Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
En
la actualidad con el predominio de los lenguajes digitales (Facebook, X,
Google, WhatsApp, Instagram, etc.), y la Inteligencia Artificial Generativa, el
ser humano no es consciente de las repercusiones psicológicas, espirituales, materiales,
éticas, morales e intelectivas, que acarrea. Las capacidades cognitivas, de
asombro, de creación, la libertad, se deterioran para dar paso a la Cultura del artificio. Así que, la
memoria y el rememorar, la curiosidad y el momento oportuno, los reemplazará
Google, y el mundo de las cosas y la realidad, dará paso a la base de datos y a
los lenguajes digitales. De ahí que el lenguaje de las máquinas y las imágenes
sean más fuertes que las palabras. Porque lo que se esconde detrás de la
esencia de la técnica es la libertad: de pensar, de imaginar, de asombro, de
juzgar o de Ser.
Así
que, el ser humano delegará a la técnica y a las máquinas, el manejo
responsable de la libertad y de Ser. La pereza mental y de actuar será la
característica de las masas del Siglo XXI. Sólo una “selecta minoría” tendrá la capacidad, la voluntad y el arrojo, para
analizar, cuestionar y criticar, lo establecido como verdad por el Estado Técnico y el Gran Poder.
Sabemos
que la educación forma o deforma la individualidad para siempre. Sí en la
educación de la niñez prevalece la Cultura
del artificio y los lenguajes digitales, esto es, los grandes modelos
lingüísticos de las máquinas, la pereza mental prevalecerá sobre la curiosidad
y la capacidad de asombro. Si la educación se centra y privilegia GPT4 o 5 y
las maquinas piensen y tomen las decisiones por los niños, repercutirá en el
pensar y la Condición Humana: el
nacimiento, la vida, la muerte, la mundanidad, la pluralidad, la libertad,
etc., como la concibe Hannah Arendt.
Esto
será más importante que los Gobierno y los Estados, la economía, las
instituciones públicas o privadas, el desempleo o las financias
internacionales. Entonces, si el ser humano delega la capacidad de pensar, de
juzgar y de Ser, a una máquina, no tendremos futuro como especie. Desde una
perspectiva lingüística el pensamiento dejaría de ser una forma del lenguaje y
se convertirá en una de la máquina. La pregunta, fundamento de la filosofía y
del pensar, da paso a la respuesta lógica, matemática o, a la estadística; y
esto, se convierte en una tragedia fundamental. Así que, los modelos
lingüísticos de las máquinas incentivan la pereza mental y de actuar.
En
las sociedades que se están configurando, el desarrollo de las humanidades será
fundamental, porque dotará a los seres humanos de una “Caja de herramientas” conceptuales, la intuición, la curiosidad, el
asombro, y la experiencia, como herramientas para desarrollar el pensamiento
crítico. La filosofía, la historia, la literatura, la música, el arte, entre
otros, posibilitarán que los individuos y las sociedades florezcan, que seamos
más sensibles, imaginativos y creativos, con nosotros mismos y el mundo y la
realidad del que somos parte.
Desde
el umbral de la filosofía, Heidegger cree que, la técnica moderna no es una
“herramienta” y no tiene que ver con ella. Dice que hasta ahora no hemos
encontrado una manera de responder a la esencia de la técnica. Que en el mundo
de la técnica moderna “todo está funcionando”, el “funcionamiento impulsa a uno
mayor”. En Heidegger, esto quiere decir que, “la técnica desaloja cada vez más
al hombre y lo desarraiga de la tierra”. El hombre está alienado de la tierra,
del mundo y su realidad. En su esencia es algo que el hombre no domina por su
propio poder. Piensa que la técnica es un “imperar”, cuyo poder escapa al
control del hombre. Por eso define la
esencia de la técnica como “estructura de
emplazamiento”, idea que toma de Ernst Jünger.
