domingo, 28 de enero de 2024

LA TÉCNICA: EL PREDOMINIO DE LA CULTURA DIGITAL


 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

En la actualidad con el predominio de los lenguajes digitales (Facebook, X, Google, WhatsApp, Instagram, etc.), y la Inteligencia Artificial Generativa, el ser humano no es consciente de las repercusiones psicológicas, espirituales, materiales, éticas, morales e intelectivas, que acarrea. Las capacidades cognitivas, de asombro, de creación, la libertad, se deterioran para dar paso a la Cultura del artificio. Así que, la memoria y el rememorar, la curiosidad y el momento oportuno, los reemplazará Google, y el mundo de las cosas y la realidad, dará paso a la base de datos y a los lenguajes digitales. De ahí que el lenguaje de las máquinas y las imágenes sean más fuertes que las palabras. Porque lo que se esconde detrás de la esencia de la técnica es la libertad: de pensar, de imaginar, de asombro, de juzgar o de Ser.

Así que, el ser humano delegará a la técnica y a las máquinas, el manejo responsable de la libertad y de Ser. La pereza mental y de actuar será la característica de las masas del Siglo XXI. Sólo una “selecta minoría” tendrá la capacidad, la voluntad y el arrojo, para analizar, cuestionar y criticar, lo establecido como verdad por el Estado Técnico y el Gran Poder.

Sabemos que la educación forma o deforma la individualidad para siempre. Sí en la educación de la niñez prevalece la Cultura del artificio y los lenguajes digitales, esto es, los grandes modelos lingüísticos de las máquinas, la pereza mental prevalecerá sobre la curiosidad y la capacidad de asombro. Si la educación se centra y privilegia GPT4 o 5 y las maquinas piensen y tomen las decisiones por los niños, repercutirá en el pensar y la Condición Humana: el nacimiento, la vida, la muerte, la mundanidad, la pluralidad, la libertad, etc., como la concibe Hannah Arendt.

Esto será más importante que los Gobierno y los Estados, la economía, las instituciones públicas o privadas, el desempleo o las financias internacionales. Entonces, si el ser humano delega la capacidad de pensar, de juzgar y de Ser, a una máquina, no tendremos futuro como especie. Desde una perspectiva lingüística el pensamiento dejaría de ser una forma del lenguaje y se convertirá en una de la máquina. La pregunta, fundamento de la filosofía y del pensar, da paso a la respuesta lógica, matemática o, a la estadística; y esto, se convierte en una tragedia fundamental. Así que, los modelos lingüísticos de las máquinas incentivan la pereza mental y de actuar.

En las sociedades que se están configurando, el desarrollo de las humanidades será fundamental, porque dotará a los seres humanos de una “Caja de herramientas” conceptuales, la intuición, la curiosidad, el asombro, y la experiencia, como herramientas para desarrollar el pensamiento crítico. La filosofía, la historia, la literatura, la música, el arte, entre otros, posibilitarán que los individuos y las sociedades florezcan, que seamos más sensibles, imaginativos y creativos, con nosotros mismos y el mundo y la realidad del que somos parte.

Desde el umbral de la filosofía, Heidegger cree que, la técnica moderna no es una “herramienta” y no tiene que ver con ella. Dice que hasta ahora no hemos encontrado una manera de responder a la esencia de la técnica. Que en el mundo de la técnica moderna “todo está funcionando”, el “funcionamiento impulsa a uno mayor”. En Heidegger, esto quiere decir que, “la técnica desaloja cada vez más al hombre y lo desarraiga de la tierra”. El hombre está alienado de la tierra, del mundo y su realidad. En su esencia es algo que el hombre no domina por su propio poder. Piensa que la técnica es un “imperar”, cuyo poder escapa al control del hombre. Por eso define la esencia de la técnica como “estructura de emplazamiento”, idea que toma de Ernst Jünger.

Así que, la composición tecnológica del mundo, la define como un modo de existencia humana que determina el obrar y el pensar del hombre. Éste no puede escapar del control que ejerce la técnica sobre él. La técnica se convirtió en el vestido del hombre moderno. Ha penetrado tanto en la naturaleza humana, que ya toca las partes blandas del ser y del existir. Aquí se trata de indicar la necesidad de preparar una relación libre respecto a la esencia de la técnica, es decir, despertar el Ahí-ser a lo que ahí está-siendo. Pensar la técnica parece ser la suprema manifestación de un obrar, un quehacer que supera toda praxis, aunque consista en un decir, en traer a la palabra que desvela, revelando el velo del ocaso del ser en su última morada.

Para Heidegger, La pregunta por la técnica, es algo esencial en su reflexión epistemológica y ontológica sobre el ser y la verdad. Porque así le posibilita comprender el fenómeno planetario de la técnica y cómo configura el rostro de nuestra época. Por eso se aleja de la definición de la tradición metafísica occidental, tanto griega o latina. Ubica la Ge-stell, en otro umbral para hacer La pregunta por la técnica. Ese algo que impera sobre la libertad del hombre, que lo trasciende y lo domina. De ahí que el hombre es incapaz de abarcar la técnica, al Estado técnico en su totalidad; sólo destellos que su tendencia deja tras de sí.

La técnica es aquello que revela y oculta, el ser. Y define la Ge-stell como la forma colectiva en la que los seres tienen experiencia.

José M. Esquirol dice que con la esencia de la técnica moderna nos encontramos en un camino, en una forma de revelación, y es en ese sentido como cabe hablar de destino (Geschick). No hay coerción dice Heidegger. “Pues el hombre deviene precisamente libre por vez primera en tanto pertenece al ámbito del (Geschick) y así se vuelve un oyente (Hörender) pero no un esclavo (Hóringer)”.

Heidegger entendía que escuchar libera. Fijémonos en esta articulación: pasamos del lenguaje del desvelamiento y de lo que aparece, a la escucha; y la libertad se refiere a esta capacidad de escucha. A través de la escucha, la libertad sigue estando relacionada, como siempre, con la verdad en cuanto desvelamiento. Libre lo es quien, advirtiendo reflexivamente el camino en el que se halla emplazado, sabe corresponder de manera adecuada. 

Ernst Jünger expresó en el año de 1979 en el texto: “Radiaciones I. Diarios de la segunda guerra mundial (1939 – 1945): “El mundo a cuyo nacimiento estamos asistiendo no será el calco y motivos y principios plasmados de una manera unitaria –surgirá del conflicto, como toda creación. Y una de las grandes delimitaciones es ante todo la que se traza entre el libre albedrío y la determinación. En nuestra cabeza, en nuestro pecho es donde están los circos en que, vestidos con los disfraces del tiempo, se enfrentan la Libertad y el Destino.

