domingo, 28 de febrero de 2021

LA CAPACIDAD DE JUICIO COMO CAPACIDAD DEL GUSTO SOBRE EL HUMANISMO EN HANNAH ARENDT


 

 

           A mis padres y abuelos: Rafael y Cielo, Antonio e Inés

                                    y a mi tía Lucila con Amor.

 

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Hannah Arendt en el texto Entre el pasado y el futuro (Ocho ejercicios sobre la reflexión política) nos recuerda que la actitud del griego antiguo, liberado de las necesidades biológicas, dedica su tiempo libre al pensar, la poesía, el arte, la política y la esfera pública. O, en otros términos, al pensamiento, la acción y la estética. Es decir, la vida en la poli como ser libre. De ahí que se dieran cuenta que, la estética es la madre de la ética. La esfera de la ética es el principio de acuerdo consigo mismo. En rigor lo descubrió Sócrates, tal como lo formuló Platón, y está en la siguiente expresión: <<Es… mejor que muchos hombres no estén de acuerdo conmigo y me contradigan, antes de que yo, que no soy más que uno, esté en desacuerdo conmigo mismo y me contradiga>>. De esta frase nace la ética occidental, con su acento en el acuerdo con su propia consciencia. (Arendt).

Es en la Crítica del juicio donde Kant lleva a cabo un punto de inflexión a partir de la capacidad del gusto. Que sólo estaba referido a fenómenos estéticos y considerado ajeno al campo político y al de la razón; entonces descubre que, en los juicios estéticos, como en los políticos, se adopta una decisión de que el mundo mismo es un dato objetivo, algo común a todos los habitantes. (Arendt). La capacidad del gusto posibilita ver y mostrar las cosas que pueblan al mundo, independiente de su función y utilidad. El gusto juzga al mundo en sus apariencias y en su mundanidad (más allá del interés privado del ser humano); para los juicios de gusto su interés se centra en el mundo y no en el hombre y su vida privada. (Arendt). Descubrió Kant que, en los juicios estéticos, tanto como en los políticos, se adopta una decisión.

Además, los juicios de gusto comparten con las opiniones políticas su persuasividad; que tiene como meta buscar un acuerdo con los demás. Que permitan persuadir por la palabra y el gusto, como <<formas>> de la práctica política. Un ámbito donde las persones hablan entre sí para llegar acuerdos y consensos sobre la vida pública y el mundo en común. Arendt dice al respecto: la cultura y la política, pues, van juntas porque no es el conocimiento o la verdad lo que en ellas está en juego, sino más bien el juicio y la decisión, el cuerdo intercambio de opiniones sobre la esfera de la vida pública y el mundo común. (Arendt). El gusto como actividad de una mente cultivada –cultura animi- le quita la barbarie al mundo de lo bello porque no se deja abrumar por ella; se preocupa de la belleza según su modo <<personal>> y así produce una <<cultura>.

El mundo de la belleza (obras de arte, partituras musicales, un poema, una novela, un atardecer, etc.), se opone a la barbarie política, al odio, la mentira, las injusticias sociales o humanas. Es un mundo que dignifica la condición humana y exalta el Humanismo; el gusto es la capacidad política que humaniza la belleza y crea una cultura. La belleza posibilita que el hombre despierte la imaginación, la capacidad de asombro, de interrogación y de juicio. Es el ámbito de la vida humana donde se devela el Humanismo: la semejanza entre los hombres.

Sabemos que el humanismo y la cultura es de origen romano; se refiere al sentido romano de humanitas, de humanidad, a la integridad de la persona como persona, porque en él se sacrifica el valor humano y la categoría personal, junto con la amistad, en aras de la primacía de una verdad absoluta. En traza de Cicerón podemos ver la exaltación que hace Arendt del humanismo y del humanista.

