jueves, 1 de marzo de 2018

EL CUERPO














Antonio Mercado Flórez




Ernst Jünger en el texto Sobre el dolor expresó que, la técnica no sólo se limita a la zona propia del instrumento, sino que intenta someter también a si el cuerpo humano.1 En el mismo orden Michel Foucault dijo en Microfisica del Poder: el cuerpo, y todo lo que se relaciona con el cuerpo, Herkunft, la fuente, la procedencia; es la vieja pertenencia a un grupo –el de sangre, el de tradición, el que se establece entre aquellos de la misma altura o de la misma bajeza-- Con frecuencia el análisis de la Herkunft hace intervenir a la raza o el tipo social […] Allí donde el alma pretende unificarse, allí donde el Yo se inventa una identidad o una coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del comienzo -de los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color, esta marca casi borrada que no sabría engañar a un ojo poco histórico-; el análisis de la procedencia permite disociar al Yo y hace pulular, en los lugares y plazas de síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora.2
Asimismo, la procedencia se enraíza en el cuerpo. Se inscribe en el sistema nervioso, en el aparato digestivo. […] El cuerpo -y todo lo que se relaciona con el cuerpo, la alimentación, el clima, el sol- es el lugar de la Herkunft: sobre el cuerpo se encuentra el estigma de los sucesos pasados, de él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan y de pronto se expresan, pero también en él se desatan, entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto. El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos (mientras que el lenguaje los marca y las ideas lo disuelven), lugar de disociación del Yo.3

En Foucault representa un sentimiento fantasmagórico, la idea de un cuerpo social que estaría constituido por la universalidad de las voluntades. No es el consensus el que hace aparecer el cuerpo social -dice-, es la materialidad del poder sobre los cuerpos mismos de los individuos. En las relaciones de poder, de dominio, la conciencia del cuerpo no ha podido ser adquirida más que por el efecto de la ocupación del cuerpo por el poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la desnudez, la exaltación del cuerpo bello […] todo está en la línea del deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente, obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los niños, de los soldados, sobre el cuerpo sano. Pero en el momento en que el poder ha producido este efecto, en la línea misma de sus conquistas, emerge inevitablemente la reivindicación del cuerpo contra el poder, la salud contra la economía, el placer contra las normas morales de la sexualidad, del matrimonio, del pudor […] el poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo […] De hecho la impresión de que el poder se tambalea es falsa porque puede operar un repliegue, desplazarse, investirse en otra parte […], y la batalla continua.4

Según Foucault, el cuerpo pasa por el filtro de la vigilancia y el control. Son relaciones de fuerza que abarcan al Estado, las instituciones, la esfera pública y política de los ciudadanos, también la sexualidad, el deseo, porque tienden al control, la normalización de la sociedad. Pienso –dice Foucault-: que desde el siglo XVIII hasta comienzos del XX, se ha creído que la dominación del cuerpo por el poder debía ser pesada, maciza, constante, meticulosa. Pero a partir de los años sesenta, se da uno cuenta que este poder tan pesado no era tan indispensable como parecía, que las sociedades industriales podrían contentarse con un poder sobre el cuerpo mucho más relajado. La distribución del poder en el Estado y el cuerpo social, es lo que permite su elasticidad y ejercicio. Que se ejerza no sólo en las instituciones, sino también por encima, por debajo, a los lados y atraviese los puntos y las cuerdas donde se solidifican. Es decir, se expresan como poder que disciplina y normaliza el cuerpo social o a los individuos en particular.5