En otro apartado del texto dice: “tiene tanta fuerza el poder de la libertad que nos es suficiente soñar con ella”. De ahí que Heidegger diga en La pregunta por la técnica, que lo que se esconde detrás de la esencia de la técnica es la libertad. Y Jünger lo expresó claramente: “Sólo el hombre libre deja su impronta en el destino”.

En este mundo de alto desarrollo técnico detenernos junto a lo próximo es sumamente difícil; porque el hombre vive desarraigado, extrañado de sí mismo, por la velocidad y los instrumentos técnicos. Así que la técnica aleja al hombre de lo familiar, lo habitual y lo sitúa en los márgenes de su propia esencia. Aquel que posibilita que el ser advenga y manifieste su verdad, y como ser lingüístico su lengua es, la “casa del ser”. Heidegger es consciente de las consecuencias de la técnica moderna en la vida del ser humano como del desarraigo que trae consigo la civilización actual y “frente a ello expresa nostalgia de la tradicional existencia campesina”.

La técnica arranca al hombre de la tierra y lo desarraiga. Todo lo esencial y grande sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba arraigado a una tradición”.

Esquirol corrobora a Heidegger: “Ya no es posible volver a ser leñadores, ni agricultores, como antes. Pero el pensar y el poetizar pueden llevar a cabo una especie de nuevo enraizamiento. Falta de tierra natal” que ayude al encuentro consigo mismo y lo más cercano. Si en la civilización actual el arraigo en el suelo natal ya no es posible, ¿qué ocupa su lugar? “El arte, el habitar cabe las cosas, la cosa, el pensar y, siempre, la cercanía. Ese pensar que se expresa en la cercanía y que tiene su lugar en el mundo de la técnica se bautiza también con otra palabra: serenidad. Estamos rodeados de objetos técnicos”. Por eso, es indispensable la labor del poeta y del pensador; porque nos ayudan a trascender las barreras del determinismo, de la política y de la cultura. Pero, ante todo, apropiarnos de la libertad para cortar las amarras de lo establecido como verdad y exaltar la sensibilidad y la libertad de pensar, ante las fuerzas atávicas y la irracionalidad política

Según Heidegger, la amenaza no le viene al hombre principalmente de las máquinas y aparatos técnicos, que puedan actuar de modo mortífero. Sino que ésta se ha introducido ya en la esencia del hombre. Donde domina lo dis-puesto (el destino del des ocultamiento), hay, en el sentido más elevado, peligro.

Como testifica el poeta Hölderlin:

 

                                          Pero, donde hay peligro

                                           Crece también lo salvador”.

 

En un mundo humanamente en peligro, ¿quién nos puede salvar? ¿el pensar, el arte o Dios? Sólo sabemos que son caminos que se ofrecen al hombre para encontrar la iluminación o, la verdad, y como antorchas iluminen los senderos en la oscuridad para ir al encuentro de la trascendencia. Que al arte le esté confiada esta tarea –dice Heidegger-, no lo sabemos. Pero si posibilita dice el poeta Hölderlin: “... poéticamente habita el hombre sobre la Tierra”. Vivir la vida poéticamente, significa, elevarse a la altura del desvelar.

                           En este umbral la estética se convierte en madre de la ética.

Si un día vivimos en el frenesí de la técnica, la esencia de la técnica posibilitará el advenimiento de la verdad. Porque la esencia de la técnica no es nada técnico, y al reflexionar sobre ella, de un lado nos revela su relación con ella y, de otro, existe algo completamente distinto. Ese otro es, el arte. Que posibilita la constelación de la verdad, tras la cual vamos [fragen: preguntamos]. Es evidente, que el arte, la música, la filosofía, nos ayudan a encontrar la serenidad. “Se trata, en fin, de no cederlo todo a la diafanidad del mundo técnico y su disponibilidad”. Porque el ser humano perdería la esencia que lo determina: los sentidos, el pensamiento y el lenguaje, entre otros.

Vistas las cosas así, desde el peligro de la técnica moderna, podemos ver lo que salva. Así, el arte posibilita que nos veamos como lugar de la verdad. Además, caminar por esta senda nos posibilita también descubrir nuestra propia esencia. Podemos decir, por una parte, la esencia de la técnica oscurece su propio develar, y, por otra, en ella el hombre puede reconocer la relación de la técnica con la verdad. En cuanto a la salvación Heidegger hace referencia a la serenidad, el enraizamiento en el lugar, el pensar y el preguntar. Porque el pensar conduce por la senda que va más allá del tópico y lugar común, de la homogeneidad, la disciplina, el dogma y la Totalidad.

Existe en Heidegger una relación entre la serenidad, la paciencia, la espera, la escucha y la vida campesina. “Permite, la serenidad, ese escuchar de nuevo la voz de las palabras más originarias. En la serenidad decimos lo que hemos escuchado. Nuestro decir es un volver a decir la respuesta escuchada”. Así que, la palabra más profunda procede de la escucha en silencio y la serenidad. Este escuchar nos salva de la algarabía de los lenguajes digitales, de la homogenización y de la uniformidad. Y, exalta la diversidad, la alteridad y la multiplicidad, en el ámbito de las lenguas, de las culturas, de los movimientos del pensamiento, del ser y el estar, en el mundo.

Con ello, “el hombre se refiere al ser en un juego de relaciones que lo vinculan a la tierra nutricia, con la claridad celeste y con el registro de lo divino” –al decir José M. Esquirol. 

                                    Madrid-España a 26/01/2022

sábado, 20 de enero de 2024

LA GRAMÁTICA DE LA VIDA

 

 Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

En el ensayo Sobre el dolor, escrito en 1934, Ernst Jünger exalta una nueva escala de valores, reza así. “Ya hoy podríamos decir ciertamente que el mundo de la persona singular que se complace a sí misma y se inculpa a sí misma es un mundo situado a nuestras espaldas y que las valoraciones de ese mundo, aunque aún muy difundidas, han sido derrotadas en todos los puntos decisivos o han quedado rebatidas por sus propias consecuencias. No faltan esfuerzos tendentes a ganar un mundo en que tengan vigencias valoraciones nuevas y más poderosas”. Un aspecto sobresaliente del ámbito técnico-científico consiste en que convierte al ser humano, en elemento fundamental del mundo que configura. Porque transforma la existencia en un campo de batalla.  

Cada instante, cada hora, cada día, el hombre es atravesado, superado, tiranizado, conformado y  objetivado, por ondas y corrientes de energías.

Con respecto al uso instrumental de la técnica y la economía del poder, no hay duda que, “el cuerpo humano se asemeja a una fortaleza que está siendo conquistada trazo a trazo. No cabe duda de que el cerebro está siendo atacado –si se tiene éxito en ese punto habría sido ocupada la ciudadela”. Cabe observar en este ámbito, que el mundo que se configura a la vuelta de la esquina, responderá sólo y absolutamente sólo, a los requerimientos de los procesos y a la técnica, a la economía dineraria y la voluntad de poder.

