martes, 29 de marzo de 2022

El PROGRESO TÉCNICO EN LA ECONOMÍA BÉLICA

 

 

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

En el siglo XX y principios del XXI, pudimos o podemos observar el genio de la guerra entrelazarse al espíritu del progreso. Ambos fenómenos, la guerra mundial y la revolución mundial guardan entre sí una relación mucho más estrecha de lo que a primera vista parece; son los dos lados de un acontecimiento cósmico y en muchos aspectos dependen el uno del otro tanto en lo que concierne a su génesis como en lo que se refiere a su estallido. Aunque surja la sospecha sobre el progreso –que trae consigo la superficialidad y la uniformidad a que nos enfrentamos-, resulta más significativo el fondo del que esas formaciones brotan. (Ernst Jünger).

En la actualidad aflora la duda que el progreso no es un avance; que el auténtico significado del progreso es otro, que se esconde detrás de la máscara de la razón; sabemos que la razón es cruel. De este maridaje se revela que la crueldad, el sufrimiento, el dolor o la muerte, se ponen el vestido del progreso. Así que, el progreso esconde tras de sí su verdadero fondo del que surge; el confort técnico sólo es una manifestación superficial y uniforme de las formaciones de poder y de saber. El progreso técnico trata de cosificar y objetivar la vida y, adquiere el carácter de instrumento que obedece a relaciones de poder.

Y, efectivamente, en esa relación es donde hay que buscar el auténtico factor moral de este tiempo, un factor provisto de irradiaciones tan sutiles e imponderables que con ellas no pueden competir ni siquiera los ejércitos más fuertes, pertrechados en las últimas armas de aniquilación de la edad de las máquinas y los lenguajes digitales. (Jünger). Topamos hoy con algo que a los hombres nos resulta incomprensible: la renuncia al progreso como una fuerza de índole cultual, de fe, de extender hasta el infinito la perspectiva de la finalidad y, a la vez, el aumento del perfeccionamiento de los equipamientos bélicos. Sabemos que detrás del perfeccionamiento se esconde una amenaza no sólo contra las sociedades modernas, sino también contra la supervivencia del hombre sobre la Tierra. Las armas nucleares son como la espada de Damocles sobre la nuca de la humanidad. Son y no dejan de ser una agresión indirecta sobre los pueblos y la humanidad.

En los equipamientos bélicos participan las formas abstractas del Espíritu, del Dinero, del Pueblo, en suma, las relaciones de poder de la nación que conjugan el Gran Poder. Hoy podemos decir, sin duda, que hasta los pacifistas participan de la guerra; ella arrastra tras de sí recursos humanos y materiales, que es imposible cuantificarlos en la naturaleza que les corresponde. Más cuando el desarrollo de los procesos científicos y técnicos traspasan las fronteras nacionales y se aventuran en el cosmos. 

Ahora cabe ir observando cómo la creciente trasmutación de la vida en energía y la progresiva volatilización del contenido de todos los vínculos en beneficio de la movilidad otorga un carácter cada vez más incisivo al acto de la movilización. (Jünger). Así es como, el predominio de la técnica en los asuntos humanos y de la guerra, posibilita la segunda consciencia, esto es, la conversión de la vida en objeto y número. Esto es válido para el combatiente o para el civil; más si se diluye la zona de la sentimentalidad y todo vínculo de valor.

Así es también como la imagen de la guerra en cuanto acción armada va penetrando cada vez más en la imagen más amplia de un gigantesco proceso de trabajo; junto a los ejércitos que se enfrentan en los campos de batalla surgen los ejércitos del tráfico, del abastecimiento, de la industria de armamento – el ejército del trabajo en general. (Jünger). En la actualidad al proceso técnico lo acompaña la revolución en las comunicaciones digitales. 

Así pues, los Estados industrializados hacen de los equipamientos bélicos algo prioritario; inclusive ante las necesidades materiales, espirituales y culturales de la sociedad. Estamos viendo al progreso acompañado por equipamientos bélicos (maquinas, drones, sonares, satélites, mapas digitales, comunicaciones digitales, etc.), que llegan hasta el tuétano más íntimo, hasta el nervio vital más fino. Por eso, movilizar la sociedad hacia la guerra se concatena con el acto mediante el cual una única maniobra ejecutada en el cuadro de distribución de la energía conecta la red de la corriente de la vida moderna –una red dotada de amplias ramificaciones y de múltiples venas- a una gran corriente de la energía bélica. (Jünger).

