miércoles, 2 de julio de 2025

 

 

 

             La importancia de los contenidos espirituales del lenguaje en la actualidad

                                                                      Madrid-España a 02/07/2025

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

Hemos olvidado según Martín Heidegger, “el ser es la protección que resguarda de tal manera a los hombres en su estancia existente en lo relativo a la verdad que la existencia los alberga y les da casa en el lenguaje. Por eso el lenguaje es a un tiempo la casa del ser y la morada de la esencia del hombre”. Sólo porque el lenguaje es “la morada de la esencia del hombre pueden los hombres y cualquier humanidad histórica no estar en casa en su lenguaje, de tal modo que éste se convierte en la recamara de sus manipulaciones”.

Cuando el lenguaje deja de ser la morada del hombre o de cualquier humanidad histórica, se convierte en instrumento de manipulación, de mentira, de engaño, de demagogia o de violencia del Estado y sus instituciones: de los militares, los partidos, los gremios económicos y los grupos de presión. Y, esto es sumamente grave en un Estado de Derecho y en un Sistema democrático.

Sabemos que el lenguaje contiene y expresa en contenidos espirituales, la esencia del ser humano, del mundo y su realidad. Posibilita entre otros la comunicación con el Yo interior, las “formas” del arte, la cultura, la ciencia, la religión o la filosofía. También posibilita la comunicación libre, solidaria y fraterna en una sociedad democrática; y, a la vez, el buen entendimiento entre los miembros de una comunidad o la comunicación entre enemigos. Así, el lenguaje no es una mera evidencia sino la esencia de contenidos espirituales que comunican el pensar y la experiencia.  

Giambattista Vico (Siglo XVIII) expresó que, comprender es ponerse en la perspectiva de aquellos que hablan a otros, a quien también nosotros podemos oír. Dijo que, rastreando la historia de las palabras, podemos rastrear la actitud hacía las cosas que expresan esas palabras, el papel que desempeñaron en las vidas de aquellos que queremos comprender. Este es el motivo de que la historia de los lenguajes tenga una importancia crucial. Lo mismo se puede decir de la historia de los mitos, del arte, de la ley y de la religión.     

El pensar es una forma del lenguaje y no una mera evidencia; una parte de la esencia del lenguaje en su expresión y con la que forma un todo. Así pues, el lenguaje también puede convertirse en instrumento de las manipulaciones psicológicas, morales o, instrumento de odio del ser humano. Cuando los hombres no habitan su morada se convierte en utensilio de su voluntad. En otros términos, en voluntad de poder, de coacción, de dominio o, de muerte. Entendido el lenguaje de esa manera, oscurece la verdad del ser y la esencia del hombre; incapaz es, de expresar el ente en cuanto ser del ente, o sea la naturaleza, el mundo y el fundamento de éste.

El lenguaje es azas misterioso, contradictorio, ambiguo, insondable, multifocal, y los hombres desde los tiempos remotos saben que edifica o destruye al ser humano. Quien ejerce el poder instituye un tipo de lenguaje y éste legitima la fuerza, el derecho y el poder. Como dijo Michel Foucault: el poder crea saber y el saber crea poder. No hay que olvidar que el lenguaje posibilita alcanzar lo sagrado y puro que mora en los cielos estrellados, también bajar a las cloacas del mundo y de la existencia.

Cuando el lenguaje se manipula en función de la ideología, del dogma religioso o secular, se falsea. La mentira reemplaza la verdad y pasa a la recamara del lenguaje. Así que, al perder la mediatez con las cosas se oscurecen los contenidos espirituales que comunica. Asimismo, pierde su sentido evocador, mágico y trascendente. Al hacerlo obedece a la razón o, a los instintos; no a la esencia del hombre, lo que constituye la humanidad de ser humano y no inhumano. Cuando sucede el espíritu de la lengua se mancha, se nubla o, se envenena.

Desde los tiempos del griego Antiguo, la espiritualidad implica la libertad e infiere al mismo tiempo, las preguntas fundamentales de la existencia y del mundo, ¿quién soy? ¿cuál es el sentido de la vida? ¿por qué vivo así y no de otra manera? ¿cuál es el lugar que ocupa el hombre en la sociedad y en el mundo? Si preguntamos por lo fundamental de la existencia –la libertad, la fraternidad, el respeto al otro, el amor, la dignidad, la solidaridad, etc.-, respondemos como una práctica espiritual. Así, el pensamiento es la actividad del espíritu de autorreflexión que busca el “significado”, en el sentido Kantiano.

En La vida del espíritu, Hannah Arendt se refiere a éste “como la actividad del pensamiento y del juicio que puede iniciarse o detenerse según la voluntad del sujeto”. Así que, las preguntas fundamentales se oponen a cualquier dogmatismo y, en particular, al religioso que ofrece respuestas sencillas y pide creer en ellas. Estas preguntas sondean la condición humana que es la que da sentido a la vida, al mundo y su realidad.

En este orden, la falsedad del lenguaje en la modernidad toma “forma” y “contenido” en el Estado, la política, la economía, la religión, los instrumentos técnicos y la cultura. El técnico, el político, el banquero, no están a la altura para que el espíritu afluya a ellos. Porque este tipo de individuos es amante de los gustos gruesos o del exceso. Casi siempre olvidamos que estamos asentados en humores. También el sudor y las lágrimas significan que la vida está activa en regiones hondas de la salud – al decir de Ernst Jünger.

