sábado, 27 de junio de 2020

LA ESENCIA DEL MUNDO TÉCNICO


                                       


                               


<<Entre más nos alejamos del mundo simbólico de la mitología; menos entendemos la esencia del mundo técnico. Porque existe una correlación entre ambas esferas del ser humano>>. 
                                                      Antonio Mercado Flórez

     << ¿En qué reconoce uno su fuerza? En sus propias derrotas>>.
                                                       Walter Benjamín


Antonio Mercado Flórez – Filósofo y Ensayista.


En este tiempo nuestro los conceptos generales sustituyen la realidad sentida de la vida y del mundo, por valores artificiales –la trasformación de los bienes en dinero, los vínculos naturales en vínculos jurídicos-. El ámbito de la técnica les gana la partida a los sentimientos. A la del ser humano que se valora a sí mismo e interroga el mundo en el que vive. En cambio, predomina la disciplina, la relación que mantiene el hombre con el desgarramiento de la condición humana.

Así, pues, los conceptos generales están empezando a resquebrajarse y la profundidad de los elementos, toman rostros nuevos en el radicalismo dogmático –religioso o político-, el perfeccionamiento de los medios técnicos (el confort), y la conversión de la existencia en dinero y poder. Son cosas hechas únicamente, para producir bienestar, comodidades, movimiento, diversión, confrontación, y aportan ríos de oro. (Jünger).

No faltan esfuerzos tendentes a ganar un mundo en que tengan vigencia valoraciones nuevas y más poderosas. Donde el querer de la voluntad y el espíritu posibiliten transformaciones ontológicas. Donde el ser y el hombre tomen figura en el pensamiento, el lenguaje y el arte. Esto que acabo de decir es importante porque contiene un criterio para enjuiciar el mundo actual. Así pues, las exigencias que se le hacen al ser humano en la época de la técnica, a su disponibilidad son muchas. Esta visión de la esencia del mundo técnico, por así decir, convierte al ser humano, en uno de los componentes de ese mundo. (Jünger).

En el mundo técnico no se trata sólo de la superioridad sobre los seres humanos, sino sobre el espacio en el que manda la ley del dolor, el sufrimiento y la muerte. Esa superioridad es la suprema; incluye en sí todas las demás. (Jünger). Ciertamente el ethos de la esencia del mundo técnico, tiende a anular los valores vigentes, y establecer relaciones de fuerza que respondan a los requerimientos del Gran Poder.

Esto es importante porque contiene un criterio para enjuiciar la esencia del mundo técnico, pero también la época nihilista que propone. En los espacios donde ejerce dominio y control el mundo técnico; se trata de modificar lo establecido por el Gran Poder como algo natural y objetivo. Esos lugares donde el ser humano no tiene escapatoria. Sacar a la luz las manifestaciones de las fuerzas de las relaciones de poderío, allí donde se manifiestan tratan de destruir el mundo interior del ser humano, que posibilita que adquiera la categoría de persona.

Darnos cuenta que las diversas formas del cerco y del asedio llevados a cabo por la técnica y el poder, no es lo único posible. Sino descubrir que la vida ofrece otros modos de existir más acorde con los valores por los que el hombre ha luchado hasta ahora. Se trata de que el ser humano responda a los más profundos requerimientos de la existencia: como la solidaridad, el amor, la justicia, la libertad o la fraternidad.

 Tener consciencia que el mundo técnico prioriza lo instrumental, la razón, la sensibilidad, y somete a sus designios el Mundo de Abajo sobre el Mundo de Arriba. Por eso, la civilización del artificio predomina sobre lo verdadero y estable que mora en el interior del ser humano. Luchar contra las trivializaciones del presente, y exaltar las obras del espíritu.

Se trata que la libertad individual no pierda contacto con las raíces del Árbol de la Vida, que no se deje embriagar por ninguna ilusión óptica. Sólo basta que una de las raíces esté en contacto con las fuerzas de los elementos, para que tome figura en el mundo de la técnica un nuevo tipo de hombre. Y responda a las exigencias morales, espirituales y mentales de la época actual. La ofensiva contra la libertad individual, la enseñanza generalizada y la justicia social, se corresponden a un poder global que ha penetrado hasta las células del cerebro.

