sábado, 11 de febrero de 2023

LA IMPORTANCIA DE LA CULTURA EN LA ACTUALIDAD

 

                                           

 

Numerosas son las maravillas del mundo; pero, de todas, la más sorprendente es el hombre”.

                                                             Antígona.

“El ser humano, en tanto ser político y no sólo productivo, carga consigo la preocupación en torno a la preservación del mundo”.

                                                           Hannah Arendt.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

En verdad vivo en tiempos sombríos”: palabras de Bertolt Brech. Sugiere que los tiempos sombríos no son solo de horror, de dolor o de sufrimiento, sino también de confusión, pues, la palabra o la teoría ya no vienen en nuestra ayuda. Así mismo, Arendt en su colección de ensayos, Hombres en tiempos de oscuridad, sugiere que el espíritu humano camina entre tinieblas. Donde las formas tradicionales de explicación ya no explican nada, esto no significa que no podamos dar con ciertas formas de iluminación que nos permita acercarnos a lo real.

Para comprender el fenómeno humano, no sólo bastan las ciencias sociales o la mirada científica, sino también la iluminación de la palabra. O, dicho, en otros términos, la iluminación de la lectura, de la imaginación y del lenguaje. No podemos olvidar lo que la aproximación del logos, la palabra, la narración, posibilitan con los hechos reales. En este orden, la lectura, el relato, el poema, serían, en ocasiones, caminos de aproximación a la vida y a los hechos históricos.

De ahí nos recuerda Arendt que “la ruptura de la tradición es un hecho consumado”. Esta cadena de catástrofe empieza con la Primera Guerra Mundial y alcanza su punto máximo con el totalitarismo del siglo XX. Como apunta ya en su artículo sobre Hermann Broch, se trata de “la ruptura de un mundo que si se ha mantenido unido y ha conservado su sentido no ha sido gracias a sus “valores” sino al automatismo de sus costumbres y sus clichés”.

Por eso la lectura, la palabra y la cultura en general, ayudan en medio del caos y del horror, a desenmascarar ese mundo, a encontrar la iluminación. Porque permiten a los hombres bajar a las profundidades de la Cripta donde mora la palabra.

Asimismo, nos recuerda Ernst Jünger: “Si se quiere que la palabra sea eficaz, entonces en ella ha de permanecer siempre la magia. Ahora bien, esta ha de ser soterrada en las profundidades, en la Cripta. Encima de ella se alza la bóveda del lenguaje hacia una libertad nueva, que cambia y a la vez conserva a la palabra. La parte de la palabra que suscita el movimiento puro, ya sea de la voluntad o ya sea de los sentimientos, tendría que desaparecer en provecho de la otra parte, la que desvela el núcleo milagroso del lenguaje”.                                                                                            

El lenguaje y la reflexión posibilitan, entre otros, “distinguir entre la cultura y la técnica”. Porque se constituyen en “presupuestos de pulcritud espiritual, como lo es asimismo entre el creer y el saber”. Así pues, “los éxitos políticos y económicos aceleran la superficialización”; favorecen el consumo, la estadística y la manipulación de la consciencia. La lectura, en cambio, precisa la individualidad, interroga la subjetividad y alimenta a la conciencia, para que el ser humano sea más libre, justo y ético. Permite percibir en épocas de tránsito como las imágenes sustituyen el sentido; y, como prevalecen los hechos significativos sobre los actores insignificantes.

Sabemos que lo bello, lo agradable, lo sublime, habla a los hombres, los interpela en el tiempo y el espacio. De ahí que, el “lenguaje del artista esté en su obra”. Una novela, una sinfonía, un cuadro, un ensayo, un poema, si está bien logrado exalta la condición humana, las angustias y las preocupaciones, las alegrías y los sufrimientos, el odio y el amor, el sueño y la vigilia, para que el lenguaje interrogue al mundo y su realidad y, a la naturaleza humana.

Es propio de la condición humana desafiar al tiempo con la creación de actividades que permiten disfrutar a los hombres de cierta cuota de inmortalidad: entre estas encontramos la política, la historia, la filosofía, el arte. Así que, en la estética de Kant vislumbramos estas palabras: “En lo bello, sin embargo, aparece el mundo, no la humanidad sino el mundo habitado por el hombre”. En consecuencia, no son los conceptos sino las imágenes, las intuiciones, la experiencia, la imaginación, la metáfora, los que posibilitan ir allende del tiempo y el espacio. Son figuras que permiten al ser humano interrogar y enfrentar el mundo en el que vive; para que éstos den frutos en uno más humano, más libre y más justo.

Ernst Jünger nos recuerda que “el fallo del ser humano se traspasa al mundo que lo rodea, a la Naturaleza, tal vez incluso al cosmos. La razón principal de eso está en el humano afán de novedades, en la curiosidad, que va seguida de petulancia”. Así, la petulancia toma figura en los inventos técnicos, el consumo, la velocidad, la política o la economía. En tiempos de desiertos espirituales, de oscuridad que nubla la imaginación, es necesario andar por los caminos de la lectura, el lenguaje y el pensamiento. Porque posibilitan el encuentro con lo numinoso, lo mágico y trascendente, que mora en todos y cada uno de nosotros.

En la época actual se trata de la diversidad, la heterogeneidad que posee la fuerza inimaginable que reposa en sí misma. Aquí “el modelo es más fuerte que la copia, el mito es más fuerte que la historia; esta lo repite en variantes. En la decadencia también las propias copias se vuelven más flojas”. Arendt expresa que los escritores y los artistas que le interesan son aquellos cuya obra “no mira hacia atrás ni con nostalgia […] ni constituye una certificación “del lamento ante lo que se ha perdido, sino de la expresión de la propia perdida”.

Walter Benjamín en este orden dice: “¿De qué peligro son salvados los fenómenos? No sólo ni principalmente, del descredito y el desprecio en que han caído, sino de la catástrofe que representa determinada manera de trasmitirlos “celebrándolos” como “patrimonio”. Son salvados cuando se evidencia en ellos la fisura. Hay una tradición que es catástrofe”. Para Arendt, rescatar es tanto un predicado del arte como una parte fundamental de una metodología encaminada a no perder lo valioso en épocas donde se está rodeado de ruinas.

Además, “no cabe negar que las artes eleven los fenómenos a un nivel más elevado de percepción”. No sólo tienen que ver con los fenómenos del Mundo de Abajo, sino también con lo intemporal del Mundo de Arriba. Por eso, lo importante es que el hombre nazca primero dentro de sí. Ya que en el presente-actual, se desvío hacía lo mecánico, lo demoníaco, lo pasajero y, es necesario que se restaure el equilibrio entre la luz y la oscuridad, las huestes celestiales y las demoniacas. “El secreto de esto está en que el sufrimiento genera fuerzas superiores, curativas”. (Jünger).

Asimismo, “tiene razón Heráclito: nadie cruza dos veces el mismo rio. Lo que en ese cambio hay de misterioso es que responde a las modificaciones de nuestro interior”. Son transformaciones que tienen que ver con la parte curativa de nuestro interior, –“somos nosotros los que nos formamos el mundo, y lo que nosotros vivimos no está sujeto al azar. Es nuestro estado interior el que atrae y selecciona las cosas: el mundo es como lo hemos creado nosotros”. (Jünger)

Ahí reside el misterio de la palabra, lo mítico, lo religioso, lo mágico, que expresa el espíritu, el lenguaje y la experiencia. Esto permite darnos cuenta que no somos ajenos a lo que hemos sido y a lo que somos en la actualidad. Porque sus contenidos espirituales nos posibilitan que nos movamos en el interior de nuestro elemento. “De ahí que sea también importante el que trabajemos en nosotros”. Que nos valgamos de la lectura, la escritura y el lenguaje, para alcanzar la categoría de persona.

