lunes, 25 de marzo de 2024

 

                                            Sobre el sentido de la existencia 

                                                 ¿En qué reconoce uno su fuerza?

                                                         En sus propias derrotas.

                                                           Walter Benjamín.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Contra las trivializaciones del presente donde la distancia, la soledad y la indiferencia psicológica, predominan ante las necesidades espirituales y materiales del otro; la amistad y el amor, por el contrario, crean lazos de fraternidad, de respeto, de solidaridad, que provienen del corazón o del alma. Crean una escala de valores horizontales que nos enseñan amar al otro, con sus virtudes y sus miserias, así se enriquecen en su interior los seres humanos. Porque, en el vínculo de la amistad las personas encuentran las raíces de la lealtad, del dialogo, de la fraternidad, de la conversación y la solidaridad.

Sabemos que el predominio de las tecnologías, del dinero, de la política, que generan relaciones abstractas, de poder, desgarran la comunión entre los seres humanos y establecen relaciones jurídicas, económicas, sociales, culturales, que responden a intereses utilitarios, o de fuerzas del Gran Poder. Esta actitud ante el mundo y la vida rompen el vínculo sagrado, donde se nutre el dialogo y el respeto.

La generosidad de los seres humanos posibilita la fraternidad y el amor. Ser generoso en el ámbito político es ponerse en el lugar del otro y contribuir en la búsqueda del bien individual y común. En nuestra época hemos dejado de ser sabios en comprender y aprender de la experiencia y los sentimientos, de los fragmentos de felicidad, del dolor y la esperanza, que compartimos con el otro ser humano. Que somos únicos en el mundo y como tales, trascendemos el utilitarismo, las trivialidades de la Cultura del artificio: de la técnica, del dinero y del poder. Eso que se nomina Cultura del espectáculo.

La amistad, en cuanto elección libre del otro, crea lazos aún más fuertes que aquellos que nos unen a un consanguíneo. Cerca de los lazos biológicos o amorosos, existen lazos espirituales, del alma y del corazón, que van más allá de las costumbres, de la sangre y las tradiciones. Son manifestaciones del ser humano que escapan a las trivialidades y a toda ventaja utilitaria; por eso, la máxima expresión es la Gratitud.

El mundo de la técnica trata de destruir las relaciones de sentido, el misterio de la vida y de la muerte. Un enigma que contribuye a explorar la condición humana para alcanzar la categoría de persona. Un ámbito que mezcla y combina entre sí el misterio que compone la esencia del ser humano. Hemos olvidado que somos peregrinos sobre la tierra e hijos de las estrellas, donde moran los Dioses y las Musas. Aquí se entrelaza la miseria y la finitud del ser humano; con las virtudes y lo sagrado que provienen del Mundo de Arriba. Es necesario organizar el Mundo de Abajo como reflejo del Mundo de Arriba. Así los seres humanos pueden encontrar la gratitud, los fragmentos de felicidad y de amor entre los que están cerca y aun con los que están lejos.

             Porque el hombre es un solo hombre y todos los hombres.

Somos habitantes de un mundo donde la imaginación, la memoria, la experiencia, el espíritu y el amor, seden su espacio a relaciones de fuerza o, a la voluntad ciega que establece el Gran Poder. Los seres humanos no pasan los días y las noches, las fatigas y las esperanzas, compartiendo con un dialogo amistoso, la búsqueda de un mundo mejor que aquel que encontraron. Al decir de Francisco de Petrarca:

 En cualquier parte que uno escoja para sentarse, tendrá a la otra persona como compañero”.

Que el mundo de la técnica, del dinero y del poder, desgarraron los contenidos espirituales de la experiencia; de la experiencia que se comunica “boca a oído”. Pero también desgarran el espíritu de la lengua y la creación. En el mundo moderno no sólo somos huérfanos del otro, sino que el saber y el lenguaje, ya no acuden al ser humano para hacer de la vida en la tierra más digna y más humana. En la actualidad vivimos en medio de la mendicidad del espíritu, del pensamiento y los sentimientos, y esto se convierte en una tragedia fundamental de la Condición Humana: la vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra –al decir de Hannah Arendt.

Sabemos por la experiencia o el saber, que ninguna relación abstracta o virtual, puede reemplazar al encuentro físico y espiritual entre los seres humanos. Escuchar la voz de un ser querido, ver su rostro o compartir juntos las dificultades del camino de la vida hasta la muerte, posibilita alcanzar, entre otros, fragmentos de eternidad. He ahí lo sublime y sagrado del ser humano, que mora en todos y cada uno de nosotros. Eso que posibilita pasar de homo economicu y homo juris, a ser persona.

Definir la civilización y la cultura occidental como técnica se convierte en una frivolidad. Pero, es importante concebir la técnica y la ciencia como valores que posibilitan el desarrollan de las actividades creadoras e intelectuales, en la modernidad. Así que, la técnica como conjunto de instrumentos o máquinas en funcionamiento, son medios materiales para que se realicen los fines del hombre. La definición antropológica de la técnica se expresa como algo instrumental al servicio del hombre, que utiliza para alcanzar unos fines determinados.

