REFLEXIÓN SOBRE EL MUNDO ACTUAL
Antonio Mercado Flórez. Filósofo
y Pensador.
Ernst Jünger expresó que, “nosotros consideramos, pues, una característica de una prestación elevada que la vida sea capaz de distanciarse de sí misma, o, dicho en otras palabras, de sacrificarse. Eso no ocurre en ninguno de los sitios donde la vida se reconoce a sí misma como el valor normativo y no se contemple meramente como un puesto avanzado”. El hecho de la objetivación en la vida de las personas, lo consideramos de una importancia elevada. Que el hombre se convierta en objeto o en número es, sólo una “Figura” por las que se expresa la tecnología y el Gran Poder.
Así que, se considera al ser
humano consciente y libre como objeto. Y, esto no resulta extraño en una época
de alto desarrollo técnico, el problema surge cuando la persona individual es
arrojada a la sociedad de masas y a la cultura de masas y le coartan los
derechos individuales o, la libertad que lo determina. Esto está sucediendo en
algunos países como China, Estados Unidos, Corea del norte, Hungría, Rusia,
Venezuela, Nicaragua, etc. Donde los derechos se los apropia el Estado, en nombre de la seguridad, la verdad, la
justicia, la salud pública o la preservación de la unidad nacional. Así
observamos que el Estado técnico lleva a cabo intrusiones horrorosas en la vida
privada y pública de los ciudadanos.
La impresión que hay en la
actualidad es que la economía, la técnica, la industria se han alejado de los
elementos y situados por encima de ellos, se nutren más o menos de su
sustancia. (Jünger). En
la época actual el ser humano es incapaz de ver las perdidas. En el desarrollo
de la técnica se han podido percibir los progresos de las ciencias naturales,
biológicas o químicas, (de la informática, los medios de comunicación rápida y
simultánea, de Internet, la Inteligencia Artificial, las redes sociales, etc.),
pero no los retrocesos de la sociedad. (Walter Benjamín). No se
percibe el lado destructivo del desarrollo de la tecnología, porque somos
extraños al lado destructivo de los elementos y de la vida. Así que, éstos se
deterioran en nombre del poder, del dinero, la técnica y el progreso.
Si la iluminación técnica nos
enceguece, no podemos ver lo que oculta tras de sí. Estamos anestesiados por la
técnica e incapaces de percibir el dolor, la destrucción, el sufrimiento, el
peligro, el miedo o la muerte, que arrastra tras de sí. Sólo se percibe como
instrumento, pero no la esencia que la determina. Es decir, el saber y la
libertad.
Ya empiezan a verse en sus
grietas personas que luchan por conservar la estabilidad del sistema ecológico
y la relación que tiene el hombre con las estrellas. El ser humano se ha dado
cuenta que la técnica sirve a la sociedad no sólo para la producción de
mercancías o, de armas para la guerra o, para acumular ríos de oro en selectas
minorías, también para dar “confort”
y bienestar al ser humano. La técnica no es algo neutro. La esencia que la constituye
obedece a relaciones de poder. La esencia de la técnica esconde tras de sí el
ser como voluntad de poder. Se trata de convivir con la técnica y llevar a cabo
un punto de inflexión para que esté al servicio del hombre.
Sabemos que el Estado tecnológico
expresa la voluntad de poder y de saber, que es insaciable con los elementos.
En el Génesis el mundo es dado al
hombre por Dios como despena y morada. Una despensa que el hombre alteró,
violentó y, se está agotando ahora. El cambio climático y su efecto
invernadero. Así, la abundancia de los elementos a la que se refiere Hesíodo,
tocan su fin. Se necesita un nuevo reordenamiento del mundo, de las sociedades
y una relación distinta con los elementos y el universo. Quizá podría
establecerse la tesis que el “orden visible” se ordene de acuerdo al “orden
invisible”.
