mundo visible: tanto en los viajes espaciales como en la física
nuclear.21
Asimismo, los crepúsculos de los dioses
van asociados a esas catástrofes naturales, que son descritas también en
Hesíodo, las Eddas y en el Antiguo Testamento –asociadas, por
ejemplo, a diluvios, lluvias de fuegos, inviernos muy prolongados, tinieblas,
sequías, cosas todas ellas de las que no se recupera la Tierra hasta años más
tarde. Pero la tierra reverdece, como lo pronostica también la Gran promesa (Génesis, 8, 22).22 Si para
Nietzsche el espacio y la causalidad están sometidos a la representación,
mientras que el tiempo es absoluto. Este modo de ver las cosas tiene su remate
en la doctrina del eterno retorno. En ella triunfa el tiempo titánico.23 Esta
manera de pensar se concatena al tiempo telúrico y cosmogónico que cada cierto
tiempo retorna y desgaja las fuerzas elementales que hacen de la vida sobre la
Tierra un desierto.
Así que, en el eterno retorno triunfa
el tiempo titánico, detrás de esas representaciones se ocultan las emanaciones
de los dioses. Para el griego Antiguo era la luz apolínea o, las fuerzas de lo
sanguíneo y lo bárbaro; para el judaísmo o, el cristianismo, el Eterno tu Dios.
Esas transformaciones en la arena de la historia aquende el muro del tiempo,
lleva a lo sumo a parábolas nuevas. Parábolas que tienen que ver con la
trascendencia y la atemporalidad. A la vista de las dimensiones nuevas los
dioses son parábolas. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y
el Verbo era Dios” -al decir del Apóstol Juan.
Por tanto, las grandes plagas que han
azotado a la humanidad son temidas también hoy. Su retorno arrasaría todo lo
que encuentran a su paso, ya que la tierra necesita espacio para reverdecer y
establecerse sobre la Tierra. Las causas de los grandes cataclismos naturales o
humanos, son típicas de cada época. Pero a la postre tienen un carácter
arquimédico-babilónico -dice Jünger-. Son obra de los titanes y de su
insaciable hambre de energía.24 Los personajes llevarían los mismos
nombres, pero el vestido que portan se ajustaría a la época. El vestido de la
época actual es el de la ciencia y la técnica.
En la actualidad son su forma de
ataque. Para la física cuántica el mundo en sí no existe, lo que existe está
dentro de la “posibilidad” de las redes de lenguaje. O, dicho de otro modo, las
cosas existen dentro del campo de las interacciones lingüísticas. Esta
“posibilidad” del “modelo” en el mundo, es específicamente lingüística. Para
ella el mundo adquiere realidad dentro de las coordenadas de los flujos de
lenguajes. El mundo microscópico de partículas: átomos, moléculas, electrones,
bit, no necesita de las propiedades de la materia para transportar una
información. Porque ésta puede estar en uno o varios lugares a la vez. La tele
transporte cuántico no sólo crea una nueva criptografía, también un nuevo tipo
de seguridad en la información. Esta ciencia es la expresión más elevada de la
representación del logos situado en
su parte material. Aquí los titanes no consumen energía, sino átomos o bit de
lenguaje.
En la época actual a la sombra del Fresno del Mundo los grandes titanes van
haciéndose iguales. Son apoyados por descendientes de Prometeo y también por
cleros anónimos. A ellos se agregan los ejércitos de los creyentes. Es algo que
llega hasta las gasolineras.25 Con relación al dominio de los dioses
de la antigua Grecia y al Dios Uno, de judíos y cristianos. Es sólo un dominio
provisional, un dominio en el ínterin –pese a ello, tienen su hogar para
siempre, pero no intemporalmente, junto al Fresno
del Mundo. Allí son autóctonos, mientras que los Eternos acuden de lejos
como huéspedes. Poco es lo que por el momento cabe aguardar de los dioses –de
los titanes, en cambio, casi todo, o al menos muchísimas cosas. Pero sólo en el tiempo.26
En la actualidad dominan los titanes,
pero es sólo un dominio provisional, en ínterin -para el griego Antiguo sería
mientras advienen los dioses, para el judío o, el cristiano, mientras venga el Mesías
o, el retorno de Jesucristo. Representado en el “Apocalipsis” por el Apóstol Juan como un mundo envuelto en llamas y
cataclismos elementales. Sería el establecimiento de otro tiempo, de un orden
nuevo, un tiempo diferente para el hombre y el mundo. Mientras para los judíos
el retorno del Mesías es, el establecimiento de un tiempo nuevo de justicia,
paz, amor y libertad.
