sábado, 30 de octubre de 2021

EL HUMANISMO EN EL ESPACIO DE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA

 

         

 Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista               

 

En el Doktor Faustus, Thomas Mann expresó que las monstruosidades en la historia de la cultura occidental, no son fecundas para el Humanismo. Un mundo lleno de atrocidades, de odios, sufrimientos y guerras, infunde temor en las almas de los hombres, para que pueda alcanzar el sentido de lo humano. Así, la piedad, el respeto, el decoro espiritual, la religiosidad, sólo son posibles en el hombre dentro del marco terrenal y humano. Su fruto debiera ser, puede ser y será un humanismo con ribetes religiosos, inspirado por el sentimiento del secreto trascendente del hombre, por la orgullosa consciencia que el hombre tiene de ser algo más que un fenómeno biológico, de estar ligado por una parte esencial de su ser a un mundo espiritual, de que la noción de lo absoluto le ha sido dada con las ideas de Verdad, de Libertad, de Justicia, y el deber de ir en busca de la perfección.

Es, preocupante y abominable ver cómo el humanismo se reemplaza por la técnica, la ciencia, el dinero y el poder. Por la técnica que no responde a las verdaderas necesidades materiales y espirituales del hombre. Pero, no olvidemos que la ciencia no es enemiga del humanismo, sino que ésta ha de responder a los requerimientos humanos. Por eso, <<imposible calificar de diabólicos los temas y objetos de la ciencia sin que la acusación alcance a la ciencia misma>>. (Mann)

Sabemos que la técnica sustituye el antropocentrismo en esta época de sociedades masas y de cultura de masas, no es una mera evidencia, sino que ataca al humanismo. Bueno, lo que preocupa es que, la ciencia, la técnica, la estadística, sustituyan la libertad, la voluntad o la justicia en los asuntos humanos. Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y que son pesimistas. No hay en ellas magia; con la técnica basta. En Huxley y Orwell, el avance del cálculo y de su aplicación práctica hace imparable la transformación de la sociedad en puras cifras o números. Así, el avance de la ciencia y la técnica sustituyen todo rasgo de humanismo, de justicia y de trascendencia. El planeta ha adquirido un aura nueva, una epidermis más sensible. (Jünger).

Veamos el famoso elogio del nuevo horizonte de la ciencia contenido en el “Ensayo sobre Bacon” de Macaulay, escrito en 1837, que reza así:

“[La ciencia] prolongó la vida; mitigó el dolor; extinguió enfermedades; aumentó la fertilidad de los suelos; dio nuevas seguridades al marino; suministró nuevas armas al guerrero; unió grandes ríos y estuarios con puentes de formas desconocida para nuestros padres; guio el rayo desde los cielos a la tierra haciéndolo inocuo; iluminó la noche con el esplendor del día; extendió el alcance de la visión humana; multiplicó la fuerza de los músculos humanos; aceleró el movimiento; anuló las distancias; facilitó el intercambio y la correspondencia de acciones amistosas, el despacho de todos los negocios; permitió al hombre descender a las profundidades del mar; remontarse en el aire; penetrar con seguridad con los mefíticos recovecos de la tierra; recorrer países en vehículos que se mueven en caballos; cruzar el océano en barco que avanzan a diez nudos por hora contra el viento. Estos son sólo una parte de sus frutos, y se trata de sus primeros frutos, pues la ciencia es una filosofía que nunca reposa, que nunca llega a su fin, que nunca es perfecta. Su ley es el progreso”.

Además, la exaltación que hace el positivismo científico de Auguste Comte, el cientificismo filosófico de Claude Bernard, la evolución de las especies de Charles Darwin, Charles Sanders Pierce, el historicismo de Hegel con la autorrealización del espíritu, el materialismo científico de Karl Marx, expresan confianza en el despliegue de los hechos y la historia. Ahora miramos con desconcertada ironía todas estas cosas. (Steiner).

 El avance de la ciencia, la técnica y el cálculo en la vida del hombre, tiene que ver con profundas necesidades psicológicas, espirituales, morales, históricas y materiales. Pero en esta alta civilización técnica y de masas, la idea de Progreso está seriamente cuestionada, porque en el siglo XIX y XX, vimos el desarrollo de las ciencias positivas, pero no el deterioro de la sociedad y la naturaleza.

El reconocimiento meritorio de la ciencia y del arte también viene de Abraham Flexner, un pedagogo estadounidense. Que en una conferencia que tituló La Utilidad de los Conocimientos Inútiles de octubre de 1939, dijo: ¿no es curioso que en un mundo saturado de odios irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombre y mujeres –viejos y jóvenes- se alejen por completo o parcialmente de la tormentosa vida cotidiana para entregarse al cultivo de la belleza, a la extensión del conocimiento, a la cura de las enfermedades, al alivio de los que sufren, como si los fanáticos no se dedicaran al mismo tiempo a difundir dolor, fealdad y sufrimiento? El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde un punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque con ella obtienen mayor satisfacción de la que pueden conseguir de otro modo. Mi pretensión es ocuparme hasta qué punto la búsqueda de estas satisfacciones inútiles se revela inesperadamente como la fuente de la que deriva una utilidad insospechada.