    Foucault llegó a la conclusión que el ser humano no existe. Sino que es consecuencia de una multiplicidad de variables reales o supuestas, por las circunstancias en que transcurre su vida. Que el poder no está localizado en los aparatos de Estado, y que nada cambiaría en la sociedad si no se transforman los mecanismos de poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, por debajo de ellos, a su lado, de una manera mucho más minuciosa, cotidiana. Si se consiguen modificar estas relaciones o hacer intolerables los efectos de poder que en ellas se propagan, se dificultará enormemente la funcionalidad de los aparatos de Estado […] El poder, lejos de estorbar el saber, lo produce. Si se ha podido constituir un saber sobre el cuerpo, es gracias al conjunto de una serie de disciplinas militares y escolares. Es a partir de un poder sobre el cuerpo como un saber fisiológico, orgánico ha sido posible.6 Foucault cree que los seres humanos son efectos corporales de fuerzas que interactúan incansable sobre él. Así, en el decurso histórico nunca es el mismo, la identidad se convierte en una categoría metafísica. En el tiempo y el espacio siempre se encuentra en perpetua transformación. Son las representaciones que tenemos de la realidad las que permiten nuestra razón de ser. Por tanto, para que el hombre tenga la posibilidad de llevar sobre la Tierra una vida de gran estilo sobre elevados criterios. Debe cambiar los mecanismos de poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, que se ejercen en las instituciones, el cuerpo, la sexualidad, el deseo, el saber, y lo nombra, lo toca, lo designa, lo atraviesa, lo circunda y lo interroga, en la medida que lo convierte en objeto. Si se modifican las variables o se hacen insoportables las relaciones de fuerza que actúan sobre él, se dificulta la estructura y la función del Estado, pero también el pulular de los micropoderes.

    Asimismo, las políticas sobre el cuerpo y el valor del dolor en él, no es la misma en todas las épocas. Existen actitudes que capacitan al ser humano para alejarse donde el dolor manda como dueño absoluto. Semejante apartamiento se manifiesta en que el ser humano es capaz de tratar el cuerpo –es decir, el espacio mediante el cual participa en el dolor– como un objeto. Además, la objetización del cuerpo es la expresión más elevada que pueda considerar la vida. Como afirma Ernst Jünger: es considerado como un puesto avanzado que el ser humano es capaz de lanzar al combate y sacrificar desde gran distancia. Así, todas las medidas que se toman abocan no a escapar del dolor, sino a resistirlo. Foucault cree, en cambio, que el poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. Se convierte en objeto de preocupación, análisis y reflexión, pero también en blanco de vigilancia y control. Esto engendra al mismo tiempo la intensificación de los deseos de cada uno por, en y su propio cuerpo. Entonces en los combates de la vida, a cada uno de los movimientos del adversario responde el movimiento del otro. La vida libra luchas indefinidas, lo cual no quiere decir, que no terminen alguna vez.

En el ámbito de la ciencia se llevan a cabo investigaciones y experimentos, al borde de lo trascendente. La neurociencia, la biología genética, la cibernética, la física cuántica, la medicina deportiva, están demostrando que el cerebro puede convertir el cuerpo, en objeto. Por ejemplo, el cuerpo es el ámbito donde se mueve el guerrero o el deportista. Donde se implementan relaciones de fuerza y dominio que responden a dispositivos, que están más allá de la sentimentalidad y el amor. Son expresiones objetivas de la cultura del artificio, que imperceptible y sutilmente disciplinan, normalizan, el cuerpo y la personalidad. Se trata, de destruir todo vestigio espiritual y sentimental, para convertirlo en objeto. Esto es algo degradante para la condición humana y los valores espirituales, que configuran la existencia. Afortunadamente todavía existen personas que son capaces de ver las pérdidas: la numerificación, la aniquilación del valor y la simplificación de la existencia.

   Asimismo, el Cristianismo concibe el cuerpo como el templo donde mora el Espíritu de Dios. Simbólicamente la Iglesia es el cuerpo de Cristo en la Tierra. Afirma el evangelista: si se profana con adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicería, contiendas, disensiones, herejías, homicidios. No se hereda el Reino de los cielos. Más el fruto del Espíritu es, caridad, gozo, paz, amor, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre. Contra tales cosas no hay ley. Porque los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.7 Para el cristiano el Espíritu de Cristo, rescata el cuerpo de los espejismos de la carne y de la idolatría. Para la Cábala mística, en cambio el cuerpo es producto de las doscientas treinta y una combinaciones posibles de las veintidós letras del Tetragrámaton, que componen el alfabeto del Nombre de Dios; si se violenta como un campo de batalla, se violenta la esencia de Dios, el Nombre, configurado en el cuerpo, el mundo y el tiempo.