Que demos el salto de individuo a persona, porque el primero está más cerca de su parte biológica, instintiva, agresiva, egoísta; la persona, en cambio, linda con las esferas del espíritu y las tablas de valores éticos, morales, espirituales y el sentido estético de la existencia. La persona se relaciona con el “tú”, el “nosotros”, el “Otro”; son principios que exaltan la solidaridad, el respeto, la fraternidad, o el amor. De ahí que la lógica del Capital, del ejercicio del poder, de las finanzas internacionales, se relaciona con la parte instintiva y racional del individuo; más no con los valores espirituales de la persona humana.

El mundo del artificio y trivial en que vivimos, da prioridad a lo “Siempre-Igual”, al “Aquí-Ahora”. De ahí que la publicidad, las redes sociales, la producción en masa y el consumo, posibilitan que se acumulen cosas vacías como escombros de la Naturaleza y la Vida. Así, la pobreza de experiencia, del lenguaje o del pensamiento, incrementan la velocidad y menguan el espíritu que afluye a los hombres.

Por eso, “los hijos de la fortuna son pobres de espíritu; de ahí que resulte comprensible de que no se hallen a la altura del poder que afluye a ellos”. Al ser pobres de espíritu, lo son del lenguaje, la imaginación y los movimientos del pensamiento. También la pobreza del espíritu se manifiesta en la falta de solidaridad, de ser justos, o de tolerancia hacia el Otro. Una esfera sitúa al hombre en su parte material; la otra, en la del espíritu. Una mira hacia el perpetuum mobile; la otra, hacia lo eterno, lo que permanece en el tiempo.

Son la palabra, la escritura, la lectura y la experiencia, los que sitúan al ser humano en el umbral de comprensión del amor, del dolor, la felicidad, del sufrimiento y la muerte. Así, la palabra comunica contenidos espirituales que facilitan comprender que “nuestro tiempo guarda semejanza con un desfiladero estrecho y funesto por el que se compele a pasar a los seres humanos”.

Estas esferas de la vida develan que “el ser humano se ha colocado fuera de la obra, se ha salido de ella; ésta se ha vuelto autónoma, y ahora aquel deviene cada vez más sustituible y prescindible”. Porque “a medida que va desapareciendo la originalidad del ser humano desaparece también su imprescindibilidad; con ello desaparece asimismo el respeto a él”. (Jünger).

 En nuestro tiempo de aridez espiritual, ¿por qué es importante la lectura? Quien lee en soledad desarrolla lo fundamental que mora en él; y tiende al encuentro consigo mismo. Si no leemos nuestros pensamientos son pobres y débiles. La lectura es una “caja de herramientas” que permite desandar lo andado, vivir lo que otros han vivido, imaginar mundos alternos al que vivimos; por eso la palabra y la escritura se revelan como “enemigos” del poder. De las instituciones, los prejuicios, las costumbres, los dogmas ideológicos o religiosos que responden al ejercicio del poder. O, en otros términos, del Gran Poder.

Así que, la lectura ayuda a develar una “luz mágica y soberana sobre la oscuridad natural de las cosas”. A descubrir la analogía universal entre Mundo y Hombre, Mundo y Cosmos. Para Baudelaire era una forma del conocimiento. Por eso la considera una ciencia. Como dice Roberto Calasso: “Quizá incluso la ciencia suprema, si la imaginación es la <<reina de las facultades”. Como lo explica Baudelaire en una carta a Alfonso Toussenel, “la imaginación es la más científica de las facultades, puesto que es la única que comprende la analogía universal, o aquello que una religión mística llama la correspondencia”.

El vaciamiento del espíritu tiene su correspondencia con la falta de lectura. Ya que surte a la memoria, a la conciencia, de las imágenes, la experiencia, el concepto, que facilitan pensar. Nos enseña que el pensamiento es una forma del lenguaje. Así, el hombre no puede existir sin sentir, sin palabra o sin pensamiento, porque para él se convierten en potencias trascendentes y divinas. Por eso la tarea del poeta, del novelista, del artesano de la palabra, se unen al sentimiento estético, a las cosas rítmicas, que son las que luchan contra el tiempo. Es decir, las que luchan contra la muerte.

 

El poeta Hölderlin percibió la alteridad de los usos, las tradiciones; y donde algunos veían costumbre, él vio asombro. Y, elocuente dice:

    Sin embargo, nos compete, bajo la tormenta de Dios,

   Oh poetas, erguidos y con la cabeza descubierta,

   Asir con nuestras propias manos el rayo de luz del Padre,

   Y pasar, envuelto en canción, ese regalo divino a la gente.

 

Me pregunto, ¿por qué leemos? Harold Bloom nos regala un presente divino: “Leemos de manera personal por razones variadas, la mayoría de ellas familiares: porque no podemos conocer a fondo a toda la gente que quisiéramos; porque necesitamos conocernos mejor; porque sentimos necesidad de conocer cómo somos, cómo son los demás, y cómo son las cosas. Sin embargo, el motivo más profundo y auténtico para la lectura personal del tan maltratado canon es la búsqueda de un placer difícil”.

Con la lectura y la cultura alcanzamos la “trascendencia que nos es posible alcanzar en esta vida, si se exceptúa la trascendencia todavía más precaria de lo que llamamos “enamorarse”. Hago un llamamiento a que descubramos aquello que nos es realmente cercano y podamos utilizar para sopesar y reflexionar […] Sólo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es posible encender la vela que ilumine a nadie más”. (Bloom).

Quizá en tiempos oscuros como el nuestro, de aridez del espíritu y del lenguaje, exista la esperanza que el arte y el pensamiento vengan a nuestro encuentro para reparar los portillos de la historia y de la vida. Que la cultura y, en general, la dimensión estética de la existencia, contribuyan a percibir las intercepciones entre el fenómeno estético y el político. O, en otras palabras, comprender el fenómeno social y político de la crisis en la cultura. Que permitan percibir el mundo a través de su relación con la vita activa –según la reflexión de Hannah Arendt.

De construir un mundo humano común a todos los hombres, en cuyo seno haya espacio para desplazarse y compartir perspectivas distintas; y recordar que la libertad aparece aquí en el intercambio con los demás y no con nosotros mismos. Un mundo que ha de garantizar la permanencia del hombre sobre la tierra a través de las obras de arte, la política y las cosas “artificiales” hechas por manos humanas. Es importante la lectura, la escritura, el lenguaje, los movimientos del pensamiento y la cultura en general, para testificar la permanencia del hombre sobre la Tierra. 

Ernesto Sábato dijo: “lo primero y esencial es leer con pasión […] Lo único que vale es lo que se lee por necesidad espiritual […] La única cultura que vale y espiritualmente sirve es la que responde a nuestros más profundos y apasionados requerimientos”. Una persona culta, nada tiene que ver con la estadística, con la causa y el efecto, el manejo de una fórmula matemática o de la física, con un tipo de conocimiento especializado. Sino dice Sábato: “quien está en posesión de un conjunto de elásticos sistemas que confieren la intuición y la valoración de la realidad”. Por eso, la cultura en su acepción profunda tiene que ver con una cualidad del Ser y del existir.

