lunes, 22 de mayo de 2023

COLOMBIA AL BORDE DE UN ACANTILADO

                                          

                      El miedo es uno de los síntomas de nuestro tiempo”

                                                      Ernst Jünger

 

Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.

 

Existen situaciones que invitan a tomar decisiones morales y éticas, respecto a lo que sucede en la sociedad. Esto ocurre en aquellos países donde la corrupción, la inmoralidad, el crimen alcanzan cuotas muy altas. Donde la delación, el miedo y la delincuencia organizada, se entroncan con las instituciones del Estado y las autoridades competentes. En esos sitios los remolinos más hondos llegan esta las entrañas del cuerpo social, el espíritu de la nación y la vida cotidiana de la sociedad.

Esto siempre no ha sido así y no continuara siendo por siempre. El problema surge en tanto que las instituciones y las personas que ejercen el poder, responden a fuerzas oscuras y criminales al margen de las normas y las leyes. “En terrenos como estos lo que es justo y lo que es moral son cosas que están en el aire. Naturalmente que hay delitos, pero también hay tribunales y policía”. (Ernst Jünger).

Esto se expresa cuando la propaganda, la demagogia y los medios de información, reemplazan la moral y las instituciones se truecan en armas para intimidar, desaparecer, detener y asesinar. Por eso ellas no pueden ser indiferentes con lo que sucede en el cuerpo social y la comunidad. En estos momentos la decisión le corresponde a la persona individual; una decisión que ha de optar por callar o apoyar veladamente a los delincuentes de cuello blanco y aquellos al margen de la ley y el orden (paramilitares, guerrilleros o delincuentes comunes), o apoyarse en la libertad sustancial que rompe las murallas del tiempo y del espacio.

Aquí no cabe la neutralidad como conducta social, la que ha de adoptarse responderá a las exigencias políticas y morales del tiempo y la sociedad.

“También los que ejercen el poder, acosan ahora a la persona individual con su dilema. Es el telón del tiempo, el cual se alza para dejar paso al espectáculo de siempre, al espectáculo que retorna otra vez y otra. Los signos que en este telón aparecen no son lo más importante”. (Jünger). Sino los que se ocultan tras ellos, quien conoce la historia del ejercicio del poder y de las ordenes secretas sabe lo difícil que es determinar el verdadero poder y su radio de acción. Quien trata de seguir su pista se pierde en la espesura de sus laberintos.

Es importante tener presente que,

 “Hay épocas de decadencia en las que se desvanece la forma de vida profunda que en cada uno de nosotros está dibujada de antemano” - expresa elocuente Jünger).

Si perdemos sus “huellas, vacilamos y nos tambaleamos como seres a quienes falta el sentido del equilibrio. Entonces pasamos de las oscuras alegrías a los oscuros dolores. Y la conciencia de una infinita pérdida hace que el pasado y el porvenir se nos aparezcan llenos de atractivos, y mientras el instante huye para no volver más, nos balanceamos en épocas remotas o en fantásticas utopías”. (Jünger).

En Colombia vivimos una época en que “nos hemos entregado a la fuerza –al eterno péndulo- que indiferente al día y la noche empuja hacia adelante las agujas”. Así comenzamos a soñar las cosas del poder y de la fuerza y con “las formas que intrépidamente ordenadas marchan unas junto a otras”, nos precipitamos al desastre, al triunfo o al combate de la vida. Y existen personas que se valen del poder para que el individuo o la comunidad pierdan el dominio de sí mismos y “los zarandean en remolinos como a ciegos” al borde de un acantilado.

Quien se precipita en el abismo que ofrece los que ejercen el poder, “ve las cosas de la manera más clara posible, como a través de unos vidrios de aumento”. Y libres de temor descienden a las profundidades de “los hondones de los campos de esclavos y los mataderos donde unos hombres primitivos se asocian criminalmente” con las armas y la fuerza. Aquí en estos lugares la existencia que la realidad propone es trágica, en cuanto necesaria y no dramática, siendo los riesgos inmensos la persona individual ha de jugársela por sí solo, para la vida o para la muerte.

Entonces desde hace largos espacios de tiempo, el pánico, el dolor, el sufrimiento y la muerte, se apoderó de nuestras Grandes ciudades y de nuestros campos, y ha dejado tras de sí un montón de ruinas materiales y humanas, que claman Redención y Justicia. Así que, los que conocen el poder y la fuerza, sólo esperan la hora de volver a implementar la tiranía, el miedo y el dolor

Que ellos desencadenan luchas “entre las obras y los pensamientos, luchas entre los ídolos y el espíritu”. Más de un hombre ha podido ver y leer en las disensiones las luchas más atroces que se han llevado a cabo en la historia y el presente de Colombia. Quién hace parte de la legión del poder, sabe de las “galerías secretas y las criptas hacia las que ningún historiador nos sabría guiar”.

Más de uno ha perecido intentando con las armas en la mano y las ideas, asaltar los laberintos donde se esconde el Gran Poder: el Estado y sus instituciones, las corporaciones nacionales e internacionales, el Sistema, el Capital financiero, el poder político, el poder militar, los gremios económicos, los medios de comunicación de masas, etc. En Colombia todo transcurre como de costumbre y, sin embargo, todo es diferente. Porque cuando extendemos la mirada por las tierras altas y bajas del país, se percibe un aliento secreto de fatiga, miedo y apatía con lo que sucede.

Esa guerra que se ha librado en Colombia ha nublado la sensibilidad hacia el Otro y, ha avivado el espíritu de la tiranía y la venganza, y exaltó la barbarie hasta no quedar sino el simple crimen. Entonces los que implementan el dolor, el sufrimiento y la muerte, se valen de la violencia para ponerla al servicio de extraños intereses. Por eso en Colombia hace tiempo se perdió el sentido de realidad; porque hemos sido víctima de la pura crueldad.

Pero más que todo esto, se da una circunstancia que revela la extrema gravedad del peligro: todos esos crímenes que soliviantan al país y que claman justicia, no son vengados por nadie y únicamente en voz baja se habla de ellos, hasta tal punto se hace evidente la debilidad de la gente, del Estado y sus instituciones frente al caos, la coacción y la muerte. La autarquía de esos grupos que implementan la violencia -en el campo, los pueblos y la Gran ciudad-, la Constitución, el derecho y la autoridad amenazan a mayor ruina.

Así que, el desorden, el sufrimiento y la violencia pueden ganar sólo en aquellos sitios donde las nuevas generaciones, las personas con sentido crítico del mundo y su realidad, las autoridades políticas, jurídicas o morales se quedan cruzados de brazos. Esas luchas que conducen a la caza del hombre y de la mujer, a las emboscadas y a las tomas de los pueblos, tanto de la izquierda y la derecha perdieron el sentido de la medida. Y su lenguaje espiritual, político y material, se convirtió “en expresiones que habitualmente sólo se emplean entre esa canalla que debe ser extirpada, destruida y pasada por el fuego”.