Así que, la composición tecnológica del
mundo, la define como un modo de existencia humana que determina el obrar y el
pensar del hombre. Éste no puede escapar del control que ejerce la técnica
sobre él. La técnica se convirtió en el vestido del hombre moderno. Ha
penetrado tanto en la naturaleza humana, que ya toca las partes blandas del ser
y del existir. Aquí se trata de indicar la necesidad de preparar una relación
libre respecto a la esencia de la técnica, es decir, despertar el Ahí-ser a lo que ahí está-siendo. Pensar
la técnica parece ser la suprema manifestación de un obrar, un quehacer que
supera toda praxis, aunque consista en un decir, en traer a la palabra que
desvela, revelando el velo del ocaso del ser en su última morada.
Para
Heidegger, La pregunta por la técnica,
es algo esencial en su reflexión epistemológica y ontológica sobre el ser y la
verdad. Porque así le posibilita comprender el fenómeno planetario de la
técnica y cómo configura el rostro de nuestra época. Por eso se aleja de la
definición de la tradición metafísica occidental, tanto griega o latina. Ubica
la Ge-stell, en otro umbral para
hacer La pregunta por la técnica. Ese
algo que impera sobre la libertad del hombre, que lo trasciende y lo domina. De
ahí que el hombre es incapaz de abarcar la técnica, al Estado técnico en su
totalidad; sólo destellos que su tendencia deja tras de sí.
La técnica es aquello que
revela y oculta, el ser. Y define la Ge-stell como la forma colectiva en la que
los seres tienen experiencia.
José M. Esquirol dice que con la esencia de
la técnica moderna nos encontramos en un camino, en una forma de revelación, y
es en ese sentido como cabe hablar de destino (Geschick). No hay coerción dice Heidegger. “Pues el hombre deviene
precisamente libre por vez primera en tanto pertenece al ámbito del (Geschick) y así se vuelve un oyente (Hörender) pero no un esclavo (Hóringer)”.
Heidegger entendía que escuchar libera.
Fijémonos en esta articulación: pasamos del lenguaje del desvelamiento y de lo
que aparece, a la escucha; y la libertad se refiere a esta capacidad de
escucha. A través de la escucha, la libertad sigue estando relacionada, como
siempre, con la verdad en cuanto desvelamiento. Libre lo es quien, advirtiendo
reflexivamente el camino en el que se halla emplazado, sabe corresponder de
manera adecuada.
Ernst Jünger expresó en el año de 1979 en
el texto: “Radiaciones I. Diarios de la
segunda guerra mundial (1939 – 1945): “El mundo a cuyo nacimiento estamos
asistiendo no será el calco y motivos y principios plasmados de una manera
unitaria –surgirá del conflicto, como toda creación. Y una de las grandes
delimitaciones es ante todo la que se traza entre el libre albedrío y la
determinación. En nuestra cabeza, en nuestro pecho es donde están los circos en
que, vestidos con los disfraces del tiempo, se enfrentan la Libertad y el
Destino.
En otro apartado del texto dice: “tiene
tanta fuerza el poder de la libertad que nos es suficiente soñar con ella”. De
ahí que Heidegger diga en La pregunta por
la técnica, que lo que se esconde detrás de la esencia de la técnica es la
libertad. Y Jünger lo expresó claramente: “Sólo el hombre libre deja su
impronta en el destino”.
En este mundo de alto desarrollo técnico
detenernos junto a lo próximo es sumamente difícil; porque el hombre vive
desarraigado, extrañado de sí mismo, por la velocidad y los instrumentos
técnicos. Así que la técnica aleja al hombre de lo familiar, lo habitual y lo
sitúa en los márgenes de su propia esencia. Aquel que posibilita que el ser
advenga y manifieste su verdad, y como ser lingüístico su lengua es, la “casa
del ser”. Heidegger es consciente de las consecuencias de la técnica moderna en
la vida del ser humano como del desarraigo que trae consigo la civilización
actual y “frente a ello expresa nostalgia de la tradicional existencia
campesina”.
“La
técnica arranca al hombre de la tierra y lo desarraiga. Todo lo esencial y
grande sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba
arraigado a una tradición”.
