I
Antonio
Mercado Flórez
Walter Benjamín en Tesis de filosofía de la historia se refiere a un cuadro de Paul
Klee que se llama Ángelus Novus, y
dice: “En él se representa a un ángel
que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene
horrorizado. Sus ojos están desorbitados, desmesuradamente abiertos, la boca
abierta y extendidas las alas. Este deberá ser el aspecto del ángel de la historia.
Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una
cadena de datos, él ve una catástrofe que amontona incansablemente ruina sobre
ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los
muertos y recomponer lo desplazado y destruido. Pero desde el paraíso sopla un
huracán que se ha enredado en sus alas y es tan fuerte que el ángel ya no puede
cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da
la espalda, mientras los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese
huracán simboliza lo que nosotros llamamos progreso. Aquellos que ven una
cadena de datos y grandes personajes, hablan de progreso. El huracán enredado
en las alas es lo que llaman progreso”.1 Este se levanta sobre las
ruinas del pasado y el continuo de la historia. Entonces, ¿Qué deja el progreso
y la visión de las filosofías racionalistas de la historia detrás de sí?
Ilusiones ópticas y auditivas del pasado y el porvenir; y también, exiliados,
desplazados, vencidos y muertos. Es decir, un montón de ruinas materiales y
humanas.
Benjamín
propone hacer un giro en la visión racionalista de la historia para posibilitar
otros umbrales de indagación. Así de esa manera, percibir el devenir de
diferentes formas. Que la escritura de la historia no esté determinada por la
<<visión y el botín de los vencedores>>. Sino que estará dirigida a
los que deja a la orilla del camino, exiliados, refugiados, inmigrantes,
desplazados, sufrientes y vencidos. Propone que es necesario trascender la
visión de las <<filosofías racionalistas de la historia>>, también
la <<historiografía de los fenómenos>>. Y, entonces se podrá
superar la dicotomía histórico-cultural, que presenta de un lado, la parte
<<positiva>>, <<viva>>, <<preñada de futuro>>;
y, de otra, la <<negativa>>, <<atrasada>>,
<<inútil>>, <<excluida>>, <<desplazada>> y
<<muerta>>.2 Porque siempre en la historia de la
humanidad los escribas del poder y el saber han narrado la historia de los
vencedores. Ahora se trata de darle vuelta al forro de los fenómenos, para que
tengan vigencia los escombros de la historia. Pues bien, ¿De qué peligro son salvados los fenómenos? No sólo
del descrédito y el desprecio en el que han caído, sino también de la <<catástrofe>>
que representa una manera de trasmitirlos <<celebrándolos>> como
“patrimonio”. Son salvados cuando se evidencia en ellos la fisura. Así pues, hay
una tradición que es <<catástrofe>>. Por eso es necesario reencantar
el mundo de nuestros mayores, y hacerle frente a la <<actualidad que nos
repugna, y detener su avance catastrófico>>: frente al dominio universal
de la decadencia y el nihilismo. De ésta tarea es necesario restaurar los
portillos de la historia desde las condiciones de la experiencia contemporánea.
Desde
el umbral político o, de las relaciones de fuerza en una sociedad en conflicto.
Para alcanzar la paz se debe ubicar el <<dialogo>> y la
<<verdad>> en la morada del lenguaje. Así podrán superar las
<<falsas salvaciones>> que provienen del <<status quo>>, <<la cultura de los valores del mercado>>,
los <<nacionalismos culturales
o religiosos>> o del <<marxismo trasnochado>>. Entonces
podemos escuchar la invitación que proviene de una <<escucha de la
tradición que no esté a remolque del pasado, sino que medite el presente>>.
