martes, 6 de octubre de 2015

EL CONCEPTO DE HISTORIA EN WALTER BENJAMÍN: EL ÁNGEL DE LA HISTORIA.


                                 
                                                                   I




Antonio Mercado Flórez



Walter Benjamín en Tesis de filosofía de la historia se refiere a un cuadro de Paul Klee que se llama Ángelus Novus, y dice: “En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene horrorizado. Sus ojos están desorbitados, desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo desplazado y destruido. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán simboliza lo que nosotros llamamos progreso. Aquellos que ven una cadena de datos y grandes personajes, hablan de progreso. El huracán enredado en las alas es lo que llaman progreso”.1 Este se levanta sobre las ruinas del pasado y el continuo de la historia. Entonces, ¿Qué deja el progreso y la visión de las filosofías racionalistas de la historia detrás de sí? Ilusiones ópticas y auditivas del pasado y el porvenir; y también, exiliados, desplazados, vencidos y muertos. Es decir, un montón de ruinas materiales y humanas.

Benjamín propone hacer un giro en la visión racionalista de la historia para posibilitar otros umbrales de indagación. Así de esa manera, percibir el devenir de diferentes formas. Que la escritura de la historia no esté determinada por la <<visión y el botín de los vencedores>>. Sino que estará dirigida a los que deja a la orilla del camino, exiliados, refugiados, inmigrantes, desplazados, sufrientes y vencidos. Propone que es necesario trascender la visión de las <<filosofías racionalistas de la historia>>, también la <<historiografía de los fenómenos>>. Y, entonces se podrá superar la dicotomía histórico-cultural, que presenta de un lado, la parte <<positiva>>, <<viva>>, <<preñada de futuro>>; y, de otra, la <<negativa>>, <<atrasada>>, <<inútil>>, <<excluida>>, <<desplazada>> y <<muerta>>.2 Porque siempre en la historia de la humanidad los escribas del poder y el saber han narrado la historia de los vencedores. Ahora se trata de darle vuelta al forro de los fenómenos, para que tengan vigencia los escombros de la historia. Pues bien, ¿De qué  peligro son salvados los fenómenos? No sólo del descrédito y el desprecio en el que han caído, sino también de la <<catástrofe>> que representa una manera de trasmitirlos <<celebrándolos>> como “patrimonio”. Son salvados cuando se evidencia en ellos la fisura. Así pues, hay una tradición que es <<catástrofe>>. Por eso es necesario reencantar el mundo de nuestros mayores, y hacerle frente a la <<actualidad que nos repugna, y detener su avance catastrófico>>: frente al dominio universal de la decadencia y el nihilismo. De ésta tarea es necesario restaurar los portillos de la historia desde las condiciones de la experiencia contemporánea.

 Desde el umbral político o, de las relaciones de fuerza en una sociedad en conflicto. Para alcanzar la paz se debe ubicar el <<dialogo>> y la <<verdad>> en la morada del lenguaje. Así podrán superar las <<falsas salvaciones>> que provienen del <<status quo>>, <<la cultura de los valores del mercado>>, los <<nacionalismos culturales o religiosos>> o del <<marxismo trasnochado>>. Entonces podemos escuchar la invitación que proviene de una <<escucha de la tradición que no esté a remolque del pasado, sino que medite el presente>>. De modo que podamos leer e interpretar los fenómenos de la actualidad, en las <<figuras>> del pasado. Dice Benjamín: <<Leer en la vida y las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella época, la vida y las formas de hoy>>.3 Así pues, prescindiendo de cierta visión de la historia y la realidad desvelar desde la actualidad que <<los artificiosos cortinajes del pasado siglo se han vuelto rancios>>. Estos escombros que la historia deja tras de sí, son <<materiales de vital importancia política>>. Porque pueden iluminar la situación de la clase dirigente, <<en el instante que empieza a mostrar los primeros signos de decadencia>>. Pero también la barbarie de las personas que se han aliado criminalmente con la técnica y el poder. Como expresa Imre Kertész, en Diario de la galera: <<Donde se ha asesinado por el poder, el poder conserva las angustias de los asesinos; quien asesina por el poder nunca lo suelta, y así hasta el infinito>>.

 <<Así también el historiador únicamente ha de levantar hoy un armazón, estrecho pero resistente –filosófico-, para llevar a su red los aspectos más actuales del pasado>>.4 Un armazón donde no hay vencedores ni vencidos, pero tampoco fenómenos que se celebran como patrimonio. Existe entonces una indagación que intenta poner a salvo los fenómenos, con el riesgo que sólo lo consiga mediante fragmentos o ruinas. El historiador ha de considerar estos materiales como <<un trabajador autónomo, sin vértigo y, de ser preciso solitario>>.