“El hombre culto no tiene por qué saber detalles, todo ese galimatías para especialistas: su cultura se enriquecerá, en cambio, si logra saber en qué consiste la idea esencial de esa ciencia, cómo fue inventada, a qué fines humanos sirvió. Así sentirá la ciencia, la filosofía, el arte como campesinos inundados por el agua de rio o de mar sienten los diques que permiten la colonización de nuevas tierras. El maestro debe conducir esos descubrimientos e invenciones”. (Sábato).

En el mundo actual se está perdiendo el habito de la lectura y el interés por la cultura viva, “más vale que el profesor logre fascinar el espíritu de sus educandos enseñándoles a leer unas cuantas de esas obras cumbres que nos dicen todo lo que un ser humano debe saber acerca de la vida y de la muerte, de la cobardía y el coraje, de la desventura y la felicidad, de la esperanza y la desesperación”. (Sábato).

Lo que posibilita no sólo precisar la condición humana, sino también que la educación y la cultura sienten las bases de un modelo de hombre y de convivencia. Porque hoy la violencia, el crimen político, el secuestro, la guerra, el odio, el racismo, el dogmatismo religioso o ideológico, y las diferentes formas de injusticia social, tienden a remplazar el dialogo, la tolerancia y la convivencia pacífica entre los ciudadanos. Hay que fortalecer y defender ante las diferentes modalidades de autoritarismo, de totalitarismo, de nacionalismos y de populismos, el Estado democrático Social de Derecho. Porque la educación y la cultura, en un Estado democrático, no es la misma, que en un Estado autoritario o nacional-populista.  

De ahí que la educación y la cultura dijo Sábato:

    “Nos servirán para convivir, para comprender a los que están cerca y aún a los que están lejos, para aceptar las desgracias con coraje, para tener mesura en el triunfo, para saber qué debemos hacer con el mundo; para envejecer con grandeza y para morir con humildad”.

                                               Ernesto Sábato

                                       Entre la letra y sangre

                                          Madrid-España a 09/02/2023

 

 

martes, 7 de febrero de 2023

 

               LA LECTURA ES UNA LLAMA QUE ILUMINA LA VIDA

                                                

                                                                             A mi esposa:

                                                                       Aida Montero Silva.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

El mundo está transformándose en un ágora en el que, de un día para otro, los llamados “medios” anticipan la opinión. Los oyentes se encuentran por millones, hablan muchos idiomas; de ahí que las imágenes no sean ya simples ilustraciones, sino lo principal. Los efectos que ellas causan son más fuertes que los causados por las palabras […] El planeta ha adquirido un aura nueva, una epidermis más sensible.

                                                                                     Ernst Jünger

                                                                                    <<La Tijera>>.

 

Palabras de Adriano: “Si hubiese sido sabio, hubiese sido feliz hasta mi muerte”. Pues la sabiduría es lo que nos preserva del abuso de la fuerza.

                                                                                Marguerite Yourcenar

                                                                           <<Con los ojos abiertos>>

 

En el texto Cómo leer y por qué, dice Harold Bloom: “Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos según mi experiencia, es el más saludable desde un punto de vista espiritual. Hace que uno se relacione con la alteridad, ya sea la propia, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La invención literaria es alteridad, y por eso alivia la soledad”. La lectura permite desgarrar la homogenización, la disciplina, la voluntad de poder, la objetivación del ser humano y el “Aquí-Ahora” de la cotidianidad. También posibilita vivir experiencias, conocimientos, narraciones y gestas que se depositan en la memoria y el recuerdo.

En la antigua Grecia, “Mnemosine –recuerdo y memoria- es la madre de las musas, lo cual quiere decir que reevaluamos la realidad a través del pensamiento y el recuerdo. Esta reevaluación permite detener y objetivar lo intangible, es decir, los acontecimientos y las gestas, las palabras y las historias”. Así, el origen de la objetivación artística –de la obra de arte, la música, la novela, la poesía, entre otros- está en el pensamiento. Ahora, ¿por qué se lee? “Para que los individuos tengan la capacidad de juzgar y opinar por sí mismos […] La lectura sirve para prepararnos para el cambio, y, lamentablemente, el cambio definitivo es universal”.

La lectura ayuda a evaluar y reevaluar indefinidamente la realidad, el mundo y la vida, y, en su defecto, permite oír, hablar, pensar, como otros lo han hecho. Posibilita ponernos en el lugar del otro, o de aquellos que queremos comprender. Tratar desde el pasado, conocer y evaluar, el “Aquí-Ahora”, el “Presente-Actual”, de la realidad y la vida.

Esta figura en la historia de la humanidad ha legitimado a las naciones, los Estados y los pueblos, para implementar, organizar y ejecutar acciones de gobierno. La memoria histórica es la fuente que genera los elementos, las acciones, las gestas, las narraciones, que dan a los pueblos su identidad. Si no hay memoria histórica no se puede acceder a la rememoración, que posibilita comprender el “Presente-Ahora” y el “Futuro”.

La lectura guarda una relación con el pasado –los actos, los acontecimientos, las palabras, las historias- que permiten que la vida de esos hombres ignotos, los personajes de las novelas, estén en el interior de todos y cada uno de nosotros. Esta, al igual que todas las actividades de la mente, pensaba Samuel Johnson, debía satisfacer la preocupación por “aquello que sentimos próximo a nosotros, aquello que podemos usar”. Sir Francis Bacon dijo: “No leas para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o de disertación, sino para sopesar y reflexionar”.

En este orden, reitera Bloom, de la lectura: “Encontrar en aquello que sintamos próximo a nosotros, aquello que podamos usar para sopesar y reflexionar, y que nos llene de la convicción de compartir una naturaleza única, libre de la tiranía del tiempo”. Se trata de comprender la palabra y la imaginación, como la luz que nos eleve al espíritu y alumbre la profundidad de la naturaleza humana: significa que el hombre es todos los hombres y, que por muy lejos que se encuentren en la historia están en interior de todos y cada uno de nosotros.

La lectura nos prepara para reflexionar y luchar contra el tiempo, es decir, contra la muerte.  Quien lee desvela las cosas rítmicas que están implícitas en la alteridad del mundo y la vida. Pero también fortalece nuestra personalidad y ayuda averiguar cuáles son nuestros auténticos intereses. “Los placeres de la lectura –piensa Bloom- son más egoísta que sociales. Uno no puede mejorar de manera directa la vida de nadie leyendo mejor o más profundamente”. Porque el placer de la lectura que ayuda al crecimiento de la imaginación, del lenguaje y del pensamiento, no conllevan a la justicia social, a la preocupación por los demás, ya que es una actividad que nos enfrenta a sí mismo y al mundo que nos rodea.

La lectura despierta las diversas esferas de la estética del placer, de la amistad y del amor. Es el puente que comunica la cognición y la obra de arte. Allí radica –piensa Hannah Arendt- “la grandeza del ser humano, que es entorno a lo que gira todo, consiste en la capacidad de hacer cosas y de decir palabras que sean merecedoras de la inmortalidad –esto es, el recuerdo eterno- pese a que los seres humanos sean mortales”.