De modo que podamos leer e interpretar los fenómenos de la actualidad, en las
<<figuras>> del pasado. Dice Benjamín: <<Leer en la vida y
las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella época, la vida y las
formas de hoy>>.3 Así pues, prescindiendo de cierta visión de
la historia y la realidad desvelar desde la actualidad que <<los
artificiosos cortinajes del pasado siglo se han vuelto rancios>>. Estos
escombros que la historia deja tras de sí, son <<materiales de vital
importancia política>>. Porque pueden iluminar la situación de la clase
dirigente, <<en el instante que empieza a mostrar los primeros signos de
decadencia>>. Pero también la barbarie de las personas que se han aliado
criminalmente con la técnica y el poder. Como expresa Imre Kertész, en Diario de la galera: <<Donde se ha
asesinado por el poder, el poder conserva las angustias de los asesinos; quien
asesina por el poder nunca lo suelta, y así hasta el infinito>>.
<<Así también el historiador
únicamente ha de levantar hoy un armazón, estrecho pero resistente
–filosófico-, para llevar a su red los aspectos más actuales del
pasado>>.4 Un armazón donde no hay vencedores ni vencidos, pero
tampoco fenómenos que se celebran como patrimonio. Existe entonces una
indagación que intenta poner a salvo los fenómenos, con el riesgo que sólo lo
consiga mediante fragmentos o ruinas. El historiador ha de considerar estos
materiales como <<un trabajador autónomo, sin vértigo y, de ser preciso
solitario>>.
Es en el borde del abismo donde se
intensifica la sensibilidad hacía el dolor, el miedo, el sufrimiento, el
derramamiento de sangre y las potencias de la muerte. Por tanto, es tarea del
pensador, del filósofo, del historiador y del sociólogo, reflexionar sobre su
incidencia en la sociedad. Porque el ser humano es habitante de la frontera
donde se entrelaza el hombre con el abismo de la oscuridad, el hombre con lo
sublime. De modo análogo, es necesario, iluminar el siglo XXI mediante el
presente, y desvelar desde el <<tiempo-ahora>> lo que oculta el
<<continuum de la historia>>. Así que, <<es un salto de tigre
al pasado. Sólo que tiene lugar en una arena en la que manda la clase
dirigente. El mismo salto bajo el cielo despejado de la historia es el salto
dialéctico>>: fragmentado y discontinuo. Asimismo, podemos percibir que
los fenómenos, sus harapos, los escombros y desechos, no es necesario
inventariarlos, <<sino dejarles alcanzar su derecho de la única manera
posible: empleándolos>>.5
Esta es una reflexión que invita a escuchar los
susurros de la tradición, la memoria y el recuerdo, el silencio que espera el
momento oportuno para expresarse. No para quedarse anclado en el pasado, sino
para que los escombros que el devenir deja tras de sí posibiliten comprender el
presente. Y, revelen un haz fosforescente a la conciencia y la sensibilidad del
ser humano: el sentido nuevo que se ofrece, inagotable, a nuevas búsquedas. Se
trata de restaurar los escombros y hacer consciente una experiencia de la
historia, que permita confrontar los dolores y los sufrimientos, que se han
infligido a la sociedad. Confrontar el peso, el dolor y la angustia que acarrea
la experiencia de la violencia. Captarlos en una <<dialéctica de imágenes
lingüísticas>> y, no en la <<progresión y la continuidad>>.
A la luz de la lámpara de Walter Benjamín,
en El libro de los pasajes, en el
apartado de la Teoría del conocimiento,
teoría del progreso alumbra que
<<la barbarie se oculta en el propio concepto de cultura>>; a la
vez en Tesis de filosofía de la historia
afirma que <<no hay ningún documento de cultura que no sea también
documento de barbarie>>. La apoteosis de la cultura como <<tesoros
de valores>>, como <<patrimonio>>, confirma la
<<tradición que es catástrofe>>. Se trata de mirar los fenómenos
históricos desde el umbral de su fisura y desvelar lo bárbaro que esconden tras
de sí. Desde el presente no olvidar los rudimentarios comienzos, para que
desvelen el rostro de quienes los utilizan en el
<<presente-ahora>>.