En Cicerón el verdadero humanista, ni las verdades de los científicos ni la verdad del filósofo ni la belleza del artista pueden ser absolutos; el humanista no está especializado y ejercita una facultad de juicio y gusto que está más allá de las acciones que cada especialidad nos impone. Esta humanidad romana se aplicó a todos los hombres libres en todos los sentidos, para quienes el problema de la libertad, de no sentirse coaccionado, era decisivo, incluso en la filosofía, las ciencias y las artes. (Arendt). Un hombre libre dice Cicerón es no estar coaccionado en su asociación con los hombres y los objetos, ni por la verdad ni por la belleza.

El gusto de una mente de verdad cultivada –cultura animi- que se puede confiar en ella para que se ocupe y cuide las cosas que pueblan el mundo cuyo criterio básico es la belleza. Este humanismo es el resultado de la cultura animi, de una actitud que sabe cuidar, conservar y admirar las cosas del mundo. (Arendt). Una mente cultivada se preocupa no sólo de las cosas, sino también de los seres que lo rodean y, en especial, de los demás seres humanos. Por eso, el humanista se preocupa por la verdad y la belleza; pero no por lo absoluto que se quiera imponer a través de ellas.

Aquí un punto de contradicción entre una mente que todo lo convierte en <<valor>> de cambio y una mente que trata de ocuparse y cuidar el mundo natural y lo hecho por el hombre. El humanista asume la tarea de arbitrar y mediar entre las actividades puramente políticas y las de pura elaboración. (Arendt). Porque en él no prevalece el ejercicio del poder y la función o la utilidad de las cosas, sino el dialogo, el consenso, el acuerdo y la cualificación de la vida personal, que eleva en libertad a la esencia del ser y el existir. En otros términos, le interesa la cultura, el cuidado de las cosas del mundo, la amistad, la fraternidad, la ternura que comparte entre los seres humanos, el pensar y la búsqueda de un mundo más humano, libre y solidario.

Es de admirar que Arendt en una civilización de alto desarrollo científico y técnico, de capitalismo global y políticas de bloques, se preocupe por la libertad y el humanismo. Y diga siguiendo las ideas de Cicerón: como humanistas podemos elevarnos por encima de esos conflictos entre el hombre de Estado y el artista, como podemos elevarnos en libertad por encima de las especialidades que debemos conocer y buscar. Podemos estar por encima de las ideas y las acciones del filisteísmo siempre que aprendamos ejercer nuestro gusto con libertad.

La libertad para ella no es un Don divino ni natural al hombre, sino que se adquiere en las relaciones que establecemos con los demás, con los seres que vivimos en comunidad y hacemos del mundo algo común. El problema está en que el hombre entregue su libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual y, cuando falten estas, quede desvalido. El humanista, en cambio, se propone llevar adelante una lucha, una lucha que para algunos no tiene ningún valor. El humanista posee una relación originaria con la libertad, con el tejido del cuerpo social; de ahí que se opone a todo automatismo, a todo autoritarismo, a todo absolutismo político, económico, social, cultural y, a las especialidades que niegan el libre conocer y buscar.

Si la contemplamos de ese modo, no dejará de hacérsenos evidente el papel desempeñado por el humanista en el conflicto entre el hombre de Estado y el artista, sino también en sus pensamientos y la apreciación estética de la existencia y del mundo. La realidad de estos años que estamos atravesando hacen del humanista algo esencial para confrontar todo tipo de coacciones y determinismos que atenten contra la libertad. Así, elevarse en libertad sobre el automatismo y el Gran Poder, significa reservarse la decisión propia y que el gusto por el mundo y las cosas que lo pueblan, nos ayudan a precisar nuestra condición estética y ética.

