domingo, 13 de octubre de 2019

REFLEXIÓN SOBRE LA ACTUALIDAD


                                       




Antonio Mercado Flórez.



Teniendo presente los acontecimientos socio-históricos y culturales del mundo actual, preguntamos, ¿cómo se abre paso el ser humano en un mundo pusilánime, donde prevalece la mediocridad y el vacío del espíritu? Sabemos que ellos se convierten en las formas de la <<cultura del artificio>>. Somos parte entonces de una época donde los lazos de la codicia, la violencia, la guerra, la corrupción, la xenofobia y el racismo; atan al hombre a la banalidad del presente actual. Así pues, cuando la vida se entiende como objeto de codicia, de rapiña, de saqueó, cualquier otra consideración se antoja secundaria. Pero afortunadamente en la actualidad existen personas que son capaces de ver las perdidas: la degradación del espíritu, de la moral y las injusticias sociales.

Sabemos que la hybris del progreso exalta la avidez, el saqueo y el despilfarro material y de la energía vital del ser humano. Como dice Rafael Argullol: <<Aprender sería aprender a desarticular la civilización de la hybris. Educar al hombre en un nuevo contrato existencial, con sus derechos y sus deberes, lejos de ser un objeto de saqueo, fuese un objeto de armonía. Claro que eso implicaría hacer una verdadera revolución espiritual, algo más delicado que cualquier revolución de otro tipo>>. Ahora, ¿qué significa aprender? Eso entrañaría un nuevo concepto de educación ligado a la experiencia, que desborde con mucho, el marco de las escuelas y universidades para transformar, directamente, la mente del hombre.

Una revolución que implicaría la forma esencial de la vida en su devenir histórico y en las funciones que le corresponden. Ver lo que acontece no con los ojos del partido, de la técnica, del conocimiento, de la ideología, desde el punto de vista particular, sino desde la altura intemporal donde la mirada domina al mundo de las formas históricas repartido por miles de años –si se quiere comprender realmente la crisis de la época actual. Esa mirada provee al hombre de las herramientas materiales, mentales, y espirituales, que posibilitan desandar lo andado para entender desde la altura intemporal lo que acontece en la actualidad. Pero primero es necesario tener en cuenta que al hombre hay que dejarlo que nazca primero dentro de sí.

Así que, el Gran Poder está convirtiendo en irrisorio todo lo que tiene valor. En el ámbito de la <<Inteligencia Artificial>>, lo que existe es aquello que puede ser representado. Lo que significa que la <<cultura del artificio>>, la representación de la representación, sustituye a las cosas que tienen sentido. Ontológicamente hablando, la representación de la naturaleza y la organización de la realidad, se sitúan en el ámbito de las <<relaciones artificiales>>. La <<civilización del espectáculo>> se corresponde con la frivolidad, lo veleidoso e insustancial; consiste esta civilización en invertir los valores, en la que la forma importa más que el contenido, la apariencia más que la esencia y en la que las imágenes hacen las veces de sentimientos e ideas. Esa es una manera de entender el mundo y la vida, según la cual todo es aparente, momentáneo y fugaz. Y, ello representa la expresión de la crisis de la época actual.

Existen personas que son incompatibles con el carácter y las exigencias de nuestra evolución histórica. Porque no responden a las exigencias materiales, espirituales y técnicas, de los pueblos con sus generaciones. Por eso las exigencias espirituales o mentales trascienden los <<ordenes establecidos>>. Ora, en momentos de crisis espiritual y de vaciamiento de los contenidos espirituales de la experiencia, hay que recurrir a la sabiduría razonadora. Aquella que posibilita que el hombre adquiera la jerarquía de persona y vaya al encuentro de lo trascendente y divino, que mora allende de las estrellas y, en todos y cada uno de nosotros.