De ahí que la civilización actual tiene una relación especial con la ciencia y fundamentalmente con las ciencias naturales, la física cuántica, la cibernética y ahora con la informática, la telemática y la Inteligencia Artificial. Este es un rasgo que la diferencia con las formas de la ciencia y la técnica de la Antigüedad. El hombre moderno no sólo es un hombre tecnificado, sino que también responde a las variables y a los fines de las ciencias modernas. Somos parte del mundo del colectivo técnico y de la técnica; como los griegos eran parte del mundo del Titán y del titanismo.

Existe una relación intrínseca entre las investigaciones científicas y los descubrimientos técnicos en la modernidad. En el mundo griego, por así decir, el desarrollo de las ciencias no lo acompaña el desarrollo técnico. Se constata en la literatura del griego Antiguo, por ejemplo, Plutarco en “La vida de Marcelo”, al referirse a Arquímedes. Éste consideraba que la reflexión sobre geometría aplicada a las cosas sensibles o corpóreas, eran algo vil, bajo y mercenario.

O, lo que es lo mismo, el arte que tuviera que ver con la utilidad y la praxis de las cosas hechas por las manos del hombre, no era un arte que exalta la belleza y la esencia de la naturaleza, sino adherido a las necesidades humanas. En la Polis o Ciudad-Estado quienes vivían en la esfera de la satisfacción de las necesidades eran los esclavos o, las personas carentes de libertad. Quien no era ciudadano libre de la Polis griega.

Martín Heidegger reflexionó sobre la técnica desde una pluralidad de umbrales y llegó a pensar que la exactitud de la técnica no expresaba lo verdadero. Que la verdad de ésta no se encontraba en el instrumento, sino que la verdad de la técnica moderna estaba oculta en la pregunta por la esencia de la técnica. Que sólo puede desvelarse desandando lo andado del término técnica y, ese ámbito es el del mundo del griego Antiguo que aparece en el concepto de Techné. Lo importante de la reflexión de Heidegger es que, hace un punto de inflexión y expresa que es necesario referirse a él para comprender la esencia o la verdad de la técnica moderna. Así, la técnica como instrumento no contiene ni agota la esencia de ésta, porque lo trasciende. Entonces, ¿Qué se esconde detrás de la esencia de la técnica? Expresa Heidegger: la libertad del ser humano.

El poeta Friedrich Hölderlin dijo: “Donde hay peligro crece también la salvación”. Lo salvo en Heidegger no tiene que ver con la teología o, la religión judeo-cristiana sino con el saber; con el transitar los caminos del saber y del pensar. De ahí que la pregunta por la técnica supone un pensar, un modo de sabiduría o, una episteme que devela la esencia o la verdad de la técnica. Cree que, si la vemos desde esta perspectiva, la técnica obtiene un carácter liberador.

Como expresó Edgar Morín, en El País de 28/01/2024: 

“Cabe señalar que el progreso del conocimiento, al multiplicarse y compartimentarse mediante barreras entre las distintas disciplinas, ha provocado un retroceso del pensamiento, que se ha vuelto ciego. Ligado al dominio del cálculo en un mundo cada vez más tecnocrático, el progreso del conocimiento es incapaz de concebir la complejidad de lo real, y especialmente de las realidades humanas. Esto conduce a un retorno al dogmatismo y al fanatismo, así como a una crisis de la moral por el auge del odio y la idolatría”.

En la actualidad estamos inmersos en una pluralidad de crisis generadas por el progreso de las ciencias y la técnica, de una parte; de otra, por el predominio del Estado técnico absoluto. De ahí que los avances científicos y tecnológicos, no han podido resolver los retrocesos antropológicos en la actualidad. Así lo confirman las guerras nacionales, las guerras entre naciones, el hambre, la violencia, el desempleo, las enfermedades, la discriminación, el racismo, las desigualdades sociales, educativas o culturales y la falta de oportunidades para un sector importante de las sociedades actuales.

Actualmente estamos dominados por potencias políticas, económicas y tecnológicas, que no sólo están estructurando y poniendo en funcionamiento, sociedades sumisas, disciplinadas, uniformes, que responden al Gran Poder: Y, por el incremento del desarrollo armamentístico estamos abocados al desastre total o, por la utilización de las armas atómicas a la desaparición de la vida humana sobre la faz de la Tierra. Así que, las armas atómicas son la espada de Damocles sobre la nuca de la humanidad. 

Como dijo el expresidente John F. Kennedy:

Cada hombre, mujer y niño vive bajo una espada de Damocles nuclear, colgando por el hilo más delgado, y que puede cortarse en cualquier momento por accidente, error de cálculo o locura. Las armas nucleares deben abolirse antes de que acaben con nosotros”.

En un mundo enloquecido por el desarrollo de las armas, las guerras y la violencia, se olvida que “lo mejor del hombre se relaciona con el milagro del lenguaje; y hasta ahora la humanidad y ese milagro han sido indivisibles. Si el lenguaje perdiera una parte de su energía, el hombre se volvería menos humano. La historia reciente y la ruptura de comunicación entre enemigos y generaciones muestran de manera inquietante lo que significa esa disminución de humanidad” – expresó George Steiner en el texto “Extraterritorial”.