El lugar de la libertad es diferente al de todo absolutismo o dogmatismo, porque ayuda al ser humano a encontrarse consigo mismo y trascender los muros de contención del Gran Poder. El humanista que cree en el ser humano y la libertad que le es propia, emprende la tarea de encontrarle sentido a unos acontecimientos históricos, políticos, sociales, culturales, que dejan a la vera del camino tanto sufrimiento, dolor, miedo, muerte y, se convierte en piedra de escándalo. El hecho de que el hombre de hoy, el hombre masa renuncie en amplia medida a la libertad, no significa que el hombre de –cultura animi- de la mente y del espíritu, también lo haga.

Como expresó Ernst Jünger: de ahí que hagamos bien en no perder de vista lo necesario si no queremos entregarnos a meras ilusiones. La libertad viene a la vez que lo necesario y la nueva estructura del mundo no hará acto de presencia hasta que la libertad no entre en relación con lo necesario. La libertad, en cambio, aunque siempre se encubra con los ropajes propios de cada tiempo, es inmortal.

En este caso, ¿qué pensaban los romanos que era una persona culta? La que sabe cómo elegir compañía entre los hombres, entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. (Arendt).

 

                                              Madrid – España – 28/02/2021

jueves, 11 de febrero de 2021

LA ENCRUCIJADA DEL INDIVIDUO EN EL MUNDO MODERNO

 

 

 

        Al Dr. Julio Betin López con respeto y admiración.

 

<<A la memoria de su madre Dña. Julia Isabel López Guzmán, 

que en la Casa de la Cultura, me enseñó amar los libros y a pensar>>.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Al Mundo Moderno lo define el humanismo europeo y la modernidad ilustrada, y toma como principio la centralidad del hombre: un ser como sujeto de acción y pensamiento crítico; su capacidad de clarificación y teorización de la naturaleza y el mundo; y, su poder para transformarlo. La modernidad se construye sobre la idea del individuo que inventa, que persigue ideales como la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad. En este umbral se ubica el “vitalismo” de Nietzsche y el espíritu de Hegel. En la modernidad el individuo también está atrapado en las redes de la sociedad, su cotidianidad y pierde su autenticidad; la razón de ser de su existencia individual.

Siguiendo la lectura de Heidegger sobre la modernidad y el humanismo, el hombre como <<pastor del ser>>, se ubica en los márgenes, como ser meditativo que espera alguna iluminación. Y ubicado en el umbral de la tradición judeo-cristiana dice: <<Sólo un dios puede salvarnos>>. A su alrededor hay un montón de escombros humanos y materiales, que Benjamín y Adorno definen como <<catástrofes>>: el peso de la técnica y la ciencia que ha caído sobre el hombre; la Primera y Segunda Guerra Mundial; el Holocausto judío; las bombas atómicas; la visión mecánica-materialista de la naturaleza y tecno-capitalista del mundo. En el que el ser humano se vuelve objeto o número, y todas las relaciones humanas y sociales se transforman en meras relaciones de consumo de unas personas respecto a otras. Eso que Arendt denomina reificación del ser humano consciente y libre como si fuera objeto o cosa no consciente ni libre.

Preguntamos, ¿esto que acontece ha posibilitado en el hombre moderno una transformación de su modo de pensar y ser? ¿por qué no piensa su relación con lo fundamental y las motivaciones últimas de la existencia? Porque el pensamiento se encuentra en dique seco –dijo Heidegger. La humanidad europea y occidental sigue jactándose de su humanismo, que sólo es una costra seca que voló por aires ante las exigencias del presente. Y también por las crisis y las catástrofes que el siglo XX dejó tras de sí. El logos (el lenguaje) está situado en su parte material (medios de comunicación de masas, el predominio de la imagen sobre la palabra, las redes de información rápida y simultanea), y, las lenguas naturales, el ámbito antropotécnico de la palabra, la escritura y el pensamiento, están en retirada. Entonces, la tradición ilustrada se encuentra en crisis; porque no responde a las necesidades morales, espirituales y materiales del ser humano.

