<< Con amor a mi
esposa Aida Montero Silva:
Que ha hecho esto
posible>>.
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.
Estamos seguros que, en la época
moderna, el pensar científico-técnico es incapaz de mitigar la pobreza de la
condición humana. Su disolución se deshace como hongos podridos en la boca, y
trae la soledad, el dolor, el sufrimiento, el odio y la muerte. No sólo hemos
perdido la fe en Dios, sino en el hombre mismo y, en particular, en aquellos
que más cerca están de nosotros. Hemos perdido la confianza en los dirigentes,
en las instituciones, la política y la economía. Por eso, en un mundo donde
prevalece el pensamiento científico-técnico y el volcamiento del hombre
particular a las masas, nos sentimos solos y desprotegidos. Como dijo
Stevenson: no es que el hombre no crea en nada, sino que cree en todo.
Ahora existe una desilusión sobre
la época y el hombre pone sus ojos en la Providencia divina, en el Hacedor de
palabras o, en el que bebe de los posos de los pensadores; por eso, los
acompaña un halo de redención y eternidad. Quizá rediman al hombre
contemporáneo del montón de escombros humanos y materiales, que el progreso ha
dejado tras de sí. Como dijo Benjamín: Hemos podido ver el progreso de las
ciencias naturales, biológicas y químicas, pero no, el retroceso de la
sociedad. En un mundo donde la materia, el dinero y la política, predominan; es
comprensible que los hombres sean pobres de espíritu. Que no se hallen a la
altura del Tiempo y sus juicios y, del poder que fluye a ellos.
Por eso, es necesario reflexionar
sobre los peligros venideros que, con la máscara de la técnica y la ciencia, se
presentan como verdaderos. En medio de la oscuridad y la desesperanza en que
estamos, hay que creer en la libertad, el respeto y la dignidad de la persona
humana. En aquellos valores que exaltan lo numinoso y mágico del mundo y la
vida. Por tanto, creer en el hombre y la verdad significa que existe algo en el
ser humano que no lo puede determinar la lógica científico-técnica, ni
explicarlo en los laboratorios, porque se relaciona con lo eterno y trascendente
que mora en todos y cada uno de nosotros. Como dijo Jünger: La historia no
tiene meta; existe. El camino es más importante que la meta por cuanto puede
convertirse en meta cada momento, ante todo en el de la muerte. Y tener
presente la observación de Humberto Eco: Toda tentativa de averiguar el sentido
último conduce al absurdo y le arrebata su misterio al mundo.
De ahí que el pesimismo en el
mundo moderno esconda tras de sí una pasión por la redención del hombre. Como
el poetizar y el pensar buscan las verdades eternas y la esencia del
ser-en-el-mundo. Por eso, se valen de las palabras y el pensar, para alcanzar
la trascendencia -en el mundo de los aparentes entes-, del ser humano. Se trata
desde la naturaleza del ser-hombre, resolver los enigmas del tiempo y la
muerte, como dar respuestas al sufrimiento, el dolor y las injusticias, que un
ser humano inflige a otros. Ahí se encuentra la riqueza del poetizar y el
pensar, que permanezcamos en la memoria por nuestros actos y hacer humano.
Que lo que hagamos en este mundo
de alto desarrollo técnico y de masas, posibilite en la oscuridad del borde del
abismo, un mundo más justo y más libre. Donde la redención del amor y la
belleza prevalezcan sobre la crueldad y la injusticia. Así, cuando la noche más
larga de la iluminación tecno-científica nos dejen en la oscuridad más
absoluta; ahí estarán el poeta y el pensador para salvarnos. De este modo, el
poema establece marcas que no son alcanzadas en la vida; dijo Jünger. A este
respecto se pronuncia Baudelaire:
¡Porque en verdad,
Señor, el mejor testimonio
Que podemos mostrar de nuestra
dignidad
Es este ardiente grito rodando
en las edades
¡Que va a morir al borde de
vuestra eternidad!
(Las flores
del mal).
En el mundo moderno de la técnica
y la ciencia, las preguntas sobre lo fundamental de la existencia humana y lo
eterno, se esconden detrás de las noticias del periódico de la mañana, de
Internet o las redes sociales. Nuestro lugar en el mundo y el saber estar en
él, se remplazaron por la estridencia y repugnante comportamiento humano.
Existen pueblos que pueden enseñar a pensar, a educar a los niños, a encontrar
la felicidad donde otros sólo ven pobreza, miseria y humillación. Que hay
relaciones intrínsecas entre el idioma que se habla y la conducta de quienes lo
habitan.
Cuando Heidegger nos habla del
habitar en el claro, lo que quiere trasmitir es que, allí se devela la verdad
del ser y la esencia del hombre. Que existen palabras como amor, piedad,
bondad, paz, o, en su defecto, como paciencia o aprecio por la libertad y la
individualidad humana, que hinchan al idioma de verdad y eternidad. Este acto
divino y humano que posibilita la lengua, permite que el ser y Dios, moren en
el lenguaje. Por eso, según Heidegger, la serenidad y la apertura al ser y la
verdad, se develan en el lenguaje. Así que, cada día que vive en lo profundo de
la selva negra, desandar los tenues trazos que los campesinos dejan en los
caminos, escuchar el canto del pájaro, y ver el tejido armonioso de los astros
en el firmamento, le produce en lo más profundo de su ser una gratitud amorosa
al ser y a Dios.