Así, “toda cultura es una especie de fabricación del mundo, que en términos aristotélicos es ya una athanatidzein, un hacer inmortal”. La obra de arte y la acción, colocan algo, “entre lo perecedero del ser humano y lo imperecedero de la naturaleza, que les sirva a los mortales como vara para medir su mortalidad”. Por tanto, “los artistas y los poetas, objetivan el mundo real y los hechos reales, y los convierten en cosas con el fin de asegurar la permanencia necesaria para alcanzar la fama inmortal”.

Ahora, ¿por qué es importante leer? Porque nos ayuda a comprender los placeres más hondos y amplios de la existencia. Y que “es preciso no dilapidar de manera ignorante y lastimosa nuestros placeres”. Nos recuerda que, “siempre hay en nosotros un demonio que susurra “amo esto, odio aquello” y es imposible acallarlo”. La lectura nos enseña que “debemos soportar tanto el haber nacido como el tenernos que morir; es decir, de madurar”. O, en otras palabras, “resulta incapaz de fortalecer su personalidad, que, por consiguiente, no madura”.

La lectura nos ayuda a percibir el tránsito que vivimos en la época actual, el paso del logos natural a estar situado en su parte material (medios de comunicación, redes sociales, Plataformas Digitales y la primacía de las imágenes sobre las palabras, etc.), y como “junto al desierto visual está abriéndose paso ahora un infierno acústico”. Este acontecer de las cosas y de la vida, está alterando la naturaleza del Ser y del existir. Por eso, somos pobres de espíritu y hemos dejado de beber en las fuentes de agua que brotan del “pozo de los pensadores”.

Empero, la crítica literaria tiene una función, dirigir al lector que lee por sí mismo, por la estética del placer de la lectura y no por unos intereses que, trascienden la propia personalidad. Expresa Bloom: “No es casual que los historicistas –críticos que creen que todos estamos inexorablemente condicionados por la historia social- consideren que los personajes literarios son meros signos en una página […] El historicismo, tanto referido al pasado como al presente, es una especie de idolatría, una devoción obsesiva a lo puramente temporal”.

Esto nos lleva a comprender que, en la época actual, los tópicos o lugares comunes son formulas o clichés que están reemplazando la palabra y el pensamiento. “Los poemas de nuestra tradición cultural han sido reemplazados por la ropa interior que cubre el cuerpo de nuestra cultura”. La vida de la mente y del espíritu será aniquilada en pocos espacios de tiempo, si predomina el pseudointelectual que responde a las necesidades del poder y del saber. La “rebaja de los valores” de cultura expresan en la Edad Moderna la utilidad de apropiarse de ellos y convertirlos en valores. Los objetos culturales –obras de arte, textos narrativos, poesía, entre otros-, pierden la naturaleza que los constituye, el aura, y se convierten en objetos de consumo en el mercado de la circulación y la demanda.

Así, “la socialización de la cultura –su devaluación en forma de valores sociales- es un fenómeno moderno mucho más general”. Un fenómeno que se da en Europa y Estados Unidos, con la particularidad de que en este país la socialización de la cultura, es la expresión de una reacción “del esnobismo cultural de los intelectuales activos es una reacción a la sociedad de masas”. Este tipo de agentes identifican la socialización de la cultura con la devaluación en forma de valores sociales. Estos se deben según ellos a la emergencia de la sociedad de masas. Creen que “<<las rebajas de los valores>> han sido, sobre todo, unas <<rebajas>> de los valores educativos”. Para esta clase de elitismo cultural, la universalización de la educación trae consigo un rebajamiento en los valores de la cultura y la educación. Lo cual es sumamente falso en la época que vivimos.

El fenómeno de la industria del entretenimiento en la actualidad, está afectando a la palabra, la experiencia y el pensamiento. Porque están contaminando los contenidos espirituales que comunican. Su función es hacer pasar el tiempo, tal y como se suele decir, pero significa que sirven al proceso vital de la sociedad, que los consume de la misma manera que hace con otros objetos de consumo. “El tiempo vacío así consumido es tiempo biológico, es decir, el tiempo resultante tras sumar la labor y el sueño”. Ahora, entre más tiempo tiene el hombre en la sociedad de masas, entre más tiempo tiene para el ocio, “le brinda la posibilidad de utilizarlo para el placer, que es una parte esencial del proceso biológico de la vida, del mismo modo que lo son la labor y el sueño”. Entonces, labor, placer y sueño, se convierten en piedras de toque para el proceso vital en la sociedad del entretenimiento o del espectáculo.

“Las cosas que ofrece la industria del entretenimiento no son valores que puedan ser usados e intercambiados, sino que son objetos de consumo tan aptos para ser agotados como cualquier otro. Panem et circenses (pan y circo), las dos cosas van juntas”. Son importantes en el proceso vital del ser humano. Así, los objetos han de ser “producidos y realizados una y otra vez”. “Todo funciona a la perfección siempre y cuando la industria del entretenimiento produzca sus propios objetos de consumo […] No obstante, si la industria del entretenimiento reivindica los productos culturales –que es justo lo que sucede en el seno de la cultura de masas-, se corre el peligro inmenso que el proceso vital de la sociedad  -el cual, como todos los procesos vitales, incorpore de manera insaciable al sistema circulatorio biológico de su metabolismo todo lo que se le ofrece- comienza a devorar, literalmente hablando, los productos culturales”. El deterioro de la cultura obedece a unos agentes sociales que “organizan y propagan la cultura por todo el planeta, y desean convertir esta cultura en algo agradable a todos aquellos que no tienen ningún interés en tener contacto con ella”. (Hannah Arendt).

La lectura es la llama de la vela que ilumina en medio de la oscuridad del mundo actual. El buen lector ha de convertirse en iluminación para los demás. Emerson dijo que la sociedad no puede prescindir de las mujeres y los hombres cultivados, y, proféticamente agregó: “El hogar del escritor no es la universidad sino el pueblo”. Esos hombres y mujeres que sondean la naturaleza y la condición humana, es decir, los que sirven de ejemplo y modelo a la sociedad. Así, el buen lector madura y luego, se convierte, en buen escritor. Por eso vive, no obstante, un segundo nacimiento de la mente y del espíritu. Pero esta cualidad, no es más que una metáfora que encierra una tremenda capacidad de comprensión.

En consecuencia, la sociedad de masas no puede exigir de nosotros la mediocridad. En este orden, dice Bloom: “Leemos a Shakespeare, Dante, Chaucer, Cervantes, Dickens y demás escritores de su categoría porque la vida que describen es de tamaño mayor que la natural. En términos pragmáticos, se han convertido en la verdadera bendición, entendida en el más puro sentido judío de “vida más plena en un tiempo sin límites”. La lectura es la llama de la vela que ilumina al hombre y a la mujer, para alcanzar lo sublime y sagrado que mora en el seno de todos y cada uno de nosotros. Así, leemos para iluminarnos así mismo: “no es posible encender la vela que ilumine a nadie más”.

                                        Madrid-España a 07/02/2023

sábado, 4 de febrero de 2023

LA JOVEN GENERACIÓN EN EL MUNDO ACTUAL

 

            

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

 Sabemos que la muerte, la enfermedad, el odio, la violencia, el dolor, entre otros, nos enseñan a apreciar ese Don misterioso y divino que es la vida. El hombre sigue su camino de destrucción, de violencia y de guerra para alcanzar la ilusión del honor, el poder y el dinero. Pero olvida que lo esencial del ser humano está dentro de él: la amistad, el amor, la fraternidad, la solidaridad, la libertad y el respeto, etc. Que lo empuja a seguir adelante en la lucha de la existencia y, admitir que el hombre contiene a todos los hombres dentro de sí.