Si esto acontece en la actualidad el esclarecimiento de las confusiones lingüísticas se convierte para los Poderes Mundiales, en las sociedades democráticas y autoritarias, en esclarecimiento de las palabras y las acciones humanas. Porque el examen de las palabras es, el del pensamiento y, de todas las perspectivas y de todas las formas de vida. Por eso en la actualidad tanto en el espacio político o social, ciertas palabras tienen que recuperar su verdadero sentido. Y, sólo puede provenir del análisis, la interpretación, la crítica o, las fuentes de la “sátira política”.

En los Estados y sociedades autoritarias se trata de romper el cerco. De trascender los límites del poder y desde la crítica social, la libertad de expresión y la zona del pensar y la participación ciudadana; hacer grietas al Gran Poder del Estado y al partido único. De esa manera los derechos de los ciudadanos y sus libertados posibilitan crear partidos alternativos que posibiliten poco a poco la democracia social y libertaria. Se trata de romper el cerco no con la fuerza ni las armas, sino con la palabra, los sentimientos y el pensamiento. Los gobiernos autoritarios no soportan el carácter imprevisible del otro, o de los otros, es decir, de la sociedad. Porque objetivan (en el Estado y las instituciones, la policía, los cuerpos de seguridad, el partido, la ideología), la libertad. Es decir, la posibilidad de fiarnos de nosotros mismos. Los autoritarios aman la uniformidad, la homogenización, la coacción, el dominio y el ejercicio del poder.

Cuando hablamos de democracias parlamentarias y libertades, no nos situamos en los umbrales de eufemismos lingüísticos, sino en la democracia real: lucha contra la injusticia social y jurídica, la pobreza, el sufrimiento de los desamparados, el secuestro, el terrorismo, la corrupción, el racismo, el desempleo, la discriminación en todas sus formas, etc. Porque la democracia pasa por el filtro del respeto a la dignidad humana, la libertad de expresión, de escribir, de pensar y del derecho a la vida. Estas son categorías que forman parte de las cualidades del “Ser” y el “Existir”.

“Somos nosotros los que nos formamos el mundo, y lo que nosotros vivimos no está sujeto al azar. Es nuestro interior el que atrae y selecciona las cosas: el mundo es como lo hemos creado nosotros”. (Ernst Jünger). Por eso la estética o la filosofía enseñan, que el mundo está ahí para interrogarlo. “Cada uno de nosotros es capaz de transformar el mundo”, el enorme significado que ha sido legado a los hombres. De ahí la importancia de la palabra y las reflexiones del pensamiento, en la esterilidad intelectual y cognitiva de la época actual.           

En nuestra época, el poder de seducción que posee la imagen y los diversos lenguajes digitales, lo constata. En el umbral de lo estético, por el contrario, se intuye la presencia de condensaciones de tiempo, que se entrecruzan con lo eterno y atemporal, es decir, lo mágico. Si la literatura, el arte, la poesía, o la música, posibilitan otras esferas de existencia y de experiencia; el lenguaje se expresa como algo misterioso que responde a modificaciones en nuestro interior y al sentido de la Condición Humana.

                                           T. S. Eliot dijo:

                          Tuvimos la experiencia, pero perdimos el sentido,

                           Y acercarse al sentido restaura la experiencia”

                                        Madrid-España a 24/03/2024             

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 10 de marzo de 2024

 

                            REFLEXIÓN SOBRE EL MUNDO ACTUAL

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Ernst Jünger expresó que, “nosotros consideramos, pues, una característica de una prestación elevada que la vida sea capaz de distanciarse de sí misma, o, dicho en otras palabras, de sacrificarse. Eso no ocurre en ninguno de los sitios donde la vida se reconoce a sí misma como el valor normativo y no se contemple meramente como un puesto avanzado”. El hecho de la objetivación en la vida de las personas, lo consideramos de una importancia elevada. Que el hombre se convierta en objeto o en número es, sólo una “Figura” por las que se expresa la tecnología y el Gran Poder.

Así que, se considera al ser humano consciente y libre como objeto. Y, esto no resulta extraño en una época de alto desarrollo técnico, el problema surge cuando la persona individual es arrojada a la sociedad de masas y a la cultura de masas y le coartan los derechos individuales o, la libertad que lo determina. Esto está sucediendo en algunos países como China, Estados Unidos, Corea del norte, Hungría, Rusia, Venezuela, Nicaragua, etc. Donde los derechos se los apropia el Estado, en nombre de la seguridad, la verdad, la justicia, la salud pública o la preservación de la unidad nacional. Así observamos que el Estado técnico lleva a cabo intrusiones horrorosas en la vida privada y pública de los ciudadanos.

La impresión que hay en la actualidad es que la economía, la técnica, la industria se han alejado de los elementos y situados por encima de ellos, se nutren más o menos de su sustancia. (Jünger). En la época actual el ser humano es incapaz de ver las perdidas. En el desarrollo de la técnica se han podido percibir los progresos de las ciencias naturales, biológicas o químicas, (de la informática, los medios de comunicación rápida y simultánea, de Internet, la Inteligencia Artificial, las redes sociales, etc.), pero no los retrocesos de la sociedad. (Walter Benjamín). No se percibe el lado destructivo del desarrollo de la tecnología, porque somos extraños al lado destructivo de los elementos y de la vida. Así que, éstos se deterioran en nombre del poder, del dinero, la técnica y el progreso.