En Heidegger, adentrarse en el
lenguaje posibilita establecer nuestra morada en él, y en el Hablar nos confía
su esencia. La esencia de la lengua comunica contenidos espirituales, que
alumbran los caminos del mundo y de la vida. Cuando la lengua se corrompe o,
sólo sirve como medio de comunicación, se da una fractura fundamental en la
esencia del hombre. Entonces, no responde a los más altos requerimientos del
humanismo: la solidaridad, el respeto y la afirmación del otro, el libre
albedrío, el amor o la fraternidad. Así que, en las palabras “destino”, “tierra
natal”, “pueblo”, “espíritu”, Heidegger habla con las cosas pasajeras y lo
eterno, que mora en todos y cada uno de nosotros. En el decir, el habla teje la
cuadratura del mundo: Tierra y Cielo,
Hombre y Dios. Es el oído interno en que capta esta gran sinfonía; que
llega de otro mundo.
La serenidad, por su parte,
posibilita que las cosas acontezcan, sin el determinismo de los instrumentos
técnicos. La serenidad es la distancia y la aceptación activa ante los
instrumentos técnicos y el aparecer del ente ahí delante. Heidegger, en su
referencia a la técnica, que determina el estado del mundo, la serenidad remite
directamente a la experiencia contemporánea, marcada por el desarraigo, la
minusvaloración de lo propio, las imposiciones de la disponibilidad; se
encuentran extendidas hasta el extremo en el despliegue universal del pensar
unilateral.
Así pues, la experiencia del
hombre contemporáneo, se percibe como desgarramiento de la tradición de la
iglesia y la familia, del espíritu de lo natal y pueblerino, para dar paso a la
enajenación en la Gran ciudad, del mundo y del hombre. La técnica aleja al
hombre de lo cercano y el hábitat, y borra las huellas que ha dejado tras de
sí. La técnica no deja huellas en el espíritu ni en el cuerpo, donde podamos
leer e interpretar el significado de la existencia individual. Ya en la vida
cotidiana resultan notables esas transiciones. La persona que lee traduce a
lenguaje el texto leído y lo recita en espíritu. (Jünger).
Por eso, en el decir y la
lectura, se devela la esencia del ser y del hombre. El hecho de que el
durmiente empiece a hablar es un anuncio del despertar (Jünger). Benjamín
pensaba que las imágenes dialécticas son auténticas imágenes (esto es, no
arcaicas), y el lugar donde se las encuentra es el lenguaje. En el recuerdo, la
infancia y en los sueños, se devela el despertar. (Benjamín). Y es que, la
vigilia del sueño despierta la imaginación y la creatividad.
En el mundo moderno el predominio
la pregunta por la técnica significa la superación de la metafísica occidental
–que se expresa en el cálculo y la estadística, o, en la disponibilidad de las
cosas como existencia-, la superación de un modo de pensar que conduce a la
pérdida del arraigo, lo natural y divino del hombre. También la tendencia a la
uniformidad, la estadística y la objetivación del hombre. Somos parte de un
mundo carente de pensamiento, de amor, de solidaridad, de fraternidad y creer
en lo fundamental de la vida. Esta actitud ante la vida posibilita una
existencia sumamente desgraciada.
Ahora, ¿Cómo se opone el ser humano al
despliegue y la amenaza del mundo técnico? Activando la apertura, la serenidad
y la imaginación, en los lugares donde la técnica no pueda dominar y coaccionar
al hombre. Son lugares primitivos que dan la razón de ser a la esencia del
hombre y, toma <<figura>> en el lenguaje. Esto posibilitará que el
misterio y lo numinoso del mundo y la vida del hombre sobre la tierra, se
eleven a las alturas donde moran los dioses y las musas. El misterio del ser
deviene al hombre en el lenguaje; y se convierte en su morada. El misterio en
la apertura del mundo se refiere al develamiento de la esencia de la técnica.
El pensar futuro y meditativo, se opone a la caída de la ausencia de pensar,
que predomina en la época de la técnica.
Entonces, ¿Cuál es la
característica del pensar meditativo en la época actual? Indagar, por supuesto,
el sentido de todo lo que existe. Además, se opone a todo lo que oscurece al
ser y domina la vida del ser humano. El pensar meditativo se correlaciona con
la verdad como aleteia, y es la
balanza que equilibra en la actualidad, las manifestaciones del cálculo, la
estadística y la objetivación del ser humano. De ahí en la actualidad se
convierte en un pensar liberador del positivismo científico-técnico, y las tecnocracias
al servicio del Gran Poder. Así pues,
lo importante de este de pensar consiste en que, protege al hombre de la
iluminación técnica y de la soberbia del poder. Por tanto, la ausencia de
pensar atenta contra la dignidad humana y, a la vez posibilita que el hombre
indague caminos alternos al encuentro de la libertad.
El pensar futuro y la reflexión
filosófica en particular, han de tener un compromiso con el presente, para
desenmascarar las mentiras del Gran Poder,
y el compromiso con el hombre actual. Serenidad y apertura del mundo, serian
para Heidegger, no conceptos vacíos, sino una manera nueva de advenir al ser y
habitar la Tierra. Se puede decir que Heidegger se opone al mundo técnico, en
la medida que convierte los entes en reserva. Un lugar en el que todo se
consume y se remplaza, en el engranaje del Sistema. Por eso, el pensamiento en
el presente debe ser abierto y opuesto a todo fundamentalismo religioso y
totalitarismo político. Pero, a la vez, ser crítico con la univocidad de la
técnica y la ciencia; también con el pensar que establece explicaciones
universales y definitivas. Preguntamos, ¿Qué nos espera en un mundo dominado
por la esencia de la técnica, el dinero bancario y las corporaciones? ¿Cuál
será el destino del ser humano en el Estado tecnológico y las tomas de
decisiones de una <selecta minoría> en el tejido del Gran Poder?
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