El lenguaje es el lugar donde se manifiesta la verdad, la falsedad o la violencia. Pero, como ya es sabido, el lenguaje presta curiosos servicios en aquellos países o lugares, donde la canalla se expande como campos en flor y clavan su veneno en el polvo y el corazón de los hombres en fuga. Pero también “el lenguaje forma parte de la propiedad del ser humano, de su modo propio de ser, de su patrimonio heredado, de su patria, de una patria que le toca en suerte sin que él tenga conocimiento de su plenitud y riqueza”. El lenguaje es el portador de los bienes más grandes y sublimes del hombre; también porta detrás de su recamara la insidia, el dolor, la ofensa, la discriminación, la demagogia y la violencia más atroz que se pueda infligir a un ser humano.

Ernst Jünger dijo en la novela Sobre los acantilados de mármol: “La palabra es, a la vez, como una reina y una bruja”. Quien porta el cetro de la palabra en la mano, avanza en el caos del reino animal y vegetal, tal como hizo Linneo. Su poder se puede extender por las tierras altas y las tierras bajas, en medio del caos y la violencia que implementan algunos; y también “constituir un reino mucho más hermoso que todos los imperios conquistados a punta de espada”.

En este orden de ideas,

“El lenguaje es también una de las grandes formas para todos los bienes en general. Es la llave que abre las puertas de los tesoros y secretos del mundo” – al decir de Jünger.

No olvidemos que “la ley y el dominio en los reinos visibles y aun en los invisibles comienzan con poner nombre a las cosas. La palabra es el material del espíritu y en su condición de tal sirve para tender puentes audaces: al mismo tiempo es el medio supremo de poder”. Sabemos que el mundo y su realidad concreta, las esferas del espíritu, todas las carreteras y edificios, todos los pactos nacionales o entre Estados, “van precedidos de revelaciones, planificaciones y conjuros en la palabra y el lenguaje, y van precedidos también del poema. Puede incluso decirse que hay dos especies de historia: una, en el mundo de las cosas; otra, en el mundo del lenguaje”.

Los que ejercen el poder y los que implementan la violencia desconocen que “la riqueza del país está en sus hombres y en sus mujeres, que han hecho experiencias extremas, experiencias como sólo una vez se allegan al ser humano en el transcurso de muchas generaciones. Esto hace modestas a las personas, pero les da también seguridad”. En el siglo XX se configuró en Colombia el desheredado, el proletario, el campesino, el jornalero, el comerciante, el propietario de la tierra, el empresario, el industrial, el banquero, el estudiante, el profesor, el intelectual, el político, el funcionario público, etc. Y sin darnos cuenta se consolido el Estado Moderno y las sociedades actuales.

Pero también se consolidó en los estratos sociales “los expulsados, los proscritos, los ultrajados, los despojados de su patria y de su terruño, los empujados con brutalidad a las simas más hondas. Ahí es donde están las catacumbas de hoy”; los lugares donde mora el asesino, el desollador, el delincuente, el paramilitar, el guerrillero; el lugar donde la canalla hace evidente el destino, la necesidad interior de las desigualdades más hondas de la sociedad. Entonces estos aconteceres traen aparejado a personas en el poder o fuera de él, que les fascina la pura violencia y sólo puede escapar quien asciende moralmente un estrato en la sociedad. Así nos pudimos dar cuenta que “existen otros muchos signos a través de los cuales se manifiesta la decadencia”.

“Ya tenemos suficiente con los horrores del presente”. En un tiempo como éste ya sabemos quiénes soportan las cargas. En este orden las personas han “de distinguir, por tanto, las cosas que no merecen ningún sacrificio de aquellas otras por las que hay que luchar. Estas últimas son las cosas inalienables, son la auténtica esencia de ellas”. Las cosas por las que se lucha son las que uno lleva consigo y nos acompañan hasta la muerte. Como dijo Heráclito: son el modo propio de ser de uno, modo propio de ser que es el demon del hombre. “Mi modo de ser es mi daimonion” –al decir de Heráclito. Entre ellas está también la patria, la patria que uno porta en el corazón y que es la de todos y de cada uno de nosotros, que ha sido mancillada, ensangrentada y violada, por unos pocos.

“Resulta difícil salvaguardar el modo propio de ser” –y resulta más difícil cuanto más somos expulsados de la riqueza interior: el Ser. “La riqueza que forma parte del modo propio de ser no sólo incomparablemente más valiosa; es el manantial del que brota cualquier riqueza visible”. Esa que nos enseña que los hombres somos hermanos, pero no iguales. Porque la búsqueda de la igualdad entre los hombres, desembocó en el siglo XX en diferentes formas de Totalitarismo, de Fascismo y de Autoritarismo –tanto al lado de la derecha y de la izquierda. Por eso hay que abogar por el Estado de Derecho, la democracia y la libertad, en todas sus acepciones.

Los que ejercen el poder e implementan la violencia en Colombia, no tienen consciencia que existen personas hacia “las que afluye la plenitud en la misma medida en que va creciendo el desierto. Esto conduce a poderes nuevos y a riquezas nuevas (materiales o espirituales), a repartos nuevos”. El hombre sin prejuicios, libre como el Cóndor de los Andes, hace patente que, en el dolor, el sufrimiento o la muerte, está oculto un poder quieto, benefactor, que le da sentido a la vida y a la realidad. De ahí que “el modo propio de ser del hombre no es, en efecto, únicamente creador, sino también destructor, es su daimonion”.

Se trata de destruir las amarras, las fronteras que envilecen y empobrecen, la vida y el espíritu de los pueblos. Entonces ese modo propio de ser se yergue y pone en movimiento fuerzas que configuran un nuevo poder, una sociedad nueva, nuevos discursos que hablan de oportunidades, de justicia, de moral, de convivencia plural y de paz. “También este espectáculo tiene sus límites propios, su tiempo propio”.

Sabemos por experiencia que el miedo como la esperanza, conducen al ser humano a trascender los límites del poder y la fuerza. Por ello los pueblos nunca pierden la esperanza de que aparezca un nuevo Hombre, que encarne sus limitaciones, sus frustraciones, sus dolores, sus miedos, sus sufrimientos; y posibilite ver debajo de las escamas de Leviatán los tesoros que han estado ocultos para ellos. Y que reposan directamente debajo de la historia, inmediatamente debajo del mito, por debajo del terreno medido por el tiempo, y posibilite un nuevo amanecer y una esperanza nueva para todos los colombianos.

