miércoles, 24 de abril de 2024

El quebrantamiento de las instituciones democráticas y los valores actuales


 

“Para el mundo lo importante es la estabilidad, la durabilidad, la artificiosidad e intersubjetividad”

                                                                       Hannah Arendt

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

En la vida del ser humano existen Canónes de imaginación, de experiencia y de conocimientos que posibilitan representarnos la sociedad y el mundo donde vivimos. Que se relacionan con la memoria, el recuerdo, y traen a la actualidad los escombros del pasado materiales y humanos. Eso, que la ciencia social llama historia o, filosofía de la historia. De ahí que el poder, el poder autoritario, nacional-populista se interese por la memoria y la rememoración, porque luchar contra el poder es luchar por la vivacidad de la memoria. Por eso la vida se vuelca al pasado para entender el presente y poder proyectarse al futuro. Pero es en el lenguaje donde las vidas truncadas y los escombros humanos recobran vitalidad. De ahí que la memoria se convierte en el faro que alumbra en medio de la fugacidad oscura del presente.

Cuando los Canónes de imaginación no representan fielmente la realidad, la imagen que se tiene de ella se presenta tergiversada y un velo oculta la verdad de ésta. Porque entre los instrumentos cognitivos y el cuerpo de la sociedad se interponen distractores: medios de comunicación de masas, redes sociales, Plataformas Digitales, la publicidad, el mundo dineral, la competencia en todos los órdenes de la existencia y de las relaciones sociales, las relaciones de poder, las fuerzas del saber o, de la información llana y vacía. Pero también existen signos, símbolos, normas, mitos, imágenes, que en cuanto lenguajes posibilitan que el hombre estructure la consciencia y el mundo donde vive. De ahí que el lenguaje se constituya en el lugar donde interpretamos, vivenciamos, juzgamos, el mundo y su realidad.

En las sociedades actuales donde prevalece la Cultura de lo efímero, la velocidad y el maquinismo, de suma importancia es, el espíritu despierto y atento, para desvelar no solo los distractores sino también lo que ocultan tras de sí: relaciones de dominio, de coacción, de saber o de poder. Por eso es necesario que la capacidad de análisis, de crítica y juicio, posibiliten develar su verdadero rostro. Ahora bien, sí los instrumentos especulativos y cognitivos, no posibilitan representarnos a la sociedad, no cumplen la función que les corresponde. Presentan una imagen distorsionada, enajenada, del mundo y su realidad. Porque desde el umbral político, las personas que componen el cuerpo social no se ven representadas en el Estado o, las instituciones públicas o privadas.

De ahí que las democracias representativas y el Estado democrático Social de Derecho, muestren síntomas de debilidad y cansancio ante el Gran Poder. Porque la insatisfacción de las necesidades sociales, económicas, educativas, tecnológicas y culturales, ha creado indiferencia y hastío ante los partidos tradicionales, las instituciones y sus representantes. Y, esto posibilitó un espacio político y social, que ha dado cabida a los partidos populistas, nacionalistas y autoritarios. Que se presentan como los Mesías de las sociedades con propuestas racistas, xenófobas, excluyentes, con los opositores políticos, los extranjeros y las minorías blancas empobrecidas. Como Trump en Estados Unidos, Milei en Argentina, Orbán en Hungría, Meloni en Italia, Ortega en Nicaragua, Bukele en el Salvador, Maduro en Venezuela, etc. Han deteriorado las instituciones democráticas y el Estado de Derecho y han negado la libertad. Y esto es sumamente grave para las sociedades actuales.

Así, cuando esto sucede la sociedad política, económica y cultural, no responde a las verdaderas necesidades materiales, morales y espirituales de los ciudadanos. Entonces, irrumpe el caos, la violencia, el odio, la mentira, la intolerancia, la amoralidad y la corrupción. Cuando los Canónes de la imaginación, de la cognición y de la cultura se quebrantan, se deteriora el cuerpo social. Y, a la vez, la estructura interior de la individualidad sufre una fractura fundamental. Que en términos ontológicos afecta la coherencia interior del Ser y el Existir. Este problema se constituye en problema lingüístico y político, porque la naturaleza del Ser, del “animal phonata”: es enteramente lingüística. El lenguaje que estructura la experiencia, la realidad y la cognición, no es ajeno a la política.

