Sobre
el sentido de la existencia
¿En qué reconoce uno su fuerza?
En sus propias derrotas.
Walter Benjamín.
Antonio Mercado Flórez. Filósofo y
Pensador.
Contra las trivializaciones del presente
donde la distancia, la soledad y la indiferencia psicológica, predominan ante
las necesidades espirituales y materiales del otro; la amistad y el amor, por
el contrario, crean lazos de fraternidad, de respeto, de solidaridad, que
provienen del corazón o del alma. Crean una escala de valores horizontales que
nos enseñan amar al otro, con sus virtudes y sus miserias, así se enriquecen en
su interior los seres humanos. Porque, en el vínculo de la amistad las personas
encuentran las raíces de la lealtad, del dialogo, de la fraternidad, de la
conversación y la solidaridad.
Sabemos que el predominio de las
tecnologías, del dinero, de la política, que generan relaciones abstractas, de
poder, desgarran la comunión entre los seres humanos y establecen relaciones
jurídicas, económicas, sociales, culturales, que responden a intereses
utilitarios, o de fuerzas del Gran Poder.
Esta actitud ante el mundo y la vida rompen el vínculo sagrado, donde se nutre el
dialogo y el respeto.
La generosidad de los seres humanos
posibilita la fraternidad y el amor. Ser generoso en el ámbito político es
ponerse en el lugar del otro y contribuir en la búsqueda del bien individual y
común. En nuestra época hemos dejado de ser sabios en comprender y aprender de
la experiencia y los sentimientos, de los fragmentos de felicidad, del dolor y
la esperanza, que compartimos con el otro ser humano. Que somos únicos en el
mundo y como tales, trascendemos el utilitarismo, las trivialidades de la Cultura del artificio: de la técnica,
del dinero y del poder. Eso que se nomina Cultura
del espectáculo.
La amistad, en cuanto elección libre del
otro, crea lazos aún más fuertes que aquellos que nos unen a un consanguíneo.
Cerca de los lazos biológicos o amorosos, existen lazos espirituales, del alma
y del corazón, que van más allá de las costumbres, de la sangre y las
tradiciones. Son manifestaciones del ser humano que escapan a las trivialidades
y a toda ventaja utilitaria; por eso, la máxima expresión es la Gratitud.
El mundo de la técnica trata de destruir
las relaciones de sentido, el misterio de la vida y de la muerte. Un enigma que
contribuye a explorar la condición humana para alcanzar la categoría de
persona. Un ámbito que mezcla y combina entre sí el misterio que compone la
esencia del ser humano. Hemos olvidado que somos peregrinos sobre la tierra e
hijos de las estrellas, donde moran los Dioses
y las Musas. Aquí se entrelaza la
miseria y la finitud del ser humano; con las virtudes y lo sagrado que provienen
del Mundo de Arriba. Es necesario
organizar el Mundo de Abajo como
reflejo del Mundo de Arriba. Así los
seres humanos pueden encontrar la gratitud, los fragmentos de felicidad y de
amor entre los que están cerca y aun con los que están lejos.
Porque
el hombre es un solo hombre y todos los hombres.
Somos habitantes de un mundo donde la
imaginación, la memoria, la experiencia, el espíritu y el amor, seden su
espacio a relaciones de fuerza o, a la voluntad ciega que establece el Gran Poder. Los seres humanos no pasan
los días y las noches, las fatigas y las esperanzas, compartiendo con un
dialogo amistoso, la búsqueda de un mundo mejor que aquel que encontraron. Al
decir de Francisco de Petrarca:
“En cualquier parte que uno escoja
para sentarse, tendrá a la otra persona como compañero”.
Que el mundo de la técnica, del dinero y
del poder, desgarraron los contenidos espirituales de la experiencia; de la
experiencia que se comunica “boca a oído”. Pero también desgarran el espíritu
de la lengua y la creación. En el mundo moderno no sólo somos huérfanos del
otro, sino que el saber y el lenguaje, ya no acuden al ser humano para hacer de
la vida en la tierra más digna y más humana. En la actualidad vivimos en medio
de la mendicidad del espíritu, del pensamiento y los sentimientos, y esto se
convierte en una tragedia fundamental de la Condición
Humana: la vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad
y la Tierra –al decir de Hannah Arendt.
Sabemos por la experiencia o el saber, que
ninguna relación abstracta o virtual, puede reemplazar al encuentro físico y
espiritual entre los seres humanos. Escuchar la voz de un ser querido, ver su
rostro o compartir juntos las dificultades del camino de la vida hasta la
muerte, posibilita alcanzar, entre otros, fragmentos de eternidad. He ahí lo
sublime y sagrado del ser humano, que mora en todos y cada uno de nosotros. Eso
que posibilita pasar de homo economicu
y homo juris, a ser persona.