En el mundo, el pasajero mundo de honores, prestigio, poder y dinero, la muerte espera su momento, su momento oportuno para hacer polvo nuestras ilusiones y ambiciones. Por eso el juicio que tiene de ellos, los considera por los beneficios que reportan. Casi siempre en los actos humanos, las ambiciones se imponen sobre la sensatez y lo justo. De ello provienen las desgracias que carga sobre sus hombros como un peso insoportable de llevar. De ahí que la existencia sea triste, gris y caótica, sólo vemos, oímos o sentimos, lo que se devela o se muestra en la superficie. No somos capaces de ordenar el Mundo de Abajo de acuerdo al Mundo de Arriba.

Por la velocidad de la vida cotidiana y el maquinismo, no nos detenemos un momento a meditar sobre lo fundamental de la existencia. Eso que da sentido a la vida. ¿Será que estamos destinados por el Todopoderoso a que los hombres no podamos comprendernos recíprocamente? ¡No hay mejor manera de servir al Creador que amando a sus criaturas! Todo, lo más ínfimo, insignificante, como la hoja de un árbol al caer a la tierra, un grano de arena en el desierto, revelan belleza y armonía para el goce del espíritu. Resulta difícil tener fe en la benevolencia del Señor, pero su Sabiduría resplandece en cada brizna de hierba, en cada mosca, en cada flor, en cada mota de polvo. (Thomas Mann).

El ser humano parece no darse cuenta que, en esas cosas se escode el sentido de la vida. Así que, está enajenado por la ilusiones ópticas y auditivas del colectivo técnico y por el mundo de ese colectivo. Pero también por el mundo del dinero y del poder. Por eso no tiene tiempo para mirar dentro de sí y piensa sólo en las cosas de la vida que le producen poder y beneficio. Pues, hay que recordarles a los malvados que el mundo sólo subsiste mediante la paz y el amor, la fraternidad y la amistad, divinas o humanas.

No sabemos mientras andamos por el mundo que nos depara el destino; pero el que se quita las talanqueras de los ojos del corazón, sabe que, el hombre alimenta su espíritu de las migajas que dejan caer los dioses sobre la Tierra. Por eso, vemos la realidad que vivimos como en espejos, cóncavos espejos, ya que los ojos son incapaces de soportar la luz de las alturas donde moran los dioses. Es como el trabajo del creador, del autor de un libro o una obra de arte, capta la luz que luego se refleja en el lector o el que observa la obra de arte. No sólo hay en la obra de arte una gigantesca fuerza de orientación, sino que la luz que porta en sí desvela la oscuridad de las cosas.

Lo que hay que hacer es, armonizar la muchedumbre de imágenes y luego valorarlas –es decir: dotarles, conforme a una clave secreta, de la luz que corresponde a su rango. Aquí la luz significa sonido, significa vida que está oculta en las palabras. Esto sería entonces un curso de metafísica realizado entre parábolas: la ordenación de las cosas visibles de acuerdo con su rango invisible. Toda obra y toda sociedad deberían estar estructuradas según ese principio. Si procuramos hacerlo realidad en la palabra, en la frase, en el juego de las imágenes que la vida cotidiana trae consigo, entonces estamos entrándonos en la más alta disciplina, la metafísica. (Ernst Jünger).

La joven generación, la juventud, en su acepción más profunda y elevada nada tiene que ver con la historia económica, con la práctica política, con la ciencia o con la técnica. Es un Don metafísico, algo esencial, una estructura, y una predestinación. (Thomas Mann). Es la luz de la aurora, la claridad sensitiva y racional, que indica el camino cuando los pueblos están en la oscuridad, el caos, la violencia o la guerra. Es la juventud con preocupaciones intelectuales o culturales, la que acompaña a los espíritus despiertos.

Así que, la insolencia del poder se manifiesta cuando quiere solapadamente someter a la juventud bajo el dominio de la civilización, la velocidad y los instrumentos técnicos. Así pues, el deslumbramiento no está en las preocupaciones intelectuales, sino en el confort técnico y los beneficios que reportan. Es falta de pulcritud espiritual reducir ese Don metafísico, a ilusiones ópticas o auditivas o, al lucro o, al ejercicio del poder.

Es una verdad que atormenta al disciplinador, al autoritario, al déspota, o, los que se ponen la máscara de demócratas, que la joven generación trascienda lo establecido por el poder: el Estado y sus instituciones, el presente-ahora, la moral común ordinaria; también el ejercicio del poder que implementa la injusticia, la desigualdad, la intolerancia, el odio, el resentimiento, el revanchismo o, la voluntad de venganza. Quienes quieren domesticarlos casi siempre se encuentran con lo inesperado. Goethe dijo de la joven generación: es embriaguez sin vino.

En su acepción más elevada, es, irascibilidad, movimiento ascendente al encuentro del Espíritu y sus juicios. Sí la juventud es la edad romántica por naturaleza –dijo Mann-. No es el romanticismo que huye de las responsabilidades éticas, sociales o intelectuales y se refugia en paraísos primitivos. ¡No! ¡Mil veces no! ¡De la juventud que hablo es la que siente la espontaneidad de espíritu y la capacidad de asombro! Es la que busca dentro de sí la forma y el contenido de lo que vive.

La juventud está adherida a las raíces de lo elemental y divino que mora en ella. En ella se entrecruza el presente-actual y lo primitivo, el origen como fenómeno originario, que da paso a una nueva estructura, a un nuevo arte, y se constituye en el lugar adecuado para la revelación del lenguaje. Para una persona que anda en los caminos del espíritu, en las preocupaciones intelectuales, la juventud misma, es, la revelación de lo sublime, que mora en el hombre.

De ello depende la develación de la libertad, de la libertad sustancial, primitiva y divina, que aúna forma y contenido, materia y espíritu. Así que, la juventud ha de participar de una u otra forma, en la vida objetiva del espíritu. Esto es: de la historia y de la existencia, de los aspectos problemáticos de la vida. Es un deber moral, espiritual e intelectivo, que haga parte del devenir histórico de los pueblos.

Sabemos que el sentimiento de la vida se identifica con la consciencia de sí mismo. Con los más altos valores de la existencia y del mundo. No se puede suprimir la forma de la vida que posibilita la existencia espiritual. Ni anular la forma de la vida profunda, con estados de inconciencia que responden a la brutalidad y la barbarie. Así que, la juventud debe tender a la afirmación articulada de los sentimientos propios y a una forma de vida especifica. (Mann). Estos hechos e ideales posibilitan que el mundo reconozca que la juventud tiene un sentimiento específico de la vida. En esas circunstancias ésta adquiere el status debido a su nombre. Por eso, es natural que la juventud y la época de la juventud se comprendan mutuamente. (Mann).

Las autoridades establecidas desean que la juventud acepte y se adapte a la idea de comunidad. Al convencionalismo social, a los prejuicios, a la moral común ordinaria, para moldearlos como hace el alfarero con el barro. Si esto sucede ¿dónde queda la libertad individual, los derechos y el libre albedrio de la joven generación? Entre las posibilidades que le ofrece la vida, la juventud debe manejar responsablemente su libertad. Más allá o más acá, si acierta o yerra. Porque no solo se aprende de los errores sino también de los fracasos y los sufrimientos.