Sabemos por este estado de cosas, que
la técnica y la ciencia es una invención de los titanes, atacan la continuidad
y hacen desaparecer todo encantamiento. No hay en ellas magia; con sus
espejismos basta. “Allí donde hay
distancia, todo se convierte en demonismo”
-dijo el poete Friedrich George Jünger. La pérdida de encantamiento es
consecuencia de la primacía de los titanes y los sistemas racionales de
pensamiento. Algunos suponen que la razón subsanará la perdida de
trascendencia; otros, como los filósofos mesiánicos, que después de lo sucedido
en Auschwitz, la razón es incapaz de arreglar los portillos de la Historia. Es
necesario recurrir a la memoria y al recuerdo, para así poder desvelar la
Revelación y la Redención en la vida histórica de los pueblos. Esto
posibilitará que el hombre contemporáneo, restaure no sólo los portillos de la
Historia, sino también el misterio de la Naturaleza; el enigma de la existencia
y de la muerte que desgarraron las máquinas y profanó la animalidad política
del siglo XX.
Sabemos que los titanes revelan los
cimientos simbólicos de nuestra época. La primacía de la imagen y los lenguajes
digitales, configuran en el espíritu occidental un súbito pesimismo. Porque se
han desligado del hombre y de su correspondencia simbólica. El mundo que
nosotros seres humanos habitamos, “aquí-ahora”, no sólo es un ámbito
desencantado, sino un espacio sin misterio sobre la vida y la muerte. La
técnica profanó lo sagrado y mágico del milagro
de la Creación y la Revelación. Eso que nos comunica con los orígenes de la
vida, del mundo y con Dios. Por eso todo, absolutamente todo, lo quiere reducir
a la velocidad, las máquinas, la cifra, la uniformidad, al automatismo, al
tiempo cronológico-continuo, a las redes digitales. Como dijo Jünger: “Cada uno
de los siglos tiene su propia forma de ataque”. Pienso que el siglo XXI su
forma de ataque será la tecnología, los lenguajes digitales y analógicos y la
Inteligencia Artificial Generativa. Es evidente que, la técnica desgarró la
comunicación boca a oído, la comunión que asocia al hombre con la Tierra, al
lenguaje y la pluralidad de las personas. Entonces la sensación que tiene el
hombre actual es de desarraigo y orfandad.
El poeta Friedrich George Jünger nos
recuerda que sí el hombre se vuelca sobre la técnica más se aleja de los
dioses, verdaderos adversarios de los titanes. Es digno de admirar que en los
frontispicios del milenio que acaba de empezar, se observan millones de seres
humanos con las manos tendidas hacia los cielos estrellados, implorando el
retorno de los dioses. Retorno que estará acompañado por cataclismo en las
fuerzas elementales, lo primitivo o atávico, y por grandes lenguas de fuego que
restaurarán el orden y abolirán el tiempo de los titanes. Así, Artemis
guardiana del orden moral y social, se levantará de los escombros de su Templo
y luchará al lado de los hombres en contra de los titanes. Entonces de las
potencias destructoras de lo elemental y primitivo, emergerán las potencias del
orden. Y la Tierra dejará de verse como un desierto o un mar, como un planeta
más, una esfera entre las esferas, un puro objeto. De allí que, apoyándose en
el mito de Ateneo, hijo de la Tierra y de
Poseidón, F.G. Jünger afirma que no hay nada que nos haga tender hoy hacia un
nuevo y verdadero amor a la Tierra.
