Antonio Mercado Flórez.
En Europa se está agitando el espíritu del nacionalismo y el
problema identitarios, que a la vez se le está dando un tinte político. De ahí
se agitan miedos y fantasmas de identidad, que responden a políticas que
exaltan la xenofobia, el racismo y la exclusión social. Por eso el filósofo
francés François Jullien en su último texto de ensayos: <<La identidad cultural no existe>>,
plantea que no hay que hablar de identidad cultural. Hay que hablar de recursos
culturales. Porque el término <<identidad>> excluye, levanta
fronteras y crea espacios de confrontación. Es necesario hablar de
<<recursos>>, porque es un término que incluye, que abre fronteras
y propone el dialogo, como encuentro entre diferentes. Esto posibilita en su dynamis histórica el enriquecimiento del
ser humano y las culturas. Este tipo de análisis es un aporte intelectual para
Europa y el mundo.
Jullien piensa que existe en el mundo una reacción a la
globalización, la uniformización y la estandarización de la vida. Que nos ubica
en el palpito de lo que Hannah Arendt llamó la <<futilidad de la
vida>>; que otros pensadores llaman la <<cultura del artificio>>. Un espacio donde las <<relaciones artificiales>>
reemplazan a las <<relaciones de
sentido>>. En esta civilización técnica y de comunicación rápida y
simultánea, el cliché y la banalidad del lenguaje, no expresan el sentido de la
vida. Sino la futilidad del presente actual. Esto trajo consigo la crisis de la
experiencia, del lenguaje y el pensamiento; y con ello, la crisis de los
contenidos espirituales que comunica.
Ahora bien, lo que el
poder desea es, quebrantar la confianza en la realidad de la vida y en la
realidad del mundo. Lo que busca el nacionalismo y el populismo es, que no
tengamos confianza en la realidad de la vida y en la realidad del mundo. Porque
la confianza en la vida <<depende casi de modo exclusivo de la intensidad
con que se sienta la vida, con la fuerza que ésta se deje sentir>>. De
ahí que deseen sustituir la vitalidad y la viveza de la vida; o, en otras
palabras, estar dispuesto a tomar sobre si la carga, la fatiga, el dolor, y el
sufrimiento de la vida; y, sustituirla por la banalidad de la existencia y el
vaciamiento del espíritu y el pensamiento. Así pues, por la numerificación y la
coseidad del ser humano, llegaran a primar los utensilios, la maquinas, el
robot y los números, sobre la vida del hombre; y de insofacto, se produciría
una fractura fundamental en la unicidad de la existencia. Se produciría una
fractura de los principios fundamentales de la vida: el amor, la fraternidad,
la solidaridad, la convivencia, el respeto, la paz, la libertad, el lenguaje y
el pensamiento. Eso que Hannah Arendt llama la Condición Humana.
Desde otra perspectiva, Jullien dice que existe un sentimiento de
aplastamiento de la diversidad cultural bajo el poder opresor de la mundialización,
que estandariza y uniformiza a la sociedad. Así mismo, Europa ya no tiene tanto
poder en el mundo y vive un repliegue identitarios. Y esto está ocurriendo
también en Estados Unidos. Defiende que hay que dejar de hablar de identidad
cultural para hablar de recursos culturales. Porque los recursos culturales
–expresa- no son valores. Los valores tienden a excluirse los unos a los otros
y se predican; los recursos no. Unos recursos se unen a otros, alumbran a
otros, no se excluyen, sino que incluyen posibilitando alumbrar los caminos de
la vida. Y, se pregunta ¿Defender la cultura qué es? No es otra cosa que
activar esos recursos. Hay que activar – prosigue- los recursos culturales,
para que emerja un espacio común. No es un común de esencias, ni de
pertenencias, sino un común de recursos compartidos, de convivencia y
tolerancia. De ahí que el primer recurso
cultural, político y social, sea la
lengua.
Giambattista Vico dijo en el siglo XVIII, que <<la
evolución de una lengua no es una mera evidencia, sino parte de la esencia de
la evolución de la conciencia de la que la lengua es una expresión y con la que
forma un todo. Lo mismo se puede decir de la historia de los mitos, del arte,
de la historia y la religión>>. […]. De igual forma dice Jullien: <<La
tolerancia está en la lengua. Y el sectarismo también se refleja en ella. La
lengua es aquello a través de lo cual se articula el pensamiento; no es neutra.