Esquirol corrobora a Heidegger: “Ya no es
posible volver a ser leñadores, ni agricultores, como antes. Pero el pensar y
el poetizar pueden llevar a cabo una especie de nuevo enraizamiento. Falta de
tierra natal” que ayude al encuentro consigo mismo y lo más cercano. Si en la
civilización actual el arraigo en el suelo natal ya no es posible, ¿qué ocupa
su lugar? “El arte, el habitar cabe las cosas, la cosa, el pensar y, siempre,
la cercanía. Ese pensar que se expresa en la cercanía y que tiene su lugar en
el mundo de la técnica se bautiza también con otra palabra: serenidad. Estamos
rodeados de objetos técnicos”. Por eso, es indispensable la labor del poeta y
del pensador; porque nos ayudan a trascender las barreras del determinismo, de
la política y de la cultura. Pero, ante todo, apropiarnos de la libertad para
cortar las amarras de lo establecido como verdad y exaltar la sensibilidad y la
libertad de pensar, ante las fuerzas atávicas y la irracionalidad política
Según Heidegger, la amenaza no le viene al
hombre principalmente de las máquinas y aparatos técnicos, que puedan actuar de
modo mortífero. Sino que ésta se ha introducido ya en la esencia del hombre.
Donde domina lo dis-puesto (el destino del des ocultamiento), hay, en el
sentido más elevado, peligro.
Como
testifica el poeta Hölderlin:
“Pero, donde hay peligro
Crece
también lo salvador”.
En un mundo humanamente en peligro, ¿quién nos puede salvar? ¿el
pensar, el arte o Dios? Sólo sabemos que son caminos que se ofrecen al hombre
para encontrar la iluminación o, la verdad, y como antorchas iluminen los
senderos en la oscuridad para ir al encuentro de la trascendencia. Que al arte
le esté confiada esta tarea –dice Heidegger-, no lo sabemos. Pero si posibilita
dice el poeta Hölderlin: “... poéticamente
habita el hombre sobre la Tierra”. Vivir la vida poéticamente, significa,
elevarse a la altura del desvelar.
En este umbral la estética se convierte en madre de la ética.
Si un día vivimos en el frenesí de la
técnica, la esencia de la técnica posibilitará el advenimiento de la verdad.
Porque la esencia de la técnica no es nada técnico, y al reflexionar sobre
ella, de un lado nos revela su relación con ella y, de otro, existe algo
completamente distinto. Ese otro es, el arte. Que posibilita la constelación de
la verdad, tras la cual vamos [fragen: preguntamos]. Es evidente, que
el arte, la música, la filosofía, nos ayudan a encontrar la serenidad. “Se
trata, en fin, de no cederlo todo a la diafanidad del mundo técnico y su
disponibilidad”. Porque el ser humano perdería la esencia que lo determina: los
sentidos, el pensamiento y el lenguaje, entre otros.
Vistas las cosas así, desde el peligro de
la técnica moderna, podemos ver lo que salva. Así, el arte posibilita que nos
veamos como lugar de la verdad. Además, caminar por esta senda nos posibilita
también descubrir nuestra propia esencia. Podemos decir, por una parte, la
esencia de la técnica oscurece su propio develar, y, por otra, en ella el
hombre puede reconocer la relación de la técnica con la verdad. En cuanto a la
salvación Heidegger hace referencia a la serenidad, el enraizamiento en el
lugar, el pensar y el preguntar. Porque el pensar conduce por la senda que va
más allá del tópico y lugar común, de la homogeneidad, la disciplina, el dogma
y la Totalidad.
Existe en Heidegger una relación entre la
serenidad, la paciencia, la espera, la escucha y la vida campesina. “Permite,
la serenidad, ese escuchar de nuevo la voz de las palabras más originarias. En
la serenidad decimos lo que hemos escuchado. Nuestro decir es un volver a decir
la respuesta escuchada”. Así que, la palabra más profunda procede de la escucha
en silencio y la serenidad. Este escuchar nos salva de la algarabía de los
lenguajes digitales, de la homogenización y de la uniformidad. Y, exalta la
diversidad, la alteridad y la multiplicidad, en el ámbito de las lenguas, de
las culturas, de los movimientos del pensamiento, del ser y el estar, en el
mundo.
Con ello, “el hombre se refiere al ser en un juego de relaciones que lo vinculan
a la tierra nutricia, con la claridad celeste y con el registro de lo divino”
–al decir José M. Esquirol.
Madrid-España a 26/01/2022