Además, el carácter titánico de la
técnica moderna podemos advertirlo en la moderna tendencia al colosismo (las
macro-construcciones, los edificios incrustados en el corazón de las nubes, la
destrucción de las selvas tropicales, las grandes presas de agua, y el
predominio universal de las imágenes sobre la palabra). Esto arrastra tras de
sí la sensación de que desaparece todo sentido colectivo de belleza, armonía y
proporción. En esta época de yermos corazones recordemos al poeta ruso Joseph
Brodsky, cuando dijo: “La estética es la
madre de la ética”. Enseña que el sentimiento de Belleza, los fragmentos de
amor, de simpatía hacia el mundo y la vida, contribuyen a precisar la condición
humana. Antes de toda abstracción prevalece el sentimiento hacia las cosas y la
vida; antes de todo juicio predominan los contenidos de la experiencia. Ya que
en la época que vivimos falta proporcionalidad y cordura para apreciar los
asuntos humanos.
Como dijo Wittgenstein, “ética y
estética son una y la misma cosa”.27 Pertenecen al “ámbito de lo
indecible”, en sentido wittgensteiniano, lo que abarca el arte, la ética y la
religión. Por eso el hombre no puede ser un esclavo de sus propias creaciones;
el poeta en cambio nos invita a venerar la vida, a los hombres y a los
animales, lo telúrico y lo cósmico. Pero la mejor forma no es volver a un
estado anterior a la técnica, sino por el contrario apoyarnos sobre lo que ha
existido, “atravesar” la era de la técnica, recorrer su desarrollo hasta su
final e ir más allá. Entonces la técnica revelará su lado festivo, simbólico y
fáustico y se pondrá al servicio del hombre.
Se trata de preparar el advenimiento de
los dioses, también instaurar el ritmo de la vida. Esto es, la vitalidad de la
existencia manifestándose en lo particular. Establecerlos incluso sobre los
escombros de la causalidad, las esferas dinerarias, la técnica y el progreso.
Esto significa restablecer el mundo subjetivo, arreglar los portillos de la
palabra para que la alegría de la vida supere
la numerificación y la objetivación del ser humano. En estas esferas se
entrelaza en un solo abrazo, el amor, la lengua y el espíritu. Es decir, el hombre como ser
fronterizo tiende allende el tiempo, a la trascendencia. En estos ámbitos es
otra la marcha que llevan los relojes.
En esta época de alto desarrollo
tecnológico, de sociedades de masas y cultura de masas, se trata de saber hasta
qué punto el hombre puede ser dueño de sí mismo. Por ejemplo, que la técnica
esté subordinada a las fuerzas humanas. Se trata en última instancia de la
siguiente cuestión: ¿Quién dominará el mundo? ¿Los hombres o las máquinas? Si
el mundo del titanismo con sus máquinas lo destruye todo, las fuentes de agua
viva, los mares, los paisajes, la Antártida, los ecosistemas o hace retroceder
el universo natural ante las ciudades cada vez más repulsivas, peligrosas e
inhabitables. En la actualidad prevalecen las funciones de la industria y las
empresas transnacionales. En un mundo enloquecido por los espejismos de la
ciencia y la técnica, la dicotomía entre ser y tener, saber y hacer, se hace
cada día más palpable.
Pero el ámbito donde más se nota la
degradación de la existencia, es en el lenguaje. Las palabras son vaciadas de
sus contenidos para que proclamen las mentiras, el odio y las manipulaciones de
los poderosos. En este sentido, la técnica se convirtió en un arma arrojadiza
para cortar las amarras de la memoria verbal e histórica de los pueblos. Y
huérfano de su pasado y atormentado por su futuro, el hombre se pone a
disposición del “presente–ahora”, el tiempo lineal y abstracto. Eso que diluye
toda coherencia del Yo concreto, el
misterio de la vida y de la muerte. Es más, sin memoria y sin esperanza vivimos
instalados en el presente; a decir verdad, todo se vuelve presente. Si esto se
interioriza en la existencia del ser humano, sus espectros atormentarían la
vida espiritual y mental del hombre, cortando las amarras con lo fundamental.