Además, los conceptos generales como el de dignidad humana, justicia o cultura, se sustituyen por los del Gran Poder: la coacción, el dominio o la disciplina. Y es sumamente grabe en el mundo que vivimos, porque la voluntad de poder quiere que seamos estúpidos y miserables. Entonces ¿Dónde queda la dignidad del ser humano? En este mundo que vivimos hemos dejado de ser sabios en comprender y aprender de la experiencia y los sentimientos, el valor de los fragmentos de felicidad, del dolor y la esperanza, que compartimos con el otro ser humano. Que somos únicos en el mundo y como tales, trascendemos el utilitarismo, las trivialidades, de la cultura del artificio: de la técnica, el dinero y el poder.

Aquí no se trata sólo de una superioridad sobre los seres humanos. Sino de la superioridad sobre el espacio donde manda la ley del dolor. Esa superioridad es la suprema; incluye en sí todas las demás. (Jünger). El Gran Poder lo que desea es cortar las raíces del mundo simbólico de la mitología del ser humano, la visión estética y divina que mora en todos y cada uno de nosotros. Negar la concepción que la estética es la madre de la ética; es decir, del manejo responsable de la libertad. Por eso, ataca la coherencia interior del ser humano y no deja que crezcamos primero dentro de sí.

El mundo de la técnica está imponiendo una ley de rango superior, que asigna sus tareas, y de conformidad con éstas a de configurar ella sus métodos. (Jünger). Se busca una sociedad aséptica, donde los gérmenes que alteran la tranquilidad, la convivencia y la salud de las personas, deben ser controlados o eliminados rápida y de la mejor manera posible. Por tanto, llega el momento que los problemas como tales proporcionan únicamente molestias. Están multiplicándose los sectores en que los problemas son resueltos por las máquinas: es una consecuencia de la aceleración. (Jünger).

En los siglos XIX y XX, la ciencia y la técnica sacaron al mundo de sus goznes; de ahí que en el saber se están produciendo modificaciones que aún no sabemos evaluar. No sabemos que se cocina en los laboratorios científicos de investigación biológica, en la física cuántica o la materia. Existen cosas en la atmósfera que marcarán puntos de inflexión para el ser humano.

Es realidad que el mundo técnico no sólo está posibilitando el renacer del dogmatismo cultual, ideológico, cultural, racial o económico, sino que ruptura la visión que se tenía de la vida. Estamos a las puertas de una nueva etapa donde la soledad y la coacción, por cuanto se padece cada vez más a causa de la sociedad, el poder y el conocimiento. Y los conceptos generales empiezan a desmoronarse, y lo que desea el ser humano es liberarse.

En esta época de vigilancia, de políticas económicas injustas, de desigualdades sociales, la liberación del individuo es importante, desde luego, pero es superficial, pues la individualidad no es más que una de las posibilidades de la persona singular; esa tiene más cosas que ofrecer. Los cambios sociales no mejoran la posición de la persona individual, la agrava incluso. La sociedad deja a la persona individual en la estacada.

Los aparatos no pueden sustituir la presencia del ser humano. Incluso en los errores esa presencia se acerca más a lo perfecto que todas las exactitudes. La realidad causa un efecto más fuerte al ser mostrada que al ser dicha. Se la enseña. (Jünger). Esto es política.

Ahora pues, ¿Que se trata de resarcir en el mundo de la técnica? El reino de la palabra, la memoria y el pensar, para que su armadura nos ayude a ir más allá del mundo de la esencia de la técnica. Darnos cuenta cómo la velocidad de los medios de transporte, o la capacidad de los aparatos que reproducen la palabra y la escritura, sobrepasan las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra y su preparación publicitaria. (Walter Benjamín).

Se trata entonces de des-ocultar las energías destructoras que la esencia de la técnica esconde detrás de la voluntad de poder, y revelar que jamás se da un documento de cultura sin que lo sea al mismo tiempo, de la barbarie. De ahí que el concepto de cultura comporta a su entender un rasgo fetichista en tanto cifra de hechuras a las que se considera independiente no del proceso de producción en el que surgieron, pero sí de aquel en el que perduran. La cultura aparece entonces como algo cosificado, (Benjamín). Su historia no sería nada más que un montón de ruinas, no ha rozado la conciencia de los hombres, sino a estado acompañada por la experiencia y los contenidos espirituales que le es propia. Aquí se expresa la práctica de la política y el ejercicio del poder.

