Antonio
Mercado Flórez.
Teniendo presente los
acontecimientos socio-históricos y culturales del mundo actual, preguntamos,
¿cómo se abre paso el ser humano en un mundo pusilánime, donde prevalece la
mediocridad y el vacío del espíritu? Sabemos que ellos se convierten en las
formas de la <<cultura del
artificio>>. Somos parte entonces de una época donde los lazos de la
codicia, la violencia, la guerra, la corrupción, la xenofobia y el racismo;
atan al hombre a la banalidad del presente actual. Así pues, cuando la vida se
entiende como objeto de codicia, de rapiña, de saqueó, cualquier otra
consideración se antoja secundaria. Pero afortunadamente en la actualidad
existen personas que son capaces de ver las perdidas: la degradación del espíritu,
de la moral y las injusticias sociales.
Sabemos que la hybris del progreso exalta la avidez, el
saqueo y el despilfarro material y de la energía vital del ser humano. Como
dice Rafael Argullol: <<Aprender sería aprender a desarticular la
civilización de la hybris. Educar al
hombre en un nuevo contrato existencial, con sus derechos y sus deberes, lejos
de ser un objeto de saqueo, fuese un objeto de armonía. Claro que eso
implicaría hacer una verdadera revolución espiritual, algo más delicado que
cualquier revolución de otro tipo>>. Ahora, ¿qué significa aprender? Eso
entrañaría un nuevo concepto de educación ligado a la experiencia, que desborde
con mucho, el marco de las escuelas y universidades para transformar, directamente,
la mente del hombre.
Una revolución que implicaría la
forma esencial de la vida en su devenir histórico y en las funciones que le
corresponden. Ver lo que acontece no con los ojos del partido, de la técnica,
del conocimiento, de la ideología, desde el punto de vista particular, sino
desde la altura intemporal donde la
mirada domina al mundo de las formas históricas repartido por miles de años –si
se quiere comprender realmente la crisis de la época actual. Esa mirada provee al hombre de las herramientas materiales,
mentales, y espirituales, que posibilitan desandar lo andado para entender
desde la altura intemporal lo que
acontece en la actualidad. Pero primero es necesario tener en cuenta que al
hombre hay que dejarlo que nazca primero dentro de sí.
Así que, el Gran Poder está convirtiendo en irrisorio todo lo que tiene valor.
En el ámbito de la <<Inteligencia
Artificial>>, lo que existe es aquello que puede ser representado. Lo
que significa que la <<cultura del
artificio>>, la representación de la representación, sustituye a las
cosas que tienen sentido. Ontológicamente hablando, la representación de la
naturaleza y la organización de la realidad, se sitúan en el ámbito de las
<<relaciones artificiales>>.
La <<civilización del espectáculo>>
se corresponde con la frivolidad, lo veleidoso e insustancial; consiste esta civilización
en invertir los valores, en la que la forma importa más que el contenido, la
apariencia más que la esencia y en la que las imágenes hacen las veces de
sentimientos e ideas. Esa es una manera de entender el mundo y la vida, según la
cual todo es aparente, momentáneo y fugaz. Y, ello representa la expresión de
la crisis de la época actual.
Existen personas que son
incompatibles con el carácter y las exigencias de nuestra evolución histórica.
Porque no responden a las exigencias materiales, espirituales y técnicas, de
los pueblos con sus generaciones. Por eso las exigencias espirituales o
mentales trascienden los <<ordenes establecidos>>. Ora, en momentos
de crisis espiritual y de vaciamiento de los contenidos espirituales de la
experiencia, hay que recurrir a la sabiduría razonadora. Aquella que posibilita
que el hombre adquiera la jerarquía de persona y vaya al encuentro de lo
trascendente y divino, que mora allende de las estrellas y, en todos y cada uno
de nosotros.
Entonces, ¿cuál es problema
fundamental del hombre moderno? <<La pérdida de la confianza en sí
mismo>>. Por eso delega la libertad a una espalda más ancha: la Iglesia,
el Estado, el partido, la moral del hombre común ordinaria; porque la pérdida
de confianza en sí mismo, es, una expresión de pérdida de la libertad. Ahora
bien, el florecimiento del hombre moderno, nuestra relación con los otros
hombres y las cosas, se ha vuelto compleja, nadamos en problemas e
incertidumbres. Porque somos habitantes de un mundo donde los valores establecidos
ya no están y los nuevos no han llegado del todo.
