sábado, 25 de marzo de 2023

LA ÉPOCA ACTUAL COMO UN TIEMPO DE TRANSITO


 

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Reconozcamos que una época como la actual, es, un tiempo de tránsito, paradójico y preñado de zozobra. Las innovaciones en el “canon” científico-tecnológico y el ámbito de las comunicaciones, nos compelen a procesos discontinuos, fragmentados. Procesos donde los signos vitales y las formas léxico-gramaticales se están dilatando. Estas transformaciones inciden en el espíritu del lenguaje y los contenidos semánticos de la Gramática de la vida. En este estado de cosas, las presiones que ejerce la tecnología, la comunicación rápida y simultánea -los modelos computacionales, la teoría de los juegos, la concepción cognitiva de la psicología y de la lingüística- sobre la naturaleza del Ser, están erosionando la vivacidad de las gramáticas heredadas.

 Cambios que se manifiestan enfáticamente en la esclerosis de los clichés, la parálisis de la imaginación, de la capacidad de asombro y la facultad de interrogar; como también el olvido de la memoria verbal y las corrientes del espíritu. Los instrumentos tecnológicos de la comunicación rápida y simultánea –por ejemplo-, están creando una nueva manera de abordar la información, la comunicación, la relación con el mundo y su realidad, la relación del Ser y el pensar, del Ser y el lenguaje. Además, los soportes tecnológicos están posibilitando un nuevo ecosistema para la cultura y la civilización contemporánea. Lo cual no es tan raro como parece, en una civilización abstracta, automatizada y veloz como la nuestra.

 Sabemos que las técnicas de la inteligencia artificial (IA), son múltiples que van desde la teoría y las prácticas de juegos hasta los sistemas de traducción automática, la forma en que las máquinas interpretan, traducen y clasifican imágenes. Se trata que la inteligencia artificial iguale o supere a la de los seres humanos. Las máquinas tendrán capacidad intuitiva, de imaginar y de conocer, para intentar igualar los tiempos verbales del ser humano. Ese será el reto afrontar en los próximos treinta años.

 Así que, la técnica de repetición algorítmicas capacitará a las máquinas para estructurar frases con sentido. Lo paradójico consiste en que el lenguaje natural se remplace por la probabilidad matemática que ofrecen los algoritmos en una conversación. La mate-matización del mundo y su realidad, de los contenidos espirituales del lenguaje, trastocarán en el futuro próximo la naturaleza del Ser y del existir. 

De ahí que los algoritmos que se crean, se desarrollan y se acumulan, brindan la posibilidad de aplicarse en diferentes áreas de la inteligencia artificial. Así, usando los “algoritmos de aprendizaje forzado”, posibilitan, entre otros, estudiar la fusión nuclear, las predicciones meteorológicas observando el movimiento de las nubes y entender las consecuencias del cambio climático. 

Lo importante de estos algoritmos es que son una metaciencia: que se puede aplicar a la física, la biología, las matemáticas, etc. La metaciencia tiene una pluralidad de aplicaciones y multimodalidades que se utilizan en los diversos algoritmos de inteligencia artificial.

 Así que, en las investigaciones en inteligencia artificial por avanzadas que lleguen a ser, las máquinas no tienen consciencia. Estas pueden decir qué hora es, que días es, que clima tenemos, pero con limitaciones básicas. No tienen consciencia de su existencia y tampoco memoria y rememoración. Porque cuando hablan de algo empiezan de cero y estructuran lo que quieren decir desde el presente que hablan. 

Es tan compleja la estructura y la función del cerebro, que no entendemos en su totalidad nuestra inteligencia a pesar de los avances neurocientíficos. Por eso, la filosofía, la sociología, la politología, la historia, la antropología, el arte, las humanidades, etc., se implican en las investigaciones sobre IA.  Por tanto, los avances epistemológicos, técnico-científicos hay que percibirlos en su cultura. Porque las consecuencias a corto o largo plazo de la IA en la naturaleza humana, hay que analizarlos, criticarlos, pensarlos, desde diversos umbrales, desde la experiencia, el saber y el lenguaje.

 Se hace necesario en este estado de cosas, que el hombre se mire como en espejo a sí mismo, y no se deje embriagar por los espejismos de la informática, la tecnología automatizada del proceso de datos, la inteligencia artificial, y haga un punto de inflexión y mire y reflexione qué se esconde detrás de ellos. En el mundo y la realidad que vivimos, es necesario, “que el hombre de la calle Tú y Yo –es decir: el hombre civilizado, el hombre del movimiento y los fenómenos históricos, tome sus criterios de la esencia inmóvil y sobre-temporal, la cual se pone de manifiesto y se modifica en la Historia. Entonces podamos salir de las abstracciones, las funciones, las divisiones del trabajo”. (Ernst Jünger).