Es en el borde del abismo donde se intensifica la sensibilidad hacía el dolor, el miedo, el sufrimiento, el derramamiento de sangre y las potencias de la muerte. Por tanto, es tarea del pensador, del filósofo, del historiador y del sociólogo, reflexionar sobre su incidencia en la sociedad. Porque el ser humano es habitante de la frontera donde se entrelaza el hombre con el abismo de la oscuridad, el hombre con lo sublime. De modo análogo, es necesario, iluminar el siglo XXI mediante el presente, y desvelar desde el <<tiempo-ahora>> lo que oculta el <<continuum de la historia>>. Así que, <<es un salto de tigre al pasado. Sólo que tiene lugar en una arena en la que manda la clase dirigente. El mismo salto bajo el cielo despejado de la historia es el salto dialéctico>>: fragmentado y discontinuo. Asimismo, podemos percibir que los fenómenos, sus harapos, los escombros y desechos, no es necesario inventariarlos, <<sino dejarles alcanzar su derecho de la única manera posible: empleándolos>>.5

Esta es una reflexión que invita a escuchar los susurros de la tradición, la memoria y el recuerdo, el silencio que espera el momento oportuno para expresarse. No para quedarse anclado en el pasado, sino para que los escombros que el devenir deja tras de sí posibiliten comprender el presente. Y, revelen un haz fosforescente a la conciencia y la sensibilidad del ser humano: el sentido nuevo que se ofrece, inagotable, a nuevas búsquedas. Se trata de restaurar los escombros y hacer consciente una experiencia de la historia, que permita confrontar los dolores y los sufrimientos, que se han infligido a la sociedad. Confrontar el peso, el dolor y la angustia que acarrea la experiencia de la violencia. Captarlos en una <<dialéctica de imágenes lingüísticas>> y, no en la <<progresión y la continuidad>>.

A la luz de la lámpara de Walter Benjamín, en El libro de los pasajes, en el apartado de la Teoría del conocimiento, teoría del progreso alumbra que <<la barbarie se oculta en el propio concepto de cultura>>; a la vez en Tesis de filosofía de la historia afirma que <<no hay ningún documento de cultura que no sea también documento de barbarie>>. La apoteosis de la cultura como <<tesoros de valores>>, como <<patrimonio>>, confirma la <<tradición que es catástrofe>>. Se trata de mirar los fenómenos históricos desde el umbral de su fisura y desvelar lo bárbaro que esconden tras de sí. Desde el presente no olvidar los rudimentarios comienzos, para que desvelen el rostro de quienes los utilizan en el <<presente-ahora>>.

Como pensó André Bretón en Posición política del surrealismo, (parís, 1935) que: El determinismo económico no es el “útil absolutamente perfecto” porque “puede convertirse en la clave de todos los problemas de la historia”. Porque pertenece a la superficie del tiempo, y no determina la estructura fundamental de la existencia. Dice Benjamín <<que para un fragmento del pasado sea alcanzado por la actualidad, no puede haber ninguna continuidad entre ellos”.6 En este sentido, “toda circunstancia histórica que se expone dialécticamente, se polariza convirtiéndose en un campo de fuerzas en el que tiene lugar el conflicto entre su historia previa y su historia posterior. Se convierte en ese campo de fuerza en la medida en que la actualidad actúa en ella.  Y así es como el hecho histórico se polariza, siempre de nuevo y nunca de la misma manera, en historia previa e historia posterior”.7 El campo de acción es “la actualidad misma”. Por eso el determinismo histórico, económico o científico, no pueden convertirse en el fundamento de la existencia. Porque la vida y la realidad no se reducen a meras cifras u objetos. Ya que la vida y los fenómenos tienen unas raíces enigmáticas, misteriosas entrelazadas que el hombre es incapaz de percibir; porque éste en la cotidianidad sólo se atiene a los espejismos que se  irradian desde la superficie.

Para la reflexión Benjaminiana <<el materialismo histórico no persigue una exposición homogénea o continua de la historia>>. Sino romper con la exposición homogénea y continua de ésta. Ese campo de fuerza donde se polariza la <<historia previa y la historia posterior>>, debe tener lugar en la actualidad. Es la actualidad la que posibilita que el hecho histórico sea siempre nuevo. <<Choque frontal contra el pasado mediante el presente>>. Se trata de tomar consciencia que una historia homogénea de la literatura, la economía, la política, el derecho, la cultura, o las relaciones internacionales, no existe. <<En la medida en que las diversas épocas del pasado quedan afectadas por un grado completamente distinto por el presente del historiador, es irrealizable una exposición continua de la historia>>.8 Esta reflexión posibilita que un hecho histórico pueda mirarse como algo discontinuo en los cristales de la actualidad. Así, se ofrece siempre de nuevo al historiador, inagotable, en el <<presente-ahora>>.

