miércoles, 23 de junio de 2021

FRAGMENTOS SOBRE EL LIBRO DEL GÉNESIS

 

 Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

El Libro del Génesis impregna la materia y la vida de lo trascendente y divino. Algo de eso se conserva en la actualidad, aunque su reflejo sea una débil copia. Se considera como el documento de un acercamiento incomparable. Que contiene fragmentos de textos primitivos trasmitido hasta nosotros como desde una Atlántida sumergida.

Imágenes de encuentros numinosos que se desprendieron como chispas de historias que todavía hoy nos dan que pensar. Diferenciaciones como las que se hacen entre el Árbol de Conocimiento y el Árbol de la Vida, es difícil que procedan del Sinaí; lo que sin duda procede de él, en cambio, es la serpiente de bronce y la zarza en llamas. (Jünger).

Así que, el fallo del ser humano se traspasa al mundo, a la Naturaleza, tal vez incluso al cosmos. La razón principal de eso está en el humano afán de novedades, en la curiosidad, que va seguida de petulancia. Desde la antigüedad el hombre quiere ser semejante a los dioses o a los titanes, y sólo es un pasajero del mundo que no sabe de dónde viene y para dónde va. En el frágil y diminuto cuerpo humano, el espíritu, el alma y la mente, se asoma lo primitivo y bárbaro del ser humano. Es necesario mirar la oscuridad del pasado, para entender la iluminación del presente. Ahora bien, se trata de leer en la vida y en las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella época, la vida y las formas de hoy –al decir de Benjamín.

De ahí el sisma del Paraíso todavía nos afecta en las diferentes esferas de la condición humana: la propia vida, la natalidad y la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra –nunca pueden <<explicar>> lo que somos o, responder a la pregunta de quiénes somos por la sencilla razón de que jamás nos condicionan absolutamente. (Arendt).

Esta trasmutación en el Paraíso afecta a las plantas, los animales y a los hombres. A eso podría responderse que lo que adquirió eficacia con la expulsión del Paraíso fue únicamente una función del diente, a saber, su función de arma. También es preciso tener en cuenta que tanto en la Naturaleza como en la técnica echan dientes órganos e instrumentos extremadamente diversos. (Jünger).

En el Jardín del Edén se contenían todos los desarrollos posibles, tanto si luego se efectuaron como si no. El catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una posibilidad salga a escena es preciso que se la acepte. La posibilidad de algo está contenida <<en si>>, <<de suyo>>, <<propiamente>>, en la naturaleza esencial de las cosas y de la vida. Así que, todo lo que respira bajo el cielo y las estrellas, continúa viviendo en el Paraíso. La lluvia, los terremotos, el sufrimiento, la violencia o el amor, están contenidos en la Naturaleza que les es propia. Sólo basta que rasquemos un poquito en la superficie, tal como hace Aladino con la lámpara, y, de inmediato, el mago se brinda generoso a lo que pidamos.

Así que, en el Árbol de la Vida estaba contenido el Árbol del Conocimiento y todas las formas posibles. Esto confirma la tesis wolfiana de que <<la existencia es un complemento de lo posible>>, podríamos sacar la conclusión de que también la vida tiene que ser aceptada. (Jünger).

Lo que sucede es que la existencia queda determinada, desterrada, a una de sus posibilidades. En la esfera social o política la posibilidad se reduce casi siempre al determinismo económico o del ejercicio del poder. Las posibilidades de que el ser humano desarrolle sus potencialidades, son limitadas. De ahí que se piense que el libre albedrío no existe, sino una red de determinismos que condicionan la existencia. La existencia de lo existente, es parte de una Red sutiles e imponderables determinaciones. Esto se observa en la familia, los pueblos, las instituciones o, el Estado.

Lo posible es lo ignoto, lo que viene al encuentro de los hombres desde lo atemporal, allende del tiempo. El ser humano en las horas de soledad corre el riesgo de tener un encuentro con lo luminoso y sagrado, el hombre aquí se enfrenta a un misterio profundo y divino. En los que le asaltan pensamientos que lo inducen a obrar.

