lunes, 30 de marzo de 2015

EL GOBIERNO DE COLOMBIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS.


<<A todos los colombianos que están siendo hostigados por el actual Gobierno>>.

Antonio R. Mercado Flórez.
    
   La democracia y la libertad son el Don más preciado de las sociedades modernas. Es necesario cuidarlas del abuso del poder. Por eso, la democracia y la política incluyen valores, concepciones del bien, procesos de interacción y comunicación social, acciones informales, cultura política. Pero al operar dentro de las instituciones, valerse de ellas o utilizarlas para alcanzar fines determinados; vulnera los valores de la cultura democrática. Así, la Administración Publica se encuentra sometida a la influencia política de forma superlativa, ya que hay una multiplicidad de intereses en conflicto, que hay que articular mediante distintos mecanismos de transacción. De ahí que hacer y ejercer la política, supone conceder un peso relativo a unos intereses frente a otros, eligiendo una salida de entre las varias posibles. Pero no ejerciendo el poder para intimidar, hostigar y perseguir, a todo aquel que no comulgue con el Gobierno de turno.

   En la actualidad para el poder, <<las redes son el perturbador más dominante>>; decía recientemente Ignacio Ramonet, en una entrevista al periódico El País, de Madrid. Porque perturban la tranquilidad de la clase dominante y de las minorías que poseen el poder económico. Cuando la forma clásica del poder –político, tecnológico, económico, cultural-, se cuestiona. Es deber de la sociedad y las redes, mostrar su fragilidad y vulnerabilidad. Cuando el comportamiento de los medios de comunicación tradicionales, los medios como empresa, que representan el poder político y económico del país, creen que manipulando la información y la comunicación, contrarrestan la participación de la sociedad en los problemas que los aquejan. Se constituyen en legitimadores oficiales, cuando los intereses del Gobierno o los Grupos de Presión a los que pertenecen, así lo exigen. Dejan aparcada la función social y ética de informar y comunicar, y se convierten en partidos o movimientos políticos. En Colombia asumen la responsabilidad de expiar, ser fiscales, jueces, inquisidores, defensores de la moral pública, que responde a los intereses del Gobierno y del poder actual. No a las necesidades morales, materiales y psicológicas de la sociedad. Ya que es una responsabilidad ética del Gobierno, proteger, garantizar, la integridad y la libertad, de todos los colombianos.
  
   De ahí que el periodismo afín al Gobierno, quiera incidir en elecciones, puestos públicos, programas de gobierno, partidos y movimientos de oposición, convirtiéndose en un <<poder>> al margen del control y la normatividad existente. Sabemos que la ética periodística, la libertad de información y comunicación, nada tiene que ver con los intereses del Gobierno y la Fiscalía de la Nación. Porque en una sociedad democrática son la voz de los que no tienen voz. Están para informar de acuerdo a los principios que determinan la libertad de expresión y la ética del periodista. No siguiendo las directrices de las minorías políticas y económicas del país.
 
    En Colombia se han convertido en acusadores, juez y parte, y arremeten contra cualquier ciudadano que no responda al toque de corneta del Gobierno actual. Se está dando una especie de hipertrofia del Poder Ejecutivo, todo lo arregla con prebendas y dinero del erario público que pertenece a los colombianos. Además, quiere apropiase de los poderes estratégicos del Estado, puestos de relevancia y control en la Administración Pública y el ámbito privado. De esa forma, racional y planificada, los intereses de los colombianos –de los mineros, los campesinos, los empleados, los ganaderos, los jornaleros, los obreros, los microempresarios, los indígenas, las minorías étnicas, los profesores, los comerciantes-, son conculcados en nombre de la <<selecta minoría>> que gobierna Colombia.
  