Todo sería tan natural si los seres humanos fuesen un poquito más naturales. Que las estructuras objetivas y de poder, que han desmantelado al individuo y lo han reducido a simples impulsos; dieran, por así decir, paso a la restauración de las otras capacidades del hombre. Como dijo Franz Kafka: <<Poder vivir y aun ser sensible al amor, al arte y al pensamiento humano>>. Y ser conscientes que lo bello y lo moral son sólo deseo; y la fuerza del deseo es la fuerza de todo artista y de todo creador. (Kertész). Y también la voluntad del hombre que desea alcanzar la libre voluntad y el encuentro consigo mismo, viéndose en el espejo del Otro.














jueves, 18 de junio de 2020

NUESTROS ORDENES DE VALORES EN LA ÉPOCA ACTUAL





<<El valor supremo de la vida y la libertad, hay que defenderlas como un bravo soldado hasta el día de la muerte>>.
                                                          Antonio Mercado Flórez




Antonio Mercado Flórez – Filósofo y Ensayista


Estamos inmersos en una atmósfera donde prevalece <<el carácter indiscriminado de la amenaza>>. Que cuestiona, interroga, coacciona, nuestros ordenes de valores. Vivimos una circunstancia que intensifica extraordinariamente el acoso del dolor, el sufrimiento, el miedo y la muerte. Una atmósfera que presta menos atención a nuestros ordenes de valores. <<En tiempos tranquilos resulta fácil descubrir el hecho de que el dolor no reconoce nuestros valores>>.
Cuando la felicidad, el amor, la riqueza, la salud, el poder, los afecta uno de los azares de los seres humanos; entonces empezamos a sentirnos desconcertados. Un sentimiento nos sobrecoge cuando un ser querido está enfermo, de una enfermedad como el cáncer; o, cuando los lugares donde habitamos es tomado por el demonio de la violencia, la guerra y la muerte. Aquí surge una visión catastrófica y pesimista de la historia y de la vida.
En estos espacios nuestros ojos del conocimiento, del espíritu y de la experiencia, quedan obnubilados por nuestros deseos y miedos más secretos. Pero donde mejor se ve es dentro de las ciencias, la técnica, el poder y el dinero; ya que componen una visión apocalíptica, que brinda alimento a la imaginación. Durante el siglo XX fueron muy populares las descripciones de confrontaciones futuras entre Oriente y Occidente, la URSS y Estados Unidos. <<Lo peculiar de esa literatura es el papel que desempeña la destrucción; el ser humano está familiarizándose con la visión de futuros campos en ruinas en los que celebra sus triunfos una muerte mecánica cuyo dominio no conoce límites>>. (Jünger).
En esta época de pandemia se trata de darnos cuenta de que es algo más que mera literatura. Así es como la protección y las indicaciones médicas de los gobiernos, afectan la vida privada y pública de las personas. El desempleo, la pobreza, el miedo, el dolor, el sufrimiento, aumentan de manera exponencial. Son situaciones que se repiten una y otra vez, pues la vista de estas esferas se convierten en realidades que no dejan escapar y que resultan inaccesible a los órdenes de valores del ser humano, hacen que los ojos de éste anden acechando lugares de protección y seguridad. (Jünger).
Vivimos tiempos donde se tiene la sensación que imprevistamente el aniquilador de la tranquilidad, las delicias, la saludad, el separador de las familias, amigos y conocidos; el devastador de las ciudades, el asesino de los grandes como de los pequeños –se apoderara de todo lo que existe. Entonces el ser humano queda solo y desprotegido, ante fuerzas que lo trascienden.
Se vive también un lastre económico, social, tecnológico y cultural. Como consecuencia del neo-liberalismo y el proteccionismo que afectó una generación de las sociedades globales. No sólo creó desigualdades digitales, sino también económicas, políticas, sociales, en las esferas del conocimiento, de la innovación y el desarrollo. Que intensificaron las desigualdades en todos los ámbitos de la vida humana. Así, las élites sociales naturalizan las desigualdades asociándolas con fundamentos naturales y objetivos, afirmando que las diferencias son beneficiosas para los pobres y la sociedad en su conjunto.
Pero ocultando que las diferencias conducen al control político de los ricos sobre el conjunto de la sociedad. De ahí que los perdedores de la globalización (los sectores más vulnerables de la sociedad y la clase media), son las ruinas que el capitalismo global deja tras de sí. Pensaban que la liberalización comercial, las finanzas internacionales o el mercado único europeo, harían desarrollar la economía y el nivel de vida de las sociedades. Todo esto no sólo fue un engaño, sino que voló por aires como una costra seca.