Se trata de percibir cómo las formas y los modos de cultura, estructuran la experiencia según los umbrales de percepción y los hábitos cognitivos. Porque gracias al saber intuitivo de la experiencia se desvela el tejido vivo de la existencia. En ámbitos como este la libertad recobra un vigor especial, porque posibilita la reflexión, la crítica y la creación. Para Nietzsche la libertad es un modo de vida que presupone generaciones enteras orientadas a la voluntad de creación. No es una cualidad fruto del azar o del destino; ésta es la condición esencial del espíritu libre. Por eso simboliza una desviación respecto al espíritu decadente; no obstante, es la fuerza creadora que constituye al superhombre.

Hoy la hostilidad hacia el conocimiento y lo académico parece estar en auge. Existe una revuelta mundial hacia lo académico, el conocimiento y la cultura; y, esto da paso a la mediocridad y a la ignorancia. El auge de la extrema derecha en Europa, en Estados Unidos y Latinoamérica lo confirman. Los líderes de la extrema derecha o de la izquierda, utilizan epítetos que tienen que ver con el nacionalismo, la cultura, el trabajo, la justicia social, la lengua, los mitos primitivos y religiosos. Para así de esa manera, crear una ola de rechazo y persecución a lo diferente, al negro, al blanco empobrecido, a los excluidos del Sistema (lumpen, alcohólicos, drogadictos, prostitutas, ladrones, desempleados, etc.), también a los gitanos, los judíos, los indígenas, los mulatos, tal como hizo Hitler y Stalin en la primera mitad del siglo XX. Y, esto es sumamente grave para la convivencia social, la paz, la libertad, el respeto a los Derechos Humanos y al Estado democrático Social de Derecho.

Se trata de percibir que los Cánones de imaginación, de cognición y de cultura, que estructuraron la civilización contemporánea, viven inflexiones donde las tecnologías de la información, la Inteligencia Artificial, las redes sociales, las imágenes y el lenguaje digital, están transformando la naturaleza humana. Vivimos mutaciones imperceptibles en el lenguaje natural, la imaginación, la percepción de la realidad, la relación del hombre con el entorno y el pensamiento. Y esto en vez de fortalecer la democracia, las instituciones políticas o sociales, las debilita y crea en las sociedades sensaciones de incertidumbre, ignorancia, dejadez hacia los asuntos públicos, que se rebelan contra lo político, lo académico, lo intelectual y el conocimiento. Entonces en vez de fortalecer los lazos sociales, políticos, culturales del cuerpo social, los diluye y da paso a otras formas de convivencia, que degradan el tejido vivo de la existencia.

En un mundo gobernado por la falacia, la paranoia, el odio, el miedo, la fuerza, la violencia y la guerra, es necesario que el conocimiento y la verdad recuperen su status. Porque es sumamente importante para la democracia, la libertad, los derechos humanos, económicos y políticos, la búsqueda de la igualdad y la justicia social. Sí esto no se fortalece en la actualidad, se da paso a fracturas sociales, al odio, al resentimiento, o los movimientos nacionalistas, xenófobos, racistas y antisemitas; que son sumamente peligrosos para la estabilidad y el desarrollo de la civilización occidental y la cultura de la convivencia, la tolerancia y la paz.

Ahora, con el auge de la extrema derecha, el nacionalismo y el populismo, en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, observamos la pérdida de autoridad de la cultura, del conocimiento y la libertad, el auge del resentimiento, el odio, lo primitivo, los extremos, sino también la falta de sentido de la pluralidad, la dignidad humana, ante lo fuerte, lo excluyente y bárbaro, de la radicalización de la derecha y la extrema derecha. Ese odio y horror que se expresó en la década de 1920 y 1930 en Alemania, contra el judío y las minorías étnicas. Que posibilitaron el nazismo y el fascismo en Alemania e Italia. Ese autoritarismo se presenta con sus máscaras propias en la actualidad, es importante fortalecer el Estado de Derecho y las instituciones democráticas, que integren a la sociedad y a cada individuo en relación a los valores que posibiliten un mundo más vivible, más humano, más libre y democrático.