Esto supone dejar tras de sí las referencias imaginativas, las formas de la sensibilidad, los contenidos de la experiencia y los saberes, que heredamos de la cultura del “logos” clásico. Y el hombre emprende una aventura solo y ligero de equipaje, al encuentro de los espejismos que ofrecen los instrumentos del artificio; entonces distante y frío se aleja de los sentimientos y valores compartidos.

Un mundo ha quedado atrás, y ahora prevalece el de la Gran ciudad. El de las maquinaciones malvadas donde se entrelaza la objetización de la vida y los instrumentos técnicos con la nueva voluntad de poder. El hombre individual entonces se distancia del misterio de los Dioses y las Musas, y entrega su existencia a órdenes de valores que lo trasciende. A poderes, por ejemplo, “en los que celebra sus triunfos una muerte mecánica cuyo dominio no conoce límites”.

Creo, en todo caso, que los espejismos de los instrumentos técnicos y el ejercicio de la voluntad de poder, “jamás conseguirían arrebatarnos el verdadero fondo a que nosotros nos aferramos, más aún, no podrían hacernos dudar ni por un instante de la confianza que hemos cobrado en ello”. Parece que camináramos a tientas, guiados por nuestras abstracciones; de ahí la necesidad de trabajar en el interior del ser humano.

Ahora bien, ¿qué es lo sorprendente del Zeitgeist, el Espíritu del Tiempo que vivimos? En lo que respecta al lenguaje, las imágenes y los lenguajes digitales, se dotan de credibilidad y están poco a poco sustituyendo las palabras. Sus efectos son más fuertes que el sentido de las palabras; ya que las imágenes sustituyen a la realidad. Y estas transformaciones en el orden de la existencia, ruptura y diluye la memoria histórica, verbal, las identidades y la conciencia étnico-lingüística. El mercado, por ejemplo, a través de la publicidad crea falsas necesidades que se vinculan al logro de exigencias ineludibles, y terminan cumpliendo funciones adaptativas. Por lo cual, el valor de las cosas se distorsiona. El sentido o el valor de uso no es lo que importa de las cosas, sino el valor de cambio.

A estas reflexiones hay que añadir que en el siglo XIX y XX, “aumenta en una cantidad y ritmo hasta entonces desconocido el número de las cosas vaciadas, pues el progreso técnico deja constantemente fuera de circulación nuevos objetos de uso”. Dentro del Sistema Global las imágenes y los lenguajes digitales, adquieren tanta fuerza, que incitan a “la circulación de nuevos objetos de uso”. Es decir, la “función” reemplaza el “sentido”. De ahí que las imágenes que ofrece el marketing falsean las verdaderas necesidades humanas. El mercado por medio de la publicidad entrecruza el ámbito psicológico y el virtual. Por eso el mundo de las imágenes, es un mundo que se descompone velozmente, rápidamente se hace necesario erigir uno nuevo y contrapuesto al anterior. Por lo rápido como aparecen y lo veloz como que se alejan, apenas dejan tiempo para diferenciar lo que “es al parecer” de lo que “es”.

Ahora bien, ¿dónde encontramos los vestigios del mundo en el que el hombre se inculpa a sí mismo y se complace a sí mismo? ¿o mejor, los valores que lo fundamentan? ¿por qué la Gramática de la vida se despojó del sentido que le corresponde en esta alta civilización técnica? ¿ocupa acaso la técnica el lugar que le pertenece a la interrogación? Nos hacemos estas preguntas porque en la actualidad, la importancia de la tecnología, del dinero, del mercado, del poder y el armamentismo, ha contribuido sobremanera a degradar la dignidad humana. Esas cualidades que dan vida; que pueden transformar lo físico y material en espiritual; lo transitorio en atemporal; el sin sentido en sentido; es lo que está en juego en esta alta civilización abstracta. Son valores que se sitúan más allá de la ley de causalidad, del tiempo físico y cronológico; porque pertenecen al ámbito de lo sagrado y eterno.

Por eso el lenguaje de la tecnología y los instrumentos de poder, o los “centros de mando”, tratan de utilizarlos y manipularlos al servicio de los poderosos. Pero olvidan que aún en medio de la desesperanza, la violencia, el hambre, el sufrimiento, la guerra o la muerte, se reencarnan en el corazón de los humillados y despojados, como hace la Lechuza de Minerva al anochecer. Y su luz brilla como una constelación de estrellas en el firmamento; y nos revela que existe algo en lo más profundo del ser humano, que es inexpugnable. Son valores que no dependen de la autoridad, el conocimiento, el status; valores que no son inmanentes a la historia, sino trascendentes a ella. Son los que dignifican la existencia, que beben de la fuente del Ser, o de la lengua del Altísimo y Todopoderoso. Son ellos los que levantan al hombre sobre sus propias inmundicias y lo ponen a la altura de las Musas.

En un mundo donde los países desarrollados incrementan el desarrollo armamentístico, las bombas de racimos, las guerras, la mina quiebra patas, los desplazamientos, las migraciones forzadas, la violencia en los países en desarrollo, las especulaciones financieras, la quiebra del sistema financiero internacional, la pobreza, las enfermedades, las pandemias y la muerte; ningún ser humano puede ser indiferente con lo que sucede. Este espejo en el que nos miramos, le importa lo que “hacemos”, por qué lo “hacemos”, y lo qué “somos”. Pero existen personas que la riqueza, la fama, la raza, la nación, la política, el poder, no son lo fundamental en su existencia; esas personas se sitúan en el ámbito de la ética racional libertaria o cristiana o en las esferas de la sabiduría.

En todo caso, el materialismo, el hedonismo o el egoísmo, no determina sus vidas; y se preguntan, ¿somos justos? ¿tenemos compasión por el Otro? ¿por qué cuando el ser humano se despoja de la máscara, luminoso como una estrella aparece el rostro de la jovialidad? Porque saben que lo mejor del hombre está en el interior de sí mismo. Saben que ahí se gesta la falta de ilusión sobre la época; lo bárbaro, lo injusto, el dolor, el miedo, la inseguridad, o la muerte, es lo característico; como también configura el “espíritu destructivo” que caracteriza nuestro tiempo.

Por la velocidad de la vida cotidiana en la Gran ciudad, lo fugaz y veloz con que se presentan las cosas, no somos conscientes de la importancia de los valores espirituales. De lo que mora en el interior de todos y de cada uno de nosotros; aquello que dignifica la existencia humana. Que somos portadores de valores y virtudes perennes, que representan lo mejor de la existencia individual o colectiva. Son los que posibilitan en cuanto ser espiritual y racional, tender a lo que deberíamos ser. Que el ser humano es capaz de aspirar a lo justo, lo bello y lo bueno, como pensó Platón.

