sábado, 29 de noviembre de 2025

 

                               Las Guerras Globales en la Época de las Tecnologías

                                                              Madrid-España a 29/11/2025

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

La inflexión de los tiempos actuales por la primacía de la técnica y su repercusión en el arte de la guerra, perfilan el declive de las batallas convencionales. La guerra propiamente dicha en la actualidad, se sitúa en el umbral de las tecnologías y las comunicaciones globales. La mecánica armamentística e industrial, no se puede pensar sin las comunicaciones inmediatas y simultáneas, sin las redes sociales y la Inteligencia Artificial, el Chat GPT o, la computación cuantitativa. Que influyen en la naturaleza de los combatientes y el escenario político mundial.

El campo de batalla tradicional –dice Víctor Hanson– ahora puede cartografiarse hasta el último detalle. Las fotografías aéreas y las imágenes de vídeo actualizadas minuto a minuto hacen difíciles las sorpresas. Los enemigos potenciales pueden calcular de antemano sus probabilidades de victoria. Pueden descargar información pormenorizada sobre su adversario de Internet. Los generales pueden hacer grabaciones directas de sus preparativos para la batalla y calcular hasta cierto punto sus costes potenciales.

Somos parte de una época en la que la vigilancia, es una realidad. Va de la vida privada a la profesional o pública. Además, la numerificación del ser humano expresa la transformación del hombre sentimental, espiritual, sensitivo y racional, en un ser objetivado que responde a los requerimientos del poder, o de los instrumentos técnicos. Si cada instante, cada hora, cada día, las vidas están vigiladas, ¿cómo podemos neutralizar estos instrumentos técnicos que hacen de nuestra existencia meros objetos o números?

Desde la perspectiva técnica –dice Hanson-, inhibiendo las conexiones por videos, destruyendo satélites o provocando cortocircuitos eléctricos a gran escala, de una parte; de otra, pienso, permitiendo que el hombre de carne y hueso tome a los instrumentos técnicos y les dé un giro en el tiempo, para que cumplan la función social que les corresponde y se pongan al servicio del hombre concreto.

Pienso que, por el cambio radical de la tecnología para la guerra, que se ha experimentado en los últimos espacios de tiempo, en particular, por el avance en las ciencias de la información y sus aplicaciones prácticas en los frontispicios del siglo XXI, los principios de la guerra se han transformado. En la historia militar los diseños y las nuevas armas para la guerra están concatenados al avance de las tecnologías. De ahí que los cinco años que duró la Segunda Guerra Mundial –dice Hanson–, el sonar, el radar, los misiles balísticos pasaron de ser meras hipótesis en realidades mortíferas y de probada eficacia en el campo de batalla.

La tecnología no sólo cambia la naturaleza de los combatientes y el escenario político mundial, sino también las variables de las tácticas o las estrategias. Porque se está pasando del escenario de las guerras convencionales, al de contra-insurgencias, vigilancia y control, o de ganarse el corazón o la confianza de los nativos y de técnicas de interrogación “astutas”, que respondan a la logística y al fin de ganar la guerra.

En la actualidad estamos pasando a otros medios y formas de combate. Y, en ese escenario es importante la interrelación de variables para ganarle la partida a la insurgencia, al narcotráfico o, al terrorismo internacional. Además, la guerra por el predominio de los lenguajes digitales y las imágenes en movimiento, está pasando del campo de batalla y del enfrentamiento entre combatientes, al ordenador, la ciencia de la computación y los algoritmos matemáticos.

Deseo resaltar que el conocimiento de las ciencias de la información y las técnicas al uso, están alterando el rostro de la guerra. Los instrumentos técnicos para la guerra pueden subvertir en cuestión de horas o de días el curso de una batalla o, la política de un país o, el destino de millones de seres humanos. Aunque no son las únicas variables que participan en el triunfo o derrota en una guerra, sino que, se convierten en decisivas para alcanzar las estrategias políticas o militares del combate.

Nos preguntamos, “¿hay algo en la tecnología militar del siglo XXI, tanto en su letalidad como en su vertiginosa expansión, que haya alterado por completo el rostro de la guerra?”. Creo que en el “núcleo” del movimiento de las guerras modernas, existen dos factores fundamentales, el que tiene que ver con los ciclos continuos de desafío-respuesta al desarrollo de las armas; y el otro, el mundo global de las comunicaciones instantáneas. En los asuntos militares los cambios del “logos” humano se aplica cada vez más a la Inteligencia Artificial e Informática, y a la globalización que incide en el comportamiento bélico.

Es decir, la revolución en los asuntos militares, no se pueden desconcatenar de las revoluciones de las comunicaciones instantáneas e inmediatas. El paso del “logos” clásico al “logos” artificial se representa en los instrumentos bélicos para la guerra. De su lectura e interpretación depende comprender la cultura de la que somos parte. De ahí que, todo conflicto bélico en la actualidad hay que percibirlo en su cultura.

Por último, aunque la literatura del griego Antiguo, de Homero, Hesíodo, Tucídedes, exalten la guerra como un mal necesario y recurran al mito y la configuración de la ciudades-Estado, y luego la Edad Media le dé un carácter divino, y la Edad Moderna un carácter secular –poder, riquezas, domino, técnica, ciencia, política, etc. La consciencia que se tiene es la representación de lo antinatural, absurdo, abominable, que atenta contra el verdadero sentido de humanidad.

De ahí que la teoría de la cultura, la antropología, la historia de las ideas políticas, la filosofía, representadas por profesores, estudiantes, activistas cívicos, académicos, trabajadores sociales, profesionales de la medicina, la biología, escritores, periodistas, poetas, pintores, dramaturgos y políticos occidentales, y la sociedad civil en su conjunto, tengan la convicción que las batallas son algo retrógrado y primitivo.

Entonces, ¿qué es lo que está en juego en un mundo como el nuestro? ¿quién puede afirmar que la defensa del Sistema, del capital financiero internacional, de las empresas transnacionales, del poder político, compensan el dolor humano causado por la violencia, la guerra, el hambre o, por la muerte de un niño en medio de una conflagración? Además, ¿qué le queda al ser humano en un estado de postración espiritual y físico como éste? Hay que empezar avanzar en las tinieblas, un poco a ciegas, porque los espejismos de los instrumentos técnicos y las armas son tan fuertes, que no dejan vislumbrar otra salida que el dolor o la muerte.

Por lo demás, hay que perseverar y optar por otros caminos que aún por un instante, desvelen el rostro de la jovialidad. Éste no es otro que el rostro de Dios transfigurado en el del hombre.

Las personas que se alían criminalmente con la técnica, ignoran que “un mundo sin amor, es un mundo muerto”. El lenguaje del amor se pierde cuando no se lo ejercita. De ahí que, en el juego natural de los egoísmos, los sufrimientos y el dolor, graven más en el corazón de los hombres el entendimiento de la injusticia. Porque en un estado de postración espiritual y sensitivo como éste, cae como una angustia sorda sobre el hombre desprotegido y solo, el insaciable deseo de la carnicería. Ese tipo de ralea está poseída por el furor del crimen y no puede hacer otra cosa. Creen aceptar como buenos los principios y los actos que los originan. En los lugares de sudarios y de despropósitos humanos, juegan a ver quién mata más. No les importa la Vida, les importa el asesinato, su naturaleza descarnada, abominable y sufriente.

