<<La tiranía consiste en el deseo de dominación,
universal y fuera de orden>>.
Pascal
En este mundo que
vive de flashes y frases cortas e ingeniosas tipo twitter, es una expresión del
tránsito de la política <<clásica>>, con programas que responden a
las necesidades y esperanzas de la sociedad, a otro que responde a las
exigencias de cosas breves, rápidas, digestivas y ocurrentes. Pero resulta
sumamente grave cuando estas herramientas de la cultura de masas, se utilizan como
plataforma de palabras incendiarias, bacías, sin contenido político. Que
responden sólo, absolutamente sólo, a la soberbia del poder y del dinero.
Digo esto porque en
nombre de la <<Patria>> o, de la <<Nación>>, algunos
desean que el miedo, el dolor, el sufrimiento y las potencias oscuras de la
muerte, se conviertan en una segunda naturaleza de la sociedad. Que el carácter
destructivo de la sociedad deje a la persona individual en la estacada. De ahí
que valerse de los medios y los modos de comunicación y las instituciones del
Estado en un <<Programa Político>>. Y poner en marcha una agresión
para frenar otra agresión, casi siempre termina en populismo autoritario o, en
figura del totalitarismo. Además, valerse del terrorismo como bandera política,
no sólo es un acto de irresponsabilidad política, sino de insulto a las
víctimas del terror. Sólo se alcanzan éxitos en la lucha contra el terrorismo,
la violación de las libertades y los derechos fundamentales, si el Gobierno y
la sociedad civil acatan el Derecho internacional, incluidos los derechos humanos,
y el Estado Derecho.
Sabemos que la
violencia arrastra tras de sí un motón de escombros humanos y materiales. Una
ciega voluntad de poder que arrasa todo
lo que encuentra a su paso, porque necesita espacio para el orden, la
disciplina y la coacción. Esos hombres que se han aliado criminalmente con las
armas, tratan de eliminar de la vida todo vestigio de sentimentalidad, de
reflexión y critica de la sociedad. Porque desean convertir la existencia del
ser humano en objeto. Esto atenta no sólo contra la libertad, sino que incluye
en sí la enseñanza generalizada. Entonces un pueblo amedrentado y coaccionado
niega la libertad de pensar, actuar y existir. Por eso las personas que no han
perdido la capacidad de asombro y de interrogarse sobre el destino del hombre
en la Tierra, son capaces de ver las pérdidas: sentir la aniquilación del
valor, la superficialización y simplificación del mundo. Por eso es necesario
tender esfuerzos a ganar un mundo en que tengan vigencia valoraciones nuevas y
más poderosas. Se trata de mantener sujeta a nuestro poder la vida, para que no
prime la desesperanza, el dolor, el miedo, el horror y la muerte. A esos que
desean que el hombre se entregue a la fuerza y la barbarie. Para que indiferentes
al día y la noche empujen la sociedad hacía el abismo.
Asimismo, desde hace
medio siglo los grupos de seguridad del Estado, y los que están al margen de la
ley (guerrillas, paramilitares, grupos delincuenciales), sostienen una guerra
contra los ciudadanos que defienden los derechos y libertades. Una guerra civil
que tiene como objetivo defender determinados intereses. Ni el Estado ni los
grupos al margen del contrato social, tienen el derecho de intimidar, coartar o
limitar, la libertad de pensar y de opinar de los ciudadanos. Porque en un
Estado democrático es ilegal que se detengan a personas inocentes, las
torturen, las maten y luego desaparezcan sus cuerpos. De ahí que haya épocas de
decadencia en las que se desvanece la forma de vida profunda que en cada uno de
nosotros está dibujada de antemano. Cuando perdemos sus huellas, vacilamos y
nos tambaleamos como a seres a quienes falta el sentido del equilibrio.
Entonces pasamos de las oscuras alegrías a los oscuros dolores.
Quien conoce la
historia de las órdenes secretas sabe lo difícil que es determinar su auténtico
radio de acción. Así pues, comenzamos a soñar con las cosas del poder y de la
fuerza y con formas que intrépidamente ordenadas marchan unas junto a otras,
dispuestas tanto al desastre como al triunfo. Al combate de la vida. Aquellos
que están cómodamente instalados en una burbuja de adulación y de deferencia.
Casi siempre se dejan llevar por los espejismos de la violencia y la guerra. Ya
que creen que es el camino más corto para alcanzar el fin que se proponen. Pero
están equivocados, porque toda forma de sin sentido y de barbarie, desemboca en
un profundo malestar moral, material y espiritual en la sociedad. Así que, los
que ejercen la violencia sobre la sociedad civil, tratan que el hombre pierda
el dominio de sí mismo, para que el miedo se apodere de él y le domine,
zarandeándole en sus remolinos como a un ciego.