¿Quiénes son los perdedores de la pandemia y de la globalización? Los pobres y la clase media de las sociedades mundiales; tanto ricas como subdesarrolladas. Ahora, por supuesto, existen más desigualdades que antes de la pandemia por el coronavirus. Un estado de ánimo como éste da la sensación de que el acoso de la enfermedad, del dolor y la muerte, es ineludible. Nada nos es más cierto y nada nos está más predestinado que el sufrimiento y la sensación de desamparo, que se vive en el mundo actual. El acoso es tan ineludible que se manifiesta con claridad cuando contemplamos esas vidas pequeñas, comprimidas en un breve espacio de tiempo. Vidas consumidas y desechadas por el Sistema y el Gran poder.
Es cierto que en épocas de seguridad tendemos a olvidar eso, pero lo recordamos con gran nitidez tan pronto como se torna visible la zona de los elementos. Ahora bien, los hombres de hoy nos hallamos inmersos ineluctablemente en esa zona y no podemos sustraernos a ella por ninguna especie de ilusión óptica. (Jünger). Además, estamos inmersos y asediados por las esferas de las enfermedades, el dolor, el sufrimiento y la muerte, que no es casual que en ellos desempeñe la técnica, el dinero y el poder, un papel tan significativo. Así que, en el mundo técnico las máquinas provocan un género especial de espanto: son símbolos de la agresión disfrazada de máquina, que es la agresión más fría e insaciable de todas. (Jünger).
En esta alta civilización técnica sobresale la nula atención que el hombre presta a las órdenes de valores. A medida que aumenta la amenaza de la vida, de la seguridad y de la libertad, entregamos todo cuanto poseemos al Gran Poder para conservarlos. Tratase de poderes fascistas, racistas, populistas, nacionalistas, autoritarios, ya que el espíritu se inclina a una concepción catastrofista de las cosas en los sitios donde ve que todo se encuentra en entredicho.
En épocas como esta la teoría de la catástrofe o de la conspiración se convierten en acicates de la disciplina, el automatismo, la objetivación y la númerificacion del ser humano. En esos momentos el ser humano ama mas las cadenas que la libertad y el humanismo; la semejanza entre los hombres.
Además, al crecer la sensación de que el ámbito vital en su conjunto se encuentra cuestionado y amenazado crece también la necesidad sentida por el ser humano de volverse hacía una dimensión que lo sustraiga al dominio de la enfermedad, del dolor, del sufrimiento y la muerte. (Jünger). Anhelamos una época mítica de la abundancia de los elementos y de libertad, antes de que los dioses ocultasen el sustento a los hombres, es el paraíso cristiano. Los primeros seres humanos vivían en la abundancia, vivían en los elementos, y a ellos regresamos después de la muerte. Por el contrario, la economía, la moral, la técnica, la industria se han alejado de los elementos y, situadas por encima de ellos, se nutren más o menos de su sustancia. (Jünger).
Hemos sido despojados de lo sagrado y mítico que mora en todos y cada uno de nosotros. En el mundo moderno somos huérfanos de lo que una vez fue nuestro. En una situación como esa pierde fuerza de atracción la concepción del valor, la vida y el espíritu. Porque la razón, la técnica y el Gran Poder, abarcan todo lo que es bueno y bello para el hombre. Todas esas cosas reflejan un mundo lleno de maldad en el que el ser humano pierde la esencia que lo determina, la libertad personal y la autonomía de la voluntad. De esta esfera forma parte el sentimiento de una sorda desconfianza a todo valor, esto es, a la cultura, la ciencia, la técnica, la ética, la dignidad humana, el mundo o Dios.
Así nos embarga un sentimiento de que unas maquinaciones malvadas están produciendo una descomposición en los recursos económicos, espirituales, morales y raciales. Además, refleja de manera patente la traición que la razón y el espíritu comete contra la ley de la vida. Un espíritu cuya falta de reflexión confunde lo esencial de la existencia con lo necesario y pasajero de la vida.
En una situación así dominada por leguleyos y políticos corruptos, los únicos sufrimientos que llegan a los oídos son los de los acusadores, pero no los de los indefensos y silenciosos.









domingo, 14 de junio de 2020

La penuria espiritual del hombre actual






<<Los que no encuentran la salida de la historia están perdidos, y también se                                                                     pierden sus pueblos>>.
                                                                     Elias Canetti



Antonio Mercado Flórez


Una de las penurias de nuestro tiempo consiste en que la revelación de la luz se oculta en los instrumentos de la técnica y la voluntad de poder. Consecuencia de un vaciamiento del espíritu y del pensar. Y los escasos hombres de espíritu que encuentran la justificación de su actividad y de su existencia personal, pierden todo crédito,  el carácter de élite intelectual, verdadero y creíble en la sociedad de masas. Porque se disuelven en la estructura y función del Gran Poder. Ante todo, los contenidos de la lengua y de la reflexión, que portan en sí. Nuestra época es una época de penurias, de penurias de <<estar>> y de <<ser>>. 

