Con afecto y respeto a la
poetisa, escritora y gestora cultural, Yaneth
Álvarez Montiel. Quien con su palabra ahonda la sensibilidad, el espíritu y
la condición humana. Usted es un ejemplo para las nuevas generaciones de
Colombia.
Antonio
Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.
Por
la VI Feria Latinoamericana del Libro en
Cartagena de Indias-Colombia, podemos decir que, cuando el misterio de la
literatura ocurre en el seno de una lengua, desborda el contenido de “las
posibles interacciones de las unidades semánticas”. Cuando el milagro de la
literatura se da, la vida toda, se puebla de palabras, sonidos y colores. Estas
hacen señales, llaman, cantan, narran; y nos circundan, atraviesan y
trascienden. Es un lenguaje jamás imaginado que permite percibir, conocer o
experimentar el mundo y su realidad con otros ojos, y entonces, cuando ese
milagro aparece, el mundo, la realidad y la existencia, se llenan de palabras,
de música o, de éxtasis.
Y, embriagarse de colores de
la lengua, es algo divino porque “se eleva hacia los orígenes, hacia las
fuentes y los jóvenes manantiales del arte de la palabra”. Así pues, “en estado
de literatura, el lenguaje funciona de una manera incomparable. Es siempre algo
más” –dijo George Steiner.
Sabemos
de la importancia del estudio sociolingüístico o filosófico de la literatura,
en la cultura actual. Porque abren horizontes nuevos en la semántica, la
estructura léxico-gramatical o la significación de las palabras. Porque esta
mutación en el orden del lenguaje, posibilita nuevos espacios de realidad, de sentido, o caminos diferentes de autoconocimiento y trascendencia
de lo incognoscible: el Ser o, el Dios oculto. Es el instrumento
adecuado para comprender la compleja relación entre mundo y verdad.
Pero
también para desvelar la riqueza de las relaciones
de sentido frente a las relaciones
artificiales, que arremeten contra lo rítmico, lo sonoro, los momentos
oportunos. De ahí que la literatura exalte “el recuerdo y la memoria, que
permiten que rompamos con la “actualidad” que nos repugna, y detener su avance
catastrófico”. No es algo irrelevante en la historia de las palabras, ya que es
en sí misma, la historia de las reflexiones, los sueños y las pesadillas
humanas.
En
estado de literatura: “todo lenguaje está en relación activa y eventualmente
creadora con la realidad”. De esa relación dialéctica entre lenguaje y
realidad, emerge la espíteme de la
historia del pensamiento occidental moderno; el territorio del saber, la
verificación y la objetividad concreta de la experiencia humana. O, lo que es
lo mismo, la epistemología capta la realidad en la medida en que el lenguaje lo
permite. Así pues, se verifica la idea que todo acto cognitivo, es en sí un
acto lingüístico. En esta atmósfera, un gran poema descubre formas hasta
entonces inexistentes, y literalmente desata fuerzas adormecidas de la
percepción.
En
el trasegar de la palabra, la morfología, la sintaxis, la lógica o la
gramatología, abren un amplio espacio filológico y significativo, que altera
las reglas gramaticales y sintácticas de cualquier idioma. El idioma adquiere
tal densidad o entropía, que el dinamismo de los recursos lingüísticos se
convierte en juego de recursos verbales, jamás imaginados. La tirantez entre el
sentido de realidad y el deseo como lo plantea la psicología, por
la función intermedia del espíritu de la lengua, posibilita procesos cognitivos
que abren otros campos de investigación lingüística. También entrelaza este
espacio voluminoso, la estética y la filosofía, la ética y las creencias
religiosas. Tal es el tejido entre las artes, la lingüística y la filosofía,
que alteraron la espíteme moderna o,
el concepto de cultura clásica.
La
literatura es una forma de discurso que se elabora a partir de la totalidad o
potencialidad de los recursos verbales de la lengua. La literatura existe
porque puede crear una especie de membrana que la separa del flujo cotidiano
del discurso. Las metas, los elementos que elige la literatura, son diferentes
a los del discurso de la comunicación cotidiana. Esta elabora un filtro en la que los recursos verbales
toman otros giros, ritmos o cadencias completamente distintos, a los de la
comunicación diaria entre las personas. Así pues, uno se entronca con el campo
de la mera información, o la irreflexión lingüística; el otro, con el ámbito de
la totalidad del lenguaje.
La
literatura entonces despierta en el hombre la capacidad de asombro, de
imaginación, agudiza la sensibilidad y estimula la reflexión sobre la
existencia y el mundo en general. De ahí que, el escritor, el poeta, ofrecen
ciertos ángulos de visión, cierta imagen de la realidad, un cierto matiz de la
condición humana, que sólo puede filtrarse
a través del lenguaje. La cabalgadura de la literatura que ofrece la palabra,
le dona “una luz mágica y sobre natural”, que desvela el enigma de la
naturaleza animada e inanimada. Es como un cristal de muchos colores, donde
desojamos el Árbol de la vida.