En el siglo XX y principios del XXI en Colombia, los que han ejercido el poder y la violencia, han querido aniquilar la riqueza interior del pueblo colombiano. Llámese este poder espíritu, alma, mente, sensibilidad, moral, ética, poder cósmico o eterno que mora en el interior de todos. Tener presente que la agresión brota del interior oscuro y tenebroso de los abismos, donde moran los demonios. Sobre este abismo se levanta la inmoralidad, la corrupción, la indiferencia hacia las necesidades del Otro y, ante todo, las limitaciones de la libertad. Sólo un espíritu atrofiado y debilitado exalta la coacción y el miedo en nombre de la seguridad.

En los sitios donde hay inmoralidad, amenaza y muerte, existen seres humanos que se levantan sobre las adversidades materiales o humanas, y no pueden ser alcanzados ni menoscabados ni aniquilados por ningún poder de la Tierra. La expresión de un espíritu que ha empezado a corroerse y devaluar los más altos valores de la sociedad y la cultura, no pueden prevalecer sobre los que le dan cohesión y permanencia a la realidad y la sociedad. “Frente a esto es importante saber que el ser humano es inmortal y que hay en él una vida eterna, una tierra que aún está por explorar, pero que se halla habitada, un país que acaso el mismo niegue, pero que ningún poder terrenal es capaz de arrebatarle”.

Quizás muchos de los colombianos que “tienen acceso a esa vida, a esa tierra, a ese país, acaso sea parecido a un pozo en el que desde hace tiempo viene arrojándose escombros y desechos”. Si se retiran, se encontrará en el fondo no sólo manantiales de espíritus, sino también imágenes de viejos mitos que nos dan la coherencia como personas y sociedad. La riqueza de ser colombiano es “una riqueza que nadie puede despojarle y en el transcurso de los tiempos aflora una y otra vez a la superficie y se hace visible, sobre todo cuando el dolor ha removido las profundidades”. Por eso, el dolor y el miedo no es el mismo en todas las épocas. Se trata en la actualidad de enfrentarlo con la espada flamígera en las manos y sus apariencias en la realidad se esfumarán como pompas de jabón.

Una de las grandes esperanzas de los colombianos está en que los mediadores (el Presidente, los ministros, los políticos, el poder económico y cultural, la iglesia, la universidad, etc.), sean capaces de abrir el acceso a las fuentes de veneros espirituales. Ahora si se logra un auténtico acercamiento y contacto con la riqueza interior del colombiano en un punto, eso tendrá efectos inmensos para alcanzar la justicia, la libertad, la convivencia y la paz, en el cuerpo social.

Entonces no podemos dar la espalda al sufrimiento inaudito de millones de colombianos vejados, discriminados, desplazados, arrancados a la fuerza de su tierra, apartados del ritmo de la historia por el Gran Poder,

No podemos limitarnos a conocer en el piso de arriba la verdad y la bondad mientras en el sótano están arrancando la piel a otros seres humanos como nosotros. También hoy existen poderes fuertes que llevan a alta mar al ser humano, que lo conducen al interior de los desiertos y a su mundo de máscaras. Tal viaje perderá su condición amenazadora si el ser humano vuelve en sí y recuerda la fuerza divina que posee”.

                                                     Ernst Jünger

                                                 Madrid-España a 22/05/2023

 

 

 

viernes, 19 de mayo de 2023

LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA EXISTENCIA EN LA ÉPOCA ACTUAL - EL PROBLEMA DE LA LIBERTD.


Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.

 

En la Edad Moderna cuando el hombre instrumentalizó la técnica al servicio del Gran Poder, negó su esencia. Porque la voluntad de poder sólo es una manifestación del querer del hombre para dominar a la naturaleza o, al otro hombre. Por eso la insaciabilidad del querer se alimenta del dominio o la extinción del Otro. Una de las tareas del pensar es, como resarce la esencia del hombre y la verdad del ser, en un mundo dominado por las imágenes artificiales, lo pasajero y fugaz de la existencia humana.

Aquí es donde tiene relevancia el pensar y el lenguaje, como modos de revelación de la verdad del ser: pensado en el sentido de realidad absoluta. Que se reconcilie consigo mismo de la escisión que ha establecido la historia de la cultura y de la civilización, el conocimiento científico y la técnica.

La Edad Moderna se basa en la peculiar dictadura de la opinión pública. Así, pues, lo que se suele llamar “existencia privada” no es en absoluto el ser-hombre-esencial, o, lo que es lo mismo, el hombre libre. Asimismo, el único hacer de la existencia privada es, negar la esfera pública. Ya que lo público oculta lo privado en las esferas que despliega: la política, la economía, la educación, lo jurídico, lo técnico, lo religioso, lo científico o lo cultural.

Así, la existencia-del-hombre-esencial es, la del hombre libre. En la Edad Moderna lo que está en juego es la libertad. Parece que estuviéramos inmersos en un dinamismo que induce a la extinción de ésta. Es comprensible la situación en la que se encuentra el hombre de hoy, que entrega la libertad por la seguridad. Sentirse seguro de la crueldad que se convierte en parte constitutiva de las instituciones, del ejercicio del poder y los discursos que lo legitiman. Seguro de los que rompen el pacto social, el radicalismo religioso, el extremismo ideológico, el nacional-populismo intolerante y xenófobo, los paramilitares, la guerrilla y los avatares de la existencia.

En el Mundo Moderno la libertad se depositó en el Estado y sus instituciones políticas, económicas, sociales, administrativas, religiosas, policivas, militares, de seguridad y culturales. Y en su devenir diversas formas de dominio y control se configuraron. Este mundo ha cambiado y sigue haciéndolo, y lo hace por necesidad; más con ello ha cambiado también la libertad; no ha cambiado en su esencia, desde luego, pero sí en su forma. (Ernst Jünger).

Vivimos en unos tiempos en que resulta difícil distinguir la libertad de la seguridad, la guerra de la paz.  Los matices han borrado las fronteras entre unas esferas y otras. Son tiempos en que se han disminuido las fuerzas de la totalidad, es decir, los acuerdos de paz (lo constata la guerra entre Rusia y Ucrania, la guerrilla, los paramilitares y el Gobierno de Colombia), la justicia, la tolerancia, la vivacidad plural y la convivencia, y los acrecentamientos en la vida humana y sus generaciones. Como expresa Jünger: “Antes, al contrario, las fuerzas quieren vivir de la totalidad; no son capaces de mantenerla y aumentarla mediante una riqueza interior: mediante el ser”.

Parece que ganara terreno cada día la extinción de la libre voluntad o del libre albedrio. Se impone el querer de la voluntad que se quiere así misma, como voluntad de poder y de saber. La voluntad que esconde el ser como voluntad de poder. (Heidegger). En este orden, el automatismo parece quebrantar con gran facilidad, como si lo hiciera jugando, lo que queda de libre voluntad. Y, entonces hemos llegado a una concepción nueva del poder, a unas concentraciones de poder inmediatas, sumamente vigorosas. Para poder plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad, una idea que no tiene nada que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra. (Jünger).