De lo que existió las nuevas versiones humanistas del existencialismo y del marxismo, fueron intentos fallidos. El devenir histórico ha cambiado y la instrumentalización, la coacción, la domesticación y el ejercicio del poder, pasa a otros protagonistas. Así, las diferentes técnicas de dominio y control, pasan por un proceso civilizador de la <bestia> humana. Que dan como resultado eso que llamamos falta de imaginación, perdida de la capacidad de asombro, de pensar y de los contenidos espirituales del lenguaje. En la época actual predomina aquello que el griego antiguo denominó filisteo, un hombre adherido a la banausía, a la vulgaridad y, ahora es una mentalidad exclusivamente utilitaria, una incapacidad de pensar y juzgar las cosas como no sea por su función o utilidad. (Arendt). Esta incapacidad de discernir, de discriminar, proviene de la capacidad llamada gusto. El hombre se entrega desnudo y desprevenido, a la falta de gusto de la cultura del entretenimiento y el consumo masivo.

Ahora, ¿podría ser que el gusto fuera una de las facultades políticas? (Arendt). Si la política se expresa en la acción y el discurso, el gusto por las cosas bellas y buenas para el hombre, se relacionan con lo justo, la vida del ser humano en sociedad, la participación activa en los asuntos públicos, la justicia y la seguridad de los ciudadanos. Es decir, el gusto por la buena vida, privada o pública, es una facultad de la política. Así, la apreciación estética de la existencia se relaciona con las esferas de la política y la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Esta es una de las razones que la cultura y las obras de arte, se relacionan con un conjunto de variables que van más allá de la función y la utilidad de las cosas y la política como fin en sí misma. Y esto es sumamente grave para la democracia y la convivencia pacífica entre los seres humanos.

Porque al corromperse la práctica política toca todas las esferas de la sociedad. Y, en su defecto, manifiestan dos principios estéticos: libertad o cohibimiento. Ese es el destino que decide sobre la dicha o la desdicha, que permite a los unos considerar este mundo como un hogar y condena a los otros a un incurable y soberbio aislamiento. (Thomas Mann). En una atmósfera así el deseo del ser humano es abrirse paso o romper el cerco. En el mundo actual la cultura, las obras de arte y el gusto como facultades políticas, se transforman en vehículos de salvación; o, en otros términos, en facultades que posibilitan salvar a la humanidad de lo inmediato y efímero de la civilización del artificio. Por eso, la acción política es reflejo, expresión, instrumento, del espíritu profundo de los pueblos. De ahí que el porvenir encontrará en el arte y la cultura, una fuerza al servicio del ser humano y de la sociedad; un elemento de educación y libertad. Que estará al lado de otras esferas del saber y del conocimiento, al servicio de la Humanidad.

Se trata que frente a la inactividad de la existencia y el pensar, se situé la meditación y la vigilancia intelectual, para enfrentar con valentía los tranquilizadores presupuestos del poder y el saber. De esta manera, el pensamiento de Heidegger nos situaría en lo inhóspito, los márgenes e inquietante, de las seguridades, del bienestar del humanismo ilustrado y el Gran Poder. La auténtica esencia del hombre tiene que ver con la verdad, la libertad, el lenguaje y el pensamiento. O, en otros términos, su relación con el ser: el lenguaje como <<casa del ser>> y el hombre como <<pastor del ser>>.

La naturaleza del hombre fáustico, de expansión y dominio, del mundo y del hombre mismo, Heidegger las sustituye por habitar la proximidad del ser; el silencio más que la retórica; la escucha y la espera más que las prácticas sociales, discursivas o políticas. Por eso, su pensamiento da prioridad al silencio y la soledad del individuo que se escucha a sí mismo, que a la algarabía de las sociedades de masas y la cultura de masas. Heidegger propone en Carta sobre el Humanismo, ir más allá del humanismo, pero no lo hace en la dirección adecuada. Se remite al griego antiguo y, a la historia y el nacionalismo alemán, que desembocó en totalitarismo. Dice Peter Sloterdijk: <<qué amansará al ser humano, si hasta ahora sus esfuerzos para autodomesticarse a lo único que en realidad y sobre todo le han llevado es a la conquista del poder sobre todo lo existente?