La creación de una obra de arte, una partitura, una novela, un poema, contiene, si es buena, sus raíces en la eternidad, o, en otros términos, en la atemporalidad. Por eso, resiste aquende del tiempo-ahora, a la arena del desierto que cae en el reloj de arena, al tiempo mecánico que marcan las manecillas del reloj, o, al tiempo abstracto del presente-ahora. Existen lugares donde el ser humano siente que allí hubo un encuentro con lo numinoso o lo demoniaco. Entonces, es licito sospechar que hubo un extraordinario aflujo de fuerzas. (Jünger).

Aquende del muro del tiempo la creación queda degradada y pasa hacer procreación, generación. Es una rama que se separa del eros cósmico y produce seres mortales. Así, visiones cósmicas, mágicas, demoniacas, totémicas, heráldicas, fueron cambiando con el nivel del conocimiento, pero también se conservan en el tiempo recuerdos de la veneración de antaño y los terrores tempranos. (Jünger). De ahí que, la rememoración posibilite entender y comprender, lo que acontece en el presente-actual. En el Libro del Génesis están contenidas todas las historias, los mitos, las técnicas, los conocimientos, las experiencias y las lenguas, que han tomado Figura en la actualidad.

Es evidente que el Libro del Génesis se apoya en versiones más antiguas, trasmitidas por vía oral. En su texto está entretejida la heterogeneidad de aquellos animales y plantas con respectos a los actuales, pero también la heterogeneidad del ser humano. (Jünger).

Con el predominio de la cultura del artificio, del tiempo abstracto y los lenguajes digitales, en la actualidad. El ser humano está abocado a separase más y más, del logos numinoso y divino, que reinaba en el Jardín del Edén. Así, pues, la experiencia que mana de boca a oído, es, sustituida, por la que ofrecen los medios de comunicación, Internet, y, las plataformas digitales, esto produce en la naturaleza humana, una fractura fundamental. Un horror inimaginable del hombre actual, ser incapaz de comunicar los contenidos espirituales de la lengua humana.

Walter Benjamín en La tarea del traductor, en esa introducción de 1923 para la traducción de los Tableaux parisiens de Baudelaire, pone en juego una posibilidad de invertir la degradación del lenguaje en la actualidad. A partir de ahí, en su opinión, el mundo ha conocido tres edades: la de una palabra divina creadora, cuando el lenguaje coincidía perfectamente con las realidades que designa; la de la lengua humana original mediante la cual Adán nombraba a los animales; por último, la que sucede a la decadencia del estado paradisíaco a través de la transformación de las palabras en vulgares signos de comunicación. Filtrada por ese descubrimiento, la verdadera esencia de la traducción sería devolver el recuerdo de la unidad perdida escrutando la presencia del Verbo tras la diversidad lingüística de la humanidad. (Pierre Bouretz).

En el Jardín del Edén el sentido de las palabras está relacionado con lo elemental, con la naturaleza esencial que comunica. Aquí ha de pensarse en una comunicación que no ha menester ni de una lengua materna ni de un vocabulario. Por ende, toda verdad –dice Benjamín en Las afinidades electivas-, tiene su morada o palacio ancestral en la lengua, que ese palacio está hecho de los más antiguos logoi y que, frente a una verdad así fundada, las aspiraciones de las ciencias particulares siguen siendo algo subalterno. (Bouretz). Aquí el pensamiento de Benjamín se concatena al de Heidegger, ¿hasta qué punto tiene la verdad su morada en el lenguaje? La música, pudo ser en el lenguaje del Edén, el último de la humanidad tras la construcción de la Torre de Babel.

Por tanto, no hay arte más intelectual que la música, en ella, forma y contenido se entrelazan como en ningún otro; son, una y misma cosa. Quizá el deseo profundo de la Música es el de no ser oída, ni tocada o vista, sino percibida y contemplada, en un más allá de los sentidos y del alma misma.  Pero ligada al mundo de los sentidos, es natural que se anhele, su realización sensorial, vigorosa y hasta apasionada. (Mann). El encuentro inmediato con las cosas se da a través de los sentidos: vista, oído y tacto. Así como las sensaciones provocadas por el calor, el sonido, la aspereza y la dureza, las cosas se nos meten literalmente en el cuerpo. (Heidegger).