Definir la civilización y la cultura
occidental como técnica se convierte en una frivolidad. Pero, es importante
concebir la técnica y la ciencia como valores que posibilitan el desarrollan de
las actividades creadoras e intelectuales, en la modernidad. Así que, la
técnica como conjunto de instrumentos o máquinas en funcionamiento, son medios materiales
para que se realicen los fines del hombre. La definición antropológica de la
técnica se expresa como algo instrumental al servicio del hombre, que utiliza
para alcanzar unos fines determinados.
De ahí que la civilización actual tiene una
relación especial con la ciencia y fundamentalmente con las ciencias naturales,
la física cuántica, la cibernética y ahora con la informática, la telemática y
la Inteligencia Artificial. Este es un rasgo que la diferencia con las formas
de la ciencia y la técnica de la Antigüedad. El hombre moderno no sólo es un
hombre tecnificado, sino que también responde a las variables y a los fines de
las ciencias modernas. Somos parte del mundo del colectivo técnico y de la
técnica; como los griegos eran parte del mundo del Titán y del titanismo.
Existe una relación intrínseca entre las
investigaciones científicas y los descubrimientos técnicos en la modernidad. En
el mundo griego, por así decir, el desarrollo de las ciencias no lo acompaña el
desarrollo técnico. Se constata en la literatura del griego Antiguo, por
ejemplo, Plutarco en “La vida de Marcelo”,
al referirse a Arquímedes. Éste consideraba que la reflexión sobre geometría
aplicada a las cosas sensibles o corpóreas, eran algo vil, bajo y mercenario.
O, lo que es lo mismo, el arte que tuviera
que ver con la utilidad y la praxis de las cosas hechas por las manos del
hombre, no era un arte que exalta la belleza y la esencia de la naturaleza,
sino adherido a las necesidades humanas. En la Polis o Ciudad-Estado quienes vivían
en la esfera de la satisfacción de las necesidades eran los esclavos o, las
personas carentes de libertad. Quien no era ciudadano libre de la Polis griega.
Martín Heidegger reflexionó sobre la
técnica desde una pluralidad de umbrales y llegó a pensar que la exactitud de
la técnica no expresaba lo verdadero. Que la verdad de ésta no se encontraba en
el instrumento, sino que la verdad de la técnica moderna estaba oculta en la
pregunta por la esencia de la técnica. Que sólo puede desvelarse desandando lo
andado del término técnica y, ese ámbito es el del mundo del griego Antiguo que
aparece en el concepto de Techné. Lo importante de la reflexión de Heidegger es
que, hace un punto de inflexión y expresa que es necesario referirse a él para
comprender la esencia o la verdad de la técnica moderna. Así, la técnica como
instrumento no contiene ni agota la esencia de ésta, porque lo trasciende.
Entonces, ¿Qué se esconde detrás de la esencia de la técnica? Expresa
Heidegger: la libertad del ser humano.
El poeta Friedrich Hölderlin dijo: “Donde hay peligro crece también la salvación”.
Lo salvo en Heidegger no tiene que ver con la teología o, la religión
judeo-cristiana sino con el saber; con el transitar los caminos del saber y del
pensar. De ahí que la pregunta por la técnica supone un pensar, un modo de
sabiduría o, una episteme que devela la esencia o la verdad de la técnica. Cree
que, si la vemos desde esta perspectiva, la técnica obtiene un carácter
liberador.
Como expresó Edgar Morín, en El País de 28/01/2024:
“Cabe señalar que el progreso del
conocimiento, al multiplicarse y compartimentarse mediante barreras entre las
distintas disciplinas, ha provocado un retroceso del pensamiento, que se ha
vuelto ciego. Ligado al dominio del cálculo en un mundo cada vez más
tecnocrático, el progreso del conocimiento es incapaz de concebir la
complejidad de lo real, y especialmente de las realidades humanas. Esto conduce
a un retorno al dogmatismo y al fanatismo, así como a una crisis de la moral
por el auge del odio y la idolatría”.
En la actualidad estamos inmersos en una
pluralidad de crisis generadas por el progreso de las ciencias y la técnica, de
una parte; de otra, por el predominio del Estado técnico absoluto. De ahí que
los avances científicos y tecnológicos, no han podido resolver los retrocesos
antropológicos en la actualidad. Así lo confirman las guerras nacionales, las
guerras entre naciones, el hambre, la violencia, el desempleo, las
enfermedades, la discriminación, el racismo, las desigualdades sociales, educativas
o culturales y la falta de oportunidades para un sector importante de las
sociedades actuales.
