<<Entre más nos alejamos del mundo simbólico
de la mitología; menos entendemos la esencia del mundo técnico. Porque existe una
correlación entre ambas esferas del ser humano>>.
Antonio Mercado Flórez
<< ¿En qué reconoce uno su fuerza? En sus propias
derrotas>>.
Walter Benjamín
Antonio
Mercado Flórez – Filósofo y Ensayista.
En este tiempo nuestro los conceptos generales
sustituyen la realidad sentida de la vida y del mundo, por valores artificiales
–la trasformación de los bienes en dinero, los vínculos naturales en vínculos
jurídicos-. El ámbito de la técnica les gana la partida a los sentimientos. A
la del ser humano que se valora a sí mismo e interroga el mundo en el que vive.
En cambio, predomina la disciplina, la relación que mantiene el hombre con el
desgarramiento de la condición humana.
Así, pues,
los conceptos generales están empezando a resquebrajarse y la profundidad de
los elementos, toman rostros nuevos en el radicalismo dogmático –religioso o
político-, el perfeccionamiento de los medios técnicos (el confort), y la
conversión de la existencia en dinero y poder. Son cosas hechas únicamente,
para producir bienestar, comodidades, movimiento, diversión, confrontación, y
aportan ríos de oro. (Jünger).
No faltan esfuerzos tendentes a ganar un mundo en
que tengan vigencia valoraciones nuevas y más poderosas. Donde el querer de la
voluntad y el espíritu posibiliten transformaciones ontológicas. Donde el ser y
el hombre tomen figura en el pensamiento, el lenguaje y el arte. Esto que acabo
de decir es importante porque contiene un criterio para enjuiciar el mundo
actual. Así pues, las exigencias que se le hacen al ser humano en la época de
la técnica, a su disponibilidad son muchas. Esta visión de la esencia del mundo
técnico, por así decir, convierte al ser humano, en uno de los componentes de
ese mundo. (Jünger).
En el mundo técnico no se trata sólo de la
superioridad sobre los seres humanos, sino sobre el espacio en el que manda la ley del dolor, el sufrimiento y la
muerte. Esa superioridad es la suprema; incluye en sí todas las demás.
(Jünger). Ciertamente el ethos de la
esencia del mundo técnico, tiende a anular los valores vigentes, y establecer
relaciones de fuerza que respondan a los requerimientos del Gran Poder.
Esto es importante porque contiene un criterio
para enjuiciar la esencia del mundo técnico, pero también la época nihilista
que propone. En los espacios donde ejerce dominio y control el mundo técnico;
se trata de modificar lo establecido por el Gran
Poder como algo natural y objetivo. Esos lugares donde el ser humano no
tiene escapatoria. Sacar a la luz las manifestaciones de las fuerzas de las
relaciones de poderío, allí donde se manifiestan tratan de destruir el mundo
interior del ser humano, que posibilita que adquiera la categoría de persona.
Darnos cuenta que las diversas formas del cerco y
del asedio llevados a cabo por la técnica y el poder, no es lo único posible.
Sino descubrir que la vida ofrece otros modos de existir más acorde con los
valores por los que el hombre ha luchado hasta ahora. Se trata de que el ser
humano responda a los más profundos requerimientos de la existencia: como la
solidaridad, el amor, la justicia, la libertad o la fraternidad.
Tener consciencia que el mundo técnico prioriza lo
instrumental, la razón, la sensibilidad, y somete a sus designios el Mundo de Abajo sobre el Mundo de Arriba. Por eso, la
civilización del artificio predomina sobre lo verdadero y estable que mora en
el interior del ser humano. Luchar contra las trivializaciones del presente, y
exaltar las obras del espíritu.
Se trata que la libertad individual no pierda
contacto con las raíces del Árbol de la
Vida, que no se deje embriagar por ninguna ilusión óptica. Sólo basta que
una de las raíces esté en contacto con las fuerzas de los elementos, para que
tome figura en el mundo de la técnica un nuevo tipo de hombre. Y responda a las
exigencias morales, espirituales y mentales de la época actual. La ofensiva
contra la libertad individual, la enseñanza generalizada y la justicia social,
se corresponden a un poder global que ha penetrado hasta las células del
cerebro.
Además, los conceptos generales como el de
dignidad humana, justicia o cultura, se sustituyen por los del Gran Poder: la coacción, el dominio o la
disciplina. Y es sumamente grabe en el mundo que vivimos, porque la voluntad de
poder quiere que seamos estúpidos y miserables. Entonces ¿Dónde queda la
dignidad del ser humano? En este mundo que vivimos hemos dejado de ser sabios
en comprender y aprender de la experiencia y los sentimientos, el valor de los
fragmentos de felicidad, del dolor y la esperanza, que compartimos con el otro
ser humano. Que somos únicos en el mundo y como tales, trascendemos el
utilitarismo, las trivialidades, de la cultura del artificio: de la técnica, el
dinero y el poder.