Lo elemental en la música es lo original en el sentido de originario. Su estado primitivo nos acerca a la comunicación primitiva del hombre. A la fuente de los más antiguos logoi. Está en el curso de los siglos, por muy desarrollado que sea el edificio de su creación histórica, nunca se ha desposeído de una piadosa inclinación a tener presente sus más rudimentarios comienzos, a evocarlos con solemnidad, a celebrar, en suma, sus elementos. La música conmemora su identidad con el cosmos. (Mann).

La música en su estado primitivo, se hermana con la lengua Adánica. En ella se unifica el mito de la música y el mito del mundo, tal como está descrito en el Libro del Génesis. La música se concatena a las cosas del mundo exterior y estas, a la vez, a la música. Así, entre el mundo de las cosas y la música existe un juego de espejos o de ecos que se escucha desde la eternidad. Las revelaciones de lo elemental y primitivo que se comunica en la música, responde a los más antiguos sentimientos de la humanidad.

Así, el ser humano en su esencia intima es, ritmo, sonoridad, cadencia, voz, que expresa lo más sencillo, lo más fundamental, de la naturaleza humana. Para ser digno de la pureza, de la originalidad de la música, de lo que hay en ella de único, es preciso que el corazón pueda llegar al estado de vacío absoluto de predisposición que las Santas Escrituras imponen como necesario a quien desee recibir el cuerpo de Dios. (Mann).

En la esfera intelectual de la música, un arte que al margen de la época y de su propia corriente histórica, es capaz de crear una manifestación particular como la descrita en la música, y, provoca por secundarios caminos ocultos, tales explosiones de espiritualidad, es ciertamente un arte de primera magnitud. (Mann). La música es para los hombres un regalo celeste a la vida humana. ¿Puede el hombre vivir sin música? Creo que lo más elevado del pensamiento y el sentimiento, se relaciona con la música y los números. La palabra es música y la música es palabra en estado sublime y trascendente. La palabra se entreteje con la música para darle forma y sentido, a la vida y a las cosas del mundo.

En el arte, la palabra y la música se entrelazan hasta el punto de ser imposible distinguir uno del otro. Para algunas personas el principio de las cosas es, la música y, para otros, los números como creían los pitagóricos. Para ningún ser humano la música le es indiferente; porque el sentimiento que despierta es, como el amor poseído de calor humano. La música hay que amarla como hace el hombre con el ser que adora.

En un mundo como el actual, el ser humano es incapaz de oír y escuchar, por estar inmerso en la velocidad y el maquinismo. Ahora, los lenguajes digitales y las imágenes pictóricas, no sólo degradan la naturaleza del ser, sino que, ruptura la coherencia del Yo y disuelve en relaciones abstractas y artificiales, los sentimientos, el lenguaje y el pensamiento. Esto trajo consigo en la civilización moderna, la crisis del ser y el existir.

En El Libro del Génesis, materia y forma, espíritu y realidad, logoi y palabras, Dios y creación, ruptura y desgarramiento del Edén, todas forman un todo, y conservan su especificidad debida; son como una potencia extraña, un fenómeno maravilloso, que se extiende más allá de aquende del tiempo y se conjuga con el cosmos.

                                                              Madrid-España a 22/06/2021

jueves, 10 de junio de 2021

 

                  EL TRABAJO INFANTIL EN EL MUNDO ACTUAL

 

EN COLABORACIÓN CON:Bill & Melinda Gates Foundation

¿Tener infancia o trabajo? 160 millones de niños no tienen elección

El estudio de la OIT y Unicef, que se publica cada cuatro años, denuncia el aumento de menores de edad trabajando en el mundo y revela que la mitad de ellos tienen entre cinco y 11 años. La pandemia es otra amenaza para este "fracaso colectivo".