De ahí que algunos “no tengan vergüenza, que no se mueran de vergüenza de haber sido, aunque desde lejos y aunque con buena voluntad, un asesino también”. Y, nos damos cuenta que, en la guerra, o en un estado de violencia generalizada, existen individuos que “no son capaz de abstenerse de matar o dejar de matar, porque está dentro de la lógica en que viven”. Y, en la vida civil tienen la desfachatez de ponerse la máscara de ciudadanos de “bien”. Además, “en los sitios donde domina la canalla se notará que esta práctica la infamia más allá de lo necesario e incluso contra las reglas del arte de la política”.

Por esto, en el mundo nuestro no se tiene afición por los santos ni por el heroísmo, sino por el hombre de carne y hueso, por el afligido, solo y desprotegido.

Entonces, ¿cuál es el gran sufrimiento de nuestra época? La soledad, el sentimiento de destierro, de exilio, de desprotección, de desolación, de miedo, de debilidad, de dolor y de muerte. En un estado de excitación violenta siempre se observa una atmósfera espesa y nauseabunda planear sobre las veredas, los pueblos y las ciudades. Ahora bien, ¿qué buscan los que planean las guerras o la violencia cotidiana? Naturalmente, que todo, absolutamente todo, se perciba con los cristales de la desgracia, la confusión, los lamentos o el sufrimiento.

Y justamente por eso, el desastre de la guerra se convierte en hábito, porque el hábito del desastre es peor que el desastre mismo. Y, desean borrar la memoria y la esperanza de los seres humanos, porque quieren instalarnos en la monotonía del presente. Para que en el fondo del corazón de los hombres prime, “esa indiferencia distraída que se supone en los combatientes de las grandes guerras –nos recuerda Albert Camus-, agotados por el esfuerzo, pendientes sólo de no desfallecer de su deber cotidiano, sin esperar ni la operación decisiva ni el día del armisticio”.

En el mismo orden existen otras herramientas, la Palabra y la Razón, o la intuición, para evitar o acabar con un conflicto bélico. El ser humano cuenta con el Don de la Palabra y de la reflexión para llegar a acuerdos que interrumpan por un lapso de tiempo, el derramamiento de sangre. Ya que cuando se sueltan “los perros de la guerra” no hay poder humano que sacie la insaciabilidad de su deseo. Hay que tener en cuenta que la guerra expresa la degradación absoluta del ser humano, a través del egoísmo, la tortura, la venganza, el odio, el derramamiento de sangre o, el poder de la muerte.

Nunca hay que olvidar que una mirada donde se lee tanta bondad, será siempre más fuerte que la muerte. Los sentimientos humanos son más fuertes que el miedo a la muerte entre torturas. Ahí están los Desastres de la guerra de Goya, que expresan el estudio profundo de la naturaleza humana y sus problemas recurrentes, intemporales, sin resolver, como es el de la guerra. Goya percibe el Mal absoluto, que afecta a la Naturaleza, como inmanente al mecanismo natural, al Tiempo, y su configuración en la vida del ser humano.

viernes, 28 de noviembre de 2025

 

 

                  

       La Crisis de la Cultura en la Sociedad de Masas del Capitalismo de Consumo

                                                             Madrid-España a 28/11/2025

                                          Quizá el poeta te haya vuelto tan locuaz y descarado

                                            como a mí”.

                                                                                           Hannah Arentd

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

El predominio de la cuestión social durante los siglos XIX y XX, estuvo marcada por las críticas, las protestas y la insurrección revolucionaria contra los cinturones de miseria y explotación de la sociedad. Este proceso tubo tres esferas fundamentales: La corrupción, la hipocresía y la ideología. Que determinaron la insurrección social. Así que, en la actualidad la sociedad abarca todos los estratos de la sociedad, y, en consecuencia, se transforma en sociedad de masas. En este orden, el “filisteísmo” todo lo juzga sobre la utilidad inmediata y los valores materiales. 

“El filisteo, en su vocablo originario, es un hombre adherido a la banausía, a la vulgaridad; y ahora es una mentalidad exclusivamente utilitaria, porta una incapacidad de pensar y juzgar las cosas como no sea por su función y utilidad”.

De cuya dinámica hacen parte las cosas inútiles como la cultura y las obras de arte. El arte, la literatura, la música, la poesía, se convierten en el mundo del filisteo en símbolos de estatus y prestigio social. La utilización de la cultura como un bien de consumo, del mercado de la circulación y la demanda, como mercancía expresa la degradación de ésta. Porque el Capitalismo de Seducción todo lo convierte en mercancía y consumo. Así que, lo material y humano (las obras del espíritu y la mente), las transforma en “valor”. Esto es, en un bien social que puede ponerse en circulación y convertirse en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales o individuales.  

Bueno bien, “la condición objetiva del mundo cultural que, en la medida que contiene cosas tangibles –libros, cuadros, estatuas, edificios y música, etc.- es continente y da testimonio de todo un pasado conocido de países y naciones y de la humanidad misma”. Por tanto, el único criterio no social y auténtico para juzgar esos objetos específicos de la cultura es su relativa permanencia y su final inmortalidad. Entonces, todo lo que perdura en el tiempo obtiene el nombre de objeto cultural.

El problema aparece cuando el filisteo cultural y educado, cambia las obras de arte perdurables e inmortales en objetos de “valor” que posibilitan posición social y reconocimiento. Pero la cultura se vuelve sospechosa cuando sus obras connotan la “búsqueda de la perfección” o, el “arte por el arte”. Los artistas, los pensadores, los músicos, los arquitectos, los poetas, se dan cuenta que cuando el arte se transforma en “valor” de cambio, o, en instrumento de ascenso social, se degrada y entra crisis.

En estas esferas se observa la desconexión entre realidad y obra de arte; y, de otra parte, pierden la facultad peculiar de todos los objetos culturales: “La facultad de captar nuestra atención y conmovernos”- dijo Hannah Arendt.

En la década del treinta en Alemania y la del cuarenta en Francia, la “devaluación de los valores” toca a los “valores culturales”, que se liquidan a bajos precios.

En el siglo XX vimos como el hilo de la tradición se cortaba y el pasado lo descubría cada cual, y debía desandar lo andado como sí lo hiciera el primer Hombre. A pesar de los dilemas y las perturbaciones de la sociedad y la sociedad de masas, los objetos culturales se erigen como objetos donde el artista expresa su mundo interior y percibe el exterior y sus fundamentos. Es de anotar que Arendt capta la diferencia entre sociedad y sociedad de masas desde el umbral de la cultura: “Quizá la sociedad quería la cultura, valorizaba y desvalorizaba los objetos culturales como bienes sociales, usaba y abusaba de ellos para sus propios fines egoístas, pero no los “consumía”.

Por el contrario, “la sociedad de masas no quiere cultura sino entretenimiento, y la sociedad consume los objetos ofrecidos por la industria del entretenimiento como consume otro bien de consumo. Los productos necesarios para el entretenimiento son útiles para el proceso vital de la sociedad, aun cuando para la vida puedan no ser tan imprescindibles como el pan y la carne”. El tiempo del entretenimiento no es tiempo de ocio productivo, que reconforta la mente y el espíritu, sino tiempo vacío y fugaz, que responde a las necesidades del “valor”, del dinero, y no a las verdaderas necesidades humanas –espirituales, materiales, morales o éticas.

De ahí que la crisis de la condición humana se concatena con la crisis de la cultura.

