II
A mi esposa:
Aida
Montero Silva.
Numerosas son
las maravillas del mundo; pero, de todas, la más sorprendente es el hombre.
Antígona.
El ser
humano, en tanto que ser político y no sólo productivo, carga consigo la
preocupación en torno a la preservación del mundo.
Hannah Arendt.
Antonio
Mercado Flórez.
<<En
verdad vivo en tiempos sombríos>>: son palabras de Bertolt Brech. Sugiere
que los tiempos sombríos no son solo de horror, de dolor o de sufrimiento, sino
también de confusión, pues la palabra o la teoría ya no vienen en nuestra
ayuda. Así mismo, Arendt en su colección de ensayos, Hombres en tiempos de oscuridad, sugiere que el espíritu humano
camina entre tinieblas. Donde las formas tradicionales de explicación ya no
explican nada, esto no significa que no podamos dar con ciertas formas de
iluminación que nos permita acercarnos a lo real. Ahora para comprender el
fenómeno humano, no sólo bastan las ciencias sociales o la mirada científica,
sino también la iluminación de la palabra. O, dicho en otras palabras, la
iluminación de la lectura, la imaginación y el lenguaje. Por eso, no podemos
olvidar lo que la aproximación de la palabra, la narración, posibilita con los
hechos reales. En este orden, la lectura, el relato, el poema, serían, en
ocasiones, caminos de aproximación a la vida y a los hechos históricos.
De ahí nos
recuerda Arendt que <<la ruptura de la tradición es un hecho
consumado>>. Esta cadena de catástrofe empieza con la Primera Guerra
Mundial y alcanza su punto máximo con el totalitarismo del siglo XX. Como
apunta ya en su artículo sobre Hermann Broch, se trata de <<la ruptura de
un mundo que si se ha mantenido unido y ha conservado su sentido no ha sido
gracias a sus “valores” sino al automatismo de sus costumbres y sus
clichés>>. Por eso la lectura y la palabra ayudan en medio del caos y del
horror, a desenmascarar ese mundo, a encontrar la iluminación. Porque permiten
a los hombres bajar a las profundidades de la Cripta donde mora la palabra.
Asimismo, nos
recuerda Ernst Jünger: <<Si se quiere que la palabra sea eficaz, entonces
en ella ha de permanecer siempre la magia. Ahora bien, esta ha de ser soterrada
en las profundidades, en la Cripta. Encima de ella se alza la bóveda del
lenguaje hacia una libertad nueva, que cambia y a la vez conserva a la palabra.
La parte de la palabra que suscita el movimiento puro, ya sea de la voluntad o
ya sea de los sentimientos, tendría que desaparecer en provecho de la otra
parte, la que desvela el núcleo milagroso del lenguaje>>.
El lenguaje y
la reflexión posibilitan, entre otros, <<distinguir entre la cultura y la
técnica>>. Porque se constituyen en <<presupuestos de pulcritud
espiritual, como lo es asimismo entre el creer y el saber>>. Así,
<<los éxitos políticos y económicos aceleran la
superficialización>>; favorecen el consumo, la estadística y la
manipulación de la consciencia. La lectura, en cambio, precisa la
individualidad, interroga la subjetividad y alimenta a la conciencia, para que
el ser humano sea más libre, justo y ético. Permite percibir en épocas de
transito como las imágenes sustituyen el sentido; y, como prevalecen los hechos significativos sobre los actores
insignificantes.
Sabemos que lo bello, lo agradable, lo sublime, habla a los hombres, los
interpela en el tiempo y el espacio. De ahí que, el <<lenguaje del
artista esté en su obra>>. Una novela, una sinfonía, un cuadro, un
ensayo, un poema, si está bien logrado exalta la condición humano, las
angustias y las preocupaciones, las alegrías y los sufrimientos, el odio y el
amor, el sueño y la vigilia, para que el lenguaje interrogue al mundo y a la
naturaleza humana. Es propio de la condición humana desafiar al tiempo con la
creación de actividades que permiten disfrutar a los hombres de cierta cuota de
inmortalidad: entre estas encontramos la política, la historia, la filosofía,
el arte. Así, en la estética de Kant vislumbramos estas palabras: <<En lo
bello, sin embargo aparece el mundo, no la humanidad sino el mundo habitado por
el hombre>>. En consecuencia, no son los conceptos sino las imágenes, las
intuiciones, la experiencia, la imaginación, la metáfora, los que posibilitan
ir allende del tiempo y el espacio. Son figuras que permiten al ser humano
interrogar y enfrentar el mundo en el que vive; para que éstos den frutos en
uno más humano, más libre y más justo.
