Las Guerras Globales en la Época de las
Tecnologías
Madrid-España a 29/11/2025
Antonio Mercado Flórez. Filósofo
y Pensador.
La inflexión de los tiempos
actuales por la primacía de la técnica y su repercusión en el arte de la
guerra, perfilan el declive de las batallas convencionales. La guerra
propiamente dicha en la actualidad, se sitúa en el umbral de las tecnologías y
las comunicaciones globales. La mecánica armamentística e industrial, no se
puede pensar sin las comunicaciones inmediatas y simultáneas, sin las redes
sociales y la Inteligencia Artificial, el Chat GPT o, la computación
cuantitativa. Que influyen en la naturaleza de los combatientes y el escenario
político mundial.
El campo de batalla tradicional –dice
Víctor Hanson– ahora puede cartografiarse hasta el último detalle. Las
fotografías aéreas y las imágenes de vídeo actualizadas minuto a minuto hacen
difíciles las sorpresas. Los enemigos potenciales pueden calcular de antemano
sus probabilidades de victoria. Pueden descargar información pormenorizada
sobre su adversario de Internet. Los generales pueden hacer grabaciones
directas de sus preparativos para la batalla y calcular hasta cierto punto sus
costes potenciales.
Somos parte de una época en la
que la vigilancia, es una realidad. Va de la vida privada a la profesional o
pública. Además, la numerificación del ser humano expresa la transformación del
hombre sentimental, espiritual, sensitivo y racional, en un ser objetivado que responde a los
requerimientos del poder, o de los instrumentos técnicos. Si cada instante,
cada hora, cada día, las vidas están vigiladas, ¿cómo podemos neutralizar estos
instrumentos técnicos que hacen de nuestra existencia meros objetos o números?
Desde la perspectiva técnica
–dice Hanson-, inhibiendo las conexiones por videos, destruyendo satélites o
provocando cortocircuitos eléctricos a gran escala, de una parte; de otra,
pienso, permitiendo que el hombre de carne y hueso tome a los instrumentos
técnicos y les dé un giro en el tiempo, para que cumplan la función social que
les corresponde y se pongan al servicio del hombre concreto.
Pienso que, por el cambio radical
de la tecnología para la guerra, que se ha experimentado en los últimos
espacios de tiempo, en particular, por el avance en las ciencias de la
información y sus aplicaciones prácticas en los frontispicios del siglo XXI,
los principios de la guerra se han transformado. En la historia militar los
diseños y las nuevas armas para la guerra están concatenados al avance de las
tecnologías. De ahí que los cinco años que duró la Segunda Guerra Mundial –dice
Hanson–, el sonar, el radar, los misiles balísticos pasaron de ser meras
hipótesis en realidades mortíferas y de probada eficacia en el campo de
batalla.
La tecnología no sólo cambia la
naturaleza de los combatientes y el escenario político mundial, sino también
las variables de las tácticas o las estrategias. Porque se está pasando del
escenario de las guerras convencionales, al de contra-insurgencias, vigilancia
y control, o de ganarse el corazón o la confianza de los nativos y de técnicas
de interrogación “astutas”, que respondan a la logística y al fin de ganar la
guerra.
En la actualidad estamos pasando
a otros medios y formas de combate. Y, en ese escenario es importante la
interrelación de variables para ganarle la partida a la insurgencia, al
narcotráfico o, al terrorismo internacional. Además, la guerra por el
predominio de los lenguajes digitales y las imágenes en movimiento, está
pasando del campo de batalla y del enfrentamiento entre combatientes, al
ordenador, la ciencia de la computación y los algoritmos matemáticos.
Deseo resaltar que el
conocimiento de las ciencias de la información y las técnicas al uso, están
alterando el rostro de la guerra. Los instrumentos técnicos para la guerra
pueden subvertir en cuestión de horas o de días el curso de una batalla o, la
política de un país o, el destino de millones de seres humanos. Aunque no son
las únicas variables que participan en el triunfo o derrota en una guerra, sino
que, se convierten en decisivas para alcanzar las estrategias políticas o
militares del combate.
Nos preguntamos, “¿hay algo en la
tecnología militar del siglo XXI, tanto en su letalidad como en su vertiginosa
expansión, que haya alterado por completo el rostro de la guerra?”. Creo que en
el “núcleo” del movimiento de las guerras modernas, existen dos factores
fundamentales, el que tiene que ver con los ciclos continuos de
desafío-respuesta al desarrollo de las armas; y el otro, el mundo global de las
comunicaciones instantáneas. En los asuntos militares los cambios del “logos” humano se aplica cada vez más a
la Inteligencia Artificial e Informática, y a la globalización que incide en el
comportamiento bélico.
Es decir, la revolución en los
asuntos militares, no se pueden desconcatenar de las revoluciones de las
comunicaciones instantáneas e inmediatas. El paso del “logos” clásico al “logos” artificial
se representa en los instrumentos bélicos para la guerra. De su lectura e
interpretación depende comprender la cultura
de la que somos parte. De ahí que, todo conflicto bélico en la actualidad hay
que percibirlo en su cultura.
Por último, aunque la literatura
del griego Antiguo, de Homero, Hesíodo, Tucídedes, exalten la guerra como un
mal necesario y recurran al mito y la configuración de la ciudades-Estado, y
luego la Edad Media le dé un carácter divino, y la Edad Moderna un carácter
secular –poder, riquezas, domino, técnica, ciencia, política, etc. La
consciencia que se tiene es la representación de lo antinatural, absurdo,
abominable, que atenta contra el verdadero sentido de humanidad.