En la sociedad de masas el entretenimiento es tan indispensable como el sueño y el trabajo en el proceso de la vida biológica. Un metabolismo que devora tanto la vida individual o social de la que es parte el hombre masa. Los productos de la industria del entretenimiento no son objetos culturales, sino bienes de consumo que tienen que ser agotados, como cualquier otro objeto de consumo. Desde el Imperio Romano los gobernantes saben que para mantener tranquila a la población y ocultar hechos controvertidos, que cuestionen el ejercicio del poder utilizan la locución latina “Panis et Circense”: pan y circo.  

“Ambos se desvanecen en el curso del proceso vital, es decir, hay que producirlos y ofrecerlos una y otra vez para que el proceso no se cierre para siempre”.

En la Época Moderna las normas que se aplican para juzgar la cultura del entretenimiento de masas, “han de ser la frescura y la novedad, y la medida en que hoy usamos esas normas para juzgar los objetos culturales y artísticos, cosas que deben permanecer en el mundo incluso después de que lo hayamos dejado”. Pone de manifiesto que el deterioro de la cultura en beneficio del entretenimiento, es expresión de la crisis de la cultura en la actualidad. En la Cultura del artificio, en efecto, los valores culturales de la tradición occidental, se degradan en beneficio de la Civilización del espectáculo.

En este orden, la amenaza para la cultura no se origina en “la sociedad de masas, al no querer cultura sino entretenimiento, es menos amenazante para la cultura que el filisteísmo de la buena sociedad”. A pesar del malestar de algunos artistas e intelectuales, son las artes y las ciencias, diferenciadas de todos los asuntos políticos, las que siguen floreciendo”. Como expresó Abraham Flexner: “No existe contradicción entre los saberes inútiles (las obras de arte, las novelas, una partitura musical o una sinfonía) y el conocimiento científico, ya que ejercen un papel fundamental en el cultivo del espíritu y la cultura de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”.

“La verdad es que todos tenemos necesidad de entretenimiento y diversión de una u otra clase, porque todos estamos sometidos al gran ciclo de la vida y, es pura hipocresía y esnobismo social negar que nos pueden divertir y entretener exactamente las mismas cosas que divierten y entretienen a las masas de nuestros congéneres”. El ser humano hace parte del decurso vital y como miembro de la sociedad de masas, de la cultura de masas y la civilización del espectáculo, se vale de las cosas que divierten y entretienen.

La cultura está menos amenazada por el entretenimiento como manifestación de la utilización del tiempo vacío, que la labor que lleva a cabo la industria de la cultura; o, en otros términos, la conversión de la cultura en “valor”. Porque ponen en circulación unos objetos culturales vacíos y sin sentido de lo que es la obra original. En este ámbito todo se convierte “en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales e individuales”.

Por tanto, la crisis de la cultura expresa la primacía de la Civilización de lo efímero, sobre el sentido y el momento oportuno. Entonces, por así decir, la productividad de la cultura debe luchar constantemente ante las tentaciones de la cultura de masas y el espejismo de un refinamiento cultural, que no responde a la esencia de la obra de arte, a las necesidades y esperanzas humanas.

La industria del entretenimiento de la sociedad de masas, ofrece bienes que desaparecen con el consumo y, ve la necesidad de ofrecer nuevos artículos constantemente. Walter Benjamín pensó que un espacio como éste “descompone velozmente los mundos perceptivos y, lo que tienen de mítico aparece rápida y radicalmente, rápidamente se hace necesario erigir un mundo perceptivo por completo distinto y contrapuesto al anterior. Así se ve, bajo el punto de vista de la prehistoria actual, el ritmo acelerado de la técnica”.

Por eso es necesario despertar de la industria del entretenimiento y de las iluminaciones técnicas. Porque no sólo rompen con la tradición de la familia, de la iglesia, sino también con el hilo de la tradición de la cultura. Entonces, se banaliza la cultura en nombre del “valor”, del dinero y el poder. Así, pues, los “que trafican con la cultura exploran todo el pasado y el presente de ésta con la esperanza de encontrar material adecuado”. Aquí entran en juego los medios de comunicación de masas y las plataformas digitales, que comunican un tipo de cultura que no sólo entretiene, sino que reproduce relaciones de dominio, de control, de seducción, de simulación, de poder y saber.

Además, el gran ciclo de la vida, el curso de su proceso vital necesita en la sociedad de masas de bienes de consumo cultural y material, que se ofrecen y producen una y otra vez para que el proceso permanezca abierto. Son objetos de cultura que han de ser producidos y consumidos constantemente en la sociedad de masas. Estos objetos que ofrecen a la sociedad de masas y a la cultura de masas entretenimiento, posibilitan la estabilidad del Sistema y la reproducción del Gran Poder. Se teje entonces un velo de maya que no permite percibir el sentido del mundo y de la existencia. En este ámbito podemos percibir, una vez más, la crisis de la cultura en el Mundo Moderna.

Ahora bien, “cuando la sociedad de masas se apodera de la cultura y la industria cultural se vale de ella, se destruye la cultura para brindar entretenimiento y convierten la cultura popular en objeto de venta y consumo”. Este es un tipo de intelectual, de persona formada culturalmente, que se vale de la cultura para organizar, difundir y cambiar los objetos culturales y, en esa medida, le da prioridad al entretenimiento y al espectáculo. Ellos no sólo falsean las fuentes de la cultura y las obras de arte, sino que ofrecen sus productos en el mercado de la circulación y la demanda, como hace el mercachifle con un producto de primera necesidad.

Por eso olvidan que “la cultura se relaciona con objetos y es un fenómeno del mundo; y el entretenimiento se relaciona con personas y es un fenómeno de la vida. Es en la medida que puede perdurar; y su durabilidad es la antítesis misma de la funcionalidad, la cualidad que lo hace desaparecer del mundo fenoménico una vez usado y desgastado”.

En este orden, la vida y la temporalidad se unen dialécticamente en el proceso vital de la existencia hasta la muerte; por eso, en última instancia, la vida humana contra quien lucha es, contra el tiempo. Una lucha que permanece en la historia, la memoria de los pueblos y las personas, en las obras de arte. La durabilidad de los objetos de cultura aún después de muerto quien los produce, constata que sólo no son un fenómeno del mundo, sino también trascendente a la vida del ser humano.

Por tanto, lo preocupante en la actualidad es que, las funciones de los objetos de cultura se vacíen de sus cualidades y respondan sólo a las necesidades de la vida biológica y, las apetencias del espíritu, del alma, de la mente y el lenguaje, queden anuladas por la primacía del mercado de la circulación y la demanda. Esta configuración de la crisis de la cultura se expresa en la social, política, económica, del ser humano.

En consecuencia, la crisis del mundo y su realidad, tenemos que percibirla en su cultura. Además, ésta no es ajena a la miseria material y espiritual del ser humano. Porque el hombre le da forma y la expresa en las obras de arte, la partitura musical, el poema, la novela o las narraciones de la cultura popular.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

 

 

 

                                                            Walter Benjamín

                             La idea de experiencia, del progreso y de la memoria

                                                                     Madrid-España a 26/11/2025

A todos los excluidos y olvidados que el Sistema ha dejado a la vera del camino”.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

Walter Benjamín (1892-1940), filósofo alemán de origen judío, escribió sobre una pluralidad de temas -que abarcan desde el drama trágico alemán, el Romanticismo, la fotografía, el cine, la historia, el lenguaje, París, Baudelaire, Proust, el marxismo, la narración de historias, la traducción hasta la violencia. Así que, esto posibilitó que se situara en el umbral de una nueva era intelectual. Pero las ideas sobre el progreso, la ciencia, la política, la economía y la técnica; sirven como fundamento para reflexionar sobre el problema de la técnica y la cultura en la Edad Moderna.