En este orden, el dolor, el miedo y la libertad, son principios fundamentales en la economía de la vida moderna. Se concatenan con el mundo técnico y la nueva naturaleza del poder. La crueldad es algo presente en el fondo de las cosas; y no es indiferente al ejercicio del poder. La crueldad que se vive en la Gran ciudad, en los campos de batalla, se convierte en una especie de gas de los pantanos que embriaga y controla la vida cotidiana. Con la rapidez como suceden las cosas y la indiferencia psicológica con que se nos presentan, casi nunca nos detenemos a pensar en ellas. Como en sueños y en virtud de un mágico poder, los habitantes de la Gran ciudad, de los pueblos y las aledas, son arrastrados y dominados por la fuerza del dolor, el miedo y la indiferencia hacia el Otro. La atmósfera que se respira es embriagadora, paraliza los sentidos, la imaginación y el pensamiento. Pertenecemos, entonces, al mundo de lo “necesario” –de los instrumentos técnicos, lo colectivo, lo típico y el lugar común. Y sentimos al mismo tiempo, cómo decrecen las fuerzas que nos permiten afrontar los avatares de la existencia, dominarlos y conducirlos como caballos por las sabanas.

Habitamos un mundo de desconfianza, de inseguridad, de violencia y de injusticias, donde los Cánones de imaginación, de conocimiento y de cultura, seden su espacio a “unas maquinaciones malvadas que están produciendo en nosotros una descomposición tanto en nuestros recursos económicos, espirituales y morales, como también raciales”. Hemos tomado consciencia que el miedo, la fragilidad y el sufrimiento son parte de la naturaleza humana. Ese sentimiento evoca no sólo un estado de inculpación general, sino también de degradación de la condición humana.

Sí los principios generales se degradan, es porque ya no responden a las necesidades humanas. Parece que la percepción que tenemos del mundo, no les atañe a los ideales de los seres humanos. Esto crea una especie de disyunción entre el sentido de realidad y la imaginación creadora. De ahí que los instrumentos técnicos y la nueva voluntad de poder, representan la doble cara de Jano, el haz y el envés de las nuevas relaciones de saber y poder. El mundo técnico y el colectivo de ese mundo, sirven como distractores de las apetencias y las esperanzas de la sociedad. En momentos de rebelión –de alteración del orden público, de una revuelta o, de guerra– son tan eficaces que su utilización pasa desapercibida. Estas relaciones de fuerza cumplen la función que les corresponde, según las necesidades del mecanismo y la economía del poder.

De ahí que los problemas sociales, de orden público y de seguridad, “como tales proporcionan únicamente molestias. Por ahora, más bien que ser planteados, son liquidados con rapidez, liquidados en estado embrionario, por así decirlo: es una consecuencia de la aceleración. Están multiplicándose los sectores en que los problemas son resueltos por las máquinas”. (Jünger). En la actualidad “lo que hay son centros de gravedad y hombres poderosos en los que se concentra y gasta la energía. La primacía la tiene un elevado nivel de conocimiento, anónimo y desconsiderado, que vencerá las resistencias políticas, sociales y militares, allí donde tropiece con ellas”. (Jünger).

Somos parte de tiempos insólitos y sobrecogedores donde la amenaza del dolor, del miedo, de la inseguridad, la violencia, el hambre, la guerra, se tornan significativamente más visibles. Cuando borran de la faz de la tierra miles de vidas inocentes (ancianos, niños, jóvenes y adultos), sentimos que ningún grado de inteligencia, valor, experiencia ni virtud o coraje, es capaz de librarnos de la fatalidad. Somos entonces una civilización amedrentada y amenazada, y algunas veces nos sentimos incapaces de contener la amenaza y la agresión, y, entonces, nos invade la nostalgia, o la duda de la validez de nuestros valores.