De ahí que la teoría de la
cultura, la antropología, la historia de las ideas políticas, la filosofía,
representadas por profesores, estudiantes, activistas cívicos, académicos,
trabajadores sociales, profesionales de la medicina, la biología, escritores,
periodistas, poetas, pintores, dramaturgos y políticos occidentales, y la
sociedad civil en su conjunto, tengan la convicción que las batallas son algo
retrógrado y primitivo.
Entonces, ¿qué es lo que está en
juego en un mundo como el nuestro? ¿quién puede afirmar que la defensa del
Sistema, del capital financiero internacional, de las empresas transnacionales,
del poder político, compensan el dolor humano causado por la violencia, la
guerra, el hambre o, por la muerte de un niño en medio de una conflagración?
Además, ¿qué le queda al ser humano en un estado de postración espiritual y
físico como éste? Hay que empezar avanzar en las tinieblas, un poco a ciegas,
porque los espejismos de los instrumentos técnicos y las armas son tan fuertes,
que no dejan vislumbrar otra salida que el dolor o la muerte.
Por
lo demás, hay que perseverar y optar por otros caminos que aún por un instante,
desvelen el rostro de la jovialidad. Éste no es otro que el rostro de Dios
transfigurado en el del hombre.
Las personas que se alían
criminalmente con la técnica, ignoran que “un mundo sin amor, es un mundo
muerto”. El lenguaje del amor se pierde cuando no se lo ejercita. De ahí que,
en el juego natural de los egoísmos, los sufrimientos y el dolor, graven más en
el corazón de los hombres el entendimiento de la injusticia. Porque en un
estado de postración espiritual y sensitivo como éste, cae como una angustia
sorda sobre el hombre desprotegido y solo, el insaciable deseo de la
carnicería. Ese tipo de ralea está poseída por el furor del crimen y no puede
hacer otra cosa. Creen aceptar como buenos los principios y los actos que los
originan. En los lugares de sudarios y de despropósitos humanos, juegan a ver
quién mata más. No les importa la Vida, les importa el asesinato, su naturaleza
descarnada, abominable y sufriente.
De ahí que algunos “no tengan
vergüenza, que no se mueran de vergüenza de haber sido, aunque desde lejos y
aunque con buena voluntad, un asesino también”. Y, nos damos cuenta que, en la
guerra, o en un estado de violencia generalizada, existen individuos que “no
son capaz de abstenerse de matar o dejar de matar, porque está dentro de la
lógica en que viven”. Y, en la vida civil tienen la desfachatez de ponerse la
máscara de ciudadanos de “bien”. Además, “en los sitios donde domina la canalla
se notará que esta práctica la infamia más allá de lo necesario e incluso
contra las reglas del arte de la política”.
Por
esto, en el mundo nuestro no se tiene afición por los santos ni por el
heroísmo, sino por el hombre de carne y hueso, por el afligido, solo y
desprotegido.
Entonces, ¿cuál es el gran
sufrimiento de nuestra época? La soledad, el sentimiento de destierro, de
exilio, de desprotección, de desolación, de miedo, de debilidad, de dolor y de
muerte. En un estado de excitación violenta siempre se observa una atmósfera
espesa y nauseabunda planear sobre las veredas, los pueblos y las ciudades.
Ahora bien, ¿qué buscan los que planean las guerras o la violencia cotidiana?
Naturalmente, que todo, absolutamente todo, se perciba con los cristales de la
desgracia, la confusión, los lamentos o el sufrimiento.
Y justamente por eso, el desastre
de la guerra se convierte en hábito, porque el hábito del desastre es peor que
el desastre mismo. Y, desean borrar la memoria y la esperanza de los seres
humanos, porque quieren instalarnos en la monotonía del presente. Para que en
el fondo del corazón de los hombres prime, “esa indiferencia distraída que se supone
en los combatientes de las grandes guerras –nos recuerda Albert Camus-,
agotados por el esfuerzo, pendientes sólo de no desfallecer de su deber
cotidiano, sin esperar ni la operación decisiva ni el día del armisticio”.
En el mismo orden existen otras
herramientas, la Palabra y la Razón, o la intuición, para evitar o
acabar con un conflicto bélico. El ser humano cuenta con el Don de la Palabra y de la reflexión para llegar a acuerdos que interrumpan
por un lapso de tiempo, el derramamiento de sangre. Ya que cuando se sueltan “los perros de la guerra” no hay poder
humano que sacie la insaciabilidad de su deseo. Hay que tener en cuenta que la
guerra expresa la degradación absoluta del ser humano, a través del egoísmo, la
tortura, la venganza, el odio, el derramamiento de sangre o, el poder de la
muerte.
Nunca hay que olvidar que una
mirada donde se lee tanta bondad, será siempre más fuerte que la muerte. Los
sentimientos humanos son más fuertes que el miedo a la muerte entre torturas.
Ahí están los Desastres de la guerra
de Goya, que expresan el estudio profundo de la naturaleza humana y sus
problemas recurrentes, intemporales, sin resolver, como es el de la guerra.
Goya percibe el Mal absoluto, que afecta a la Naturaleza, como inmanente al
mecanismo natural, al Tiempo, y su configuración en la vida del ser humano.