Como lo intuyó frente a la experiencia del siglo XX: “La cosa está clara: la cotización de la experiencia ha bajado y precisamente en una generación que de 1914 a 1918 ha tenido una de las experiencias más atroces de la historia universal. Lo cual no es quizás tan raro como parece. Entonces se pudo constar que las gentes volvían mudas del campo de batalla. No enriquecidas, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable […], la experiencia que mana de boca a oído.

Una generación que había ido a la escuela en tranvía tirado por caballos, se encontró indefensa en un paisaje en que todo menos las nubes habían cambiado, y en cuyo centro, en un campo de fuerzas y corrientes destructoras, estaba el mínimo, quebradizo cuerpo humano”.

Percibe la pobreza del hombre desde la perspectiva del vaciamiento de los contenidos lingüísticos y, a la vez, desde el desarrollo de la técnica. Ésta no sólo destruye la vida humana o natural, sino que sustituye la lengua que comunica contenidos espirituales por la que está situada en su parte material: las imágenes, el alfabeto electrónico de la comunicación global inmediata y simultánea, las redes sociales, Facebook, Instagram, X, la Inteligencia Artificial generativa, etc.

Reemplaza la lengua que describe los momentos oportunos y el transcurso discontinuo del hombre en la historia, por la lengua de la Cultura del artificio.

Benjamín observa sorprendido y anonadado como “una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre al tiempo que ese enorme desarrollo de la técnica […] Pero desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado rostro de nuevo […] ¿Para qué valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia?”

Ese enorme desarrollo de la técnica que ha caído sobre el hombre, es una nueva especie de barbarie.

Así que, la crisis de nuestra época se expresa de diferentes formas: en el arte, la literatura, la poesía, la arquitectura, la filosofía, la música, etc., que dan cuenta de ello y rechazan la imagen tradicional, solemne, noble del hombre, imagen adornada con las ofrendas del pasado. Para volverse hacia el contemporáneo desnudo que grita como un recién nacido en los pañales sucios de esta época.  

Piensa que nadie le ha saludado más risueña, más alegremente que Paul Scheerbart. Por “cómo nuestros telescopios, nuestros aviones y cohetes convierten al hombre de antaño en una criatura nueva digna de atención y respeto. Por cierto, que esas criaturas hablan ya en una lengua enteramente distinta”. Hablan la lengua de las imágenes, del computador y de las secuencias algorítmicas. Que no es otra que, la lengua de la técnica, las ciencias, las máquinas y el progreso. En cualquier caso –dice Benjamín-, están al servicio de la modificación de la realidad y no de su descripción.

Para comprender lo que pasa en la actualidad, hay que hacer una especie de literatura comparada entre el arte y las matemáticas, las literaturas y las ciencias, el mito y la religión, el poder y la técnica. Entonces de esa forma la realidad, el mundo y la vida, se abren en perspectivas como prados en flor. De esa manera, podemos apreciar la esencia de lo bello y lo grotesco, la oscuridad y la luz que entrañan a las cosas, la añoranza de lo viejo en el vestido de la época actual.

Además, el ser humano está disuelto en el sistema de computación e informática que determinan las redes globales. Es, por consiguiente, una existencia que está dispuesta a ser sustituida o anulada. Benjamín enfatiza que “nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo “actual”.

Para él son materiales de vital importancia política; porque quiere leer en la vida y en las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella época, la vida y las formas de hoy. Trata de leer e interpretar la actualidad desde lo que ha sido, lo ocurrido en el pasado. Así también el historiador únicamente ha de levantar hoy un armazón, estrecho pero resistente –filosófico-, para llevar a su red los aspectos más actuales del pasado. Desea realizar una apocatástasis de la historia, esto es, que todo el pasado haya sido llevado al presente.

No se trata del entramado causal de la técnica, el progreso y la cultura. Se trata del entramado expresivo. No se trata de exponer la génesis técnica de la cultura, sino la expresión de la técnica en su cultura. Se trata, en otras palabras, de intentar captar un proceso técnico como visible fenómeno originario de donde proceden todas las manifestaciones de la vida del siglo XX.

Esto tiene que ver con el carácter expresivo de los primeros productos industriales, los primeros edificios industriales, las primeras máquinas, pero también los primeros grandes almacenes. Anuncios publicitarios, etc. A la vez con los primeros instrumentos técnicos, que, en su carácter se expresan en su cultura. En Benjamín, su concepto principal no es el progreso, sino la actualización.

El pensar de Benjamín muestra que, la filosofía se nutre del registro simbólico, que interroga cosas tan poco imaginarias como la justicia, el bien o la belleza. De ahí que se vale del “aura” para describir la forma en que un objeto reverbera una significación polisémica. Así reflexiona sobre la reivindicación de la memoria de los vencidos como un principio de esperanza. Que la memoria no es añoranza del pasado, ni es asunto privado; sino que proporciona conocimientos y hace visible lo invisible.

Porque la Historia, la razón y la moral, no han dado importancia a las víctimas.

  Los que ejercen el poder no quieren ni desean que el pasado tenga significado.

Sobre la idea de Progreso lleva a cabo una crítica radical. Porque critica los efectos colaterales del progreso. Es un pensador del futuro que ataca a fondo el progreso. Es un dialéctico de la Ilustración, es decir, un pensador ilustrado pero consciente de las insuficiencias de la Ilustración. También reflexiona sobre la relación entre razón y religión. Asume la crítica ilustrada de la religión desde la autonomía de la razón. Reflexiona también sobre la autonomía de la política y de la moral. Pero no se desentiende del mesianismo como la busque de la justicia universal del excluido, del pobre y desamparado, por los que ejercen el poder.

Benjamín hace una reflexión crítica a las teorías “progresistas” de izquierda, entregadas al conformismo político, económico y cultural. Que han traicionado a los oprimidos y excluidos del Sistema. Por eso para oprimidos, los excluidos y desamparados, el estado de excepción es la norma. Piensa nada ha favorecido tanto al fascismo como considerarle lo opuesto al progreso. De ahí que diga: “No hay documento de cultura que no sea también de la barbarie”.

De ahí que exalte la reivindicación de la memoria de los vencidos y excluidos como principio de esperanza –idea que toma de Ernst Bloch. Me pregunto, ¿es posible que la memoria sea algo más que emotividad, sentimentalismo y subjetivismo?

jueves, 20 de noviembre de 2025

 

 

 

                                   Imágenes sobre el <Humanismo> en la Época Moderna

 “Fragmentos sobre el texto que acabo de escribir en relación a Carta sobre el <Humanismo> de Martin Heidegger”.

                                                                 Madrid-España a 19/11/2025

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

En la historia de la cultura occidental (en la obra de arte o la literatura, por ejemplo), podemos percibir como lo arcaico se oculta en los pliegues del vestido de lo moderno. “No porque las formas arcaicas parecen ejercer en el presente una fascinación particular, sino porque la clave de lo moderno está oculta en lo inmemorial y lo prehistórico”.  Así, lo inmemorial se convierte en espejo de la modernidad, que refleja en claro oscuro las figuras de lo primitivo del presente-ahora, que da forma al rostro de la modernidad. En su defecto, “la vanguardia que se extravió en el tiempo, sigue a lo primitivo y arcaico”. En otros términos, “la vía de acceso al presente tiene la forma de una arqueología”.

