Pinceladas sobre la Época Actual
Madrid-España a
18/07/2025
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
Es
importante recordar, uno de los umbrales que interesa en la actualidad dice: “En la morada de la palabra el hombre piensa”. No existe pensamiento sin lenguaje.
Así, el lenguaje expresa modos de pensar y de actuar. Cuando el lenguaje no
reside en el logos, se falsea y
responde a algo exterior a la esencia que lo constituye. En esa estancia mora
el odio, la mentira, la falacia, el disimulo, el engaño, la estafa, y, en
términos políticos, el populismo, el nacionalismo, el autoritarismo, el
demagogo, el fascista o el tirano. En el mundo del artificio en que viven
necesitan de un baúl de máscaras, porque la pretendida imagen interior de la
propia naturaleza que llevan de sí mismos es, de un minuto a otro, pura
improvisación. Se orienta enteramente, por así decirlo, según las máscaras que
le son presentadas.
El
mundo es un arsenal de esas máscaras. Y sólo el hombre atrofiado, devastado,
las busca como un simulacro en su propio interior. Porque la mayoría de las veces
nosotros mismos somos pobres en este aspecto. Por eso somos felices portando
las máscaras más exóticas, la máscara del asesino, del farsante, del cuatrero,
del violador, del dictador, del terrorista, del banquero, del político, del
militar, del guerrillero, del paramilitar, del industrial, del empresario, del
torturador, del político, del hombre culto. etc. Mirar a través de ellas nos
encanta. Vemos el universo y sus constelaciones, los instantes en que hemos
sido esto o lo otro de una vez –Walter Benjamín.
Ese instante despliega sus
aristas e ilumina los caminos de la existencia, sus mitos, narraciones o
fabulas propias, para justificar el Sistema y las vidas atrofiadas que portan
las máscaras.
Así
en la historia de la cultura occidental moderna, ese compromiso lo ratifica la
historiografía o, el historicismo. Por eso somos habitantes del mundo de la
falsedad y la mentira, porque la verdad reside en el olvido. Un espacio donde
preferimos obedecer lo oscuro, lo enigmático, lo mítico, y no dejarnos guiar
por la sentimentalidad, la imaginación creadora de “forma”, la sana razón o el
tejido vivo de la estética de la existencia.
“Ahora, ¿en qué reside la
grandeza de los hombres? En reconocer sus fuerzas en las propias derrotas” –al decir de Benjamín.
Somos
parte de un mundo donde el pensamiento se encuentra en crisis. Donde el hombre
es incapaz de pensar por sí mismo; y también, donde la imaginación se sustituye
por las imágenes. Existe en las esferas de la vida humana un cansancio
intelectual, una pereza por la pregunta, que conduce inexorablemente a una
exaltación de la futilidad. Una época en la que el pensamiento mecanicista, las
trivialidades y la civilización de lo efímero, configuran un tipo de hombre. Que responde a la
voluntad de poder que se quiere a sí misma, en calidad de voluntad de saber y
de dominio. Es un hombre devastado por relaciones de fuerza y saber que no
tiene memoria, incapaz de rememorar y de reflexionar sobre el destino que le
espera.
Por
otra parte, los “escribas”, los expertos en la escritura, por escaso que sea su
número, se vuelven aún más indispensables de lo que lo fueron en la Antigüedad
y hasta los tiempos de Lutero –y no sólo en el campo de la política y la
cultura, sino más todavía en el terreno del culto. En cada uno de los niveles
es posible una mutación, igual que en cada momento es posible la muerte -dijo Ernst Jünger. Preguntamos, ¿por
qué la pregunta y la reflexión son importantes en esta alta civilización
técnica, de sociedad de masas y de cultura de masas? Atreverse a pensar es hacerlo
contra la “lógica”, significa pensar lo establecido como verdad y, traer a la
luz lo oscuro de la verdad del ser y lo oculto del Gran Poder. Todo aquello que existe en la realidad efectiva de la
historia y del presente.
De
ahí el pensar futuro se vale de la memoria y la rememoración, de las imágenes y
los conceptos, de la experiencia y la imaginación, para que, desde el pasado
del presente, comprendamos la actualidad y, también el futuro. Se trata de leer
en la vida y las formas perdidas y aparentemente secundaria de aquella época,
la vida y las formas de hoy –dijo Benjamín en el Libro de los Pasajes.
En
la historia de la humanidad y las diversas civilizaciones, han existido
plurales formas de leer e interpretar la naturaleza, la existencia humana, la
cultura, según Heidegger, pero no su sentido. Ahora bien, el ser humano desde
hace 20.000 años ha cambiado poco, con respecto al hombre actual. Por eso
estudiar al homo sapiens (desde la
perspectiva de la esfera cognitiva, la historia, la experiencia y el lenguaje),
posibilita comprender al hombre en la actualidad. Permite develar sus miedos,
sus angustias, sus esperanzas, sus sufrimientos, razones y sin razones de la
existencia. Porque este hombre está oculto en todos y cada uno de nosotros; y
constata que en el devenir del tiempo es uno y todos los hombres. Solo lo
diferencia un “saltito” en el devenir histórico de la humanidad.
No
olvidemos que, “el hilo conductor que posibilita comprender el (eidos), la especie, y también la
naturaleza, es el logos”. Los
griegos definen al hombre como el ser vivo al que le es propia la palabra. Como lo expresa Heidegger:
“Esa determinación de la esencia del hombre, que después llegó a ser corriente
en las “definiciones” del homo:
animal rationale, el hombre: el ser vivo racional, no significa que el hombre
“tenga” la “capacidad lingüística” a la manera de una propiedad entre otras,
sino que tener el logos y mantenerse
en él señala precisamente la esencia del hombre”.
En
Grecia Antigua logos significa
narración, conversación, sentencia, concepto; y, él comunica la naturaleza, la
vida, el mundo y su fundamento y el cosmos. Esto confirma que la naturaleza del
hombre es enteramente lingüística.
La
humanidad ahora camina por un desfiladero estrecho y funesto, que la conduce a
precipitarse al “brillo” de los instrumentos tecnológicos. En la esfera de la
biología y la reproducción técnica de la vida, por ejemplo, que el hombre se produzca a sí mismo
técnicamente. Si sucede a gran escala el hombre saltaría por los aires cual
costra seca; en la medida que desaparece su
esencia como subjetividad. Esto supone que el hombre espiritual
y la zona de la subjetividad y la esfera de la sentimentalidad, el que se
interroga y se inculpa a sí mismo, sería un hombre situado a nuestras espaldas
y los valores de ese hombre, quedan rebatidos por la técnica.
Por
eso expresa Jünger: “No faltan esfuerzos tendentes a ganar un mundo en que
tengan vigencia valoraciones nuevas y más poderosas”. Lo asombroso de este mundo consistiría en que el hombre llegue a convertirse en mendigo de la
técnica y del poder. En este orden, el ser humano no tiene criterios ni
categorías para interrogar y enjuiciar a los instrumentos técnicos y el
ejercicio del poder.
Así
que, tener presente que la voluntad contiene tres esferas la del saber, la del
amor y del querer. En ellas se devela el ser, el pensar y el lenguaje. También
las categorías de la condición humana:
la vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra
–al decir de Hannah Arendt.