Si las máquinas, los lenguajes
digitales, los cronómetros, los relojes, los autómatas, los aviones, las armas,
los robots, las imágenes artificiales, son un constructo humano. Todo es
expresión de la imaginación inferior y a quien le toca desmontar el enorme
poder que poseen, es al hombre de carne y hueso. Saber, por ejemplo, que la
persona individual abarca a todos y cada uno de nosotros; y que el hombre
económico, el de las formas jurídicas, el que ejerce el poder, es sólo un débil
reflejo de la persona individual. En este orden, es necesario disipar las nubes
de humo de los espejismos técnicos, desandar lo andado y valerse de la esencia
de la técnica. Así, podrá liberar las energías positivas que posee y ponerlas
al servicio del hombre. Ésta es la causa de sacar al mundo de sus goznes y
crear un tiempo diferente donde la energía, los bits, los átomos de lenguaje,
las imágenes, y todo lo que representa la cultura de la digitalización, estén
al servicio del hombre.
En la actualidad es imprescindible que
el espíritu vaya al encuentro de los dioses y desvele el sentido humano de la
técnica. Con la retirada de los dioses, el reino del materialismo, el
hedonismo, el utilitarismo, el mundo dineral y la voluntad de poder; simbolizan
la maldad, el sufrimiento, el temor, el dolor y la muerte. Asimismo,
el maquinismo y los lenguajes digitales se concatenan a la consciencia actual.
Poderes titánicos que trascienden todas las esferas de la vida cotidiana. Pero
es posible hacer un pare en el camino, y afianzar a la
persona singular en su rango propio, rango que no podrá arrebatarle ningún
siglo, tampoco el tremendo que ha llegado con sus amenazas.28
Entonces se revela que detrás de los
fenómenos se esconde la esperanza de un mundo diferente. Tomar consciencia que
para ir allende del titanismo y del colectivo técnico –tecnócratas, políticos,
banqueros, elites financieras internacionales, gestores de las empresas
trasnacionales, “selectas minorías”, etc. Hay que valerse de la intuición, las
esferas del espíritu y los movimientos del pensar. Porque detrás del caos, la
violencia, el azar y el destino, se esconde la estructura fundamental, el
encuentro consigo mismo, el Absoluto: el Eterno tu Dios.
En “El
nudo gordiano”, Jünger vuelve sobre la idea de antagonismo. Se pone en
guardia frente a lo elemental presto a desencadenarse, a convertirse en poderes
titánicos tan inmensos como informes. Poderes “salvajes” dispuestos a la
destrucción total. Y, apuesta por un elemento luminoso, divino en sentido estricto,
representado por la autoridad que instaura el “orden” en medio del “caos”, por
el poder del espíritu.29 Apuesta por el frágil y diminuto ser
humano, para que pueda acercarse y elevarse a lo esencial. Así, el misterio de
la materia animada e inanimada podrá desvelar a los ojos de los hombres, el
enigma que encierra. De esa forma podemos dar un giro a la técnica y reorientar
su valor. Que el ser humano deje de ser esclavo, mero objeto de la técnica y se
convierta en su dominador. Sólo con las potencias del espíritu y los
movimientos del pensar –provengan del arte, la teología mística de la
Revelación, la poesía, la filosofía, la literatura, el hombre podrá hacer
frente a las potencias salvajes de la técnica. En otras palabras, a las
potencias destructoras que encierra en sí y, a la ligazón entre el mundo
técnico y la voluntad de poder.
Esto induce a pensar que, en el seno
del desencadenamiento de las fuerzas elementales o primitivas, surge lo que
salva, y lo que salva está siempre ahí, esperando nuestra evocación. Así, el
advenimiento de los dioses posibilitará un nuevo “orden” de cosas, que girará
alrededor de las fuerzas que moran en el interior del ser humano. Se valdrá de
la técnica para reorientar las fuerzas destructivas de lo elemental en
beneficio de los hombres. En esta alta civilización abstracta, ya se percibe en
el ambiente un disgusto fundamental; un disgusto en relación con la técnica y
su telos siniestro. En el fondo tiene
que ver con la disolución del lenguaje natural o la conversión del hombre en
objeto. Es decir, con relaciones de fuerza, de control y de dominio. Esta
visión de las cosas da al discurso una dimensión geopolítica y multicultural,
porque toca a la persona y a la vida histórica de los pueblos con sus
generaciones. Se trata que, la concepción mecánica del tiempo –el tiempo
abstraído y el número- no conviertan al hombre en un ser meramente funcional,
automatizado por fuerzas que lo trascienden.