Entonces, ¿cuál es problema fundamental del hombre moderno? <<La pérdida de la confianza en sí mismo>>. Por eso delega la libertad a una espalda más ancha: la Iglesia, el Estado, el partido, la moral del hombre común ordinaria; porque la pérdida de confianza en sí mismo, es, una expresión de pérdida de la libertad. Ahora bien, el florecimiento del hombre moderno, nuestra relación con los otros hombres y las cosas, se ha vuelto compleja, nadamos en problemas e incertidumbres. Porque somos habitantes de un mundo donde los valores establecidos ya no están y los nuevos no han llegado del todo.

Un mundo donde el hombre de carne y hueso, se está convirtiendo en objetos y prevalece la númerificacion sobre los contenidos espirituales y el pensamiento. Y, además, el hombre se ha convertido en un hombre tecnificado, porque inesperadamente ha caído sobre él, el enorme peso de la técnica. A la vez, estamos en los frontispicios del paso de la lengua natural, a la lengua artificial, la que está situada en su parte material. Una lengua que no responde a los requerimientos más profundos del ser humano: el amor, la solidaridad, el respeto a la dignidad humana, la fraternidad, que posibilitan que el individuo adquiera la dignidad de persona. Y, que prevalezca una escala de valores horizontal incluyente y solidaria, sobre una vertical excluyente y agresiva.

Así pues, en el mundo moderno profano y profanador, hay que tener presente que, en todo movimiento vital, las fuerzas demoníacas se ocultan detrás de las cualidades ordenadoras. Y para poder desvelarlas se necesita un hombre fuerte en el espíritu. Tener presente que éste se relaciona con la subjetividad y la mente del hombre. Así, el hombre moderno vive en medio de un mar impetuoso, desacralizado y mundano. <<Que antaño resultaba de la circunstancia de hallarse dentro del marco de un orden establecido, quiero decir dentro de un orden sagrado, ritual, que ejercía una acción internacional, definida, según la verdad revelada>>. –dijo T. Mann. Entonces, ¿qué función ejercía la iglesia? –según Mann-: <<Una institución para el mantenimiento de la vida objetiva […] Sin ella, nos hundiríamos en el extravió más subjetivo, la vida objetiva se convertiría en un mundo siniestro, y fantástico, en un mar de demonismo>>.

Ahora, como dice Walter Benjamín en el <<Libro de los Pasajes>>: <<El momento prehistórico del pasado ya no queda encubierto por la tradición de la iglesia y la familia. Esto es a la vez consecuencia y condición de la técnica>>. Para el hombre moderno el mundo de los padres ha quedado atrás, ya no está unido a él por tradición, sino por lo presente-actual, la técnica y las relaciones artificiales. En consecuencia, <<los mundos perceptivos se descomponen velozmente, rápidamente se hace necesario erigir un mundo perceptivo por completo distinto y contrapuesto al anterior. Así es como se ve, bajo el punto de vista de la prehistoria actual, el ritmo acelerado de la técnica>>. De ahí que la técnica en la modernidad se haya convertido en el mito de la actualidad.

Además, la pérdida de confianza en sí mismo del hombre actual, lo obliga a recurrir a un violento sentimiento subjetivo, llevándolo a apropiarse expresa Nuccio Ordine, de <<la utilidad de los saberes inútiles>> que se contraponen radicalmente <<a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana>>. De ahí que, en el universo del utilitarismo, en efecto, <<un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender por qué pueden servir la música, la literatura o el arte>>.  

Somos parte del tiempo abstracto, las máquinas y la velocidad, se tiende a desdeñar todo lo que no responde a la filosofía utilitaria. Se trata en la actualidad, de develar <<la carga ilusoria de la posesión y sus efectos devastadores sobre la dignitas hominis, el amor y la verdad>>. Por eso el hombre actual, se ve en la necesidad de recurrir al sentimiento subjetivo, el espíritu y el pensamiento o a la experiencia, para restaurar los portillos del Yo interior, de la historia y de la vida, que han quedado tirados a la vera del camino. <<Pero hay algo más –dice Ordine-, puede desafiar una vez más las leyes del mercado. Yo puedo poner en común mis conocimientos sin empobrecerme. Puedo enseñar a un alumno la teoría de la relatividad o leer junto a él una página de Montaigne dando vida a un proceso virtuoso en el que se enriquece, al mismo tiempo, quien da y quien recibe.