Un mundo donde el hombre de carne
y hueso, se está convirtiendo en objetos y prevalece la númerificacion sobre
los contenidos espirituales y el pensamiento. Y, además, el hombre se ha
convertido en un hombre tecnificado, porque inesperadamente ha caído sobre él,
el enorme peso de la técnica. A la vez, estamos en los frontispicios del paso
de la lengua natural, a la lengua artificial, la que está situada en su parte
material. Una lengua que no responde a los requerimientos más profundos del ser
humano: el amor, la solidaridad, el respeto a la dignidad humana, la
fraternidad, que posibilitan que el individuo adquiera la dignidad de persona.
Y, que prevalezca una escala de valores horizontal incluyente y solidaria,
sobre una vertical excluyente y agresiva.
Así pues, en el mundo moderno
profano y profanador, hay que tener presente que, en todo movimiento vital, las
fuerzas demoníacas se ocultan detrás de las cualidades ordenadoras. Y para
poder desvelarlas se necesita un hombre fuerte en el espíritu. Tener presente
que éste se relaciona con la subjetividad y la mente del hombre. Así, el hombre
moderno vive en medio de un mar impetuoso, desacralizado y mundano. <<Que
antaño resultaba de la circunstancia de hallarse dentro del marco de un orden
establecido, quiero decir dentro de un orden sagrado, ritual, que ejercía una
acción internacional, definida, según la verdad revelada>>. –dijo T.
Mann. Entonces, ¿qué función ejercía la iglesia? –según Mann-: <<Una
institución para el mantenimiento de la vida objetiva […] Sin ella, nos
hundiríamos en el extravió más subjetivo, la vida objetiva se convertiría en un
mundo siniestro, y fantástico, en un mar de demonismo>>.
Ahora, como dice Walter Benjamín
en el <<Libro de los
Pasajes>>: <<El momento prehistórico del pasado ya no queda
encubierto por la tradición de la iglesia y la familia. Esto es a la vez
consecuencia y condición de la técnica>>. Para el hombre moderno el mundo
de los padres ha quedado atrás, ya no está unido a él por tradición, sino por
lo presente-actual, la técnica y las relaciones artificiales. En consecuencia,
<<los mundos perceptivos se descomponen velozmente, rápidamente se hace
necesario erigir un mundo perceptivo por completo distinto y contrapuesto al
anterior. Así es como se ve, bajo el punto de vista de la prehistoria actual,
el ritmo acelerado de la técnica>>. De ahí que la técnica en la
modernidad se haya convertido en el mito de la actualidad.
Además, la pérdida de confianza
en sí mismo del hombre actual, lo obliga a recurrir a un violento sentimiento
subjetivo, llevándolo a apropiarse expresa Nuccio Ordine, de <<la
utilidad de los saberes inútiles>> que se contraponen radicalmente
<<a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés
económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas
humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la
fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería
inspirar toda actividad humana>>. De ahí que, en el universo del
utilitarismo, en efecto, <<un martillo vale más que una sinfonía, un
cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es
fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada
vez más difícil entender por qué pueden servir la música, la literatura o el
arte>>.
Somos parte del tiempo abstracto,
las máquinas y la velocidad, se tiende a desdeñar todo lo que no responde a la
filosofía utilitaria. Se trata en la actualidad, de develar <<la carga
ilusoria de la posesión y sus efectos devastadores sobre la dignitas hominis, el amor y la verdad>>. Por eso el hombre
actual, se ve en la necesidad de recurrir al sentimiento subjetivo, el espíritu
y el pensamiento o a la experiencia, para restaurar los portillos del Yo
interior, de la historia y de la vida, que han quedado tirados a la vera del
camino. <<Pero hay algo más –dice Ordine-, puede desafiar una vez más las
leyes del mercado. Yo puedo poner en común mis conocimientos sin empobrecerme.
Puedo enseñar a un alumno la teoría de la relatividad o leer junto a él una
página de Montaigne dando vida a un proceso virtuoso en el que se enriquece, al
mismo tiempo, quien da y quien recibe.
