En un
pueblo del Caribe al umbral de la tarde cuando la noche entrega a los dioses el
velo nocturno y el cielo se preña de estrellas. Mi abuela me contaba historias
interminables en el patio debajo de un abeto. Las ramas del árbol eran como los
cabellos de una mujer que nos protegían de los avatares del tiempo cósmico. Con
esta lengua ignota, fantástica y misteriosa, el tiempo se detenía en un marasmo
existencial. Como si una tristeza o melancolía dieran cuanta de la vida
pueblerina. Las historias narraban aventuras fantásticas y terroríficas, que
por la noche se convertían en sueños aterradores. Así, la lengua de estos
cuentos despertó la sensibilidad, la imaginación y la agudeza del espíritu, en
mí. Entonces descubrí que la lengua viva eran corrientes de contenidos
espirituales que provenían del Árbol de
la Vida. Desde la niñez mamé la lengua de mis mayores y como un presente
divino, el nombre, el espíritu lingüístico, y el significado de las cosas y la
vida. En ella aprendí el contenido de las palabras como cielo, estrellas,
pájaro, pescado, amor, fraternidad, libertad, tolerancia, juego, convivencia, macaneo,
aguacate o takaloa.
Sabemos
que el mundo de los mayores permanece en la memoria y la rememoración. Así, la
capacidad del ser humano de recordar posibilita
desandar lo andado y proyectarlo al futuro.
En este orden, ¿cómo los judíos experimentaban el tiempo pasado? Conmemorándolo. A ellos les estaba
prohibido escrutar el futuro. En cambio, la Torá y la plegaria les instruyen en
la conmemoración. Esto desencantaba el futuro, al cual sucumben los que buscan
información en los adivinos”. En los últimos tiempos la Gran ciudad, la
ciencia, la masificación, la técnica, Internet, los algoritmos, el desarrollo
social y el progreso, han dejado a la vera del camino las cosas del pasado como
escombros tirados a la intemperie. Estas esferas de la existencia diluyeron en
la actualidad, los cimientos del Antiguo legado grecolatino y judeo-cristiano,
que da vida a la lengua natural, la memoria y la conmemoración. Y donde tuvo
mayor incidencia fue en el espíritu lingüístico del hombre. En el siglo XX los
contenidos espirituales de la lengua natural, se balcanizaron.
Quizás,
en tiempos no muy lejanos, la concepción de la existencia y del mundo, tal como
la organizó la experiencia y el logos
clásico, no den cuenta de los requerimientos humanos. En la historia y el presente-ahora que nos concierne
buscamos los últimos vestigios del ser, la identidad y la razón de la
existencia. Porque en pocos espacios de tiempo quizás no estén para responder a
los humanos. Quizás la existencia se convierta en número o en objetos, en una
serie algorítmica manejados a gran distancia y la vida solo un espejismo de la
realidad. Su contrapartida será un proceso continuo de linealidad lógica, en
los asuntos que le conciernen al fundamento de la existencia.
En la
actualidad somos parte de la cultura del espectáculo; el kitsch promulgado por los mass-medias, las redes sociales e
Internet, están sustituyendo la estructura profunda de la cultura de
Occidente. Quizás los valores morales,
éticos, religiosos, los conceptos y los lenguajes estéticos, que instauró la
Ilustración europea a fines del siglo XVIII y principios del XIX, no tengan
razón de ser. Eso que el filósofo Michel Foucault denominó: El Orden Burgués.
Tal
vez, la mundialización de la existencia en las comunicaciones, esté trastocando
las leguas naturales. Estas que se estructuraron alrededor del logos clásico empiezan su retirada. Así,
el desarrollo científico-técnico, el progreso, las relaciones inconexas de los
seres humanos, están diluyendo los contenidos espirituales de las lenguas
naturales. Existe una especie de desorden semántico y, tal vez de la relación
realidad-verdad que da sentido a la existencia. Existe la posibilidad en
tiempos no lejanos la lengua natural no dé cuenta de los requerimientos de la
condición humana.
Tal vez
la historia se convierta en un espejismo de la razón instrumental y las
tecnologías. Y, los recursos de la imaginación, la sensibilidad, los contenidos
de la experiencia, en un montón de escombros y no estén a la altura para
responder a los requerimientos morales, materiales y espirituales del ser
humano. Esta trastocación traería un caos en los recursos verbales de la
cultura de Occidente. Es decir, los sentimientos, la imaginación, la
sensibilidad, la experiencia, las ideas y las tragedias humanas que heredamos
de fragmentos de autores griegos, de la Biblia, la Torá, Shakespeare, Milton,
Cervantes, García Márquez; ya no tengan razón de ser.
George
Steiner observa el proceso de degradación de los recursos verbales y los
valores de la cultura occidental, como un rasgo de inhumanidad política del
siglo XX. Donde las palabras han entrado en un proceso de entumecimiento y
oscuridad. Que afectó profundamente la estructura lingüística de los hombres.