Ernst Jünger nos recuerda que <<el fallo del ser humano se traspasa
al mundo que lo rodea, a la Naturaleza, tal vez incluso al cosmos. La razón
principal de eso está en el humano afán de novedades, en la curiosidad, que va
seguida de petulancia>>. Así, la petulancia toma figura en los inventos
técnicos, el consumo, la velocidad, la política o la economía. En tiempos de
desiertos espirituales, de oscuridad que nubla la imaginación, es necesario
andar por los caminos de la lectura, el lenguaje y el pensamiento. Porque posibilitan
el encuentro con lo numinoso, lo mágico y trascendente, que mora en todos y
cada uno de nosotros.
En la época actual se trata de la diversidad, la heterogeneidad que posee
la fuerza inimaginable que reposa en sí misma. Aquí <<el modelo es más
fuerte que la copia, el mito es más fuerte que la historia; esta lo repite en
variantes. En la decadencia también las propias copias se vuelven más
flojas>>. Arendt expresa que los escritores y los artistas que le
interesan son aquellos cuya obra <<no mira hacia atrás ni con nostalgia
[…] ni constituye una certificación <<del lamento ante lo que se ha
perdido, sino de la expresión de la propia perdida>>. Asimismo, Walter
Benjamín en este orden dice: << ¿De qué peligro son salvados los fenómenos?
No sólo ni principalmente, del descredito y el desprecio en que han caído, sino
de la catástrofe que representa determinada manera de trasmitirlos
“celebrándolos” como “patrimonio”. Son salvados cuando se evidencia en ellos la
fisura. Hay una tradición que es catástrofe>>. Para Arendt, rescatar es
tanto un predicado del arte como una parte fundamental de una metodología
encaminada a no perder lo valioso en épocas donde se está rodeado de ruinas.
Además, <<no cabe negar que las artes eleven los fenómenos a un nivel
más elevado de percepción>>. No sólo tienen que ver con los fenómenos del
Mundo de Abajo, sino también con lo
intemporal del Mundo de Arriba. Por
eso, lo importante es que el hombre nazca primero dentro de sí. Ya que en el
presente-actual, se desvío hacía lo mecánico, lo demoníaco, lo pasajero y, es
necesario que se restaure el equilibrio entre la luz y la oscuridad, las
huestes celestiales y las demoníacas. <<El secreto de esto está en que el
sufrimiento genera fuerzas superiores, curativas>>.
Asimismo, <<tiene razón Heráclito: nadie cruza dos veces el mismo río. Lo que en ese cambio hay de misterioso es que responde a las
modificaciones de nuestro interior>>. Son transformaciones que tienen que
ver con la parte curativa de nuestro interior, –<<somos nosotros los que nos formamos el mundo,
y lo que nosotros vivimos no está
sujeto al azar. Es nuestro estado interior el que atrae y selecciona las cosas:
el mundo es como lo hemos creado nosotros>>.
Ahí reside el misterio de la palabra, lo mítico, lo religioso, lo mágico, que
expresa el espíritu, el lenguaje y la experiencia. Esto permite darnos cuenta
que no somos ajenos a lo que hemos sido y a lo que somos en la actualidad.
Porque sus contenidos espirituales nos posibilita que nos movamos en el
interior de nuestro elemento. <<De ahí que sea también importante el que
trabajemos en nosotros>>. Que nos valgamos de la lectura, la escritura y
el lenguaje, para alcanzar la categoría de persona.
El mundo del artificio y trivial en que vivimos, da prioridad a
lo <<Siempre-Igual>>, al
<<Aquí-Ahora>>. De ahí
que, la publicidad, las redes sociales, la producción en masa y el consumo,
posibilitan que se acumulen cosas vacías como escombros de la Naturaleza y de
la Vida. Así, la pobreza de experiencia, del lenguaje o del pensamiento, incrementa
la velocidad y mengua el espíritu que afluye a los hombres. Por eso,
<<los hijos de la fortuna son pobres de espíritu; de ahí que resulten
comprensibles de que no se hallen a la altura del poder que afluye a
ellos>>. Al ser pobres de espíritu, lo son del lenguaje, la imaginación y
los movimientos del pensamiento. Una esfera sitúa al hombre en su parte
material; la otra, en la del espíritu. Una mira hacia el perpetuum mobile; la otra, hacia lo eterno, lo que permanece en el
tiempo.