Así que, las cosas visibles que
aumentan la sensibilidad -el dolor, el sufrimiento, el odio, el horror, el
hambre, la guerra, la violencia, la muerte-, den paso a las cosas invisibles,
inefables, sagradas. El hombre técnico abandonado a la sociedad de masas y a la
cultura de masas, está perdiendo la armonía interior. Como, asimismo, aumenta
el número de médicos en la misma proporción en que se pierde la capacidad
curativa. (Jünger).
Es necesario que se nos caigan
las escamas de los ojos como se le cayeron a Pablo en el camino de Damasco.
Para que los elementos se abran a los hombres llenos de magia y color como
campos en flor. Entonces, con los ojos abiertos veamos lo íntimo e inviolable
de los elementos y de esa manera brille la luz del Ser o, de las Musas.
En momentos como esos la
naturaleza y la vida cobran a menudo un sentido prodigioso. Un sentido sagrado
y eterno para que el hombre valla allende del espacio y el tiempo. En este acto
humano, divino y estético, se transustancia la palabra y la vida de los
hombres. En esos momentos acuden poderes mágicos o sagrados que llenan el vaso
interior de cada uno de nosotros. Son encuentros numinosos que ayudan a
soportar el peso de la existencia y, además, ver que se oculta detrás del forro
de los fenómenos.
En esta época de alto desarrollo
tecnológico estamos anonadados por los instrumentos técnicos, la función y la
utilidad que desempeñan en la sociedad. Hemos ido entregando poco a poco la
libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual. La seguridad y la
vigilancia brindan la experiencia de lo estable. El hombre planifica y su hacer
está supeditado a la técnica, a la ciencia y a la estadística. Se trata que el
pensar futuro desenmascare lo que oculta la experiencia de lo estable en el
Estado, las instituciones, el orden jurídico o los parlamentos.
Además, el Estado técnico
absoluto, los técnicos y el mundo técnico, darán paso a la ciudadanía libre,
igualitaria y fraterna para la democracia. Sabemos que el mundo técnico y el
colectivo técnico ponen en tela de juicio la esencia de la civilización
democrática. Se necesitan actores significativos que prevalezcan sobre el mundo
técnico y el colectivo técnico; así se develaran a los hombres cosas prodigiosas
y divinas jamás imaginadas.
Martin Heidegger dice
que,
“la esencia de la técnica porta en sí la iluminación y la verdad del
ser. Se trata de develarla en su claro para que se manifieste la verdad del ser
y la esencia del hombre y del lenguaje. Esto posibilitará un mundo más humano y
vivible”.
Abriéndose en el camino del ser y
la esencia del hombre, la experiencia de lo estable llega al lenguaje. En
efecto, en su decir, lleva al lenguaje sólo lo inexpresable, las mentiras del
poder. De este modo, el lenguaje se alza por encima de la experiencia de lo
estable y comunica el brillo de los contenidos espirituales en medio de la
oscuridad del mundo. Además, posibilita percibir la verdad no como algo
establecido e inamovible, sino como advenimiento del ser y la esencia del
hombre. Sólo así el lenguaje es
misterioso y reina en nosotros. (Heidegger).
Sabemos por los anales de la
historia y de la cultura, que lo misterioso, la miseria y la grandeza del ser
humano, desembocan en el lenguaje.
Éste comunica las desdichas y las grandes virtudes de los seres humanos. Desde
la Antigüedad se expresa en las formas estéticas, los mitos, los rituales, la
música, el arte, la religión, la filosofía. Así, el arte es una voz que habla,
un esfuerzo para plasmar una visión en una forma material concreta- al decir de
Vico.
Jünger capta el desvelamiento del
arte en la época actual, al decir en el texto La Tijera: “Lo que el arte tiene son horizontes, no un horizonte.