   Dice Jünger: en el marco de la edad de Acuario, de la que cabe aguardar una elevación del nivel medio espiritual […] El cuerpo es divisible; no lo es, en cambio, el individuo al que el cuerpo sirve de vestido. Esto toca uno de los motivos por los que los médicos antiguos declinaban tratar con la lanceta a los pacientes. Un eco de eso se ha conservado en la relación del internista con el cirujano. El individuo es único e invulnerable; el fuego no puede causarle ningún daño.

    La objetización del cuerpo –cree Jünger- se percibe con mayor claridad en el proceso peculiar que denominamos <deporte> y que cabe diferenciar de los juegos de la Antigüedad en la misma medida en que cabe diferenciar nuestras olimpiadas de las griegas. La diferencia esencial es la siguiente: para nosotros no se trata tanto de una competición cuanto de un proceso de medición exacta. Es algo que se deriva ya del hecho de que no se requiere que estén presentes ni el adversario ni los espectadores. Lo decisivo es, antes bien, la presencia de la <segunda consciencia>, que registra el resultado con la ayuda de la cinta métrica, del cronómetro, de la corriente eléctrica o de la fotografía. Ahora tiene una serie de instrumentos y medios, que proporciona la imagen, los lenguajes digitales y analógicos. Al contemplar a los deportistas de elite, al soldado, tenemos la impresión de que ya han quedado sustraídas en gran medida las zonas de la sentimentalidad. Esa carne disciplinada y uniformada por la voluntad con unos cuidados tan meticulosos suscita la idea de que se ha vuelto más indiferente a las heridas.

   En el deporte y la disciplina del soldado observamos las áreas, en que el perfil humano está endureciéndose y aguzándose o también galvanizándose. Se trata de estar informados con máxima exactitud de los resultados que es capaz de alcanzar el cuerpo humano como instrumento. A la vez, cómo es lanzado a la vanguardia del combate y capaz de entregar la vida en sacrificio. El hecho –dice Jünger- de que ya hoy nos encontramos en condiciones de soportar con mayor frialdad la visión de la muerte se explica en no pequeña medida porque ya no estamos en nuestro cuerpo, a la manera antigua, como en nuestra casa. Así pues, la objetización de la vida se concatena con la disolución de los valores espirituales, la sentimentalidad y la profanación del misterio de la muerte. Se constata en la imagen, los periódicos y revistas ilustradas, al mostrar el rostro carente de alma, frío, distante, trabajado como en metal, tallado en maderas especiales, y que posee una autentica relación con la fotografía, los medios y modos de comunicación. Se observa en el mundo actual como la objetización del ser humano, se concatena con relaciones de poder, de dominio y control; así entonces, estamos en una época de transición donde preponderan las valoraciones técnicas. Jünger dice: pero nada de eso exime de responsabilidad.

   Además, las personas formadas para pensar tienen una responsabilidad ética y moral, con la sociedad. De ellos depende desvelar que ocultan los fenómenos técnicos y a qué voluntad de poder, obedecen sus exigencias. Poner los fenómenos en una situación crítica, de crisis, depende el contexto de la representación de una idea para que sus fuerzas explosionen en el mundo de la revelación –que es la historia. Como dice Benjamín respecto a la alegoría: todo lo que la historia desde un principio tiene de intempestivo, de doloroso, de fallido, se plasma en un rostro; o, mejor dicho: en una calavera. Por eso la alegoría pone en escena la secularización de la existencia y del mundo, expone la historia sufriente de los hombres, sin hacer referencias teológicas que transfiguren su dolor. De esa manera, se podrán restaurar los portillos que la historia deja tras de sí. Es decir, el detritus de la vida urbana y del mundo en general.