Somos indigentes de la luz del misterio y damos más importancia a lo pasajero. Ahora, la esencia de la técnica se oculta en el resplandor del día de la técnica. El día técnico, no es día, sino oscuridad en la densa noche. Este devenir dialéctico y plástico del día y la noche, Heidegger lo expresa de la siguiente forma: <<La esencia de la técnica no surge a la luz del día lentamente. Ese día es la noche del mundo transformada en mero día técnico. Ese día es el día más corto. Con él nos amenaza un único invierno infinito>>. (Heidegger).

Un invierno que trae hongos de fuego que se elevan a lo infinito del universo y abrazan con su fuego devorador lo que encuentran a su paso. También despierta en el hombre el saber, por ejemplo, que en el más profundo peligro reside lo sagrado y lo bello, que revela un nuevo comienzo. Saber que el lenguaje abarca la lejanía y lo que está cerca; <<es a un tiempo la casa del ser y la morada de la esencia del hombre>>.

Sólo cuando el hombre se eleva a la plenitud de su esencia y se convierte en pastor del ser, se enfrenta al peligro que destruye lo que existe. Por eso, el pensar y el sentimiento estético de la existencia, emergen de las fuerzas espirituales que hacen frente al fuego devorador. Y los conducen hacia el camino que asciende a reinos que están en las alturas donde moran las musas y los dioses.

Sabemos que el hombre es la casa del ser, significa, situar allí el pensar como experiencia humana. Hablar de casa es ya apreciar la cercanía y encaminarse hacia ella. El hombre como casa posibilita el decir mismo. Así pues, el lenguaje surge de la cercanía. En la casa del ser se manifiesta el lenguaje, y también expresa su vecindad con las cosas. Dice Heidegger al respecto: <<El hombre es ese ente cuyo ser, en cuanto existencia, consiste en que mora en la cercanía del ser. El hombre es el vecino del ser>>.

<<Lo inhóspito reside en nuestra propia esencia>>.(Heidegger). Somos habitantes del mundo, porque corresponde a nuestra manera de ser. La técnica aleja lo próximo y cercano al hombre. Allí sitúa el artificio entre el hombre y la tierra; y lo desarraiga de lo natal, el lugar donde habita. Asimismo, lo aleja de las tradiciones, las costumbres, los usos, la iglesia y la familia. De ahí que el hombre añore el pasado en la oscuridad del presente; ya que está exiliado de las raíces del origen.

Heidegger dice: <<La técnica arranca al hombre de la tierra y lo desarraiga>>. El desarraigo lo aleja de la comunidad, del pueblo y lo aliena en la Gran ciudad. Ese lugar donde los hombres hablan el lenguaje de la técnica. Y perdidos en las masas informes pierden las huellas de la memoria y lo que fue suyo: abuelos y padres, tíos y primos, amigos que compartieron la lengua que una vez mamó.

Ahora, ¿Quién discutiría que la civilización tiene con el progreso una ligazón más íntima que la que posee la Cultura y que aquella es capaz de hablar en las grandes urbes su lenguaje natural y sabe manejar medios y conceptos a los que la cultura se enfrenta sin tener ninguna relación con ellos e incluso de manera hostil? La cultura no es algo que se pueda aprovechar propagandísticamente, una actitud que quiera aprovecharla en ese sentido es una actitud que se extraña de ella. (Jünger).

Esto significa que la Gran ciudad diluye los lazos comunitarios, lo natural de las relaciones humanas, aunque la comunidad se defina en lo plural. El primado de ésta sobre el pueblo produce una sensación de quiebra de la autoridad tradicional; existen hijos que se rebelan contra el padre, las tradiciones, los usos, y en las relaciones vitales prevalece la dificultad de distinguir lo natural de lo no-natural. Lo correcto de lo no-correcto. Esto supone un problema ético: cómo manejar responsablemente la libertad. En este ámbito se vive el abandono del sentido común y la posibilidad de distinguir a los suyos, de los extraños.

Hay que tener presente a Heidegger: <<Todo lo esencial y grande sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba arraigado en una tradición>>. Esta palabra, la patria, no es pensada por Heidegger, ni en sentido nacionalista ni patriótico, sino en sentido de la historia del ser. O, otros términos, la estancia que procura la experiencia de lo estable. Al mismo tiempo, piensa el desterramiento desde el devenir de la cultura occidental. El último que experimentó tal desterramiento fue Nietzsche. (Heidegger).