Por eso en esta alta civilización técnica y de política de masas, aun en medio de la crisis financiera atroz de los últimos tiempos, del ataque a las instituciones democráticas y a la libertad, del paro y el hambre de millones de seres humanos, la discriminación y la xenofobia, las diversas figuras del terrorismo internacional, la violencia y las guerras periféricas (Rusia-Ucrania, Israel-Palestina, etc.); el espíritu no debe inclinarse a una concepción catastrófica de la historia ni de la existencia individual. Porque esa visión de las cosas y de la vida niega el precepto divino:

Que el sentido de la existencia no es inmanente a la historia, sino trascendente a ella.

                                               Madrid-España a 24/04/2024

 

 

jueves, 11 de abril de 2024

 

                                       El humanismo de la cultura animi

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Hannah Arendt en el texto, Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, dijo: “Sabemos que el humanismo, como la cultura es de origen romano; además, el gusto es la capacidad política que humaniza de verdad la belleza y crea una cultura”. Se refiere al “sentido romano de humanitas, de la integridad de la persona como persona, porque en él se sacrifica el valor humano y la categoría personal, junto con la amistad, en aras de la primacía de una verdad absoluta”. Siguiendo la traza de Cicerón podemos ver la exaltación que hace Arendt del humanismo y del humanista.

Lo que dice Cicerón es que, para el verdadero humanista, ni las verdades de los científicos ni la verdad del filósofo ni la belleza del artista pueden ser absolutos; el humanista, porque no está especializado, ejercita una facultad de juicio y gusto que está más allá de las acciones que cada especialidad nos impone. Esta humanitas romana se aplicó a todos los hombres libres en todos los sentidos, para quienes el problema de la libertad, de no sentirse coaccionado, era decisivo, incluso en la filosofía, las ciencias y las artes. (Arendt).

Un hombre libre para Cicerón era no estar coaccionado en su asociación con los hombres y los objetos, ni por la verdad ni por la belleza.

El gusto de una mente de verdad cultivada –cultura animi- que se puede confiar en ella para que se ocupe y cuide las cosas que pueblan el mundo cuyo criterio básico es la belleza. Este humanismo es el resultado de “la cultura animi, de una actitud que sabe cuidar, conservar y admirar las cosas del mundo”. Una mente cultivada se preocupa no sólo de las cosas, sino también de los seres que lo rodean y, en especial, de los demás seres humanos. Por eso el humanista se preocupa por la verdad y la belleza; pero no por lo absoluto que se desea imponer a través de ellas.

He aquí un punto de contradicción entre una mente que todo lo convierte en “valor” de cambio y una que trata de ocuparse y cuidar el mundo natural y el mundo hecho por el hombre.

El humanista asume la tarea de arbitrar y mediar entre las actividades políticas y las de pura elaboración. Porque en él no prevalece el ejercicio del poder y la función o, la utilidad, sino el dialogo, el consenso, el acuerdo y la cualificación de la vida personal, que eleva en libertad a la esencia del ser y el existir. Le interesa la cultura, el cuidado de las cosas del mundo, las cosas bellas que hacen más soportable los avatares de la existencia; así que le importa la amistad, la fraternidad, la ternura que comparte con los otros seres humanos, el pensar y la búsqueda de un mundo más humano, libre y solidario.

Es de admirar que Arendt, en una civilización de alto desarrollo científico y técnico, de alto capitalismo industrial y financiero, políticas de bloques, nacionalistas o populistas, nos oriente a preocuparnos por la libertad y el humanismo. Y diga siguiendo las ideas de Cicerón: “como humanistas podemos elevarnos por encima de esos conflictos entre el hombre de Estado y el artista, podemos elevarnos en libertad por encima de las especialidades que todos debemos conocer y buscar. Podemos estar por encima de toda clase de especializaciones y de filisteísmo siempre que aprendamos a ejercer nuestro gusto con libertad”. (Arendt)

La libertad para ella no es un don divino ni natural del hombre, sino que se adquiere en las relaciones que establecemos con los demás seres humanos, con los que vivimos en comunidad y hacemos del mundo algo común. El problema está en que el hombre entregue su libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual y, cuando falten estas, quede desvalido. El humanista se propone llevar adelante una lucha, una lucha que para algunos no tiene valor. El humanista posee una relación originaria con la libertad, con el tejido del cuerpo social; de ahí que se opone a todo automatismo, al autoritarismo, al absolutismo político, económico, social, cultural y, a las especialidades que niegan el libre conocer y buscar.