Así que, son los valores que posibilitan percibir el grado de dignidad humana. Sí la frialdad del mundo tecnológico borra las huellas del “aura” de las cosas, o destruye el interior del ser humano, la vida dejaría de ser la sensibilidad “mediante el cual Dios realiza sus bodas con la vida despierta y embriagada” –al decir de Thomas Mann. Por eso los valores espirituales dan vida, vida en abundancia, ya que representan lo mejor y eterno del hombre.

En las sociedades contemporáneas los seres humanos han olvidado que la Gramática de la vida, es una forma de educación. Un sistema pedagógico que da cuenta de la dimensión de la condición humana. Nos recuerda que todo lo que existe, es un constructo del espíritu del hombre. Jünger lo corrobora al decir que, “en tiempos de Kant, el ser humano giraba alrededor del conocimiento; mientras hoy giramos alrededor del ser, el destino y el carácter”. Estas son categorías esencialmente lingüísticas y espirituales.

Si la Gramática de la vida es una forma de sistema pedagógico, posibilita precisar la condición humana y ahondar en el autoconocimiento del hombre. Su escala de valores no es piramidal –excluyente y autoritaria–, sino horizontal –libertaria y solidaria–. En esto consiste el verdadero sentido de humanidad. Un lugar donde el hombre con valentía y tesón alcanza la categoría de persona.

En la civilización que vivimos escuchamos un susurro a lo lejos que dice: debes educarte en el significado de las palabras y los actos humanos, para comprender las ideas y el mundo que te ha tocado vivir; debes educarte para construir valores universales y atemporales propios; debes educarte para desarrollar la sensibilidad hacia todo lo que tiene valor real; debes educarte para despertar en ti aficiones que te capaciten para utilizar con inteligencia el tiempo libre; debes educarte en la práctica de las virtudes, que permiten alcanzar la sabiduría y actuar conforme a ella. Porque el mundo materialista y el “logos” del artificio, necesita una educación libertaria y democrática; educación en el espíritu de las humanidades, que nos hará libres. Este sistema pedagógico se basa en tres categorías: la teología, el arte y la filosofía.

Con relación al arte, Jünger expresa una idea sugerente. “El tema de la persona singular sometida a una batida va ocupando de hecho un espacio cada vez mayor en el arte. Es natural que este tema resalte de manera especial en la descripción del ser humano que corresponde realizar al teatro y al cine y, ante todo a la novela. Vemos realmente cómo está cambiando la perspectiva, la descripción de la sociedad que progresa o se descompone va dejando paso a la confrontación de la persona singular con el colectivo técnico y con el mundo peculiar de ese colectivo. Penetrando en profundidades, el autor mismo se convierte en un emboscado; la palabra autoría es solo otro nombre para decir independencia”.

Podemos observar evidentemente que, en las sociedades de masas, la crítica al mundo técnico y al colectivo de ese mundo, proviene de las mentes despiertas y sensibles, con lo que respecta al destino del hombre. Reconocer, por ejemplo, el papel que desempeña el intelectual y el creador, en la realidad de la experiencia que vivimos. “Todos y cada uno de nosotros nos encontramos hoy en una situación de coacción, y los intentos de conjurarla se asemejan a experimentos audaces, a experimentos de los cuales depende un destino mayor”.

En este orden, se vislumbra que, sobre los hombros del hombre actual, cae un peso histórico, una responsabilidad moral que no lo excluye de su responsabilidad ética. En esta alta civilización técnica y científica, observamos cómo los instrumentos técnicos y el automatismo invaden la vida intelectual o práctica de las personas; convirtiéndose en algo preocupante para la cultura occidental reciente. Y, en particular, para los requerimientos del espíritu en su dynamis creadora.

El Progreso, la técnica, el poder político y económico, han posibilitado “ciudades cada vez más artificiales, comunicaciones automáticas, guerras entre naciones y guerras civiles, cárceles, asechanzas sutiles –todas esas cosas han ido recibiendo un nombre geográfico y ocupan día y noche al ser humano”. Se trata de develar que las mutaciones en el orden de la existencia, el lugar donde mejor se captan, es en el lenguaje. Se percibe que el hierro está al rojo vivo y a punto de quemar los últimos hilos que nos unen al mundo de nuestros mayores y a los lenguajes heredados. Todo dependerá de las estrategias, las fintas y las percepciones, que tengamos del mundo que habitamos.

Con relación a la esfera de la Religión nos recuerda George Steiner, que su entroncamiento con la filosofía y el lenguaje, es fundamental para desvelar el enigma de la naturaleza humana y el misterio de la trascendencia divina. Expresa Steiner: “pienso, una vez más, que rechazar las dimensiones metafísicas o religiosas del razonamiento no es inevitablemente un mérito, ya que hablar de los orígenes y la condición del lenguaje es hablar del hombre”.

La experiencia histórica demuestra que la religión está en el pálpito de la cultura occidental. Y negar su influencia en el saber y la experiencia, es un exabrupto. Ahora bien, ¿cuál es la tarea del teólogo en esta alta civilización tecnológica y abstracta? Hacer vislumbrar al ser humano cuáles son las cosas de que está despojado, aun en la mejor de sus situaciones, y cuáles son las cosas poderosas que en él se hallan latentes. Entonces, ¿quién es el teólogo en un mundo de espejismos artificiales como el nuestro? El que conoce allende de la economía inferior la ciencia de la abundancia, el enigma de las fuentes eternas, las cuales son inagotables y están siempre cerca.

El teólogo es el sapiente, el que porta en sí, la sabiduría del mundo, pero también lo oculto allende del tiempo y los cielos estrellados. Es el que descubre el tesoro del ser y sabe sacarlo para bien de la humanidad. Es el que desentierra los tesoros ocultos como un acto humano para la vida, pero también para la trascendencia. En él se encarna lo divino y lo bello que mora en el interior de todos y cada uno de nosotros.

No podemos olvidar que el siglo que acaba de finalizar, vivió bajo la bruma de un clima hostil a la naturaleza humana. El problema de la animalidad política y su repercusión en los centros vitales de la cultura occidental, de una parte; la ligazón entre el confort técnico y la voluntad de poder, de otra; confirman que estamos inmersos en un laberinto oscuro e inexpugnable. Esta actitud ante la vida repercutió en el sentido de humanidad que se ha ido entregado poco a poco a los guardianes del “statu-quo”.