Si la iluminación técnica nos enceguece, no podemos ver lo que oculta tras de sí. Estamos anestesiados por la técnica e incapaces de percibir el dolor, la destrucción, el sufrimiento, el peligro, el miedo o la muerte, que arrastra tras de sí. Sólo se percibe como instrumento, pero no la esencia que la determina. Es decir, el saber y la libertad.

Ya empiezan a verse en sus grietas personas que luchan por conservar la estabilidad del sistema ecológico y la relación que tiene el hombre con las estrellas. El ser humano se ha dado cuenta que la técnica sirve a la sociedad no sólo para la producción de mercancías o, de armas para la guerra o, para acumular ríos de oro en selectas minorías, también para dar “confort” y bienestar al ser humano. La técnica no es algo neutro. La esencia que la constituye obedece a relaciones de poder. La esencia de la técnica esconde tras de sí el ser como voluntad de poder. Se trata de convivir con la técnica y llevar a cabo un punto de inflexión para que esté al servicio del hombre.

Sabemos que el Estado tecnológico expresa la voluntad de poder y de saber, que es insaciable con los elementos. En el Génesis el mundo es dado al hombre por Dios como despena y morada. Una despensa que el hombre alteró, violentó y, se está agotando ahora. El cambio climático y su efecto invernadero. Así, la abundancia de los elementos a la que se refiere Hesíodo, tocan su fin. Se necesita un nuevo reordenamiento del mundo, de las sociedades y una relación distinta con los elementos y el universo. Quizá podría establecerse la tesis que el “orden visible” se ordene de acuerdo al “orden invisible”.

Así que, las cosas visibles que aumentan la sensibilidad -el dolor, el sufrimiento, el odio, el horror, el hambre, la guerra, la violencia, la muerte-, den paso a las cosas invisibles, inefables, sagradas. El hombre técnico abandonado a la sociedad de masas y a la cultura de masas, está perdiendo la armonía interior. Como, asimismo, aumenta el número de médicos en la misma proporción en que se pierde la capacidad curativa. (Jünger).

Es necesario que se nos caigan las escamas de los ojos como se le cayeron a Pablo en el camino de Damasco. Para que los elementos se abran a los hombres llenos de magia y color como campos en flor. Entonces, con los ojos abiertos veamos lo íntimo e inviolable de los elementos y de esa manera brille la luz del Ser o, de las Musas.

En momentos como esos la naturaleza y la vida cobran a menudo un sentido prodigioso. Un sentido sagrado y eterno para que el hombre valla allende del espacio y el tiempo. En este acto humano, divino y estético, se transustancia la palabra y la vida de los hombres. En esos momentos acuden poderes mágicos o sagrados que llenan el vaso interior de cada uno de nosotros. Son encuentros numinosos que ayudan a soportar el peso de la existencia y, además, ver que se oculta detrás del forro de los fenómenos. 

En esta época de alto desarrollo tecnológico estamos anonadados por los instrumentos técnicos, la función y la utilidad que desempeñan en la sociedad. Hemos ido entregando poco a poco la libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual. La seguridad y la vigilancia brindan la experiencia de lo estable. El hombre planifica y su hacer está supeditado a la técnica, a la ciencia y a la estadística. Se trata que el pensar futuro desenmascare lo que oculta la experiencia de lo estable en el Estado, las instituciones, el orden jurídico o los parlamentos.

Además, el Estado técnico absoluto, los técnicos y el mundo técnico, darán paso a la ciudadanía libre, igualitaria y fraterna para la democracia. Sabemos que el mundo técnico y el colectivo técnico ponen en tela de juicio la esencia de la civilización democrática. Se necesitan actores significativos que prevalezcan sobre el mundo técnico y el colectivo técnico; así se develaran a los hombres cosas prodigiosas y divinas jamás imaginadas.

                           Martin Heidegger dice que,

la esencia de la técnica porta en sí la iluminación y la verdad del ser. Se trata de develarla en su claro para que se manifieste la verdad del ser y la esencia del hombre y del lenguaje. Esto posibilitará un mundo más humano y vivible”.

Abriéndose en el camino del ser y la esencia del hombre, la experiencia de lo estable llega al lenguaje. En efecto, en su decir, lleva al lenguaje sólo lo inexpresable, las mentiras del poder. De este modo, el lenguaje se alza por encima de la experiencia de lo estable y comunica el brillo de los contenidos espirituales en medio de la oscuridad del mundo. Además, posibilita percibir la verdad no como algo establecido e inamovible, sino como advenimiento del ser y la esencia del hombre. Sólo así el lenguaje es misterioso y reina en nosotros. (Heidegger).

Sabemos por los anales de la historia y de la cultura, que lo misterioso, la miseria y la grandeza del ser humano, desembocan en el lenguaje. Éste comunica las desdichas y las grandes virtudes de los seres humanos. Desde la Antigüedad se expresa en las formas estéticas, los mitos, los rituales, la música, el arte, la religión, la filosofía. Así, el arte es una voz que habla, un esfuerzo para plasmar una visión en una forma material concreta- al decir de Vico.