En esta alta civilización técnica, de sociedad de masas y de cultura de masas, olvidamos que la vida no la abarca en su totalidad los instrumentos técnicos, la ciencia, la economía, el Estado, las finanzas internacionales, sino que hay que mirar con otros cristales. Mirar con los ojos de la sensibilidad, del alma o del espíritu, qué se oculta detrás del forro de los fenómenos. Por ejemplo, poner la técnica al servicio de las necesidades humanas (materiales, intelectivas, los saberes y las prácticas sociales), e ir al encuentro del sentido de la existencia.

 En consecuencia, en el mundo moderno el hombre deviene en un proceso de simplificación de la existencia y quien está al borde del abismo sabe que “no faltan esfuerzos tendentes a ganar un mundo que tenga vigencia y valoraciones nuevas y más poderosas”, expresó en su día Jünger. 

La mayoría de las veces nos atenemos a los fenómenos, a las imágenes o a las cifras, que presenta el Gran Poder. Por eso en un mundo dominado por la materia y la futilidad, el ser humano es incapaz de transpirar y llorar. Desconoce que la vida tiene otras caras; así que “lo húmedo en lo espiritual, como lo de jugoso, de musgoso, de frescor de bosque hay en la poesía. Y sobre todo lo que en ellas hay de fontanal, sobreabundancia de imágenes y de palabras, en cuyo cause van flotando las partículas sólidas”.

Por tanto, en este mundo evanescente y fugaz, necesario es, que despertemos la curiosidad, la capacidad de asombro, de imaginación, de pensamiento y reflexión; porque estamos abocados a la disolución de los atributos de la existencia. Vemos la zona de la sentimentalidad, la subjetividad y la espiritualidad alejarse de los verdaderos requerimientos humanos. Y, esto es sumamente trágico para el futuro del hombre sobre la Tierra.

Los instrumentos técnicos están adquiriendo tal poder que se sobreponen a la voluntad y a la libertad en las tomas de decisiones. Eso podemos observarlo en “la vida cotidiana cuando el carácter de confort de nuestra técnica está fusionándose de modo cada vez más inequívoco con un carácter instrumental de poder”. Así, pues, en pocos espacios de tiempo los instrumentos técnicos (la Inteligencia Artificial, los ordenadores cuánticos, las máquinas automatizadas, la robótica, etc.)., en su fusión crearan mundos paralelos que ocuparemos a la vez; y la teoría de cuerdas romperá con la ciencia tradicional o clásica; y a la vez, el ser humano cederá su libertad, más no su capacidad de crear, la imaginación creadora de formas, la capacidad de interrogar y de asombro, a las máquinas y al automatismo.

Esto hará del hombre un ser desgraciado y despojado de la esencia que lo define como tal: alguien vecino del ser, que cuida la casa del ser: el lenguaje. Y posibilita que el pensar comunique la verdad del ser y la esencia del hombre. También que, en las esferas del preguntar, del hacer y de juzgar, el hombre tenga la posibilidad de distinguir entre el utilitarismo, el pragmatismo y la posición ante la vida, el mundo y su realidad, fundada en una aceptación de reglas universales absolutas.

Como expresó Isaiah Berlin en la entrevista que concede a Bryan Magee. “No es tarea del filósofo moral ordenarle a un hombre cuál de éstas hacer propia, pero si le compete explicarle cuáles son las cuestiones y los valores que están en juego; examinar y juzgar los argumentos a favor y en contra de diversas conclusiones; esclarecer que formas de vida se encuentran en conflicto, los fines de la vida y, quizá, los costos entre los que tiene que elegir”. Además, el pensar induce al “hombre a aceptar su responsabilidad personal, y hacer lo que considere correcto; su elección será racional si advierte conforme a que principios elige, y será libre sí pudo haber elegido de otra manera. Tales opciones suelen ser muy angustiantes. Es más fácil obedecer órdenes sin reflexionar”.

En nuestra época vivimos en medio de un dique seco, respecto al pensar, los sentimientos, las experiencias compartidas, el lenguaje y la convivencia en común. Pero en tiempos de nuestros aborígenes hace aproximadamente 30 o 20.000 mil años a. de C. cuando los dioses bajaron de las estrellas; en la época de Hesíodo, por ejemplo, antes que los dioses ocultasen el sustento a los hombres, era el paraíso cristiano. Los primeros seres humanos vivían en la abundancia, en los elementos, y a ellos regresamos después de la muerte.

Ahora por la primacía de la técnica, el paraíso cristiano sólo es una añoranza que tiene miles de años de ausencia. Además, la tecnología otorga su impronta peculiar a los tiempos que vivimos. Su huella se observa en el Estado y las instituciones, la política, la economía, la comunicación, la sociedad y la cultura. Nos referimos al orden técnico en sí, a ese gran espejo en el que se refleja con máxima claridad la creciente objetivación de la vida y se halla impermeabilizado de manera especial contra el acoso del dolor.

            La técnica es nuestro uniforme; dijo Jünger en el texto Sobre el dolor.