Dejemos que la propia juventud adquiera el sentimiento consciente de la vida. Y la juventud es algo distinto a lo establecido, a la estructura y la función de la sociedad, del Estado y las instituciones. Es la relación inmediata con lo primitivo, la aventura y la profundidad de la vida personal. Es la capacidad y la voluntad de afrontar y superar lo que la existencia tiene de natural y de demoniaco. (Mann). En esto se asemeja a lo religioso y a los requerimientos espirituales y morales de todo ser humano. Como expresó Durero: en el sentido de juventud espiritual, de espontaneidad, como fe en la vida, como carrera entre la muerte y la existencia.

La juventud tiene una forma de vida especifica que se corresponde con su tiempo y su espacio. Sus apetencias espirituales o morales responden a sus ideales, no a lo establecido por el Sistema. Por eso, se identifica con la subversión, ya que rompe con lo establecido y caduco de la sociedad. Sabemos que su autoanálisis, el análisis de su subjetividad destruye lo que la vida tiene de inmediato, de natural y sublime. Pero en relación a su propio ser la juventud contribuye a vigorizar la existencia. Adquiere las herramientas de la experiencia, intelectuales o, reflexivas que le posibilitan orientarse en el mundo y conducir su propia vida.

En todos los pueblos la juventud tiende a afirmar su personalidad, más allá de prejuicios, usos y tradiciones. Por eso, la falta de madurez empuja a la juventud al espíritu que le es propio y propicio, para poder enfrentar los avatares de la existencia cotidiana. Así que, lo inacabado e inmaduro que porta en sí, posibilita desgarrar lo establecido por las familias, las religiones, las ideologías, las costumbres o, las autoridades.

En un mundo materialista y hedonista como el actual, ¿qué significa el sentimiento religioso? Es algo distinto de la racionalidad, del mundo dineral o de la técnica, es, quizá la juventud misma, la relación inmediata con lo ignoto, la intrepidez y la profundidad de la vida personal. (Mann). Es una percepción estética del mundo y su realidad, de los avatares de la existencia individual; porque la estética es la madre de la ética. Ello sintetiza lo bueno, lo justo y lo bello de la Humanidad. Es el Humanismo en su expresión trascendente, divina, pero humana. En esta civilización técnica y del espectáculo, de las redes sociales, se hermana con el arte y la filosofía. Estas disciplinas y la juventud misma, responden a los más profundos requerimientos y esperanzas humanas.

Ser joven significa ser original, permanecer cerca de las fuentes vitales. Capaz de levantarse, orientarse y romper las cadenas de una civilización superada, tener el valor que hace falta, y que otros no tienen, para sumergirse de nuevo en las fuentes de lo elemental. (Mann). En la juventud está latente la rebeldía, la aventura y lo inesperado respecto a lo establecido. Por eso el análisis y la crítica sobre la joven generación hay que hacerlo en su cultura. Porque ésta en todas sus acepciones, es la expresión de su cultura.

La juventud porta en sí una secreta marca, oscura e ilegible al comienzo de su vida, que en el transcurso del tiempo se va develando en el gusto, el espíritu, la sensibilidad, la reflexión, la llaneza o profundidad de su vida vivida. Pero, casi siempre, las personas del común no se detienen a descifrar esta oscura e ilegible marca. Sino que le dejan el trabajo al Estado, las instituciones, la iglesia, al poder o, ese grupo de hombres que lo ejercen sin contemplaciones. Por eso los jóvenes son incomprendidos por la sociedad, la moral común ordinaria, el Tiempo y sus juicios. Suscita la juventud cierta oposición critica entre él y el mundo, él y la sociedad. Estimula en el joven la obstinación y la ironía contra el orden social y le induce a buscar protección y refugio en la libertad espiritual, en los libros, en las ideas. (Mann).

Así pues, la juventud es mal comprendida por su tiempo, porque busca la iluminación, la elevación, el entusiasmo y la trascendencia; ante lo fugaz de la vida cotidiana y el presente-ahora. Algunos se quedan tirados en la cuneta que son los muchos, ya que salen corriendo detrás del deslumbramiento del poder, las riquezas, el reconocimiento social y, olvidan lo fundamental de la vida, preocuparse por lo noble, lo inefable, lo superior y divino. Tener la sabiduría que el sentido de la existencia está en el interior de todos y cada uno de nosotros.

Somos parte de tiempos aciagos, tiempos de tensión espiritual, de penas y de zozobras, oscuros y tristes, y la juventud es la fina sensibilidad que los capta, tal como hace el sismógrafo con las placas tectónicas. Por eso están dispuestos a lo imprevisto y son una invitación constante a la innovación. Se cree a pie juntillas que los jóvenes al protestar, oponerse o criticar lo establecido, viven en una alucinación de sus sentidos. Pero están completamente equivocados. Lo que hacen con sus acciones es, derribar los obstáculos, suprimir las inhibiciones y estorbos, que impiden el encuentro consigo mismo, la justicia o la libertad.

Ahora bien, ¿qué hacen en su soledad? Tratar de comprender el mundo y su realidad, que no los entiende; de ahí su ensimismamiento o su carácter interrogativo. Así que, la joven generación se enfrenta a los flageladores del hogar o la sociedad. Es uno de los caminos que le ofrece la vida, para alcanzar la iluminación, la elevación, contra la ignominia y la tiranía. Está expresa en el espíritu, el lenguaje y el pensamiento, de la época que viven.

El mundo y lo objetivo como verdad, niegan lo subjetivo, la aventura interior, lo elemental, como algo sin valor. Por eso, la juventud se opone a la realidad con las armas del presente oportuno y los sentimientos. Porque lo eleva, le aumenta su sensación de energía, de fuerza y dominio propio. (Mann).  Saben que la mentira estimula el odio y se opone a la verdad. A la verdad que tiene como fundamento la libertad. La juventud no sólo consigue dominar las dificultades paralizadoras de estos tiempos. Sino también el tiempo mismo, la época de la cultura y la cultura de la época. Porque posibilita la creación de una época venidera donde la verdad y lo justo, la igualdad y la lucha contra el fascismo, el racismo, la injusticia social, florezcan como prados en flor.

Y ella se apropiará de los instrumentos de la creación y montada en su cabalgadura, absorberá los obstáculos y, en atrevido galope, saltando de un borde a otro los barrancos, y este acto es, mil veces más agradable a la vida que una existencia que arrastra sus pies detrás de las ilusiones ópticas y auditivas de la realidad cotidiana. Ellos saben captar la disolución en la luz de todos los crepúsculos, tal como el pecador que soporta el tormento y la ignominia como partes de la contrición que lo conduce a los pies del Señor.

La juventud desde la esfera del espíritu y la soledad, responde a la llamada del Destino, a abrirse paso desde la subjetividad liberadora, y acceder al mundo para desgarrar la red de la soledad y el dolor, que le impiden relacionarse con las cosas y las demás personas. Expresa la libertad de inteligencia, la libertad de pensar, de interpretación elevada de los hechos elementales.

Un mundo como el actual le pone obstáculos a la juventud para que se habrá paso, para que dé un paso adelante ante los acontecimientos históricos. Saben que el mundo presenta una atmósfera llena de incertidumbres, de penurias y desazón; la guerra, el Dios de la guerra parece marcar el paso de los acontecimientos históricos, acompañado por su consorte de la crisis económica internacional, el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China, la guerra de Ucrania, el Dios de la guerra se manifiesta con crueldad en Yemen, Medio Oriente, Colombia y otros pueblos que son abrazados por el fuego del dolor, del sufrimiento y la muerte.

Existen pueblos en que una “selecta minoría” ha controlado la renta, la riqueza, la tierra, el poder político, la educación y la cultura, y esto se convierte en un problema fundamental en la historia del país. Son pueblos con crecimiento económico, pero con grandes desigualdades. Porque se eleva el beneficio de las entidades financieras y aumenta la marginación social. En este orden de ideas, se percibe en las relaciones internacionales el renacer del neo-nacionalismo y el proteccionismo, del populismo, agresivos y barbaros, que inducen a los gobiernos de las potencias mundiales a invertir en desarrollo armamentístico, más cuando se ha rota el Acuerdo Nuclear entre Rusia y Estados Unidos.  

Ahora bien, en una atmósfera turbulenta y caótica en que vivimos, ¿cuál es el papel de la juventud? Desvelar y criticar el sentido oculto de los procesos históricos y de la guerra, la violencia, el hambre, la injusticia y la violación de los derechos humanos, en particular. Frenar con acciones prácticas el avance de la xenofobia, el racismo, el cambio climático y el recorte de las libertades. Así que, tengamos presente en estos tiempos de nubarrones oscuros sobre la existencia humana y el espíritu, que éste será en su elevada presencia la llama de la vela, que alumbrará en tiempos aciagos y peligrosos para la creación y la acción que dirige y da forma al espíritu.

Como dijo Thomas Mann, en El Doctor Fausto: Tengo, por otra parte, el convencimiento de que las osadas empresas del espíritu, las más libres, las que estarán al frente de los acontecimientos humanos provienen de la joven generación y acabarán siempre por ser benéficas para los hombres.

Sabemos que somos parte de tiempos donde prevalecen los hechos significativos sobre los actores insignificantes. Esto es válido para la política, la economía y la cultura en general. En el horizonte se percibe un nuevo derrumbamiento que afectará todas las instancias de la vida humana. Estamos como pueblo, como nación y como hombres de carne y hueso, expuestos a fuerzas que trascienden moral y físicamente los diques de contención que permiten la “Vida” sobre la Tierra.

Estamos de hecho expuestos a la ley de la fuerza, la barbarie y la muerte. Parece que en el mundo prevaleciera la incomprensión, la irracionalidad y el odio, a toda empresa humana que posibilite, el juicio de los hombres y de Dios, la permanencia de la “Vida” sobre la Tierra. Por eso, la joven generación es la luz que alumbra en medio de la oscuridad y de las desavenencias humanas del mundo que vivimos. En ella se encarna la libertad, la vida profunda de los pueblos y sus generaciones.

                                            Madrid-España a 04/02/2023

IMÁGENES SOBRE El LIBRO DEL GÉNESIS


 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

El Libro del Génesis impregna la materia y la vida de lo trascendente y divino. Algo de eso se conserva en la actualidad, aunque su reflejo sea una débil copia. Con razón se considera como el documento de un acercamiento incomparable. Cabe advertir que contiene fragmentos de un texto primitivo trasmitido hasta nosotros como desde una Atlántida sumergida. Imágenes de encuentros numinosos que se desprendieron como chispas de historias que todavía hoy nos dan que pensar. Diferenciaciones como las que se hacen entre el Árbol de Conocimiento y el Árbol de la Vida, es difícil que procedan del Sinaí; lo que sin duda procede de él, en cambio, es la serpiente de bronce y la zarza en llamas. (Ernst Jünger).

Así que, el fallo del ser humano se traspasa al Mundo, a la Naturaleza, tal vez incluso al Cosmos. La razón principal de eso está en el humano afán de novedades, en la curiosidad, que va seguida de petulancia. Desde la antigüedad el hombre quiere ser semejante a los dioses o a los titanes, y sólo es un pasajero del mundo que no sabe de dónde viene y para donde va. En el frágil y diminuto cuerpo humano, el espíritu, el alma y la mente, se asoma ahora en la actualidad lo primitivo y lo bárbaro del ser humano. Por eso es necesario mirar la oscuridad del pasado, para entender la iluminación del presente.

De ahí que el sisma del Paraíso todavía nos afecta en las esferas de la condición humana: la propia vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra –nunca pueden <<explicar>> lo que somos o, responder a la pregunta de quiénes somos por la sencilla razón de que jamás nos condicionan absolutamente. (Hannah Arendt). Esta trasmutación en el Paraíso afectó a las plantas, a los animales y a los hombres. A eso podría responderse que lo que adquirió eficacia con la expulsión del Paraíso fue únicamente una función del diente, a saber, su función de arma. También es preciso tener en cuenta que tanto en la Naturaleza como en la técnica echan dientes órganos e instrumentos extremadamente diversos. (Jünger).

En el Jardín del Edén se contenían todos los desarrollos posibles, tanto si luego se efectuaron como si no. El catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una posibilidad salga a escena es preciso que se la acepte. La posibilidad de algo está contenida <<en sí>>, <<de suyo>>, <<propiamente>>, en la naturaleza esencial de las cosas y de la vida. (Jünger). Así que, todo lo que respira bajo el cielo y las estrellas, continúa viviendo en el Paraíso. La lluvia, los terremotos, el sufrimiento, la violencia o el amor, están contenidos en la Naturaleza que les es propia. Sólo basta que rasquemos un poquito en la superficie, tal como hace Aladino con la lámpara, y, de inmediato, el mago se brinda generoso a lo que pidas.

Así que, en el Árbol de la Vida estaba contenido el Árbol del Conocimiento y todas las formas posibles. Esto confirma la tesis wolfiana de que <<la existencia es un complemento de lo posible>>, podríamos sacar la conclusión de que también la vida tiene que ser aceptada. (Jünger). Lo que sucede es que la existencia queda determinada, desterrada, a una de sus posibilidades. En la esfera social o política la posibilidad se reduce casi siempre al determinismo económico o del ejercicio del poder. Las posibilidades de que el ser humano desarrolle sus potencialidades, son limitadas. De ahí que se piense que el libre albedrío no existe, sino una red de determinismos que condicionan la existencia. La existencia de lo existente, es parte de una Red de sutiles determinaciones. Esto se observa en la familia, los pueblos, las instituciones o, el Estado.

Lo posible es lo ignoto, lo que viene al encuentro de los hombres desde lo atemporal, allende del tiempo. El ser humano en las horas de soledad corre el riesgo de tener un encuentro con lo luminoso y sagrado, el hombre aquí se enfrenta a un misterio profundo y divino. Se enfrenta a un misterio trascendente, místico y espiritual, como lo expresa el Libro del Génisis. En los que le asaltan pensamientos que lo inducen a obrar. La creación de una obra de arte, una partitura, una novela, un poema, contiene, si es buena, sus raíces en la eternidad, o, en otros términos, en la atemporalidad. Por eso resiste aquende del tiempo-ahora, a la arena del desierto que cae en el reloj de arena, al tiempo mecánico que marcan las manecillas del reloj, o, al tiempo abstracto del presente-ahora. Existen lugares donde el ser humano siente que allí hubo un encuentro con lo numinoso o lo demoniaco. Es licito sospechar que hubo un extraordinario aflujo de fuerzas. (Jünger).