Ahora bien, ¿qué importa en la época
actual? Conservar y potenciar lo que tiene valor, en especial la vida, la ética
y la libertad. Aquello que vivifica las esferas del espíritu, la sensibilidad y
la imaginación creadora de “forma”. Importa el origen, el fenómeno originario
de la libertad, conservar las fuentes que nos relacionan con lo primitivo. El
lugar donde las cosas se nos presentan como desnudas, llenas de novedad y
misterio. Si la libertad toma forma en la arena de la historia, es sólo un
débil reflejo del espíritu de la original. Como dijo Jünger: “La historia es la
impronta que el hombre libre da al destino”. Hay que estar atentos con los que
desean mancillarla –los demagogos, los tíranos, los tecnócratas, los
populistas, los nacionalistas o el juego del poder–. Porque tratan de verter su
contenido y cortar las amarras con lo fundamental. Es allí donde la labor de
los poetas se torna indispensable. Sólo en la imaginación que otorga su fuerza
básica a las acciones; el mundo de la técnica y la naturaleza del Ser podrán
revitalizarse.
El poeta hace camino al andar, abre sendas, y
con la antorcha de la palabra en la mano; el hombre tiene acceso a las Musas y a los Dioses. En los frontispicios del siglo XXI hemos llegado al borde
como ser fronterizo, al “puro cero”; el umbral donde se vislumbran los
destellos de un nuevo espíritu para la humanidad. Ese mundo nuevo puede advenir
por conducto de los dioses y la veneración. También con las herramientas de la
filosofía, la poesía, la literatura, el arte, la música y con el sentido
histórico que otorgan los pueblos a sus generaciones.
Ahora bien, preservar las posibilidades
de la libertad, significa dignificar al hombre sobre las potencias ciegas de la
voluntad de poder. Aun valiéndose de ésta, desarrollar por encima del mundo de
los titanes uno que responda a las necesidades y esperanzas humanas. Sólo
cuando utilizamos estas herramientas somos capaces de enfrentarnos al uso
tangencial de la técnica y a las fuerzas oscuras del poder. Sólo así hacemos
frente a la esencia del nihilismo que se revela ejerciendo una acción
destructiva sobre el hombre. Es más, ¿cómo dominaremos el carácter destructivo
de la técnica? Según Jünger cuando convergen los contrarios; según Heidegger
cuando retornemos a la esencia de la metafísica pondremos término a la caída
del olvido en el Ser. O, en otras palabras, cuando el ser humano se enfrente a
la esencia pondrá término al carácter destructivo de la técnica. Entonces su
esencia configurará el advenimiento de los dioses y el retorno del hombre al
“centro” del mundo. Es de esperar que de los escombros de la época actual se
configure un mundo a la altura del hombre. Un mundo diferente que responda a
las necesidades psicológicas y morales del ser humano.