En eso se asemeja al Universo, es universal. La contemplación puede llevar a un
recogimiento íntimo, a vistas panorámicas sobre cordilleras; las formas se
funden. La persona individual podrá olvidarse de que alguna vez le produjo
entusiasmo un gran poema, o la Mona Lisa. Pero esas cosas provocaron un cambio
en ella, aun cuando las fuerzas de su espíritu decaigan o, aunque fuese la
madre quien, con la corriente de la sangre, trasmitiese aquello al no nacido”.
Asimismo, Heidegger expresa en Carta que, “el destino del mundo se
anuncia en la poesía sin haberse revelado todavía como historia del ser. Por
eso, el pensar histórico universal de Hölderlin, que llega a la palabra en el
poema “Andenken”, es más
esencialmente inicial y, por ende, está más preñado de futuro que el mero
cosmopolitismo de Goethe. Por lo mismo, la relación de Hölderlin con lo griego
es algo esencialmente diferente del humanismo”.
El lenguaje posibilita que
advenga el ser y el hombre exista, que aclara y oculta su esencia. “Sólo cuando
el lenguaje es llevado a la plenitud de su esencia es histórico, el ser queda
preservado en la memoria”. De este modo, el ser humano y las
generaciones históricas, alcanzan la memoria y la rememoración. Por eso, el
decir que piensa trae a colación la relación de la verdad del ser y la esencia
del hombre. Entonces, podemos percibir la humanidad del hombre en el lenguaje y
en su obrar. Cuando el lenguaje oculta la verdad del ser y la esencia del
hombre, el decir se falsea. Hace que lo aparente, fútil y mentiroso ocupen la
“casa del ser” y la morada del hombre.
Esto posibilitó que el lenguaje
se convirtiera en signo o, en imagen. En la actualidad las imágenes son más
fuertes que las palabras. Estas no necesitan ser traducidas y actúan de manera
directa. La enorme afluencia de imágenes favorece un nuevo analfabetismo. La
escritura se sustituye por signos; pues, observamos una decadencia de la
ortografía. La consecuencia que se sigue es una vulgarización de la gramática.
(Jünger). Recordemos que, en la década del treinta del siglo XX, toma el
poder en Alemania el totalitarismo nazi. Entonces, el lenguaje es vaciado de
sus contenidos y se vulgariza, se convierte en instrumento de poder, de
demagogia, de engaño, de mentira y de odio.
También en la actualidad lo hace
el lenguaje de los populistas, los nacionalistas, los autoritarios, el
radicalismo religioso, que se valen de las necesidades humanas y de la
parálisis de los partidos tradicionales y de las elites del poder, para
destruir la acción política desde dentro de las instituciones y las libertades
democráticas. Destruir la vida en común entre los ciudadanos. Entonces, en un Estado democrático Social de Derecho
agrietan las bases donde se asienta. No podemos olvidar que la democracia es
frágil como un niño recién nacido, por eso tenemos que cuidarla y fortalecerla
cada día de nuestras vidas. Porque el destino de los pueblos se fundamenta en
la libertad, la libre decisión, la voluntad popular y la democracia
participativa, y, no en el odio, el racismo, la xenofobia, la discriminación,
la violencia, la guerra, el hambre, el sufrimiento o la muerte.
Estamos caminando sobre un desfiladero estrecho y funesto, que impele a los hombres a la destrucción de la vida, del pensar, de la experiencia y del lenguaje. “En cada uno de los niveles es posible una mutación, igual que en cada momento es posible la muerte”. Asistimos por la primacía de las imágenes sobre el sentido de las palabras, al final de un ciclo. “Lo que sigue es un tiempo sin historia, de duración indefinida, que puede resultar agradable o, en todo caso, no trágico, según el modelo de ese “último hombre” que nos anunció Nietzsche y que nos ha descrito Huxley. (Jünger).