El progreso entrelaza la industria y los procesos bélicos convirtiéndose en un despliegue de poder en general. Estamos viendo de igual manera que toda vida alumbra ya también, al nacer, el germen de la muerte, así la salida a escena de las grandes masas implica una democracia de la muerte. (Jünger). La guerra entre Rusia y Ucrania está confirmando por parte de los ucranianos, empero, no una movilización parcial ni una movilización general, sino una movilización total, la cual se extiende a todos los estratos de la sociedad. Basta contemplar las imágenes para vislumbrar un sentimiento de horror mezclado de angustia y dolor, que constata como la gran corriente de la energía bélica arrastra tras de sí al país en general. 

La movilización total tanto en la guerra como en la paz, se convierte en la expresión misteriosa y coercitiva a que nos somete esta vida en la edad de las masas y las máquinas. Es penosa la impresión que causa en el ánimo toda la monotonía del espectáculo de la guerra –un espectáculo que hace pensar en el funcionamiento exacto de una turbina alimentada con sangre-, ninguna duda puede caber, empero, de su significado simbólico inmanente. (Jünger).

Estamos viendo en esta guerra como el decurso técnico (máquinas, radares, lenguajes digitales, etc.), se mezcla al estrato elemental –esa mezcla de las pasiones más salvajes del ejército ruso y las pasiones más excelsas del pueblo ucraniano, que es consubstancial al ser humano. Aquí en este ámbito no valen explicaciones económicas, ni morales ni culturales, se lucha por la defensa de la patria y de la libertad; aún a expensa de morir. Después de una larga paz en Europa, Estados Unidos de Norteamérica, Asia y América Latina, toparnos con esfuerzos de tal envergadura, hacen vibrar hasta el último nervio vital, hay que dirigir la mirada a un fenómeno de rango cultual, de fe.

El Progreso es la gran iglesia popular de los siglos XIX y XX, estaba señalado como la punta de lanza y el pueblo el mango que la impulsaba. En Ucrania la llamada eficaz de la movilización total para que participen en la guerra se apeló a sus convicciones, al fervor patriótico, que responde al ideal de la civilización y la cultura ucraniana. Vemos como Rusia pone en marcha la destrucción global de la estructura del Estado y de la sociedad civil. Esto no se separa de la técnica para la guerra, el automatismo y los lenguajes digitales, en la infraestructura de ataques –tanques, satélites balísticos, mapas, -etc. Que abren camino para la toma de Odesa. Vista a esa luz la guerra aparece como una piedra de toque insobornable, que efectúa sus valoraciones de conformidad con unas leyes estrictas y propias – como un terremoto que pone a prueba los cimientos de todos los edificios. (Jünger). 

Vladimir Putin y sus asesores no sólo planearon mal los cálculos de la guerra, sino que la fuerza de resistencia, incluso en una situación de debilidad física ante las fuerzas rusas, es digna de admirar en todo el mundo. En este tipo de guerra no importa que el Estado fuese o no un Estado militar, sino el grado de partición de la sociedad civil. Es un tipo de guerra popular, de guerrilla, de resistencia, de emboscadura, de desgaste, crear en el enemigo zozobra e inseguridad en el combate. Se trata de obstruir o destruir las líneas de provisiones –de armamentos, alimentos, vestidos, etc., y, de desencriptar las ordenes de combate. Bien entendido que aquí estamos hablando de cuestiones técnicas, de cuestiones de escenificación – de la movilización de la sustancia, pero no de la substancia misma. (Jünger).

Cabe tener presente que el interés propio de Putin, los oligarcas y la casta militar, posee un rango de limpieza ideológica, política y étnica – se combate para limpiar a Ucrania de nazis y de un régimen que se opone a las políticas de Putin en Ucrania -, la substancia misma de la guerra está en crear un corredor de Moscú a la península de Crimea y sus intereses estratégicos y geopolíticos, de una parte; también las riquezas elementales como el litio, por ejemplo, de otra. De la misma manera, poner un Gobierno títere que defienda los intereses del Gobierno de Putin y los oligarcas. Y ante la opinión pública de Rusia con la manipulación de los medios de información, cumplen una función humanitaria. Es el colmo de la insensatez, la mentira, la demagogia, que deja a la vera del camino cientos de muertos –ancianos, mujeres, hombres y niños, que nada tienen que ver con la guerra. También miles de desplazados de su hogar, su patria, con el dolor y el sufrimiento del recuerdo de lo que una vez fue suyo.

