Antonio
Mercado Flórez.
En
mi libro, Sobre el dolor, el miedo y la muerte, hago una
reflexión sobre la angustia en tiempos de crisis espiritual y
material de la sociedad. Me refiero a la relación que existe entre
la crisis de las instituciones sociales y el espíritu del ser
humano. Por tanto lo que se percibe en el mundo actual es el
vaciamiento del espíritu y la búsqueda de salvadores utópicos, que
son perores que los males que nos afligen. Hitler en Alemania,
Musoline en Italia, Franco en España, Stalin en la Unión Soviética,
Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Putin en Rusia, Trump
en Estados Unidos, entre otros. Ahora estamos asistiendo a la
emergencias de angustias particulares que cada vez toman un cariz
general; y nos damos cuenta que algunas veces no sabemos quien genera
la otra. Entonces, la crisis económica, social, política y moral,
que vive la sociedad global se concatena con la del espiritual y
ética del hombre actual. La primera es sólo un trasunto de la
segunda. Así lo expreso en mi texto antes mencionado:
<<Si
el gran mecanismo político, no es el único que causa miedo, dolor y
angustia, existe una cantidad de mecanismos particulares que los
generan. El desempleo, el hambre, la inmigración, la pobreza, los
desplazamientos, el odio, la violencia, la guerra, entre otros. Son
representaciones particulares del dolor, del miedo y las angustias de
nuestro tiempo. Además, en momentos de crisis material, espiritual y
moral, los hombres son capaces de agarrarse a un clavo ardiendo con
tal de alcanzar su seguridad y conservar su vida>>. Sabemos por
lo antes dicho que, el gran mecanismo político no es lo único que
causa miedo y angustia. Hay una cantidad innumerable de angustias
particulares. Ellas traen consigo la incertidumbre y esta deposita
siempre su esperanza en médicos, salvadores, taumaturgos, brujos,
echadoras de cartas y juegos de azar. Todo puede convertirse en
objeto de miedo y angustia. Y esto es un signo de la catástrofe de
nuestra época; porque una pobreza del todo nueva ha caído sobre el
hombre: la pobreza de la experiencia.
Como
expresó el filosofo alemán de origen judío Walter Benjamín:
<<Desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra
experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado
rostro de nuevo –y tan exacto y perfilado como el de los mendigos
de la Edad Media. ¿Para que valen los bienes de la educación si no
nos une a ellos la experiencia? >>. Ahora bien, prosigue
Benjamín: <<La pobreza de nuestra experiencia no es sólo
pobre en experiencias privadas, sino en las de la humanidad en
general. Se trata de una especie nueva de barbarie>>. Saben
¿por qué? Porque cuando el ser humano no vivencia su experiencia
con sigo mismo y los otros, por ejemplo, la experiencia que mana de
boca a oído. Se expresa la catástrofe, el vaciamiento del lengua,
del pensamiento, del misterio de la vida y del mundo.
Así
pues, el ser humano por conveniencia y miedo de manejar su libertad,
entrega su vida a los oportunistas, los demagogos, los populistas, los nacionalistas, los ortodoxos radicales, los banqueros, al Estado, a las
Instituciones sociales; y, entonces, se orienta, enteramente, por el
arsenal de máscaras que le son presentadas. El mundo es un arsenal
de esas máscaras. Y sólo el hombre atrofiado, devastado, las busca
como un simulacro en su propio interior. Porque la mayoría de las
veces nosotros mismos somos pobres en ese aspecto. Mirar
a través de ellas nos encanta. Vemos las constelaciones, el pueblo o
la ciudad de nuestros antepasados, los instantes en los que hemos
sido esto o lo otro o todo de una vez. Pero lo que más le encanta a
este tipo de personas son los juegos de azar, creen encontrar allí
la respuesta a sus apetencias materiales y sus frustraciones
espirituales. Entonces se dan cuenta que la propia imagen que llevan
dentro de sí es pura improvisación, y la esperanza en el dinero se
convierte de un minuto a otro, en un volcán en llamas.
Como
dice Benjamín nuevamente: <<Todos añoramos este juego de
máscaras como ebriedad, y de ello viven hoy los echadores de cartas,
los astrólogos y los que leen en la palma de la mano. Saben estos
tras-ponernos a esas quedas pausas del destino, de las cuales sólo
más tarde advertimos que contuvieron el embrión de un curso
completamente distinto del que nos cayó en suerte>>. Esas
personas atrofiadas y vacias espiritualmente, malgastan sus vidas
creyendo en las runas del destino y no en la libertad que le ha sido
otorgada como un Don divino. Como Dijo Nietzsche en boca de
Zaratustra: <<El desierto crece, ay de aquel que alberga
desierto>>. Porque desconoce que los más hermosos presentes
de los dioses son siempre gratuitos. De ahí el peligro que se seque
la fuerza dispensadora de bienes.
El
propósito del poder, de todos los sistemas, es domar y amaestrar a
la gente en el sentido de lo colectivo y lo siempre igual. Por eso la
persona individual está cercada por el miedo, la angustia y el
dolor, los cuales empujan como si fueran un muro. Estos signos de
nuestro tiempo toman formas reales –en las calles de la Gran
ciudad, las cárceles, la violencia, la guerra, el hambre, el
narcotrafico, el odio, la inmigración, la xenofobia y el racismo.
Esto llena los pensamientos, los sentimientos, los diálogos del
hombre consigo mismo, vivimos años en que ni siquiera se tiene
confianza en los que más próximos están. De ahí que el hombre
esté desnudo ante el poder, la banca, el capital financiero, el
irracionalismo religioso, los demonios y sus horrores. Por eso en los
tiempos que vivimos es importante que el hombre mire dentro de sí y
tenga una nueva oportunidad en la Tierra de los vivientes.
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