jueves, 10 de abril de 2014

LOS LENGUAJES DIGITALES Y LA POLÍTICA

  



<<La tiranía consiste en el deseo de dominación, universal y fuera de orden>>.
                                                                                              Pascal


   En este mundo que vive de flashes y frases cortas e ingeniosas tipo twitter, es una expresión del tránsito de la política <<clásica>>, con programas que responden a las necesidades y esperanzas de la sociedad, a otro que responde a las exigencias de cosas breves, rápidas, digestivas y ocurrentes. Pero resulta sumamente grave cuando estas herramientas de la cultura de masas, se utilizan como plataforma de palabras incendiarias, bacías, sin contenido político. Que responden sólo, absolutamente sólo, a la soberbia del poder y del dinero.

   Digo esto porque en nombre de la <<Patria>> o, de la <<Nación>>, algunos desean que el miedo, el dolor, el sufrimiento y las potencias oscuras de la muerte, se conviertan en una segunda naturaleza de la sociedad. Que el carácter destructivo de la sociedad deje a la persona individual en la estacada. De ahí que valerse de los medios y los modos de comunicación y las instituciones del Estado en un <<Programa Político>>. Y poner en marcha una agresión para frenar otra agresión, casi siempre termina en populismo autoritario o, en figura del totalitarismo. Además, valerse del terrorismo como bandera política, no sólo es un acto de irresponsabilidad política, sino de insulto a las víctimas del terror. Sólo se alcanzan éxitos en la lucha contra el terrorismo, la violación de las libertades y los derechos fundamentales, si el Gobierno y la sociedad civil acatan el Derecho internacional, incluidos los derechos humanos, y el Estado Derecho.
  
   Sabemos que la violencia arrastra tras de sí un motón de escombros humanos y materiales. Una ciega voluntad de poder que  arrasa todo lo que encuentra a su paso, porque necesita espacio para el orden, la disciplina y la coacción. Esos hombres que se han aliado criminalmente con las armas, tratan de eliminar de la vida todo vestigio de sentimentalidad, de reflexión y critica de la sociedad. Porque desean convertir la existencia del ser humano en objeto. Esto atenta no sólo contra la libertad, sino que incluye en sí la enseñanza generalizada. Entonces un pueblo amedrentado y coaccionado niega la libertad de pensar, actuar y existir. Por eso las personas que no han perdido la capacidad de asombro y de interrogarse sobre el destino del hombre en la Tierra, son capaces de ver las pérdidas: sentir la aniquilación del valor, la superficialización y simplificación del mundo. Por eso es necesario tender esfuerzos a ganar un mundo en que tengan vigencia valoraciones nuevas y más poderosas. Se trata de mantener sujeta a nuestro poder la vida, para que no prime la desesperanza, el dolor, el miedo, el horror y la muerte. A esos que desean que el hombre se entregue a la fuerza y la barbarie. Para que indiferentes al día y la noche empujen la sociedad hacía el abismo.
  
   Asimismo, desde hace medio siglo los grupos de seguridad del Estado, y los que están al margen de la ley (guerrillas, paramilitares, grupos delincuenciales), sostienen una guerra contra los ciudadanos que defienden los derechos y libertades. Una guerra civil que tiene como objetivo defender determinados intereses. Ni el Estado ni los grupos al margen del contrato social, tienen el derecho de intimidar, coartar o limitar, la libertad de pensar y de opinar de los ciudadanos. Porque en un Estado democrático es ilegal que se detengan a personas inocentes, las torturen, las maten y luego desaparezcan sus cuerpos. De ahí que haya épocas de decadencia en las que se desvanece la forma de vida profunda que en cada uno de nosotros está dibujada de antemano. Cuando perdemos sus huellas, vacilamos y nos tambaleamos como a seres a quienes falta el sentido del equilibrio. Entonces pasamos de las oscuras alegrías a los oscuros dolores.
  
   Quien conoce la historia de las órdenes secretas sabe lo difícil que es determinar su auténtico radio de acción. Así pues, comenzamos a soñar con las cosas del poder y de la fuerza y con formas que intrépidamente ordenadas marchan unas junto a otras, dispuestas tanto al desastre como al triunfo. Al combate de la vida. Aquellos que están cómodamente instalados en una burbuja de adulación y de deferencia. Casi siempre se dejan llevar por los espejismos de la violencia y la guerra. Ya que creen que es el camino más corto para alcanzar el fin que se proponen. Pero están equivocados, porque toda forma de sin sentido y de barbarie, desemboca en un profundo malestar moral, material y espiritual en la sociedad. Así que, los que ejercen la violencia sobre la sociedad civil, tratan que el hombre pierda el dominio de sí mismo, para que el miedo se apodere de él y le domine, zarandeándole en sus remolinos como a un ciego.
  