Hay que tener presente que el hombre inmerso en la velocidad y lo efímero o, en la algarabía de los lenguajes digitales, es decir, en la Cultura del artificio; tal vez den la razón a Heidegger cuando dice: “El lenguaje reclama el justo silencio en lugar de una expresión precipitada.” Y prosigue: “Quizás sea más adecuado elevarse a la verdad del ser y mostrarla como aquello que hay que pensar”.   Si se eleva a la altura de los términos, se sustrae al hecho de opinar y suponer. Así, lo que prevalece en la actualidad es la opinión sobre los hechos.

Somos parte de una época donde predomina la degradación del lenguaje y de los movimientos del pensamiento. Entonces, el espíritu vive inmerso en los flujos de la información rápida e inmediata de la Cultura del artificio, y todos los días por la importancia de las imágenes sobre las palabras, se degrada la verdad del ser y la esencia de existir. En consecuencia, asistimos a marcha forzada a dar prioridad al Gran Poder, y en su defecto, a las imágenes sobre las palabras y a la opinión sobre la reflexión. De ahí que en la actualidad las reflexiones del pensar se encuentran en dique seco.

También somos contemporáneos de una indigencia espiritual que repercute en la cultura y la condición humana; y esto es sumamente grave para los valores fundamentales del hombre y su cultura. Porque la civilización actual no sólo desintegra la cultura y sus “monumentos duraderos” (las obras de arte, los edificios, la música, la poesía, la novela, etc.), sino que esta desintegración se convirtió en “un valor”, es decir, “un bien social que puede ponerse en circulación y convertirse en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales e individuales”- al decir de Hannah Arendt.

En otras palabras, los objetos culturales se banalizan y se convierten en valor de uso, de cambio y de consumo; y, pierden la “facultad de captar nuestra atención y conmovernos”. En este orden, se degradan los valores culturales frente a la capacidad de comprender e interpretar la existencia y el mundo. Ámbito que niega el principio que, el sentido de la vida no es inmanente a la historia; sino trascendente a ella.

Ahora bien, ¿es el umbral de la verdad del ser un espacio sin salida? ¿es el elemento donde la libertad conserva su esencia? ¿de qué modo podemos volver a dar sentido al humanismo? ¿ha perdido el humanismo la cualidad que proviene de los griegos y romanos, judíos y cristianos? Heidegger dice que se trata de ver el humanismo desde el umbral histórico más antiguo, que hasta el momento no ha proporcionado la historiografía, y tampoco el historicismo. La palabra “humanun” remite a humanitas, es decir, a la esencia del hombre.

Por tanto, su cualidad consiste en ser humano, no anti-humano; devolverle un sentido al humanismo, que sólo puede significar redefinir el sentido de la palabra. Cree que esto exige, por una parte, experimentar de modo más inicial la esencia del hombre, y mostrar en qué medida esa esencia se torna destino a su modo. En él la esencia se revela en el camino del ser. Éste posibilita el acontecer en cuanto existente en su verdad. Además, el hombre es guardián del ser. La palabra humanismo significa la esencia del hombre es esencial para la verdad del ser.

Sin la esencia del hombre se oculta el ser; entonces, el lenguaje sería incapaz de dar sentido al mundo, a la historia y a la realidad.

Heidegger pregunta, ¿se puede seguir llamando “humanismo” a este “humanismo” que se declara en contra de todos los humanismos existentes hasta la fecha, que al tiempo no se alza como portavoz de lo inhumano? ¿seguimos nadando en compañía de las corrientes reinantes, que se encuentran ahogadas por el subjetivismo metafísico y sumidas en el olvido del ser? A la vista de esa humanitas más esencial del homo humanus se abre la posibilidad de devolverle a la palabra humanismo un sentido histórico más antiguo que el sentido que historiográficamente se considera más antiguo.

 Si la historia no está apremiada en esa dirección, se podría despertar una reflexión que no sólo piense al hombre, sino también la “naturaleza” del hombre, y no sólo la naturaleza, sino de modo más inicial todavía, la dimensión esencial del hombre, determinada desde el ser mismo.   

Recordemos que está hablando después de la Segunda Guerra Mundial, donde la humanidad del hombre se degradó y se desgarró por completo. Y en su lugar invita a reflexionar la naturaleza del hombre, de modo más inicial, esto es, el hombre determinado por el ser. Es decir, que en la historia universal encuentre su lugar. Sabemos que la experiencia del siglo XX desgarró el humanismo que heredamos en la historia de Occidente, el de la razón clásica, el humanismo cristiano y renacentista. Humanismos que no estuvieron a la altura para contener la barbarie.

Heidegger olvida que son las condiciones morales, espirituales, subjetivas e históricas, las que dan sentido al humanismo. Y, no ubicarlo como hace él, en la verdad del ser, la esencia del hombre y el lenguaje. Lo que aquí hace es darle prioridad al ser en sí, a la esencia del pensar y del lenguaje, sobre el hombre concreto de carne y hueso con sus generaciones históricas. Estos tres presupuestos de Heidegger, prevalecen sobre el ser humano que tiene esperanza, sufre, ama, odia y va al encuentro de sí y del otro, para reconocerse a sí mismo como hombre.

Sabemos que la negación del “sujeto” atenta contra el sentimiento, el espíritu y el alma. Y, niega los presupuestos del humanismo o, estar en el mundo y exaltar el en sí del ser humano.

Las monstruosidades en la historia de la cultura occidental, no en modo fecundas son para el Humanismo. Además, un mundo lleno de atrocidades, dolor, odios, sufrimientos, violencia y guerras, infunde temor en las almas de los hombres, para alcanzar el sentido de lo humano. Thomas Mann nos recuerda que, “la piedad, el respeto, el decoro espiritual, la religiosidad, sólo son posibles en el hombre y por el hombre dentro del marco terrenal y humano. Su fruto debiera ser, puede ser y será un humanismo con ribetes religiosos, inspirado por el sentimiento del secreto trascendente del hombre, por la orgullosa consciencia que el hombre tiene de ser algo más que un fenómeno biológico.

 De estar ligado por una parte esencial de su ser a un mundo espiritual, de que la noción de lo absoluto le ha sido dada con las ideas de Verdad, de Libertad, de Justicia, de que le ha sido impuesto el deber de ir en busca de la perfección. En ese patetismo, en esa obligación, en esa veneración del hombre por sí mismo descubre a Dios. Pero soy incapaz de encontrarle en cien millones de vías lácteas”.

Es, además, preocupante y abominable cómo el humanismo en el mundo actual, se reemplaza por la técnica, la ciencia, la Inteligencia Artificial, el dinero o, el poder. Por la técnica que no responde a las necesidades materiales y espirituales del hombre. De ahí que la ciencia no sea enemiga del humanismo, sino que ésta debe responder a los requerimientos humanos. Es imposible calificar de diabólicos los temas y objetos de la ciencia sin que la acusación alcance a la ciencia misma.

Que la técnica sustituya el antropocentrismo en esta época de masas y de cultura de masas, no es una mera evidencia, sino que ataca al humanismo. Lo que preocupa es que, la ciencia, la técnica, la estadística, sustituyan la Libertad, la Verdad o la Justicia en los asuntos humanos. Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y son pesimistas. No hay en ellas magia; con la técnica basta. En Huxley y Orwell, “el avance del cálculo y de su aplicación práctica hace imparable la transformación de la sociedad en puras cifras o números”.

 Así que, el avance de la ciencia y de la técnica sustituyen todo rasgo de Humanismo, de Justicia y de Trascendencia. De ahí que se instrumentalizan en nombre del Gran Poder. Y, en consecuencia, el planeta adquirió un aura nueva, una epidermis más sensible.