De
ahí que sus propuestas, sean sólo propuestas, para responder a los enigmas de
la condición humana: la vida, la mundanidad, la pluralidad, la libertad, el
amor, la solidaridad, la belleza, la violencia, la guerra, la tolerancia, los
sentimientos, los sueños, etc. En estado de literatura, nada, absolutamente
nada, es un código de normas, verdades absolutas, sino un espíritu
prevalecedor, una visión del mundo o, de la realidad. La literatura hace frente
a toda forma de totalitarismo, de autoritarismo, a todo Sistema que niegue la
libertad, y que desea ardientemente borrar de la faz de la Tierra, la riqueza
de la diversidad.
Sí
la historia esquematiza cuando toma teorías o hechos por verdades absolutas,
desconoce que son verdades pasajeras. El historiador no nos muestra sus puntos
de partida –dice Margarite Yourcenar–, sea individual, sea ideológico,
ocultando a uno con el otro. No obstante, los tiene: es un burgués del siglo
XIX, o es un militarista alemán que admira el imperialismo romano, o es un
marxista que ve el comunismo en todos lados, o la ausencia de comunismo en el
pasado. Está dominado por las teorías, a veces sin advertirlo.
La literatura, en cambio,
revela que, en el hombre concreto de carne y hueso, “Tú” y “Yo”, se esconden
todos los hombres de la humanidad y que el hombre es un solo hombre. He ahí su
magia y su cadencia revelándose en palabras de colores.
La
filosofía, en su conducto, enseña que detrás de las cosas más insignificantes
de la vida –las apariencias o los lugares comunes–, se oculta lo fundamental, su naturaleza en sí y para sí, el
espíritu que las anima, lo Absoluto o,
el Ser. Y para desvelar el misterio
que encierran, se vale del lenguaje y las reflexiones del pensamiento. Para el
escritor la realidad, los contenidos de la experiencia y el pulso vital, son
fundamentales en la escritura. Son las pruebas existenciales las que somete a
una elaboración conceptual, metafísica y ficciosa del lenguaje.
Por eso, aprehender la verdad con las pinzas
de las palabras para restaurar el “sentido”, se convierte en un juego de ecos
en el proceso creativo. “La realidad –una noción tan fluctuante–, el
conocimiento más exacto posible de los seres -nos recuerda Yourcenar-, es
nuestro punto de contacto, y nuestra vía de acceso a las cosas que van más allá
de la realidad”.
Si
el escritor se aparta de la realidad y obedece a mandatos ideológicos o dogmas
religiosos, la obra se convierte en panfleto que suple necesidades humanas
inmediatas. Por la embriaguez del poder, las ilusiones ópticas o auditivas, la
fama, el dinero, este tipo de hombre se convierte en mendigo de las Musas o de los Dioses. Porque la palabra es como la llama de la vela; la luz puede
convertirse en conflagración.
En
éste umbral, la cultura habita el lenguaje. Como dijo Martín Heidegger: “El lenguaje es la casa del Ser”. Es el umbral donde las cosas o la existencia
individual, toman la configuración que les corresponde. En la historia de la
humanidad, el artesano de la palabra se ha convertido en algo incómodo para los
que ejercen el poder. Pero a la vez, es la conciencia viva de aquellos que no
tienen voz. El escritor se convierte en el filtro
del genio popular. Es el espejo donde se reflejan las esperanzas y necesidades
de la sociedad. Por eso, ha de ser fiel al tiempo y el espacio que vive. Es a
través de él donde la reflexión crítica de la realidad se hace más evidente y
tenaz.
La
novela y la poesía permiten percibir y analizar que el lenguaje político, la
comunicación llana y simultánea, el lenguaje económico, el periodístico,
conservan la “significación” pero carecen de “sentido”. Éste tipo de reflexión alcanza la crítica de
la sociedad y de su tiempo, pero también una exaltación crítica del Ser. O, lo
que es lo mismo, posibilitan que los recursos verbales de la literatura o la
poesía, son algo así como una crítica filosófica y estética; que, a la vez, se
convierte en ontológica de la vida y del mundo. O, mejor dicho, una crítica
epistémica de la realidad y la cultura que vivifica.
Podemos
decir que entre los hombres y las cosas se generan filtros, y uno de los fundamentales, es el lenguaje. Son los que
confieren a las cosas su sonoridad, sus ritmos, sus colores. Cada siglo posee
su propio matiz de colores y sus tonalidades, pero es el siglo XX, el que llega
hasta los sueños. Son como cristales que permiten ver el espíritu y la materia de cada siglo. Por eso, la literatura, la
poesía, el arte, la música, nos donan imágenes que quedan fuera del marco de la
historia.
Además,
se convierten en herramientas fundamentales para luchar contra el mundo técnico
y el colectivo de ese mundo. Nos conducen por los caminos oscuros y escabrosos
del alma y del espíritu, y posibilitan percibir aún por un instante, la estructura
fundamental, el Absoluto –su esencia
inmóvil y sobre temporal, la cual se pone de manifiesto y se modifica en la
historia. Pero también, intuir la presencia de poderes de los cuales lo único
que conocemos desde hace mucho tiempo, son sus nombres abstractos. Este acto
divino, pero humano, hace que nos percatemos de que fallan nuestros medios
históricos, filosóficos, morales, de los cuales estamos orgullosos y nos
enseñan que es menester apropiarnos de otras herramientas.