La libertad es hoy el gran tema de nuestro tiempo, ella es el poder que vence al miedo, al sufrimiento y la muerte. Ella es la luz que ha de guiar al hombre libre e independiente; y hacerla posible eficazmente y hacerla visible en la resistencia, se convierte en principio fundamental en la actualidad. El mero hecho de que el hombre libre sepa cuál es su papel en la actualidad hace disminuir el miedo. En los sitios donde el hombre libre se decida a servir romperá con la coacción, el autoritarismo, la violación de los Derechos Humanos o, contra el crimen organizado.

Ese es el legado que deja tras de sí a sus contemporáneos y a las generaciones por venir, hacerle frente con la antorcha de la libertad a las crisis en la que no se mantienen firmes ni el Estado de Derecho, ni la democracia, ni la ley ni la moralidad. Las masas se dejarán llevar por la propaganda y lo que ofrecen los medios y las redes sociales como verdadero, pero no el hombre libre que bebe del pozo de los pensadores y se sostiene sobre el suelo de la experiencia, del dolor y el sufrimiento. Que son fuentes de sabiduría y de saber estar y enfrentar las adversidades que el mundo y su realidad le ofrecen. De ahí que tenga consciencia que los sacrificios son importantes para alcanzar la libertad, la justicia, la igualdad y el respeto a la vida y la dignidad humana.

Así, por la técnica en el Mundo Moderno vivimos una época en que la libertad se ha domesticado y diluido no sólo en el huero concepto de sí misma, sino en las relaciones de fuerza –del Estado y sus instituciones, del Gran Poder o los big data, las imágenes o los números. Cada vez gana terreno en las sociedades actuales, la uniformidad y la estadística. Asistimos a una época de vigilancia constante del Estado técnico absoluto. La libertad dejó de ser en el ámbito público, una “Figura” del Ser y de la esencia del hombre. Aquí deja de pertenecer a la esencia del hombre libre e independiente, “autor” de su propia vida. Ese que Jünger llama en el texto La emboscadura: el emboscado.

El ser humano ha de saber cuáles son aquellos puntos donde no le es licito traficar con su decisión soberana. (Jünger). Estamos asistiendo por la primacía del Estado técnico, el recorte de las libertades y el autoritarismo en algunos países, a que haya un punto de inflexión en la vida privada y la vida pública. Porque el populismo, el nacionalismo, el autoritarismo, el racismo, la xenofobia, se correlacionan con la desaparición del “sujeto”, del “Yo” como consciencia crítica de la sociedad y protagonistas de la historia actual. 

De otra parte, el Sistema Capitalista Global desea romper los lazos comunitarios de los valores de la vida en común. En países como Hungría, Polonia, Rusia, EE. UU, están destruyendo los valores culturales y políticos del Humanismo y, la modernidad ilustrada, que toman como principio fundamental al hombre de carne y hueso: como individuo de acción y de reflexión crítica; con capacidad de análisis y de teorización del mundo; y su poder para transformarlo. Esto es sumamente grave en un Estado de Derecho y un Sistema democrático en el momento actual.

Así que, la deriva de partidos autoritarios de extrema derecha, incrementan el rechazo al Otro y a la inmigración, basados en principios falsos: la diversidad de razas y de lenguas trae el caos y la violencia, el trabajo de los nacionales se sustituye por la mano de obra extranjera, la educación y la salud universal debe ser sólo para los nacionales, etc. Para hacerles frente se requiere un Estado democrático Social de Derecho que defienda la libertad de prensa y de expresión, la independencia y la crítica de los medios de información, la lucha contra la corrupción y un sistema judicial imparcial. De esa forma se defiende la modernidad ilustrada y la democracia.

Estamos entregando la libertad a los instrumentos técnicos y desnudos nos precipitamos a los brazos del Gran Poder. Así que, el gran peligro está en que el hombre confíe demasiado en las ayudas de otros y, cuando faltan aquellas, quede desvalido. Todas las comodidades hay que pagarlas. (Jünger). El hombre ha de ser consciente que no ha de perder la esperanza que mora él y la fuerza intima que destruye las barreras del tiempo. Esa impulsa allende de las murallas del tiempo y del espacio, y así podamos asistir al lugar donde mora el Ser, los Dioses o las Musas.

 En esta civilización técnica las seguridades y el miedo funcionan cual muros de contención, así los hombres se conforman con lo establecido. Para que el hombre salga adelante necesita ser libre, al amparo del pensamiento y las formas estéticas. Así puede criticar y trascender el ser que oculta la voluntad de poder y, al tiempo posibilitar caminos y umbrales que permitan ver y entender, la vida y el mundo al que pertenece. Romper las murallas del tiempo-ahora-continuo para poder enfrentar los enigmas de la existencia. Esas herramientas las posibilita la literatura, el arte, la música, la religión, la filosofía y el encuentro con Dios. En su defecto, se revelará el ser de la vida, la naturaleza y lo divino, que mora en todos y cada uno de nosotros.

 Sólo basta que el ser humano se detenga a la orilla del camino de lo fugaz y automático, para que observe y escuche la armonía entre Hombre y Mundo, Hombre y Dios. Porque los signos de lo divino, lo bello y lo eterno, moran en el interior de todos y cada uno de nosotros. Aquí el mundo y la vida se revelarían con un rostro estético y sagrado.

En el Mundo Moderno el lenguaje cayó en un vacío profundo y oscuro que obstaculiza comunicar los contenidos espirituales que le corresponden. En este ámbito el lenguaje cae al servicio de la mediación de las vías de comunicación a modo de acceso uniforme de todos a todo, pasando por encima de cualquier límite. (Heidegger). En la actualidad la objetivación del lenguaje en la comunicación rápida y simultánea es lo único que perdura: efímero por sí mismo se sostiene sobre el sistema general de la información, que hace de las noticias conmensurables de acuerdo al interés que el sistema administra. Degradan la experiencia de cada uno de nosotros, la experiencia singular y concreta de cada ser humano. A la vez, degradan el tejido vivo de la existencia, de la percepción y participación en lo diferente de los acontecimientos, que se oponen a lo inefable y eterno de la verdad.

En este caso, la uniformidad del lenguaje posibilita la objetivación de la existencia. Entonces el ser humano se percibe como objeto o número. La “existencia privada” cae en los espejismos del sistema general de la información, que corrompe los contenidos espirituales del ser humano. La “opinión pública” es la que materializa la “existencia privada”. Así, el individuo deriva la existencia individual a la esfera de lo público. 

En esta civilización de lo efímero los medios de comunicación o las redes sociales, le otorgan al individuo la objetivación de su existencia. Por eso la coherencia de la individualidad se quebrantó en nombre de lo efímero de la vida. La “opinión pública” decide lo “comprensible y lo desechable por incomprensible”. Así degrada no sólo la esfera privada, sino que sustituye los hechos por opiniones falaces y vacías.