El famoso elogio de la ciencia contenido en el “Ensayo sobre Bacon” de Thomas Macaulay, escrito en 1837, reza así:

“[La ciencia] prolongó la vida; mitigó el dolor; extinguió enfermedades; aumentó la fertilidad de los suelos; dio nuevas seguridades al marino; suministró nuevas armas al guerrero; unió grandes ríos y estuarios con puentes de formas desconocida para nuestros padres; guio el rayo desde los cielos a la tierra haciéndolo inocuo; iluminó la noche con el esplendor del día; extendió el alcance de la visión humana; multiplicó la fuerza de los músculos humanos; aceleró el movimiento; anuló las distancias; facilitó el intercambio y la correspondencia de acciones amistosas, el despacho de todos los negocios.

Y permitió al hombre descender a las profundidades del mar; remontarse en el aire; penetrar con seguridad con los mefíticos recovecos de la tierra; recorrer países en vehículos que se mueven en caballos; cruzar el océano en barco que avanzan a diez nudos por hora contra el viento. Estos son sólo una parte de sus frutos, y se trata de sus primeros frutos, pues la ciencia es una filosofía que nunca reposa, que nunca llega a su fin, que nunca es perfecta. Su ley es el progreso.

La exaltación que hace el positivismo científico de Auguste Comte, el cientificismo filosófico de Claude Bernard, la evolución de las especies de Charles Darwin, Charles Sanders Pierce, el historicismo de Hegel con la autorrealización del espíritu, el materialismo científico de Karl Marx, expresan confianza en el despliegue de los hechos y la historia. Ahora miramos con desconcertada ironía todas estas cosas”.

El avance de la ciencia, la técnica y el cálculo en la vida humana, tiene que ver con profundas necesidades psicológicas, espirituales, morales, históricas y materiales. Pero en esta alta civilización técnica y de masas, la idea de Progreso está seriamente cuestionada porque en los siglos XIX y XX, vimos el desarrollo de las ciencias positivas, pero no el deterioro de las sociedades y la naturaleza. En la actualidad observamos la polución en las grandes ciudades, la arquitectura sin alma, la contaminación de los mares y los ríos, el cambio climático como consecuencia del progreso y la técnica en los asuntos humanos.

Desde otro umbral, el reconocimiento de la ciencia, del arte y del humanismo, también viene de Abraham Flexner, pedagogo estadounidense. En una conferencia que tituló La Utilidad de los Conocimientos Inútiles de octubre de 1939, dijo: “¿No es curioso que en un mundo saturado de odios irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombres y mujeres –viejos y jóvenes- se alejen por completo o parcialmente de la tormentosa vida cotidiana para entregarse al cultivo de la belleza, a la extensión del conocimiento, a la cura de las enfermedades, al alivio de los que sufren, como si los fanáticos no se dedicaran al mismo tiempo a difundir dolor, fealdad y sufrimiento?

El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde un punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque con ella obtienen mayor satisfacción de la que pueden conseguir de otro modo. Mi pretensión es ocuparme hasta qué punto la búsqueda de estas satisfacciones inútiles se revela inesperadamente como la fuente de la que deriva una utilidad insospechada.

Un gran número de jóvenes se dedica a los estudios seguidos por sus padres y los dirige al estudio, igualmente importante y no menos urgente, de los problemas sociales, económicos y gubernamentales. No me quejo de esta tendencia. El mundo en el que vivimos es el único que nuestros sentidos pueden atestiguar. A menos que se construya un mundo mejor, un mundo más justo, millones de personas continuaran yendo a la tumba silenciosas, afligidas, llenas de amargura. Nuestras escuelas deberían prestar mayor atención al mundo en el que sus alumnos y estudiantes están destinados a vivir.

Podemos considerar esta cuestión desde dos puntos de vista: el científico, el humanístico o, espiritual. De una cosa podían estar seguros, teniendo presente los trabajos de Heinrich Hertz y Clerk Maxwell, de que habían realizado su trabajo sin pensar en la utilidad y de que a lo largo de la historia de la ciencia la mayoría de descubrimientos realmente importantes que al final se han probado beneficiosos para la humanidad se debían a hombres y mujeres que no se guiaron por el afán de ser útiles sino meramente por el deseo de satisfacer su curiosidad.

La curiosidad que puede conducir o no a algo útil es probablemente la característica más destacada del pensamiento moderno. No se trata de algo nuevo se remonta a Galileo, Bacon y sir Isaac Newton, y hay que darle total libertad. Las instituciones científicas deberían entregarse al cultivo de la curiosidad. Cuanto menos se desvíen por consideraciones de utilidad inmediata, tanto más probable será que contribuyan al bienestar humano y a otra cosa asimismo importante: a la satisfacción del interés intelectual, que se ha convertido en la pasión hegemónica de la vida intelectual de los tiempos modernos”.

Ojalá fuera capaz de dar una argumentación cargada de promesas en este mundo, que se deshace como hongos podridos en la boca. “Ya no es posible”, observaba Eliot, “hallar consuelo en tinieblas proféticas”. Las “apremiantes necesidades de una situación crítica”, que se refiere Eliot, se han hecho más evidentes en la actualidad.

Nos sentimos enredados constantemente en una urdimbre de crisis que nos flagela”.

                                                                    George Steiner.

lunes, 10 de noviembre de 2025

 

 

 

                                    ¿Qué configura el espíritu de la época actual?

                                                            Madrid-España a 09/11/2025

A los seres humanos que creen que, todavía es posible una segunda oportunidad del hombre sobre la Tierra”.

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

En las Reflexiones sobre la Historia Universal –decía en el siglo XIX Jacob Burckhardt que, en vez de la Cultura, vuelve a estar sobre el tapete la existencia escueta. El Estado volverá a asumir la alta tutela sobre la Cultura e incluso a orientarla de nuevo, en muchos aspectos, según sus propios gustos. Y no está descartada la posibilidad de que ella misma le pregunte al Estado cómo quiere que se oriente. Ante todo, habrá que recordarle a la industria y al comercio, del modo más crudo y constante, que no son lo fundamental en la vida del hombre.

La crisis iniciada por una causa es soplada por el viento poderosísimo de muchas otras causas, sin que ninguno de los coparticipes individuales pueda decir nada acerca de la fuerza que en definitiva prevalecerá. Se adjudicará al Estado, entre sus deberes sin cesar crecientes, todo aquello que se cree o se sospecha que no hará por sí sola la sociedad. Tengo una premonición –dice en una carta a su amigo Preen– que, aunque parezca insensatez, no puedo alejar de mi mente, es que el Estado militar que se avecina va a convertirse en una gran fábrica.

Esta premonición de Burckhardt se hizo realidad en los años de la Primera y Segunda Guerra Mundial y, cómo los fascismos de Europa, de izquierda o de derecha, implementaron políticas que arrasaron con la vida, la libertad, el espíritu y la Cultura. En nuestros tiempos observamos anonadados la reencarnación del fascismo, el autoritarismo, el nacionalismo y el populismo, allende del Atlántico, y muchos países periféricos.