   Las filosofías racionalistas de la historia y del conocimiento, la teología o los saberes del espíritu, tienen una concepción sobre el cuerpo. Benjamín en el texto Historia y Coleccionismo: Eduard Fuchs, habla sobre el arte, la cultura, el cuerpo, el placer sexual, la moda, la moral pública. Dice Benjamín: a Fuchs le fue siempre extraña una justa desconfianza contra la proscripción burguesa del puro placer sexual y de los caminos, más o menos fantásticos, por los que llega a producirse. Cierto que dará como principio que <<sólo puede hablarse de manera relativa de moralidad e inmoralidad>>.8 Entonces la crítica social y la historia natural, se inscriben y se expresan en el cuerpo. El cuerpo campo de batalla donde convergen placer y dolor, saber y poder. Para Fuchs, <<el placer orgiástico pertenece a las tendencias más valiosas de la cultura […] debemos tener claro que la orgía […] forma parte de lo que nos distingue del animal. Este, al contrario que el hombre, no conoce la orgía […] el animal se retira de la pitanza más sabrosa y de la fuente más cristalina, cuando ha aplacado su hambre y su sed, y su urgencia sexual se limita generalmente a breves y determinados períodos del año. Otra cosa muy distinta ocurre al hombre, sobre todo al hombre creador. Este ni conoce el concepto de suficiente>>.9 Como dice Gustavo Martín Garzo: Lo maravilloso que nos hace hablar tiene que ver con el principio erótico. La aventura erótica le regala al hombre el acceso a mundos, sin el cual permanecerían cerrados. Conocer es una <forma> de aventura erótica y espiritual; conocimiento es concordancia: entre deseo y realidad, realidad y pensamiento, naturaleza y ser humano. La aventura erótica nos hace hablar del poder espiritual del hombre; no de la fuerza, que incide en el dominio y el control. Es decir, del mundo de los sueños bienaventurados y de las pesadillas humanas.

Ahora, la concepción psicológica e histórica de Fuchs –expresa Benjamín-, ha resultado de muchas maneras fructífera para la historia del traje. La moda tiene un triple interés para el autor –el histórico, el social y el erótico. La moda, dice en la historia de las costumbres, indica <<cómo se piensa llevar adelante el negocio de la moralidad pública>>. En Fuchs la moda es el exponente y el punto de referencia desde donde resplandece la visión de lo erótico y estético. Las nociones de valor moral y pasión sensual trascienden las frivolidades de la sociedad, las amarguras y tristezas de la vida; y se convierten en la dulce venganza del dolor y el sufrimiento. Tampoco se le escapa a Fuchs, su papel de instrumento de división de clases y de dominio. De igual modo que expresa las diferencias más sutiles entre los estamentos vigila sobre todo las toscas que hay entre las clases. Por tanto Fuchs se preocupa por tres principios: el primero está constituido por los <<intereses de la división de clase>>; el segundo representa <<el modo de producción capitalista privado>> que procura aumentar sus posibilidades de venta cambiando mucho la moda; y no olvidemos en tercer lugar <<las finalidades erótica-mente estimulantes>>.10

Según Fuchs, la erótica del cuerpo se entrelaza con la erótica de la creación. Acoge con entusiasmo la doctrina del origen erótico de los impulsos creadores. Como posteriormente hace Thomas Mann con la enfermedad. Esta se convierte en el impulso creativo en la obra de este autor. Para Fuchs, el arte es sensualidad inmediata, así como la ideología es un producto inmediato de los intereses. <<La esencia del arte es: la sensualidad. Y además, sensualidad en la forma más potenciada. El arte es una sensualidad hecha forma, sensualidad que se hace visible, y a la vez es la forma suprema y más noble de sensualidad>>.11 En el umbral del fetichismo le sigue la pista a sus equivalentes históricos. Parece que <<el incremento del fetichismo del calzado y de la pierna indica que el culto de la vulva sustituye al culto de Príapo>>; por el contrario el incremento del fetichismo de los senos es una tendencia regresiva. <<El culto del pie y de la pierna calzados refleja el dominio de la hembra sobre el varón; el culto de los senos refleja el papel de la hembra como objeto de placer del varón>>.12