Si contemplamos la libertad no dejará de hacerse evidente el papel desempeñado por el humanista entre el hombre de Estado y el artista, sino también en sus pensamientos y la apreciación estética de la existencia y del mundo. La realidad de estos años que estamos atravesando hacen del humanista algo esencial para confrontar todo “tipo” de coacciones, violencias y determinismos que atenten contra la libertad. Así, elevarse en libertad sobre el maquinismo, el automatismo, el mundo comunicado en Red y el Gran Poder, significa reservarse la decisión propia y que el gusto por el mundo y las cosas que lo pueblan, nos ayuden a precisar nuestra condición estética y ética.

 El lugar de la libertad es diferente al del totalitarismo, el autoritarismo o, el dogmatismo, porque ayuda al ser humano a encontrarse consigo mismo y trascender los muros de contención del Gran Poder.

El humanista que cree en el hombre y la libertad que le es propia, emprende la tarea de encontrarle sentido a unos acontecimientos históricos, políticos, sociales, culturales, que dejan a la vera del camino sufrimientos, odios, dolores, miedos, muertes y, se convierten en piedra de escándalo. El hecho de que el hombre de hoy, el hombre masa renuncie en amplia medida a la libertad, no significa que el hombre de –cultura animi- que cultiva la mente y el espíritu, también lo haga.

Como expresó Ernst Jünger: “De ahí que hagamos bien en no perder de vista lo necesario si no queremos entregarnos a meras ilusiones. La libertad viene a la vez que lo necesario y la nueva estructura del mundo no hará acto de presencia hasta que la libertad no entre en relación con lo necesario. La Libertad, en cambio, aunque siempre se encubra con los ropajes propios de cada tiempo, es inmortal”.

En la actualidad donde prevalece el materialismo, el utilitarismo, el “valor”, el dinero, el poder, la ciencia y la técnica, sobre el humanismo, las esferas del espíritu y la sabiduría. El humanismo expresión de los saberes inútiles enseña que el “gusto es la capacidad política que humaniza de verdad la belleza y crea una cultura”.

Abraham Flexner el famoso pedagogo estadounidense, a mediados del siglo XX dijo:

“¿No es curioso que en un mundo saturado de odios irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombres y mujeres –viejos y jóvenes- se alejen de la vida cotidiana para entregarse al cultivo de la belleza, a la extensión del conocimiento, a la cura de las enfermedades, al alivio de los que sufren, como si los fanáticos no se dedicaran al mismo tiempo a difundir dolor, fealdad y sufrimiento? El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde un punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque con ella obtienen mayor satisfacción de la que puede conseguir de otro modo. Mi pretensión en este artículo es ocuparme del problema de hasta qué punto la búsqueda de esas satisfacciones inútiles se revela inesperadamente como la fuente de la que deriva una utilidad insospechada”.

En cambio, Martín Heidegger ve el humanismo desde otra perspectiva; en respuesta al filósofo francés Jean Beaufret, que le formula la pregunta: ¿comment redonner un sens au mot, Humanismo? Se traduce: ¿cómo se le puede dar un nuevo sentido a la palabra, Humanismo? Para él existen dos umbrales: el Humanismo ha perdido su sentido y, es importante volver a dárselo. En Carta afirma decisivamente lo primero, pero no ve la necesidad de lo segundo. Piensa que la pérdida del sentido del Humanismo está ya en su naturaleza.

Que el Humanismo está ubicado en la metafísica de la subjetividad, característica de la Edad Moderna y, es una realidad en la actualidad. Ahora, ¿qué distingue a la metafísica de la subjetividad? El olvido del ser por el predominio del sujeto desde donde se proyecta el ser del ente. Por eso darle un nuevo sentido al Humanismo significa verlo desde la esencia del ser, del hombre y del lenguaje; y no desde la percepción del hombre como ser racional o biológico.

En Heidegger y el Humanismo, (1990), José Luis Molinuevo expresa: Heidegger parece centrar la consideración humanista del hombre en torno a su “dignidad”, lo que le permitiría seguir una continuidad en la Ilustración y el Romanticismo. Y repite que su rechazo del Humanismo no quiere significar que vaya contra ella, o que en su propio pensamiento no pueda alcanzar la “humanitas” la verdadera dignidad. (REVISTA ISEGORÍA/1 (1990).