Aquende del muro del tiempo la creación queda degradada y pasa hacer procreación, generación. Es una rama que se separa del eros cósmico y produce seres mortales. Así, visiones cósmicas, mágicas, demoniacas, totémicas, heráldicas, fueron cambiando con el nivel del conocimiento, pero también se conservan en el tiempo recuerdos de la veneración de antaño y los terrores tempranos. (Jünger). De ahí que, la rememoración posibilite entender y comprender, lo que acontece en el presente-actual. En el Libro del Génesis están contenidas todas las historias, los mitos, las técnicas, los conocimientos, las experiencias y las lenguas, que han tomado Figura en la actualidad.

Es evidente que el Libro del Génesis se apoya en versiones más antiguas, trasmitidas por vía oral. En su texto está entretejida la heterogeneidad de aquellos animales y plantas con respectos a los actuales, pero también la heterogeneidad del ser humano. (Jünger). Con el predominio de la cultura del artificio, del tiempo abstracto y los lenguajes digitales, en la actualidad. El ser humano está abocado a separase más y más, del logos numinoso y divino, que reinaba en el Jardín del Edén. Así, la experiencia que mana de boca a oído, es, sustituida, por la que ofrecen los medios de comunicación, Internet, y, las Plataformas Digitales, esto produce en la naturaleza humana, una fractura fundamental. Un horror inimaginable del hombre actual, ser incapaz de comunicar los contenidos espirituales de la lengua humana.

Walter Benjamín en La tarea del traductor, en esa introducción de 1923 para la traducción de los Tableaux parisiens de Baudelaire, pone en juego una posibilidad de invertir la degradación del lenguaje en la actualidad. A partir de ahí, en su opinión, el mundo ha conocido tres edades: la de una palabra divina creadora, cuando el lenguaje coincidía perfectamente con las realidades que designa; la de la lengua humana original mediante la cual Adán nombraba a los animales; por último, la que sucede a la decadencia del estado paradisíaco a través de la transformación de las palabras en vulgares signos de comunicación. Filtrada por ese descubrimiento, la verdadera esencia de la traducción sería devolver el recuerdo de la unidad perdida escrutando la presencia del Verbo tras la diversidad lingüística de la humanidad. (Pierre Bouretz).

En el Jardín del Edén el sentido de las palabras está relacionado con lo elemental, con la naturaleza esencial que comunica. Aquí ha de pensarse en una comunicación que no ha menester ni de una lengua materna ni de un vocabulario. Por ende, toda verdad –dice Benjamín en Las afinidades electivas-, tiene su morada o palacio ancestral en la lengua, que ese palacio está hecho de los más antiguos logoi y que, frente a una verdad así fundada, las aspiraciones de las ciencias particulares siguen siendo algo subalterno. (Bouretz). Aquí el pensamiento de Benjamín se concatena al de Heidegger, ¿hasta qué punto tiene la verdad su morada en el lenguaje? La música, pudo ser en el lenguaje del Edén, el último de la humanidad tras la construcción de la Torre de Babel.

Por tanto, no hay arte más intelectual que la música, en ella, forma y contenido se entrelazan como en ningún otro; son, una y misma cosa. Quizá el deseo profundo de la Música es el de no ser oída, ni tocada o vista, sino percibida y contemplada, en un más allá de los sentidos y del alma misma.  Pero ligada al mundo de los sentidos, es natural que se anhele, su realización sensorial, vigorosa y hasta apasionada. (Mann). El encuentro inmediato con las cosas se da a través de los sentidos: vista, oído y tacto. Así como las sensaciones provocadas por el calor, el sonido, la esperanza y la dureza, las cosas se nos meten literalmente en el cuerpo. (Martín Heidegger).

De los instrumentos musicales el piano es el representante directo y soberano de la música misma considerada en su intelectualidad. La enseñanza del piano es considerada, en su esencia más íntima, la Música misma. Por ello, lo elemental en la música es lo original en el sentido de originario. Su estado primitivo nos acerca a la comunicación primitiva del hombre. A la fuente de los más antiguos logoi. Está en el curso de los siglos, por muy desarrollado que sea el edificio de su creación histórica, nunca se ha desposeído de una piadosa inclinación a tener presente sus más rudimentarios comienzos, a evocarlos con solemnidad, a celebrar, en suma, sus elementos. La música conmemora su identidad con el cosmos. (Mann).

La música en su estado primitivo se hermana con la lengua Adánica. En ella se unifica el mito de la música y el mito del mundo, tal como está descrito en el Libro del Génesis. La música se concatena a las cosas del mundo exterior y estas, a la vez, a la música. Así, entre el mundo de las cosas y la música existe un juego de espejos o de ecos que se escucha desde la eternidad. Las revelaciones de lo elemental y primitivo que se comunica en la música, responde a los más antiguos sentimientos de la humanidad.

Así, el ser humano en su esencia intima es, ritmo, sonoridad, cadencia, voz, que expresa lo más sencillo, lo más fundamental, de la naturaleza humana. Para ser digno de la pureza, de la originalidad de la música, de lo que hay en ella de único, es preciso que el corazón pueda llegar al estado de vacío absoluto de predisposición que las Santas Escrituras imponen como necesario a quien desee recibir el cuerpo de Dios. (Mann). Así que, la música en su esencia más íntima, primitiva, evoca siempre su estado primitivo y elemental. En sus comienzos, la música era algo caótica, sin normas, donde lo sensorial y lo vocal, posibilitaban sumergirse en lo profundo de las cosas y la eternidad. En esta esfera, el tiempo eterno, inmóvil, expresa la lengua y la alegría de Dios; las maravillosas cimas de la más excelsa belleza. 

En la esfera intelectual de la música, un arte que al margen de la época y de su propia corriente histórica, es capaz de crear una manifestación particular como la descrita en la música, y, provoca por secundarios caminos ocultos, tales explosiones de espiritualidad, es ciertamente un arte de primera magnitud. (Mann). La música es para los hombres un regalo celeste a la vida humana. ¿Puede el hombre vivir sin música? Creo que lo más elevado del pensamiento y el sentimiento, se relaciona con la música y los números. La palabra es música y la música es palabra en estado sublime y trascendente. La palabra se entreteje con la música para darle forma y sentido, a la vida y las cosas del mundo. En el arte, la palabra y la música se entrelazan hasta el punto de ser imposible distinguir uno del otro. Para algunas personas el principio de las cosas es, la música y, para otros, los números como creían los pitagóricos. Para ningún ser humano la música le es indiferente; porque el sentimiento que despierta es, como el amor poseído de calor humano. La música hay que amarla como hace el hombre con el ser que adora.

Desde la antigüedad la música viene considerándose en relación con las demás manifestaciones del espíritu, la forma, el pensamiento y la cultura. Todas forman un todo, y conservan su especificidad debida; son como una potencia extraña, un fenómeno maravilloso, que se extiende más allá de aquende del tiempo y se conjuga con el cosmos. En un mundo como el actual, el ser humano es incapaz de oír y escuchar, por estar inmerso en la velocidad y el maquinismo. Ahora, los lenguajes digitales y las imágenes pictóricas en movimiento, no sólo están degradando la naturaleza del ser, sino que, a la vez, ruptura la coherencia del Yo y disuelve en relaciones abstractas y artificiales, los sentimientos, el lenguaje y el pensamiento. Esto trajo consigo en la civilización actual, la crisis del ser y el existir.

                                         Madrid-España a 04/02/2023