En este orden, sí lo sublime y eterno se envilece, desaparece el sentido del humanismo que, no es otro que, la semejanza entre los hombres. Y, <<precipitándose en la parte baja de la rueda de la Fortuna, toca fondo. El hombre se empobrece cada vez más mientras cree enriquecerse: <<Sí diariamente defraudas, engañas, buscas y haces componendas, robas, arrebatas con violencia –advierte Cicerón en las paradojas de los estoicos-; si despojas a tus socios, si saqueas el erario […] entonces, dime: ¿significa esto que te encuentras en la mayor abundancia de bienes o que careces de ellos? 

Prosigue Ordine y ahora se refiere a las páginas finales del tratado Sobre lo sublime, una de las obras antiguas más importantes de crítica literaria que han llegado hasta nosotros, el Pseudo Longino distingue con claridad las causas que produjeron el declive de la elocuencia y del saber en Roma, impidiendo que nacieran grandes escritores después del fin del régimen republicano: <<Ese afán insaciable de lucro que a todos nos infecta […] es lo que nos esclaviza […] la avaricia es, ciertamente un mal que envilece>> (XLIV, 6). Siguiendo estos falsos ídolos, el hombre egoísta no dirige <<ya su mirada hacía lo alto>> y <<la grandeza espiritual>> acaba marchitándose (XLIV, 8). En esta degradación moral, cuando <<se cumple la paulatina concepción de la existencia, no queda espacio para ningún tipo de sublimidad (XLIV, 8). Pero lo sublime, nos recuerda todavía el Pseudo Longino, para existir requiere también libertad: <<La libertad, se dice, es capaz por sí sola de alimentar los sentimientos de las almas nobles, de dar alas a la esperanza>>. (XLIV, 12).

La historia entonces es una concatenación de formas de sueños, y todos en un instante de la vida expresan la historia universal. En cualquier caso, lo que cada hombre en particular hace es, anudar el hilo de su historia y llenarlo de contenidos de tiempo y de experiencias. De <<la necesidad orgánica del sino - Dice Oswaldo Spengler- lógica del tiempo-, que es un hecho de profunda certidumbre interior, un hecho que llena el pensamiento lógico, mitológico y artístico, un hecho que constituye el ser y núcleo de toda historia>>. Por tanto, las historias son formas que se muestran a los hombres en forma de ripios, escombros, que el historiador o el pensador ha de reconstruir. Son escombros que hay que mirar <<desde la altura intemporal en donde la mirada domina el mundo de las formas históricas repartido por miles de años. Si se quiere comprender realmente la gran crisis de la época actual>>.

Son escombros materiales o espirituales que, emergen de la memoria para dar sentido al presente-actual, que se configura en el devenir del tiempo. Ora, cuando un pueblo no tiene historia carece de memoria, y desde luego, de lengua. Ésta es el instrumento de que se vale la memoria para rememorar y dar contenido a la historia. Por tanto, un pueblo sin lengua es un pueblo sin memoria; ya que la lengua de los hombres nace en el seno espiritual del hombre. Si carece de lengua, de experiencias y de memoria, es, un pueblo muerto.

En los momentos actuales, es imprescindible conservar la memoria, la lengua y la historia, para entender quiénes somos, para dónde vamos y de dónde venimos. Lo que busca el Gran Poder es, vaciar al hombre y sus pueblos, de los contenidos espirituales, mentales, de sus mitos, rituales, tradiciones, de las lenguas naturales y de la capacidad de asombro. Así, se convierten en objetos y números, manejables y dominables, por las fuerzas del Gran Poder: las grandes corporaciones, el capital financiero, la bolsa de valores, el poder empresarial, los grupos de presión, el poder político, etc.