Jünger capta el desvelamiento del arte en la época actual, al decir en el texto La Tijera: “Lo que el arte tiene son horizontes, no un horizonte. En eso se asemeja al Universo, es universal. La contemplación puede llevar a un recogimiento íntimo, a vistas panorámicas sobre cordilleras; las formas se funden. La persona individual podrá olvidarse de que alguna vez le produjo entusiasmo un gran poema, o la Mona Lisa. Pero esas cosas provocaron un cambio en ella, aun cuando las fuerzas de su espíritu decaigan o, aunque fuese la madre quien, con la corriente de la sangre, trasmitiese aquello al no nacido”.

Asimismo, Heidegger expresa en Carta que, “el destino del mundo se anuncia en la poesía sin haberse revelado todavía como historia del ser. Por eso, el pensar histórico universal de Hölderlin, que llega a la palabra en el poema “Andenken”, es más esencialmente inicial y, por ende, está más preñado de futuro que el mero cosmopolitismo de Goethe. Por lo mismo, la relación de Hölderlin con lo griego es algo esencialmente diferente del humanismo”.

El lenguaje posibilita que advenga el ser y el hombre exista, que aclara y oculta su esencia. “Sólo cuando el lenguaje es llevado a la plenitud de su esencia es histórico, el ser queda preservado en la memoria”. De este modo, el ser humano y las generaciones históricas, alcanzan la memoria y la rememoración. Por eso, el decir que piensa trae a colación la relación de la verdad del ser y la esencia del hombre. Entonces, podemos percibir la humanidad del hombre en el lenguaje y en su obrar. Cuando el lenguaje oculta la verdad del ser y la esencia del hombre, el decir se falsea. Hace que lo aparente, fútil y mentiroso ocupen la “casa del ser” y la morada del hombre.

Esto posibilitó que el lenguaje se convirtiera en signo o, en imagen. En la actualidad las imágenes son más fuertes que las palabras. Estas no necesitan ser traducidas y actúan de manera directa. La enorme afluencia de imágenes favorece un nuevo analfabetismo. La escritura se sustituye por signos; pues, observamos una decadencia de la ortografía. La consecuencia que se sigue es una vulgarización de la gramática. (Jünger). Recordemos que, en la década del treinta del siglo XX, toma el poder en Alemania el totalitarismo nazi. Entonces, el lenguaje es vaciado de sus contenidos y se vulgariza, se convierte en instrumento de poder, de demagogia, de engaño, de mentira y de odio.

También en la actualidad lo hace el lenguaje de los populistas, los nacionalistas, los autoritarios, el radicalismo religioso, que se valen de las necesidades humanas y de la parálisis de los partidos tradicionales y de las elites del poder, para destruir la acción política desde dentro de las instituciones y las libertades democráticas. Destruir la vida en común entre los ciudadanos. Entonces, en un Estado democrático Social de Derecho agrietan las bases donde se asienta. No podemos olvidar que la democracia es frágil como un niño recién nacido, por eso tenemos que cuidarla y fortalecerla cada día de nuestras vidas. Porque el destino de los pueblos se fundamenta en la libertad, la libre decisión, la voluntad popular y la democracia participativa, y, no en el odio, el racismo, la xenofobia, la discriminación, la violencia, la guerra, el hambre, el sufrimiento o la muerte.

Estamos caminando sobre un desfiladero estrecho y funesto, que impele a los hombres a la destrucción de la vida, del pensar, de la experiencia y del lenguaje. “En cada uno de los niveles es posible una mutación, igual que en cada momento es posible la muerte”. Asistimos por la primacía de las imágenes sobre el sentido de las palabras, al final de un ciclo. “Lo que sigue es un tiempo sin historia, de duración indefinida, que puede resultar agradable o, en todo caso, no trágico, según el modelo de ese “último hombre” que nos anunció Nietzsche y que nos ha descrito Huxley. (Jünger).                                                                                                                                                    

Se necesita un “tipo” de hombre que contribuya a restaurar la esencia que mora en él y en cada uno de nosotros. Que todos formemos parte de un nuevo “orden” en la historia universal y que la capacidad de análisis y de juicio como una actividad importante, permita compartir-el-mundo-con-los-demás. Que nos posibilite orientarnos en el ámbito público y en el mundo común. Un orden que trascienda el nihilismo, los anti-valores o el irracionalismo, y posibilite la proximidad Tierra y Cielo, Mortales y Divinos. Así de esa manera, pueda advenir la verdad del ser, la esencia del hombre o, la Revelación divina.

“En esta proximidad –dice Heidegger- es donde se consuma, si lo hace, la decisión si acaso Dios o los dioses se niegan a sí mismos y permanece la noche, si acaso alborea el día de lo sacro, si puede comenzar de nuevo en ese amanecer de lo sacro una manifestación de Dios o de los dioses y cómo será”. Así que, en el mundo actual lleno de atrocidades, mentiras, discriminaciones, hambre, xenofobia, desplazamientos, odios, violencia, guerras y muertes; hora es, que “los dioses salgan de sus escondites” –como dijo el poeta Hölderlin.