 A saber, la exposición discontinua de la historia <<lleva al pasado a colocar al presente en una situación crítica>>.9 Porque <<es el presente el que polariza el acontecer en historia previa y posterior>>. Además, ¿Qué acontecerá en la arena de la historia después de lo acaecido en el siglo XX? ¿Qué sucederá después del quebrantamiento de la palabra y la vida en los campos de Internamiento? ¿Qué sucederá en el siglo XXI sí el hombre se convierte en objeto o en número? ¿Nos resignaremos a que ya nada nuevo acontecerá en la historia? Si el siglo XX fue el de la derrota del hombre y el triunfo de la razón, el de la barbarie sobre la civilización. Quizá nos permita soñar una vez más <<la noción de un presente que volvería a representar eternamente la misma <<intriga del ser>> de la que habla Emmanuel Lévinas, instando al pensador a hacerse cargo sin descanso de las esperanzas y las penas, del pasado y el porvenir>>.10  

Como expresa elocuente Benjamín: <<El concepto auténtico de la historia universal es un concepto mesiánico>>. De justicia, convivencia y paz, entre las naciones del mundo. Porque en un mundo desgarrado por la sinrazón y la animalidad política, recae sobre el pensador, el poeta, el escritor, el artista, una responsabilidad ética. Como expresó Joseph Brodsky: <<La filosofía del poder, su ética –y no digamos su estética-, es siempre <<ayer>>. La lengua y la literatura son siempre <<hoy>>, y a menudo –sobre todo allí donde haya un sistema político digno- pueden llegar a construir <<mañana>>. Uno de los méritos de la literatura (o de cualquier arte) reside precisamente en que ayuda a las personas a individualizar más su vida, a distinguirse de la multitud de sus predecesores y sus coetáneos, y evitar así la redundancia, es decir, ese destino de ser, como se dice eufemísticamente, una víctima de la historia>>.11 Ya que de las ruinas del pasado y los portillos de la historia, los sufrimientos y los dolores, debe brotar el fruto de la vida y la esperanza. Debemos ser capaz <<mediante un gesto, darle la vuelta hacia fuera al forro del tiempo>>. Para donar a los hombres como un presente divino, el abismo de la trascendencia. Así podrá el historiador remontar el devenir de la historia, para ofrecernos la Redención. Y, poder componer los portillos de la historia y de la vida, desde el horizonte mesiánico: en justicia, verdad, paz y libertad.

 Si <<la multiplicidad de las historias es comparable a la multiplicidad de las lenguas>>, la tarea del pensador es ayudar a la reparación del mundo. Captar los fenómenos en el horizonte de una <<dialéctica de imágenes>> y, no en una <<dialéctica de la progresión y la continuidad>>. Porque la historia no sólo es una ciencia, sino también una forma de rememoración. <<Lo que la ciencia ha <<establecido>>, puede modificarlo la rememoración>>. De ahí que es <<el recuerdo y memoria, los que permiten que rompamos con la actualidad que nos repugna, y detener su avance catastrófico>>. La rememoración nos pone en el camino de la <<convicción de que toda verdad tiene su morada o palacio ancestral en la lengua, que ese palacio está hecho de los más antiguos logoi y que, frente a una verdad así fundada, las aspiraciones de las ciencias particulares siguen siendo algo subalterno>>.12

En esta tesitura <se comprende el zócalo proustiano de las categorías del último pensamiento de la historia: el despertar, la rememoración, el tiempo del ahora>>.13 Ya que se orienta contra la historiografía erudita, contra el historicismo positivista que toma los hechos históricos tal como acontecieron, <<cómo las cosas sucedieron realmente>>. Esto se convirtió para Benjamín en <<el más poderoso narcótico del siglo>>. En fin, se trata de <<liberar las inmensas fuerzas de la historia que permanecen encadenadas en el <<erase una vez>> de la historiografía clásica>>.14 En el apartado del Libro de los Pasajes, Teoría del conocimiento, teoría del progreso, Benjamín identifica el <<momento del despertar>> con el <<ahora de la cognoscibilidad>>: Y, dice elocuente: <<Del mismo modo que Proust empieza la historia de su vida con el despertar, así también toda exposición de la historia tiene que comenzar con el despertar, más aun, ella no puede tratar propiamente de ninguna otra cosa>>.15 Por eso, el objeto de ésta investigación es despertar del siglo XX.