Lo maravilloso del principio erótico no sólo posibilita hablar, sino que sitúa la conversación en el Árbol de la Vida y no en el Árbol del Conocimiento. Además posibilita descubrir fuentes nuevas y productivas. Eso que el artistas y el filósofo llaman embriaguez. Para Ernst Jünger en los sueños, el hablar y el oír, resultan extraños. Aquí queda amortiguada la parte física, mientras la fantasía disfruta de un libre campo de actuación. El hecho de que el durmiente empiece a hablar es un anuncio del despertar.13 Para Walter Benjamín ¡Despierto cuando conozco! El acto de vigilia desgarra el tejido del sueño en los linderos del alba y el despertar; y posibilita con la <caja de herramientas> conceptuales y gnoseológicas, preparar el “despertar histórico”, como práctica política. Se trata de despertar de la concepción historicista y de su visión racionalista, para darle vigencia y encontrar en la historia desde la actualidad, sus más altos significados. En Benjamín, la investigación histórica empieza con el despertar. <<Choque frontal entre dos trenes>>; entre el pasado y el presente. Se trata de <<darse cuenta que el comentario de una realidad requiere un método diferente al de un texto>>. Unas veces se hace desde la filosofía, otro desde la historia, el arte, la literatura, la poesía, la cultura o el lenguaje. El umbral y el objeto del comentario son correlativos a la realidad que se comenta. El arte, por ejemplo, se expresa en las formas de la cultura. O, en otros términos, <<el arte se caracteriza por desarrollar nuevas formas al conducir a nuevos contenidos>>.14 Se trata de trascender el canon preestablecido de antemano y dejar que las imágenes fluyan en la actualidad, buscando la saciabilidad de su deseo. Es decir, el contenido preciso, inagotable, en el horizonte de la historia.


  Este trabajo trata de superar el concepto de <<progreso>>, también el de <<período de decadencia>>, porque son sólo dos caras de una y la misma cosa. Superar la <<visión racionalista de la historia>> que trasmite que todo período tiene una vida póstuma de sus obras, “celebrándolos” como “patrimonio”>>. Así Benjamín opone una imagen sin duda, pero la más enigmática de todas, la más incierta de su estatuto, la más apta sin duda para poner a salvo los fenómenos, con el riesgo que sólo lo consiga mediante <<fragmentos o ruinas>>. No es otra que la <<alegoría>>. Pero sólo son salvados cuando se evidencia en ellos la discontinuidad. Por eso existe una tradición que es catástrofe. Se trata de los escombros que la historia deja tras de sí: el horror, las injusticias, los sufrimientos, el miedo, el odio, el hambre, el dolor de los vencidos: los arrastrados por la barbarie. Son el detritus, escombros, desechos, de la vida urbana. Estos fragmentos o ruinas, han de <<considerarse por encima de todo como la base de la historia>>.


Por tanto el principio erótico que posibilita la conversación y fluye bajo el follaje del Árbol de la Vida, anuncia un nuevo despertar. Se entronca con las cosas rítmicas, que son las que se oponen a los espejismos de la ciencia, la técnica y la cifra. El cuerpo y la sexualidad, el cuerpo y la moda, la técnica y la ciencia, el saber y el poder, habitan un mundo diferente al del lector, del poeta o del artista. Como dice Ernst Jünger: <<El oído interno es el que capta las grandes composiciones musicales; llegan de otro mundo>>. Así pues, <<los cuentos y las poesías>> se mueven en un orden superior de aconteceres. La realidad atraviesa diversos grados, semejante en eso a la materia, que puede aparecer como sólida, como liquida, como gaseosa y que puede asimismo tornarse invisible.

La poesía lleva a un mundo de mayor libertad, donde también queda vencido lo imposible. El placer y el dolor son sentidos en una dimensión diferente; también el lector tiene su Olimpo. De ahí que el Aladino que reposa en el lecho junto a la princesa esté más cerca del mundo de la tijera que no corta que el insaciable Don Juan. La rosa amenaza con la espina. A la vez crece el impulso instintivo que lleva a emprender tanto excursiones ideales como excursiones fantásticas. Ese impulso echa raíces en la vida cotidiana; pone en peligro el mundo real […] El poema establece marcas que no son alcanzadas en la vida. En diversos niveles amenaza el destino de Hamlet.