 Cuando esto acontece, el ser humano se pone en relación con la Totalidad, lo Absoluto, lo trascendente, que retorna sobre las alas de la “Revelación” y la “Redención” que moran dentro de él. Sólo podemos salir de los sistemas racionales, de la maquinaria del Estado –con su aparato de burocracias administrativas o jurídicas, policivas o de seguridad, del círculo de la producción, la mercancía y el consumo, del mensaje vacío de las redes sociales -si conservamos las reflexiones del pensamiento, el espíritu crítico y el lenguaje. O, mejor dicho, si retorna el viento de la Historia Universal encarnado en el concepto de “salvación”. Por eso el sentido de la historia universal mesiánica trata de redimir a la humanidad de los antagonismos, las injusticias sociales, las contradicciones de la historia universal.

En este orden, la filosofía de la historia descansa en los brazos de la ética, y proporciona el fundamento de que Dios es el redentor de la humanidad. Como expresó Herman Cohen: “El redentor de Israel ha llegado ser el redentor de la humanidad”. Entonces nos embarga un intenso sentimiento de dicha. Se trata de restaurar el rango de la naturaleza humana, a condición de que se eleve sobre sus miserias, las limitaciones de la técnica, lo automático y lo estadístico. Ese rango sólo lo alcanza quien gira sobre sí mismo y, no alberga “la posibilidad de verse hipnotizado por el rostro del poder, que monstruoso o maquillado, es siempre temporal”.

Para comprender lo que sucede en la actualidad, es necesario organizar el Mundo Inferior de acuerdo al Mundo Superior.

 Ahora bien, si se transforman los contenidos materiales y espirituales del lenguaje, inciden en las diversas formas de comunicación, representación e interpretación del mundo y la realidad. En otros términos, inexorablemente se transforma la naturaleza del Estado, las instituciones públicas o privadas, los partidos políticos, los grupos de presión o los sistemas de gobierno, etc. Si en la “estructura profunda del lenguaje” descansan los “universales lingüísticos”, los diversos cambios en la cultura y la civilización actual, son sólo su débil reflejo.

 En este orden, podemos leer, interpretar, describir, analizar o criticar, la vida o la realidad, en y por el lenguaje. Porque son los contenidos lingüísticos de la cultura, los que expresan la construcción verbal de la historia y la sociedad. Por así decir, en el mundo actual la perversidad, el odio, el horror, la corrupción, la muerte que se advierten en los asuntos humanos, casi siempre empiezan por el lenguaje. Se confirma que los aparatos donde se reproduce la palabra y la escritura, los signos y las imágenes, no son ajenos a la política y a la destrucción de la cultura.

 Porque las ruinas de la Historia y de la cultura “guardan” atenta y necesariamente el instante infinito que se espera. (Juan Barja). Por eso Benjamín funda el concepto de progreso sobre la idea de catástrofe. Que esto “siga sucediendo es la catástrofe”. “Construcción” presupone “destrucción”. Piensa que “el progreso no está en su elemento en la continuidad del curso del tiempo, sino en sus interferencias: allí donde por primera vez, con la sobriedad del amanecer, se hace sentir algo verdaderamente nuevo”.

Así que, el concepto de progreso aplicado al desarrollo de los lenguajes digitales y, en particular, al de las ciencias particulares, lo que deja a la vera del camino, es un montón de ruinas materiales y lingüísticas. Somos propenso en esta sociedad tecnológica y de masas, a ver el desarrollo de las ciencias particulares y de los lenguajes digitales y no el deterioro de las sociedades y de las lenguas naturales. El concepto de progreso encierra el de “catástrofe” y el de “destrucción”. Donde el hombre inmerso en la vigilia de la vida cotidiana ve “progreso”, el hombre que sueña ve “catástrofe”. “El hombre que sueña y soñando se acerca a un nuevo despertar” – al decir de Benjamín.

Entonces el mundo de la vigilia es tocado por las imágenes del sueño y, presto se abre a vivencias, interpretaciones y conocimientos. Sabemos que no existe contradicción entre las ciencias del espíritu, las humanidades, las artes y la filosofía y las ciencias positivas, cuando lo que prima es el bien social. Porque las primeras, han de contribuir a no percibir “el mundo como un lugar triste y confuso”, sino también lleno de matices multicolores y discontinuos, de amor y felicidad, solidaridad y fraternidad. Así el mundo es más soportable y vivible. Y, las segundas, que contribuyan en esta época materialista y hedonista en que vivimos, a la búsqueda “de un interés más amplio de distribución de los bienes y oportunidades materiales”.