Así, la materia elemental, la fuerza primordial del pueblo ucraniano, fue afectada en su totalidad. De ahí que, bajo la cruzada de la sinrazón del Gobierno de Putin, y del sortilegio de una dogmática tan clara y evidente, todos los pueblos del mundo, ven unas tropas ávidas de sangre y de muerte como no ha habido otra en los últimos tiempos. Si a los soldados rusos le preguntaran porqué están luchando, les aseguro que la gran mayoría no sabe dar una respuesta clara. Difícilmente se les habría oído decir, por el pueblo ruso, luchan contra la barbarie y la reacción, luchan por la civilización y la libertad del pueblo ucraniano. Porque la gran mayoría de ellos no sabe porque combate y porqué está ahí. ¿Saben por qué? Porque no poseen ideales, ni una dirección objetiva y diáfana, una consciencia que les sirva como fundamento para alcanzar la victoria.

Sabemos que la guerra será tanto más segura y tanto más imperturbable en su decurso para los ucranianos cuanto más unitaria y profundamente sepan reclamar de antemano para sí la suma de todas las fuerzas. (Jünger). Vemos en esta guerra el espíritu del progreso entrelazado a la substancia de ésta. Los Estados y las sociedades occidentales son conscientes que la historia del mundo cambiará para siempre si dejan que Putin gane la guerra. Si pierde la guerra Occidente gana un mayor espacio, y gana la civilización, la libertad, la democracia y la paz entendidas en su acepción profunda. Eso presupone un alumbramiento de los valores propios, presupone otras ideas y otros aliados. Así el espíritu del progreso y la energía bélica se ponen al servicio de grandes ideales y principios para la humanidad en general.

Sin cesar va aumentando la índole abstracta y, por tanto, también cruel de las relaciones humanas. La segunda consciencia está ubicada en el palpito de las sociedades modernas, esto es, la conversión del hombre en número o en objeto. El patriotismo está siendo sustituido por un nacional-populismo nuevo, fuertemente impregnado de elementos conscientes. Son muchos los sitios donde el progreso se ha desprendido de la máscara humanitaria; en su lugar aparece un fetichismo medio grotesco medio bárbaro de la máquina, un ingenuo culto de la técnica. (Jünger). 

Y esto está ocurriendo en todos los países del mundo, aunque no se tenga una relación profunda con la esencia de ésta y las relaciones de poder que esconde tras de sí. Vemos como la marcha de los relojes cambian su curso a favor de la expresión bélica – carros de combate, cañones de largo alcance, drones, aviones de guerra que sobrepasan la barrera del sonido, escuadrillas de combate equipadas con bombas, buques de guerra, portaviones, etc.-.

El progreso técnico incide directamente en las masas cada vez más uniformes, en la economía, la política, la industria de armamentos, la cultura y, en el Weltgeist, el Espíritu del Mundo. Quien tiene el poder reina sobre todas esas esferas y la evolución de las técnicas de la guerra lo confirma. Así que, el <<el genio de la guerra>> y el <<espíritu del progreso>> se funden en una íntima ligazón, que se traduce en la primacía del elemento técnico y la movilización de energías cada vez más considerables. (Alain De Benoist). 

En este orden, la guerra se ha convertido en una empresa técnica, las distinciones tradicionales entre combatiente y no combatiente, militar y civil, se han desvanecido. Ya no hay guerra o paz, combate global permanente que sin distinciones moviliza a todos los hombres. Este proceso surge de las entrañas de la técnica y sobrepasa toda ideología. (Benoist).

En la guerra de Ucrania observamos que el progreso técnico (que va del maquinismo a los lenguajes digitales), no es indiferente ni neutral. A un nivel más profundo, en los dominios donde se aplica la dialéctica de las finalidades de la guerra, el pueblo ucraniano se ha encontrado consigo mismo. Así, la guerra le ha dado la oportunidad de realizarse y unificarse como pueblo. 

Esta guerra confirma una vez más que los equipamientos bélicos de las potencias mundiales han adquirido unas dimensiones planetarias; con ello está en correspondencia el potencial de esos equipamientos. (Jünger). Ahora veremos que es un concepto que ha penetrado en la política, tanto en su polémica como en su realidad. Una guerra que ha posibilitado un punto de inflexión mundial y todos los países correrán presto a los equipamientos bélicos y caminaremos sobre un desfiladero estrecho y profundo que conduce a la destrucción o, a la muerte. Ello modificará el significado histórico de la situación actual; y se utilizarán valores nuevos para tener un sentido de realidad completamente diferente al precedente.

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