Edgar Morin
La Crisis de la Humanidad
Madrid-España a
15/08/2025
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
Edgar
Morin en el texto: “La Vía. Para el
futuro de la humanidad”. Recuerda que, “la globalización, la
occidentalización y el desarrollo alimentan la misma dinámica que produce una
pluralidad de crisis interdependientes, intrincadas, incluidas la crisis
cognitiva, las políticas, las económicas y las sociales, que, a su vez,
producen la crisis de la globalización, la de la occidentalización y la del
desarrollo.
La
gigantesca crisis planetaria es la crisis de la humanidad que no logra acceder
a la humanidad”.
Somos
parte de una aventura que empezó hace miles de años, llena de crueldad, de
sufrimientos, de dolores y de muerte. Pero también pletórica de retos, “de
grandeza, de apogeos y desastres, de servidumbres y emancipaciones, que hoy
arrastra a ocho mil millones de seres humanos”. De lo que si somos conscientes
es, que, esta lucha en la Tierra, se manifiesta en la lucha entre los
elementos, las fuerzas de la muerte y las de la Vida.
Así
que, “las unas y las otras no sólo combaten entre sí, sino que se
retroalimentan, ya que la descomposición de la muerte hace posible el
renacimiento y la metamorfosis, pero también los asfixia: “Vivir de muerte, morir de vida”, la fórmula de Heráclito que
expresa la ambivalencia de la crisis planetaria”.
El
desarrollo del desastre profundiza la crisis de la Humanidad, a un abismo
inimaginable. La Humanidad está guiada por cuatro fuerzas: “La ciencia, la
técnica, la economía y el lucro, poseedores cada uno, de una sed insaciable: La
sed del conocimiento (ciencia), la del poder (técnica), la de posesión y la de
la riqueza”. En este orden, la ciencia ha traído ingentes beneficios a la
Humanidad, pero a la vez, desastres y muertes. La industria armamentística y,
la bomba atómica que pende como la espada de Damocles sobre la nuca de la
Humanidad.
La
técnica en la actualidad ha dominado las fuerzas de la naturaleza, la furia de
los elementos, pero también ha sometido y dominado a los seres humanos. Pero,
en particular, está desplazando la libertad del ser humano, hacia la velocidad
y el automatismo.
El
hombre actual está entregando la libertad a cambio de unas pocas monedas de lo
actual.
La
economía ha posibilitado ingentes riquezas, bienestar y desarrollo, también
miserias, hambre, exclusiones, polarización social, educativa y cultural. De
ahí que una economía desregularizada incentiva el lucro y un capitalismo de
consumo, que todo lo convierte en “valor”. Un capitalismo desenfrenado, que
incentiva la carrera de la Humanidad, hacia el abismo.
Como
expresa Edgar Morin:
“El
capitalismo financiero dominante, desconectado de la economía real y dedicado a
defender el interés exclusivo de los especuladores, ha provocado la crisis
económica de 2008 y sigue alimentándose, como un vampiro, de nuestras
sustancias vivas. Como ha dicho Alain Touraine en Apres la crise, el capitalismo se ha puesto por encima de la
humanidad y deberíamos desterrarlo de la humanidad”.
Somos
parte de un mundo dislocado y agresivo, que “acentúa los antagonismos” y,
“alimentan los movimientos ideológicos-políticos-religiosos”, que exaltan el
odio, la discriminación y el racismo, y, provocan histerias colectivas,
fanatismos religiosos y políticos, “que favorecen las guerras y las
expediciones punitivas”. Dice Edgar Morin:
“Hay
dos barbaries que se encuentran más aliadas que nunca: la barbarie surgida de
las profundidades de la historia, que mutila, destruye, tortura y masacra; y la
barbarie fría, gélida, de la hegemonía del cálculo, de lo cuantitativo, de la
técnica, del lucro a costa de las sociedades y las vidas humanas.
Estamos hundiéndonos en una edad de hierro planetaria”.
Somos
parte de un mundo que vive en el devenir de la ilusión de un progreso
científico, técnico, social y económico, infinito y cuantitativo. Debido a la
revolución de las comunicaciones y de la información, de los algoritmos y la
IA. Lo inhumano se extiende, lo humano se descompone, se degrada, asimismo
triunfa el simplismo, y la hondura y la complejidad del pensamiento se diluyen
en las imágenes en movimiento, los lenguajes digitales y las redes sociales.
Estamos
en el centro de un devenir histórico-político, que ataca a la naturaleza
humana, esto es, a la esencia que la determina. La humanidad del ser humano se
sustituye por lo pasajero, lo fútil y rápido del tiempo actual; ya que
prevalece la violencia, el odio, la discriminación, el racismo y la guerra. Y,
olvidamos la enseñanza de Martín Heidegger: La esencia del ser humano y del
pensamiento, moran en el lenguaje. “El
lenguaje es la casa del Ser”. El poeta y el pensador son sus guardianes.