Aquí no se trata sólo de una superioridad sobre
los seres humanos. Sino de la superioridad sobre el espacio donde manda la ley
del dolor. Esa superioridad es la suprema; incluye en sí todas las demás.
(Jünger). El Gran Poder lo que desea
es cortar las raíces del mundo simbólico de la mitología del ser humano, la
visión estética y divina que mora en todos y cada uno de nosotros. Negar la
concepción que la estética es la madre de la ética; es decir, del manejo
responsable de la libertad. Por eso, ataca la coherencia interior del ser
humano y no deja que crezcamos primero dentro de sí.
El mundo de la técnica está imponiendo una ley de rango superior, que asigna sus tareas, y
de conformidad con éstas a de configurar ella sus métodos. (Jünger). Se busca
una sociedad aséptica, donde los gérmenes que alteran la tranquilidad, la
convivencia y la salud de las personas, deben ser controlados o eliminados
rápida y de la mejor manera posible. Por tanto, llega el momento que los problemas como tales proporcionan
únicamente molestias. Están multiplicándose los sectores en que los problemas
son resueltos por las máquinas: es una consecuencia de la aceleración.
(Jünger).
En los siglos XIX y XX, la ciencia y la técnica
sacaron al mundo de sus goznes; de ahí que en el saber se están produciendo
modificaciones que aún no sabemos evaluar. No sabemos que se cocina en los
laboratorios científicos de investigación biológica, en la física cuántica o la
materia. Existen cosas en la atmósfera que marcarán puntos de inflexión para el
ser humano.
Es realidad que el mundo técnico no sólo está
posibilitando el renacer del dogmatismo cultual, ideológico, cultural, racial o
económico, sino que ruptura la visión que se tenía de la vida. Estamos a las
puertas de una nueva etapa donde la soledad y la coacción, por cuanto se padece
cada vez más a causa de la sociedad, el poder y el conocimiento. Y los
conceptos generales empiezan a desmoronarse, y lo que desea el ser humano es
liberarse.
En esta época de vigilancia, de políticas
económicas injustas, de desigualdades sociales, la liberación del individuo es
importante, desde luego, pero es superficial, pues la individualidad no es más
que una de las posibilidades de la persona singular; esa tiene más cosas que
ofrecer. Los cambios sociales no mejoran la posición de la persona individual,
la agrava incluso. La sociedad deja a la persona individual en la estacada.
Los aparatos no pueden sustituir la presencia del
ser humano. Incluso en los errores esa presencia se acerca más a lo perfecto
que todas las exactitudes. La realidad causa un efecto más fuerte al ser
mostrada que al ser dicha. Se la enseña. (Jünger). Esto es política.
Ahora pues, ¿Que se trata de resarcir en el mundo
de la técnica? El reino de la palabra, la memoria y el pensar, para que su
armadura nos ayude a ir más allá del mundo de la esencia de la técnica. Darnos
cuenta cómo la velocidad de los medios de transporte, o la capacidad de los
aparatos que reproducen la palabra y la escritura, sobrepasan las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son
destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra y su
preparación publicitaria. (Walter Benjamín).
Se trata entonces de des-ocultar las energías
destructoras que la esencia de la técnica esconde detrás de la voluntad de
poder, y revelar que jamás se da un documento de cultura sin que lo sea al
mismo tiempo, de la barbarie. De ahí que el concepto de cultura comporta a su
entender un rasgo fetichista en tanto cifra de hechuras a las que se considera independiente
no del proceso de producción en el que surgieron, pero sí de aquel en el que
perduran. La cultura aparece entonces como algo cosificado, (Benjamín). Su
historia no sería nada más que un montón de ruinas, no ha rozado la
conciencia de los hombres, sino a estado acompañada por la experiencia y los
contenidos espirituales que le es propia. Aquí se expresa la práctica de la política
y el ejercicio del poder.
Todo sería tan natural si los seres
humanos fuesen un poquito más naturales. Que las estructuras objetivas y de
poder, que han desmantelado al individuo y lo han reducido a simples
impulsos; dieran, por así decir, paso a la restauración de las otras capacidades del hombre.
Como dijo Franz Kafka: <<Poder vivir y aun ser sensible al amor, al arte
y al pensamiento humano>>. Y ser conscientes que lo bello y lo moral son
sólo deseo; y la fuerza del deseo es la fuerza de todo artista y de todo
creador. (Kertész). Y también la voluntad del hombre que desea alcanzar la
libre voluntad y el encuentro consigo mismo, viéndose en el espejo del Otro.