Sobre el hombre y el sueño –dijo Borges-: <<La mente que una vez lo soñó volverá a soñarlos; mientras la mente siga soñando, nada se habrá perdido>>. Schopenhauer pensó en la posibilidad de la mente humana como una y única, así que, donde la forma permanece, sólo cambia la máscara del tiempo histórico. Entonces, el rostro permanece, inalterable, en la forma de la historia. Que no es otra cosa que, la historia misma. Así que, no podemos despojarnos del pasado y dejarlo tirado a la vera del camino, porque <<el pasado es indestructible –dijo Borges-, tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que vuelven es el proyecto de abolir el pasado>>. Aún en medio de los instantes de felicidad y desdicha en que viva el hombre, está condenado a soportar sobre sus hombros, el peso de la historia.

Las nociones de cultura y barbarie representan un papel tan extraño en Shakespeare –dice Thomas Mann: <<La primera es un monaquismo espiritual, un refinamiento erudito, profundamente desdeñoso de la vida y de la naturaleza, y ve precisamente la barbarie en la vida y la naturaleza; en lo inmediato, lo humano, el sentimiento>>.  Así, que, el espíritu erudito, culto, mira la vida y la naturaleza con indiferencia, con desprecio; y observa precisamente en la vida y la naturaleza, la barbarie del ser humano. Una barbarie que responde a lo inmediato, la necesidad, el <orden>, el sentimiento y la razón. Porque en los actos humanos, muchas veces, se oculta detrás de la razón: el demonismo.

La lucha entre la cultura y la barbarie toma forma en la confrontación entre la castidad y la impureza; el refinamiento espiritual monacal, la sobriedad de la vida, el refinamiento del espíritu; que se contrapone al libre desenvolvimiento de la naturaleza y de la vida. De ahí que niegue lo verdaderamente humano: las pasiones más profundas, el mundo heroico, lo inmediato, lo ambiguo y contradictorio de la existencia. Por eso en el fango de la ética impura, de la sucia moral, del vicio, en las aguas mal olientes de las alcantarillas de la existencia, los hombres han acuñado el piso movedizo de la moralidad y de la razón. Así, los valores que ayudan a caminar sobre el mundo moral, descansan en la impureza de los actos de los hombres. Debemos tomar consciencia que el espíritu puro, se levanta sobre la fetidez de la existencia, y así, los espíritus refinados encuentran razón a la existencia.

Empero, preguntamos, ¿cuál es el problema fundamental del hombre en la actualidad? El de la libertad. Porque hemos llegado a una concepción nueva del poder, llegado a unas concentraciones de poder inmediatas, vigorosas. Así, para poder plantearles cara se necesita una concepción nueva de la libertad. Una concepción que nada tiene que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra. Hay que tener claro que no han quedado extinguidos los movimientos (del espíritu, del pensamiento, de las experiencias, del lenguaje, de las ideologías o de las creencias, etc.), en los Estados que disponen de una gran masa de policías, ejércitos, grupos de seguridad y confidentes, que expresan al hombre de la calle Tú o Yo, una ingente concentración de poder. En Estados como esos me atrevo a pensar que, existen aquí personas que están iniciando la lucha en favor de una libertad nueva, una lucha que requiere grandes sacrificios. Por ejemplo, sacrificios de estudiantes, profesores, líderes campesinos, obreros, de indígenas, políticos, líderes sociales, que afianzan en la conciencia de las personas alcanzar esa concepción nueva de la libertad.

Por eso, hay que dirigir la mirada a lugares y tiempos esforzados, tal como los describe Gabriel García Márquez en <<Cien años de soledad>>. Literatura que alimenta la imaginación y estamos viendo que a las élites dirigentes no les importa el lado negativo del desarrollo –contaminación de los mares y los ríos, contaminación de la atmósfera de la gran ciudad, destrucción de las selvas tropicales-, porque son ajenos al destructivo de la técnica. De este modo, son conscientes del <<lado positivo>> del desarrollo, más no del <<lado destructivo>> de la sociedad. Se trata de hacer saltar las cadenas del poder y de la técnica; y quien puede hacerlo es el hombre en particular. Hoy resulta difícil sostener la libertad y la libre voluntad; la oposición exige grandes sacrificios. Esto explica por qué un gran número de seres humanos prefieren la coacción. Además, confirma que la historia es la impronta que el hombre libre da al destino.


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