En ese sentido, se abre la posibilidad que el <<ahora de la cognoscibilidad en que las cosas adquieren su verdadero rostro>>, posibilite <<reunir en la angostura de un instante el pasado de los sueños y el futuro de la espera>>.16 Desvelar en un torbellino de luces y colores lo que <<el mundo sueña desde hace mucho con algo de lo que sólo tiene que cobrar consciencia para poseerlo en realidad>>.17 En este orden, el presente es el tiempo del testimonio que acoge un <<saber-aún-no-consciente del Antaño>>, capaz de refractar la promesa de un porvenir. Y, así trascender <<las filosofías racionalistas de la historia>>, su <<exposición homogénea o continua>>, como también las nociones de <<progreso y decadencia>>. Y, así de esa manera, <<descubrir en el análisis del pequeño momento singular el cristal del acontecimiento total>>.

Walter Benjamín nos invita a conocer el presente como un <<mundo de vigilia con el que se relaciona en realidad ese sueño al que llamamos pasado>>: donde sólo se puede acceder a la actualidad si recurrimos a la rememoración (Eingedenken). La imagen que tiene de su frágil existencia histórica, lo lleva a recurrir a la tradición y la memoria del judaísmo. En este sentido, la noción judía de recuerdo (Zekher), le sirve como punta de lanza para precisar que <<no designa la conservación en la memoria de los acontecimientos del pasado, sino su reactualización en la experiencia del presente>>.18 Es en la memoria y el recuerdo, la tradición y la lengua, donde se <<funda la cadena de la trasmisión, que trasmite de generación en generación los acontecimientos pasados>>. Entonces, ¿Cuál es el fin de la filosofía? Que <<sólo puede aspirar al discurso de la Revelación mediante el regreso de la memoria a la percepción original>>. ¿Cuál es la tarea del filósofo? Desvincular desde la reflexión la noción del tiempo histórico y del progreso, para fundar <<un concepto del presente como “ahora”, en el que han penetrado los destellos del tiempo mesiánico>>.

Destellos que vinculados a la perspectiva de una reparación del mundo y a una independencia frente a la marcha de las cosas. O, en otros términos, sobre el horizonte mesiánico de la paz, la justicia y la verdad. Por tanto, la auténtica existencia histórica se expresa en el horizonte mesiánico de la Tradición, la Revelación y la Redención. Este se desdobla en dos perspectivas: el histórico y el litúrgico. Así que, la liturgia declina en alabanza la bendición del Nombre sobre el horizonte mesiánico para <<que su reino venga a reinar en nuestra vida y en nuestros días, y en la vida de todo Israel>>. Benjamín privilegia la noción de Redención, como discontinuidad del tiempo histórico, no como “hilo rojo de una necesidad de las cosas”. No olvidemos que el pensamiento de Benjamín se estructura sobre tres pilares: <<De las concepciones místicas de la reparación del mundo mediante el regreso al origen; la recolección de los elementos dispersos mediante la Creación o la irrupción intempestiva del Mesías, más que la de un advenimiento de la era mesiánica como realización del tiempo histórico, tal como había sido elaborada, sobre todo, por la filosofía medieval>>.19 

Gershom Scholem en la correspondencia que establece con Benjamín dice que, las nociones de Revelación (con las referencias a la Torah, la enseñanza y los textos sagrados), de mesianismo y Redención, ejercen en el movimiento de sus pensamientos <<una función reguladora>>. Por eso, la dialéctica marxista se enmarca dentro de la idea de progreso, en cambio, la de las imágenes de Benjamín, lo hace dentro de la Tradición y el <<regreso de la memoria a la percepción original>>. Así pues, la mística es una <<caja de herramientas>>, que le ayuda a confrontar los dolores de la experiencia del exilio y el quebrantamiento de la existencia individual.