Empero, ¿cuál es la función de los titanes y del colectivo titánico -los
técnicos y del colectivo técnico, los tecnócratas y los
banqueros, los políticas y empresarios-, las elites económicas y culturales, en
la época contemporánea? Apoderarse del mundo y de los hombres y, en su
conducto, del ámbito del espíritu. Apropiarse de la vida humana y convertirla
en objeto; crear un espacio en que, la hybris del progreso incentive el
saqueo vital y la posesión inmediata de las cosas. Es disciplinar al ser humano
en todos los órdenes de la existencia. Ésta mutación hay que observarla más
allá de los fenómenos que se sitúan en la superficie; observarla incluso
allende las murallas del tiempo, porque son telúricas y cósmicas. Esto permite
cambiar la marcha de los relojes; hay que remontarse a los orígenes donde la
técnica toma el rostro del mito y la niñez. Y de esa forma poder desvelar desde
el “presente-ahora”, el sentido del lenguaje de los titanes. Darnos cuenta, por
ejemplo, que en los pliegues de la móvil aureola de los instrumentos técnicos,
se esconde el lenguaje de los titanes y del titanismo. Esa ciega voluntad que arrasa
todo aquello que encuentra a su paso, porque necesita espacio para “ordenes”
nuevos. Así, “ordenes” en este ámbito significa una novedad que no deja de ser
una ordenación.
Somos parte de una civilización
controlada y dirigida por el poder Total de
los titanes. El incremento de la sensibilidad es evidente en el umbral de
lo colectivo, del tópico y el lugar común. Por eso desean destruir el mundo del
espíritu, porque saben que ahí se generan contactos con poderes sagrados o
mágicos. En este sentido, el maquinismo y la automatización –sus movimientos
cada vez más precisos y sus giros sin fin–, producen pérdidas en el reino
animal, vegetal y mineral.30 De igual modo, el tiempo de los titanes
es un tiempo de dolor, sufrimiento, miedo, trabajo y producción. Participar en
él no sólo entraña peligro, sino que produce fascinación. Señales que hacen
parte de las figuras del “aquí-ahora”, ya que la técnica ha alcanzado un grado
de perfección tal, que la física y la biología se acercan a las fronteras de
las esferas de lo trascendente. ¿Saben por qué? Porque están tocando las partes
blandas del Ser y la existencia deja a la vera del camino, el misterio de la
vida y la muerte. Si esto acontece la vida perdería el sentido profundo que la
determina, y se convertiría en una tragedia fundamental
No olvidemos que, el mundo del Titán y del titanismo, se caracteriza por su espíritu destructivo; es la
expresión mítica del carácter destructivo de la razón y de la sociedad. Por eso
se contrapone a la belleza, al amor o al juego. Estas esferas de la existencia
en general, representan el tiempo de la libertad, del misterio, del mito o de
la veneración. Los titanes son hijos de su tiempo, padecen y sufren en el
tiempo, en eso se asemejan a los seres humanos. Con la tenacidad con que se
presentan el hombre se llena de perplejidad e inquietud; porque instauran su
lenguaje y con él un espíritu diferente. La técnica se presenta como una lengua
universalista. Ya que establece una medición no sólo planetaria, sino también
cosmogónica del tiempo. Así el reloj del mundo modifica su marcha. La creación
crea tiempo. Los dioses instauran tiempo; los titanes lo alargan o lo acortan,
igual que hace Procustes en su fondo con los huéspedes.31
La hazaña de Schopenhauer: la
contemplación del mundo titánico y la afirmación de ese mundo. Nietzsche lo
observa de forma intuitiva; participa de él. De ahí que, el nuevo advenimiento
siempre al asecho desde el derrocamiento de Crono, tiene dos premisas: los
dioses han de retirarse y el reloj del mundo ha de modificar su marcha. Es
preciso retrasarlo hasta la Edad de Oro que Hesíodo describe. Para Nietzsche el
espacio y la causalidad están sometidos a la representación, mientras que el
tiempo es absoluto. Este modo de ver las cosas tiene su remate en la doctrina
del eterno retorno. En ella triunfa el tiempo titánico. La eternidad es
infinita [...] la vida en el mundo divino, paradisiaco, es, en cambio,
intemporal.32 El poder de los titanes ha llegado a su máxima
expresión en la actualidad.
A cada momento la técnica -dice Thomas
Mann en “Doktor Faustus”- exige ser
tenida íntegramente en cuenta y recibir a sus exigencias la única respuesta
posible. En la era de los titanes, los autómatas, la velocidad, del ruido de
las máquinas, los ritmos en las comunicaciones artificiales, la bomba atómica,
los viajes intergalácticos, los satélites espaciales, de la Inteligencia
Artificial y del lenguaje ubicado en los dispositivos técnicos. Se está
configurando un mundo diferente que responde al tiempo abstracto y la voluntad
de poder. Entonces la técnica se convierte en el instrumento adecuado para
desojar el Árbol de los planetas,
donde aún se conserva la magia de los astros siderales.