   Entonces lo que está en juego en la actualidad no sólo tiene que ver con la pobreza, el bienestar o la paz de los colombianos. Sino también con la vida y la permanencia de cientos de compatriotas sobre la faz de la Tierra. Esto significa para los que ejercen el poder una gran responsabilidad ética. Se trata que la inteligencia, la consciencia critica de los estudiantes, profesores, artistas e intelectuales; partidos, movimientos y fuerzas democráticas; gremios y la iglesia, su voz se convierta en indignación moral contra el rostro nuevo que ha encarnado la barbarie y la injusticia social.

    De ahí que existen personas que le conceden prioridad a la fuerza, al deber nacional, patriótico, en los asuntos sociales y políticos. Piensan que en tiempos de guerra o de violencia, su <<deber ser>> consiste en identificarse con una filosofía utilitaria, pragmática: de los <<fines por los fines>> para alcanzar la paz y la convivencia social. En el otro campo están los que le conceden prioridad a los principios cristianos, liberales o ideológicos. Son los que creen en las relaciones entre <<Tu>> y <<Yo>>, como fundamento del dialogo y la comprensión. Pero también creen en la palabra como el instrumento adecuado para la búsqueda del entendimiento, la paz y la convivencia. Son personas que conceden un alto valor a la palabra y a la ética; porque creen en valores y verdades universales.

    Vuelvo y repito. Es sumamente peligroso para la democracia que el panfleto, el artículo periodístico, twitter e Internet, y la inquina de quienes escriben, se levanten como bandera política. En un democracia como la colombiana, esta especie de patriotismo o de nacionalismo trasnochado. Se convierte en algo peligroso para la existencia de partidos opositores, presa libre y justicia independiente. Toda forma de patriotismo o de nacionalismo, es funesto. Es el patriotismo de los no patriotas. Asimismo, es peligroso para el latido de la democracia que las confusiones lingüísticas  --denotaciones, significaciones, adjetivos, etc. --, desencadenen en irracionalidad política. En otros términos, violencia, discriminación, xenofobia, miedo, dolor, calumnia, atentado o muerte. Las palabras expresan las intenciones de quienes las escriben. Pero también, la animalidad política de la sociedad.

En el fondo, se trata de conseguir un nuevo acceso a la libertad, la justicia y la dignidad humana. Porque la soberbia del dinero y del poder, y los grupos alzados en armas y delincuenciales, han negado un nuevo acceso a estos principios éticos. Los adversarios dentro del sistema han llegado a ser tan semejantes que puede adivinarse sin ninguna dificultad que son meros disfraces de un solo y único poder. Es en el ámbito de la libertad y de la crítica a los poderes vigentes, donde se confronta a los reinos de los demonios y a los que se han aliado criminalmente con las armas. Como dijo Ernst Jünger: Lo que aquí estamos rozando es lo necesario, el destino que determina a la sociedad venidera. Los nacimientos no se producen nunca sin dolor. Los procesos continuarán; y como siempre ocurre en todas las situaciones en que interviene el destino, todas las tentativas de detener los procesos o de hacerlos volver a la línea de partida lo que harán será más bien fomentarlos y acelerarlos.

De ahí que el Estado y el poder empiecen a mostrar síntomas de decadencia. Porque no están a la altura de las circunstancias históricas. La libertad viene dada a la vez con lo necesario, y la sociedad que ha venido gestándose responderá a los nuevos requerimientos humanos. Dice Jünger: La oposición exige grandes sacrificios; eso explica el ingente número de seres humanos que prefieren la coacción. No obstante, sólo los hombres libres pueden hacer autentica historia. La historia es la impronta que el hombre libre da al destino.

Pero quien ha sobrevivido a la catástrofe, al horror de la guerra, al miedo y al sufrimiento, es la persona sencilla. De la que no se ha apoderado ni el odio ni el temor, porque sabe resistir a la propaganda, a la manipulación de la información, y a esos hombres que se han aliado con la corrupción, la inmoralidad o, las potencias de la muerte. Eso posibilita que estén a la altura del Espíritu de la Época, porque en el cual no hay otra cosa que maldad demoníaca. Por eso, el devenir histórico debe responder a las necesidades materiales y espirituales de la sociedad. Así, podrá conjurar los fantasmas de la técnica, la barbarie y la sin-razón, entonces que sorpresas nuevas nos estén deparadas para la época venidera.


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