Pensar es explotar los recursos del lenguaje>>. Porque el lenguaje es una
forma del pensamiento. De ahí que no se escriba como habla, sino como se
piensa.
En el mismo orden, expresa George Steiner: <<Todo
lenguaje, está en relación activa y eventualmente creadora con la realidad […]
Lo mejor del hombre se relaciona con el milagro del lenguaje; y hasta ahora la
humanidad y ese milagro han sido indivisibles. Si el lenguaje perdiera una
parte de su energía, el hombre se volvería menos humano>>. Esto se
expresa en la guerra, la violencia, el odio, el secuestro, las matanzas, el
asesinato selectivo, entre enemigos y generaciones. Entonces, <<muestra
de manera inquietante lo que significa esa disminución de humanidad>>.
Como escribió el poeta Wallace Stevens de manera premonitoria:
[Las hojas susurran. No es un susurro de advertencia divina,/
Ni el hálito de héroes sin aliento, ni un susurro humano./ Es el susurro de
hojas que no trascienden a sí mismas./ / Carentes de imaginación, sin
significar más/ De lo que son al encontrarse con el aire, en la cosa misma,/
Hasta que finalmente el susurro no le interesa a nadie.]
El neo-nacionalismo populista de Europa y Estados Unidos,
exalta la violencia, el odio a la cultura, al inmigrante, a las minorías
raciales, a la convivencia y la tolerancia. Como digo en mi texto <<Sobre el dolor, el sufrimiento y la muerte.
Aproximación cultural a la época actual>>: <<De esto se deduce
que desde hace ciento cincuenta años <<viene dando forma a nuestro
paisaje, de ello no cabe duda, un espíritu cruel>>. La crueldad y el
dolor responden a la <<estructura>> de la violencia, la tortura, la
guerra y la muerte; pero también a la <<estructura>> que funciona
independiente de la voluntad de los individuos. Aquella que se interioriza en
la sociedad, las instituciones, el trabajo, la política y la cultura. La violencia estructural se ejerce
directamente de hombre a hombre: unos hombres quitan la vida a otros. La otra
es muda, silenciosa, se ejerce con tal virulencia sobre los seres humanos como
hace la ola al romper […] El concepto moderno de violencia estructural pone de manifiesto que se puede matar sin
recurrir a la violencia directa. Se mata a través de negar la cobertura de la
salud, la educación, el trabajo, el hambre, la seguridad y la cultura a
millones de seres humanos. Y esto se convierte en algo sumamente grave para el
sentido de humanidad>>. Son símbolos que legitiman la violencia en nombre
del Estado, el Sistema, la religión, la
lengua o la raza. Así pues, el poder y los grupos al margen de la ley y el
orden constitucional, elaboran mitos legitimadores y justificaciones
pseudorracionales.
Así mismo, el populismo nacionalista Europeo y Norte
Americano, utiliza valores, ideas, mitos y preceptos, para justificar las
injusticias socio económicas, la xenofobia, el racismo, las deportaciones, los
muros, la guerra, el hambre y los refugiados. Entonces estos tipos de violencia
tejen una red social con la que se relacionan, y compelen a los seres humanos a
caminar por un desfiladero estrecho y funesto que tiende inexorable al dolor,
el sufrimiento o, la muerte. Porque <<la mentira nunca ha sido –dice Sándor
Márai- una fuerza tan creadora de historia>> como en los últimos cien
años. Se trata de encontrar modos de viabilidad históricos inteligibles. Porque
en política el discurso pobre se vuelve demagógico; el discurso político se ha
empobrecido porque los políticos no leen y son incultos; demagogia y deterioro
del lenguaje van de la mano.
Por eso, lo que hace falta es libertad, libertad de
pensamiento, porque el poder no quiere que pensemos. Sino que seamos parte de
una <<estructura>> donde estemos determinados por las nuevas
<<utopías de lo inmediato>>, que exaltan el
trabajo, la publicidad, el consumo y la banalidad de la personalidad y la cultura.
Quizás <<hoy sea cada vez más difícil <<ser uno mismo>>,
encontrar un espacio diferenciado para el idioma, en estilo y la
sensibilidad>>. Así pues, aunque los medios de comunicación, las redes
sociales, Internet, la publicidad, sean herramientas del populismo nacionalista
para uniformar hasta nuestros sueños; el ser humano posee un rasgo alquímico
que el poder es incapaz de disolver.