El mundo en el que vivimos es el único que nuestros sentidos pueden atestiguar. A menos que se construya un mundo mejor, un mundo más justo, millones de personas continuaran yendo a la tumba silenciosas, afligidas, llenas de amargura. Nuestras escuelas deberían prestar mayor atención al mundo en el que sus alumnos y estudiantes están destinados a vivir.

Consideremos esta cuestión desde dos puntos de vista: el científico, el humanístico o, espiritual. De una cosa podían estar seguros, teniendo presente los trabajos de Heinrich Hertz y Clerk Maxwell, de que habían realizado su trabajo sin pensar en la utilidad y que a lo largo de la historia de la ciencia los descubrimientos realmente importantes que se han probado beneficiosos para la humanidad se debían a hombres y mujeres que no se guiaron por el afán de ser útiles sino meramente por el deseo de satisfacer su curiosidad.

La curiosidad que puede conducir o no a algo útil es probablemente la característica más destacada del pensamiento moderno. No se trata de algo nuevo se remonta a Galileo, Bacon y sir Isaac Newton, y hay que darle total libertad. Las instituciones científicas deberían entregarse al cultivo de la curiosidad. Cuanto menos se desvíen por consideraciones de utilidad inmediata, tanto más probable será que contribuyan al bienestar humano y a otra cosa asimismo importante: a la satisfacción del interés intelectual, que se ha convertido en la pasión hegemónica de la vida intelectual de los tiempos modernos.

En este orden de ideas, Hannah Arendt en el texto En el presente. Ensayos políticos. Europa y América (1954). Visualizó la catástrofe del dominio de la técnica. En la Europa de hoy en día -dice-, el desarrollo, la posesión y la amenaza del uso de armas atómicas por parte de los Estados Unidos es un hecho fundamental de la vida política. Los europeos, por supuesto, han participado durante años en los debates ahora cotidianos sobre el carácter desalmado de un país dominado por la tecnología moderna, sobre la monotonía de la máquina, la uniformidad de una sociedad basada en la producción en masa y asuntos similares. Pero hoy la cuestión va mucho más lejos: la conexión íntima entre la guerra contemporánea y la sociedad tecnificada se ha hecho obvia para todos, con el resultado de que amplios sectores de la población –no sólo intelectuales- temen y se oponen apasionadamente al progreso tecnológico y a la creciente tecnificación de nuestro mundo.

La tecnología y su transformación del mundo son parte esencial de la historia europea desde el comienzo de la Edad Moderna, por lo que, evidentemente, es absurdo culpar de sus consecuencias a América. Los europeos solían ver el progreso técnico de América del mismo modo que Tocqueville vio el progreso de la democracia americana, esto es, como algo que concernía de manera fundamental a la civilización occidental en su conjunto, aunque por ciertas razones especificas dicho progreso técnico hubiese encontrado su primera y más clara expresión en los Estados Unidos. Esta actitud cambió desde el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima; desde entonces, ha habido una tendencia creciente a considerar que todo logro técnico es intrínsecamente perverso y destructivo, y a ver en América, principalmente, y a veces en Rusia el epítome de una tecnificación destructiva que es hostil y ajena a Europa. (Arendt).

En el presente actual son importantes los ideales de la Ilustración que establecen la razón como instrumento del pensar con lógica y racionalidad; no basándose en dogmas religiosos o ideológicos -la autoridad, las costumbres, el carisma o las verdades subjetivas-; instauran también la ciencia y la aplicación de la razón en el mundo natural y humano; y, a la vez, el Humanismo, el componente moral o ético del ser humano, que posibilita la prosperidad de los seres conscientes, las personas, en la búsqueda de la salud, la felicidad, la convivencia pacífica, el respeto a la otredad, la seguridad, la libertad y los placeres que ofrece la vida. El humanismo se opone a que la cultura se convierta en <<valor>>, es decir, un bien social que puede ponerse en circulación y convertirla en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales e individuales. (Arendt).

 Así que, el humanismo que nos legó Cicerón es el resultado de la cultura animi, una actitud que sabe cómo cuidar, conservar y admirar las cosas del mundo. Además, el humanista asume la tarea de arbitrar y mediar entre actividades puramente políticas y las de pura elaboración, opuestos en varios aspectos. Como humanistas, podemos elevarnos por encima de esos conflictos entre el hombre de Estado y el artista, como podemos elevarnos en libertad por encima de las especialidades que todos debemos conocer y buscar. (Arendt)

                                                      Madrid-España a 30/10/2021

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