Por tanto, la incompatibilidad entre la vivencia de la naturaleza inhumana de
la realidad política y los requerimientos del ser y el existir. Están dando
cuenta del lenguaje. Por la revolución en las comunicaciones, las redes
sociales y el Ágora en que se ha convertido el mundo, vivimos el tránsito del
lenguaje natural al artificial.
Esta
trastocación en el ámbito lingüístico posibilita observar en el individuo y la
sociedad, la sustitución de la lengua natural (inmediata, infinita,
contradictoria y polisémica), por la charla maligna. Un espacio donde la lengua
elocuente y los contenidos espirituales de la lengua natural, no responden a
los requerimientos humanos. Atravesamos un período de cambios profundos, dice
Steiner: “Pienso que ese estado transitorio e inestable del tiempo e identidad
personal, del yo y de la muerte física, influirán en la condición y las
posibilidades del lenguaje”. Sí la estructura sintáctica cambia, si los códigos
y los elementos del lenguaje cambian, si las estructuras de la percepción y la
imaginación cambian, se modificarán también las formas de la comunicación.
Estamos
asistiendo en la historia de la humanidad, a cambios jamás imaginados por el
ser humano. ¿qué sería del hombre sino se interroga sobre el entorno que lo
rodea, el enigma de la existencia y el destino que le espera? Platón en la
aurora del tiempo dice que una vida sin examen no merece la pena vivirse. Así, para
comprender y conocer el mundo y la naturaleza humana, es fundamental la filosofía,
las literaturas, las artes, la música, la poesía, el teatro, la ciencia, entre
otros. Ese legado que heredamos de la Antigua filosofía griega, de Descartes, de
Kant, de Spinoza, de Leibniz, Nietzsche, Schopenhauer, Heidegger, Kierkegaard,
Hegel, Althusser, Husserl, Foucault, etc. Ya que la filosofía posibilita que la
consciencia en marcha se descubra a sí misma y desgarre el forro de los
fenómenos. La filosofía se plantea cuestiones y hay que resolverlas. Es
necesaria para tener una visión global de la historia y de la cultura, del
hombre como humanidad. Porque permite a los hombres organizar su cultura,
introducir un orden, reencontrarse consigo mismo, obtener seguridad intelectual
y darle peso a la existencia.
Ahora,
inquirir los supuestos del humanismo burgués desde la teoría de la cultura como
hace Steiner. Es posibilitar un campo de investigación que nos aporte un
cristal para el análisis de la cultura, el racionalismo clásico y el humanismo
cristiano. Un aporte para comprender las fisuras del espacio voluminoso de la
civilización moderna. Porque el siglo XX fue un siglo controvertido, pero a la
vez uno de los siglos más prósperos en bienestar social y desarrollo en las
esferas del saber-conocimiento. Así, la experiencia del totalitarismo como un
hecho en Europa trastocó la vida y el orden de las cosas de las naciones
europeas, como expresó Hannah Arendt: “La dominación totalitaria como un hecho
establecido, que en su carácter sin precedente no se puede aprehender mediante
las categorías habituales del pensamiento político y cuyos crímenes no se
pueden juzgar según las normas de la moral tradicional ni castigar mediante la
estructura legal de nuestra civilización, rompió la continuidad de la historia
de Occidente”.
Además,
el aporte de Steiner como el de Benjamín y Arendt, muestran las fisuras del
siglo que nos deparó dos Guerras Mundiales, la Soha contra los judíos y las diversas etnias minoritarias de
Europa. Y, las diversas guerras periféricas que aún subsisten y desestabilizan
el Orden Mundial. Este análisis permite visualizar que los cimientos
espirituales, morales y materiales de Occidente se están resquebrajando. Por
eso, la crítica política, económica y social, hay que percibirla en su cultura.
Porque el horror, el secuestro, el atentado, el hambre, las masacres, el
terrorismo, el narcotráfico; se expresan en las formas y sentidos de los
lenguajes de la civilización moderna.
Asistimos
sorprendidos, anonadados y desorientados a un acontecer humano: el barbarismo
del lenguaje. Donde lo más preciado y mágico de la condición humana, el
lenguaje, vive un proceso de degradación. Así, el infinito mar de
contradicciones espirituales que constituyen la lengua humana. Se ve
bombardeado continuamente por las imágenes pictóricas en movimiento, el
determinismo del lenguaje económico y político, que la esfera de la
estadística, la opinión y los acontecimientos históricos. Más no en el ámbito
de la lengua entendida –dice Ernesto Sábato-, como un intrincado, sutil y
absurdo resultado de emociones, sentimientos, fantasías, delirios, sueños,
ilusiones y mitos. Situándonos en el umbral de las ideas de Vico, de Herder, de
Vossler, de Humboldt, la lengua es una corriente de energía viva en perpetuo
cambio. Entonces, ¿qué comunica la lengua? Comunica contenidos espirituales. Nos
recuerda que la naturaleza humana es esencialmente lingüística. Que el hombre
se expresa con palabras, las palabras son actos y, por tanto, el examen de las
palabras. Es el examen del pensamiento y de todas las perspectivas; de todas
las formas de vida.
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