 Desde la perspectiva del sentido histórico, Benjamín observa que: <<Nada de lo que alguna vez tuvo lugar está perdido en la historia. Sin duda, sólo a la humanidad redimida le corresponde plenamente su pasado>>. Habría que restablecer las perspectivas en las que el mundo del torturado, del desplazado, del sufriente, del internado, los vencidos o los muertos, posibilite que su pasado sea <<citable en su integridad>>. Ya que <<cada uno de los instantes que han vivido se convierte, en “una cita al orden del día”, y ese día es precisamente>>, el de la Redención.20

Se trata, en su defecto, de despertar los fenómenos del sueño invernal en que han caído, porque así lo ha querido la clase dirigente y darles el <<status>> que es debido. ¿De qué se trata realmente en el mundo de los fenómenos? <<No sólo del desprecio y del descrédito en que han caído>>, sino de la <<catástrofe a que los aboca muy frecuentemente la exposición que hace de ellos un determinado tipo de tradición, <<honrándolos como herencia>>. Quedan salvados mostrando en ellos la discontinuidad. Hay una tradición que es catástrofe>>.21 Desde los escombros de la historia y las imágenes místicas de la Tradición y la Cábala, Benjamín evoca la reparación del mundo que representa, en su forma autentica, <<la tarea del Mesías, más no la del ángel de la historia>>. Porque éste es incapaz de dar el <<salto>> para redimir del horror y la barbarie, al ser humano. Desde esta perspectiva histórica sólo allende del tiempo se configura la auténtica existencia del hombre: el lugar donde mora la Revelación y la Redención.

A partir de lo que aconteció en el siglo XX, el <<salto en el horror y la barbarie>>, su devenir tras de sí arrastra un motón de ruinas materiales y humanas. Así que, reconstruir normalmente las nociones de mundo e historia, de hombre y saber, después de lo acontecido, es algo traumático, psicológica y moralmente, para los filósofos mesiánicos. En Minima Moralia, Adorno reflexiona sobre el <<salto en la barbarie>> donde expresa que la lógica de la historia es tan destructiva como los hombres que procrea.22 Es necesario entonces escribir la historia desde un punto de vista de los vencidos, para que la escritura y la existencia actual, se hagan cargo <<de lo que se ha quedado en el borde del camino>>, o tal vez de <<los desechos y los rincones sombríos que habían escapado>> al pensamiento. Hacerse cargo, en efecto, de lo que no encaja en la historia oficial, las leyes del movimiento, los fenómenos históricos, porque trascienden las determinaciones de la sociedad. Eso que el tópico y el lugar común oculta, son los materiales del historiador. Para poder construir, hay que derribar los escombros de la historia que obstaculizan la experiencia y el saber.

En esta alta civilización técnica y de despropósitos humanos <<el movimiento se hace cada vez más preciso y a la vez gira sin fin>>. Y, nos damos cuenta que el Ángel de Historia es incapaz de redimirnos del sufrimiento y el dolor, que nos infligen los poderes actuales. Entonces, por así decir, es necesario hacer un llamado a la filosofía, al arte, la poesía, la literatura, la teología, para que asuman <<la responsabilidad frente a la desesperanza>>. Porque sería algo así como, <<un intento de considerar todas las cosas tal como se presentarían desde el punto de vista de la Redención>>. Y, para que acontezca <<habría que establecer perspectivas en las que el mundo se vea desplazado, extranjero, y revelando sus fisuras y grietas, tal como, indigente y deformado, aparecerá un día a la luz mesiánica>>.24 Aparecerá un día la justicia universal como expresión ética e histórica del mundo global.

Es en el horizonte mesiánico como promesa de un porvenir, donde Benjamín trata de superar las nociones de progreso y decadencia. Y, poder <<descubrir en el análisis del pequeño momento singular el cristal del acontecimiento total>>. Entonces al mirar detrás del forro de los fenómenos, darnos cuenta de <<la indestructibilidad de la vida suprema en todas las cosas>>.25 En las Tesis de filosofía de la historia, Benjamín reflexiona sobre el despliegue del pasado en la historia. Cree que <<el pasado está marcado con un índice secreto, que lo remite a la Redención (…) Siendo así, entonces existe una cita tácita entre las generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido esperados sobre la tierra. A nosotros como a cada generación precedente, se nos ha concedido una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado puede hacer valer una pretensión>>.

Se trata desde el umbral de la historia, el pensar y la estética, descubrir a ojos vista que en la actualidad la barbarie (económica, política, social, cultural y la violencia actual), se pone la máscara del Estado y sus instituciones, del saber, del poder, la ciencia y la técnica. Por eso, <<se esconde detrás del concepto de cultura>>. <<El orden mundial –dice Imre Kertész-, es el encanto cotidiano del mal. Algún error terrible, alguna ironía diabólica actúa en el orden mundial, que, sin embargo, se vive como una vida normal, y ese error terrorífico es la cultura, el sistema de ideas, el lenguaje y los conceptos, los cuales ocultan ante ti el hecho de que llevas tiempo siendo una pieza bien engrasada de la maquinaria creada para tu exterminio>>. Entonces podemos darnos cuenta que, el encantamiento del mal, es un débil reflejo del mal como entidad en sí, ya no necesariamente relacionado con el hombre y sus actos de barbarie; sino con su incidencia en la naturaleza, inmanente al mecanismo natural de las cosas, el Tiempo, que en su progresión despersonaliza y deshumaniza al ser humano.