Se trata, en realidad, de develar como los instrumentos técnicos originan un nuevo lenguaje –el “logos” del artificio, basado en las matemáticas, el símbolo y el signo, como IAG (Inteligencia Artificial General), capaz de desempeñar funciones específicas como en los modelos de lenguaje y poder aprender cualquier tarea intelectual. Pero también percibir la relación de los modelos de lenguaje artificial y el ejercicio del poder. Y, cómo el diminuto y frágil ser humano, es obligado a enfrentarse a fuerzas que lo trascienden.

Para Jünger el proceso tiene dos polos –por un lado, el polo del Todo, el cual progresa, en configuraciones cada vez mayores, a través de todas las resistencias. Aquí está el movimiento completo, el despliegue imperial, la seguridad total. En el otro polo vemos a la persona singular; esta es el hombre que sufre, y que se encuentra desprotegido, y cuya inseguridad es también total. Ambos polos se condicionan mutuamente, pues es del miedo de lo que vive el gran despliegue del poder, y la coacción adquiere especial eficacia en aquellos sitios donde se ha intensificado la sensibilidad.

En este tiempo los problemas sociales, nacionales, internacionales y geoestratégicos, como el cambio climático, la Inteligencia Artificial, las guerras entre naciones, el Gran Poder y las selectas minorías que gobiernan el mundo, no tienen estrategias eficaces para abordarlos y buscar soluciones. De ahí que la inestabilidad política se aúna a la inseguridad económica y arrastra tras de sí desigualdades e injusticia social.

El mundo está en una situación caótica y violenta, que responde a una pluralidad de factores geopolíticos, económicos, nacionales y culturales. La violación de las Normas Internacionales, del Derecho Internacional Humanitario, los Derechos Humanos, la violación de las fronteras nacionales, etc., lo confirma. Se necesitan Estadistas con altura de miras y arrojo, para enfrentar las mentiras, las injusticias, las desigualdades y la inseguridad del mundo y la realidad. Como también personas formadas en el pensar y la sensibilidad con el Otro, para que se conviertan en consciencias vivas y críticas, con lo que acaece en la actualidad.

“Porque los únicos lamentos que se escuchan, no son los de los afligidos, excluidos, expulsados de sus territorios y masacrados, sino los de los Poderosos”.

                                    Madrid – España a 19/01/2024

                 

 

sábado, 13 de enero de 2024

 

                                  LA ECRUCIJADA DEL MUNDO ACTUAL

 

       A todos los que sienten miedo y angustia, ante las adversidades de la vida y el destino”

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Por lo acaecido en los últimos espacios de tiempo, existe la sensación que el hombre moderno está sometida al frío asedio y cerco del dolor; y se convirtió junto al miedo, en una segunda naturaleza del ser humano. El hombre actual está siendo despojado de su fortaleza, la libertad, el espíritu, la mente y las tomas de decisiones, y se entrega desnudo y solitario, al festín de poderes fríos e insaciables. Poderes demoníacos que en la actualidad han tomado rostro de nuevo; y el espectro fantasmagórico de los instrumentos técnicos y las máquinas, siembra los campos y las ciudades de desasosiego, angustia y sufrimiento. El camino que trazan se asemeja a una ruta de espanto y miedo, un baile entre rosales.

Sin embargo, la ruta se ofrece y se constituye como el único camino posible de la existencia del hombre sobre la Tierra. Entonces, el ser humano presto corre al festín que brindan esos hombres poderosos, desalmados y demoníacos, en nombre de dioses nuevos; dioses que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, porque necesitan espacio para construir. Este no es otro, que el mundo de los titanes y del titanismo y las máquinas. No es casual que en las atrocidades del mundo contemporáneo desempeñe la ciencia un papel significativo. En los cuadros del Bosco, de Brueghel y de Cranach –nos recuerda Jünger– el aspecto de las máquinas provoca un género especial de espanto: son símbolos de la agresión disfrazada de máquinas, que es la agresión más fría e insaciable de todas.

Sabemos que la vida del hombre contemporáneo está asediada como una fortaleza, por el dolor, la exclusión social, el sufrimiento, el odio y el miedo. No existe ninguna situación de la existencia que escape al asedio. Si la fortaleza cae, y el hombre se convierte sólo, absolutamente sólo, en instrumento de la ciencia, la técnica o el poder, es posible que de paso a una nueva estructura; a una nueva ética, a una nueva estética.

Sobre las grandes ciudades observamos cómo se esparcen negros nubarrones, un vapor espeso y nauseabundo que contrita los corazones y el alma de las personas. Las ruedas están al rojo vivo y los instrumentos técnicos hacen su agosto; significa que la batalla está en el cenit de su esplendor. Sí Nietzsche pensó que era ciudadano del siglo XXI, y lo consideraba su patria espiritual, las reflexiones están ahí. Jünger, cree, que vivimos en los umbrales de la época de los titanes, el confort técnico y el automatismo que arrastran tras de sí, sus propios conocimientos y una nueva voluntad de poder. En su obra El Trabajador, Jünger desde una visión fragmentaria y discontinua como un relampaguear, narra la decadencia y la disolución de los valores del Orden Burgués. Un orden que debajo de la cobija del sentimentalismo y la indiferencia, cree eliminar el hostigante y frío asedio del dolor, el hambre, la injusticia, el miedo o la muerte.

Una razón evidente, los valores existentes no responden ya a las necesidades y esperanzas humanas. Porque su lugar lo ocupa otra figura y, se escuchan los ritmos de la ciencia y la técnica, de una parte; y, por otra, la algarabía del mundo dineral y la fría lengua de los lenguajes digitales. Esta transformación de los valores que anunció Nietzsche y Jünger, condensan el nuevo “tipo” de voluntad de poder. Y una de las formas que tomó en esta alta civilización técnica y de masas es, la nula atención que presta a nuestras necesidades y órdenes de valores.

El dolor y el miedo, son indiferentes a las inferencias que provienen de la escala de valores del mundo moderno. Son indiferentes a la cultura humanista, lo que hace de la vida algo digno de ser vivida, como dijo T. S. Eliot. De ahí que se concatenan con el lenguaje que se habla en la Gran ciudad; el de la técnica, la ciencia, las formas jurídicas, la estadística, el mundo dineral y el Gran Poder. Esta cromaticidad de tornasoles de colores se observa en el paisaje de Occidente, y están sustituyendo las de épocas precedentes.

Así pues, a la vida plácida y segura del Orden Burgués de mediados del siglo XIX y principios del XX, le corresponde una agitada y atormentada en el transcurso del siglo XX y principios del XXI. Y su cristalización más refinada y atroz se observa en la Gran ciudad. Por eso, la imagen que llevamos en nuestro interior de una tranquilidad perdida y unas esperanzas frustradas, tienen mayor autoridad que la verdad histórica. Los hechos podrán refutar esa autoridad, pero no eliminarla. Semejante autoridad tiene que ver con profundas necesidades espirituales, psicológicas y morales. Que durante cientos de años han permitido que las culturas y las civilizaciones, florezcan y mueran sobre el globo terráqueo.