La patria de este morar histórico, trasciende los límites de la nación, la lengua y el territorio. Se define como anti-nacionalista, anti-patriótica, anti-populista y anti-fascista, ya que descansa sobre los pilares de la libertad y la historia universal. Porque echa de menos que, en y por la palabra, la magia del lenguaje se eleve allende de la libertad esencial. Y, los hombres se valgan del pensar y la memoria para alcanzar un nuevo renacer.

¿Qué ocupa el lugar del arraigo en la época de la técnica? La disolución de la cercanía, lo natural, que se remplazan por relaciones artificiales. Las imágenes sustituyen las palabras y hay una decadencia de la dicción y el pensamiento. Ya que el pensamiento es una forma del lenguaje. En ese acto adviene la cuadratura del mundo: tierra, cielo, noche y día. Allí también deviene lo sagrado y lo bello, que dan un sentido estético a la existencia. En esos lares la añoranza del hombre trasciende los límites del mundo; y rompe las murallas del tiempo.

El Mundo Moderno prioriza la velocidad y es necesaria la serenidad. Debemos tener serenidad con las cosas que nos rodean y posibilitar en su fugacidad el desvelamiento de lo verdadero y duradero. Aquello que permanece en la esencia de ser hombre y no cosa. Aquello que se graba con hierro candente en la tabla del corazón. Ella permite captar lo que está cerca y aun lo que está lejos. Nos acerca al misterio de la existencia y del mundo. <<Defino la actitud por la que nos mantenemos abiertos al sentido oculto del mundo técnico la apertura al misterio. (Heidegger).

<<Misterio>>, cosa secreta, que no devela la esencia de la técnica, sino que la oculta. El hombre en la verdad del ser posibilita que se revele el misterio, para bien o para mal de la existencia. Abrirse a lo desconocido, es estar abierto a lo no revelado. Estar abierto al misterio es hacerlo a lo que somos. La apertura al misterio nos acerca a la esencia del hombre: a la ambigüedad y contradicción de la vida, a los contenidos espirituales del lenguaje y de los pensamientos.

Pero ¿Qué es lo místico? La totalidad universal que no es abarcable por el lenguaje, el gran curso inamovible detrás de los fenómenos, el gran acontecimiento oculto en las honduras de los acontecimientos, tal vez nuestra propia vida en sí, de la cual estamos excluidos debido al individuo y a la racionalidad. Una de las formas más desalentadoras de la racionalidad: la racionalidad histórica, la que limita y se limita a la historia. (Imre Kertész).

La sabiduría abre a los hombres el Espíritu del Mundo, de la Creación y se tiene obligaciones frente a este hecho. ¡Que todo sucede por voluntad de Dios! Y esto no es una mera opinión, sino una actitud frente a las cosas y los acontecimientos. Eso tiene que ennoblecer al ser humano, elevarlo a la nobleza, y los movimientos del alma hacia la bienaventuranza. Quien no cree en Dios, está inmerso en el abismo oscuro y profundo. Entonces tenemos un concepto incorrecto cuando nos enfadamos con el destino. Satisfacción con tu destino tendría que ser el primer mandamiento de la sabiduría. (Ludwig Wittgenstein).

Quien ha estado en el abismo donde moran los demonios, ya no vuelve a ser el mismo. Ahora, ¿Qué es el abismo? Un despeñadero donde el ser humano pierde el sentido del equilibrio, la humanidad y aparece la banalidad, el materialismo, el odio, la envidia, el dolor, la muerte y la insensibilidad hacia el Otro.

Como dice Salomón en el Libro de los Proverbios:
                                     El principio de la sabiduría
                                         es el temor de Yahvé;
                                     los insensatos desprecian la
                                          sabiduría y la enseñanza. (Prov. 1: 9).

¿En qué consiste la serenidad en el mundo de la técnica? En una actitud que dispone a la apertura, la cercanía y la escucha; que proviene de las fuentes del ser. En la serenidad se escucha el susurro de las palabras más originales. En la serenidad encontramos el sentido del mundo y de la vida. Ella distingue lo efímero de las cosas ante lo que permanece. La serenidad ensancha el horizonte de apertura a la vida y al misterio. A lo trascendente y divino que mora en el hombre.