NOOR MAHTANI

Madrid - 10 JUN 2021 

Rolin Cristiano Aarón Caal Batz tiene apenas cinco años pero una cosa muy clara en la vida: quiere ser baterista. Agarra cualquier cacharro que su mamá, Daysi Oralia Batz Lem, le esconde y los sacude y apalea para hacer música. “Y sí suena bien, seño. Aunque no es una batería muy buena”, dice el pequeño a través de una videollamada. Para esta humilde familia guatemalteca, que ingresa poco más de 40 euros al mes, comprarle un instrumento a Rolin solo cabe en los sueños del niño, quien desde hace un año ni siquiera tiene tiempo para improvisar con los calderos. “Es mejor que ayude al papá”, explica con timidez la madre, de 24 años.

Al cumplir los cuatro años, Rolin “ya podía” cargar leña e ir al río a por agua. A veces solo y a veces con su padre, agricultor y proveedor del único sueldo que entra en la casa. Entre ambos varones, plantan cardamomo, milpa (maíz) y frijol. Parte de la cosecha es para consumo propio y otra para vender en el mercado. “A mí también me lo compran, seño”, cuenta orgulloso. Además de baterista, quiere ser como su papá. Un deseo que a la madre se le atraganta: “Quisiera que estudiara y fuera licenciado. Pero ya tiene que aprender. A los 12 o 13 años va a tener que trabajar de verdad. Siempre hace falta”.

Rolin es uno de los más de 160 millones de niños obligados a dejar de serlo, según el último estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Unicef: Trabajo infantil: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir. De ellos, la mitad tienen entre cinco y 11 años, el rango de edad en el que más ha aumentado la incorporación temprana al mercado laboral. La pandemia amenaza con incluir en este abismo a otros nueve millones a finales del 2022. “Aunque si no se toman medidas urgentes, podrían ser 46 millones más”, alerta Joaquín Nieto Sáinz, director de la Oficina de la OIT para España. Hasta ahora, la cifra afecta a uno de cada diez muchachos del mundo.

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Esta base de datos globales, publicada cada cuatro años, revela el primer revés en la tendencia al descenso en esta tasa y en la pelea por erradicar el funesto destino de estos pequeños de los últimos 20 años. Desde el 2016, se han sumado cerca de 8,4 millones de niños a la lista. “Que haya 160 millones de niños y niñas atrapados en esto, en pleno siglo XXI, cuando más riqueza se crea en el mundo, es inaceptable y un fracaso colectivo”, critica Nieto, quien además lamenta que la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para la erradicación del trabajo infantil en 2025, “es inalcanzable”. “Son unas cifras muy negativas en un año como este”, añade en alusión al 2021, declarado como el año internacional para la eliminación de esta violación sistemática a los derechos del menor por Naciones Unidas.

Las flores que regalamos, la ropa con la que vestimos, los juguetes que compramos y las joyas que llevamos. Es muy probable que, si tiras de la cadena de producción, haya manos de niños involucradas

JOAQUÍN NIETO SÁINZ, DIRECTOR DE LA OFICINA DE LA OIT PARA ESPAÑA

“Tras casi un segundo año de confinamientos, cierres escolares, crisis económicas y recortes en presupuestos nacionales, las familias se están viendo forzadas a tomar decisiones desgarradoras”, alertaba en un comunicado Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef. La vida no era fácil para ellas antes. Pero la pandemia ha sido un punto de inflexión. Algo que la familia Batz sabe bien. “Las ventas no eran ni la mitad. Y teníamos que comer”, explica la madre guatemalteca. “Aquí es lo que toca. ¿Qué le hago?”, se pregunta.

“No son adultos en miniatura”

La sobrecarga de peso, la exposición a químicos o sustancias cancerígenas y los daños músculo-esqueléticos están detrás de 79 de los 160 millones de empleos infantiles. Los trabajos peligrosos aumentaron también en más de 6,5 millones. “Los niños no son adultos en miniatura. Son niños. Y los daños a la salud en esta edad son especialmente graves porque van a comprometer el desarrollo de esta generación”, critica Nieto.

