¿QUÉ ES LA LIBERTAD?
Hannah Arendt
<<Los pensadores esenciales dicen las mismas cosas, lo cual no significa que digan cosas iguales>>.
Martín Heidegger
En este ensayo trato de hacer un montaje
literario, como lo pensó Walter Benjamín.
Antonio Mercado Flórez. Filósofo
y Ensayista.
Para Hannah Arendt las tendencias
antipolíticas del alto cristianismo es de tal profundidad, que un pensador
cristiano Agustín fue el primero en expresar las implicaciones políticas de la
palabra libertad. Esto en la consciencia y el imaginario de los hombres resulta
contradictorio y paradójico. Sabemos que Agustín era romano y cristiano, que
expresa la experiencia política de la Antigua Roma, que la libertad como
principio deviene en acto de fundación.
Desde el punto de vista
histórico, es interesante anotar que la aparición del problema de la libertad
en la filosofía de Agustín estuvo precedida por el intento consciente de
separar la noción de libertad de la política, para llegar a una formulación a
través de la cual se pudiera ser esclavo en el mundo y, no obstante, libre.
La impresión se modificaría si lo
expresado por Jesús de Nazaret fuera tomado en sus implicaciones políticas. En
el Nuevo Testamento existe una extraordinaria comprensión de la libertad y del
poder inherente de la libertad humana. Pero la capacidad del ser humano que
corresponde a esta palabra no deviene de la voluntad sino de la fe. Los
Evangelios llaman <<milagros>> al poder de una palabra que tiene
significados diferentes y es difícil de comprender.
La libertad hizo su aparición
primera en nuestra tradición filosófica cuando la experiencia de la conversión
religiosa –primero la de Pablo y después la de Agustín- le dio lugar.
Así que, el milagro protagonizado
por hombres o por agentes divinos son interrupciones de una serie natural de
eventos o de un proceso automático, que se constituye como algo inesperado.
Sabemos que la vida humana en la Tierra está rodeada por procesos automáticos
–naturales o cósmicos-; porque nosotros mismos somos conducidos por fuerzas
similares en tanto parte de la naturaleza orgánica. Ora, nuestra vida política
que hace parte de la esfera de la acción, se ubica en el seno de procesos que
llamamos históricos y tiende a convertirse en procesos automáticos o naturales
como los cósmicos. Esto significa que estamos inmersos en una cadena de
procesos automáticos y que ningún acto en particular puede liberar o salvar al
hombre, también a una nación o a la humanidad.
Esto quiere decir que estamos
determinados por procesos naturales, históricos o cósmicos y, que el libre
albedrío o la libre voluntad, están condicionados por estos procesos. En la
acción particular del hombre que es política, no se expresa la <<esencia
en sí>> de la libertad sino una de sus <<figuras>>. Detrás de
la acción se esconde la libertad como libertad política. En la voluntad de
poder se esconde también el ser y la política como voluntad de justicia, de
respeto a la dignidad humana, a la pluralidad y la búsqueda del bien común.
Sólo el ser concede a los hombres alcanzar la libertad, lo justo, lo bueno y lo
bello.
Por tanto, está en la naturaleza
en sí de los procesos automáticos o los procesos históricos, a los que el
hombre está condicionado o adherido, que pueda afirmarse en y a través de la
acción. Una vez que los procesos producidos por el hombre se vuelven
automáticos, se tornan fatales como los del proceso de la vida natural. Que
conduce al organismo vivo, biológicamente hablando, del ser al no-ser; o, lo
que es lo mismo, de la vida a la muerte.
La libertad impregna por la
acción el comportamiento teórico y práctico. Es en sí una especie de luz que
eleva la acción política a transformar los procesos automáticos e históricos.
Así que, la libertad tiende a develar los fenómenos históricos en cuanto
posibilita la acción política en la sociedad. Y, así, la acción es hacer. Un
hacer circunscrito a la práctica política y a unas circunstancias históricas
determinadas. La libertad es la llama de la vela que alumbra los logros o los
fracasos, en la praxis política. Por eso, ella siempre es un comienzo en el devenir
de las acciones humanas y, en particular, de la política.
En cuanto la libertad es llevada
a galope sobre la práctica política es histórica. Así pues, queda preservada en
la memoria y la rememoración. Pensando, la existencia del hombre o los hombres,
no sólo habitan la casa del ser, el lenguaje, sino también la morada de la
acción política. Medimos el hacer político, la acción en la esfera pública, por
el rasero de los logros de su práctica, colmados de éxitos o fracasos. Pero, el
quehacer de la política, su acción, es teórico y práctico, y se vale del
lenguaje, del pensar y la libertad, para alcanzar lo que se propone. Bueno
bien, ¿de dónde saca la libertad su fuerza y medida? ¿cuál es la ley de su
hacer y decir? Por supuesto, de la esencia que la determina a sí misma y la
impulsa a romper el cerco de los procesos automáticos y los procesos
históricos.
La acción es
en cuanto destino de la libertad. Sin ésta la acción política se condiciona a
los procesos históricos o al determinismo político. La libertad hay que blandirla
como hace el guerrero con la espada; porque del manejo responsable de ella
depende la justicia, la fraternidad, la convivencia pacífica, la educación, la
cultura y la paz. El advenimiento de la libertad trae consigo el advenimiento
de la acción política. Huir a refugiarse en lo siempre-igual lo exime de
peligro. El peligro adviene cuando la libertad posibilita que la acción entre
en discordia con lo establecido como verdadero. Que amenace al Estado y sus
instituciones, que posibilite el pensar, el análisis, la crítica, de las
relaciones de poder y saber. Así, la libertad contiene en sí el catálogo de las
cosas posibles que siempre está ahí – para que una posibilidad salga escena es
preciso que se la acepte –al decir Ernst Jünger.