   Asimismo, la crítica de la experiencia histórica hay que situarla en el lenguaje y los movimientos del pensar. Porque la actualidad representa una crisis del lenguaje, asociada al olvido de sus secretos. El lenguaje como instrumento de revelación podrá restituir los escombros que la historia dejó a la vera del camino y los celebra como patrimonio. Entonces podrá perfilar algo más elevado y digno para el hombre contemporáneo. Si la revelación es el saber que anida en la historia, la filosofía, el arte, la teología, la literatura, la poesía, la teoría de la cultura, etc. Han de posibilitar las herramientas estéticas, gnoseológicas e históricas, para que los fenómenos develen su verdadero gesto. Lo que el Surrealismo llamaba: el gesto estético.

  Sabemos que estamos en los umbrales de las nuevas tecnologías del poder, que están configurando el espíritu de la época actual. Tienen que ver con el cuerpo como campo de batalla. Donde convergen placer y dolor, dominio y objeto; figuras donde se hace patente la vida actual. También con el espíritu, donde se llevan a cabo los combates más atroces entre las huestes celestiales y las demoniacas, el mundo del titanismo y del espíritu. Además, el fin de la voluntad de poder es menguar las corrientes del espíritu, para batirlo con las fuerzas del sin-sentido y la barbarie. En la medida que lo consiga se intensifica el dolor, el miedo y el sufrimiento en la vida del ser humano.



                                                          Bibliografía


  1. Jünguer, Ernst. Sobre el dolor. TusQuets Editores, 2003. pág. 77.
  2. Foucault, Michel. Microfisica del Poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta, 1979. pág. 20.
  3. Ib. pág. 12.
  4. Ib. pág. 12.
  5. Ib. pág. 104.
  6. Ib. pág. 107 y 108.
  7. Los Evangelios. Galatás 5: 16 – 24.
  8. Foucault. Ib. pág. 125.
  9. Benjamin, Walter. Historia y Coleccionismo: Eduard Fuch. Madrid: Taurus Ediciones, S. A. pág. 132.
    10. Ib. pág. 99 y 100.
    11. Ib. pág. 100 y 101.
    12. Ib. pág. 101.
    13. Ib. pág. 101.
    14. Jünger. Ib. pág. 110.
15. Benjamín. Ib. pág. 110 y 111.
    16. Jünger. Radiaciones I. Diarios sobre la segunda guerra mundial (1939 – 1943). TueQuets Editores, 2005. pág. 51.

domingo, 11 de febrero de 2018

LA ANGUSTIA DEL HOMBRE ACTUAL.





Antonio Mercado Flórez.


En mi libro, Sobre el dolor, el miedo y la muerte, hago una reflexión sobre la angustia en tiempos de crisis espiritual y material de la sociedad. Me refiero a la relación que existe entre la crisis de las instituciones sociales y el espíritu del ser humano. Por tanto lo que se percibe en el mundo actual es el vaciamiento del espíritu y la búsqueda de salvadores utópicos, que son perores que los males que nos afligen. Hitler en Alemania, Musoline en Italia, Franco en España, Stalin en la Unión Soviética, Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Putin en Rusia, Trump en Estados Unidos, entre otros. Ahora estamos asistiendo a la emergencias de angustias particulares que cada vez toman un cariz general; y nos damos cuenta que algunas veces no sabemos quien genera la otra. Entonces, la crisis económica, social, política y moral, que vive la sociedad global se concatena con la del espiritual y ética del hombre actual. La primera es sólo un trasunto de la segunda. Así lo expreso en mi texto antes mencionado:

<<Si el gran mecanismo político, no es el único que causa miedo, dolor y angustia, existe una cantidad de mecanismos particulares que los generan. El desempleo, el hambre, la inmigración, la pobreza, los desplazamientos, el odio, la violencia, la guerra, entre otros. Son representaciones particulares del dolor, del miedo y las angustias de nuestro tiempo. Además, en momentos de crisis material, espiritual y moral, los hombres son capaces de agarrarse a un clavo ardiendo con tal de alcanzar su seguridad y conservar su vida>>. Sabemos por lo antes dicho que, el gran mecanismo político no es lo único que causa miedo y angustia. Hay una cantidad innumerable de angustias particulares. Ellas traen consigo la incertidumbre y esta deposita siempre su esperanza en médicos, salvadores, taumaturgos, brujos, echadoras de cartas y juegos de azar. Todo puede convertirse en objeto de miedo y angustia. Y esto es un signo de la catástrofe de nuestra época; porque una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre: la pobreza de la experiencia.