Entonces lo que está
en juego en la actualidad no sólo tiene que ver con la pobreza, el bienestar o
la paz de los colombianos. Sino también con la vida y la permanencia de cientos
de compatriotas sobre la faz de la Tierra. Esto significa para los que ejercen
el poder una gran responsabilidad ética. Se trata que la inteligencia, la
consciencia critica de los estudiantes, profesores, artistas e intelectuales;
partidos, movimientos y fuerzas democráticas; gremios y la iglesia, su voz se
convierta en indignación moral contra el rostro nuevo que ha encarnado la
barbarie y la injusticia social.
De ahí que existen
personas que le conceden prioridad a la fuerza, al deber nacional, patriótico,
en los asuntos sociales y políticos. Piensan que en tiempos de guerra o de
violencia, su <<deber ser>> consiste en identificarse con una
filosofía utilitaria, pragmática: de los <<fines por los fines>>
para alcanzar la paz y la convivencia social. En el otro campo están los que le
conceden prioridad a los principios cristianos, liberales o ideológicos. Son
los que creen en las relaciones entre <<Tu>> y <<Yo>>,
como fundamento del dialogo y la comprensión. Pero también creen en la palabra
como el instrumento adecuado para la búsqueda del entendimiento, la paz y la
convivencia. Son personas que conceden un alto valor a la palabra y a la ética;
porque creen en valores y verdades universales.
Vuelvo y repito. Es
sumamente peligroso para la democracia que el panfleto, el artículo periodístico,
twitter e Internet, y la inquina de quienes escriben, se levanten como bandera
política. En un democracia como la colombiana, esta especie de patriotismo o de
nacionalismo trasnochado. Se convierte en algo peligroso para la existencia de
partidos opositores, presa libre y justicia independiente. Toda forma de
patriotismo o de nacionalismo, es funesto. Es el patriotismo de los no
patriotas. Asimismo, es peligroso para el latido de la democracia que las
confusiones lingüísticas --denotaciones,
significaciones, adjetivos, etc. --, desencadenen en irracionalidad política.
En otros términos, violencia, discriminación, xenofobia, miedo, dolor,
calumnia, atentado o muerte. Las palabras expresan las intenciones de quienes
las escriben. Pero también, la animalidad política de la sociedad.
En el fondo, se trata de conseguir un nuevo acceso a la
libertad, la justicia y la dignidad humana. Porque la soberbia del dinero y del
poder, y los grupos alzados en armas y delincuenciales, han negado un nuevo
acceso a estos principios éticos. Los adversarios dentro del sistema han
llegado a ser tan semejantes que puede adivinarse sin ninguna dificultad que
son meros disfraces de un solo y único poder. Es en el ámbito de la libertad y
de la crítica a los poderes vigentes, donde se confronta a los reinos de los
demonios y a los que se han aliado criminalmente con las armas. Como dijo Ernst
Jünger: Lo que aquí estamos rozando es lo necesario, el destino que determina a
la sociedad venidera. Los nacimientos no se producen nunca sin dolor. Los
procesos continuarán; y como siempre ocurre en todas las situaciones en que
interviene el destino, todas las tentativas de detener los procesos o de
hacerlos volver a la línea de partida lo que harán será más bien fomentarlos y
acelerarlos.
De ahí que el Estado y el poder empiecen a mostrar síntomas
de decadencia. Porque no están a la altura de las circunstancias históricas. La
libertad viene dada a la vez con lo necesario, y la sociedad que ha venido gestándose
responderá a los nuevos requerimientos humanos. Dice Jünger: La oposición exige
grandes sacrificios; eso explica el ingente número de seres humanos que
prefieren la coacción. No obstante, sólo los hombres libres pueden hacer
autentica historia. La historia es la impronta que el hombre libre da al
destino.
Pero quien ha sobrevivido a la catástrofe, al horror de la
guerra, al miedo y al sufrimiento, es la persona sencilla. De la que no se ha
apoderado ni el odio ni el temor, porque sabe resistir a la propaganda, a la
manipulación de la información, y a esos hombres que se han aliado con la
corrupción, la inmoralidad o, las potencias de la muerte. Eso posibilita que
estén a la altura del Espíritu de la Época, porque en el cual no hay otra
cosa que maldad demoníaca. Por eso, el devenir histórico debe responder a las
necesidades materiales y espirituales de la sociedad. Así, podrá conjurar los
fantasmas de la técnica, la barbarie y la sin-razón, entonces que sorpresas
nuevas nos estén deparadas para la época venidera.
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