Ahora bien, ¿Qué nos reserva el pasado de los fenómenos históricos en la actualidad? No sólo la ruptura con lo divino, lo natural, las cosas rítmicas o cadentes, también nos depara un montón de ruinas, cosas vacías que miramos con horror. Quizás depare lo que sugiere Pierre Bouretz, “liberar la esperanza humana a partir de los órdenes de la religión o bajo el impacto de una sensación de que la Tradición habría agotado su sentido”. Además, pensar la historia en relación con la actualidad, posibilite que surjan las imágenes que revolotean en nuestro inconsciente, de querer justificar la muerte en sí y para sí, <<de justificar un sentido a lo que no tiene sentido>>. Resulta quizá difícil conformarse y simpatizar con la existencia que se adapta a lo establecido, a la masa y uniforme, que ofrecen los sistemas como antídoto para adormecer el pensamiento crítico en la actualidad. Adaptarse a lo absurdo de la historia y sus configuraciones en el tiempo, significa entonces anular la individualidad. Ahora, ¿Por qué es importante el pensamiento histórico en la actualidad? Porque problematiza lo actual, el presente-ahora, y <<esta realidad sólo se vuelva problemática cuando la interpretas, esto es, cuando intentas sacarla de la oscuridad: en ese momento calas su absurdo>>. Por eso dice Imre Kertész: <<Tenemos el derecho o, es más, la obligación de pensar con osadía>>.

 Se trata que la interpretación de la historia no nos conduzca a emitir juicios morales y exaltar el botín de los vencedores, sino tomar consciencia que <<la verdad ya no es universal>>. Se trata en un mundo caótico, mecanizado, fugaz y violento, de <<responder de nosotros mismos: es lo más difícil y siempre lo ha sido>>. ¿Saben por qué? Porque <<nuestra época no es propicia para la conservación del individuo: nos resulta más fácil entregarnos a teorías sobre la salvación del mundo que aferrarnos a nuestra existencia propia, singular e irrepetible. Elegir nuestra propia verdad que en vez de la verdad>>. Se trata de tener consciencia que el mundo cambia y que nosotros cambiamos dentro de él, y la historia se ofrece cual <<caja de herramientas>> para transformarlo. Que la vida es una elección estética que los poderes actuales tratan de afearla, despojándola de la carga maravillosa que significa ser responsable de sí mismo. Se trata que desde la historia, la estética y la filosofía, ser consciente que en <<en la vida de un ser humano se produce un instante en que de pronto toma consciencia de sí mismo, y sus energías se liberan; a partir de ese momento podemos contar nuestro tiempo, en ese momento nacemos>>, escribe Kertész en Diario de la galera.

                                                                 

                                                                      Bibliografía


1. Benjamín, Walter. Tesis de filosofía de la historia. Editorial Taurus, Madrid 1982. pág. 183.
2. Benjamín. Libro de los Pasajes. Ediciones Akal, S. A., Madrid 2005. pág. 461.
3. Ib. pág. 461.
4. Ib. pág. 461.
5. Ib. pág. 462.
6. Ib. N 7, 7.
7. Ib. N7a, 1.
8. Ib. N7a, 2.
9. Ib. N7a, 4.
10. Bouretz, Pierre. Testigos del futuro. Filosofía y mesianismo. Editorial Trotta., Madrid 2012. pág. 292.
11. Brodsky, Joseph. Del dolor y la razón. Ediciones Destino., Barcelona 2000. pág. 57.
12. Bouretz. Ib. pág. 266.
13. Ib. pág. 293.
14. Benjamín. Ib. N3, 4.
15. Ib. N4, 3.
16. Bouretz. Ib. pág. 293.
17. Benjamín. N5a, 1.
18. Bouretz. Ib. pág. 293.
19. Ib. pág. 295.
20. Ib. pág. 295.
21. Benjamin. N9, 2.
22. Bouretz. Ib. 329.
23. Ib. pág. 297.
24. Ib. pág. 297.
25. Ib. pág. 327.



lunes, 5 de octubre de 2015

IMÁGENES SOBRE EL MUNDO ACTUAL.

<<La vida, Mónica, es más compleja que todas las definiciones posibles; toda imagen simplificada corre el riesgo de ser grosera>>.
                                                               Marguerite Yourcenar
                                                                     <<Alexis>>.
                                                          


Antonio  Mercado  Flórez.