Como pensó André Bretón en Posición política del surrealismo,
(parís, 1935) que: El determinismo económico no es el “útil absolutamente
perfecto” porque “puede convertirse en la clave de todos los problemas de la
historia”. Porque pertenece a la superficie del tiempo, y no determina la
estructura fundamental de la existencia. Dice Benjamín <<que para un
fragmento del pasado sea alcanzado por la actualidad, no puede haber ninguna
continuidad entre ellos”.6 En este sentido, “toda circunstancia
histórica que se expone dialécticamente, se polariza convirtiéndose en un campo
de fuerzas en el que tiene lugar el conflicto entre su historia previa y su
historia posterior. Se convierte en ese campo de fuerza en la medida en que la
actualidad actúa en ella. Y así es como
el hecho histórico se polariza, siempre de nuevo y nunca de la misma manera, en
historia previa e historia posterior”.7 El campo de acción es “la
actualidad misma”. Por eso el determinismo histórico, económico o científico,
no pueden convertirse en el fundamento de la existencia. Porque la vida y la
realidad no se reducen a meras cifras u objetos. Ya que la vida y los fenómenos
tienen unas raíces enigmáticas, misteriosas entrelazadas que el hombre es
incapaz de percibir; porque éste en la cotidianidad sólo se atiene a los
espejismos que se irradian desde la
superficie.
Para la reflexión Benjaminiana <<el
materialismo histórico no persigue una exposición homogénea o continua de la
historia>>. Sino romper con la exposición homogénea y continua de ésta.
Ese campo de fuerza donde se polariza la <<historia previa y la historia
posterior>>, debe tener lugar en la actualidad. Es la actualidad la que
posibilita que el hecho histórico sea siempre nuevo. <<Choque frontal
contra el pasado mediante el presente>>. Se trata de tomar consciencia
que una historia homogénea de la literatura, la economía, la política, el
derecho, la cultura, o las relaciones internacionales, no existe. <<En la
medida en que las diversas épocas del pasado quedan afectadas por un grado
completamente distinto por el presente del historiador, es irrealizable una
exposición continua de la historia>>.8 Esta reflexión
posibilita que un hecho histórico pueda mirarse como algo discontinuo en los
cristales de la actualidad. Así, se ofrece siempre de nuevo al historiador,
inagotable, en el <<presente-ahora>>.
A saber, la exposición discontinua de la
historia <<lleva al pasado a colocar al presente en una situación
crítica>>.9 Porque <<es el presente el que polariza el
acontecer en historia previa y posterior>>. Además, ¿Qué acontecerá en la
arena de la historia después de lo acaecido en el siglo XX? ¿Qué sucederá
después del quebrantamiento de la palabra y la vida en los campos de
Internamiento? ¿Qué sucederá en el siglo XXI sí el hombre se convierte en
objeto o en número? ¿Nos resignaremos a que ya nada nuevo acontecerá en la
historia? Si el siglo XX fue el de la derrota del hombre y el triunfo de la
razón, el de la barbarie sobre la civilización. Quizá nos permita soñar una vez
más <<la noción de un presente que volvería a representar eternamente la
misma <<intriga del ser>> de la que habla Emmanuel Lévinas,
instando al pensador a hacerse cargo sin descanso de las esperanzas y las
penas, del pasado y el porvenir>>.10
Como expresa elocuente Benjamín: <<El
concepto auténtico de la historia universal es un concepto mesiánico>>. De justicia, convivencia y paz, entre
las naciones del mundo. Porque en un mundo desgarrado por la sinrazón y la
animalidad política, recae sobre el pensador, el poeta, el escritor, el
artista, una responsabilidad ética. Como expresó Joseph Brodsky: <<La
filosofía del poder, su ética –y no digamos su estética-, es siempre
<<ayer>>. La lengua y la literatura son siempre
<<hoy>>, y a menudo –sobre todo allí donde haya un sistema político
digno- pueden llegar a construir <<mañana>>. Uno de los méritos de
la literatura (o de cualquier arte) reside precisamente en que ayuda a las
personas a individualizar más su vida, a distinguirse de la multitud de sus
predecesores y sus coetáneos, y evitar así la redundancia, es decir, ese
destino de ser, como se dice eufemísticamente, una víctima de la
historia>>.11 Ya que de las ruinas del pasado y los portillos
de la historia, los sufrimientos y los dolores, debe brotar el fruto de la vida
y la esperanza. Debemos ser capaz <<mediante un gesto, darle la vuelta
hacia fuera al forro del tiempo>>. Para donar a los hombres como un
presente divino, el abismo de la trascendencia. Así podrá el historiador remontar
el devenir de la historia, para ofrecernos la Redención. Y, poder componer los
portillos de la historia y de la vida, desde el horizonte mesiánico: en
justicia, verdad, paz y libertad.