En este orden de ideas, la literatura, el arte, la religión, la filosofía, la arquitectura, la música, la sociología, la arqueología, la antropología, la historia, etc., han dado testimonio de ello. Los sabios saben que la historia se muda y cambia de forma, pero lo esencial que la determina, permanece. Por eso, “el mito es más fuerte que la historia; ésta lo repite en variantes”. En el seno de las colectividades humanas, las variantes del mito casi siempre pasan desapercibidas. Porque los ojos de la conciencia común están obnubilados por lo inmediato y necesario de la existencia ordinaria.

En épocas de crisis o de tránsito, el modelo es más fuerte que la copia; ésta es fugaz como la fragilidad de la existencia individual, mientras el modelo y la esencia, permanecen ante las inclemencias de lo elemental y las atrocidades humanas. Esto permite que el hombre siga luchando por la vida y las satisfacciones que ofrece la existencia cotidiana, y se sobreponga a las adversidades humanas.

En la cultura occidental contemporánea esa sensación de desasosiego, de retorno a lo atávico -la violencia, la guerra, la inseguridad, el sufrimiento, el miedo -, da la impresión que vivimos un nuevo quebrantamiento de los valores. Porque los que sirven como fundamento de la cultura y la civilización occidental contemporánea, no responden ya a los requerimientos más profundos de la Gramática de la vida. Esto crea una sensación de incertidumbre, tanto en el orden del pensamiento como en las acciones humanas. Esa nula atención, por ejemplo, que el miedo y el dolor prestan a los órdenes de valores; son fiel reflejo que estamos inmersos en ritmos de cambios sutiles e imperceptibles.

Así pues, no existe ningún ámbito en la vida de las personas, que permanezca ajeno al vaho narcotizan te del dolor y el miedo. “En épocas tranquilas resulta fácil encubrir el hecho de que el dolor no reconoce nuestros valores”. Pero cuando una vida lozana, robusta y sana, es atacada por la enfermedad o la violencia, sentimos en lo profundo de nuestro ser, incertidumbre y miedo ante las fuerzas del azar o del destino; y sentimos que el mandato de nuestras más profundas convicciones y valores, es incapaz de detener la fatalidad. Entonces, reconocemos las fragilidades y debilidades más profundas ante las fuerzas que nos trascienden.

Como la luz de un relampaguear nos humillamos ante el poder del enigma de lo elemental y la divinidad. Y oramos, levantamos nuestra voz y las manos a nuestros dioses, cómo si esperáramos la comprensión y la recompensa que la vida nos ha negado. Un sentimiento parecido nos sobrecoge cuando muere un ser amado; sentimos en lo íntimo de nuestro ser, un vacío profundo y absoluto, como si un sueño nos trasladara a tierras remotas arrasadas por cataclismos infernales, y viéramos que en ellas reina la soledad y la tristeza.

Somos parte de tiempos insólitos y sobrecogedores donde la amenaza del dolor, el miedo o la inseguridad, se tornan significativamente más visibles. Cuando un coche bomba explosiona en Bagdad, Londres, Bruselas, Egipto o, Afganistán, sentimos que ningún grado de inteligencia, valor, experiencia ni virtud o coraje, es capaz de librarnos de la fatalidad. Somos entonces una civilización amedrentada y amenazada, y algunas veces nos sentimos incapaces de contener la amenaza y la agresión, y, entonces, nos invade la nostalgia, o la duda de la validez de nuestros valores.

Por eso, en esta alta civilización técnica y de política de masas, aun en medio de la crisis financiera más atroz de los últimos tiempos, del ataque a las instituciones democráticas y a la libertad, del paro y el hambre de millones de seres humanos, la discriminación y la xenofobia en los países desarrollados, las diversas figuras del terrorismo internacional y la violencia; el espíritu no debe inclinarse a una concepción catastrófica de la historia ni de la existencia individual. Porque esa visión de las cosas y de la vida niega el precepto divino, que el sentido de la existencia no es inmanente a la historia, sino trascendente a ella.

Así que, por este estado de cosas la consideración pesimista de la historia y de la vida, siempre ha estado presente en la historia de las civilizaciones humanas. En sus orígenes fue avalada por la casta de sabios y sacerdotes; posteriormente, por las religiones monoteístas y la ilusión óptica de reyes y gobernantes; aquende del tiempo, por filósofos como Schopenhauer. Es común, ahora, que el conocimiento y la fuerza del destino, se dejen arrastrar por el miedo y los deseos más secretos que esconden tras de sí, el dolor y el poder de la muerte.

Sabemos, que la percepción apocalíptica del mundo y de destrucción total que primó en el transcurso del siglo XX, está dando paso a una visión fragmentada y discontinua, de violencia y guerras. De la que hacen parte Estados, movimientos de liberación, agrupaciones de paramilitares, los cárteles de la droga, las guerrillas, el fundamentalismo terrorista islámico y la delincuencia común.

Esa visión de futuros campos en ruinas en los que celebra los triunfos una muerte mecánica y automática cuyo dominio no conoce límites; no se corresponde con la realidad del terrorismo internacional. Las medidas preventivas y de protección que los Estados y los organismos internacionales están tomando, nos indican que no son sofismas deliberados que obedecen a dogmas ideológicos o preceptos económicos. Sino una realidad que nos concierne a todos los que creemos en el Estado de Derecho, la democracia, la libertad, los derechos individuales de la persona humana, la justicia social. Por eso, son necesarios los espíritus fuertes que giran sobre sí mismos, que no se dejan arrastrar por la corriente catastrófica de las cosas. Sino que en momentos de catástrofes elementales y de valores en entredicho, nos ayudan a encontrar la salida.

Existe la sensación que sí los valores de la cultura occidental moderna, no responden a las verdaderas necesidades y esperanzas humanas, los lugares donde se gesta la protección y la seguridad de los ciudadanos, se quebranta. Podemos pensar que esta especie de pesimismo paraliza la capacidad de asombro y las reflexiones del pensamiento. “Al crecer el sentimiento de que el ámbito vital en su conjunto se halla cuestionado y amenazado crece también la necesidad sentida por el hombre de volverse hacia una dimensión que lo sustraiga al dominio ilimitado del dolor y a su vigencia universal”.

Sustraer la vida humana del dominio del dolor, del miedo, o de la amenaza a lo desconocido, se convierte para el hombre de hoy en “imperativo”. Casi siempre el presentimiento de las grandes catástrofes está precedido de embaucadores y demagogos, magos y curanderos, hechiceros y profetas, sectarios y dogmáticos, demagogos y farsantes, que se valen de artilugios y mentiras para sustraernos del dominio ilimitado del dolor, el sufrimiento, la angustia y el miedo.