Es tan fuerte el poder de los titanes
que ha profanado la morada de los dioses. Causa estupor e inquietud sólo
imaginar la potencia de las energías destructoras que poseen. Por eso se hace
imprescindible el advenimiento de los dioses. Hay expectativas de eso, no sólo
entre los afiliados a las sectas, sino también en la consciencia de las sociedades
contemporáneas. Aquende el muro del tiempo, ya se escuchan las trompetas de un
nuevo despertar. De este tipo de cosas el ser humano lo que desea es la
libertad. De ahí podría surgir una nueva luz, un color diferente. Nada es más
evidente que un nuevo despertar. De la luz que ilumina separa la llama que
quema; así, la libertad se compra con la muerte.33
Recordemos que, en la época de los
titanes, en ellos permanece intacto el ethos
de Occidente –el carácter planificado del desarrollo y la idea de progreso-,
aunque ese espacio voluminoso no levanta el entusiasmo como lo hizo a mediados
del siglo XIX y en el transcurso del XX. Ya empiezan a verse las primeras
grietas tanto en la idea de progreso y desarrollo, como en la economía
-finanzas internacionales, dinero bancario y valores del mercado-, y en algunos
valores que le dan a Occidente su identidad. Se trata entonces de cambiar el
ritmo y la percepción de las cosas y de la vida; cambiar, por ejemplo, el reloj
que mide el tiempo y empezar a mirar dentro de sí. Es evidente que los grandes
hombres de la humanidad –un Lutero, un Shakespeare, un Blake, un Milton, un
Thomas Moro, un Dante, etc. -, miraron dentro de sí.
Sabemos que en la época de los titanes
está prohibido soñar; porque quien lo hace evoca las cosas rítmicas que son las
que luchan contra el tiempo y la muerte. Como expresa Jünger: Quien sueña está
rodeado, como por una nube, por una consciencia en la que nada puede penetrar.
Tal limitación parece extraña en el seno de una atmósfera que se halla cargada
de electromagnetismo y cuyas señales no sólo atacan el cuerpo, sino también lo
traspasa en forma de ondas. Ha sido la técnica la que se ha acercado al mito
más que la reflexión; ésta sólo ha logrado una descolorida copia de la
tragedia. A lo dicho se agrega la experiencia de la persona singular. “Los
sueños son espumas -llegadas de lo infinito”.34
En esta alta civilización del reinado
de los titanes, se trata de remontar los orígenes del devenir de la cultura
occidental. Desde el “presente–ahora” desvelar el mito de la técnica, su lado
infantil, bello y humano. Que la técnica se quite la máscara de los espejismos
y revele su gesto estético. Porque la técnica es una forma de la cultura. Esta
revelación se manifestará con el advenimiento de los dioses y poniendo la
técnica al servicio del hombre. Sugiere Benjamín que, el momento prehistórico
del pasado sea condición y consecuencia de la técnica. Las imágenes dialécticas
son para él las auténticas imágenes –no arcaicas–, y el lugar donde se las encuentra
es en el lenguaje.35 En nuestra época se trata de despertar, y sólo
se alcanza con la síntesis entre la consciencia onírica y la antítesis de la
consciencia de vigilia.36 Máxima que posibilitará el “ahora de la
cognoscibilidad”. ¡Despierto cuando conozco! ¡La llama de la vela resplandece
en la oscuridad de la época que vivimos.