Son la palabra, la escritura, la lectura y la experiencia, los que sitúan
al ser humano en el umbral de comprensión del amor, el dolor, la felicidad, el
sufrimiento y la muerte. Así, la palabra comunica contenidos espirituales que
facilitan comprender que <<nuestro tiempo guarda semejanza con un
desfiladero estrecho y funesto por el que se compele a pasar a los seres
humanos>>. Estas esferas de la vida develan que <<el ser humano se
ha colocado fuera de la obra, se ha salido de ella; ésta se ha vuelto autónoma,
y ahora aquel deviene cada vez más sustituible y prescindible>>. Porque
<<a medida que va desapareciendo la originalidad del ser humano
desaparece también su imprescindibilidad; con ello desaparece asimismo el
respeto a él>>.
En nuestro tiempo de aridez espiritual, ¿por
qué es importante la lectura? Quien lee en soledad desarrolla lo fundamental
que mora en él; y tiende al encuentro consigo mismo. Si no leemos nuestro pensamiento es pobre y débil. La lectura es una
<<caja de herramientas>> que permite desandar lo andado, vivir lo
que otros han vivido, imaginar mundos alternos al que vivimos; por eso la
palabra y la escritura se revelan como <<enemigos>> del poder. De
las instituciones, los prejuicios, las costumbres, los dogmas ideológicos o
religiosos que responden al ejercicio del poder. La lectura ayuda a develar una
<<luz mágica y soberana sobre la oscuridad
natural de las cosas>>. A descubrir la analogía universal entre Mundo
y Hombre, Mundo y Cosmos. Para
Baudelaire era una forma del conocimiento. Por eso la considera una ciencia.
Como dice Roberto Calasso: <<Quizá incluso la ciencia suprema, si la
imaginación es la <<reina de las facultades>>. Como lo explica
Baudelaire en una carta a Alfonso Toussenel, <<la imaginación es la más científica
de las facultades, puesto que es la única que comprende la analogía universal, o aquello que una religión mística llama la correspondencia>>.
El
vaciamiento del espíritu tiene su correspondencia con la falta de lectura. Ya
que surte a la memoria, la conciencia, de las imágenes, la experiencia, el
concepto, que facilitan pensar. Nos enseña que el lenguaje es una forma del
pensamiento. Ora, el hombre no puede existir sin sentir, sin palabra o sin
pensamiento, porque para él se convierten en potencias divinas. Por eso la
tarea del poeta, del novelista, del artesano de la palabra, se unen al
sentimiento estético, a la reflexión y a las cosas rítmicas, que son las que
luchan contra el tiempo. Hölderlin fue uno de los poeta que percibió la
alteridad en las costumbres, los usos; donde algunos ven costumbre, él ve
asombro. Y, elocuente dice:
Sin embargo, nos compete, bajo la tormenta
de Dios,
Oh poetas, erguidos y con la cabeza
descubierta,
Asir con nuestras propias manos el rayo de
luz del Padre,
Y
pasar, envuelto en canción, ese regalo divino a la gente.
Me pregunto, ¿por qué leemos? Bloom nos regala un presente divino: <<Leemos
de manera personal por razones variadas, la mayoría de ellas familiares: porque
no podemos conocer a fondo a toda la gente que quisiéramos; porque necesitamos
conocernos mejor; porque sentimos necesidad de conocer cómo somos, cómo son los
demás, y cómo son las cosas. Sin embargo, el motivo más profundo y autentico
para la lectura personal del tan maltratado canon es la búsqueda de un placer
difícil>>. La lectura es <<la única trascendencia que nos es
posible alcanzar en esta vida, si se exceptúa la trascendencia todavía más
precaria de lo que llamamos <<enamorarse>>. Hago un llamamiento a
que descubramos aquello que nos es realmente cercano y podamos utilizar para
sopesar y reflexionar […] Sólo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es
posible encender la vela que ilumine a nadie más>>.
Quizá en tiempos oscuros como el nuestro, de aridez del espíritu y del
lenguaje, exista la esperanza que el arte y el pensamiento vengan a nuestro
encuentro para reparar los portillos de la historia y de la vida. Que la
cultura y, en general, la dimensión estética, contribuyan a percibir las
intercepciones entre el fenómeno estético y el político. O, en otras palabras,
comprender el fenómeno social y político de la crisis en la cultura. Que
permitan percibir el mundo a través de su relación con la vita activa –según la reflexión de Hannah Arendt. De construir un
mundo humano común a todos los hombres, en cuyo seno hay espacio para
desplazarse y compartir perspectivas distintas; y recordar que la libertad aparece aquí en el intercambio
con los demás y no con nosotros mismos. Un mundo que ha de garantizar la
permanencia del hombre sobre la tierra a través de las obras de arte, la
política y las cosas <<artificiales>>hechas por manos humanas. Por
eso, es importante la lectura, la escritura, el lenguaje y el pensamiento, para
que testifiquen la permanencia del hombre sobre la Tierra.