Del liberalismo clásico a no demonizar al Estado Moderno
Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.
El texto <<El liberalismo y sus desencantados: Cómo defender
y salvaguardar nuestras democracias liberales>>. (Deusto). Donde
politólogo estadounidense Francis
Fukuyama desarrolla las bases de las democracias modernas. Sostiene, entre
otros, que los liberales clásicos tienen que superar la época neoliberal. Y
expresa que el liberalismo es hoy más necesario que nunca, porque Estados Unidos es más
diverso, como otras democracias liberales.
Entre los principios
fundamentales que definen al liberalismo en la actualidad tenemos:
En primer lugar, los liberales clásicos
tienen que admitir la necesidad de gobernar y superar la época neoliberal en la
que el Estado era demonizado como un enemigo inevitable del crecimiento
económico y la libertad individual. Por el contrario, para que una sociedad
liberal moderna funcione adecuadamente, tiene que haber un alto nivel de
confianza en el gobierno; no una confianza ciega, sino una confianza fruto del
reconocimiento de que el gobierno trabaja en pos de objetivos públicos
esenciales.
La cuestión urgente para los Estados liberales
no tiene que ver con el tamaño, sino con políticas que respondan a las
necesidades de las sociedades actuales. Dice Fukuyama: la cuestión es la
calidad de dicho gobierno. No hay forma de eludir la necesidad de un Estado
capaz, es decir, un gobierno que disponga de recursos humanos y materiales para
prestar los servicios necesarios a su población.
Así que, un Estado moderno tiene que
ser impersonal, lo
que significa que trata de relacionarse con los ciudadanos de manera equitativa
y uniforme, sin basarse en vínculos personales, políticos o familiares con los
que ejercen el poder. El Estado moderno tiene que afrontar políticas complejas,
como la macroeconómica y la sanitaria, la regulación del espectro
electromagnético, la previsión del tiempo, la Inteligencia Artificial. Y necesitan
profesionales, técnicos o tecnócratas formados con una gran vocación de
servicio público si quieren desempeñar bien su cometido.
Los Estados liberales han tenido mucho
éxito a la hora de generar crecimiento económico a largo plazo, pero el PIB no
puede considerarse la única medida del éxito. La distribución del beneficio y
el mantenimiento de los ingresos y de la igualdad de riqueza es importante por
razones económicas como políticas. Ahora, si la desigualdad se vuelve extrema,
la demanda agregada [cuyo resultado es igual al PIB] se estanca y aumenta el
rechazo político al sistema.
Tengamos presente que la idea de
redistribución de la riqueza o de los ingresos ha sido un sacrilegio para
muchos liberales, ante todo para los ortodoxos que desconfían del tamaño y la
función social del Estado. Por eso, los Estados modernos redistribuyen sus
recursos en mayor o menor grado, para alcanzar sociedades menos desiguales, más
justas y libertarias.
Dice que uno de los principios liberales
fundamentales es la necesidad de proteger la libertad de expresión,
determinando adecuadamente sus límites. En la actualidad la libertad de
expresión se ve amenazada por los gobiernos. (Fukuyama). En nombre de la
sanidad pública, del enemigo exterior o interior, se violan los derechos de los
individuos y se busca la uniformidad, el incremento de la vigilancia masiva, la
parálisis del pensamiento y la coacción del discurso. Fukuyama expresa que la
libertad también puede verse amenazada por el poder particular, en la forma de compañías
de comunicaciones y plataformas de internet que amplifican artificialmente unas
voces por encima de otras. En otras palabras, la manipulación del discurso o,
de la información, ocultan intereses económicos, políticos, sociales,
culturales, que permiten el dominio y la coacción de las sociedades modernas.
Piensa que la respuesta por parte del
Estado al monopolio de las empresas y compañías transnacionales de
comunicación, Plataformas Digitales e Internet, debe ser regulada con la
participación de la sociedad en las tomas de decisiones. De la misma forma, la
necesidad de prevenir la acumulación del poder privado, mediante leyes
antimonopolios y reguladoras de la competencia.
En este orden, las sociedades liberales
tienen que respetar un ámbito de privacidad que rodea a todo individuo. La
privacidad constituye una condición necesaria para el debate democrático.
(Fukuyama). En la actualidad se está viendo que el ámbito de lo público está
reemplazando al privado.
La privacidad es una consecuencia del
principio liberal de la tolerancia. De conformidad con la diversidad de una
sociedad, los ciudadanos no están obligados a mantener un pensamiento uniforme.
El Estado llega hasta el extremo <<de regular no sólo la conducta sexual
de los jóvenes, sino incluso la propia concepción de la sexualidad.
Para Fukuyama otro principio liberal
hace referencia a la constante primacía de los derechos individuales sobre los
de los grupos culturales. Ahora bien, ¿hasta qué punto el individualismo es un
fenómeno históricamente contingente y, a menudo, contrario a las inclinaciones
y facultades humanas del comportamiento social?
Cree que existen diversas razones por
las cuales nuestras instituciones tienen que centrarse en los derechos
individuales en lugar de hacerlo en los de los grupos. Y expresa que las
personas no están nunca plenamente definidas por la pertenencia a un grupo, y
continúan ejerciendo su voluntad individual.