De ahí que,

 Antes de poder actuar sobre un proceso es preciso haberlo comprendido”, al decir de Jünger.

                                              Madrid-España a 19/05/2023

lunes, 15 de mayo de 2023

POLÍTICAS SOBRE EL CUERPO EN LA ACTULIDAD


Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.


Ernst Jünger en el texto Sobre el dolor expresó que, la técnica no sólo se limita a la zona propia del instrumento, sino que intenta someter también a si el cuerpo humano.1 En el mismo orden Michel Foucault dijo en Microfisica del Poder: el cuerpo, y todo lo que se relaciona con el cuerpo, Herkunft, la fuente, la procedencia; es la vieja pertenencia a un grupo –el de sangre, el de tradición, el que se establece entre aquellos de la misma altura o de la misma bajeza-- Con frecuencia el análisis de la Herkunft hace intervenir a la raza o el tipo social.

Allí donde el alma pretende unificarse, allí donde el Yo se inventa una identidad o una coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del comienzo -de los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color, esta marca casi borrada que no sabría engañar a un ojo poco histórico-; el análisis de la procedencia permite disociar al Yo y hace pulular, en los lugares y plazas de síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora.2

Por tanto, la procedencia se enraíza en el cuerpo. Se inscribe en el sistema nervioso, en el aparato digestivo. El cuerpo -y todo lo que se relaciona con él, la alimentación, el clima, el sol-, es el lugar de la Herkunft: sobre el cuerpo se encuentra el estigma de los sucesos pasados, de él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan y de pronto se expresan, pero también en él se desatan, entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto. El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos (mientras que el lenguaje los marca y las ideas lo disuelven), lugar de disociación del Yo.3

En Foucault representa un sentimiento fantasmagórico, la idea de un cuerpo social que estaría constituido por la universalidad de las voluntades. No es el consensus el que hace aparecer el cuerpo social –piensa Foucault-, es la materialidad del poder sobre los cuerpos mismos de los individuos. En las relaciones de poder, de dominio, la conciencia del cuerpo no ha podido ser adquirida más que por el efecto de la ocupación del cuerpo por el poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la desnudez, la exaltación del cuerpo bello. Todo está en la línea del deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente, obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los niños, de los soldados, sobre el cuerpo sano.

Pero en el momento en que el poder ha producido este efecto, en la línea misma de sus conquistas, emerge inevitablemente la reivindicación del cuerpo contra el poder, la salud contra la economía, el placer contra las normas morales de la sexualidad, del matrimonio, del pudor. El poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. De hecho, la impresión de que el poder se tambalea es falsa porque puede operar un repliegue, desplazarse, investirse en otra parte, y la batalla continua.4

Según Foucault, el cuerpo pasa por el filtro de la vigilancia y el control. Son relaciones de fuerza que abarcan al Estado, las instituciones, la esfera pública y política de los ciudadanos, también la sexualidad, el deseo, porque tienden al control, la normalización de la sociedad. Pienso –dice Foucault-: que desde el siglo XVIII hasta comienzos del XX, se ha creído que la dominación del cuerpo por el poder debía ser pesada, maciza, constante, meticulosa. Pero a partir de los años sesenta, se da uno cuenta que este poder tan pesado no era tan indispensable como parecía, que las sociedades industriales podrían contentarse con un poder sobre el cuerpo mucho más relajado. 

La distribución del poder en el Estado y el cuerpo social, es lo que permite su elasticidad y ejercicio. Que se ejerza no sólo en las instituciones, sino también por encima, por debajo, a los lados y atraviese los puntos y las cuerdas donde se solidifican. Es decir, se expresan como poder que disciplina y normaliza el cuerpo social o a los individuos en particular.

Foucault llegó a la conclusión que el ser humano no existe. Sino que es consecuencia de una multiplicidad de variables reales o supuestas, por las circunstancias en que transcurre su vida. Que el poder no está localizado en los aparatos de Estado, y que nada cambiaría en la sociedad si no se transforman los mecanismos de poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, por debajo de ellos, a su lado, de una manera mucho más minuciosa, cotidiana.

Si se consiguen modificar estas relaciones o hacer intolerables los efectos de poder que en ellas se propagan, se dificultará enormemente la funcionalidad de los aparatos de Estado. El poder, lejos de estorbar el saber, lo produce. Si se ha podido constituir un saber sobre el cuerpo, es gracias al conjunto de una serie de disciplinas militares y escolares. Es a partir de un poder sobre el cuerpo como un saber fisiológico, orgánico ha sido posible.6 

Foucault cree que los seres humanos son efectos corporales de fuerzas que interactúan incansable sobre él. Así que, en el decurso histórico nunca es el mismo, la identidad se convierte en una categoría metafísica. En el tiempo y el espacio siempre se encuentra en perpetua transformación. Son las representaciones que tenemos de la realidad las que permiten nuestra razón de ser. 

Por tanto, para que el hombre tenga la posibilidad de llevar sobre la Tierra una vida de gran estilo sobre elevados criterios. Debe cambiar los mecanismos de poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, que se ejercen en las instituciones, el cuerpo, la sexualidad, el deseo, el saber, y lo nombra, lo toca, lo designa, lo atraviesa, lo circunda y lo interroga, en la medida que lo convierte en objeto o en número. Si se modifican las variables o se hacen insoportables las relaciones de fuerza que actúan sobre él, se dificulta la estructura y la función del Estado, pero también el pulular de los micropoderes.

Asimismo, las políticas sobre el cuerpo y el valor del dolor en él, no es la misma en todas las épocas. Existen actitudes que capacitan al ser humano para alejarse donde el dolor manda como dueño absoluto. Semejante apartamiento se manifiesta en que el ser humano es capaz de tratar el cuerpo –es decir, el espacio mediante el cual participa en el dolor– como un objeto. Además, la objetividad del cuerpo es la expresión más elevada que pueda considerar la vida.

Como afirma Jünger: es considerada como un puesto avanzado que el ser humano es capaz de lanzar al combate y sacrificar desde gran distancia. Así, todas las medidas que se toman abocan no a escapar del dolor, sino a resistirlo. Foucault cree, en cambio, que el poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. Se convierte en objeto de preocupación, análisis y reflexión, pero también en blanco de vigilancia y control. Esto engendra al mismo tiempo la intensificación de los deseos de cada uno por, en y su propio cuerpo. 

Entonces en los combates de la vida, a cada uno de los movimientos del adversario responde el movimiento del otro. La vida libra luchas indefinidas, lo cual no quiere decir, que no terminen alguna vez. Y, uno de los puntos donde terminan las luchas de la vida es la muerte.

En el ámbito de la ciencia se llevan a cabo investigaciones y experimentos al borde de lo trascendente y divino. La neurociencia, la biología genética, la cibernética, la física cuántica, la medicina deportiva, la Inteligencia Artificial, están demostrando que el cerebro puede convertirse en objeto. Que el cerebro humano puede ser clonado por un cerebro digital, en la que éste puede llegar a ser mejor que el cerebro biológico. 

