miércoles, 22 de julio de 2020


         

                     Pinceladas sobre el pensar en Martín Heidegger


Antonio Mercado Flórez


El elemento primario del hombre en cuanto existente es pensar la verdad del ser. (Heidegger). Es pensarla en el claro que adviene para que el hombre se aproxime a ella. Si el hombre no piensa la verdad del ser, se falsifica el lenguaje. Éste no comunica los contenidos espirituales que le corresponden y se convierte en <<medio>>, algo exterior a su esencia.

Porque la tarea del lenguaje es comunicarse a sí mismo y en la medida que lo hace comunica la verdad del ser. En la actualidad el lenguaje como <<signo>>, como <<medio>>, sólo se sostiene por el sistema general de la información. Porque el ámbito donde transcurren las noticias es el que verdaderamente importa.

Asimismo, en la política lo fundamental no son los <<hechos>>, sino la <<opinión>>. En la información lo que interesa no es la <<palabra>>, sino la <<imagen>>. Sabemos que esa constancia que se halla entre noticia y noticia está llena de distractores (películas, propagandas, imágenes, que justifican el sistema general de la información, etc.). Que se convierte en lo único estable; lo demás es efímero como la propia existencia humana.

Walter Benjamín opone a la velocidad de las imágenes y de la información, la narración. Se trata que en la narración se desande lo andado. Que toda narración llegue hasta el punto del origen.  Volver al origen y volver a empezar. Como hacen los niños en los juegos, la repetición posibilita la alteridad y la diferencia con el anterior. En la repetición se esconde la magia y la riqueza de la imaginación. Por eso, el ser humano es mimético y simbólico por naturaleza. Porque detrás del sentido mímico del hombre, se oculta la capacidad creativa de éste.

Por eso, en Benjamín la narración asume el valor de eternidad. Porque el narrador y el tiempo en que se narra, la palabra y sus elementos, siempre son diferentes. Aquí descansa la riqueza del pensar y del lenguaje, la imaginación y la experiencia. Mientras exista alguien que narre es un volver a empezar. Es la figura del eterno retorno de lo mismo, de Nietzsche. El tiempo cronológico se fragmenta y el presente hay que pensarlo desde el origen.

El pensar que pregunta por la verdad del ser y al hacerlo determina la estancia esencial del hombre a partir del ser y con la mira en el ser no es ni ética ni ontología. (Heidegger). La estancia del hombre en el mundo a partir del ser, determina su esencia, esto es, su humanidad. El pensar consiste en rememorar al ser y nada más. El pensar ha sido arrojado por el ser a la guarda de su verdad y reclamado por ella. (Heidegger)

Entonces. ¿Cuál es el objeto del pensar? Guardar la verdad del ser y relacionar la esencia del hombre y el ser. Además, el pensar trabaja en la construcción de la casa del ser […], a la que se une destinalmente la esencia del hombre en su morar en la verdad del ser. (Heidegger). Así que, la morada donde habita el ser (el lenguaje), no sólo es el hábitat de la esencia del hombre, sino también la de todo ente en cuanto ente.

Por eso, cuando el pensar representa a lo ente (lo existente), a lo que se refiere es al ser. Pero lo que piensa de verdad y en todo momento es lo ente como tal y jamás el ser como tal. Entonces, la pregunta por el ser sigue siendo la pregunta por lo ente. (Heidegger).

En el momento actual al asunto del pensar le corresponde la pregunta por la técnica. Como fenómeno originario de todo ente en el mundo de los entes. La pregunta por la técnica entonces posibilita la pregunta por las figuras de lo ente. Partiendo de la esencia del ser y pensada de modo adecuado y conforme a su asunto, un día podremos pensar qué sea <<casa>> y qué <<morar>>. (Heidegger).  Ahora bien, ¿Qué aclara la pregunta por la técnica?

Define al pensar como constructor y conductor hacia la casa del ser, más no como creador de ésta. El pensar conduce a la existencia histórica, es decir, a la humanitas del homo humanus, al lugar donde brota lo salvo. (Heidegger). El creador –en las ciencias o en las artes-, desciende hasta las raíces del Árbol de la Creación, en cambio, el constructor comunica las figuras de la esencia de la verdad del ser y del hombre. El constructor se ubica en el ámbito técnico, más no en la esfera de la sentimentalidad o del espíritu. Somos parte de una época donde prevalece el dique seco del pensar. Preguntamos, ¿Cuál es la labor del pensador?

Se dedica a conducir a la existencia histórica donde brota lo salvo y ¿Cuál es el lugar donde brota? La esencia del ser; y el hombre histórico sólo lo percibe en la proximidad del ser. El pensar no crea al ser, ni al lenguaje, por eso, es un trabajador del ser. Heidegger dice: Con lo salvo aparece el mal en el claro del ser.

La verdad del ser es el origen de la maldad y lo salvo de la humanidad del hombre histórico. Preguntamos, ¿De qué tiene que ser salvada la humanidad? No de la <<caída>> en la mancha de la luz de la verdad del ser, del <<pecado>> y la <<muerte>>. Sino del pensar conceptual que desemboca en la ciencia, la técnica o del subjetivismo. Sólo el ser le concede a lo salvo alcanzar la gracia y a la ferocidad el impulso hacia el mal. (Heidegger).

La ferocidad hay que entenderla como un tipo de maldad no humana, más <<pura>>. Que se emparenta en la verdad del ser a la maldad instintiva y demoníaca. La de las raíces de Árbol de Bien y del Mal, según el mito judeocristiano. En el claro del ser como destino del claro, se posibilita lo salvo y la ferocidad del mal. Del mal se origina lo salvo y viceversa; y visto dialécticamente se contienen en la esencia del ser. Por eso, el hombre ha de develar la ferocidad como maldad mítica, para que el ser humano alcance lo salvo.

La salvación del hombre histórico no la percibe Heidegger en el umbral teológico-metafísico, sino en la libertad del pensar y actuar. Del manejo responsable de la libertad depende no caer en el subjetivismo o, en el objetivismo. Sino que la humanidad del ser humano, se exprese en la verdad del claro del ser. El ser concede al hombre escoger la gracia o la ferocidad de lo instintivo. Así pues, la gracia y lo sagrado, los percibe Heidegger a través de los ojos de Hölderlin.

Porque el espíritu está amenazado en zonas diversas del ser humano. Pudiera ser que incluso al espíritu le concedieran los dioses unos días de gracia –así lo vio Hölderlin:
                         
                         [Pero ¡amigo! llegamos demasiado tarde. Cierto
                                                                                que viven los dioses,
                          Pero   allá,    sobre    nuestras   cabezas,  en   otro
                                                                                                          mundo.
                          Allá actúan sin fin y parecen cuidarse poco
                          De si vivimos; tanto nos dejan en paz los celestes.
                          Pues   no   siempre  pudo  contenerlos  una   débil
                                                                                                              vasija;
                          Sólo a veces soporta el  hombre la  plenitud   divina.
                          Sueño   de   ello   es   después   la   vida.     Pero       el
                                                                                                             desvarío
                         Ayuda, como el sopor, y la necesidad y la noche fortalecen.]