Así,
el humanismo del ser humano, la humanidad de éste se precipita hacia el abismo.
Vivimos en un mundo desesperanzado, el hombre no tiene confianza en sí mismo,
porque la ha delegado a los instrumentos técnicos, al poder, al armamentismo,
al dinero, al consumo, al lujo y las bellas materias. También hemos perdido la
confianza en los pilares de la civilización y la cultura de Occidente y, esto
se constituye en una tragedia fundamental para el ser humano.
Respecto
a Europa, “se encuentra en un estado agónico, bloqueada por la contradicción
entre el hermetismo nacionalista y la necesidad de reconocer el destino común
de sus naciones, que no proviene del pasado, lleno de conflictos, sino que le
es impuesto por el futuro. El nacionalismo se alimenta de enemigos. Y la gran
sustitución es aquella que amenaza con reemplazar las ideas humanistas y emancipadoras
por las supremacistas y xenófobas”.
El
nacional-populismo se alimenta del odio, la discriminación y el racismo. El
nacionalismo niega el principio fundamental del Humanismo: La semejanza entre los hombres. Reemplaza las ideas y los
principios del humanismo laico y cristiano: el amor, la solidaridad, la
justicia, la fraternidad, la verdad y la libertad. Por la confrontación, la
discriminación, la polarización y el caos en la convivencia social.
Se
opone desde dentro a las instituciones democráticas y al Estado de Derecho, a
la pluralidad, la diversidad ideológica, y aboga por el mito de la grandeza, la
raza, la lengua, las costumbres, la religión. Niega el destino común de los
seres humanos y de las naciones, y lo remplaza por la segregación, la mentira,
el odio, la animadversión, la xenofobia y la violencia. Estas acepciones y
principios están implícitas en el Estado y sus instituciones, la familia, la
sociedad, la religión, la lengua y la cultura.
La
barbarie tiene muchas acepciones, como dijo Edgar Moran al periódico El Mundo de Madrid-España del
03/08/2025: “La barbarie del pensamiento está en la simplificación, en la
disociación, en la separación, en la radicalización … en detrimento de la
complejidad, de los vínculos inseparables y también del sueño y la poesía. El
pensamiento se ha convertido en un apéndice del cálculo, cuando originalmente
el cálculo debía ser un apéndice del pensamiento”. Esta mutación en el orden
del conocimiento y del saber, da paso a la Inteligencia Artificial y la Cultura del artificio, que exaltan la
mediocridad, lo fútil, lo pasajero, y la Civilización
del espectáculo que enaltece los valores culturales y morales
superficiales, sobre el sentido estético, mítico y religioso del hombre actual.
Somos
parte del devenir de un progreso cuantitativo que degrada toda forma de
cualificación y, en particular, la ética y la moral. El aumento de la
información y la comunicación en la sociedad de masas y la cultura de masas,
degrada la cualidad del Ser y el existir. En esta sociedad y en esta
cultura, se observan ciertos rasgos deshumanitarios que se aceleraron en el
Siglo XX y principios del Siglo XXI: la barbarie en el individuo y las
comunidades. El hecho de las guerras nacionales, las guerras entre naciones, la
violencia endémica en ciertos países por los recursos naturales y las riquezas
y el poder político, nos induce a pensar que estamos inmersos en una nueva
especie de barbarie.
Edgar
Morin dice que, en la actualidad “la cultura es lo que puede unir los saberes y
fecundarlos. La complejidad es el desafío que la realidad lanza a nuestras
mentes, no es una ideología. Es necesaria una reforma del pensamiento y una
reforma de la educación que permita afrontar las complejidades, integrar los
diferentes saberes y soportar las regresiones”. Esa reforma de la educación y
del pensamiento, ha de desembocar en saber afrontar la complejidad del mundo
actual, y estar dirigida ahondar en el Humanismo de la cultura y del
pensamiento.
Es
necesario que la complejidad de la realidad del mundo que vivimos, hay que
percibirla en una red de flujos de interacciones mentales, estéticas, técnicas,
económicas, sociales y culturales. Una complejidad que integre la pluralidad de
saberes y prácticas sociales y, soporte las regresiones y los diversos “tipos” de
violencia. Como dijo Moran: “Los conocimientos sobre lo humano se han vuelto
cada vez más parciales, limitados, compartimentados, marcados por la
disociación entre lo espiritual y lo material, entre el cerebro y la mente”.