Desarrollar una máquina o un ordenador que no sólo supere al cuerpo humano, sino que sean más eficientes que el cerebro biológico. Por ejemplo, el cuerpo es el ámbito donde se mueve el guerrero o el deportista. Donde se implementan relaciones de fuerza, de coacción y dominio, que responden a dispositivos, que están situados más allá de la sentimentalidad y el amor.

Son expresiones objetivas de la cultura del artificio, que imperceptible y sutil disciplinan, normalizan, al cuerpo, la mente y la personalidad. Se trata, en este orden de destruir todo vestigio espiritual y sentimental, para convertir al ser humano en objeto. Esto es algo degradante para la condición humana, el ser existencial y los valores espirituales, que configuran la existencia. Afortunadamente todavía existen personas que son capaces de ver las pérdidas: la numerificación, la aniquilación del valor y la simplificación de la existencia.

Asimismo, el cristianismo concibe el cuerpo como el templo donde mora el Espíritu de Dios. Simbólicamente la Iglesia es el cuerpo de Cristo en la Tierra. Afirma el evangelista: si se profana con adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicería, contiendas, disensiones, herejías, homicidios. No se hereda el Reino de los cielos. Más el fruto del Espíritu es, caridad, gozo, paz, amor, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre. Contra tales cosas no hay ley. Porque los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.7 

Para el cristiano el Espíritu de Cristo, rescata el cuerpo de los espejismos de la carne y de la idolatría. Para la Cábala mística, en cambio el cuerpo es producto de las doscientas treinta y una combinaciones posibles de las veintidós letras del Tetragrámaton, que componen el alfabeto del Nombre de Dios; si se violenta como un campo de batalla, se violenta la esencia de Dios, el Nombre, configurado en el cuerpo, el alma, el espíritu, el mundo y el tiempo.

Jünger piensa que, en el marco de la edad de Acuario, de la que cabe aguardar una elevación del nivel medio espiritual. El cuerpo es divisible; no lo es, en cambio, el individuo al que el cuerpo sirve de vestido. Esto toca uno de los motivos por los que los médicos antiguos declinaban tratar con la lanceta a los pacientes. Un eco de eso se ha conservado en la relación del internista con el cirujano. El individuo es único e invulnerable; el fuego no puede causarle ningún daño.

La objetivación del cuerpo se percibe con mayor claridad en el proceso peculiar que denominamos “deporte” y que cabe diferenciar de los juegos de la Antigüedad en la misma medida en que cabe diferenciar nuestras olimpiadas de las griegas. La diferencia esencial es la siguiente: para nosotros no se trata tanto de una competición cuanto de un proceso de medición exacta. Es algo que se deriva ya del hecho de que no se requiere que estén presentes ni el adversario ni los espectadores. 

Lo decisivo es, antes bien, la presencia de la “segunda consciencia”, que registra el resultado con la ayuda de la cinta métrica, del cronómetro, de la corriente eléctrica o de la fotografía. (Jünger).

Ahora en la actualidad se tienen una serie de instrumentos, de redes artificiales, de medios, que proporcionan las imágenes pictóricas en movimiento, los lenguajes digitales y analógicos. Al contemplar a los deportistas de elite, al soldado, tenemos la impresión de que ya han quedado sustraídas en gran medida las zonas de la sentimentalidad. Esa carne disciplinada y uniformada por la voluntad con unos cuidados tan meticulosos suscita la idea de que se ha vuelto más indiferente a las heridas.

En el deporte y la disciplina del soldado observamos las áreas, en que el perfil humano está endureciéndose, aguzándose o también galvanizándose. Se trata de estar informados con máxima exactitud de los resultados que es capaz de alcanzar el cuerpo humano como instrumento. A la vez, cómo es lanzado a la vanguardia del combate y capaz de entregar la vida en sacrificio. El hecho de que ya hoy nos encontramos en condiciones de soportar con mayor frialdad la visión de la muerte se explica en no pequeña medida porque ya no estamos en nuestro cuerpo, a la manera antigua, como en nuestra casa. (Jünger).

En este orden, la objetividad de la vida se concatena con la disolución de los valores espirituales, la sentimentalidad y la profanación del misterio de la muerte. Se constata en las imágenes, los periódicos y revistas ilustradas, al mostrar el rostro carente de alma, frío, distante, trabajado como en metal, tallado en maderas especiales, y que posee una auténtica relación con la fotografía, los medios y modos de comunicación.

 Se observa en el mundo actual como la objetivación del ser humano, se concatena con relaciones de poder, de saber, de dominio y control; así entonces, estamos en una época de transición donde preponderan las valoraciones técnicas. Con alta convicción moral Jünger dice: pero nada de eso exime de responsabilidad al ser humano.

 Además, las personas formadas para pensar tienen una responsabilidad ética y moral, con la sociedad. De ellos depende desvelar que ocultan los fenómenos técnicos y a qué voluntad de poder obedecen sus exigencias. Poner los fenómenos en una situación crítica, de crisis, depende el contexto de la representación de una idea para que sus fuerzas explosionen en el mundo de la Revelación –que es la Historia.

Como dice Benjamín al respecto de la alegoría: todo lo que la historia desde un principio tiene de intempestivo, de doloroso, de fallido, se plasma en un rostro; o, mejor dicho: en una calavera. Por eso la alegoría pone en escena la secularización de la existencia y del mundo, expone la historia sufriente de los hombres, sin hacer referencias teológicas que transfiguren su dolor. De esa manera, se podrán restaurar los portillos que la historia deja tras de sí. Es decir, el detritus de la vida urbana y del mundo en general

Recordemos que el principio erótico que posibilita la conversación y fluye bajo el follaje del Árbol de la Vida, anuncia un nuevo despertar. Se entronca con las cosas rítmicas, que son las que se oponen a los espejismos de la ciencia, la técnica y la cifra. El cuerpo y la sexualidad, el cuerpo y la moda, la técnica y el cuerpo, la ciencia y el cuerpo, el saber y el poder, habitan un mundo diferente al del lector, del poeta o del artista. 

Esto lo corrobora Jünger: “El oído interno es el que capta las grandes composiciones musicales; llegan de otro mundo”. Así pues, “los cuentos y las poesías” se mueven en un orden superior de aconteceres. La realidad atraviesa diversos grados, semejante en eso a la materia, que puede aparecer como sólida, como liquida, como gaseosa y que puede asimismo tornarse invisible. (Jünger).