En Diario de la galera, Imre Kertész  expresa, <<vida: tiempo que pasamos dedicados a cosas en gran parte superfluas. La característica principal del <<santo>> no es quizá la obsesión, la monotonía, sino el terror a perder el tiempo. El tiempo lleva el sello de lo insustancial, hasta que se cumple su terrible mandato, la senectud y la muerte. En Europa todo se resuelve con el trabajo o, mejor dicho, con el servicio laboral. Pasar por el paso subterráneo y darse de bruces con el trajín. ¿Adónde van tan de prisa? No es una pregunta barata referida a la muerte; se trata de que lo insustancial les resulta tan importante. Levantarse por la mañana, la higiene, la familia, los medios de transporte, ocho horas de trabajo  -en su mayoría actividades insustanciales que no forman parte de la existencia-, luego la compra, más medios de transporte, un poco de diversión –que no afecte la existencia, de ser posible--, en el mejor de los caso un acto sexual y, por último, el sueño o el insomnio>>.

Vivimos nuestra vida sin participar de ella e imperan los destinos impersonales que nos imponen. Destinos objetivos que nos atraviesan, nos circunda como un cinturón eléctrico y, por último, nos trascienden. Nos está prohibido la aventura, lo imaginario, la experiencia, porque en nuestra vida prima la organización, la estructura, el sistema y, el tiempo abstracto, medido, que obedece a las reglas de juego que imponen los que se ubican en el <<cuadro de mando>>. En nuestro tiempo <<lo que hay son hombres poderosos en los que se concentra y gasta la energía. La primacía la tiene un elevado nivel de conocimiento, anónimo y desconsiderado, que vencerá las resistencias políticas allí donde tropiece con ellas>>. ¿Qué desea el ser humano? Desea liberarse. A propósito de las maquinas, las organizaciones, las estructuras, los sistemas y, además, porque el logos se ha situado en su parte material. La individualidad se diluye en la insustancialidad objetiva del tiempo, del tiempo ubicado en la superficie. Cuando miramos por detrás del forro de los fenómenos nos damos cuenta que el ser humano, Tú y Yo, hemos entrado en otras coordenadas de la existencia. <<Cuando la hoja se vuelve hacía <<el otro lado>> (Kubin) el refugio desaparece crece la soledad. Los cambios sociales no mejoran la posición del ser humano, la gravan incluso. La sociedad deja al ser humano en la estacada>>. Podemos darnos cuenta que el trabajo, el actual estadio de producción global, el tiempo, los modelos de desarrollo, los poderes actuales, no responden a las verdaderas necesidades humanas. Así pues, <<en el desarrollo de la técnica>> se han podido percibir <<los progresos de las ciencias naturales, pero no los retrocesos de la sociedad>>.

Los problemas que acarrean el actual estadio de la producción, la técnica y el trabajo y el capital, proporcionan únicamente molestias. <<Por ahora, más bien que ser planteados, son liquidados con rapidez, liquidados en estado embrionario, por así decirlo, es una consecuencia de la aceleración. Están multiplicándose los sectores en que los problemas son resueltos por las maquinas>>. En la actualidad <<la situación política o social dominante urge idealizarse a sí misma para justificar moralmente su existencia […] La cosificación no sólo hace opaca las relaciones entre los hombres; sino que además envuelve en niebla a los sujetos reales de dichas relaciones>>. En una atmósfera como esta, la vida tiende a volatizarse, objetizarse o numerificarse. La individualidad se pierde en la masa, la organización y la estructura. Se trata de tomar consciencia que los <<aparatos y los sistemas>>, las organizaciones, <<no pueden sustituir la presencia del ser humano>>. Además, <<en los errores esa presencia se acerca más a lo perfecto que todas las exactitudes. La realidad causa un efecto más fuerte al ser mostrada que al ser dicha. Se la enseña. Mayor efecto aún causa algo cuando acontece, y ello tanto en el actuar como en el no actuar, es decir, tanto en los actores como en los espectadores al mismo tiempo. Para ello es necesario que salga a escena el señor de la fiesta>>.