Heidegger piensa que “lo sacro, el único espacio de la divinidad, posibilita la dimensión de los dioses, y que llega a manifestarse si previamente, y tras largos preparativos, el ser se ha abierto en su claro y llega a ser experimentado en su verdad. Sólo así comienza, a partir del ser, la superación de ese desterramiento por el que no sólo los hombres, sino la esencia del hombre, vagan sin rumbo”.

No podría ser menos, la atmósfera que reina en el mundo es contradictoria e inextricable -en unos sitios es prometeica, con grandes fuegos y manos tendidas hacia las estrellas, en otros es apocalíptica, con sentimientos de culpa que remuerden la conciencia. Nietzsche es optimista, Spengler ve parcialmente la fatalidad –como el acabamiento normal de una cultura. (Jünger). Algunos seres humanos perciben el milenio que comienza con optimismo y alegría; mientras otros, con el pesimismo de la fatalidad. Se perfila un tiempo en que los lenguajes digitales abarcarán el espectro humano, que se esconde detrás de las Redes, la Inteligencia Artificial y las imágenes para ocultar su verdad. Y, otro donde las calamidades elementales y las guerras globales darán cuenta de la existencia del hombre sobre la Tierra.

Entonces, por así decir, “una única maniobra ejecutada en el cuadro de distribución de la energía conecta la red de la corriente de la vida moderna –una red dotada de amplias ramificaciones y de múltiples venas”- a la corriente del Gran Poder: Al Estado y sus instituciones, las Compañías transnacionales, al Capital financiero internacional, al dinero bancario, a las bolsas de valores, a la Industria militar, a la Inteligencia Artificial, a las redes globales e Internet, etc.

Ese umbral configura un mundo donde los seres humanos son incapaz de ver y detenerse a reflexionar. Un mundo grotesco y excluyente para la esencia del ser humano. Un mundo donde somos incapaz de tenerlo en común y compartir los valores morales y culturales con los demás. Somos parte de un tiempo determinado por las Plataformas Digitales, la Inteligencia Artificial, que condicionan la vida “subjetiva” y “objetiva” de los seres humanos. En este orden, cada ser humano cumple la función que le corresponde y está ubicado fuera de la obra, “se ha salido de ella. Ésta se ha vuelto autónoma, y ahora el ser humano deviene más sustituible y prescindible.” Parece que nos convirtieran en esclavos, y, por ende, no disfrutamos de la libertad ni de la realidad que vivimos. Porque ésta es un constructo velado por la técnica y las selectas minorías.

Además, el ámbito de las máquinas, la física, la Inteligencia Artificial, la neurobiología, el ciberespacio, la biotecnología, se convirtió en prisión para la mente y el espíritu. Se trata de trascender el sentido instrumental de la técnica y ponerla al servicio del hombre. Entonces viviríamos una especie de catarsis y los fenómenos naturales o los elementos, tanto como los hechos humanos, se percibirían no sólo con los sentidos, sino, ante todo, con los ojos del espíritu.

En el mundo actual el hombre masa es siervo de las máquinas y del Gran Poder; niega la libertad y afirman el determinismo. Estamos vigilados las veinticuatro horas del día, saben dónde estoy, qué hago, qué pienso, cómo actúo, qué gustos tengo. El ejercicio del poder necesita que se diluyan los sueños, la fraternidad, la esperanza y el amor, en el ámbito de objetos virtuales. O, en otras palabras, en el espacio de la Cultura del artificio. Se trata de destruir la capacidad de asombro, de percepción, de análisis o, de crítica. Es decir, que el sentido de realidad esté prisionero en las imágenes y las representaciones del mundo y su realidad, que ofrece el Gran Poder como verdad.

Por eso el mundo de las máquinas y las redes de información rápida y simultánea, se expresan sustituyendo la experiencia de lo estable. La experiencia del sentido común que nos desvela la naturaleza del mundo y su realidad en la medida que se trata de un mundo común. En este ámbito no existe correspondencia entre el mundo simbólico de la mitología y el mundo de la técnica moderna. Y, esto produce una cierta angustia respecto al destino del hombre sobre la Tierra. Porque no sólo destruye el hilo de la historia, también los usos, las costumbres, las tradiciones, los mitos, los rituales, los lenguajes naturales y el pensar, que han dado coherencia a los pueblos con sus generaciones.

Así pues, lo importante es que la mente y el espíritu sientan las cadenas que tejen los valores en los que se sustentan. En la realidad del artificio, por ejemplo, prevalece el miedo sobre el libre albedrío, el sufrimiento sobre la fraternidad, el dolor sobre el placer, también la desesperanza, el odio y la muerte. Por eso la duda, el miedo y el sufrimiento se ubican en el centro de la existencia. De ahí que en la realidad no exista, porque niegan la zona de la sentimentalidad, de la intuición y los sentidos humanos. En la cadena de producción o, de procreación el ser humano se convierte en número o en objeto.

Así que, estamos organizados y funcionamos respondiendo a los intereses del Capital, del mercado, del consumo, de las bolsas de valores, las financias internacionales, y, por supuesto, respondemos al Gran Poder. Y, en consecuencia, se exalta la crisis de la condición humana. Esa, de la que nos habló Hannah Arendt en el texto La condición humana: la vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra.