La poesía y la novela llevan a un mundo de mayor libertad, donde también queda vencido lo imposible. El placer y el dolor del cuerpo son sentidos en una dimensión diferente; también el lector tiene su Olimpo. De ahí que el Aladino que reposa en el lecho junto a la princesa esté más cerca del mundo de la tijera que no corta que el insaciable Don Juan. La rosa amenaza con la espina. A la vez crece el impulso instintivo que lleva a emprender tanto excursiones ideales como excursiones fantásticas. Ese impulso echa raíces en la vida cotidiana; pone en peligro el mundo real. El poema establece marcas que no son alcanzadas en la vida. En diversos niveles amenaza el destino de Hamlet –al decir de Jünger.

Asimismo, la crítica de la experiencia histórica hay que situarla en el lenguaje y los movimientos del pensar. Porque la actualidad representa una crisis del lenguaje, asociada al olvido de sus secretos. El lenguaje como instrumento de revelación podrá restituir los escombros que la historia y el ejercicio del poder deja a la vera del camino y los celebra como patrimonio. Entonces podrá perfilar algo más elevado y digno para el hombre contemporáneo. Si la Revelación es el saber que anida en la historia, la filosofía, el arte, la teología, la literatura, la poesía, la teoría de la cultura, etc. Han de posibilitar las herramientas estéticas, gnoseológicas e históricas, para que los fenómenos develen su verdadero gesto. Lo que el Surrealismo llamaba: el gesto estético.

 Sabemos que estamos en los umbrales de las nuevas tecnologías del poder, que están configurando el espíritu de la época actual. Tienen que ver con el cuerpo como campo de batalla. Donde convergen placer y dolor, dominio y objeto; figuras donde se hace patente la vida actual. También con el espíritu, donde se llevan a cabo los combates más atroces entre las huestes celestiales y las demoniacas, el mundo del titanismo y del espíritu. Además, el fin de la voluntad de poder es menguar las corrientes del espíritu, para batirlo con las fuerzas del sin-sentido y la barbarie. En la medida que lo consiga se intensifica el dolor, el miedo y el sufrimiento en la vida del ser humano. Pero, el ser humano es capaz de levantarse de sus cenizas como hace la Lechuza de Minerva al anochecer.

 En este mundo de alto desarrollo técnico, de sociedad de masas y cultura de masa, tengo la absoluta convicción que el pensamiento no se puede separar de la dimensión corporal, espiritual, ética y moral del ser humano, como lo percibe la antropología semita-hebrea. Es en el lenguaje donde la consciencia moral adquiere prestancia para el hombre. De ahí que,

   la razón se mal interpretó como racional. Y lo racional en tanto engendro de lo irracional impensado, presto curiosos servicios” –dijo Martín Heidegger.

 

                                         Bibliografía

        1.  Jünguer, Ernst. Sobre el dolor. TusQuets Editores, 2003. pág. 77.

2. Foucault, Michel. Microfisica del Poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta, 1979. pág. 20.

3.         Ib. pág. 12.

4.         Ib. pág. 12.

5.         Ib. pág. 104.

6.         Ib. pág. 107 y 108.

7.         Los Evangelios. Galatás 5: 16 – 24.

 

                                        Madrid-España a 15/05/2023

miércoles, 10 de mayo de 2023

 

                                    VASILI GROSSMAN

                            Fragmentos de Vida y destino

 

Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.

 

Vasili Semiónovich Grossman (1905-1964), ruso-ucraniano. Fue periodista, escritor y corresponsal de guerra (1930-1960). Vida y destino narra las vicisitudes, el terror, el dolor, el sufrimiento y la muerte, en el Frente Oriental de la Segunda Guerra Mundial. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en corresponsal de guerra del Ejército Rojo, publicando para el diario Krásnaya Zvezdá, haciendo crónicas de primera mano sobre las batallas de Moscú, Stalingrado, Kursk y Berlin. Su testimonio acerca de los campos de exterminio nazis, escritos tras la liberación de Treblinca, se encuentra entre uno de los primeros escritos sobre el Holocausto judío, que fue utilizado como prueba en los juicios de Núremberg.

 Después de la Segunda Guerra Mundial se quebranta su fidelidad al Estado soviético por la inflexión de Stalin y el establecimiento al antisemitismo. Así que, sus dos obras más importantes (Vida y destino y Todo fluye), son censuradas. La obra se publicó en el exterior-Suiza y, más tarde, en la Unión Soviética en 1988 durante la apertura de Mijaíl Gorbachov. La obra alcanzó un éxito enorme y fue aclamada como una de las mejores de la literatura universal del siglo XX.

Así que, Vida y destino es una novela que emociona al lentor, despierta y conmueve la sensibilidad y la condición humana y se compara con obras maestras como “Guerra y paz” o “Doctor Zhivago”. Sabe que la historia está hecha de ripios y escombros de la vida de gente que se enfrenta a las vicisitudes de la existencia y “al terror del régimen estalinista y el horror del exterminio en los campos, para que la libertad no se diluya y se aplaste bajo el yugo del totalitarismo”. Y el ser humano no pierda su capacidad de asombro, de imaginar, de sentir y de amar.

Esta novela nos dona un presente Divino, las herramientas intelectuales, las experiencias, las palabras y el pensamiento, para hacer frente a las máscaras que toma el totalitarismo, el autoritarismo, el populismo, el nacionalismo, que acechan la libertad, la dignidad, la justicia, la igualdad, entre los seres humanos en la actualidad.

Es una evidencia que la vida se sitúa sobre el abismo del pozo de la desesperanza, del dolor, la tragedia, el desamor y la espera. Una espera de retazos de vivacidad que abran las puertas del amor y la libertad. Es un mirar atrás con sus claros oscuros, la historia que jamás llegamos a comprender y asir en nuestras manos, por ser misteriosa y oscura para la consciencia de la vigilia.

Como dijo Vasili Grossman en la novela Vida y destino:

“Pero la historia está hecha de pequeños retazos de vida de la gente que lucha para sobrevivir al terror del régimen estalinista y al horror al exterminio de los campos, para que la libertad no sea aplastada por el yugo del totalitarismo, para que el ser humano no pierda su capacidad de sentir y amar”.

Así, lo que desea todo régimen autoritario, totalitario, o todo nacional-populismo, no es sólo exterminar la alteridad en la vida de las personas, sino ante todo la libertad de hablar, de pensar, de obrar, y que caiga sobre él como una loza el miedo, el silencio, el terror, que los paralice en el pensar, hablar y actuar. Que las palabras se vacíen de sus contenidos y sólo escuchemos su susurro en la distancia y, se conviertan en harapos de palabras sucias y corrompidas, como el Sistema que las coarta, las limita o las ensucia del estiércol del sufrimiento, del dolor, la sangre y la muerte que deja tras de sí.

De ahí que tengan miedo al nacimiento, la pluralidad y la mundanidad, al espacio público que afirma la individualidad y la razón de ser humano y no inhumano. Porque “todo lo que vive es irrepetible. Es inconcebible que dos seres humanos, dos arbustos de rosas silvestres sean idénticos. La vida se extingue allí donde hay empeño en borrar las diferencias y las particulares por la vía de la violencia”. (Grossman). 