El 80% de los niños que trabajan actualmente no van a la escuela

Para Carmen Molina, directora de sensibilización y políticas de infancia de Unicef España, la clave está en una batería de respuestas complementarias. Por una parte, impulsar medidas económicas para que las familias no tengan necesidad de “tirar de sus hijos”. Y, por otra parte, incentivar las prestaciones por hijo escolarizado para que las matriculaciones no caigan. Y es que, según el estudio, el 80% de los niños que trabajan actualmente, no van a la escuela. “La educación es la única respuesta. Pero tiene que ser una formación de calidad. Y los padres tienen que entender que es prioritario que sigan estudiando. Eso solo va a calar en familias de bajos recursos con incentivos para que no sigan el mismo camino que sus padres”, aclara la experta.

Niño, africano y futuro agricultor

Evelyn (Uganda) y Kofi (Ghana) tienen mucho en común aunque les separen miles de kilómetros. No superan los 15 años, viven en zonas rurales y no tienen más remedio que trabajar para que sus familias puedan salir adelante. La jornada de Evelyn no baja de 11 horas diarias. Seca sardinas y carga piedras cerca del Lago Victoria por 1,5 euros al día. Kofi, de 11 años, reparte las verduras del mercado a la casa de los clientes cargando hasta 20 kilos por pedido. Todos preferirían estar en la escuela y ser quienes reciben los cuidados, no proporcionarlos. Pero el hambre, el cierre de escuelas a raíz de la covid y la propia pandemia no les ha dado opción.

Estos testimonios, recogidos por Human Rights Watch (HRW) en el informe Tengo que trabajar para comer, publicado el 26 de mayo, responden al perfil del niño trabajador. De acuerdo también a los datos recogidos por Unicef y OIT, el rostro del menor explotado es varón –97 millones de niños frente a 63 millones de niñas–; africano, este es el continente que aglutina el mayor número de casos y donde más ha crecido la tasa desde 2012; y se dedica a la agricultura, pues este sector absorbe al 70% de estos menores, seguido del área de servicios, con el 20% (31,4 millones), y la industria, con el 10% (16,5 millones).

El mínimo común denominador es la desigualdad. Así lo considera Antonio Josué Díaz Rodríguez, técnico de impacto de Ayuda en Acción: “Cuanto mayor es la situación de exclusión social y pobreza de la familia y cuanto menor presencia del Estado y más débiles son las políticas públicas educativas y de protección social, mayor riesgo hay de trabajo infantil y de que este sea más dañino y nocivo para la salud, desarrollo y bienestar del niño y niña”.

Aunque el estudio de Unicef y OIT manejan cifras anteriores a la covid-19, los expertos alertan de que las consecuencias de la pandemia “serán muy graves”. Save the Children calcula que unos 9,7 millones de niños y niñas están en riesgo de no regresar nunca a las aulas. Michela Ranieri, experta en política exterior y acción humanitaria de esta ONG lamenta que esta situación no sea nueva: “Durante el brote de ébola en Sierra Leona, los chicos fueron empleados en la minería y el comercio minorista, mientras que las niñas fueron empleadas recolectando leña para su venta. Cuando las escuelas reabrieron, rara vez fueron animados por sus familias para que volvieran a las aulas”. En el informe de HRW, la gran mayoría de los 81 niños entrevistados aseguraron que trabajan porque sus familias “no tenían comida suficiente” y que siguieron trabajando “incluso después de que la situación mejoró relativamente”.

Por eso, todos los expertos entrevistados inciden en lo mismo: es imposible terminar con el trabajo infantil sin promover la educación y acabar con la pobreza. ¿Pero cómo? Las empresas y su responsabilidad social son fundamentales. Sobre todo las microempresas y empresas pequeñas que despliegan su actividad en los niveles inferiores de las cadenas de suministro. “Es en ellas en las que los riesgos de trabajo infantil y de violación de otros derechos humanos son más pronunciados”, dicta el informe.

Así, erradicar esta “otra pandemia” está en manos también del consumidor. “Que en Europa no exista el concepto de trabajo infantil como tal, no significa que no contribuyamos”, explica Nieto. “Las flores que regalamos, la ropa con la que vestimos, los juguetes que compramos y las joyas que llevamos. Es muy probable que, si tiras de la cadena de producción, haya manos de niños involucradas”.

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