Que los problemas sociales, económicos y gubernamentales, sean asumidos desde lo político, humanístico y científico-técnico, para alcanzar la justicia social, el bienestar de la humanidad, la paz, el dialogo entre generaciones y naciones. Por eso, la educación ha de prestar mayor atención “al mundo en que vivimos”, porque estamos destinados a la muerte. Hay que dejarlo mejor que como lo encontramos.

 Estas consideraciones humanísticas, filosóficas, lingüísticas y cientifico-tecnicas, a las que he aludido, hacen “hincapié abrumadoramente en la importancia de la libertad espiritual e intelectual”. Por eso, la ciencia experimental, la ciencia médica, la biológica, las matemáticas, la física; son tan importantes como la teoría del lenguaje, la música, el arte, la arquitectura, la filosofía, como expresiones ilimitadas del espíritu humano.

Como dijo Abraham Flexner: “Ninguna de estas actividades necesita otra justificación que el simple hecho de que sean satisfactorias para el alma individual que persigue una vida más pura y elevada”. En esta época interconectada en Red y de imágenes en movimiento, importantes es, develar las relaciones de poder y el sentido del saber que ocultan tras de sí. El asunto que estoy reflexionando presenta hoy en día una relevancia interesante. Porque no sólo está en juego la libertad espiritual e intelectual del individuo, sino también de la sociedad en general.

Estamos entregando poco a poco las posibilidades de reflexionar, la capacidad de crítica, los contenidos de las experiencias, la sensibilidad estética de la existencia; aquello que eleva y dignifica la vida del hombre sobre la tierra, por unas pocas monedas de lo actual. Sabemos que en ciertas áreas del mundo y en determinados países se está efectuando una “caza de brujas” sobre la libertad del espíritu humano (libertad de expresión, libertad de pensar, libertad de escribir, libertad de movimiento, libertad de culto, etc.), que presionan a millones de seres humanos a migrar, a pasar necesidades materiales y espirituales, a sufrir xenofobia, racismo y hambre.

El enemigo real de la libertad y del espíritu humano es, quien lo quiere someter a unos principios ideológicos, religiosos, de control y vigilancia, en su vida privada y pública. Que se sitúe en un nivel irreflexivo e instintivo que responda al llamado de la voluntad y a las relaciones de poder.

En esta época de alto desarrollo técnico, de cultura de masas y de sociedad de masas, la justificación de la libertad espiritual, sin embargo, no se puede desconocer o abolir en nombre de las tecnologías de la información (la informática más telecomunicaciones). Tener consciencia que la tecnología de los procesos de datos y las telecomunicaciones eléctricas informatizadas hacen inevitable la conjunción entre el poder y el saber. El filósofo Michel Foucault dijo: “el poder crea saber y el saber crea poder”.

Estos elementos estructuran un tejido de relaciones de fuerza, que se distribuyen en las redes sociales y las instituciones. En suma: el espíritu de la lengua responde a la economía del poder. De ahí que las personas formadas para pensar se convierten en algo incómodo para los que ejercen el poder. El filósofo, el artista, el poeta, el escritor, el músico, el dramaturgo, el pensador, entre otros, son la voz de los que no tienen voz. Son la conciencia crítica del mundo y de la realidad, frente a los “centros de poder” distribuidos en las redes globales. Son seres política y socialmente repudiados por el Sistema y los guardianes del “status quo”. Por esa razón, considerar la preocupación por la condición actual y la vitalidad futura del lenguaje, como algo coyuntural –dice Steiner– equivale sencillamente a no comprender lo que sucede.

Como consecuencia de la barbarie política de siglo XX y principios del XXI, del mal uso del lenguaje, la manipulación de los medios masivos de comunicación, de las redes sociales, al servicio de los políticos y las Grandes Corporaciones –se tiraniza el lenguaje, se viola la intimidad, se manipula la autonomía de la voluntad o, se coarta la libertad. Estas transformaciones del espíritu lingüístico del ser humano, intensifican los procesos de falsificación en los asuntos públicos y privados, que siempre forman parte de las difíciles relaciones entre el lenguaje y el poder.

 

                                      Madrid-España a 25/03/2023

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