Existen ecos que vienen de la otra orilla del río, y cuya lengua nos comunica “que la seguridad y la protección que una vez nos ofreció el resguardo de la vida privada y la seguridad en las calles; el imperio de la ley; el reconocimiento espontáneo del singular papel económico y civilizador que tienen las artes, la ciencia y la técnica; la coexistencia pacífica de los Estados”; el espíritu que las anima y los conceptos generales que los sustentan, estuvieran resquebrajados.

Semejante anhelo de seguridad y protección que el hombre moderno evoca, tiene que ver con profundas necesidades psicológicas, éticas y morales. No es que volvamos al pasado, a un estado involucionista y atrofiado por el ensimismamiento, sino que el Estado, las instituciones y las sociedades cumplan la función social que les corresponde.

                                                Madrid-España a 11/01/2024

 

miércoles, 3 de enero de 2024

EL NACIONAL POPULISMO: LAS GRANDES CONVULSIONES EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

 

              

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Sabemos que la deriva que la globalización generó fue una reacción violenta en todo el mundo.  Porque los beneficios que generaba eran acumulados por selectas minorías económicas, políticas y culturales. Esto, por supuesto, perjudicó a la clase trabajadora y media blanca de Europa Occidental y norteamericana. Y benefició a algunos países asiáticos y, en particular, a la clase trabajadora de China o Corea del Sur. De ahí que la libre circulación de personas posibilitó una inmigración desbocada. Así, aunque el conservadurismo liberal gane elecciones en la actualidad, sus principios ideológicos, su ideario político, social y económico, se lo está expropiando la extrema derecha, populista y nacionalista. Pero existe una contradicción interna en la derecha populista que consiste en destruir las instituciones democráticas y las libertades fundamentales y, la otra, que no tienen programas para solucionar los problemas sociales, políticos, económicos o culturales de las sociedades actuales.

Por eso vemos que desde el año 2016 la extrema derecha populista gana adeptos y la derecha moderada es paquidérmica, vive un proceso de involución y parálisis para dar respuestas a los requerimientos y esperanzas materiales, técnicos, políticos, morales, sociales o culturales. Son agentes reactivos y no activos ante los acontecimientos históricos del momento. De ahí que Europa Occidental, Norteamérica y Latinoamérica, estén viviendo una época de involución y de reacción violenta ante los principios de la democracia liberal, los derechos políticos y sociales, la libertad de pensar y de Ser, la igualdad de género y el derecho a la opción sexual.         

Ahora, el auge del populismo y la extrema derecha que afecta a los europeos, y con las elecciones a Eurocamara en junio, donde la extrema derecha-populista puede acceder a la Comisión bajo el lema de la crisis migratoria. Pone en jaque al liberalismo y a la socialdemocracia, que componen el ejecutivo europeo, porque pueden dar paso en las próximas elecciones a los euroescépticos y xenófobos. De esta manera el Partido Popular Europeo tiene una responsabilidad histórica con Europa, ya que de él dependerá si los acoge en su seno para formar mayoría parlamentaria, de entrar en la Comisión y condicionar las decisiones parlamentarias. Esto representaría un freno a la Unión Europea respecto a la integración y las políticas sociales o de inmigración. Si esto llega a suceder crearía un clima mal sano en la convivencia de los veintisiete países que la componen. Como está haciendo Viktor Orbán en la actualidad.

Desde otra perspectiva, la izquierda tiene alternativas fuera de los presupuestos de la derecha liberal, como en reformas sociales, laborales, económicas, fiscales, que benefician a los electorales. La izquierda tiene programas e idearios que trascienden a la derecha moderada, a la extrema derecha y al populismo nacionalista. De ahí que sobreviva en pocos países como España con Pedro Sánchez: Presidente del Gobierno.

España es una democracia madura donde se respetan los derechos políticos y sociales de los ciudadanos. También se respeta y funciona la división de poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Donde la Monarquía cumple una función importante dentro del Estado Español y en lo que respecta a las relaciones internacionales con otros Gobiernos y Estados del mundo. Por eso, resulta insólito que, la vida social, la convivencia pacífica y democrática de los españoles, esté siendo alterada por el partido de extrema derecha liderado por José Abascal: VOX.

De ahí que resulta preocupante la concatenación de acontecimientos agresivos y destructivos de la extrema derecha abalados en silencio por el Partido Popular, puedan atentar contra la convivencia pacífica de todos los españoles. Hay que ser contundente en los discursos o relatos contra cualquier acto de violencia que atente contra la paz social y el bienestar de los ciudadanos.

Así que, el simbolismo de la violencia y la crispación que difunde la extrema derecha, ha de ser rechazado no sólo por el PSOE, el PP, sino también por todo el cuerpo social de los españoles. La prudencia verbal ha sido siempre desde que se estableció la democracia en España, un punto de referencia a nivel internacional y nacional. No se puede incitar y jalear a las masas a la violencia y las descalificaciones, porque es peligrosos en un Sistema donde se respeta el Estado de Derecho y las Instituciones Públicas y Privadas. En su conducto, son los líderes políticos los que tienen que estar a la altura de las circunstancias histórico-políticas y la responsabilidad de poner fin a la incitación a la violencia y las descalificaciones del contrincante político.

La derecha moderada representada por el PP, no puede apoyar esta deriva de descalificaciones y violencia callejera, porque es un partido que se ofrece como alternativa de gobierno. De ahí que el dialogo y el entendimiento es una característica de la sociedad y la práctica política española. Y, esto debe parar de inmediato para beneficio de la vida política, social y de convivencia pacífica de todos los españoles. Sabemos que la confrontación, la exclusión y la violencia beneficia a la extrema derecha.

Tengamos presente estas palabras del Editorial del periódico El País del 03/01/2024 que dice:

“Las manifestaciones ante las sedes del PSOE, las injurias a instituciones del Estado, como la Corona, las quemas de banderas o los agresivos gestos entre políticos puede que aún no haya contagiada a la calle, pero son un pésimo síntoma que hay que revertir. Las democracias corren peligro cuando la clase política no solo no aísla a los extremistas, sino que en ocasiones casi los azuza. Las democracias funcionan mejor cuando las Constituciones se apuntalan con normas no escritas: la tolerancia mutua y la contención son guardarraíles imprescindibles. Los discursos del odio tienen consecuencias. Lo hemos visto ya en el Capitolio, en Brasil, en muchos países”.