La disciplina, la uniformidad, se impone al toque de tambor y trompeta. Y la crisis de la condición humana tocó fondo. Y los centros vitales de la cultura occidental se degradaron y se respira en Europa y EE. UU, nuevamente la atmósfera del viento fétido y oscuro de la discriminación, el racismo y la segregación. No hay que olvidar que, “el mundo espiritual tiene su centro fijo –afirmó Hermann Cohen-, que irradia en toda la extensión infinita de la cultura, pero que los intereses de la cultura, sean cuales sean, nunca logran desplazar”.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la revolución tecnológica y, de las comunicaciones artificiales, traen una concepción nueva de la realidad y de la existencia individual. Los valores heredados no responden a los requerimientos de las nuevas generaciones embriagadas por los instrumentos técnicos y los lenguajes digitales. Y se instaura poco a poco un “orden nuevo”, que responde al entrelazamiento entre la técnica y la nueva voluntad de poder.

El industrialismo automatizado, el mundo dinerario o, el mercado o, el armamentismo, situados en el umbral de la economía inferior del ser humano, tampoco son ajenos a los nuevos lenguajes digitales y a la Inteligencia Artificial. Es de suponer que esto influyó de manera poderosa en la condición natural del lenguaje y los movimientos del pensamiento. Porque si cambian los medios y los modos de comunicación humana, cambia el sentido del mundo y la vida en general.

Así que, el ser humano se sitúa en un “orden nuevo” de coordenadas. Porque hay que recordar que la realidad y el mundo, son un constructo lingüístico y de las reflexiones del pensamiento. Así pues, todo lo que somos, hemos sido y seremos, es pensamiento, sensibilidad, imaginación y lenguaje. Lo demás, ilusión óptica y auditiva del entrecruzamiento de la técnica y la voluntad de poder.

Es importante anotar que el Zeitgeist, Espíritu del Tiempo y sus juicios, no percibe los profundos cambios que se están dando en la naturaleza del hombre. Porque los sitúa sobre la cripta, en la superficie de la bóveda de lo actual, del presenta-ahora. Preguntamos, ¿qué es lo fundamental para el ser humano en esta época abstracta? Que la palabra conserve la magia y su relación con lo luminoso o, las potencias del espíritu. Y nos permita salir de los yermos espacios donde se ubican los sistemas racionalistas y materialistas, que nos sujetan a la coacción de sus dialécticas.

Así que, en estados como éstos sabemos que los átomos de la palabra liberan una libertad nueva, que cambia y a la vez conserva la naturaleza espiritual que le corresponde. Por eso la custodia del lenguaje o, de la comunicación verbal, no hay que dejarla en manos irresponsables. Pero a la vez, tener en cuenta, que la primacía de los mass-media e Internet -átomos, bits, microchips, etc.-, en las civilizaciones actuales. Posibilitó no sólo otros medios y modos de comunicación, sino también de cognición y de experiencia individual.

Pero, cuando se manipulan al servicio de los poderosos, la vida toda, se ubica en el umbral del ensimismamiento, la melancolía, ante la añoranza de lo fundamental. De ahí que nuestras ensordecidas y grises vidas, puedan obtener de la cadencia de la poesía, del lenguaje de la novela, las “formas” del arte, la veneración o, los ritmos de la música; algo así como “un sentimiento del movimiento interior y de la coherencia del ser individual y nuestras sociedades algo de la perdida visión de una concordia humana”.

En un estado como éste, nos preguntamos, ¿cómo es posible que lo novedoso y exigente, lo que vale la pena decir, pensar o hacer, encuentre un auditorio entre el estrépito de inflación verbal y auditiva de la civilización actual? George Steiner piensa que, mediante la música, las artes y las ciencias exactas puede llegar a una sintaxis común. Un ámbito donde los modos y los medios de comunicación posibiliten un mundo más humano y vivible, un espacio donde se transfigure una nueva Gramática de la vida.

Así que, por la prevalencia de la imagen gráfica en movimiento, las redes sociales, “ya no se puede decir la verdad desnuda”. Ionesco, Hofmannsthal, Bühl, Kraus, Beckett, pensaban que la palabra en el espacio de la técnica, la economía dineral y la política, vive un rebajamiento fundamental. Que en el Canto del destierro Kurt Wolfskehl, “proclamaba que la palabra verdadera, la lengua del espíritu vivo, había muerto”. Y, Walter Benjamín, en De la lengua de los hombres en particular, a la lengua de los hombres en general, expresó: “Hemos caído en la charla maligna”. George Steiner en El castillo de Barba Azul, acotó que la animalidad política del siglo XX, la situación de pos-humanidades y sub-humanidades en la que nos encontrábamos, posibilitaron la “retirada de la palabra”.

Me pregunto, ¿qué se respira en la cultura occidental contemporánea? Una especie de malestar que invade los órganos del lenguaje y la consciencia individual, la convivencia nacional e internacional. Un malestar mundial que se percibe en la polarización de los Gobiernos y Estados. Supone pensar que la animalidad política del siglo XX y principios del XXI, no es indiferente a los recursos verbales, los medios y los modos de comunicación. Sino también a la situación interna de las naciones y la relación de los sujetos internacionales. De ahí que se desgarró la membrana lingüística del hombre, es decir, la comunicación como soporte para una discusión crítica de la vida, la política y la sociedad.

Preguntamos, ¿está la condición del lenguaje en tela de juicio? ¿está perdiendo la palabra algo de la energía viva del genio colectivo? ¿por qué el idioma no expresa la crisis general; lo precario y vulnerable del acto comunicativo? Porque la naturaleza social y convencional del habla, se está sustituyendo a marcha forzada por un código común de significaciones superficiales. Esto trae consigo la disolución del “Yo” concreto, una concepción diferente de la muerte y la esperanza, la amistad y el amor, la libertad y la confianza en sí mismo, la política y la sociedad.

Por eso los cambios no han de verse sólo en la superficie del Zeitgeist, del Espíritu del Tiempo; también en los contenidos espirituales del poder estático, en la estructura sustancial. De ahí su incidencia en la naturaleza del ser. Porque en el fondo de la retórica política, del confort técnico, la imagen “pictórica” en movimiento, fluyen las corrientes ontológicas y epistemológicas del mundo contemporáneo. En ello hay la necesidad que el hombre salga de las esferas de las abstracciones, las funciones, los sistemas, el consumo o, las divisiones del trabajo.

En esta época abstracta, ya se vislumbran rasgos alquímicos y luminosos, que nos ponen en relación con la Totalidad, con lo Absoluto, y en ello hay un profundo sentimiento de dicha y tranquilidad.

Desde el umbral del lenguaje, la dynamis histórico-cultural de la civilización occidental reciente, se percibe como inflexiones sintácticas, de las categorías léxico-gramaticales, la semántica y el vocabulario. Giros y cortes lingüísticos que truncan el continuo de la historia. El movimiento del espíritu hace que, no sólo la historia sea el motor de la acción política, social o científica, sino también de los “actos de habla”. Entendidos como actos comunicativos y políticos.

El lenguaje entonces contiene la esperanza razonable, que casi siempre está sometida a la tirantez de la vida cotidiana. Steiner nos recuerda que la esperanza y el temor son supremas ficciones potenciadas por la sintaxis. Es tan inseparable la una de la otra como lo son de la gramática. Es precisamente el status de la gramática lo que hoy resulta problemático. En todo nivel, excepto en lo trivial o momentáneo, la esperanza es una inferencia trascendental.

En esta época de alto calibre material el hierro está al rojo vivo, presto para penetrar los lugares más íntimos del ser humano y crear grandes lenguas de fuego, que arrasen con todo lo que encuentren a su paso. No es anómalo que al hombre de hoy lo embarga una especie de zozobra e inseguridad, ante los tiempos nublados que vivimos. Tiempos cargados de energías poderosas y destructoras, prestas a arrasar los movimientos sociales o políticos, éticos o culturales, que confronten a las potencias de los “cuadros de mando” y, a los “Poderes Mundiales Tecnológicos y Políticos.