Sin embargo,
¿cuál es el objeto de las reflexiones sobre la técnica, la ciencia y la
tecnología del poder? Que las configuraciones de la historia desvelen la
riqueza y la grandeza de la infancia de la técnica. Que el lado noble y
servicial de la ciencia y la técnica se ponga al servicio de una sociedad más
elevada. Así, nunca en la historia de la humanidad han de olvidarse los
rudimentarios comienzos. Tomar consciencia que, en los pliegues del vestido de
la época actual, se esconde lo primitivo. Tener presente que en pocos espacios
de tiempo se configuró el mundo atómico, y ahora está tomando forma el de los
autómatas y los lenguajes digitales. Es decir, el mundo de la Inteligencia
Artificial Generativa. Un mundo que dará cuenta de la esfera biológica, mental
y espiritual del ser humano. Así, la Cultura
digital está dando paso a la Cultura
de lo efímero y a los valores del artificio. Estamos a las puertas de una
nueva civilización con “ordenes” de valores diferentes a los de nuestros
antepasados. Esto no sólo modifica la marcha de los relojes, también del tiempo
anímico. Ese lugar donde se entreteje el mito, la alegoría, la religión, la
poesía y la analogía universal.
Si el logos
se estableció en su nivel material; la primera configuración estuvo dada en la
revolución de Gutenberg: la
universalización de la palabra a través de la imprenta. Es uno de los grandes
hitos de la historia de la cultura. Porque a través del libro posibilitó el
acceso de un mayor número de personas en el mundo, al saber escrito y conllevó
radicales transformaciones en la política, la religión y las artes. En la
actualidad, con la revolución en las comunicaciones artificiales, la incidencia
de los instrumentos técnicos en los medios y modos de información, se está
originando la revolución en la información en los umbrales del siglo XXI. Los
ordenadores con los lenguajes digitales y las imágenes, están sustituyendo a
los documentos impresos como instrumentos para trasmitir y conservar los
textos. Y esto está generando mutaciones en la naturaleza del ser y las
sociedades. Porque estamos pasando del mundo de las relaciones de sentido a uno de relaciones
abstractas jamás imaginado. Se están diluyendo, por ejemplo, las fronteras
del Estados-Nación y se establece una cultura universalista que da paso a otras
formas de gobernanza. Carlyle lo corrobora cuando dijo que los tres elementos
de la civilización moderna eran: la pólvora, la imprenta y la religión
protestante.
Se trata en última instancia que el desarrollo de
los procesos y la técnica, no olviden la grandeza y riqueza de la infancia de
donde provienen. En eso consiste entrelazar la cultura digital y la cultura de
los valores heredados, la palabra y la escritura. Así, el hombre actual podrá
estar a la altura del Zeitgeist, el Espíritu del Tiempo y responder a sus
requerimientos.
Además, el Ágora
está pasando de la comunicación interpersonal a la rápida, gráfica y
simultánea. Sus causas no hay buscarlas en la superficie -en los cambios
políticos o económicos de los últimos espacios de tiempo-, sino en el cuello de
raíz del Árbol de la Vida. Sus
lenguas de fuego son luminosas, embriagan sus efluvios al tiempo y al espacio;
también a la época de la cultura y la cultura de la época, con sus mitos,
ritos, símbolos y cultos propios. Sin embargo, ¿dónde está la voluntad indomable que rasgaba los oscuros velos de la
ignorancia y, su luz se convertía en antorcha para las civilizaciones? No la
vemos montada en su cabalgadura, absorbiendo los obstáculos y, en atrevido
galope, saltando de un borde a otro los barrancos, ofreciendo con el cetro de
la palabra en la mano una vida más placentera y humana.37
Quizá
estemos en los umbrales de un tiempo sin historia, sin memoria verbal, sin
movimientos del pensar, de duración indefinida. Talvez estemos en un tiempo de
“escenas significativas” y “actores
insignificantes”. Tiempo que se convirtió en elemento fundamental del malestar general. En el siglo que acaba de
empezar le toca al hombre advertir, si se entrega al poder del titanismo; o
desgarra el velo del decorado de teatro para conjurar los peligros que entrañan sus espejismos. De ahí que hay que
recurrir al advenimiento de los Dioses
y las Musas para darle un giro al
reloj del tiempo. Y así, empezar a beber de las fuentes del espíritu, de la
imaginación y de la creación, que tanta falta hace en estos tiempos de ayuno
espiritual.
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