Si
<<la multiplicidad de las historias es comparable a la multiplicidad de
las lenguas>>, la tarea del pensador es ayudar a la reparación del mundo.
Captar los fenómenos en el horizonte de una <<dialéctica de
imágenes>> y, no en una <<dialéctica de la progresión y la
continuidad>>. Porque la historia no sólo es una ciencia, sino también
una forma de rememoración. <<Lo que la ciencia ha
<<establecido>>, puede modificarlo la rememoración>>. De ahí
que es <<el recuerdo y memoria, los que permiten que rompamos con la
actualidad que nos repugna, y detener su avance catastrófico>>. La
rememoración nos pone en el camino de la <<convicción de que toda verdad
tiene su morada o palacio ancestral en la lengua, que ese palacio está hecho de
los más antiguos logoi y que, frente
a una verdad así fundada, las aspiraciones de las ciencias particulares siguen
siendo algo subalterno>>.12
En esta tesitura <se comprende el zócalo
proustiano de las categorías del último pensamiento de la historia: el
despertar, la rememoración, el tiempo del ahora>>.13 Ya que se
orienta contra la historiografía erudita, contra el historicismo positivista que
toma los hechos históricos tal como acontecieron, <<cómo las cosas
sucedieron realmente>>. Esto se convirtió para Benjamín en <<el más
poderoso narcótico del siglo>>. En fin, se trata de <<liberar las
inmensas fuerzas de la historia que permanecen encadenadas en el <<erase una vez>> de la historiografía clásica>>.14 En el
apartado del Libro de los Pasajes, Teoría del conocimiento, teoría del progreso, Benjamín identifica el
<<momento del despertar>> con el <<ahora de la
cognoscibilidad>>: Y, dice elocuente: <<Del mismo modo que Proust
empieza la historia de su vida con el despertar, así también toda exposición de
la historia tiene que comenzar con el despertar, más aun, ella no puede tratar
propiamente de ninguna otra cosa>>.15 Por eso, el objeto de
ésta investigación es despertar del siglo XX.
En ese sentido, se abre la posibilidad que el
<<ahora de la cognoscibilidad en que las cosas adquieren su verdadero
rostro>>, posibilite <<reunir en la angostura de un instante el
pasado de los sueños y el futuro de la espera>>.16 Desvelar en
un torbellino de luces y colores lo que <<el mundo sueña desde hace mucho
con algo de lo que sólo tiene que cobrar consciencia para poseerlo en
realidad>>.17 En este orden, el presente es el tiempo del
testimonio que acoge un <<saber-aún-no-consciente del Antaño>>,
capaz de refractar la promesa de un porvenir. Y, así trascender <<las
filosofías racionalistas de la historia>>, su <<exposición
homogénea o continua>>, como también las nociones de <<progreso y
decadencia>>. Y, así de esa manera, <<descubrir en el análisis del
pequeño momento singular el cristal del acontecimiento total>>.
Walter Benjamín nos invita a conocer el
presente como un <<mundo de vigilia con el que se relaciona en realidad
ese sueño al que llamamos pasado>>: donde sólo se puede acceder a la
actualidad si recurrimos a la rememoración (Eingedenken).
La imagen que tiene de su frágil existencia histórica, lo lleva a recurrir a la
tradición y la memoria del judaísmo. En este sentido, la noción judía de
recuerdo (Zekher), le sirve como
punta de lanza para precisar que <<no designa la conservación en la
memoria de los acontecimientos del pasado, sino su reactualización en la
experiencia del presente>>.18 Es en la memoria y el recuerdo,
la tradición y la lengua, donde se <<funda la cadena de la trasmisión,
que trasmite de generación en generación los acontecimientos pasados>>.