No podemos olvidar que, el hombre existe en el mundo y se relaciona con los otros. El individuo en su particularidad, Heidegger lo define como <<inauténtico>>, que ha sido despojado de su esencia y, ahora nada sin rumbo empujado por las olas de la civilización del espectáculo, el artificio del artificio, el consumo, la publicidad y la cultura de masas. Y al respecto reflexiona:

 <<El uno (“el individuo, el Sistema o la Estructura”), despliega una   auténtica dictadura. Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos sobre literatura y arte como se ve y se juzga; pero también nos apartamos del montón como se debe hacer; encontramos irritante lo que se debe encontrar irritante. El uno que no es nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de ellos), prescribe el modo de ser de la cotidianidad>>.

La uniformización del individuo en las sociedades de masas, se convierte en <norma>> y <medianía>>. La nivelación de la sociedad obstruye las cualidades espirituales, mentales y físicas del individuo. Por tanto, las posibilidades del ser y de la existencia, se diluyen en las colectividades abstractas y uniformes. Y expresa Heidegger al respecto:

             <<En la previa determinación de lo posible o permitido intentar, la medianía vela sobre todo conato de excepción. Toda preminencia queda silenciosamente nivelada. Todo lo originario se torna de la noche a la mañana banal, cual si fuera cosa ya largo tiempo conocida>>.

En las sociedades modernas y la cultura del espectáculo, el catálogo de las cosas posibles, que marca la diferencia con lo siempre igual, lo oculta la banalidad, la función y la utilidad. Cristian von Wolf expresó que, la palabra Dasein (existencia) es, un complemento de lo posible. Para Hölderlin los dioses griegos no sólo eran posibles, sino que estaban presente. (Jünger). La persona individual representa lo posible, pero sus formas posibles y excepcionales, son borradas por <<decreto>>, por la uniformidad y la nivelación de la sociedad. Todo cambio individual es precedido por una exigencia: un llamado a la puerta, que viene desde lo posible, desde lo imparcelado. La persona individual vive eso en horas silenciosas en que la asaltan pensamientos incitándola a obrar. (Jünger).

En el Mundo Moderno se superponen los pensamientos viles, vulgares, feos, que ascienden desde las cloacas de la existencia, sobre los nobles, buenos, fantásticos o trascendentes, que provienen de las corrientes del espíritu. En momentos de soledad y de charla consigo mismo, es lícito sospechar que hay una extraordinaria afluencia de fuerzas, que vienen del más allá, allende del tiempo y del espacio.

Un mundo desgarrado, conquistado y convertido en <<existencias>>, naturales o humanas, como el actual. Se convierte en el ámbito propicio para actuar como los demás actúan, pensar según las imágenes o, las categorías de los medios de comunicación y las plataformas digitales. Un mundo donde prevalecen las relaciones inconexas determinadas por el dinero o el poder, se convierte en un mundo demoníaco. Armados con los cocimientos de las ciencias y los instrumentos de la técnica, vivimos una época de transito respecto al lenguaje, el pensar y la experiencia. Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y que son pesimistas. No hay en ellas magia con la técnica basta. (Jünger).

De ahí el avance del cálculo y de su apreciación práctica hace imparable la transformación de la sociedad en puras cifras o números. La técnica ha evolucionado tanto hasta transformarse en lenguaje mundial; ello hace que la participación de los individuos en la sociedad se convierta en una participación estadística. (Jünger). Los <<medios>> y las <<redes sociales>> no sólo anticipan la opinión y las imágenes del mundo; sino que se convierten en el <Ágora> de nuestro tiempo. Estamos asistiendo a una especie de analfabetismo y de ignorancia, por la incapacidad de juzgar, de discernir y de analizar del hombre actual. Así que, el planeta adquirió un aura nueva, una epidermis más sensible. Las ondas en sí carentes de lenguaje, están a disposición de cualesquiera textos o imágenes, que golpean con la virulencia de la ola al romper. (Jünger).