La serenidad se abre al pensar y al silencio que están a la espera de lo verdadero y divino. En este orden, Lutero escribió que la teología es la <<gramática de la palabra de Dios>>, esto es, la Sagrada Escritura. Los términos del mundo técnico se sierran a la proximidad de las regiones de lo divino. En el mundo técnico lo existente (el ente) hace parte de la producción y el consumo, y el hombre es un existente más.

Se trata de resarcir al ser de la indigencia de la técnica. La vida no puede estar determinada absolutamente por los instrumentos, el poder y el dinero. << ¡No puede estar ahí para eso! Tiene que ser algo mucho más absoluto. Tiene que tender a lo absoluto. Y lo único absoluto es defender victoriosamente la vida luchando como un bravo soldado por ella hasta la muerte>>. (Wittgenstein).

No puede reducirse a los espejismos de la técnica y de los poderes con sus placeres y dolores no es nada. Entonces la vida es mucho más que eso, lo demás, por supuesto, es vacilación, cobardía, comodidad, miseria. (Wittgenstein). Ahora el ser humano se mueve en espacios racionalistas y materialistas que debilitan el espíritu y los movimientos del pensar. Se intensifican los sentidos para que no trascienda el tiempo presente, y se atenga a lo que dice el Gran Poder.

La exigencia de la vida es algo grande y enigmático, y su revelación no puede provenir de los poderes del mundo. Para vivir correctamente tendríamos que exigirle algo que no estamos dispuesto a cumplir; ya que tendríamos que vivir de modo completamente diferente a como nos gusta. <<De que la vida es mucho más seria de lo que parece en la superficie. La vida es de una seriedad terrible>>. (Wittgenstein).

Por estar viviendo en un estado permanente de estupidez, la imagen de la existencia y del ser, no es lo adecuado a las exigencias de la existencia. Nos inclinamos como súbditos ante los valores de la cultura del artificio, las imágenes y la velocidad y, olvidamos lo que encierra el misterio de la vida y la muerte. Entonces, ¡vive de tal modo que puedas morir bien!

martes, 2 de junio de 2020

APROXIMACIÓN AL PROBLEMA DE LA TÉCNICA EN LA MODERNIDAD


       



<<El Gran Poder y sus ramificaciones tratan de destruir el mundo de la persona individual, que se complace a sí misma y se valora a sí misma. Porque destruir el mundo interior del hombre, significa destruir el espíritu y su relación con lo divino que mora en él>>.                                               
                                                                          Antonio Mercado Flórez
                                             


Antonio Mercado Flórez


Durante el siglo XX hubo pensadores que se preocuparon por la técnica. El mundo que surgió de la catástrofe vino con el ropaje de la técnica. El lenguaje de la técnica se convirtió en lenguaje universal. Que <<aumentó la índole abstracta y, por tanto, cruel de todas las relaciones humanas>>. Posibilitó que el ser humano se convirtiera en número, en objeto, y las <<relaciones artificiales>> sustituyeran las <<relaciones de sentido>>. La idea de progreso se convierte en punta de lanza y las masas el mango que la impulsa. El progreso viene acompañado de una cantidad menor de libertad, de pensamiento, de sentimiento y del sentido estético de la existencia.

Son muchos los sitios donde el humanismo ha dejado de cumplir el fin que lo determina; <<en su lugar aparece un fetichismo medio grotesco medio bárbaro de la máquina, un ingenuo culto de la técnica>>. Y eso está ocurriendo precisamente en lugares donde la gente no posee una relación dinámica con el espíritu, el pensamiento y el lenguaje. Somos más pobres en contenidos espirituales y más ricos en la sensibilidad, que aumenta el dolor, el sufrimiento, el odio y la muerte. Esto se puede percibir en el desarrollo armamentístico, la destrucción de la naturaleza y de la vida humana.

Además, la <<vida privada>> sede su espacio a la <<vida pública>>. Donde la esfera de la política se entrelaza a la cantidad de asentamiento de las masas en la Gran ciudad. Aquí pues, el Gran Poder y la <<selecta minoría>>, han estado durante más de un siglo cegando a las masas con el derecho al sufragio. <<Es un espectáculo grandioso y terrible ver los movimientos de las masas –unas masas de conformación cada vez más uniforme-, a las que está tendiendo sus redes el Weltgeist, el Espíritu del Mundo>>. (Jünger). Y este no es otro que, el poder de la técnica, el dinero y la política. Cada uno de estos movimientos contribuye a la captura de lo natural y libre del ser humano; y lo empuja a la uniformización y la objetivación de la existencia.