En este orden, sí lo sublime y
eterno se envilece, desaparece el sentido del humanismo que, no es otro que, la
semejanza entre los hombres. Y, <<precipitándose en la parte baja de la
rueda de la Fortuna, toca fondo. El
hombre se empobrece cada vez más mientras cree enriquecerse: <<Sí diariamente
defraudas, engañas, buscas y haces componendas, robas, arrebatas con violencia
–advierte Cicerón en las paradojas de los estoicos-; si despojas a tus socios,
si saqueas el erario […] entonces, dime: ¿significa esto que te encuentras en
la mayor abundancia de bienes o que careces de ellos?
Prosigue Ordine y ahora se
refiere a las páginas finales del tratado Sobre
lo sublime, una de las obras antiguas más importantes de crítica literaria
que han llegado hasta nosotros, el Pseudo
Longino distingue con claridad las causas que produjeron el declive de la
elocuencia y del saber en Roma, impidiendo que nacieran grandes escritores
después del fin del régimen republicano: <<Ese afán insaciable de lucro
que a todos nos infecta […] es lo que nos esclaviza […] la avaricia es,
ciertamente un mal que envilece>> (XLIV, 6). Siguiendo estos falsos
ídolos, el hombre egoísta no dirige <<ya su mirada hacía lo alto>>
y <<la grandeza espiritual>> acaba marchitándose (XLIV, 8). En esta
degradación moral, cuando <<se cumple la paulatina concepción de la
existencia, no queda espacio para ningún tipo de sublimidad (XLIV, 8). Pero lo
sublime, nos recuerda todavía el Pseudo
Longino, para existir requiere también libertad: <<La libertad, se
dice, es capaz por sí sola de alimentar los sentimientos de las almas nobles,
de dar alas a la esperanza>>. (XLIV, 12).
La historia entonces es una
concatenación de formas de sueños, y todos en un instante de la vida expresan
la historia universal. En cualquier caso, lo que cada hombre en particular hace
es, anudar el hilo de su historia y llenarlo de contenidos de tiempo y de
experiencias. De <<la necesidad orgánica del sino - Dice Oswaldo Spengler- lógica del tiempo-, que es un hecho de profunda certidumbre
interior, un hecho que llena el pensamiento lógico, mitológico y artístico, un
hecho que constituye el ser y núcleo de toda historia>>. Por tanto, las
historias son formas que se muestran a los hombres en forma de ripios,
escombros, que el historiador o el pensador ha de reconstruir. Son escombros
que hay que mirar <<desde la altura
intemporal en donde la mirada domina el mundo de las formas históricas
repartido por miles de años. Si se quiere comprender realmente la gran crisis
de la época actual>>.
Son escombros materiales o
espirituales que, emergen de la memoria para dar sentido al presente-actual,
que se configura en el devenir del tiempo. Ora, cuando un pueblo no tiene
historia carece de memoria, y desde luego, de lengua. Ésta es el instrumento de
que se vale la memoria para rememorar y dar contenido a la historia. Por tanto,
un pueblo sin lengua es un pueblo sin memoria; ya que la lengua de los hombres
nace en el seno espiritual del hombre. Si carece de lengua, de experiencias y
de memoria, es, un pueblo muerto.
En los momentos actuales, es
imprescindible conservar la memoria, la lengua y la historia, para entender
quiénes somos, para dónde vamos y de dónde venimos. Lo que busca el Gran Poder es, vaciar al hombre y sus
pueblos, de los contenidos espirituales, mentales, de sus mitos, rituales,
tradiciones, de las lenguas naturales y de la capacidad de asombro. Así, se
convierten en objetos y números, manejables y dominables, por las fuerzas del Gran Poder: las grandes corporaciones,
el capital financiero, la bolsa de valores, el poder empresarial, los grupos de
presión, el poder político, etc.