Ya es hora de desacostumbrarse a
sobreestimar la política, la economía, la imagen o los leguajes digitales y,
por así decir, no pedirles más de lo que pueden dar. En la actual precariedad y
mediocridad del mundo es necesaria más acción y más atención a los fines de la
política y de los políticos. Por eso, la política se encuentra en vías de
descenso hacia la pobreza de su esencia; porque priman los intereses del
partido y del Gran Poder, sobre el
bienestar y el progreso de la sociedad.
Arendt piensa que, en los
procesos históricos los períodos de la libertad han sido relativamente cortos
en la historia de la humanidad. Lo que permanece intacto en épocas de
petrificación y ruina es la facultad de la libertad misma. La capacidad de
comenzar, que anima e inspira todas las actividades humanas. Y, constituye, por
así decir, la fuente oculta que de producción de las cosas grandes o bellas.
Por eso, la estética es la madre
de la ética y de toda capacidad de juzgar. La libertad no es una virtud del
hombre, sino un don supremo que el
hombre entre todas las criaturas de la Tierra parece haber recibido. Pero es a
través de la acción cuando devela la luz que se esconde detrás del forro de los
fenómenos históricos. Si es verdad que la acción y el comenzar son
esencialmente lo mismo, una capacidad para realizar milagros debe estar dentro
del rango de las actividades humanas.
Dice Arendt, está en la
naturaleza de todo nuevo comienzo el irrumpir en el mundo como una
<<infinita improbabilidad>>, pero es esto lo que en realidad
constituye el tejido de lo que llamamos real. Esta <<infinita
improbabilidad>> es válida para un nuevo nacimiento o interrumpir la
lógica y la coherencia de los procesos históricos. De ahí que los sistemas
totalitarios, detesten la venida de una vida al mundo, por ser siempre un
recomenzar. Un volver a empezar que esconde detrás de la voluntad y de la
acción, la ruptura con lo establecido como dogma o verdad.
Después de todo –dice-, nuestra
existencia descansa, por así decir, en una cadena de milagros, el llegar a
existir la Tierra, el desarrollo de la vida orgánica en ella, la evolución de
la humanidad a partir de las especies animales. La cadena de
<<milagros>> es válida en los procesos del Universo o de la
Naturaleza, esto es, que exista la tierra a partir de los procesos cósmicos, la
formación de vida orgánica a partir de los procesos inorgánicos. La evolución
del hombre a partir de los procesos de la vida inorgánica, representan
<<infinitas improbabilidades>>, que se constituyen en
<<milagros>> en el lenguaje cotidiano.
Así que, la experiencia que dice
que los acontecimientos son milagros no es ni arbitraria ni sofisticada; sino
de lo más natural, en la vida cotidiana es un lugar común. Sin esta experiencia
corriente la parte asignada de la religión a los milagros sobrenaturales sería
incomprensible. Teniendo presente la interrupción de los procesos naturales por
el advenimiento de una <<infinita improbabilidad>> ilustra lo que
llamamos real, en la experiencia ordinaria adquiriendo su existencia por
coincidencias más extrañas que la ficción.
Seria superstición esperar
milagros, <<infinitas improbabilidades>>, en el contexto de
procesos automáticos sean históricos o políticos, aunque no estén excluidos.
Además, la historia está llena de acontecimientos que el milagro, la <<infinita
improbabilidad>>, ocurren frecuentemente. Ya que, por decir, los procesos
históricos son creados e interrumpidos, por iniciativa humana por ser un ser
que actúa. Y detrás de la acción se esconde la esencia de la libertad, que le
posibilita actuar en múltiples esferas. La libertad como hecho demostrable y la
política coinciden y se relacionan entre sí como las dos caras de una misma
moneda.
De ahí que lo impredecible y lo
imprevisible se esperan como milagros en las esferas de vida política. La
diferencia decisiva entre las <<infinitas improbabilidades>>, sobre
la cual descansa la realidad de nuestra vida terrenal, y el carácter milagroso
inherente a esos eventos que establece la realidad histórica, consiste que, en
el dominio de los asuntos humanos conocemos al autor de dichos
<<milagro>>. Son los hombres quienes los protagonizan, quienes por
haber recibido el doble don de la libertad y la acción pueden establecer una realidad propia.
Una realidad que responda a las
apetencias morales, espirituales y materiales; pero también, en la vida
pública, la política, que la libertad y la acción tiendan a lo justo, lo bueno
y lo bello. Un Estado democrático Social de Derecho que proteja y facilite a la
sociedad la acción política y la libertad, como piedras angulares de la
colectividad democrática y libertaria. Porque el mundo común es el escenario de
la acción y de la palabra; sin un ámbito políticamente garantizado la libertad
carece de un espacio mundano en el que pueda hacer su aparición.
La libertad necesita de un mundo
organizado políticamente en el que cada hombre libre pueda insertarse de
palabra y obra. De lo contrario, será sólo una manifestación de la libertad
interior o subjetiva de la persona humana; o tal vez, la libertad cercenada o
secuestrada por el poder autoritario o totalitario. Porque existe una
concatenación entre el mundo común que comparten todos los hombres, la palabra
y la libertad. Esto en su esencia es política.
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