Se necesita un “tipo” de hombre que contribuya a restaurar la esencia que mora en él y en cada uno de nosotros. Que todos formemos parte de un nuevo “orden” en la historia universal y que la capacidad de análisis y de juicio como una actividad importante, permita compartir-el-mundo-con-los-demás. Que nos posibilite orientarnos en el ámbito público y en el mundo común. Un orden que trascienda el nihilismo, los anti-valores o el irracionalismo, y posibilite la proximidad Tierra y Cielo, Mortales y Divinos. Así de esa manera, pueda advenir la verdad del ser, la esencia del hombre o, la Revelación divina.
“En esta proximidad –dice
Heidegger- es donde se consuma, si lo hace, la decisión si acaso Dios o los
dioses se niegan a sí mismos y permanece la noche, si acaso alborea el día de
lo sacro, si puede comenzar de nuevo en ese amanecer de lo sacro una
manifestación de Dios o de los dioses y cómo será”. Así que, en el
mundo actual lleno de atrocidades, mentiras, discriminaciones, hambre,
xenofobia, desplazamientos, odios, violencia, guerras y muertes; hora es, que “los dioses salgan de sus escondites”
–como dijo el poeta Hölderlin.
Heidegger piensa que “lo sacro,
el único espacio de la divinidad, posibilita la dimensión de los dioses, y que
llega a manifestarse si previamente, y tras largos preparativos, el ser se ha
abierto en su claro y llega a ser experimentado en su verdad. Sólo así
comienza, a partir del ser, la superación de ese desterramiento por el que no
sólo los hombres, sino la esencia del hombre, vagan sin rumbo”.
No podría ser menos, la atmósfera
que reina en el mundo es contradictoria e inextricable -en unos sitios es
prometeica, con grandes fuegos y manos tendidas hacia las estrellas, en otros
es apocalíptica, con sentimientos de culpa que remuerden la conciencia.
Nietzsche es optimista, Spengler ve parcialmente la fatalidad –como el
acabamiento normal de una cultura. (Jünger). Algunos
seres humanos perciben el milenio que comienza con optimismo y alegría;
mientras otros, con el pesimismo de la fatalidad. Se perfila un tiempo en que
los lenguajes digitales abarcarán el espectro humano, que se esconde detrás de
las Redes, la Inteligencia Artificial y las imágenes para ocultar su verdad. Y,
otro donde las calamidades elementales y las guerras globales darán cuenta de
la existencia del hombre sobre la Tierra.
Entonces, por así decir, “una
única maniobra ejecutada en el cuadro de distribución de la energía conecta la
red de la corriente de la vida moderna –una red dotada de amplias
ramificaciones y de múltiples venas”- a la corriente del Gran Poder: Al Estado y sus instituciones, las Compañías
transnacionales, al Capital financiero internacional, al dinero bancario, a las
bolsas de valores, a la Industria militar, a la Inteligencia Artificial, a las
redes globales e Internet, etc.
Ese umbral configura un mundo
donde los seres humanos son incapaz de ver y detenerse a reflexionar. Un mundo
grotesco y excluyente para la esencia del ser humano. Un mundo donde somos
incapaz de tenerlo en común y compartir los valores morales y culturales con
los demás. Somos parte de un tiempo determinado por las Plataformas Digitales,
la Inteligencia Artificial, que condicionan la vida “subjetiva” y “objetiva” de
los seres humanos. En este orden, cada ser humano cumple la función que le
corresponde y está ubicado fuera de la obra, “se ha salido de ella. Ésta se ha
vuelto autónoma, y ahora el ser humano deviene más sustituible y prescindible.”
Parece que nos convirtieran en esclavos, y, por ende, no disfrutamos de
la libertad ni de la realidad que vivimos. Porque ésta es un constructo velado
por la técnica y las selectas minorías.
Además, el ámbito de las
máquinas, la física, la Inteligencia Artificial, la neurobiología, el
ciberespacio, la biotecnología, se convirtió en prisión para la mente y el
espíritu. Se trata de trascender el sentido instrumental de la técnica y
ponerla al servicio del hombre. Entonces viviríamos una especie de catarsis y
los fenómenos naturales o los elementos, tanto como los hechos humanos, se
percibirían no sólo con los sentidos, sino, ante todo, con los ojos del
espíritu.