Jünger dice que todo lo que tiene que ver con la técnica es confuso: “el mundo se presenta como una arquitectura confusa”. No tiene lógica ni sentido de realidad, ya que, a los ojos de los hombres, es un constructo artificial. No se corresponde con el “verdadero” sentido de realidad. En este orden de ideas, se tiene la sensación que todo lo creado, inventado, coleccionado o memorizado, se esfuma cual pompas de jabón. No somos conscientes que la técnica destruye la memoria, la rememoración, los contenidos de la experiencia, el pensar y el lenguaje. Entonces el ser humano responde a mecanismos que lo trascienden. Que lo diluyen en las relaciones de poder y saber, en el orden jurídico o en la estructura económica. Por eso hay que percibir las esferas del mundo técnico, en su cultura.

En el mundo el hombre de carne y hueso es una ficción deliberada, que responde al Gran Poder. Se convierte en instrumento de poderes abstractos que lo dominan y van más allá de su singularidad. Asimismo, náufrago en la mar de las redes artificiales y estructuras abstractas, sustituyen las necesidades morales, materiales y espirituales del ser humano, por la futilidad, lo estadístico, lo cósico, lo pasajero y fugaz de la existencia humana.

                    Y eso hace del hombre actual un ser sumamente desgraciado.

                                       Madrid-España a 10/03/2024

miércoles, 6 de marzo de 2024

 

                                 Fragmentos sobre el pensamiento de:

                    Martín Heidegger, Ernst Jünger y Hannah Arendt.

 

 

  “La palabra sagrada y divina de Dios está condicionada al advenimiento de la verdad del ser”.

                                                                                   M. Heidegger

 

 “La verdadera sabiduría no es acumular conocimiento, sino vivir en armonía con la naturaleza y los demás seres humanos”.

                                                                                      E. Jünger

                          

                   “La acción es la manifestación más plena de la libertad humana”.

                                                                                        H. Arendt

                                                  

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

En Heidegger, Dios es un ser entre los seres, una existencia más. Sólo a la luz de la esencia de la divinidad puede ser pensado y dicho qué debe nombrar la palabra “dios”. La palabra según Heidegger significa la esencia de la divinidad. La esencia de Dios no reside según él, en la creencia, la omnipotencia u omnisciencia del ser Absoluto, Alfa y Omega de lo que existe. Sino que la esencia de Dios hay que buscarla y encontrarla en el “decir”, la palabra como lenguaje. Éste es el que contiene a Dios y lo define en su esencia. Aquí podemos percibir que Heidegger, ni afirma ni niega la existencia de Dios, sólo desde el pensar la ubica en la casa del ser: el lenguaje. Por eso, el hombre es el pastor del ser y no de Dios.

Así, la existencia del hombre no se origina de un acto creativo de Dios, por amor de su nombre. Sino porque el hombre advine en la esencia de la verdad del ser. Como el lenguaje es el advenimiento de la esencia del ser; que aclara y oculta. En Heidegger hay que comprender y escuchar cuidadosamente todas estas palabras para experimentar como hombre, es decir, como ser existente, la relación del hombre con “dios. Además, pensar la experiencia del hombre con Dios no viene de la “Revelación”, sino de la relación del hombre y la palabra.

Y Heidegger cuestiona, ¿cómo va a poder preguntar el hombre de la historia mundial de modo serio y riguroso si dios se acerca o se sustrae, cuando él mismo omite adentrarse con su pensar en la única dimensión que puede preguntar esa pregunta?    

Sólo entrando el hombre en su pensar puede preguntar por la situación del mundo. Pero el pensar se encuentra en dique seco. O, en otros términos, en la actualidad el pensar se encuentra en crisis. Estamos atravesando el desierto de una época de alto desarrollo técnico-científico, de cultura de masas y de sociedad de masas, donde prevalece la publicidad, el consumo, la velocidad, la futilidad de la vida, la inmovilidad del pensamiento. Como también el desierto del momento oportuno, la ruptura de la relación del hombre y el entorno, del hombre y el mundo, del hombre y el universo, la ruptura con la experiencia y los contenidos espirituales del lenguaje. Desde hace tiempo este tejido de relaciones se entregó a las máquinas, a los lenguajes digitales o, a los algoritmos.

Preguntamos, ¿cuáles son los fines de la técnica en la actualidad? ¿qué se esconde detrás de la voluntad de la técnica y de la esencia que la determina? Que predomine la velocidad, el automatismo y lo siempre-igual, en la vida humana. Que coarte las decisiones y la autonomía de la voluntad, que responden a la libertad. Si estamos en medio de la atmósfera de las irradiaciones de la técnica, la ciencia y la economía, o, de la Inteligencia Artificial, el hombre solo es un grano de arena en el desierto del mundo actual.

Además, por así decir, los que ejercen el poder tratan que el hombre sienta miedo, angustia, dolor y sufrimiento, para que piense constante en las cosas del poder, del espejismo del dinero, del lujo o, de la realidad. Y, esta especie de inseguridad e indigencia, de abandono ante los poderes establecidos hacen de él un ser desgraciado, silencioso, solo, afligido y lleno de amargura.