Actualmente estamos dominados por potencias
políticas, económicas y tecnológicas, que no sólo están estructurando y
poniendo en funcionamiento, sociedades sumisas, disciplinadas, uniformes, que
responden al Gran Poder: Y, por el
incremento del desarrollo armamentístico estamos abocados al desastre total o,
por la utilización de las armas atómicas a la desaparición de la vida humana
sobre la faz de la Tierra. Así que, las armas atómicas son la espada de Damocles sobre la nuca de la
humanidad.
Como dijo el expresidente John F. Kennedy:
“Cada
hombre, mujer y niño vive bajo una espada de Damocles nuclear, colgando por el
hilo más delgado, y que puede cortarse en cualquier momento por accidente,
error de cálculo o locura. Las armas nucleares deben abolirse antes de que
acaben con nosotros”.
En un mundo enloquecido por el desarrollo
de las armas, las guerras y la violencia, se olvida que “lo mejor del hombre se
relaciona con el milagro del lenguaje; y hasta ahora la humanidad y ese milagro
han sido indivisibles. Si el lenguaje perdiera una parte de su energía, el
hombre se volvería menos humano. La historia reciente y la ruptura de comunicación
entre enemigos y generaciones muestran de manera inquietante lo que significa
esa disminución de humanidad” – expresó George Steiner en el texto “Extraterritorial”.
Si esto acontece en la actualidad el
esclarecimiento de las confusiones lingüísticas se convierte para los Poderes Mundiales, en las sociedades
democráticas y autoritarias, en esclarecimiento de las palabras y las acciones
humanas. Porque el examen de las palabras es, el del pensamiento y, de todas
las perspectivas y de todas las formas de vida. Por eso en la actualidad tanto
en el espacio político o social, ciertas palabras tienen que recuperar su
verdadero sentido. Y, sólo puede provenir del análisis, la interpretación, la
crítica o, las fuentes de la “sátira política”.
En los Estados y sociedades autoritarias se
trata de romper el cerco. De trascender los límites del poder y desde la
crítica social, la libertad de expresión y la zona del pensar y la participación
ciudadana; hacer grietas al Gran Poder
del Estado y al partido único. De esa manera los derechos de los ciudadanos
y sus libertados posibilitan crear partidos alternativos que posibiliten poco a
poco la democracia social y libertaria. Se trata de romper el cerco no con la
fuerza ni las armas, sino con la palabra, los sentimientos y el pensamiento.
Los gobiernos autoritarios no soportan el carácter imprevisible del otro, o de
los otros, es decir, de la sociedad. Porque objetivan (en el Estado y las
instituciones, la policía, los cuerpos de seguridad, el partido, la ideología),
la libertad. Es decir, la posibilidad de fiarnos de nosotros mismos. Los
autoritarios aman la uniformidad, la homogenización, la coacción, el dominio y
el ejercicio del poder.
Cuando hablamos de democracias
parlamentarias y libertades, no nos situamos en los umbrales de eufemismos
lingüísticos, sino en la democracia real:
lucha contra la injusticia social y jurídica, la pobreza, el sufrimiento de los
desamparados, el secuestro, el terrorismo, la corrupción, el racismo, el
desempleo, la discriminación en todas sus formas, etc. Porque la democracia
pasa por el filtro del respeto a la
dignidad humana, la libertad de expresión, de escribir, de pensar y del derecho
a la vida. Estas son categorías que forman parte de las cualidades del “Ser” y
el “Existir”.
“Somos nosotros los que nos formamos el
mundo, y lo que nosotros vivimos no está sujeto al azar. Es nuestro interior el
que atrae y selecciona las cosas: el mundo es como lo hemos creado nosotros”. (Ernst Jünger). Por eso la estética o la filosofía enseñan, que el mundo está ahí
para interrogarlo. “Cada uno de nosotros es capaz de transformar el mundo”, el
enorme significado que ha sido legado a los hombres. De ahí la importancia de
la palabra y las reflexiones del
pensamiento, en la esterilidad intelectual y cognitiva de la época actual.
En nuestra época, el poder de seducción que
posee la imagen y los diversos lenguajes digitales, lo constata. En el umbral
de lo estético, por el contrario, se intuye la presencia de condensaciones de
tiempo, que se entrecruzan con lo eterno y atemporal, es decir, lo mágico. Si
la literatura, el arte, la poesía, o la música, posibilitan otras esferas de
existencia y de experiencia; el lenguaje se expresa como algo misterioso que
responde a modificaciones en nuestro interior y al sentido de la Condición Humana.
T. S.
Eliot dijo:
“Tuvimos
la experiencia, pero perdimos el sentido,
Y acercarse al sentido restaura la
experiencia”
Madrid-España a 24/03/2024
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