domingo, 11 de febrero de 2018

LA ANGUSTIA DEL HOMBRE ACTUAL.





Antonio Mercado Flórez.


En mi libro, Sobre el dolor, el miedo y la muerte, hago una reflexión sobre la angustia en tiempos de crisis espiritual y material de la sociedad. Me refiero a la relación que existe entre la crisis de las instituciones sociales y el espíritu del ser humano. Por tanto lo que se percibe en el mundo actual es el vaciamiento del espíritu y la búsqueda de salvadores utópicos, que son perores que los males que nos afligen. Hitler en Alemania, Musoline en Italia, Franco en España, Stalin en la Unión Soviética, Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Putin en Rusia, Trump en Estados Unidos, entre otros. Ahora estamos asistiendo a la emergencias de angustias particulares que cada vez toman un cariz general; y nos damos cuenta que algunas veces no sabemos quien genera la otra. Entonces, la crisis económica, social, política y moral, que vive la sociedad global se concatena con la del espiritual y ética del hombre actual. La primera es sólo un trasunto de la segunda. Así lo expreso en mi texto antes mencionado:

<<Si el gran mecanismo político, no es el único que causa miedo, dolor y angustia, existe una cantidad de mecanismos particulares que los generan. El desempleo, el hambre, la inmigración, la pobreza, los desplazamientos, el odio, la violencia, la guerra, entre otros. Son representaciones particulares del dolor, del miedo y las angustias de nuestro tiempo. Además, en momentos de crisis material, espiritual y moral, los hombres son capaces de agarrarse a un clavo ardiendo con tal de alcanzar su seguridad y conservar su vida>>. Sabemos por lo antes dicho que, el gran mecanismo político no es lo único que causa miedo y angustia. Hay una cantidad innumerable de angustias particulares. Ellas traen consigo la incertidumbre y esta deposita siempre su esperanza en médicos, salvadores, taumaturgos, brujos, echadoras de cartas y juegos de azar. Todo puede convertirse en objeto de miedo y angustia. Y esto es un signo de la catástrofe de nuestra época; porque una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre: la pobreza de la experiencia.

Como expresó el filosofo alemán de origen judío Walter Benjamín: <<Desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado rostro de nuevo –y tan exacto y perfilado como el de los mendigos de la Edad Media. ¿Para que valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia? >>. Ahora bien, prosigue Benjamín: <<La pobreza de nuestra experiencia no es sólo pobre en experiencias privadas, sino en las de la humanidad en general. Se trata de una especie nueva de barbarie>>. Saben ¿por qué? Porque cuando el ser humano no vivencia su experiencia con sigo mismo y los otros, por ejemplo, la experiencia que mana de boca a oído. Se expresa la catástrofe, el vaciamiento del lengua, del pensamiento, del misterio de la vida y del mundo.

Así pues, el ser humano por conveniencia y miedo de manejar su libertad, entrega su vida a los oportunistas, los demagogos, los populistas, los nacionalistas, los ortodoxos radicales, los banqueros, al Estado, a las Instituciones sociales; y, entonces, se orienta, enteramente, por el arsenal de máscaras que le son presentadas. El mundo es un arsenal de esas máscaras. Y sólo el hombre atrofiado, devastado, las busca como un simulacro en su propio interior. Porque la mayoría de las veces nosotros mismos somos pobres en ese aspecto. Mirar a través de ellas nos encanta. Vemos las constelaciones, el pueblo o la ciudad de nuestros antepasados, los instantes en los que hemos sido esto o lo otro o todo de una vez. Pero lo que más le encanta a este tipo de personas son los juegos de azar, creen encontrar allí la respuesta a sus apetencias materiales y sus frustraciones espirituales. Entonces se dan cuenta que la propia imagen que llevan dentro de sí es pura improvisación, y la esperanza en el dinero se convierte de un minuto a otro, en un volcán en llamas.

Como dice Benjamín nuevamente: <<Todos añoramos este juego de máscaras como ebriedad, y de ello viven hoy los echadores de cartas, los astrólogos y los que leen en la palma de la mano. Saben estos tras-ponernos a esas quedas pausas del destino, de las cuales sólo más tarde advertimos que contuvieron el embrión de un curso completamente distinto del que nos cayó en suerte>>. Esas personas atrofiadas y vacias espiritualmente, malgastan sus vidas creyendo en las runas del destino y no en la libertad que le ha sido otorgada como un Don divino. Como Dijo Nietzsche en boca de Zaratustra: <<El desierto crece, ay de aquel que alberga desierto>>. Porque desconoce que los más hermosos presentes de los dioses son siempre gratuitos. De ahí el peligro que se seque la fuerza dispensadora de bienes.


El propósito del poder, de todos los sistemas, es domar y amaestrar a la gente en el sentido de lo colectivo y lo siempre igual. Por eso la persona individual está cercada por el miedo, la angustia y el dolor, los cuales empujan como si fueran un muro. Estos signos de nuestro tiempo toman formas reales –en las calles de la Gran ciudad, las cárceles, la violencia, la guerra, el hambre, el narcotrafico, el odio, la inmigración, la xenofobia y el racismo. Esto llena los pensamientos, los sentimientos, los diálogos del hombre consigo mismo, vivimos años en que ni siquiera se tiene confianza en los que más próximos están. De ahí que el hombre esté desnudo ante el poder, la banca, el capital financiero, el irracionalismo religioso, los demonios y sus horrores. Por eso en los tiempos que vivimos es importante que el hombre mire dentro de sí y tenga una nueva oportunidad en la Tierra de los vivientes. 

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