Ernst Jünger dice que “vemos al hombre meditar, como planificador y pensador audaz, sobre el avance de los procesos y sobre el modo de encontrarles una salida”. Desde otro umbral, “la técnica genera en la persona individual una especie de optimismo, una conciencia de poder generada por la velocidad”. Y cuando las cosas cambian la técnica se traslada de las confortables comodidades a otros ámbitos, y aparece el dolor, el sufrimiento, la catástrofe o, la muerte. Y, en otros, se hace evidente y visible la falta de libertad.

Jünger piensa que el miedo es uno de los síntomas de nuestro tiempo. Es del miedo de lo que vive el Gran despliegue del poder, y la coacción adquiere especial eficacia en aquellos sitios donde se ha intensificado la sensibilidad. De ahí que el problema fundamental de la existencia en relación al desarrollo de los procesos técnicos, lo ubica Jünger en el ámbito de la libertad. Se observa que en favor del automatismo entregamos cada vez más, una porción de libertad. De este modo, las facilidades técnicas procuran numerosas comodidades; pero también la pérdida de la libertad. De ahí que Heidegger diga que el problema que esconde la esencia de la técnica es, el de la libertad.

En este orden, vivimos en una atmósfera pesada y oscura, que impide ver la iluminación de los movimientos del pensamiento, la percepción estética del mundo y de la existencia. Ya no se pregunta sobre la historia universal o el sentido del tejido vivo de la existencia, sino por satisfacer las necesidades biológicas, como el consumo, el lujo, el ocio vacío o, la reproducción. Entonces el ser humano vive una crisis en los elementos del pensar y la esencia de la existencia, que impiden develar el presente y posibilitar los elementos de orientación en el mundo. Por eso hay que apelar a la libertad y confirmar que el hombre es todos los hombres y, que detrás de la oscuridad del pensar o del lenguaje, se ocultan relaciones de poder.

En el mundo actual observamos que la vida biológica prevalece sobre la vida sentimental, espiritual y el pensar.

De modo que, cuando Hannah Arendt analiza la sociedad moderna, su crítica no se reduce a un simple lamento acerca de cómo los modernos concedemos tanto valor a la tecnología, sino que su preocupación básica gira en torno a las perniciosas consecuencias que detecta en el hecho que la sociedad moderna esté organizada alrededor de la labor –que las ocupaciones en que utilizamos la mayor parte de nuestro tiempo y atención sean aquellas a través de las cuales mantenemos nuestra vida biológica y que el valor social de nuestro hacer se conciba en términos, no de lo que cada uno produzca, sino por su función en el proceso productivo colectivo.

Más que mostrarnos esta época como un retroceso paulatino de la naturaleza, nos la presenta como un desmesurado avance de la misma y, por ello, como una progresiva pérdida de mundo común. Sugiere que, en la modernidad, se ha dado una paulatina fuga del mundo, de la pluralidad, hacia el yo, una fuga de la realidad que es al mismo tiempo una huida de la responsabilidad hacia la indiferencia con respecto a lo común.

En este orden de ideas, en el texto La Condición Humana podemos leer e interpretar “una breve teoría de sello fenomenológico que gira en torno a la relación del arte con la tripartición de la vita activa y con la temporalidad –y el significado político y social de la crisis en la cultura”. De modo que, en la teoría de la acción de Arendt, encontramos el concepto de mundo a través de su relación con la vita activa. Que el concepto de mundo común no se reduce a la gente que vive en él. Es el espacio que hay “entre” ellos. El mundo, en cuanto es común, no es idéntico a la Tierra o a la Naturaleza, más bien está relacionado con “los objetos fabricados por las manos del hombre, así como con los asuntos de quienes habitan juntos en el mundo hecho por el hombre”.

Convivir en el mundo significa, en esencia, que un “mundo de cosas está entre quienes lo habitan. Un mundo humano en cuyo seno hay espacio para desplazarse y compartir perspectivas distintas; y cabe recordar aquí que:

“La libertad aparece en el intercambio con los demás y no con nosotros mismos.

Así pues, somos contemporáneos sin saber por qué lo somos. Incapaz de desandar lo andado y rememorar la historia, caímos en el hoyo profundo y oscuro de la desesperanza, el dolor y el sufrimiento. Vivimos una especie de desierto espiritual, mental y sentimental; ya que “el hombre de la civilización, el hombre del movimiento y de los fenómenos históricos, dejó de tomar sus criterios de su esencia inmóvil y sobre temporal, la cual se pone de manifiesto y se modifica en la historia”.

Somos parte de una época de actores insignificantes y de hechos significativos, hay que abrirles paso a los espíritus fuertes. Porque son capaces de ver las perdidas en el borde del abismo, lo que oculta la oscuridad. “En ese proceso lo heredado medita sobre aquello que está en el fondo de todas las herencias”. Es una confrontación solitaria y en eso reside su encanto, porque el ser humano se enfrenta a sí mismo. Y ese desafío no necesita de juez, de sacerdote, de burócrata, de banquero, de político. “En esa soledad el hombre es soberano a condición que tenga conocimiento de su rango.

El ser humano en este sentido es: el Hijo de Dios y Redentor de los hombres”.

                                            Madrid-España a 05/03/2024