Por eso, en la actualidad hay que concatenar una pluralidad de elementos para dar respuestas objetivas y coherentes, ante la incertidumbre de las sociedades ante el auge de la extrema derecha en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.  Esta idea es viable para la derecha moderada y la izquierda sino quieren ser absorbidos por la extrema derecha o el nacional populismo. Ahora bien, ¿por qué débenos concatenar diversas variables? Porque el nacionalismo a seca de los trabajadores empobrecidos por el capitalismo global, no es suficiente para ganar las elecciones de un país, tanto regionales o generales. Tampoco el libre mercado y el libre comercio, sino hablar con claridad sobre los problemas fiscales, el bajo crecimiento, la inflación, el desempleo y cómo abordar la deuda externa, entre otros.

Y, de otra parte, ser sinceros con las sociedades y decirles las consecuencias que tendrá en la actualidad y las generaciones siguientes. También hablar que están en contra de las fronteras abiertas, del relativismo cultural y, conjugar los principios económicos del liberalismo clásico con políticas sociales y de inmigración controlada. Así se desmonta el ideario político y económico de la extrema derecha y el nacional-populismo. De lo contrario no se está a la altura de las circunstancias históricas y de las esperanzas de las sociedades actuales.

Ahora, el año 2024 se enfrenta a elecciones en la India, Taiwán, Estados Unidos y México, que repercutirán en el Orden Internacional, y las democracias se pondrán a prueba para enfrentar los conflictos armados regionales y buscar soluciones viables para Palestina e Israel, Ucrania y Rusia. Pero lo más preocupante es que Donald Trump gane las elecciones en Estados Unidos, porque será un peligro para la alianza transatlántica, la estabilidad mundial y las políticas migratorias entre México y Estados Unidos.

Preguntamos, ¿será que se está configurando en el Orden Mundial una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China? Sí esto llega a suceder, la Unión Europea ha de plantearse su papel geoestratégico en el Nuevo Orden Internacional. De lo contrario Europa queda desprotegida ante Estados Unidos y China como potencias militares, tecnológicas, económicas y geopolíticas.

No hay que negar que Europa depende de Estados Unidos para su seguridad, el manejo de los lenguajes digitales, la Inteligencia Artificial o los computadores cuánticos, son monopolio de estas dos superpotencias, no de Europa. Sí Donald Trump gana las elecciones y se retira de la OTAN, Europa tiene que replantearse en invertir mucho dinero para convertirse en autónoma estratégicamente y eso requiere tiempo. Ahora, si Rusia gana la guerra ante Ucrania, Europa tendrá un enemigo en sus fronteras y quedará expuesta ante China y Rusia.

En América Latina, de otra parte, el populismo se convirtió en una herramienta política que basa su discurso en la polarización y la exclusión, donde las elites políticas, económicas, sociales o culturales, se perciben como corruptas y delincuenciales. Que tienen como objetivo defender sus intereses en todas las esferas de la sociedad. Así, el discurso populista enarbolado por el Líder, se convierte en algo importante en la discusión o la reflexión política.  

Sí el discurso populista de Latinoamérica tiene éxito es porque los líderes políticos no han estado a la altura para responder a las esperanzas y necesidades de sus pueblos. Ahora, sí no se respeta el Estado de Derecho, sí existe una clase política corrupta, y no se garantiza la igualdad ante la ley, la diversidad ideológica y de partidos, la libertad de pensar o escribir, y las instituciones públicas y privadas no velan por el bienestar de la sociedad; entonces no es raro que prospere el discurso populista entre los excluidos del cuerpo social y del ejercicio del poder.

Sabemos que el populismo no tiene programas que respondan a las verdaderas necesidades de los pueblos Latinoamericanos, sino discursos simplistas que llegan a las emociones y las pasiones profundas de la gente. Preguntamos, ¿a quién responde el discurso político populista? No a las necesidades materiales y espirituales de la mayoría del cuerpo social, sino a la confrontación con las elites posesionadas en el Estado y sus instituciones, el poder económico y financiero, que controlan y dominan desde los medios de comunicación, las redes sociales, la educación y la cultura.

Sabemos que no todo populismo termina en autoritarismo, pero sí existen gobiernos populistas que en el transcurso del tiempo se convierten en autoritarios. En Latinoamérica el ascenso del populismo está ligado al rechazo de la clase política y las elites gobernantes. Los pueblos están frustrados y se sienten traicionados y terminan votando por candidatos que algunas veces no representan sus ideales y esperanzas frustradas. El triunfo de Gustavo Petro en Colombia es clarísimo y evidente, gana las elecciones no por su Programa de Gobierno sino porque la gente quería un cambio y sacar a las elites políticas del ejercicio del poder. A donde derive su Gobierno ya el tiempo lo dirá.

En este orden de ideas, algunos líderes populistas se valen de una pluralidad de circunstancias y elementos, la inseguridad y la violencia, por ejemplo, para implementar políticas autoritarias y excluyentes. La solución que pone en práctica Bukele en el Salvador está ligada a desmantelar el Estado de Derecho, las libertades individuales y cualquier persona que cuestione su discurso y el ejercicio del poder, se convierte en enemigo de todos los salvadoreños.

El populismo nos presenta una sociedad de dos umbrales a escoger: entre el blanco y el negro. O, lo que es lo mismo, entre buenos y malos. Una decisión del libre arbitrio del Líder Carismático que llega a las pasiones más profundas de las personas; pero no es un discurso racional y libre donde enseñe a los ciudadanos “a aceptar su responsabilidad personal y hacer lo que considere correcto; su elección será racional si advierte conforme a que principios elige, y será libre si pudo haber elegido de otra manera”. (Isaiah Berlin).

De ahí que encarnen la bondad y la pureza en el discurso que tratan de vender al pueblo, pero es un relato excluyente y agresivo, en relación con las elites o actores políticos opuesto a ellos. Por eso, el discurso que emplean estigmatiza, excluye y lleva incluso a incitar a la violencia contra el Otro. El populista ejerciendo el poder concibe al opositor como disruptor o perturbador de lo establecido como verdad por el Sistema. La crítica al Gobierno, por ejemplo, se concibe como un peligro para la estabilidad del Sistema y del ejercicio del poder.

Esto es muy peligroso para las sociedades libres y democráticas, porque los discursos políticos se entrelazan y se termina utilizando las mismas herramientas discursivas del populista. Así que, la violencia del discurso populista es inherente a su pensamiento, a sus ideales y comportamiento político. En otras palabras, la violencia es consustancial al populismo y representa un peligro para la paz, la concordia y la unidad de la nación.

No olvidemos, que el ser humano es ambiguo, contradictorio, infinito e insondable, estas esferas configuran nuestra manera de percibir, entender y sentir el mundo y la realidad. Por tanto, desde la condición humana y la política, podemos pensar y comprender el populismo en la actualidad.  

                                                         Madrid a 02/01/2024