Son
poderes ancestrales que el tiempo en sus configuraciones actuales, posibilitó
que pierdan “sentido”. Porque en su lugar se sitúo lo abstracto y mensurable.
Pero no podemos olvidar que los poderes misteriosos, divinos o estéticos, están
siempre ahí esperando la invocación. Así que, la literatura, el arte, la
poesía, la música, la religión, se convierten en filtros para la veneración y los fenómenos cultuales. Porque hacen
parte de la naturaleza del ser humano. De ahí que el advenimiento de los
dioses, que enfrentarán a los Titanes
y al mundo del titanismo, se percibe
como una Revelación.
Sabemos
que esos poderes no son eternos, pero perdurarán mientras exista el
tiempo. De ahí que, el mundo estético es
un ámbito mágico, ambiguo, infinito, contradictorio e insondable. Porque nos
desvela que, del Espíritu del Mundo, sólo conocemos sus nombres abstractos. En
nuestra época, el poder de seducción que posee la imagen y los diversos
lenguajes digitales, lo constata. En el umbral de lo estético, por el
contrario, se intuye la presencia de condensaciones de tiempo, que se
entrecruzan con lo eterno y atemporal, lo mágico del mundo y su realidad y de
la existencia.
Si
la literatura, el arte, la poesía, la música, posibilitan otras esferas de
existencia y de experiencia; el lenguaje se expresa como algo misterioso que
responde a modificaciones en nuestro interior. “Somos nosotros los que nos
formamos el mundo, y lo que nosotros vivimos no está sujeto al azar. Es nuestro
interior el que atrae y selecciona las cosas: el mundo es como lo hemos creado
nosotros” –expresó Ernst Jünger.
Por
eso, la estética o la filosofía nos enseñan, que el mundo está ahí para
interrogarlo. “Cada uno de nosotros es capaz de transformar el mundo”, el
enorme significado que ha sido legado a los hombres. De ahí la importancia de
la palabra y las reflexiones del pensamiento, en la esterilidad intelectual de la
época actual.
Por
así decir, las investigaciones en terrenos compartidos con la gramática, la
fonética, la lingüística, la lógica, la historia de las lenguas, la poesía, la
filosofía, la literatura, la biología, el arte, la neurología, la
electro-física, etc.; abren un campo de posibilidades para descifrar el enigma
del lenguaje humano. Nos enseñan que la poesía, “el secreto de su extrañeza y
tenaz existencia como discurso diferenciado de los demás”, consiste, en que es
profundo y esencial, es decir, real y existente.
“El poema –superando cualquier otro acto de
lenguaje– llega hasta las raíces mismas de la lengua, a la dialéctica comunicativa y sensorial que
define la identidad humana”.
Por
eso, la literatura –toda literatura–, es una forma y una función del lenguaje
–dijo George Steiner. Su idea, consiste, en que el poema trasciende la crítica
y la historia literaria. Porque la lengua alcanza en el poema la mayor tirantez
fónica y melódica, donde la cadencia de la palabra expresa los sonidos
inaudibles de los actos comunicativos y sensoriales, que posibilitan la
identidad humana.
Ernst
Jünger nos recuerda que estamos asentados en humores. Estos están presentes en
la vida biológica, o en la existencia espiritual. Lo húmedo en lo espiritual,
como lo que, de jugoso, de musgoso, de frescor de bosque hay en las poesías. Y
sobre todo lo que en ellas hay de fontanal, de sobreabundancia de imágenes y de
palabras, en cuyo cause van flotando las partículas sólidas. Así pues, no es en
el terreno de la reflexión ni del conocimiento, tampoco en la técnica ni en la
abstracción pura, sino en el imbricado y contradictorio lazo de lengua y vida,
donde el ser humano alcanza la mayor expresión de la existencia.
Aquí
pues, a galope entre la realidad y la imaginación, ni la crítica literaria ni
la historia de la literatura, tampoco las diversas disciplinas lingüísticas,
pueden descifrar en sus raíces, el drama de la vida poética. Porque rechazar
las dimensiones literarias o poéticas de la lengua en nombre de la cifra, la estadística, la técnica,
la ciencia, la política, o la razón
instrumental de acuerdo a fines, no es inevitablemente un mérito, ya que
hablar de poesía, literatura, arte, filosofía o teología, es hablar del hombre.
Hablar de los orígenes y las condiciones del lenguaje, es hablar de la historia
de la humanidad.
El
siglo XX fue el tiempo del primado de la comunicación llana y simultánea, la
técnica y la ciencia. Entonces, sorprendidos y anonadados vemos cómo se cumple
la metáfora de Karl Marx:
“Todo lo sólido se desvanece
en el aire; cuanto es sagrado se profana, y los hombres se ven obligados a
mirar finalmente con ojos desencantados su propia condición real y sus propias
relaciones con sus semejantes”.
Madrid-España a 03/07/2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario