domingo, 10 de noviembre de 2019

El MUNDO DEL ARTIFICIO HUMANO


                             




Antonio Mercado Flórez.


Estamos asistiendo jalonados por la ciencia y la técnica a transformaciones materiales, mentales, espirituales y morales, que confirman que el mundo de nuestros mayores ha quedado atrás. Así que, <el artificio humano del mundo separa la existencia humana de toda circunstancia meramente animal, pero la propia vida queda al margen de este mundo artificial y, a través de ella, el hombre se emparenta con los restantes organismos vivos>; expresó Hannah Arendt en el texto La condición humana.

El mundo del artificio no sólo separa al hombre de toda circunstancia de vida animal, sino que la vida biológica del hombre está siendo sustituida por la vida abstracta, determinada por la ciencia y la técnica. En el mundo del artificio podemos ver con claridad, como las relaciones artificiales predominan sobre las relaciones de sentido. El último resquicio del hombre, la vida biológica, psicológica y espiritual, se sustituye por lo abstracto donde prima el artificio de los artificios.

Somos parte de un tiempo donde prevalece la velocidad, el maquinismo, la robótica, el dinero bancario, la política, y la Inteligencia Artificial que limitan la libertad, expía y colecciona datos, para el control y el dominio del ser humano. El tiempo anímico, psicológico, pierde terreno ante el abstracto y cuantitativo. Ora, en la actualidad las cosas rítmicas, la memoria y la imaginación, que luchan contra el tiempo abstracto, están destruyendo el tejido vivo del Ser. El acto de Ser y de existir, está cada vez más determinado por las relaciones artificiales. De igual modo, la existencia humana está rompiendo a marcha forzada, los lazos naturales de la Vida. El mundo de nuestros mayores ha quedado atrás.

De ahí que el pensamiento científico y la técnica, sean indiferentes a la felicidad, el amor, la bondad, la solidaridad; no nos dicen como ser felices, ni bondadosos, ni amorosos, ni siquiera si hay que cultivar la ciencia y la técnica. No por ello son menos verdaderas. En cambio, la filosofía, el arte, la poesía, la música, no sólo nos son más indispensables, sino que se refieren a la naturaleza humana. Ellas hacen parte de la esfera ética, moral y estética del hombre. Por tanto, no es a través de la ciencia, la economía o la técnica, como el hombre se emparenta con los demás seres vivientes; es por medio de la propia Vida. La construcción lógica, las matemáticas o la física, no se acercan a la vida, a aquello que realmente experimentamos.

La vida artificial corta los lazos del hombre con la naturaleza. El artificio del artificio prevalece sobre la vida biológica y natural del hombre. Y esto se expresa en la actualidad, como una figura de la crisis de nuestro tiempo. Por tanto, la vida artificial producto de la ciencia y la técnica, están alterando la vida biológica, natural del ser humano. Ernst Jünger dijo: los hombres productos del desamor y del afecto, fríos y distantes, serían los verdugos del mañana. Arendt pensó que la creación de estos hombres del artificio no debe dejarse en manos de científicos y técnicos, ni de políticos profesionales, sino de personas que prioricen la condición humana y la naturaleza del hombre, sobre lo económico, el poder y el conocimiento. Porque es un problema político y moral de alta envergadura para el destino del Hombre. (Esto lo escribió Hannah Arendt, en 1953 y ya su visión es una realidad hace muchos años).

En este orden, los conocimientos – pensamientos se ponen a merced de las máquinas; el ser humano pierde la capacidad de asombro, pierde la facultad de preguntar, y se convierte en objeto o número. Es una manifestación de la crisis de la naturaleza del hombre. Dice Arendt: <Irreflexivas criaturas a merced de cualquier artefacto técnicamente posible, por muy mortífero que fuera […] La situación creada por las ciencias es de gran significado político>>. Ahora, ¿qué se encuentra en juego con el predominio de las ciencias en la vida del hombre? El discurso, y si está en peligro el lenguaje la cuestión se politiza, ya que es precisamente el discurso lo que hace del hombre un ser único.

Si ajustamos la actitud cultural al desarrollo de las ciencias y la técnica, el discurso o el lenguaje dejarían de tener significado. Porque el lenguaje de la ciencia es el número o, los símbolos, <que en sus comienzos sólo eran abreviaturas de las expresiones habladas>, y en la actualidad <contiene otras expresiones que resulta imposible traducir al discurso>. Dice Arendt que la razón por lo que hay que ser prudentes del discurso político de los científicos, consiste, en que, el desarrollo científico-técnico de armas de destrucción masiva-armas atómicas, serían los últimos en ser consultados y que se <mueven en un mundo donde el discurso ha perdido su poder>. El desarrollo científico-técnico no sólo se mueve en un mundo abstracto, sino que el lenguaje científico es cada vez más abstracto.

La automatización, un fenómeno que vaciará las fábricas y las empresas, y las maquinas ocuparan los puestos de trabajo de los hombres, y liberará a los hombres de la indigencia (necesidad) y del peso del trabajo. Lo último visto desde una perspectiva positiva. Porque ya se vive en la actualidad. La automatización y el maquinismo crearán ejércitos de desempleados en el mundo, arrastrarán masas de hambrientos, de enfermos, que cuestionarán los Poderes Mundiales. Y la única forma de parar a esos desgraciados y excluidos de una vida digna, cree el Gran Poder es, utilizando las máquinas para su exterminio. Jünger piensa que: la primacía la tiene un elevado nivel de conocimiento, anónimo y desconsiderado, que vencerá las resistencias políticas y sociales allí donde tropiece con ellas.

Los lenguajes digitales y las maquinas coartan las relaciones naturales entre los hombres, la libertad de movimiento y de acción, y nos olvidamos que el hombre como ser político, plural, necesita de la presencia y la coexistencia de los demás hombres. <Sólo experimentan el significado debido porque se hablan y se sienten unos a otros a sí mismos>. Y, además en el centro de la pluralidad, de la diversidad, de la coexistencia y el consenso, se establece el lenguaje. Porque el discurso es el único que posibilita la conversación, el entendimiento y la convivencia entre los hombres en comunidad.

Arendt dijo: las maquinas liberaran al hombre del trabajo y la servidumbre de la necesidad. El deseo de liberar de la necesidad, la “fatiga y molestia” no es moderna sino antigua como la historia registrada. En el mismo orden Marx expresó: el trajo libera a los dueños de los medios de producción y del dinero, del valor. El obrero o el hombre común, sólo ofrece como valor su fuerza de trabajo. El valor del trabajador se mide por la fuerza de trabajo; no por la cualidad de su persona. Así, el trabajo que exime de su esfuerzo agotador a una selecta minoría, aliena, en cambio, a la gran mayoría y la desnaturaliza, la expulsa de su condición natural de ser hombre.

De una parte, el desarrollo científico saca al hombre de la indigencia y del trabajo, un sueño que se teje desde el tiempo de los tiempos, y, de otra parte, lo expulsa de su condición natural cuan indigente a las calles y los parques de los parados. Así, la automatización y las maquinas posibilitan que el hombre pierda la naturaleza que lo constituye, ya que lo convierte en número o en objeto.

La Edad Moderna trajo la glorificación teórica del trabajo y su consecuencia ha sido la transformación de toda la sociedad en una sociedad de trabajo. El deseo resulta ser contra producente a la realidad, se trata de liberar a la sociedad de trabajadores del trabajo. Pero ésta no es consciente de las actividades elevadas y significativas que la conduzcan a ganarse esa libertad. No existen en la actualidad hombres que posibiliten la restauración de las otras capacidades de los hombres; de otra, los presidentes, los ministros, consideran sus cargos como tarea necesaria para la vida en sociedad; y otrora, los intelectuales mantienen que su actividad es trabajo y no un medio de ganarse la vida. El capitalismo global convierte a la técnica y el trabajo, en la Gran iglesia de nuestra época.

Dice Arendt al respecto: Nos enfrentamos con la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir, sin la única actividad que les queda. Está claro que nada podría ser peor. En la actualidad crece el ingente número de desempleados y las energías que la técnica y el conocimiento desarrollan más allá de sí misma, inexorables se utilizan para la preparación publicitaria de la guerra.

El capitalismo concatena automatismo, maquinismo, velocidad, con la destrucción de la vida y la naturaleza. Desde una perspectiva económica, la globalización exalta la ortodoxia neoliberal: la desocialización, las rebajas fiscales, las privatizaciones masivas de servicios públicos básicos. Esto trae como consecuencia que se está dando el paso de la condición de ciudadanos a simples individuos. En consecuencia, la política se siente impotente ante los poderes globales. Entonces la fractura económica y social cae sobre los más necesitados y los beneficios a una selecta minoría. Somos parte de sociedades cada vez más polarizadas donde el 30 por ciento de la sociedad mundial posee el 80 por ciento del PIB mundial. Los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos. Ahí tenemos las protestas de Ecuador y Chile en Latinoamérica.

De ahí que los poderosos desean destruir la naturaleza y toda conexión del hombre con la naturaleza. Son expresiones de la objetivación del mundo actual que se contraponen a la subjetividad, la moral y la estética. Por eso la destrucción del interior del hombre se observa como catástrofe. No podemos olvidar que, la Edad Moderna se edificó sobre los cimientos de la destrucción y la catástrofe; y lo que deja tras de sí es un montón de ruinas materiales y humanas. Así que, claro está que somos hijos de una época que naturalizó lo más antinatural del mundo, la reificación del mundo y la catástrofe.

Los problemas de la sociedad son objeto de la política práctica, del acuerdo, del consenso entre muchos; nunca consiste en consideraciones teóricas o en la opinión de una persona. De ahí Arendt propone la reconsideración de la condición humana desde la perspectiva de <nuestros más recientes temores y experiencias>. Y es que, <la falta de meditación es una de las sobresalientes características de nuestro tiempo>. De este modo, el pozo de los pensadores se está secando y los contenidos espirituales no comunican la lengua y la experiencia de los hombres. Así, a las élites gobernantes se les une un grupo de expertos, del que se puede abstener el ciudadano.

Y, desconocen que en el mundo todavía existen personas que son capaces de ver las pérdidas: la simplificación de la existencia, del mundo y de los valores. Como la coerción de la libertad, de la capacidad de soñar y de compartir la vida vivida. Estas hermosas palabras de George Simmel sobre la libertad, de que la libertad sólo surge en relación con algo, siempre en contra de algo. Y estas otras de Imre Kertész: Yo también alcancé la libertad contra algo; mi libertad se convirtió en arte: mi arte va dirigido contra algo.

Nietzsche tiene razón cuando dijo: <La política ha de ordenarse de manera que inteligencias mediocres sean suficientes para ella, y no tenga que saber todo el mundo de este tema>. Y afirma Arendt: <Hacia ahí camina toda la tradición del pensamiento de Occidente, incluido Marx>. Arendt propone pensar lo que hacemos, las más elementales articulaciones de la condición humana, esas actividades que se encuentran a la mano del hombre común y corriente. Piensa que no hay nada más sencillo <que pensar en lo que hacemos>.

En una época donde prevalece la banalidad y lo efímero sobre el sentido de realidad y de la vida, el pensamiento deja de ser el lamento de los hombres: <Porque pensar sobre la vida –escribió Kertész- equivale a cuestionarla; ahora bien, sólo cuestiona su propio elemento vital aquel que se ahoga o se mueve en su interior de manera contraria a la naturaleza>>. Quien no se cuestiona la realidad que vive pertenece a la servidumbre del consenso y a las reglas de juego que establece el Gran Poder: el Estado, el Sistema, las instituciones, las corporaciones internacionales, el poder financiero, los partidos tradicionales y la <selecta minoría> que encarna el poder político, económico y cultural. Ora, es necesario pensar el mundo donde vivimos, compartimos, soñamos y amamos. Porque así alcanzamos la categoría de personas.

Imre Kertész en Diario de la galera: <<Existe un modo de pensamiento serio y otro poco serio. El serio está representado por los intereses, los poderes del Estado, los negocios, la policía secreta y el principio de poder que rige en un mundo dado. El poco serio, por los artistas, los filósofos, los poetas, los santos: los que no cuentan>>. Eso que Nuncio Ordine llama: la utilidad de lo inútil.

En ciertas grandes áreas del mundo se está ahora mismo efectuando un esfuerzo para restringir la libertad del espíritu humano, de pensar y juzgar. El enemigo del ser humano no es el pensador irresponsable, tenga razón o no. El enemigo real es quien trata de moldear la mente y el espíritu del ser humano, con políticas que incrementan la discriminación, la xenofobia, el racismo, el odio, la polarización de la sociedad y las injusticias sociales.

Abraham Flexner (1886-1959) fue un famoso pedagogo estadounidense y en una conferencia que tituló <La utilidad de los conocimientos inútiles>, expresó: <El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde este punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque con ella obtienen mayor satisfacción de la que pueden conseguir de otro modo. El problema consiste hasta qué punto la búsqueda de estas satisfacciones inútiles se revela inesperadamente como la fuente de la que deriva una utilidad insospechada>.

Así, Flexner no ve contradicción entre el saber científico y humanístico. Al contrario, se complementan mutuamente. Que la ciencia tiene mucho que enseñarnos de la utilidad de lo inútil. Y, junto a los humanistas (poetas, filósofos, escritores, ensayistas, pintores, músicos), también los científicos han desempeñado y desempeñan una función importantísima en la batalla contra la dictadura del beneficio, en defensa de la libertad y la gratitud del conocimiento y la investigación. Por eso, el saber constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero, el utilitarismo y el poder.

El Gran Poder reitere que la época actual es, una época materialista que debería tener como principal cometido la acumulación de riquezas, de bienes, de oportunidades materiales y la satisfacción hedonista de la vida. No es curioso que un mundo saturado de odios irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombre y mujeres, se entregan al cultivo de la belleza, la extensión del conocimiento, la cura de enfermedades, salvar vidas en el mediterráneo, al alivio de los que sufren. 

Una actitud que se contrapone a los furibundos fanáticos que se dedican a difundir el dolor, el sufrimiento, la fealdad, la tristeza y la muerte. Mientras los que creen en el desarrollo y la elevación del espíritu del ser humano, son personas que se dedican cada día de su existencia sobre la Tierra, a aportan su granito de arena para que el mundo que vivimos sea más humano y más justo. Por eso, no hay que perder la capacidad de asombro y la curiosidad, el ámbito del saber y de la convivencia se alimentan de sus fuentes para crear un mundo más humano y más libre. 

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