En el mundo actual el hombre masa
es siervo de las máquinas y del Gran Poder;
niega la libertad y afirman el determinismo. Estamos vigilados las veinticuatro
horas del día, saben dónde estoy, qué hago, qué pienso, cómo actúo, qué gustos
tengo. El ejercicio del poder necesita que se diluyan los sueños, la
fraternidad, la esperanza y el amor, en el ámbito de objetos virtuales. O, en
otras palabras, en el espacio de la Cultura
del artificio. Se trata de destruir la capacidad de asombro, de percepción,
de análisis o, de crítica. Es decir, que el sentido de realidad esté prisionero
en las imágenes y las representaciones del mundo y su realidad, que ofrece el Gran Poder como verdad.
Por eso el mundo de las máquinas
y las redes de información rápida y simultánea, se expresan sustituyendo la
experiencia de lo estable. La experiencia del sentido común que nos desvela la
naturaleza del mundo y su realidad en la medida que se trata de un mundo común.
En este ámbito no existe correspondencia entre el mundo simbólico de la
mitología y el mundo de la técnica moderna. Y, esto produce una cierta angustia
respecto al destino del hombre sobre la Tierra. Porque no sólo destruye el hilo
de la historia, también los usos, las costumbres, las tradiciones, los mitos,
los rituales, los lenguajes naturales y el pensar, que han dado coherencia a
los pueblos con sus generaciones.
Así pues, lo importante es que la
mente y el espíritu sientan las cadenas que tejen los valores en los que se
sustentan. En la realidad del artificio, por ejemplo, prevalece el miedo sobre
el libre albedrío, el sufrimiento sobre la fraternidad, el dolor sobre el
placer, también la desesperanza, el odio y la muerte. Por eso la duda, el miedo
y el sufrimiento se ubican en el centro de la existencia. De ahí que en la
realidad no exista, porque niegan la zona de la sentimentalidad, de la intuición
y los sentidos humanos. En la cadena de producción o, de procreación el ser
humano se convierte en número o en objeto.
Así que, estamos organizados y
funcionamos respondiendo a los intereses del Capital, del mercado, del consumo,
de las bolsas de valores, las financias internacionales, y, por supuesto,
respondemos al Gran Poder. Y, en
consecuencia, se exalta la crisis de la condición humana. Esa, de la que nos
habló Hannah Arendt en el texto La
condición humana: la vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la
pluralidad y la Tierra.
Jünger dice que todo lo que tiene
que ver con la técnica es confuso: “el mundo se presenta como una arquitectura
confusa”. No tiene lógica ni sentido de realidad, ya que, a los ojos de los
hombres, es un constructo artificial. No se corresponde con el “verdadero”
sentido de realidad. En este orden de ideas, se tiene la sensación que todo lo
creado, inventado, coleccionado o memorizado, se esfuma cual pompas de jabón.
No somos conscientes que la técnica destruye la memoria, la rememoración, los
contenidos de la experiencia, el pensar y el lenguaje. Entonces el ser humano
responde a mecanismos que lo trascienden. Que lo diluyen en las relaciones de
poder y saber, en el orden jurídico o en la estructura económica. Por eso hay
que percibir las esferas del mundo técnico, en su cultura.
En el mundo el hombre de carne y
hueso es una ficción deliberada, que responde al Gran Poder. Se convierte en instrumento de poderes abstractos que
lo dominan y van más allá de su singularidad. Asimismo, náufrago en la mar de
las redes artificiales y estructuras abstractas, sustituyen las necesidades
morales, materiales y espirituales del ser humano, por la futilidad, lo
estadístico, lo cósico, lo pasajero y fugaz de la existencia humana.
Y eso hace del hombre
actual un ser sumamente desgraciado.
Madrid-España a 10/03/2024
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