Los que ejercen el poder saben que, en estos lugares actúan especies de coacción más fuertes que la tortura, el dolor y la muerte. <<Están al asecho detrás de cada salida marcada con los símbolos de la felicidad. Afortunado quien penetre bien equipado en esos espacios>>. (Jünger). Pero la inmensa mayoría de las personas trata de integrarse en el ámbito del movimiento de esa marcha. Un movimiento que está derivando a lo absoluto, convertir al hombre en existencia consumible y desechable. Así pues, <<el ser humano se ha colocado fuera de la obra, se ha salido de ella; y ésta se ha vuelto autónoma, y ahora aquél deviene cada vez más sustituible y prescindible>>. (Jünger). Me pregunto, ¿Qué terminará saliendo de ello?

En esta alta civilización técnica se trata de desenmascarar valiéndose de la técnica y los lenguajes digitales, la violencia, la barbarie, el dolor y el sufrimiento, que el Gran Poder ejerce. Elevar al hombre, de otra parte, a conservar la esencia que lo determina: adquirir la categoría de persona. Este es el gran reto que atraviesa en la actualidad; que el Gran Poder no diluya en sus redes su individualidad y se enfrente a sí mismo con criterios liberados del tiempo y de la historia. O, en otros términos, el hombre se libere de la coacción y los espejismos de la técnica y las relaciones de poderío. Ya que <<el ser humano ha penetrado demasiado en las construcciones y ahora es valorado en poco y pierde pie. Esto lo acerca a la catástrofe>>. (Jünger).

El ser humano no debe olvidar que las ilusiones ópticas y auditivas, lo arrastran a lugares donde no hay caminos, y lo conducen a ámbitos de espejismos. Lo sorprendente consiste que, en esos sitios el ser humano hace contacto consigo mismo y la esencia inmóvil que mora en él. También con la sustancia indivisa e indestructible, que atraviesa los espejismos y adquiere el conocimiento del poder que tiene. (Jünger).

Así toma consciencia que un nuevo conocimiento y los contenidos de la experiencia humana, no es más que un nuevo relampaguear del espíritu. En épocas como ésta hay que dejarse calentar por el espíritu. <<Todas esas cosas son, sin embargo, parábolas, nada más que parábolas; las fórmulas que la ciencia humana va encontrando con la mudanza de los tiempos conducen siempre a algo que era ya conocido de mucho antes>>. (Jünger).

Ha de admitirse, que hoy resulta difícil sostener la libertad; oponerse a las configuraciones del Gran Poder: populistas, nacionalistas, xenófobos, militaristas, fascistas e imbéciles, que dominan el mundo actual. Son expertos en imponer lo necesario, y acercarlo a nosotros en diversas modalidades; la coacción, la disciplina, lo uniforme, la enfermedad, el caos –y que todo se conciba como necesario en los quehaceres de la vida. Se trata, empero, de concebir la Historia, como la impronta (la dirección, el fin), que el hombre libre da al destino. Es una destinación del sino al igual que hacer salir lo oculto del Gran Poder.

No es con las armas en la mano, ni el terror, ni la muerte, con que se enfrenta el Gran Poder; sino haciendo que desaparezca el miedo, el dolor y el sufrimiento que vive el ser humano. Y en esta civilización técnica sólo podrán disminuir si el ser humano encuentra un nuevo acceso a la libertad. Ese acceso <<es el tema de la historia como tal y es lo que la deslinda por un lado frente a los reinos de los demonios y por el otro frente al acontecer meramente zoológico. Esto se haya prefigurado en el mito y las religiones y es algo que retorna siempre; los Gigantes y Titanes aparecen siempre con la misma prepotencia>>. (Jünger).

Ahora no hay que fijarse sólo en la neutralidad del instrumento; porque olvidamos el fondo del problema. ¿Qué es, en el fondo, la técnica? Un medio para unos fines y, de otra parte, un hacer del hombre. En ambos éste ocupa el centro, Heidegger nos habla de la definición instrumental y antropológica de la técnica. Se colige como instrumento en la mano del hombre, neutra en cuanto tal; así que, todo depende de la finalidad y del uso que se haga.

En el presente ha tomado un tinte acelerado y obedece al Gran Poder, donde prevalece la organización y el funcionamiento abstracto de la sociedad. Por eso, el despliegue mundial de la técnica y la objetivación del ser humano, es concomitante con la degradación del espíritu y la zona de la sentimentalidad. Sólo desvelando lo que oculta la técnica, puede adquirir poder y figura una idea nueva de la libertad.