Entonces, ¿Cuál es el fin de la filosofía? Que <<sólo puede aspirar al
discurso de la Revelación mediante el regreso de la memoria a la percepción
original>>. ¿Cuál es la tarea del filósofo? Desvincular desde la
reflexión la noción del tiempo histórico y del progreso, para fundar <<un
concepto del presente como “ahora”, en el que han penetrado los destellos del
tiempo mesiánico>>.
Destellos que vinculados a la perspectiva de
una reparación del mundo y a una independencia frente a la marcha de las cosas.
O, en otros términos, sobre el horizonte mesiánico de la paz, la justicia y la
verdad. Por tanto, la auténtica existencia histórica se expresa en el horizonte
mesiánico de la Tradición, la Revelación y la Redención. Este se desdobla en
dos perspectivas: el histórico y el litúrgico. Así que, la liturgia declina en
alabanza la bendición del Nombre sobre el horizonte mesiánico para <<que
su reino venga a reinar en nuestra vida y en nuestros días, y en la vida de
todo Israel>>. Benjamín privilegia la noción de Redención, como
discontinuidad del tiempo histórico, no como “hilo rojo de una necesidad de las
cosas”. No olvidemos que el pensamiento de Benjamín se estructura sobre tres
pilares: <<De las concepciones místicas de la reparación del mundo
mediante el regreso al origen; la recolección de los elementos dispersos
mediante la Creación o la irrupción intempestiva del Mesías, más que la de un
advenimiento de la era mesiánica como realización del tiempo histórico, tal
como había sido elaborada, sobre todo, por la filosofía medieval>>.19
Gershom Scholem en la correspondencia que
establece con Benjamín dice que, las nociones de Revelación (con las
referencias a la Torah, la enseñanza y los textos sagrados), de mesianismo y
Redención, ejercen en el movimiento de sus pensamientos <<una función
reguladora>>. Por eso, la dialéctica marxista se enmarca dentro de la
idea de progreso, en cambio, la de las imágenes de Benjamín, lo hace dentro de
la Tradición y el <<regreso de la memoria a la percepción
original>>. Así pues, la mística es una <<caja de
herramientas>>, que le ayuda a confrontar los dolores de la experiencia
del exilio y el quebrantamiento de la existencia individual.
Desde
la perspectiva del sentido histórico, Benjamín observa que: <<Nada de lo
que alguna vez tuvo lugar está perdido en la historia. Sin duda, sólo a la
humanidad redimida le corresponde plenamente su pasado>>. Habría que
restablecer las perspectivas en las que el mundo del torturado, del desplazado,
del sufriente, del internado, los vencidos o los muertos, posibilite que su
pasado sea <<citable en su integridad>>. Ya que <<cada uno de
los instantes que han vivido se convierte, en “una cita al orden del día”, y
ese día es precisamente>>, el de la Redención.20
Se trata,
en su defecto, de despertar los fenómenos del sueño invernal en que han caído,
porque así lo ha querido la clase dirigente y darles el <<status>>
que es debido. ¿De qué se trata realmente en el mundo de los fenómenos?
<<No sólo del desprecio y del descrédito en que han caído>>, sino
de la <<catástrofe a que los aboca muy frecuentemente la exposición que
hace de ellos un determinado tipo de tradición, <<honrándolos como
herencia>>. Quedan salvados mostrando en ellos la discontinuidad. Hay una
tradición que es catástrofe>>.21 Desde los escombros de la
historia y las imágenes místicas de la Tradición y la Cábala, Benjamín evoca la
reparación del mundo que representa, en su forma autentica, <<la tarea
del Mesías, más no la del ángel de la historia>>. Porque éste es incapaz
de dar el <<salto>> para redimir del horror y la barbarie, al ser
humano. Desde esta perspectiva histórica sólo allende del tiempo se configura
la auténtica existencia del hombre: el lugar donde mora la Revelación y la
Redención.
A
partir de lo que aconteció en el siglo XX, el <<salto en el horror y la
barbarie>>, su devenir tras de sí arrastra un motón de ruinas materiales
y humanas. Así que, reconstruir normalmente las nociones de mundo e historia, de
hombre y saber, después de lo acontecido, es algo traumático, psicológica y
moralmente, para los filósofos mesiánicos. En Minima Moralia, Adorno reflexiona sobre el <<salto en la
barbarie>> donde expresa que la lógica de la historia es tan destructiva
como los hombres que procrea.22 Es necesario entonces escribir la
historia desde un punto de vista de los vencidos, para que la escritura y la
existencia actual, se hagan cargo <<de lo que se ha quedado en el borde
del camino>>, o tal vez de <<los desechos y los rincones sombríos
que habían escapado>> al pensamiento. Hacerse cargo, en efecto, de lo que
no encaja en la historia oficial, las leyes del movimiento, los fenómenos históricos,
porque trascienden las determinaciones de la sociedad. Eso que el tópico y el
lugar común oculta, son los materiales del historiador. Para poder construir,
hay que derribar los escombros de la historia que obstaculizan la experiencia y
el saber.
En esta alta civilización técnica y de
despropósitos humanos <<el movimiento se hace cada vez más preciso y a la
vez gira sin fin>>. Y, nos damos cuenta que el Ángel de Historia es
incapaz de redimirnos del sufrimiento y el dolor, que nos infligen los poderes
actuales. Entonces, por así decir, es necesario hacer un llamado a la
filosofía, al arte, la poesía, la literatura, la teología, para que asuman
<<la responsabilidad frente a la desesperanza>>. Porque sería algo
así como, <<un intento de considerar todas las cosas tal como se
presentarían desde el punto de vista de la Redención>>. Y, para que
acontezca <<habría que establecer perspectivas en las que el mundo se vea
desplazado, extranjero, y revelando sus fisuras y grietas, tal como, indigente
y deformado, aparecerá un día a la luz mesiánica>>.24 Aparecerá
un día la justicia universal como expresión ética e histórica del mundo global.
Es en el horizonte mesiánico como promesa de
un porvenir, donde Benjamín trata de superar las nociones de progreso y decadencia.
Y, poder <<descubrir en el análisis del pequeño momento singular el
cristal del acontecimiento total>>. Entonces al mirar detrás del forro de
los fenómenos, darnos cuenta de <<la indestructibilidad de la vida
suprema en todas las cosas>>.25 En las Tesis de filosofía de la historia, Benjamín reflexiona sobre el
despliegue del pasado en la historia. Cree que <<el pasado está marcado
con un índice secreto, que lo remite a la Redención (…) Siendo así, entonces
existe una cita tácita entre las generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido
esperados sobre la tierra. A nosotros como a cada generación precedente, se nos
ha concedido una débil fuerza
mesiánica sobre la cual el pasado puede hacer valer una pretensión>>.
Se trata desde el umbral de la historia, el
pensar y la estética, descubrir a ojos vista que en la actualidad la barbarie
(económica, política, social, cultural y la violencia actual), se pone la
máscara del Estado y sus instituciones, del saber, del poder, la ciencia y la
técnica. Por eso, <<se esconde detrás del concepto de cultura>>.
<<El orden mundial –dice Imre Kertész-, es el encanto cotidiano del mal.
Algún error terrible, alguna ironía diabólica actúa en el orden mundial, que,
sin embargo, se vive como una vida normal, y ese error terrorífico es la
cultura, el sistema de ideas, el lenguaje y los conceptos, los cuales ocultan
ante ti el hecho de que llevas tiempo siendo una pieza bien engrasada de la
maquinaria creada para tu exterminio>>. Entonces podemos darnos cuenta
que, el encantamiento del mal, es un débil reflejo del mal como entidad en sí,
ya no necesariamente relacionado con el hombre y sus actos de barbarie; sino
con su incidencia en la naturaleza, inmanente al mecanismo natural de las
cosas, el Tiempo, que en su progresión despersonaliza y deshumaniza al ser
humano.
Ahora bien, ¿Qué nos reserva el pasado de
los fenómenos históricos en la actualidad? No sólo la ruptura con lo divino, lo
natural, las cosas rítmicas o cadentes, también nos depara un montón de ruinas,
cosas vacías que miramos con horror. Quizás depare lo que sugiere Pierre
Bouretz, “liberar la esperanza humana a partir de los órdenes de la religión o
bajo el impacto de una sensación de que la Tradición habría agotado su
sentido”. Además, pensar la historia en relación con la actualidad, posibilite
que surjan las imágenes que revolotean en nuestro inconsciente, de querer
justificar la muerte en sí y para sí, <<de justificar un sentido a lo que
no tiene sentido>>. Resulta quizá difícil conformarse y simpatizar con la
existencia que se adapta a lo establecido, a la masa y uniforme, que ofrecen
los sistemas como antídoto para adormecer el pensamiento crítico en la
actualidad. Adaptarse a lo absurdo de la historia y sus configuraciones en el
tiempo, significa entonces anular la individualidad. Ahora, ¿Por qué es
importante el pensamiento histórico en la actualidad? Porque problematiza lo
actual, el presente-ahora, y <<esta realidad sólo se vuelva problemática
cuando la interpretas, esto es, cuando intentas sacarla de la oscuridad: en ese
momento calas su absurdo>>. Por eso dice Imre Kertész: <<Tenemos el
derecho o, es más, la obligación de pensar con osadía>>.
Se trata que la interpretación de la historia
no nos conduzca a emitir juicios morales y exaltar el botín de los vencedores,
sino tomar consciencia que <<la verdad ya no es universal>>. Se
trata en un mundo caótico, mecanizado, fugaz y violento, de <<responder
de nosotros mismos: es lo más difícil y siempre lo ha sido>>. ¿Saben por
qué? Porque <<nuestra época no es propicia para la conservación del
individuo: nos resulta más fácil entregarnos a teorías sobre la salvación del
mundo que aferrarnos a nuestra existencia propia, singular e irrepetible.
Elegir nuestra propia verdad que en vez de la
verdad>>. Se trata de tener consciencia que el mundo cambia y que
nosotros cambiamos dentro de él, y la historia se ofrece cual <<caja de
herramientas>> para transformarlo. Que la vida es una elección estética
que los poderes actuales tratan de afearla, despojándola de la carga maravillosa
que significa ser responsable de sí mismo. Se trata que desde la historia, la
estética y la filosofía, ser consciente que en <<en la vida de un ser
humano se produce un instante en que de pronto toma consciencia de sí mismo, y
sus energías se liberan; a partir de ese momento podemos contar nuestro tiempo,
en ese momento nacemos>>, escribe Kertész en Diario de la galera.
Bibliografía
1. Benjamín,
Walter. Tesis de filosofía de la historia.
Editorial Taurus, Madrid 1982. pág. 183.
2. Benjamín.
Libro de los Pasajes. Ediciones Akal,
S. A., Madrid 2005. pág. 461.
3. Ib. pág.
461.
4. Ib. pág.
461.
5. Ib. pág.
462.
6. Ib. N 7,
7.
7. Ib. N7a,
1.
8. Ib. N7a,
2.
9. Ib. N7a,
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10. Bouretz,
Pierre. Testigos del futuro. Filosofía y
mesianismo. Editorial Trotta., Madrid 2012. pág. 292.
11. Brodsky,
Joseph. Del dolor y la razón.
Ediciones Destino., Barcelona 2000. pág. 57.
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13. Ib. pág. 293.
14. Benjamín. Ib. N3, 4.
15. Ib. N4,
3.
16. Bouretz. Ib. pág. 293.
17. Benjamín. N5a, 1.
18. Bouretz. Ib. pág. 293.
19. Ib. pág. 295.
20. Ib. pág.
295.
21. Benjamin.
N9, 2.
22. Bouretz. Ib. 329.
23. Ib. pág. 297.
24. Ib. pág. 297.
25. Ib. pág. 327.
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