Preguntamos, ¿cuál es el cometido de la humanitas? El deseo de Heidegger es pensar y cuidar que el hombre sea humano, esto significa Humanismo; y no inhumano, porque sería estar fuera de su esencia. El humanismo sería la manifestación de la esencia de la humanidad. Desde la esfera del pensar, ¿cómo se transforma el “homo”, en “humanus”? Cuando se tiene presente la palabra esencia, esto es, cuando se habla del ser. Es el ser el que posibilita al hombre la cualificación de humano. Por eso el hombre se refiere al ser, en tanto que, ser humano. La esencia del hombre deviene en la revelación del ser al hombre. De lo contrario, el hombre sería un ente entre los entes. Sería una cosa entre las cosas sino se reconoce la diferencia en el ser. Lo que le permite al hombre alcanzar su esencia es el ser y no el ente entre los entes.

Heidegger dice:

“Humanismo es el esfuerzo para que el hombre sea libre para su humanidad y encuentre en ello su dignidad”. 

Así que, en Carta sobre el “Humanismo”, la palabra humanismo se reflexiona desde una multiplicidad de puntos de vista, entre otros, la temática del ser. Sobre el ser funda la esencia del hombre y sobre ésta define al humanismo. Pensar la esencia del obrar en el despliegue del ser, es decir, en la plenitud de su esencia. Define al ser como lo que es. Establece que a través del pensamiento se produce la relación del ser con el hombre y que en el pensar el ser viene al lenguaje. Y establece: el lenguaje es la casa del ser. Aquí instaura la relación del ser, el pensar, el lenguaje y el hombre.

                 Y dice:

Por eso el lenguaje es a un tiempo la casa del ser y la morada de la esencia del hombre”.  

Heidegger advierte: hombre no es un ser viviente que junto con otras facultades posee también el lenguaje. Más bien, es el lenguaje la casa del ser en la que el hombre sigue morando, existe en cuanto guardando esta verdad, pertenece a la verdad del ser. Este llamado a ser el hombre el “pastor del ser” es precisamente lo humano y de ahí deriva el nombre de humanismo. Se trata de la renovación de la palabra humanismo.

Heidegger ha recibido muchas críticas sobre la Carta, que su concepción del humanismo es in-humana; que es irracional; que niega los valores; que niega la trascendencia; que es atea; que es nihilista. Él vuelve a definir desde su punto de vista el sentido de lo humano; la verdad del ser; de los valores; del ser-en-el-mundo; de la frase de Nietzsche: “Dios ha muerto” y, su concepto de la nada. En este orden de ideas, “se está tan lleno de lógica que todo lo repugnante a lo habitual, al opinar, se calcula como contrario, reprobable”.

Heidegger reflexiona, el pensar conduce la existencia histórica, es decir, a la humanitas del homo humanus, al reino de la aurora de la gracia. Con la gracia revela la iluminación de lo malo. Así mismo, reflexiona sobre la ira, el no y el anonadamiento. Y al final del texto piensa: ¿queda por preguntar si, ciertamente, todo sí y no, no son ya existentes en la verdad del ser, puesto que el pensar pertenece a la existencia? Una proposición: el ser viene iluminándose, al lenguaje. Él está siempre en camino hacia el lenguaje. Trae al lenguaje en su decir, al pensar existente de su ser. El lenguaje mismo es elevado a la iluminación del ser. En esta proposición observamos que, el ser deviene iluminándose al lenguaje; siempre camina hacia él. El ser trae en su decir al lenguaje y al pensar existente de su ser. Así, el lenguaje se eleva a la iluminación del ser.

En este caso, volviendo a Arendt:

¿Qué pensaban los romanos que era una persona culta? La que sabe cómo elegir compañía entre los hombres, entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. (Arendt). Es necesario en la actualidad pensar y juzgar la crisis del Estado, de las instituciones, del poder, de los partidos políticos, de la condición humana, del ser y el existir, en su cultura.

                                     Madrid-España a 09/04/2024