   Recuerde Sr. Presidente las palabras de Lord Acton: <<El poder absoluto corrompe absolutamente>>. Ahí está el ejemplo de las dictaduras de derecha e izquierda en el transcurso del siglo XX. Ahora bien, si pedí el voto por usted en mi blogs, no lo hice por su programa, ni porque soy afín ideológicamente a usted. Lo hice como colombiano que ha sufrido la violencia en carne propia, que cree en la paz y la reconciliación, también como humanista y persona que cree en el ser humano.
  
   En Colombia se está dando un punto de inflexión en el terreno político. No son los órganos públicos elegidos popularmente los que legitiman el comportamiento de los funcionarios y las cuestiones apremiantes de la sociedad. Sino las filtraciones, el chismorreo y las chuzadas, a todo aquel que ocupe un puesto de relevancia. Se está degradando y corrompiendo el Estado de Derecho y la Admiración Pública. En otras palabras, el Gobierno y la Fiscalía de la Nación, están convirtiendo el Estado Democrático Social de Derecho, en un Estado policivo, disciplinado y autoritario. Ese fantasma que recorrió a Europa y a Latinoamérica, en la segunda mitad del siglo XX, y que dejó a la vera del camino a millones de vidas humanas y escombros materiales.
  
   Es necesario que los que ejercen el poder político, se conviertan en comunicadores políticos, desde un punto de vista teórico y académico. Porque en una democracia como la colombiana, ha de estructurarse y poner en funcionamiento, un contrapoder mediático, que vele por los intereses de la gran mayoría. Están allí las redes sociales –Facebook, Twitter, WhatsApp, etc.-, que posibilitan los instrumentos adecuados para que la sociedad civil defienda sus derechos. En la medida que el periodismo tradicional y los periodistas pierden el monopolio de la información. Es indispensable que se activen las redes sociales y ejerzan el análisis y la consciencia crítica de la sociedad. Porque todavía hay personas que son capaces de ver las perdidas.
  
   Estamos en tiempos de cambio y transformación global, que afectan la economía, la política, la técnica, la industria, la empresa, la ciencia, la educación y la cultura. Somos parte de la <<cultura del artificio>>, que exalta el icono y la imagen, sobre la revolución de Gutenberg. No son los poderes tradicionales los que jalonan las transformaciones socio-económicas y políticas, tecnologías y culturales. Sino las personas, los investigadores, los intelectuales, los gobiernos progresistas, las empresas que implementan I+D, las universidades, los institutos de investigación científica. Que concatenan las tecnologías de la información y los conocimientos; las redes como instrumento de información, educación, innovación y desarrollo, con el bienestar del país. Esto posibilita la verdadera democracia y no unos medios de comunicación, que violan el derecho a la intimidad, la libre expresión y el respeto a la dignidad humana.
  
   El análisis y la crítica a los medios, ha de estar concatenado con una reflexión que integre a las redes sociales, como uno de los instrumentos que posibilite la movilización social. De lo contrario, el análisis y la crítica periodística, estará determinada por los intereses de la <<selecta minoría>>, que no responde a las necesidades materiales y psicológicas de la sociedad. Se trata de respetar y proteger los principios elementales de la democracia participativa y la libertad de los ciudadanos. Queremos educación, empleo, ingresos, seguridad, paz; pero no a costa de los principios democráticos y la libertad.
  
   Con la incertidumbre institucional y la tendencia a instituir un Estado policivo, autoritario, por parte del Gobierno y la Fiscalía General de la Nación. Nos equivocamos al pensar que la Constitución de 1991 nos ubicaba en el ámbito internacional de las democracias occidentales. No ha sido así, porque el espacio público, la Administración del Estado y el respeto a los funcionarios de bien, está siendo violado por el actual Gobierno. Cuando el Gobierno viola la dignidad humana y la libertad de los ciudadanos, está violando la Constitución de 1991. Sí, queremos una justicia limpia, honorable, un mínimo de respeto y una parte de la renta nacional, pero no pensando que la clase dirigente hace gala de la magnanimidad de los poderosos. ¡Mamola! Es un derecho de todos los colombianos y no un regalo de los que ejercen el poder actualmente en Colombia.


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