La violencia lo que hace es dejar a la vera del camino un montón de escombros humanos y materiales; como esquirlas de huesos rotos, de carnes desgarradas y esperanzas truncadas. En estos regímenes los únicos lamentos que se escuchan no son los de los dolientes, los pobres y excluidos, sino los de los poderosos.

En las circunstancias de la vida los seres humanos comparten un destino común: en la cárcel, el barrio, la ciudad, el pueblo, la clase social a la que pertenecen o en las fábricas, un destino que los empuja lentamente y persistente al mismo punto. Casi siempre el hombre común ignora el destino y lo que ha de encontrar más allá de lo que divisa su mirada. Son destinos compartidos que en la mayor parte de las circunstancias comparten el dolor, el miedo, el sufrimiento, el recuerdo o la esperanza, pero todos saben que están unidos por un destino común.

El destino del hombre del campo y del pueblo a pesar de su diversidad, acaban por semejarse. Están atados a la misma cadena que los arrastra a lo desconocido. Este estado de cosas produce en lo profundo del alma del ser humano angustia y zozobra. Los que padecen bajo el totalitarismo o una democracia autoritaria, el pasado es maravilloso. Siempre muestra cosas nuevas para entender el presente y el futuro.

Es digno resaltar y avivar en la consciencia de los hombres, que lo que desea este tipo de personas es crear uno uniforme, disciplinado, que exalte los valores patrios, del Estado y sus instituciones, aún en medio de la inmundicia, la tortura y la muerte. De ahí que “el nacionalsocialismo había creado un nuevo tipo de prisioneros políticos: los criminales que no habían cometido ningún crimen”. (Grossman).

De lo único de lo que se les podía acusar es de ser diferentes, en cultura, en lengua, en creencias, en religión, en ideología, en manera de ser y comportarse. Porque odian la alteridad, la diferencia y la discontinuidad social, histórica y política. En el Estado totalitario o autoritario, las autoridades se apoyan en delincuentes comunes para vigilar a los políticos, los intelectuales o aquellos que estén en condiciones de alterar la convivencia social y el orden. O, en otros términos, vigilar a los que tienen consciencia crítica y sensibilidad con lo que sucede.

Para ciertas personas sean políticos u hombres del común, el fin justifica los medios y los medios que emplean son despiadados. “En la actual tiniebla, veo claramente vuestra fuerza y el terrible mal contra el que lucha […] Allí donde hay violencia impera la desgracia y corre la sangre”. (Grossman). Los grandes sufrimientos del pueblo se llevan a cabo en nombre del Estado, la seguridad, la libertad, la democracia y el bien. “¡Yo no creo en el bien creo en la bondad ¡– expresa irritado Grossman.

¿Acaso es la debilidad o el miedo la causa del silencio, lo que impele a no enfrentarnos con lo que no estamos conforme? Por eso cuando hablamos con uno de los funcionarios comprendemos de inmediato con media palabra a que nos enfrentamos. Y siempre o casi siempre, el ser humano desvalido, solo y despojado de sus derechos opta por el silencio. En estos casos es más elocuente que la palabra; y eso los desespera y los irrita, porque el silencio porta en su esencia un poder enorme, que trasciende las algarabías del lenguaje del torturador, del funcionario, de las autoridades competentes, del militar, del policía, y eso los convierte en seres violentos e impredecibles.

Tal como soportó Ulises el canto de las sirenas; para expresar que en todo tiempo existen individuos que desean resaltar la inteligencia y las fuerzas del espíritu frente a las adversidades de la vida, la historia y las fuerzas oscuras.  

En tiempos de violencia o de guerra muchas cosas del alma se vuelven extrañas. Que se puede hacer ¿Cuándo una parte de sí mismo se vuelve extraña? “Con uno mismo no se puede romper relaciones, ni dejar de encontrarse”. Quien rompe relaciones consigo mismo, rompe con lo que es, su razón de ser y también con su pasado. No podemos huir de nuestro pasado, porque éste nos acompaña hasta muerte.

¿Qué desea alcanzar el ejercicio del poder totalitario, autoritario o populista? Busca personas que rompan con su mismidad, su identidad, con las raíces de donde procede, sus sueños y fracasos, sus esperanzas y desdichas, ya que desea hombres sumisos, superficiales y no se pregunten, ¿por qué estoy en el mundo? ¿cuál es el destino que me depara la vida? ¿qué lugar ocupo en la sociedad? ¿Qué debo hacer o pensar para ir allende de lo establecido? Así que, no podemos romper con uno mismo y dejar de encontrarse cada instante; para que la vida adquiera valor y dignidad.

Con palabras sencillas el ser humano expresa lo esencial de la existencia y la relación con el mundo y los demás seres humanos. Ellas contienen lo fundamental de la vida y del mundo. Así el pensamiento, los sentimientos, el mundo y su realidad, son “formas” del lenguaje. Heidegger lo expresó con palabras sencillas, más tenues que los surcos que se dejan a la orilla de la mar: “El lenguaje es la casa del ser”. Y sus guardines son el poeta y el pensador. El ser está pensado en el sentido de la realidad absoluta; y comprendido como voluntad incondicionada que se quiere a sí misma como voluntad de saber y de amor. En la voluntad se esconde también el ser como voluntad de poder.

Grossman percibe el ejercicio del poder del estalinismo desde el discurso o la palabra (el logos) y dice: “En aquel gemido de mudos y discursos ciegos, en aquella espesa mezcla de individuos, unidos por el horror, la esperanza y la desgracia, en aquel odio e incomprensión entre hombres que hablan una misma lengua, se perfilaba de un modo trágico una de las grandes calamidades del siglo XX”.  

Así que, “para los fascistas cada día de vida” del Estado democrático Social de Derecho, los principios de la Ilustración y la libertad, “es insoportable. El fascismo no tiene alternativa. O nos devora y nos aniquila, o se extingue”. El fascismo odia la vida y más la que acaba de nacer. Porque lo que porta esa vida es algo nuevo y novedoso para el hombre; en ella se expresa la libertad, el amor, la fraternidad y el asombro ante lo cotidiano y desconocido. El fascista odia la vida nueva, porque ella hace cortes a lo establecido y rompe con la verdad. Una vida que está preñada de asombro; por eso el fascista la tritura. El odio del fascista contiene la justicia y el amor, de aquel que lo sufre.

Es una desgracia que los nuestros nos odien por creer en la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad y el amor. Las élites sólo piensan en sí mismas y en lo que poseen, lo demás les importa nada, absolutamente nada. Que tristeza la del ser humano situado en las esferas del poder y del dinero; y la indiferencia hacia el Otro sea el principio que determine su vida.

                                     Madrid-España a 09/05/2023