En el siglo XX y, ahora a principios del XXI, la actitud razonable de la esperanza en su versión laica, no responde a las necesidades humanas. El mesianismo marxista en el que millones de hombres creyeron, no estuvo a la altura para responder a los requerimientos psicológicos, de justicia y razón del hombre occidental. Pero tampoco, el capitalismo industrial-financiero del nacionalsocialismo, porque encarnó las vísceras del Demonio. Además, el humanismo burgués o cristiano no estuvo a la altura para contener lo que Steiner llamó la Shoah: el viento oscuro de la muerte; o el agotamiento de los recursos de la esperanza: el eclipse de lo mesiánico.

Esta inflexión en la vida de los seres humanos, se configuró como logos del artificio. Ese proceder técnicamente hacia delante encuentra su figura en el Progreso. Esto pone de relieve a la Cultura del artificio y con ella, unos medios y modos de comunicación, que inciden en la naturaleza del Ser y el Existir. Por lo que respecta al lenguaje, el quebrantamiento de la palabra y la existencia en el siglo XX, es esencialmente ontológica y epistemológica. Los filósofos de origen judío –como Walter Benjamín, Hermann Cohen, Gershom Scholem, Martin Buber, Hannah Arendt, Emmanuel Lévinas, entre otros-, proponen no sólo pensar el alcance de la razón, sino de re-pensar todas las categorías de la razón, a la luz de lo que acaeció y del mesianismo.

Por tanto, “los cambios que afectan hoy a la experiencia de la comunicación, de la información, del conocimiento, de la génesis del sentido y de la forma”, se perciben preferentemente desde la gramatología. Porque el lenguaje posibilita el análisis de las palabras y del pensamiento, la crítica del mundo y de la realidad. Esto posibilita ahondar y precisar la condición humana. De ahí que el problema vital e histórico del ser humano, se convierta en gramatical. Por eso comprenderlo en su acepción más profunda significa percibir la Gramática de la transmutación.

En este umbral se devela el sentido oculto del problema. Comprender que los giros léxico-gramaticales, los fonemas, los morfemas, los verbos, los adverbios, los adjetivos, etc.; no son inalterables en el tiempo y el espacio. Son átomos del lenguaje, los conductos que comunican el sentimiento, de conformidad con los máximos valores morales e intelectuales de la persona humana. Posibilitan, entre otros, que aun en medio de la desgracia y el dolor, la humillación y el odio, la vida tenga sentido y valor trascendente, divino o laico.

Una época como la nuestra incapaz de reaccionar intelectual o moralmente ante la banalidad de la Civilización del espectáculo –su frivolidad y esnobismo-, permite que el tejido que la constituye se diluya en las redes del artificio.                                                                                                                                                                 

A su vez, uno de los medios adecuados para comprender y conocer el enigma de la existencia, se encuentra en las letras, el arte, la teología, la filosofía y las humanidades en general. Esferas que posibilitan que la ética, la estética y el espíritu de la libertad, dignifiquen a la persona humana. O, en otras palabras, que el espíritu latente de paso a la exaltación de la nobleza o, a la virtud de la vida. Son umbrales donde el ser humano se vivencia a sí mismo y logra alcanzar la jerarquía de persona.

En un tipo de investigación como ésta, se trata que las humanidades o las esferas del espíritu, posibiliten las herramientas necesarias para estar a la altura de las circunstancias históricas, los requerimientos psicológicos y morales de la actualidad. Para poder reaccionar a los mínimos requerimientos de la condición humana, se necesita develar el estado de postración espiritual y sensitiva del hombre contemporáneo. Son las esferas del espíritu, las potencias de la razón y la sensibilidad, las herramientas adecuadas para disipar el lastre de la consciencia individual, la degradación moral y política de nuestras sociedades.

Posibilitan que los seres humanos seamos conscientes de la importancia de la palabra; cómo el vientre donde germina el deseo de ser mejor. Una tendencia que trasciende los límites de la norma, la ley, las costumbres y los usos de la sociedad y, se convierte en fenómeno enteramente estético. Así pues, la literatura es crítica de la sociedad, la refleja y la transforma. Por tanto, la disolución de las normas civilizadas, más que una actitud moral fue un fenómeno estético. De ahí que Harold Bloom dijo: “Somos parte de un mundo grotescamente impresionante”.

Ahora, ¿por qué en esta alta civilización técnica, de masas y de cultura de masas, se perdió el buen sentido del gusto? Mejor, ¿por qué la apreciación estética de la existencia y la realidad, se reemplazó por lo inmediato del aquí-ahora? ¿está acaso el hombre contemporáneo sumergido en una atmósfera de degradación moral y estética? ¿se debe a que los máximos valores morales e intelectuales no responden ya al ideal de humanidad, a la búsqueda de lo bueno y lo bello como pensó Platón?

Un sentimiento de gratitud y de exaltación me compele a considerar, que la “infelicidad banal y la alegría trágica de la vida”, no estén a la altura de la consciencia de la vida cotidiana. Como si estuviéramos investidos por esa ola y por momentos sumergidos en los ritmos de esas energías tan sutiles y persistentes, que desgarran el interior del hombre. Y muestran que estamos en medio de una atmósfera putrefacta y pestilente, que manifiesta un “cierto agotamiento de los recursos verbales de la cultura y de la política de masas”.

Un cansancio que se concatena con la disolución de los valores compartidos y las referencias colectivas; y con cierto despilfarro de la energía vital. De ahí los altos ideales que han compartido los hombres a través de la historia, son ya cosa del pasado; y en su lugar se percibe cierta extenuación de la Gramática de la existencia individual. Así que, por la fragilidad y el vacío del Espíritu de la Época, prestos corremos a refugiarnos en paraísos artificiales: la droga, el alcohol, el sexo, el consumo, el dinero, el lujo, el poder, la violencia, etc. Y olvidamos que el verdadero sentido de la existencia está en el interior de todos y cada uno de nosotros. En esos fragmentos de Absoluto, que nos levantan del hoyo profundo y oscuro de la desesperanza o, el sufrimiento.

En el mundo actual el ser humano ha de prepararse para responder a los requerimientos de la existencia. Prepararse para revitalizar los valores morales e intelectuales, y poder asumir el peso de la existencia individual. Prepararse pedagógica y gramaticalmente como imperativos de los espíritus sensibles y libres. Si permitimos que la vida se convierta en torrentes de desaciertos y despropósitos, el mundo y la realidad se configurarán como el escenario donde las fuerzas atávicas (mítico-rituales) y, los despropósitos del poder, se apropien de la existencia de los seres humanos. Y olvidemos la sentencia de Wittgenstein: “La vida es demasiado seria”.

Ya que el umbral donde se restaura la abnegación, el respeto, la dignidad, el amor, la rectitud o la paciencia, no es otro, que el interior de las personas. En este orden, se convierte en “deber ser” formar pedagógica y culturalmente a las nuevas generaciones, para que sean “capaz de acoger la sugerencia que debemos soportar tanto el haber nacido como el que tenernos que morir; es decir, de madurar” -al decir de Harold Bloom.

En el mundo actual, es imprescindible formar para la vida y la muerte, la guerra y la paz, los triunfos y las derrotas, la felicidad y los infortunios; y, así de esa manera, elevarnos sobre nuestras propias inmundicias y posibilitar el encuentro con lo que Dickenson llamó: “Lo sublime precario”.