Sobre el hombre y el sueño –dijo
Borges-: <<La mente que una vez lo soñó volverá a soñarlos; mientras la
mente siga soñando, nada se habrá perdido>>. Schopenhauer pensó en la
posibilidad de la mente humana como una y única, así que, donde la forma
permanece, sólo cambia la máscara del tiempo histórico. Entonces, el rostro
permanece, inalterable, en la forma de la historia. Que no es otra cosa que, la
historia misma. Así que, no podemos despojarnos del pasado y dejarlo tirado a
la vera del camino, porque <<el pasado es indestructible –dijo Borges-,
tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que vuelven es el
proyecto de abolir el pasado>>. Aún en medio de los instantes de
felicidad y desdicha en que viva el hombre, está condenado a soportar sobre sus
hombros, el peso de la historia.
Las nociones de cultura y barbarie
representan un papel tan extraño en Shakespeare –dice Thomas Mann: <<La
primera es un monaquismo espiritual, un refinamiento erudito, profundamente
desdeñoso de la vida y de la naturaleza, y ve precisamente la barbarie en la
vida y la naturaleza; en lo inmediato, lo humano, el sentimiento>>. Así, que, el espíritu erudito, culto, mira la
vida y la naturaleza con indiferencia, con desprecio; y observa precisamente en
la vida y la naturaleza, la barbarie del ser humano. Una barbarie que responde
a lo inmediato, la necesidad, el <orden>, el sentimiento y la razón.
Porque en los actos humanos, muchas veces, se oculta detrás de la razón: el
demonismo.
La lucha entre la cultura y la
barbarie toma forma en la confrontación entre la castidad y la impureza; el
refinamiento espiritual monacal, la sobriedad de la vida, el refinamiento del
espíritu; que se contrapone al libre desenvolvimiento de la naturaleza y de la
vida. De ahí que niegue lo verdaderamente humano: las pasiones más profundas,
el mundo heroico, lo inmediato, lo ambiguo y contradictorio de la existencia.
Por eso en el fango de la ética impura, de la sucia moral, del vicio, en las
aguas mal olientes de las alcantarillas de la existencia, los hombres han
acuñado el piso movedizo de la moralidad y de la razón. Así, los valores que
ayudan a caminar sobre el mundo moral, descansan en la impureza de los actos de
los hombres. Debemos tomar consciencia que el espíritu puro, se levanta sobre
la fetidez de la existencia, y así, los espíritus refinados encuentran razón a
la existencia.
Empero, preguntamos, ¿cuál es el
problema fundamental del hombre en la actualidad? El de la libertad. Porque
hemos llegado a una concepción nueva del poder, llegado a unas concentraciones
de poder inmediatas, vigorosas. Así, para poder plantearles cara se necesita
una concepción nueva de la libertad. Una concepción que nada tiene que ver con
los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra. Hay que tener
claro que no han quedado extinguidos los movimientos (del espíritu, del
pensamiento, de las experiencias, del lenguaje, de las ideologías o de las
creencias, etc.), en los Estados que disponen de una gran masa de policías,
ejércitos, grupos de seguridad y confidentes, que expresan al hombre de la
calle Tú o Yo, una ingente concentración de poder. En Estados como esos me
atrevo a pensar que, existen aquí personas que están iniciando la lucha en
favor de una libertad nueva, una lucha que requiere grandes sacrificios. Por
ejemplo, sacrificios de estudiantes, profesores, líderes campesinos, obreros,
de indígenas, políticos, líderes sociales, que afianzan en la conciencia de las
personas alcanzar esa concepción nueva de la libertad.
Por eso, hay que dirigir la
mirada a lugares y tiempos esforzados, tal como los describe Gabriel García
Márquez en <<Cien años de soledad>>.
Literatura que alimenta la imaginación y estamos viendo que a las élites
dirigentes no les importa el lado negativo del desarrollo –contaminación de los
mares y los ríos, contaminación de la atmósfera de la gran ciudad, destrucción
de las selvas tropicales-, porque son ajenos al destructivo de la técnica. De
este modo, son conscientes del <<lado positivo>> del desarrollo,
más no del <<lado destructivo>> de la sociedad. Se trata de hacer
saltar las cadenas del poder y de la técnica; y quien puede hacerlo es el
hombre en particular. Hoy resulta difícil sostener la libertad y la libre
voluntad; la oposición exige grandes sacrificios. Esto explica por qué un gran
número de seres humanos prefieren la coacción. Además, confirma que la historia
es la impronta que el hombre libre da al destino.
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