Existe
en el tiempo nuestro el reconocimiento de la complejidad de la identidad
humana. “Homo sapiens es también Homo demens: la locura, el delirio, el
exceso son una posibilidad permanente. La locura y el delirio están siempre
presentes en el ser humano, y uno de los polos puede inhibir al otro. Somos
testigos del delirio de los fanáticos que se multiplican, de la locura de
ilusiones que se creen racionales. Y al mismo tiempo asistimos a la
proliferación de cegueras de una racionalidad puramente técnica y económica que
ignora las realidades profundas de lo humano”.
En
términos políticos, Donald Trump es la representación de la locura, del caos,
la intimidación y la ilusión del poder. Estamos viviendo la época de la
hiperrealidad o, de la posrealidad, porque ésta responde a los algoritmos, las
imágenes en movimiento, las redes sociales o, a la IA. Una realidad que ha
creado sus agentes propios para que gobiernen el mundo: Donald Trump, Vladimir
Putin y Xi Jinping. Que encarnan las
relaciones de fuerza y de poder mundiales.
Todo
lo humano se ha convertido en pasajero, y el presente actual demerita la
complejidad de lo humano, el mundo y la realidad, y da paso a la mediocridad,
al sin sentido de las cosas y de los actos humanos. Así que, “la proliferación
de cegueras de una racionalidad puramente técnica y económica que ignora las
realidades profundas de lo humano”, niega la esencia que caracteriza al ser
humano: el pensamiento y el lenguaje. Porque la palabra está situada en un
dispositivo técnico y no responde a las apetencias humanas, a las necesidades
materiales, espirituales, éticas y morales del ser humano. De ahí que la esfera
estética, el mito y la religión sean indispensables para comprender la barbarie
y la complejidad del mundo y la vida humana.
En
la naturaleza humana conviven la razón y la sinrazón, la razón y el delirio, la
razón y lo instintivo, que estructuran la complejidad del ser humano. El
problema consiste en que la trastienda instintiva, bárbara, agresiva, oscura,
del cerebro humano, predomina sobre la razón, la luz y el espíritu. Esta
contradicción expresa la crisis del hombre moderno o contemporáneo.
Una
crisis que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida humana: la
racionalidad económica y técnica, el conocimiento y el progreso científico, la
política y el arte, la actualidad y el mito, la secularización y la religión.
Como expresa Morin: “Somos testigos del delirio de los fanatismos que se
multiplican, de la locura de ilusiones que se creen racionales”. Esa realidad
del mundo actual, conduce a la humanidad al abismo de la existencia individual
y comunitaria.
Así
que, no se logra algo bueno, bello, generoso, fraterno para la Humanidad, sin
esperanza y libertad. El ser humano no puede encerrarse en las fortalezas del
miedo, el dolor, el sufrimiento, la melancolía, la resignación, sino que
luchando como un bravo soldado tenga la esperanza de encontrar la solidaridad,
lo bello y lo bueno del hombre, tal como pensó Platón. Que la vida le ofrezca
su lado maravilloso, encantador, que lo libere del egoísmo, el rencor y el
odio.
Se trata de liberarse de los
prejuicios, los usos, las costumbres, que atan al ser humano a la desesperanza,
el odio, el dolor y el miedo. Que los más altos valores le ayuden a alcanzar la
libertad, alejarse de las bajezas, las miopías mentales, sociales y políticas.
Se
trata que prevalezca la Zona de la
sentimentalidad, el espíritu, el amor, la solidaridad, la fraternidad, la
lengua y la imaginación de la poesía de un pueblo. Porque “el esplendor de la
vida es la emoción poética”. Existen pueblos y naciones sin el desarrollo de la
racionalidad técnica y la racionalidad económica y social, pero no sin la
imaginación poética popular. Dentro de la complejidad del mundo actual, debemos
preservar los más altos valores morales, espirituales y éticos, que contribuyan
a alcanzar la dignidad de la vida humana.
No
olvidemos que la “Humanidad está ahora amenazada por peligros mortales: la
proliferación de las armas nucleares, el desencadenamiento de fanatismos y la
multiplicación de las guerras civiles internacionales, la degradación acelerada
de la biosfera, la crisis y desregularización de la economía dominada por una
especulación financiera desenfrenada”. Por esto la vida biológica y espiritual
del ser humano, se convierte en un imperativo prioritario.
Entonces,
lo improbable no es imposible en la vida del ser humano. Parece que los caminos
que ofrece la Historia y la vida, sean improbables, pero no imposibles de
alcanzar. El azar y el destino hacen parte de esta contradicción, que
posibilitan caminos para alcanzar el sentido de Humanidad del ser humano. De
ahí que los giros de la historia y de la vida han sido inesperados y fortuitos,
que luego alcanzan estabilidad en el devenir del tiempo y el espacio.