El individualismo no es una
característica cultural fija de la cultura occidental, tal como alegan ciertas
versiones de la teoría crítica. Es consecuencia de la modernización socioeconómica
que tiene lugar de manera gradual en diferentes sociedades. Las personas nunca
están plenamente definidas por la pertenencia a un grupo, ejercen su voluntad.
(Fukuyama). O, en otros términos, a un colectivo, una lengua, un territorio,
una etnia, una religión, que se utilizan en la actualidad como principios
atávicos y políticos del populismo o el neonacionalismo, es decir, de la nueva
derecha occidental.
Un último principio liberal tiene que
ver con el reconocimiento de que la autonomía humana no es ilimitada. Las
sociedades liberales asumen la igualdad de la dignidad humana, una dignidad
enraizada en la capacidad del individuo para tomar decisiones. Por esa razón,
se comprometen a proteger esa autonomía como un derecho fundamental. Sin
embargo, el respeto por la autonomía pretendía gestionar y moderar la
competencia de creencias profundamente arraigadas y no desplazar dichas
creencias en su totalidad.
Así que, no todos los seres humanos
creen que maximizando la autonomía personal es lo más importante de la vida, ni
alterar la autoridad sea algo necesariamente bueno. En el campo del dogma
religioso a muchas personas les parece bien limitar su libertad de elección al
aceptar marcos religiosos y morales que las conectan con otras personas, o
vivir según tradiciones culturales heredadas. Así que, en los Estados Unidos la
primera enmienda tiene por objeto proteger el libre ejercicio de la religión y
no proteger a los ciudadanos de la religión. Tener presente expresa Fukuyama
que las sociedades liberales consolidadas tienen su propia cultura y concepción
de la vida buena, aunque sean más reducidas que en sociedades unidas por la
religión o lazos culturales atávicos.
Que en las sociedades diversificadas sus
valores han de responder a las necesidades económicas, políticas, sociales y
culturales de quienes hacen parte de ella. Por eso, las economías de mercado
modernas dependen de la flexibilidad, de la movilidad laboral y de la
innovación.
En este orden, las sociedades liberales
tienen que dar prioridad a la solidaridad, la tolerancia, la amplitud de miras
y la implicación activa en los asuntos públicos si quieren ser coherentes. Como
también a la innovación, la iniciativa y la asunción de riesgos si quieren
prosperar económicamente. Por tanto, una sociedad de individuos encerrados en
sí mismos, interesados únicamente en maximizar su consumo personal no será una
sociedad en absoluto. (Fukuyama).
He de anotar que en tiempos de
transición en la que los valores viejos no se han ido del todo y los nuevos no
se han asentado completamente y, el Estado de Derecho como las democracias
modernas, se encuentran asediadas y cuestionadas por enemigos internos como el
populismo, el autoritarismo y el neonacionalismo. El análisis de Fukuyama abre
umbrales de esperanza para comprender, analizar y criticar, el debate democrático
en la actualidad.
De ahí que el Estado democrático Social de Derecho y los sistemas políticos liberales se encuentren hoy día amenazados en
todo el mundo. Asistimos a un cuestionamiento de los principios fundamentales
de la democracia liberal, donde los derechos y libertades se encuentran
asediados por partidos populistas y neonacionalistas, basados en principios
atávicos, comunitarios, lingüísticos, culturales, de identidades, que no
responden a las necesidades del presente-actual.
Sino a intereses espurios y mezquinos en la Europa occidental,
España incluida, también funciona cada vez mejor el recurso político de
atribuir a las izquierdas, a las élites o a Bruselas la condición de “enemigas
de la patria” y de “fragmentadoras de la unidad nacional”. La evolución de la
democracia liberal hacia la autocracia es, por tanto, simple: se impone el
control gubernamental sobre la justicia, se nacionalizan o se entregan los
grandes medios de comunicación a una oligarquía fiel al presidente y se
demoniza a las ideologías rivales como “enemigas del pueblo”. Es el modelo
húngaro, y en menor medida el adoptado en Polonia y Eslovaquia. (Enric Gonzalez. El País de 11 Sep
2022).
Así, el ascenso al poder de líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro,
Viktor Orbán o Jarosław Kaczyński exaltan la vulneración de poderes, la
independencia judicial y el control de los medios de comunicación. Pregunto,
¿están las democracias liberales y el Estado de Derecho, acosados por el miedo?
¿Vivimos en una cultura del miedo? La nueva derecha de nacionalistas y
populistas agitan banderas contra la inmigración, la defensa de las
<<culturas nacionales>> o, la <<identidad nacional>>,
contra la multicultaridad, a favor del antisemitismo, el racismo, la xenofobia.
Y como consecuencia, las democracias liberales y el Estado de Derecho, seden espacios al autoritarismo en Europa y
todas las sociedades occidentales. Como expresaron los historiadores Julián
Casanova y José María Fradera: las autocracias avanzan y la derecha “ha vencido
ya”.
Madrid-España a 17/09/2022