Por una parte el arte, llamo arte la materia y la escritura, la música y el color, que la fealdad del mundo actual no desea que precise la fuente de nuestro destino. Se trata de colmar de fuerzas artísticas la vida de los hombres, tal como hacía Quirón con la de los héroes. Porque sin <<ellas continuaría siendo por necesidad una vida zafia y mísera>>. Su saber era <<originario; aún no se había ramificado para formar la ciencia. Quirón estaba muy cerca del muro del tiempo>>. Era un tiempo que bebía de las fuentes de los dioses, por eso alimentaba el <<Árbol de la vida>>. Como dice Umberto Eco: <<Toda tentativa de averiguar el sentido último conduce al absurdo y le arrebata su misterio al mundo>>. Se trata de reencantarlo y componer los portillos de la historia. <<La sombra causa efectos fisionómicos; tiene sus buenas razones el hecho de que hoy casi nunca se consiga hacer un buen retrato. La jovialidad está desapareciendo; hay países donde raras veces se ríe y otros donde tal cosa ya no ocurre>>. Pero existen otros donde la vida no cuenta, porque se disponen o encargan crímenes, se asesina a cambio de dinero, la ideología o, del dogma. El auténtico factor moral de nuestro tiempo se expresa también en esos espíritus diabólicos. <<No está comenzando un tiempo nuevo, lo que está comenzando es otro tiempo, un tiempo diferente>>.
                
                  <<El Señor ha vallado mi camino con obras>>  (Jeremías).

Thomas Mann nos enseña que debemos pensar en el ser humano, que es él el único objeto verdadero del pensamiento. Ahora en este tiempo no se darán revoluciones sociales, sino que primarán grandes rebeldes individualistas. Ello se observa en el orden del pensamiento, la ciencia, la técnica y la estética. Muchas personas creen que lo realmente conmovedor es que <<el mundo se pueda reducir y convertir en algo formulable>>. En el ámbito de la estética <<significa precisamente lo contrario>>. En la existencia individual prima el <<Árbol de la vida>> que se ubica en el borde del muro del tiempo, sobre el <<Árbol del conocimiento>>, que sólo refleja su parte exterior. Quizá dé cuenta con la razón y la lógica de los fenómenos naturales, pero no de la condición humana. Es ahí donde hay que captar en el pequeño momento singular, el acontecimiento total. Como creen los cabalistas, el <<Mundo de la Materia>> es un reflejo tenue y pasajero, del <<Mundo del Espíritu>>. Quien logra captarlo puede darle un giro a los síntomas de descomposición en que se encuentra la realidad actual. Esto está reservado desde la antigüedad a los vate, los sacerdotes, a aquellos que trafican con lo numinoso, y en la modernidad a los poetas, los artista, los escritores, los músicos; porque su <<oficio es uno de los más excelsos de este mundo. A su alrededor se encuentran los espíritus cuando ellos transubstancian la Palabra; huelen que allí está haciéndose una ofrenda de sangre. No sólo son vistas allí cosas futuras; también son conjuradas o proscritas>>.  

En la historia actual, en cambio, <<el mecanismo de la existencia sugiere que la vida y su actividad se basen en la necesidad; jamás se les pasó por la cabeza la verdad de que el ser humano sólo es res de matanza en el matadero de la historia>>. Además, los valores del individuo y la persona humana, están desapareciendo. Ahora priman las masas, los consumidores, las clases sociales, las cosas vacías y el montón de basura que dejan al borden del camino. Y, esto se corresponde con las organizaciones, los organismos, las estructuras y los sistemas, que se valen del trabajador <<preciso>> para darle movimiento a la ruedecita. Así, funcionaron las totalidades y el totalitarismo ideológico en el siglo XX, ahora, priman en el sectarismo dogmático y los nacionalismos. <<El ser humano se ha reducido en manos del Estado, su vida se ha convertido en vergüenza continua, su impotencia está sellada y ya no tiene que elegir, puesto que es mucho más despreciado y de ningún modo le dan la oportunidad. ¿Qué es la vida? De Hecho la recibimos en préstamo para usarla brevemente; y nunca de manera químicamente pura. Nos afanamos en el hormiguero humano, nuestra vida es consumir y ser consumido>>. ¡Qué extraño es el destino! Nos está prohibido mirar en las honduras, situarnos en el borde del abismo, y mirar a las alturas donde moran los astros, las estrellas y los dioses. De esa forma, se degrada la personalidad, la voluntad, el pensar, el sentir, porque prima la decadencia y el nihilismo. Así pues, <<sólo podemos ser listos dentro de las fronteras de nuestra limitación>>.

Como dijo Ernst Jünger: <<Uno de los méritos de Spengler, y eso hay que alabárselo, estuvo en pasar de la concepción lineal de la historia, que acababa en el puro progreso, a la concepción cíclica […] La historia no tiene meta; existe. El camino es más importante que la meta por cuanto pude convertirse en meta a cada momento, ante todo en el de la muerte>>.