En el Mundo Moderno la ciencia por antonomasia es la de la naturaleza y se presenta como fundamento de la técnica. Pero ésta no es un hecho puramente científico-natural; al mismo tiempo es un hecho histórico. Además, las cuestiones que la humanidad expone a la naturaleza están condicionadas por el estadio de su producción. En el desarrollo de la técnica se han podido percibir los progresos de las ciencias naturales, pero no los retrocesos de la sociedad. (Benjamín). El lado destructivo del desarrollo, no reconoce el lado destructivo de la sociedad. La técnica al servicio del capitalismo industrial, empresarial o financiero, tiene como meta la producción de mercancías. Su proceso de producción está determinado por el <<valor>>, la conversión de las cosas en dinero intercambiables en el mercado de la circulación y la demanda, sociales o individuales.

En el siglo XX se vivió como la velocidad de los medios de trasporte, o la capacidad de los aparatos con que se reproduce la palabra y la escritura, llevan a cabo una revolución en la percepción, el sentido de la vida y del mundo. Nos dimos cuenta que las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En primera línea favorecieron la técnica de la guerra y su preparación publicitaria. (Benjamín). Y se constató en la Primera y Segunda Guerra Mundial y los conflictos de las naciones del mundo; y también como el hombre no fue consciente de las energías destructoras de la técnica.

De otra parte, la revolución en los medios de comunicación de masas y los lenguajes digitales, posibilitan el paso de las leguas naturales a las artificiales. Se da una ruptura epistemológica y lingüística en el hombre. En este orden, la sociedad de masas y la cultura de masas, exaltan la futilidad de la existencia, el entretenimiento y la diversión, la función y la utilidad, de las cosas y de la vida. Las unas y la otra, se devalúan y pierden su valor intrínseco, independiente, y se convierten en puro medio: de la industria de la cultura, el dinero, la política y el ejercicio del poder. Ahora, la crítica (literaria, de la obra de arte, de la música, de la poesía o de la filosofía), que asesoran a las personas en la tarea de juzgar, analizar, criticar, comprender el mundo y la vida del ser humano, es una <<forma>> de la cultura que propaga el conformismo, la complacencia y la autosatisfacción. De este modo, las industrias del entretenimiento y la publicidad, sustituyen las preguntas fundamentales de la existencia: sobre la libertad, la justicia, el odio, el hambre, la violencia, el racismo, la tolerancia, la guerra, la paz y el amor, entre otros.

Somos parte de la civilización del espectáculo, vacía y oropel, donde el actor de cine o el futbolista, sustituyen a los grandes creadores de la alta cultura: la filosofía, la ciencia, la literatura y las artes. Personas que nos enseñan a afrontar los problemas y no los trivializan, que intentan dar respuestas serias y no fútiles a los grandes enigmas, interrogaciones y conflictos de la existencia humana. Ahora, una de las características de la época actual es la poca importancia que tiene el intelectual y la ínfima vigencia del pensamiento. Entonces el empobrecimiento de las ideas es la fuerza motora de la cultural. Los medios audiovisuales, la televisión, el cine y las plataformas digitales, sustituyen a los libros, los conciertos, el dialogo, la experiencia y la aventura interior. De ahí que el individuo se encuentra en una ambivalente encrucijada, de privilegiar el ingenio sobre la inteligencia, las imágenes sobre las ideas, la burla sobre la seriedad, la banalidad sobre lo profundo y lo frívolo sobre lo serio; a eso se enfrentan los seres humanos en la actualidad.            

 

                                                                               Madrid-España, 11/02/2021