Como expresó el filosofo alemán de origen judío Walter Benjamín: <<Desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado rostro de nuevo –y tan exacto y perfilado como el de los mendigos de la Edad Media. ¿Para que valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia? >>. Ahora bien, prosigue Benjamín: <<La pobreza de nuestra experiencia no es sólo pobre en experiencias privadas, sino en las de la humanidad en general. Se trata de una especie nueva de barbarie>>. Saben ¿por qué? Porque cuando el ser humano no vivencia su experiencia con sigo mismo y los otros, por ejemplo, la experiencia que mana de boca a oído. Se expresa la catástrofe, el vaciamiento del lengua, del pensamiento, del misterio de la vida y del mundo.

Así pues, el ser humano por conveniencia y miedo de manejar su libertad, entrega su vida a los oportunistas, los demagogos, los populistas, los nacionalistas, los ortodoxos radicales, los banqueros, al Estado, a las Instituciones sociales; y, entonces, se orienta, enteramente, por el arsenal de máscaras que le son presentadas. El mundo es un arsenal de esas máscaras. Y sólo el hombre atrofiado, devastado, las busca como un simulacro en su propio interior. Porque la mayoría de las veces nosotros mismos somos pobres en ese aspecto. Mirar a través de ellas nos encanta. Vemos las constelaciones, el pueblo o la ciudad de nuestros antepasados, los instantes en los que hemos sido esto o lo otro o todo de una vez. Pero lo que más le encanta a este tipo de personas son los juegos de azar, creen encontrar allí la respuesta a sus apetencias materiales y sus frustraciones espirituales. Entonces se dan cuenta que la propia imagen que llevan dentro de sí es pura improvisación, y la esperanza en el dinero se convierte de un minuto a otro, en un volcán en llamas.

Como dice Benjamín nuevamente: <<Todos añoramos este juego de máscaras como ebriedad, y de ello viven hoy los echadores de cartas, los astrólogos y los que leen en la palma de la mano. Saben estos tras-ponernos a esas quedas pausas del destino, de las cuales sólo más tarde advertimos que contuvieron el embrión de un curso completamente distinto del que nos cayó en suerte>>. Esas personas atrofiadas y vacias espiritualmente, malgastan sus vidas creyendo en las runas del destino y no en la libertad que le ha sido otorgada como un Don divino. Como Dijo Nietzsche en boca de Zaratustra: <<El desierto crece, ay de aquel que alberga desierto>>. Porque desconoce que los más hermosos presentes de los dioses son siempre gratuitos. De ahí el peligro que se seque la fuerza dispensadora de bienes.


El propósito del poder, de todos los sistemas, es domar y amaestrar a la gente en el sentido de lo colectivo y lo siempre igual. Por eso la persona individual está cercada por el miedo, la angustia y el dolor, los cuales empujan como si fueran un muro. Estos signos de nuestro tiempo toman formas reales –en las calles de la Gran ciudad, las cárceles, la violencia, la guerra, el hambre, el narcotrafico, el odio, la inmigración, la xenofobia y el racismo. Esto llena los pensamientos, los sentimientos, los diálogos del hombre consigo mismo, vivimos años en que ni siquiera se tiene confianza en los que más próximos están. De ahí que el hombre esté desnudo ante el poder, la banca, el capital financiero, el irracionalismo religioso, los demonios y sus horrores. Por eso en los tiempos que vivimos es importante que el hombre mire dentro de sí y tenga una nueva oportunidad en la Tierra de los vivientes.